Capítulo 23.
Siendo un día soleado, con una temperatura templada, era normal ver chicos caminando por el parque luego de la escuela, o simplemente por la calle camino hacia alguna cafetería cercana. Uno de ellos era Tony, que junto a Bruce, caminaba con aires de tristeza filtrándose por sus poros.
Y era normal verlo abatido, pensaba todo el que lo viese, hace dos semanas había enterrado a su dos padres. Lo que nadie sabía era que el verdadero sentimiento que moraba en el cuerpo de Tony era felicidad e impaciencia, pues ese día, por fin, él podría ver a uno de sus padres. Lamentablemente no podía mostrarle al mundo su felicidad, así que solo podía mostrar parte de la tristeza que sentía por no poder ver a sus padres todos los días.
Con eso en mente, Tony caminaba ideando en su mente todo lo que le diría a su madre apenas pusiese sus ojos sobre ella.
***
El día de Monique había comenzado animado, había despertado en los brazos de su esposo y habían tenido una apasionante sesión de besos —y cosas para mayores de edad— ella aún por la tarde se sonrojaba al recordad lo apasionado que había estado Louis. A la emocionante sesión le había seguido un desayuno en la cama, cortesía de Louis. Y con un beso, ambos habían partido a sus respectivos trabajos sintiendo algo emocionante en el aire.
Ambos podían sentir la ansiedad del otro, pues ese era el día. Ese día, por fin, uno de ellos podría ver a su hijo.
Monique limpiaba una mesa recientemente desocupada con un pequeño trapo humedecido, mientras tarareaba contenta por lo que tarde o temprano sucedería en ese lugar. Todo quien la escuchase cantar sonreía, ella, en sus dos semanas de trabajo, se había vuelto muy querida por la clientela habitual. Era carismática, cariño, servicial, y por si eso fuera poco, siempre llevaba una enorme sonrisa para todo el que quisiera verla.
La campanilla de la puerta sonó y Monique alzó la mirada. Los ojos de Tony y los de ella hicieron contacto, e intentaron transmitir todo el cariño que se sentían en esa pequeña mirada de cinco segundos.
Controlando el impulso de correr a abrazar a Tony, Monique habló—. ¡Buenas tardes, caballeros! ¿Quieren una mesa? —preguntó con calma y suavidad, dándole tiempo a Tony y a Bruce para adaptarse a la charla, para que se introdujeran en el personaje.
—Oh… eh-sí —Al parecer, el tiempo que le dio, más las dos semanas que pasaron, no habían hecho de Tony un mejor actor—. Una mesa, y un café, señora… ¿o señorita? Yo… ¿Está usted casada? ¿Cómo está su marido? —Sí, esto no podía ser más torpe. Bruce solo quería golpear su cabeza contra algo duro y esperar a que lo peor ya hubiese pasado; lastima para él, eso no pasaría jamás y tendría que ser testigo de la ineficiencia de su novio. El lado positivo, pensaba Bruce, es que tendría material de sobra para burlarse por alrededor de diez años.
—Recién casada —dijo Monique intentando salvar la conversación para que se viera como algo normal—. Y él está muy bien, gracias. Trabaja todo el día así que debe estar cansado, pero todo está bien.
—Me alegro mucho, mándele mis saludos, por favor —dijo Tony sentándose donde Monique había señalado.
—Claro, le diré que un cliente desconocido le ha mandado sus saludos, no hay ningún problema —murmuró Monique solo para Tony y Bruce, con una sonrisa en el rostro. Tony se sonrojo.
—Soy Tony, por cierto —Se presentó con serenidad—. Y él es Bruce, mi mejor amigo. —Bruce alzó una mano en señal de saludo.
—Mucho gusto, Tony, Bruce —Ella asintió hacia ambos—. ¿Qué van a ordenar?
—Dos cafés y… —dijo Bruce mirando el menú que recientemente habían recibido, él pidió por Tony.
Ambos vieron a Monique alejarse con la felicidad que la caracterizaba, y tan solo minutos después habían recibido sus pedidos. Ambos comenzaron a comer.
A lo largo de toda la tarde, entre pedidos y pedidos de comida, para no ser echados a la calle, ambos observaron a Monique Stevleen, anteriormente conocida como Maria Stark, ser feliz en su nuevo mundo. Tony solo podía sonreír, porque aunque ahora no formaba parte de ese mundo, pronto lo haría.
***
Al final de la semana, y siendo clientes frecuentes, Tony y Bruce habían entablado una amistad no solo con Monique sino también con todo el personal.