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Iron man: La llegada de Hulk por Kaulitz

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Notas del capitulo:

¡Hoooooooooooooolo! 

 

Capítulo 18.

 

Y Alice se prometió a si misma cuidar de lo que sea que se estuviera gestando entre ambos, Tony y Bruce, no solo por el supuesto último deseo de su mejor amigo, sino también por la felicidad de su propio hijo, y de Tony, su hijo de cariño. Por ahora, solo les daría un susto por esconder algo de ella.

En la habitación, aún semidesnudos, Bruce y Tony compartieron una mirada asustada.

***

—Entonces… —murmuró Alice seriamente—. Ustedes... desnudos, sobre la cama…

—Semidesnudos, en realidad —corrigió Bruce—. Pero eso no es importante ahora… lo siento —murmuró.

—Fue bastante perturbador —dijo Alice suspirando—, no esperaba encontrarte en una situación como esa hasta dentro de otros diez años. ¿Cómo fue que creciste tan rápido? —murmuró.

—Drogas.

—Esteroides—respondieron al mismo tiempo—. Drogas y esteroides —se corrió Tony con una sonrisa inocente.

Alice meneó la cabeza—. No puedo enojarme con ustedes —murmuró—. Solo les diré que Howard ya sabe que hay algo entre ustedes.

La sonrisa de Alice no podía crecer más, ya estaba lo suficientemente enorme.

—Creo… creo que estamos muertos —murmuró Tony con los ojos muy abiertos.

Al final, Tony estaba demasiado avergonzado para hablarle a su padre sobre la relación que mantenía con Bruce.

***

Tony abrió los ojos, entusiasmado, ¡era su cumpleaños! Y él estaba tan emocionado que no podía esperar a que su fiesta estuviera en marcha, y que sus amigos estuvieran junto a él. Se levantó y corrió hacía la habitación de sus padres, y simplemente abrió la puerta.

—¿Tony? —murmuró Maria abriendo uno de sus ojos, el sueño indiscutible en cada rasgo de su rostro.

—¡Es mi cumpleaños! —exclamó.

—Y es temprano, y eres un adolescente —reclamó Howard girándose hasta darle la espada a su hijo.

—¡En tu cumpleaños me despertaste a las cinco de la madrugada! —reclamó Tony en su lugar mientras se subía a la cama de sus padres y comenzaba asaltar, en todo momento, una sonrisa traviesa adornaba su rostro.

—Porque yo soy el padre, es mí deber molestarte —explicó—. Y ahora, por favor, acerca tu cabeza para que pueda patearla —murmuró con somnolencia.

—No patees a mi hijo, sucio malhechor  —murmuró Maria estirando el brazo y dejándolo caer sobre el pecho de Howard—. Si golpeas a mi bebe, yo te golpeare a ti.

—Oh —murmuró Howard con apreciación—, eres todo una mamá gallina, defendiendo el honor de nuestro pequeño –dijo mientras besaba la mejilla de su esposa—. Me gusta.

—Puedo defenderme solo —reclamó—. Casi soy adulto, ya tengo dieciséis.

—Y sigues saltando sobre la cama de tus padres como un pequeño bebe, Tony.

—Gracias a eso, ahora están despiertos —dijo Tony con petulancia—. ¿Podemos ir a desayunar ahora? Mamá hizo pastel.

—Pastel hecho por mi querida esposa, para el cumpleaños de mi muy amado hijo, ¿qué más podría pedir? —preguntó sonriendo, ignorando la mancha en forma de ansiedad que se escondía en el fondo de sus pensamientos.

Se levantaron en pijama y se dirigieron al comedor, donde los sirvientes esperaban, listos para atenderlos. Ya con el pastel servido, Tony supo que no quería que nada cambiara, si fuera necesario, él dejaría de crecer y se quedaría así para siempre, para jamás perder su lugar en esta familia, su lugar entre sus padres, su pequeño lugar en el mundo.

***

—¡Tony! —exclamó Bruce entrando a la mansión—. Feliz cumpleaños.

—Gracias —murmuró en respuesta—. ¿Tu madre, y tu hermano?

—Mi hermano viene más tarde, estaba entregando un trabajo en la escuela, y…

—Universidad —corrigió sin darse cuenta.

—En la universidad —dijo Bruce rodando los ojos—, y mi madre… no lo sé, quizá este con tus padres —alzo los hombros, quitándole importancia.

—Ellos fueron a buscar el pastel —negó Tony—. Quizá tu madre este con alguna cita…

—No lo creo… ¿crees que…? No, mi madre no faltaría a tu cumpleaños por estar con… y, ¿sí lo trae aquí? Ella me avisaría, ¿verdad?

—Quizá sea su venganza por esconder nuestro noviazgo —respondió Tony alzándolos hombros—. Como sea, ¿me acompañas? Quiero vestirme. —Y en efecto, Tony seguía en pijamas.

***

La música sonaba fuertemente, la mansión estaba repleta de voces, de risas, de gritos, y entre toda la gente que mecía su cuerpo al son de la música se encontraba Tony, que frotaba su cuerpo contra el de Bruce, ambos igual de ebrios.

Tony y Bruce habían bebido, habían comido, habían reído, y hasta se habían besado. En ningún momento notaron la ausencia del pastel, y con eso,  ellos no notaron la ausencia de Howard y Maria.

***

Howard maneja con la vista aparentemente hacia el frente, pero su mente se mantenía se mantenía alerta; él sabía que en cualquier momento podrían ser atacados. Maria, a su lado, no dejaba de parlotear sobre lo fantástica que había quedado la fiesta de Tony, y por eso, Howard no pudo hacer más que sonreír.

—¡Howard, cuidado! —exclamó Maria, y él, asustado, quito la mirada de su esposa. Al final de la calle, y acercándose rápidamente, corría un hombre enmascarado, Howard rápidamente piso el freno pero fue demasiado tarde, estaban a punto de atropellar a una persona. El hombre, con el extraño brazo de metal, empujo fuertemente el coche que patino hasta chocar contra un grueso muro de concreto, y el auto se paró tan repentinamente que ambos se golpearon fuertemente la cabeza.

Howard abrió los ojos, con dificultad, y observo alarmado a su esposa, aparentemente desmayada, su cabeza colgando sin cuidado, y su frente completamente ensangrentada.

—¿Maria? —preguntó con la voz rota—. Maria, por favor… —cuando alzó la mirada, el hombre se acercaba lentamente, desde su izquierda—. ¡Maria! —gritó asustado, y sus manos comenzaron a moverse, primero se sacó el cinturón de seguridad, luego se acercó a Maria, de cerca pudo comprobar que seguía con vida, y que bajo los parpados, los ojos de Maria se mantenían en constante movimiento, como si tuviera dificultad para abrirlos. La sacudió, le dio palmaditas en la mejilla, le grito a centímetros de su rostro, y después de varios segundos angustiosos, Maria movió la cabeza.

—¿Howard? —murmuró tan bajo que si no hubiese estado a centímetros de ella, Howard lo hubiese pasado por alto—. Me duele… me duele todo, ¿por qué me duele todo?

—Ahora no es importante, cariño —respondió Howard angustiado, lanzándole varias miradas al hombre que no dejaba de acercarse—. Necesito tu ayuda, querida. Alguien quiere hacernos daño, debemos dejar el coche, ¿puedes moverte?

—No —gimoteó—. Me duele, Howard…

—Si nos quedamos aquí moriremos—dijo con voz firme—. Por favor, no quiero dejar a Tony solo, Maria, debes ser fuerte, ¡el hombre se acerca! —exclamó lo más bajo que podía con el miedo tomando su cuerpo.

—Tony… —murmuró Maria intentando abrir los ojos—. ¿Tony está a salvo?

—No lo sé —respondió. Y Maria abrió los ojos, con dificultad, y fijo su mirada en el hombre a metros  del automóvil, estaba apuntando a su esposo.

—¡Howard! —exclamó empujándolo, la bala rozo la mejilla de Howard, que grito asombrado.

—¡Mierda! —rápidamente comenzó a quitar el cinturón de seguridad de su esposa—. ¿Puedes caminar ahora? —preguntó.

—Sí, creo que sí —respondió Maria, y Howard se arrastró hasta abrió la puerta de Maria, salieron del automóvil entre quejidos y maldiciones.

Comenzaron a correr, intentando alejarse del hombre sin nombre, Maria, apoyándose en Howard, solo podía dejarse guiar. Al final, llegaron a un edificio abandonado, y se escondieron dentro justo a tiempo para impedir que la cabeza de Howard fuera perforada por una bala.

Dentro del edificio todo estaba descuidado, mohoso, y lleno de polvo, pero no les importo, en ese momento ambos veían el edificio como una salvación.

El hombre corrió siguiendo el sonido de los pasos, y en el segundo piso del edificio los encontró corriendo para alejarse de él, y disparó.

Maria gritó mientras caía al suelo, la bala se había incrustado en su hombro. 

***

—Howard —murmuró Maria mientras su esposo terminaba de vendar la herida, no habían quitado la bala y el hombre seguía allí afuera, buscándolos, así que el peligro aún no había pasado—. Howard, debes salir, busca ayuda…

—No seas idiota, no te voy a dejar —reclamó Howard meneando la cabeza.

—Howard, ese hombre nos encontrará y nos matará —dijo Maria desesperada—. Debes buscar ayuda… sé que volverás por mí, estaré esperando, por favor, ve…  no podemos morir aquí, piensa en Tony, por favor…

—No, no entiendes, Dios... —murmuró—. Hago esto por Tony.

—¿Quieres que nos quedemos aquí sin hacer nada?¿Escondidos en un pequeño cuarto de almacenamiento hasta que a él se le ocurra buscar aquí? —preguntó Maria incrédula—. Y, ¿dices que es por Tony?

—No, tengo un plan, pero necesito tiempo… —respondió Howard frustrado—. Así que nos quedaremos aquí hasta saber que todo está listo…

—¿Qué…? —Fue interrumpida, un ruido estruendoso interrumpió el silencio de todo el edificio, haciéndolo estremecer.

—Ese es llamado —murmuró Howard con una sonrisa—. Te amo —besó los labios de su esposa, y salió corriendo, cerrando la puerta en el proceso. Maria se quedó asombrada, mirando la puerta por la que su esposo había salido—. ¡Oye! ¡Hojalata, ven aquí! —gritó fuertemente, y comenzó a correr, sin saber si el hombre lo seguía.

Afuera, la policía tenía rodeado el edificio, todos mirando el gran agujero que había dejado la bomba que minutos antes había explotado, pero absolutamente nadie sabía de donde había salido la bomba.

Howard siguió corriendo hasta llegar a un ventanal enorme, y sin ver más salida, saco una jeringa de su saco, aprovechando que el hombre aún no se asomaba, Howard clavó la jeringa en su brazo, con fuerza, y gritó.

Pronto comenzó a sentir un calor extenderse por todo su cuerpo, dolía, quemaba, y no paraba. Howard cayó al suelo, retorciéndose del dolor, entre gimoteos y gritos. Cuando alzo la cabeza, tenía la mirada borrosa, y el hombre estaba parado frente a él. Intento pararse, con esfuerzo logro quedar de rodillas, lo intento con más fuerzas, y pronto se vio apoyando la espalda contra la ventana.

El hombre disparo. Lo último que vio Howard mientras caía desde el tercer piso fue al hombre perderse entre la oscuridad, y el último pensamiento que tuvo antes de estrellarse contra el pavimento fue hacia su familia.

***

—Maria —murmuró Alice vestida de policía, estaba frente al cuerpo desmayado de su mejor amiga, y mientras nadie veía, le clavó una jeringa en el muslo—. Todo listo—murmuró para sí misma—. ¡Encontré a Maria Stark! ¡Necesito ayuda, está muriendo! —gritó a todo pulmón—. Tranquila, tranquila, el plan de Howard va tal cual lo había planeado… 

Notas finales:

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