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Los piromaniacos por PJ Brown

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Notas del capitulo:

Perdonen la demora ¡Estoy de vuelta! Y esta vez les traigo una pequeña sorpresa que espero les agrade.


¿Les gustan los panditas? A Johnny le encantan...


 

Cuando Darwin leyó el mensaje que acababa de llegarle simplemente puso los ojos en blanco, captando la atención de Dan, quien iba caminando a un lado suyo con la cabeza quien sabe en donde mientras parecía observar todo y nada al mismo tiempo, pero regresó al planeta Tierra al escuchar que su amigo recibía un mensaje de texto.

 

-¿Es de él?-  preguntó como un niño curioso.

 

-Sí-  respondió entre dientes, mientras guardaba su móvil en el bolsillo de su pantalón.

 

-¿Qué decía?

 

-Nada importante. Por cierto ¿ya contactase a Johnny?

 

Dan agitó en la cabeza en negación.

 

-No, no contesta. Comienzo a preocuparme ¿sabes? Por lo que me ha contado tiene un pésimo sentido de la orientación y se ha perdido más veces de las que es capaz de recordar.

 

Darwin pudo haberse sorprendido si aquello no le hubiera parecido de lo más obvio. No es que creyera que Johnny era un idiota o algo similar, simplemente era una especie de niño atrapado en el cuerpo de un chico de 19 años y había sido sencillo llegar a esa conclusión después de analizar detenidamente su comportamiento. Comprendía la preocupación de Dan.

 

-Tal vez se le acabó la batería, ya se comunicará-  le tranquilizó, restándole importancia al tema debido a que tenía otros asuntos mucho más importantes a los cuales enfrentarse.

 

Finalmente ingresaron al mall en el que Darwin había quedado de verse con ese chico que a Dan le ponía los pelos de punta, le sorprendía que su amigo estuviera tan tranquilo cuando prácticamente se estaban adentrando a la boca del lobo.

 

Dan sintió que se desmayaría cuando divisó al violador-asesino-con-experiencia a pocos metros de ellos. Las piernas empezaron a temblarle y buscó un sitio en el cual colocar su mirada para alejar el pánico que acababa de asaltarlo.

 

-¿Por qué está el cabello de fósforo aquí?-  preguntó Billie al caer en cuenta de la presencia de Dan ahí.

 

Darwin sonrió de medio lado.

 

-Quiero que nos acompañe ¿te importa?

 

-Para nada ¡Es una cita doble!

 

Darwin había traído a Dan consigo con toda la intención de echar a perder el plan de Billie de tener algo lo más parecido a una cita, pero las cosas no parecían ponerse de su parte. No había contado con que el príncipe del instituto también estaría ahí.

 

Cuando Dan se sintió observado, luego de haberse perdido en un punto indefinido  -teniendo éxito al buscar la manera de alejar su mente de ahí-, se volteó lentamente hasta dar con los ojos miel que se hallaban clavados sobre él como si quisiesen comprender la razón por la que estaba ahí de pie.

 

Dan dio un sobresalto y miró a todas partes, rogando que no fuera a él a quien estaban mirando, que fuera una simple equivocación, pero no, Rick lo estaba contemplando muy fijamente.

 

-Te sentarás a mi lado-  declaró Rick.

 

-¿Eh?

 

-No me mal intérpretes, pero no quiero estar cerca de Billie en una habitación oscura-  se explicó mientras empezaban a caminar detrás de los otros dos.

 

Dan tuvo el ligero presentimiento de que se había perdido de algo ¿A dónde se dirigían? ¿Una habitación oscura? ¿Iban a violarlos tan rápido? Oh por todos los cielos, sabía que debía haber traído consigo el preservativo que su abuela le regaló en su cumpleaños “Úsalo con sabiduría hijo” le había dicho. Acababa de decepcionarla.

 

-Oye ¿estás bien?

 

La voz de Rick se escuchó lejana, muy lejana. Claro, él de seguro no estaba preocupado por perder la virginidad a tan corta edad ¿Y Darwin? Cielos, quizá no tenía ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir.

 

El coro de los ángeles, anunciando su salvación, vino a él de la nada. Ah no, era su celular sonando.

 

Dan se apresuró a extraer su móvil y contestó su llamada.

 

-¿Hola?

 

Rick miró extrañado la expresión que Dan adquirió a continuación, era como si acabara de ver un fantasma. Pobre chico, tal vez la llamada era para informarle que su familia acababa de sufrir una pérdida.

 

-¡Alto!-  exclamó Dan, deteniéndose abruptamente y pidiéndole al resto de los chicos que se detuvieran-.  Johnny fue secuestrado.

 

Al escucharlo, Rick se golpeó la frente con la palma de su mano. Estaba rodeado de un montón de idiotas.

 

 

-Dan, fui secuestrado-  dijo Johnny, bajando un poco la voz mientras miraba a su captor por el rabillo del ojo-.  Es… alto, pelirrojo, ojos verdes. Muy guapo. Si salgo vivo de esto te lo puedo presentar cuando quieras.

 

Fox escuchaba en absoluto silencio todas las tonterías que Johnny susurraba por teléfono. A aquello en definitiva no se le podía llamar secuestro cuando él amablemente sólo lo había invitado a que fueran a tomar un café y el rubio había aceptado muy sonriente.

 

-No lo sé. Espera, voy a preguntarle-  Johnny dejó el celular de lado y se volvió hacia Fox-.  Disculpa.

 

-¿Sí?

 

-¿A dónde vamos?

 

-A un café del centro-  respondió sin molestarse en mirarlo.

 

-Gracias, eres muy amable-  sonrió Johnny, para luego volver a pegar su móvil al oído-.  Vamos a un café. No estoy seguro ¿quieres que le pregunte? Está bien. No, creo que no es necesario. Sí, yo te llamo. Adiós.

 

Esa era la llamada más extraña que Fox había escuchado en toda su vida, sobretodo porque Johnny había actuado de lo más natural cuando afirmó con total seguridad que se encontraba secuestrado.

 

Tratando de ignorar lo sucedido, Fox simplemente aparcó el auto frente al café al que ingresarían y bajó sin mencionar palabra, sintiéndose un poco extraño al estar acompañado de un chico en lugar de una chica. Y se extrañó aún más cuando, al mirar a Johnny después de pedir una mesa para dos, el rubio se hallaba con los brazos cruzados y haciendo un puchero.

 

-¿Qué?

 

-No me abriste la puerta. Eres el peor secuestrador que conozco.

 

Fox arqueó una ceja, confundido ¿desde cuándo los secuestradores abrían las puertas de los autos a las personas?

 

Para suerte de Fox, la joven que los había atendido llegó en ese momento para guiarlos hasta una mesa. Apenas se sentaron, Fox colocó su mirada en las uñas de Johnny, quien las escondió de inmediato con un leve sonrojo en las mejillas.

 

-¿Por qué te has pintado las uñas?-  decidió preguntar luego de haber estado dándole vueltas al asunto desde que se percató de aquel detalle.

 

-Porque… quería estar preparado para el secuestro-  contestó Johnny con la cabeza gacha, incapaz de atreverse a mirar a Fox. Estaba muy avergonzado porque su verdadero ser comenzaba a quedar expuesto ante el chico más cool y sexy del instituto, tenía miedo de que pudiera juzgarlo mal.

 

-Ya veo-  respondió Fox sin más, no estando muy seguro de a qué era lo que se refería su acompañante.

 

Johnny se entristeció un poco y miró sus propias uñas, lamentándose de haberlas pintado de color rosa pálido. Tal vez el azul era un color más masculino que tendría que tener a consideración en una futura ocasión, si es que llegaba a existir alguna.

 

Dejó escapar un suspiro. Sus ánimos habían bajado considerablemente, él de verdad se había emocionado con eso del secuestro, por eso había llamado a Dan e ignoró todos sus mensajes mientras se alistaba en casa. Ahora sólo… quería irse de ahí, no se sentía nada bien.

 

-Johnny ¿qué vas a querer?

 

-Nada ¿puedo irme a casa?

 

Fox arqueó las cejas con sorpresa al escuchar la voz de Johnny, pues parecía que estaba a punto de romper a llorar, quizá esa era la razón por la que miraba a la ventana con tanta profundidad.

 

-Johnny…

 

-Quiero irme a casa Fox-  dijo Johnny fijando su mirada en el chico. Sus ojos estaban enrojecidos, pero pese a esto fue capaz de esbozar una pequeña sonrisa-.  ¿Podemos irnos, por favor?

 

Fox no hizo preguntas, sólo se levantó, dio las gracias a la mesera y salió del establecimiento en compañía de Johnny, que llevaba la mirada clavada en las puntas de sus zapatos. Caminaron en silencio por vario rato, hasta que el pelirrojo se cansó de esa situación y se detuvo en seco frente a una dulcería.

 

-Basta, dime ¿qué te pasa?

 

-No es nada-  dijo Johnny, aún sin colocar su mirada en el pelirrojo-.  Llévame a mi casa, por favor.

 

Fox tenía la sensación de que había hecho algo mal y no tenía ni la menor idea de qué. Él no era gay y por lo tanto no había salido con ningún chico con anterioridad, así que no sabía lo que se suponía que debía hacer en esos momentos. El único de sus amigos que tenía experiencia con hombres era Billie, pero no creía que pedirle consejo a él sería lo adecuado.

 

Se pasó una mano por el cabello y sus ojos se posaron en la dulcería que tenía ante él. Una sonrisa se curvó en sus labios.

 

-Está bien, te llevaré a casa. Pero espera aquí, ya vuelvo.

 

Johnny asintió en silencio y aprovechó que Fox ya no se encontraba ahí para permitir que las lágrimas fueran deslizándose lentamente por sus mejillas. Se sentía como un tonto al pensar por un momento que un chico finalmente se había fijado en él.

 

De pronto, una pequeña bolsa de papel apareció ante sus ojos.

 

-¿Qué es…? ¿Qué es esto?-  preguntó mientras se limpiaba sus lágrimas. Debía verse patético.

 

-Es para ti.

 

Fox aguantó el aire cuando Johnny abrió la bolsa para descubrir su contenido. De verdad esperaba que aquello lo alegrara, porque sinceramente no sabía que más hacer.

 

Johnny soltó una pequeña risita.

 

-¡Son panditas!-  exclamó alegre, alzando la mirada hacia el pelirrojo-.  ¿Cómo sabías que me gustaban?

 

-Digamos que te he estado observando un poco…

 

A Fox le costó pronunciar aquellas palabras y en parte se alegró de que Johnny no hubiera prestado demasiada atención a su respuesta, pues el rubio se hallaba muy contento devorando sus panditas.

 

-¿Quieres uno?-  preguntó Johnny mostrándole un pandita de color rojo.

 

-Ah… sí, claro.

 

Y antes de asimilarlo, Johnny ya le había metido un pandita en la boca, provocando que se sonrojara. Luego de aquello, el ánimo de Johnny volvió a la normalidad y se puso a parlotear de los sabores de los panditas que él consideraba sus favoritos.

 

Cuando el auto aparcó frente a la casa de Johnny, Fox se apresuró a bajar para abrirle la puerta al rubio, quien lo miró con los ojos muy abiertos.

 

Fox le sonrió de esa manera súper sexy que bajaba las defensas de Johnny.

 

-Para que lo sepas, esto sí fue un secuestro.

 

Johnny, luego de salir de su espasmo, le devolvió la sonrisa y aceptó la mano que el chico le ofrecía para bajar del auto.

 

-Gracias. Por todo-  dijo Johnny, le dio un abrazo y salió corriendo para adentrarse a su casa. Debía contarle a su madre lo del secuestro con todo lujo de detalles.

 

 

Notas finales:

Y eso fue todo ¡FoxJo señores, FoxJo en todo su esplendor! Ojalá lo hayan disfrutado, en lo personal me encantó :3 amo a esos dos.


Espero sus reviews con muchas ansias. Nos vemos.


P.D: ¿Alguien entendió lo que es un secuestro para nuestro pequeño Johnny? Espero que sí 7u7


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