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Colors Spell por AleChun

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Notas del capitulo:

¡Hola! Okay, antes de empezar, como siempre, quiero pedir disculpas por la tardanza, no puedo creer que me haya demorado tantos meses en traer este capitulo, realmente lo siento, hace unos dias termine el semestre en la universidad y pues recien tuve el suficiente tiempo para escribir algo. :c 

Bueno, dejandose eso a un lado, espero les guste este capitulo, no hay nada impresionante a decir verdad, pero aun asi me esforze xD asi que de verdad espero les entretenga, si es que aun hay alguien que recuerde este fanfic :'D

DISCLAIMER: Los personajes de Kuroko no Basket no me pertenecen, son obra de Tadatoshi Fujimaki.

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Las palabras de Kise resonaban en su mente, una y otra vez. Atormentándolo, haciéndolo sufrir, haciendo que se cuestionase toda la situación, porque todo resultaba tan confuso, tan irreal, tan inaudito que casi no podía creer que todo aquello hubiese pasado. Deseaba creer que había escuchado mal, que sus oídos estaban fallándole producto del clima o que sus ojos estaban confundiéndolo.

 

Pero, apretó los puños con fuerza, los recuerdos estaban en su mente, cada detalle, cada palabra, cada suspiro; todo estaba muy claro. Y su mente no se sentía lo suficientemente capaz para continuar aguantando aquello. Porque no hacía más que recordar. No hacía más que rememorar todo

 

Ese rostro, esos ojos, esos labios…

 

Todo se reproducía como una película, como si estuviese viviendo en ese solo instante. Aomine apretó los ojos con fuerza y llevo ambas manos a su rostro. No. No entendía. No podía comprender porque Kise le había dicho aquello, se suponía que eso no debía pasar, se suponía que no, pero desgraciadamente nada parecía ser un sueño. Había pasado y Daiki seguía pensando en ello. Kise le quería, le apreciaba de una manera diferente a la que haría un amigo, Kise le quería con ese amor de amantes, con ese deseo y anhelo que consumía hasta el alma más pura. Kise estaba enamorado de él.

 

Ryouta lo amaba…

 

Observo el techo de la habitación.

 

Y el…        

 

No estaba seguro.

 

No estaba ni  un poco consciente de lo que su corazón y cuerpo sentían, en esos momentos no sabía absolutamente nada de sí mismo. Suspiro y llevo una de sus manos a sus ojos; era difícil querer, Daiki había estado roto durante un largo tiempo, había estado destrozado, había estado lo suficientemente deshecho como para desear deshacerse de su corazón y ser un simple robot. Amar dolía. Lastimaba hasta el punto de desear la muerte, o eso es lo que el había sentido después de su ruptura con Sakurai. Y era por todos esos motivos que no sabía lo que su corazón sentía por Kise.

 

Ryouta le había ayudado infinitamente. Estaba agradecido por ello, lo estaba, realmente lo estaba, hasta el punto de querer corresponder a ese favor con la misma fuerza. Pero, eso era todo, no había nada más, estaba seguro de ello, su lógica le llevaba a ese punto.

 

Sin embargo.

 

Su mente, yendo contra cualquier razonamiento, le hacía volver al preciso momento donde Ryouta le había acariciado y susurrado un te quiero; tan lento, tan perfecto, tan él.

 

Kise...

 

No quería pensar en aquello. No quería seguir llenándose de ese momento.

 

Pero, su cerebro no parecía escucharle, porque contrario a sus deseos, la imagen de Kise seguía volviendo a él. Implantándose ahí, muy adentro de su mente, donde realmente no quería que este, porque dolía, lo lastimaba y  lo confundía.

 

Estaba volviéndose completamente loco. Y parecía no haber remedio para aquella tortura.

 

Todo estaba mal, definitivamente mal.

 

No podía ser, Aomine no debía seguir pensando en ello, estaba seguro de que estaba volviéndose un maldito lunático, definitivamente su cerebro estaba fallando, sus malditas neuronas estaban traicionándole y jugándole sucio. Y es que…

 

Dio una vuelta sobre la cama en donde estaba recostado. No podía estar pasando aquello. Kise era diferente a él, todo estaba mal, todo debía ser un error. Incluso el dolor en su pecho, los latidos de su corazón, la poca claridad de su mente; todos esos signos eran parte de un error.

 

Un error que debía ser solucionado.

 

Porque el…

 

El no podía amar a Kise.

 

No.

 

Estaba mareado, dolido, enfermo de una extraña sensación. Quería que todo se detuviese, que todo terminase. No podía aguantar más. Poco a poco todo estaba consumiéndole, absorbiendo su poco raciocinio y eso no estaba bien. No podía permitirse embriagarse con la imagen de Kise,  no podía comenzar a soñar con sus besos, con sus abrazos, con su toque, no podía desear tenerlo en sus brazos.

 

No podía actuar así.

 

Kise no se merecía a alguien como él.

 

Él no era alguien que pudiese merecer tal atención, tal amor, no se merecía eso.

 

Los pensamientos, reflexiones y discusiones internas, surcaban cada uno de sus sentidos, Ryouta le había dicho que lo amaba, Ryouta se lo había dicho, había tenido el valor para hacerlo, y Daiki se sentía totalmente perdido, desolado.

 

Llevo ambas manos a su rostro, Aomine simplemente no podía responder a eso, no estaba libre para hacerlo, él no debía, simplemente no podía.

 

No.

 

Él tenía a Sakurai.  Debía pensar en Ryo, en esa persona que había compartido  la mitad de su vida, no podía ser tan egoísta, Sakurai es quien debía estar sacudiendo su cuerpo y no las palabras de Kise, el amor de Sakurai es el que debía estar haciéndole temblar como un desquiciado, y no el recuerdo de los labios de Ryouta. Su cerebro y corazón debían estar llenos de Sakurai. Cada molécula de su ser debía tener el nombre de Sakurai.

 

Pero…

 

El viento del exterior choco contra la ventana.

 

Pero…

 

“El me gustas” de Kise se había tatuado en su cerebro, se había grabado con tanta fuerza que los brazos y piernas de Aomine comenzaban a doler.

 

Aparto ambas manos de su rostro y respiro profundo. Era un completo idiota. Un maldito bastardo.  Un desgraciado. Ya no podía seguir así, de esa manera, pensando en Kise, pensando en Sakurai. Tenía que ponerle fin a todo eso.

 

Porque no quería lastimarlo, no quería herir a Kise…

 

La sola idea quebraba  su alma. Le destrozaba. Le impedía respirar. Pensar en que la seria el causante de la tristeza de Ryouta producía un efecto devastador en su cuerpo.  Tenía que irse en ese maldito instante. Tenía que abandonar aquel hotel antes de que sus propios pensamientos lo tirasen en una oscuridad de la cual no podría salir jamás. Debía abandonarlo todo. Aunque eso implicase dejar a Ryouta y no volver a verlo jamás.

 

Se levantó de la cama dispuesto hacer sus maletas. La decisión estaba tomada. Cogería el primer vuelo con destino a Tokio y todo acabaría, esos momentos de dolor acabarían, debía hacerlo todo por su bien y por el de Ryouta, no podía seguir cayendo, porque, la verdad era que entre el dolor de ser rechazado y el exquisito bienestar de ser amado, no sería capaz de pensar como una persona razonable, y  en consecuencia, elegiría egoístamente.  

 

No podía permitirse aquello.

 

Sus manos temblaron,  debía pensar, recordar  quien era y siempre seria su primer amor.

 

Y esa persona era Sakurai.

 

Sakurai Sakurai Sakurai.

 

No había duda de ello.

 

Estaba convencido.

 

Le había prometido a Ryo que pasaría toda su vida con él, que moriría por él, que estaría a su lado siempre, mordió sus labios con fuerza. Y debía cumplir su promesa, debía cumplir con ese amor.

 

Porque Ryo solo lo tenía a él y a nadie más.

 

Kise en cambio, lo tenía todo; dinero, devoción, fama y muchas cosas más. Daiki quería creer que estaría bien, de hecho, casi podía jurar de que solo sería cuestión de algunos meses para que Ryouta encontrase una persona adecuada, alguien que si le amaría con toda su alma, con todo su ser, tal y como se merecía; porque Ryouta se merecía flores, chocolates, declaraciones diarias, y no esta mierda.

 

Kise se merecía algo diferente, merecía ser amado, ser el número uno en el corazón de una persona. No se merecía nada de lo que Aomine era ni de lo que ofrecía.

 

De eso estaba completamente seguro.

 

Deslizo el cierre de la maleta y la levanto.

 

Tenía que acabar con todo.

 

De pronto, un sonido proveniente de la puerta le alerto. Aomine alzo la vista instantáneamente, fijo sus ojos azules sobre el umbral de la puerta y el aire de sus pulmones se perdió.

 

El chirrido de la madera se plasmó en el ambiente durante unos cuantos segundos. La oscuridad, el silencio, el dolor, todo parecía juntarse en un solo punto.

 

Jamás se había esperado aquello, nunca, Aomine estaba completamente desarmado frente a lo que sus ojos le mostraban.  Kise solo estaba ahí, de pie en el umbral, con las ropas del desfile, con el cabello mojado y lleno de arena, seguramente producto de haber estado caminando sin parar por la playa.

 

Silencio.

 

Dolía.

 

Dolía tanto.

 

Ryouta le observo en  completo silencio. Como si le estuviera analizando, como si Kise pudiese leer cada uno de sus pensamientos. Los minutos pasaron lentamente, los segundos mataban cada uno de los intentos de Aomine de intentar respirar. Kise estaba ahí, con una mirada perdida y a la vez rota, con un brillo muerto, con un corazón deshecho. Aomine dio un paso hacia adelante con la garganta seca y los nervios tensos, tenía que decir algo, pero Kise dejo de verlo y  bajo la vista para dirigir su atención hacia la maleta que Aomine tenía en sus manos.

 

El viento volvió a golpear la ventana con fuerza.

 

—Así que te vas  Aominecchi—Kise murmuro con los labios secos y con un tono de voz totalmente herido, como si algo hubiese muerto en su interior, como si todo el desastre se hubiese instalado en su  frágil corazón. Debía suponerlo, por supuesto, Aomine no le correspondería, lo tenía claro, perfectamente grabado. Sonrió. Pero todo eso no le había impedido  imaginar solo por un breve momento la posibilidad de que Daiki le abrazase, que fuese para él, que le dijese que también lo quería. Si, era egoísta. Pero su corazón no entendía y justamente por eso es que sabía que no tenían ningún derecho a pedir algo de Aomine. Jamás. Pero se sentía tan roto, tanto que tal vez se quebraría en ese instante, que lloraría, que moriría. Estaba tan vacío. —Debí imaginarlo. —completo, levantando la vista, encarando a Aomine, clavando sus ojos dorados en la mirada azulada de Aomine. —Perdón—pronuncio bajo, con tanto sufrimiento.

 

Daiki se quedó estático ante aquellas palabras. Sus defensas estaban bajando, su corazón se estaba rompiendo.

 

— ¿Por qué?

 

—Porque te amo. —sus ojos se cristalizaron—Porque siempre lo he hecho. Perdón—las lágrimas surcaron sus mejillas—Perdón por haber llegado tan tarde. — sus labios temblaron y  Ryouta sabia que ya no podía mas, que ya estaba lo suficientemente herido para aguantar más. Sería la última vez, solo quería una última vez y ya. Levanto ambas manos en dirección al rostro de Aomine— Perdón por lastimarte—toco la piel de Daiki con cuidado—Perdón por estar aquí contigo—volvió a sonreír—Por mi propia existencia.-finalizo con un suspiro, con aire tibio.  

 

La maleta cayó al suelo.         

 

Estaba perdido.

 

Aomine apretó a Kise junto a su cuerpo, ya no podía pensar, no. Apretó sus ojos con fuerza. No quería, no deseaba dejar a Kise. No. Su cuerpo, su corazón, su alma, todo su ser se negaba a dejarlo. Y ya no podía recordar, y ya no podía pensar, y ya no podía sentir, y ya no podía amar sino era Kise.

 

Ya no podía.

 

Estaba enfermo de amor.

 

Solo quería a Kise en ese instante, solo lo necesitaba a él.

 

No había nada más en su mente. Todo se había borrado.

 

-Aominecchi-Kise se removió confuso, con dolor. No quería que Daiki le abrazase por lastima. Eso era lo peor.-Por favor Aominecchi- susurro.-Basta.

 

Sin embargo, Aomine le tenía bien sujetado contra su cuerpo, en su lecho, en su calor. Apretó sus dedos en la espalda de Kise. ¿Cómo podría dejar a Kise? ¿Como? De repente se había vuelto imposible.

 

-Aominecchi-Ryouta giro el rostro y pego los labios contra el rostro de Aomine-Debes irte- suplico-Por favor.

 

Silencio.

 

Daiki negó con la cabeza y se separó del cuerpo de Kise, se quedó en silencio unos minutos, observando el rostro de Ryouta, observándolo completamente. Todo su ser le gritaba que se quedase. Y ya no podía ir contra eso, una pequeña lagrima se deslizo por su mejilla, había perdido contra todo. Ya no podía más. Se acercó al rostro de Kise y lo beso, pego sus labios contra los de Ryouta, los acaricio con amor, con entrega, con desesperación.

 

Estaba rendido frente a él. Solo quería pensar en Kise, solo en él y en nadie más.

 

 

-w-

 

 

Y una de las pocas cosas que más podía irritar a Seijuuro, era precisamente el hecho de caer enfermo en un día laborable de la semana. La idea de permanecer en cama durante horas y horas le producía cierta sensación desagradable, Akashi no era precisamente una persona adicta al trabajo si se podría decir así, pero; el nivel de responsabilidad, eficacia y perfección que estaban implantados en su cerebro como un chip, le producía cierta incomodidad al saber de todo el tiempo que perdía mientras permanecía en cama.

 

Porque el tiempo era oro. Algo valioso que no se podría desperdiciar por nada. Sin embargo, tendría que aceptar perder el día producto del alto nivel de temperatura en su cuerpo. No había nada más que hacer. El médico de la familia  le había recomendado total descanso, y Akashi, contra todo pronóstico, entendía que lo más inteligente y coherente era obedecer, todo con el fin de lograr una pronta mejoría, Estiro una de sus manos en dirección a la mesita de noche de su habitación. Por supuesto, seguiría firmemente cada instrucción del médico, pero, cogió el pequeño folder que se mantenía a un lado de la lámpara de noche, nada le impediría leer algunos contratos de la empresa. Empaparse y estar al tanto de algunos detalles no empeoraría su salud.

 

Con eso en mente, pego la vista en la infinidad de letras de los contratos, comenzó leyendo el cuerpo del texto hasta llegar a la última parte que contenía las clausulas, luego volvió al principio para analizar cada uno de los puntos de la negociación. Y así continuo con los demás papeles estratégicamente colocados sobre la inmensidad de las sabanas que recubría su cama. El silencio inundo la habitación por unos breves minutos. Seijuuro exhalo el aire de sus pulmones, lento, calmado, con una simplicidad que hacía que de repente toda la habitación se volviese un vacío interminable.

 

El tiempo pasó. Poco a poco, los minutos fueron desprendiéndose, el sonido del reloj de la pared era lo único que resonaba dentro de su mente. El silencio continuaba consumiéndolo todo. De repente, los contratos que tenía que leer habían acabado. Estaban todos pulcramente revisados y analizados. Ya no contenían ni un solo error.

 

Akashi se apoyó contra el espaldar de su cama. La pequeña tarea que se había impuesto estaba culminada y ahora que solo el silencio  estaba frente a sus ojos, Seijuuro relajo los músculos de su cuerpo y fijo la mirada en el vacío de la habitación.

 

La escena parecía un dejavu.

 

Estaba solo.

 

Completamente solo.

 

No había nadie más en ese lugar. Estaba solo, como siempre lo había estado cada vez que enfermaba o cada vez que llegaba a su casa, el espacio inmenso solo lo contenía a él y a nadie más. No había alguien que estuviese a su lado. No había nadie. En el pasado, Seijuuro podía recordar perfectamente que, en el interior de su cuerpo, había deseado que alguien se preocupase por él, que alguien estuviese a su lado, lo cual creyó cumplir cuando tuvo a Kuroko a su lado.

 

No obstante, Tetsuya le había rechazado, y odiado, y repudiado.

 

Nunca había podido tenerlo.

 

Nunca había podido complacer ese deseo de tener a alguien a su lado. No. Tal y como se lo diría Kuroko meses más tardes, no podía obligar, ni forzar, que alguien le amase, que alguien desease estar a su lado. Eso, había comprendido, tenía que nacer de la propia voluntad de la persona, del propio anhelo. Seijuuro pensó, que entonces aquello seria caso perdido en su vida, que no habría opción, y que lastimosamente siempre estaría solo.

 

Pero ahora, ahora…

 

La puerta de la habitación se removió lentamente. Una pequeña brisa de viento se asomó a la habitación, el sonido de unos pasos interrumpió el silencio, el vacío, la soledad, los recuerdos que eran como dagas dolorosas, y cuchillos filosos.

 

Seijuuro levanto la vista y fijo la vista en aquella silueta.

 

La paz volvió a su alma.

 

El suave toque de unas manos le trajeron a la realidad. Su frente que estaba siendo examinada con cuidado, se incendió con un calor abrazador. Sus labios se removieron inquietos y su respiración se agito. Aquellos ojos cafés se sobresaltaron y bajaron en dirección a los ojos de Seijuuro.

 

Furihata le observo con infinita preocupación, con sincera mortificación, con desesperación inyectada en sus ojos. Bajo su mano y la coloco sobre la mejilla de Akashi, la fiebre de Seijuuro no había bajado en lo más mínimo. Kouki apretó los labios. —Akashi—susurro con urgencia—Estas ardiendo—completo a punto del colapso, totalmente asustado porque el estado de Akashi empeorase, por la probabilidad de que algo malo ocurriese.  

 

Por otro lado, Seijuuro le observo con sorpresa, sin entender en que momento es que había olvidado completamente que Kouki se encontraba en su casa, junto a él, preocupado por su salud, por su bienestar. No podía entender cómo es que su mente había dejado ese detalle en el olvido, su envidiable concentración, le había traicionado horriblemente.

 

Kouki estaba ahí.

 

Junto a él.

 

A su lado.

 

Su corazón latió con intensidad. Kouki estaba preocupado por el, auténticamente mortificado. La figura de Furihata le tranquilizaba, le hacía sentir bien. Su cuerpo se adormeció en ese instante, sus sentidos se apagaron y su corazón quedo expuesto. Estaba fascinado con la presencia de Kouki.  Subió una de sus manos y la coloco sobre la de Furihata, la acaricio suavemente para luego sostenerla y llevarla a sus labios  donde la lleno de besos. La tranquilidad inundaba cada una de sus células. Estaba aliviado, completamente aliviado.

 

— ¿Akashi?—Kouki le miro totalmente sorprendido, sin entender absolutamente nada, aun así; no aparto su mano, sino que froto con delicadeza uno de los labios del emperador; con amor y ternura. Conmovido por los besos de Akashi. — ¿Estas bien?—pregunto, sin olvidar que la excesiva temperatura del cuerpo de Seijuuro seguía ahí.

 

Akashi asintió. —Si—pronuncio, delineando cada palabra, cada silaba. —Ahora lo estoy. —finalizo con los ojos levemente entrecerrados.

 

Furihata sonrió con preocupación, se sentó sobre la enorme cama de Seijuuro y acomodo  cada uno de los contratos de Akashi en una pila. Lo único en que podía pensar era en el bienestar de Seijuuro, la idea de verlo así durante un largo tiempo, recostado y débil, le lastimaba, Kouki se sentía terriblemente culpable de la enfermedad de Akashi. Porque sabía que de no haber sido por su imprudencia de hablar bajo la lluvia, Akashi se encontraría sano. La culpa le consumía, y más aun con todos esos sentimientos que guardaba en su interior. Amaba a Seijuuro. Realmente lo amaba. Suspiro, cogió las manos de su novio, las froto e intento calentaras con el soplo caliente de su boda. — En lugar de leer, debiste dormir un rato. —Frunció los labios, pensando en que debió haber obligado a Seijuuro a dormir. —Eso habría ayudado a que mejores. —explico moviendo la cabeza a un lado para observar las mejillas sonrojadas de Seijuuro producto de la fiebre. Se veía tan frágil. Tan débil. Kouki no podía evitarlo, sus ojos  se cristalizaron, el pensamiento de perder a Seijuuro surcaba por su mente sin que pudiese evitarlo. No quería. No deseaba separarse de él.

 

—Kouki…—Akashi abrió los ojos sorprendido.        

 

Las lágrimas de Furihata se deslizaron con lentitud. —Yo…—entrelazo sus dedos con los de Seijuuro—Estoy muy preocupado.

 

El tic tac del reloj inundo el ambiente.

 

Furihata se sentía desolado. Dolido. Akashi podía ver aquello, podía sentir la mortificación palpable de Kouki, podía verlo absolutamente todo, porque Kouki era así, transparente, sincero, genuino. Su amor era verdadero. Tanto que Akashi se sentía completo. Así que sin pensar más, atrajo el cuerpo de Furihata a su lado y lo recostó junto a él. Le observo por unos minutos y luego lo abrazo con total entrega—¿Sabes lo mucho que te amo?—pregunto llevando sus dedos hacia los cabellos de Kouki—Tanto que podría morir aquí— acerco sus labios a las mejillas de Furihata y las beso—Contigo—bebió las lágrimas de Furihata con paciencia, con cuidado, con entrega;  clavo la vista en los ojos de Kouki y se acercó a aquellos bonitos labios—Feliz.—murmuro para luego besarlo con intensidad, para llenarse de ellos, de su fragancia, de su existencia.

 

Era tan perfecto.

 

Los labios de Furihata se sentían deliciosos a su parecer.

 

Kouki gimió en su boca y Akashi no pudo más frente a aquello, se derrumbó en ese preciso instante y apretó aún más a Furihata, obligándole a abrir la boca, deslizo su lengua sobre la de Kouki y jugueteo con ella, la chupo, la acaricio y se hundió en la exquisita sensación. Luego de unos minutos, se apartó y exhalo el aire caliente de su boca, la esencia se escapaba de sus labios. Furihata le miro sonrojado, ido, completamente en shock.

 

—Akashi…

 

—Eres lo único que tengo en este mundo—le interrumpió, deslizando la sabana para cubrir el cuerpo de Kouki—Mi vida.

 

Las defensas de Furihata cayeron, su cuerpo tembló y acaricio el rostro de Seijuuro en respuesta. —Tu—bajo la mirada—T-Tu también eres mi vida— afirmo—Te amo, Sei.

 

 

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Notas finales:

Y bueno, la verdad es que ni se que escribi, solo, como dicen por ahi: Me deje llevar(?) Si, eso xD Como siempre quiero agradecer por los reviews del anterior capitulo, aprecio mucho que se tomen un tiempito para darme su opinion.

¡Muchas gracias por leer! 

 


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