.
.
.
Sakurai es muchas cosas. Demasiadas. Tantísimas que sería difícil describirlas en su totalidad. Tantas pero tantas; que nadie, ni siquiera Aomine es consciente de aquella totalidad oculta.
Y justamente por ello, como persona reservada, era difícil comprender que era lo que realmente tenía en la mente. Desde los más pequeños secretos hasta las más horribles verdades. Toda su vida prácticamente había sido un sufrimiento, todos sus momentos estaban llenos de dolor, de desgracia, de horribles recuerdos, sin embargo; fue precisamente Daiki quien marco un punto final a toda esa travesía. A esa travesía insostenible.
Pero no todo podía ser perfecto.
Por supuesto que no. Sakurai lo entendía, tenía la idea y el concepto de que su vida siempre seria desgracia, que sus días siempre serian amargos y que si alguna vez todo ello cambiase, no sería por él. No sería por su destino, porque estaba claro que el nunca seria acreedor de nada. Pero estaba bien, estaba bien con tener conocimiento de ello, pero no con efectuarlo.
Por supuesto que sí, y todo se aclaró aún más, cuando en su primer año de felicidad, la verdad golpeo contra su realidad.
Momoi se lo había comentado con toda la naturalidad del mundo.
—Estoy muy feliz por ti y por Dai chan—felicito Satsuki en aquella reunión privada, en la que celebraban su dicha. Ella estaba contenta, la tía de Aomine también lo estaba. A pesar de que no eran una pareja normal, en el sentido de la palabra, contaban con el apoyo absoluto de ambas mujeres. — Desde que ambos están juntos todo ha mejorado—comento con una sonrisa y con un brillos especial en los ojos— Dai chan no es el mismo de antes, ha mejorado para bien.
Sakurai sonrió y agradeció con un gesto por aquellas palabras, se sentía dichoso y completo. Por fin todo estaba en calma, sus días de dolor habían pasado y ahora todas las circunstancias le sonrían de una manera positiva.
Todo estaba aparentemente bien.
—Sabes Ryo chan, no le he contado esto a nadie pero siempre creí que Dai chan continuaría con su amor platónico. —Pronuncio Momoi con los brazos entrecruzados— cuando éramos pequeños Dai chan tenían un tipo de fijación por un modelo de revista, claro que él no sabe que yo se eso. —Soltó una risita— a veces lo encontraba observando uno de los banners publicitarios con total adoración. —Narro con nostalgia recordando aquellos momentos—era tonto, un amor infantil supongo.
No había nada malo en ello. Por supuesto que no, de hecho era algo muy normal. Sin embargo, todo cambio cuando escucho lo último.
—Y bueno, creo que Dai chan tuvo la oportunidad de conocerlo. Una vez cuando mi madre me mando a hacer unas compras vi que Dai chan estaba muy cerca de el—sus labios continuaron moviéndose sin parar— en el puente…
Esa sola frase abrió la puerta hacia la realidad.
Fue entonces que de alguna manera lo entendió. El motivo por el cual Aomine a veces le comentaba cosas respecto al puente y a él, cosas que él no entendía pero sin embargo Daiki atribuía a su persona.
Fue entonces que entendió que no era el al que Aomine quería, no lo era.
Era un reemplazo, por más que doloroso que sonase, eso es lo que era. Su papel ya estaba marcado, estaba tomando el lugar de otra persona, estaba arrebatando algo preciado.
Y se sintió romper. Se sintió miserable y desdichado, todo estaba siendo basado en una mentira, toda la superficie de sus sueños estaba respaldada por la improbabilidad y la confusión. ¿Cómo podía ser feliz de esa manera? Sakurai no quería eso, no deseaba lo que no le correspondía. No era correcto. Al pensar en eso su cuerpo se llenaba de tristeza y rabia, no quería engañarse a sí mismo. Prefería acabar con todo.
Pero.
—Ryo—Aomine le llamo haciéndole reaccionar. Lo despertó trayéndolo a la realidad y mostrándolo nuevamente el mundo que ambos habían construido. Daiki se acomodó a su lado y le cogió de la mano, con tanta fuerza y calor, que durante unos cuantos segundos, todo su miedo se disipo. —He estado buscándote como un maniático. — chisto molesto y enfrento a Momoi—Debiste hacerme señales Satsuki.
—Pero Dai chan, estábamos conversando tranquilamente sin ningún tipo de interrupción hasta que llegaste— Momoi refunfuño molesta por la inesperada llegada de su primo.
Sakurai se quedó en silencio en medio de ambos y los miro con los ojos vidriosos. No quería perderlos. No quería perder a Aomine, él era su vida, él era lo único que tenía ahora, él era tantas cosas hermosas en su vida que la sola idea de apartarse era como pensar en morir.
Y no quería morir. No quería hacerlo.
Entonces la luz llego a su mente, sus sentimientos le mostraron una respuesta.
Aquel amor de Daiki ya no estaba, él no estaba, se había ido y lo había dejado. El no existía. No estaba con él por lo tanto no le importaba.
Pero a Ryo si le importaba, le importaba y lo necesitaba.
—Yo puedo serlo—murmuro bajito—Continuare siendo lo que tú quieras que sea. — afirmo para sí mismo siendo cuidadoso de que no lo oyesen.
Ya tenía su decisión. En ese entonces la tuvo.
Sin embargo ahora, todo era diferente. Ahora tenía la certeza de que pronto tendría que abandonar el lugar que había ocupado durante tantos años. Ahora tenía la certeza de Kise Ryouta si quería a Aomine, o bueno, a su recuerdo.
Ya que la verdad era que Sakurai había sospechado de él desde la primera vez que se conocieron en prisión, desde el momento en que Kise le conto su historia y su enamoramiento sobre Kagami. Aquella primera vez, no quiso aceptar lo obvio. Kagami era el amor de Kise, no Daiki. Daiki era suyo. Así estaba bien, pero todo fue cayendo por su propia cuenta, poco a poco. No quería aceptar que Kise era el niño que se había llevado el corazón de Aomine. No quería hacerlo.
Hasta que nuevamente, fue Momoi quien se lo confirmo durante una de sus tantas conversaciones vía internet. Fue ella quien lo reconoció y grito sorprendida por las casualidades del destino. “El destino los volvió a juntar” pronuncio emocionada y con una risita.
Sakurai también sonrió.
Sí.
El destino los había juntado de nuevo.
-w-
Una vez que llegaron a la casa de Akashi, Furihata se negó rotundamente a subir a la habitación de Seijuuro. Estaba molesto, nuevamente se sentía usado por Seijuuro. Estaba harto de todo el teatro y las mentiras, nada de lo que Akashi había dicho a la prensa era verdad. Ellos jamás se casarían. Asegurar aquello era una tontería. —Voy a preguntárselo nuevamente Akashi san—clavo la vista en el pelirrojo, quería descubrir los planes de aquel hombre, quería saberlo todo antes de que el siguiese actuando sin pensar— ¿Por qué dijo todo eso?
—Quiero que lo consideres como una opción Kouki—Seijuuro le devolvió la mirada con la misma intensidad, con ambos ojos llenos de atrevimiento, brillantes de ansiedad—Casarte conmigo, aunque no lo creas, es una de las mejores opciones que actualmente tienes. Obtendrías legalmente la potestad de Maasaki y le permitirías tener un hogar.
— ¿Un hogar?— No podía creer aquello. ¿Un hogar? Ellos no podrían ser llamados como un hogar jamás, no después de todo lo que ambos habían vivido. Todo aquello que los había arrastrado hasta su punto desencadenante. Furihata sonrió y respiro profundo. —Usted está en un error Akashi san, nosotros no podríamos hacer algo como eso, además que serían puras mentiras.
— ¿Mentiras?—Akashi se llevó una mano a la cien— ¿Piensas que todo lo que digo es para formar una conspiración?
—Por supuesto que sí, todo lo que ha hecho hasta ahora siempre ha sido con doble intención.
Silencio.
Sí, es cierto. Furihata no se equivocaba al decir aquello, incluso ahora; Seijuuro seguía proponiendo y disponiendo de acuerdo a su conveniencia. No quería perder a Kouki, ni tampoco a Maasaki. Ambos eran importantes para él, dejarlos ir, como siempre; no era viable. No para él. Seijuuro es absoluto, es la verdad. Nadie podría ir contra sus propios deseos. Si bien Maasaki al principio fue arrebatado por motivos inadecuados, con el tiempo fue apreciándolo como a un hijo y criándolo de igual forma.
El niño era muy parecido a Kouki en cuestión.
Y eso lo hacía aún más especial. Era un pedacito de vida preciosa de Furihata.
Eran suyos. Akashi los adoraba a ambos, ahora más que nunca.
—Este no es el caso, Kouki. —afirmo con total seguridad, con calidez implacable. Se acercó a Furihata y lo tomo de las manos—Si fuese mentiría, no hubiese actuado de esa manera. —acerco su rostro al de Furihata y le susurro con ternura—Piénsalo.
.
.
.