05 << Cuando la Curiosidad mate
Para Akaashi Keiji la vida de universitario era un tedio parte de la vida cotidiana.
Cuando estaba por terminar la preparatoria, recuerda haber visto a sus compañeros de clase muy emocionados por la idea de hacerse jóvenes y buscar un futuro adulto, hasta su novia de aquel entonces se encontraba emocionada por ello.
–Yo simplemente no entiendo ese revuelo – le dijo. Iban caminando por los pasillos del instituto con la chica colgada de su brazo.
–Pero es muy importante, Keiji – respondió la chica. – Vamos a crecer, tener una nueva vida ¡Nos haremos adultos! Quién sabe si en algún minuto tú y yo nos casamos, eh. – y se echó a reír.
El chico no respondió a eso, simplemente siguieron caminando. Akaashi para esos tiempos no quería a su novia, nunca la quiso. Quizá un gustar, sí, por qué no. Pero de ahí, a quererla como notaba que ella le quería, nunca. Y es que en ese tiempo de su vida, era un adolescente desganado que simplemente no le veía la gracia a la vida (aunque no es como si se la viera ahora, tampoco), que odiaba casi todo y no sabía lo que era querer. Aunque era realmente popular, que decir, si varias chicas se le confesaban diciéndole que era muy guapo y un montón de chucherías más que solo dicen las chicas enamoradas hasta las patas, cuando no saben nada del chico que aman. Tampoco es como si él les rechazara para cuidar la imagen que tenían sobre él, o si quiera para cuidar la integridad de las pobres chiquillas enamoradas, no, para nada. Simplemente se encogía de hombros y aceptaba si andaba de buen humor, o las rechazaba cuando tenía un mal día. Pésimo criterio, debía admitir a sus ahora dieciocho años, pero es que ahí realmente pensaba que estaba bien salir con ellas si así le apetecía.
Pronto el tiempo pasó volando y la graduación llegó. Todos se encontraban emocionados, felices por empezar una nueva faceta de la vida. Con una de esas caras que ponen en la televisión cuando muestran que alguien ganó la lotería. Aunque Akaashi no se sentía así para nada. Solo era el fin de algo para comenzar otra cosa más, como todo en la vida. Simplemente eligió universidad y carrera (Instituto tecnológico de Tokio, Ingeniería comercial*) y se alistó para seguir con su vida. Sus compañeros y su novia se encontraban nerviosos y emocionados, desesperados y excitados por aquello, aunque a Keiji le parecía un ciclo normal.
Al mes de entrar a la Universidad terminó con su novia. Se le hacía demasiado complicado eso de equilibrar sus horarios con ella y para colmo estudiar mucho para la carrera, simplemente acabar era mejor. Hubo drama, para que mentir. Llevaban juntos un año y pico y la chica se notaba enganchadisima con él, pero de verdad que no podían seguir así. Sobre todo porque la chica de verdad le quería.
Pronto dejaron el contacto y Akaashi Keiji recorrió la rutina como cualquier ser humano normal. Tomaba el metro de lunes a jueves a la misma hora, mientras que el viernes era su día donde se levantaba más tarde y tomaba el metro a una hora distinta. Luego llegaba a la Universidad y fin. Su vida se basaba en eso.
Aunque hubo un día, en el cual simplemente se sentó en un asiento del metro, que un chico de cabello y ojos extraños le habló, con nerviosismo, con algo parecido a la timidez.
–U-uh–le empezó a murmurar, con su mano sujetando con delicadeza su muñeca. –Y-yo…tan solo…–Y levantó la vista. Ahí notó su peló grisáceo, sus orbes doradas y su curiosa expresión, Le pareció divertido, lindo. –-E-eres muy lindo…Y tus ojos…son preciosos.
Akaashi, en sí, se sintió avergonzado y sorprendido, aunque no lo demostró. Sus palabras le sonaron a halago, y le supieron a miel. Quiso sonreír y reírse mucho, pero no podía. Dios, era un extraño, y aunque dudaba que le hiciera algo, realmente se sentiría muy tonto al dejarse llevar por las dulces palabras de un chico desconocido.
–Gracias. Pero yo realmente creo que tu cabello es mucho más llamativo que mis ojos – respondió. Quizá sonó como burla, o como una pesadez, pero no lo decía en mal tono. Aunque su cabello era raro, y en parte le asustaba, le gustaba, ya que gritaba con fuerza que la presencia del chico estaba ahí, y eso era algo realmente encantador desde su punto de vista.
Se soltó con finura, para bajar del metro a tiempo e irse a la Universidad.
Y se estuvo preguntando todo el día, ¿Por qué estuvo sonriendo todo el día como tonto?
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Ya para cuando le volvió a ver, le vio escuchando música algo desanimado. A Keiji eso de alguna manera le dolió, porque había esperado verle con una sonrisa y temas o cosas así. Y aun el chico no notaba su presencia.
Solo le quedaban dos opciones, o ignorarlo y seguir con su vida como siempre, o bien hablarle y sacarle cosas aunque eso no era algo que haría con mucha frecuencia, no, claro que no.
Pero la curiosidad mató al gato.
Terminó dándole su nombre, y una promesa silenciosa de volverse a hablar y, quizá salir.
–Akaashi, ¿Por qué no me dices a qué hora terminan tus clases hoy, y salimos a tomar helado?
Y como no, Bokuto enseguida se ofreció a salir con él al día siguiente.
¿Y quién era él para rechazar al chico que en tres segundos y con un par de palabras le hizo derretirse y dejar de pensar que la vida universitaria era aburrida?
Nadie, señoras y señores, nadie.
–¿Le parece encontrarnos en la cafetería que está a dos cuadras de la librería, Bokuto-san?