O4 << Para cuando desees con todas tus fuerzas
Bokuto tiró al carro todos los dulces que pudo alcanzar.
-Relajate-Escuchó a Kuroo tras él-La economía en casa no esta tan buena como para gastar tanto en dulces.
Bokuto miró con cara de muerto a su amigo y volvió a tirar todos los dulces posibles en el carro de supermercado.
Era domingo de la misma semana en que Bokuto conoció, habló y se deprimió por el chico de cabellos azabaches. No lo había encontrado en el metro el viernes, por lo qué aun no sabía nada sobre él.
-Vamos Bokuto, calmate-Kuroo le puso una mano sobre el hombro mientras ponía las bolsas de caramelos en los estantes correspondientes-Tsukki realmente nos va a matar si llevamos todo esto.
-¡No lo entiendes, Kuroo!-gritó, a punto de llorar-¡Me sentí tan feliz, taaan pero tan feliz cuando me hablo, pero el viernes no lo encontré!-dijo-¿¡Y si tomó el metro más tarde o no fue solo porque yo estaba ahí!?-y luego lloró con todas sus fuerzas.
-Bro, calmate-dijo, sobándole la espalda mientras aun ponía los dulces donde correspondían-Quizá se enfermó ese día, o entraba más tarde, ¿No?-Bokuto sorbió los mocos
-P-puede ser-murmuró. Kuroo tomó el carro con una mano y puso la otra en la espalda de su amigo.
-¿Ves? No todo está perdido-Bokuto asintió-Ahora vamos, que Tsukki nos asesinará.
Y la suposición de Kuroo no estuvo muy alejada de lo real
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Cuando el lunes por la mañana llegó, Bokuto fue obligado a levantarse a la hora que indicaba la alarma por Tsukki, ya que ese día los tres entraban temprano.
Mientras Tsukishima cocinaba, Kuroo lavaba los trastes usados la noche anterior y Bokuto atendía las camas y ordenaba un poco las habitaciones. En la casa, para tortura de Kuroo y Bokuto, todos trabajan.
Cuando terminaron de comer, dejaron los trastes en el lavaplatos para poder lavarlos a la vuelta de clases y luego partieron a arreglarse cada uno a su ritmo.
-Apresurense-dijo Tsukishima desde la puerta, siendo que él es el primero en arreglarse siempre.
Y luego iba Kuroo, para finalmente ir Bokuto. Y así los muchachos iban juntos a la estación, preparándose para una nueva semana.
El primero en despedirse los lunes siempre era Kuroo, siendo que él iba en dirección contraria de los demás chicos por la ubicación de su universidad. Tsukishima y Bokuto seguían juntos hasta la estación del Metro, donde subían juntos y, al cabo de unos tres o cuatro minutos, el rubio bajaba y dejaba a Bokuto solo en el transporte.
Y ese día era especialmente horrible para él, porque quizá iba a encontrar al lindo niño de cabellos negros, y no sabría como mirarle, si hablarle o no, si sonreírle o quién sabe. Pensaba que quizá iba a morir de una crisis de nervios y nunca podrá haber besado sus labios.
Negó con la cabeza un rato antes de colocar sus audífonos y mirar a su alrededor, dispuesto a olvidarse del mundo un rato.
Pero le fue imposible.
Una persona se sentó a su lado y le quitó un audífono del oído, provocando que el chico de orbes doradas le mirara listo para quejarse y regañarle sobre su acto, pero se quedó mudo al notar un par de ojos negros que le miraban con atención.
-¿Esto es un sueño?-se preguntó.
-Akaashi Keiji-dijo sin titubear-¿Y tú?
Bokuto se sintió un completo tonto otra vez. Porque había deseado mucho esto, con todas sus fuerzas, lo suficiente como para rogar a Dios cada noche y soñar con ello y todas esas cursilerías. Y de verdad, su deseo se cumplió.
¿Era brujería o eso?
-¿Y-yo?-preguntó, con las mejillas ligeramente sonrosadas. El chico de expresión nula –Akaashi, al parecer- asintió-Ah, si yo, c-claro-murmuró-Bokuto Kotarô
-Mucho gusto, Bokuto-san-dijo, para luego volver a poner el audífono en el oído del contrario y, cuando el transporte se detuvo, bajo del metro no sin antes darle una ultima mirada.
Y fue ahí donde Bokuto lo decidió.
Empezaría a desear con todas sus fuerzas más seguido, a ver si se cumplían las cosas.