06<< Si tu corazón se vuelve loco y las palabras no salen.
Bokuto solo podía asentir al tiempo que Akaashi contaba y bebía su café de manera entrecortada.
El mayor estaba en el séptimo cielo.
¡Estaba ahí, con el precioso muchacho de ojos y cabello oscuro! Con esa mirada compleja observándole de manera constante y con sus pocas expresiones faciales dirigidas hacia él.
Se sentía maravillado.
– ¡Akaashi! –Llamó– ¡Deberíamos salir más seguido!
El chico de orbes negras le miró sorprendido por lo pareció menos de un segundo para luego volver a su rostro neutral y asentir.
–Está bien, Bokuto-san–respondió, mirando su taza de café–Ha sido divertido. Lo agradezco.
Ahora si se sentía en el séptimo –octavo, noveno, decimo y los que haya—cielo. Akaashi le parecía perfecto mirase por donde mirase. Había hablado sobre su vida universitaria con él, sobre temas actuales y sobre voleibol, ¡Voleibol! Él no sabía que a Akaashi le gustaba también el volei, o que lo jugó durante preparatoria.
Bokuto simplemente se sentía maravillado.
Era mucho más de lo que esperaba.
Mucho, mucho más.
Y era precioso.
Los ojos negruzcos, el cabello alborotado, la piel blanca, la expresión seria, la voz queda.
Akaashi era perfecto.
–Me debo ir, Bokuto-san–habló levantándose y colgando su bolso al hombro–Ha sido un gusto. Volvamos a juntarnos otro día. O en el metro.
Bokuto sonrió ante lo último y, aunque se sentía profundamente desagradado porque el chico debía irse, se levantó de su silla y se acercó al chico para despedirse.
–Es lo que más quiero, Akaashi–respondió, y le sonrió con dulzura, mientras las mejillas contrarias se coloreaban de a poco.
–Nos vemos
– ¡Ah! Pero, ¿No me vas a dar tu número?
Y la pequeña y sutil sonrisa de Akaashi fue lo suficiente como para hacer latir desbocado el corazón de Bokuto.
–Anota…
……………….
……………….
– ¡Soy Dios, Tsukki! ¡Soy maravilloso, increíble, fabuloso! ¡Me siento en el paraíso!
Tsukishima intentó negar lo que sus oídos captaron mientras Bokuto saltaba a su alrededor y tropezaba a cada minuto con su pantufla.
– ¿Puedes callarte?
– ¡Jamás! ¡Dios, soy tu hijo, yo lo sé! ¡Kuroo, lo conseguí, lo conseguí! ¡Ohoho!
–Ohoho.
El papel con el número de Akaashi volaba por los aires mientras mientras el chico de orbes doradas saltaba y lanzaba gritos, al tiempo que Tsukishima pelaba papas y Kuroo revisaba algunos trabajos de universidad.
– ¡Kuroo, Kuroo, lo conseguí! ¡Te lo voy a presentar! ¡Es precioso!
–Hijo de Tigre–respondió, y sonrió divertido.
Bokuto se sentía genial. El metro se había vuelto su lugar favorito, el negro el mejor color, el café ahora sabía a caricias y aquel papel el bien más preciado. Se sentía realmente increíble, imaginando mil y un escenarios más para ambos, queriendo gritar a los cuatro vientos el que su corazón había latido desbocado por el chico, que podría encontrarse con él de ahora en adelante. Quería decir tanto, pero con los sentimientos revueltos en el pecho ya le bastaba.
–Deja de saltar como niñita. Vamos a comer
Asintió mientras se sentaba junto a Kuroo y Tsukki les servía un plato de curry y sentaba frente a ellos listo para empezar a cenar.
– ¿Y?-preguntó Kuroo– ¿Qué tal todo hoy?
Bokuto sonrió al más puro estilo Kuroo.
– ¿Saben que hoy conseguí el número del ser humano más precioso de este mundo?