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Iron man: La llegada de Hulk por Kaulitz

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Notas del capitulo:

Hola.

Capítulo 24.

 

Howard abrió los ojos, desorientado por el desconocimiento que sentía hacia el techo sobre él. Los recuerdos lo asaltaron de forma rápida.

Ya no era Howard, su nombre ahora era Louis, un simple ciudadano promedio de los Estados Unidos de América. El día anterior habían presenciado su funeral —El de Howard y Maria Stark— a través de la pequeña televisión en su sala de estar y habían presenciado, impotentes, a su hijo llorar frente a tumbas vacías. Y aunque ambos sabían que parte de esas lágrimas eran falsas, no podían evitar sentirse impotentes por ese pequeño porcentaje de lágrimas que indicaban una verdadera tristeza dentro de su hijo.

Howard- No, Louis, ahora era Louis. Él pensaba en que aún faltaban más de dos semanas para que pudiese abrazar a su pequeño como quería hacerlo en ese mismo momento, más de dos semanas para que pudiera rodear con sus brazos el pequeño cuerpo de Tony. Dos semanas para que pudiera volver a recordarle a su hijo cuento lo amaba y cuan orgulloso se sentía.

Louis pensaba, también, en las múltiples formas para hacer que la tristeza dejará a Tony, hacerle olvidar, al menos por unos minutos, el que por unas horas estuvieron verdaderamente muertos y que en vez de tumbas vacías, en ese momento podría estar llorando sobre las tumbas de sus padres, hacerle olvidar que no podrían estar juntos porque era peligroso para los tres, y que tendrían que esperar un poco para poder verse nuevamente.

Louis quería que su hijo olvidase todo lo malo que había en su vida y se concentrase simplemente en que se volverían a ver, en más de dos semanas. ¡Louis se volvería loco de impaciencia!

***

Louis estaba algo preocupado. Lo único que sabía sobre cocinar comidas italianas eran las fáciles instrucciones de los espaguetis, y claro, podía recordar cada comida italiana que había probado, que afortunadamente no eran pocas.

Así que se había propuesto intentar todas las recetas que encontrase a su alcance, en los dos días que tenía por delante. Luego de haber experimentado con todos los ingredientes que encontraba en su cocina, guiándose por un libro recién comprado, Louis había preparado montones y montones de platillos que seguidamente, Monique degustaba y criticaba con seriedad y honestidad.

Tres días luego de su muerte, y uno desde su supuesto funeral, Louis caminaba por la calle como si le perteneciera, como si ahora que había resucitado a las tres horas de su muerte él fuese intocable. Caminaba hacia su trabajo, su nuevo trabajo, y era su primer día.

—¡Buenos días! —saludó con una sonrisa a los empleados que comenzaban a abrir el restaurante—. Soy… —Las presentaciones se alargaron hasta que Louis fue presentado al mandamás de todo el lugar, un admirable hombre de cabellos canos y sonrisa amable, llamado George. Y luego de las presentaciones, siguió la rápida interrogación hacia Louis donde se buscaba dar a conocer sus propios conocimientos sobre el trabajo y los platillos.

Con rapidez quedo al descubierto que Louis era prácticamente un inútil en relación a la comida italiana, pero en vez de molestar o desalentar a George, él sonrió con más ganas.

—Señor Stevleen, me complace presentarle a sus compañeros de trabajo —anunció George—, por favor, enséñenle a Louis todo lo necesario antes de comenzar con la jornada.

—¿Louis, verdad? Mi nombre es Rory —Se presentó un joven extendiendo una mano—. Soy quien recibe el apodo de ‘líder’ en las cocinas, si te quedas junto a mí en lo que avanza el día, para mañana serás experto —añadió con una sonrisa confortable.

—No es broma —aportó una joven vestida de mesera, mientras ordenaba el comedor—. Rory es el mejor chef que tenemos, aprenderás todos los platillos para el cierre de hoy.

—Yo… gracias —murmuró Louis sin saber que decir. Fue arrastrado a unos pequeños camarines que con evidencia, separaba los géneros en dos secciones, Rory le tendió su nuevo uniforme y procedió a vestirse.

Viéndose pulcramente vestido  con el uniforme de su nuevo trabajo, Louis suspiró y camino hacia las cocinas.

***

Louis había llegado a la conclusión, horas antes, de que no era algo difícil, pero ahora, mientras veía a sus tranquilos y pacientes compañero de trabajo gritarse mutuamente por la tardanza de algún platillo, Louis deseó estar junto a su hijo con más fuerza de la que lo había hecho en todo el día.

Prácticamente saltó en su sitio cuando Rory le gritó desde el otro lado de la cocina, con una mueca molesta, por estar distraído y provocar una obvia lentitud. La tensión era notable, los pedidos seguían y seguían llegando sin descanso, el personal en la cocina se movía sin parar y de forma sincronizada, como si llevarán años haciendo el mismo procedimiento, una y otra vez, como si ya estuviesen acostumbrados a trabajar bajo tanta presión y estrés, de vez en cuando, Louis podía escuchar a los meseros reclamándose entre ellos, y con más frecuencia, él podía apreciar a algún cocinero regañando a algún camarero por un retraso de escaso minutos.

El ambiente estaba cargado de estrés, y Louis ya estaba agotado. Para cuando termino su turno, las cosas se habían calmado y solo una o dos mesas se encontraban siendo usadas. Segundos antes de salir, Rory se acercó con una sonrisa nerviosa.

—¿Te vas? —preguntó inútilmente. Louis asintió con desinterés mientras cambiaba su vestimenta—. Oye, lo siento por gritarte, es que… ya ves cómo se pone todo, algunos días son algo locos, ¡yo no soy así!  —aseguró con un sonrojo—. Juro que soy calmado, pero… por suerte, esto solo pasa los sábados y domingos, así que deberás aguantar mañana, y disfrutar de la calma de lunes a viernes —bromeó.

—No hay problema —desestimó Louis con una sonrisa—. Comprendo completamente, yo viví el estrés de estar allí dentro así que… que no te extrañe si en unas semanas eres tú quien sale regañado.

Rory comenzó a reír—. Me parece bien. Hasta mañana, Louis.

—Hasta mañana —exclamó aprovechando de despedirse de todos los empleados que se quedaban hasta el cierra.

Con un suspiro dejó el restaurante y caminó hacia su pequeño apartamento en el centro de la ciudad donde su encantadora Monique estaría esperando por su llegada, nerviosa porque mañana sería el primer día en el trabajo. Él suspiro de felicidad al pensar en que aunque no tuviese a su hijo junto a él, pronto lo estaría.

Louis abrió la puerta del apartamento con lentitud, extrañado al escucha risas desde el salón, la fugaz imagen de la sonrisa de Tony pasó por su mente, y se apresuró. Una pareja totalmente desconocida estaba sentada junto a su esposa.

—¿Hola? —preguntó con desconcierto.

—¡How- Louis! —exclamó Monique abriendo los ojos con alarma por su evidente desliz—. Hou, hou, hou, como te extrañe, querido —intentó arreglarlo con nerviosismo. Louis quería romper a reír frente al bello rostro de su esposa pero lo pensó mejor, y no.

—¿Quiénes te acompañan en esta noche tan estrellada, querida mía? —preguntó Louis con pomposidad exagerada, buscando molestar a Monique.

Ella frunció los labios, intentando esconder una sonrisa—. Nuestros vecinos, Marcus y Olive Rinz. Ambos se ofrecieron a presentarnos a los demás vecinos, es más, nos han invitado a su cena habitual de domingos, donde se juntan todos los vecinos de este piso y simplemente tienen un buen tiempo. Será una buena oportunidad para hacer amigos, Louis.

—Desde hace unos años —comenzó Olive con una sonrisa amigable—, los domingos han sido los días señalados para hacer una cena con todos los vecinos, cada ocasión es en un apartamento diferente y es nuestra responsabilidad invitar a los nuevos vecinos, sé que todos estarán contentos de conocerlos.

Marcus asintió—. Siempre es agradable conocer nuevos amigos.

—Gracias —dijo Louis asombrado, había pensado que sería mucho más complicado acercarse a los vecinos pero si hacían una cena cada semana, todos debían ser bastante cercanos y amigables.

—¿Qué dices? —preguntó Monique cuando Marcus y Olive salieron de su pequeño nidito de amor.

—Todo será más fácil si nos presentan a todos los vecinos de una buena vez —opinó Louis asintiendo mientras se sentaba sobre el sofá y tiraba la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos—. Dios, voy a morir, otra vez…

—¿Muy cansado? —murmuró Monique contra el oído de su esposo, se subió sobre el regazo de Louis y sonrió con cariño—. ¿Tan cansado que no podrías jugar un ratito? —murmuró tomando las manos de su esposo y arrastrándolas por sobre su ropa, por su cadera y subiendo, su cintura, su pecho, sus senos, su rostro—. ¿Un poquito? —Se aseguró de frotar su cuerpo al completo, sintiendo en sus partes bajas, la creciente erección de Louis—. ¿Chiquitito? —Las manos de Louis descansaban sobre el rostro de su esposa, y él la acariciaba con cariño, sintiendo extremadamente feliz por haber elegido a la mujer que lo amaba aun a través de todo lo que habían vivido; y extrañamente suertudo por haber sido escogido por ella—. Vamos, Howard —murmuró entre risitas, ella simplemente se dejó envolver por las caricias sobre su rostro, unas caricias que expresaban un evidente amor.

Louis- no, él era Howard mientras retozaba con su esposa, Maria. Él siempre sería Howard mientras estuviese dentro de las paredes de la habitación que compartía con Maria, pero fuera y a la vista de todo el mundo, él sería Louis.

Así que Howard se movió con rapidez, y dejo a su esposa recostada sobre el sofá mientras él besaba sus mejillas, su mandíbula, sus labios y bajaba por su cuello, besando y lamiendo con entusiasmo. Habiendo humedecido el cuello de su esposa con esmero, sonrió. Una de sus manos se perdió bajo la camiseta de Maria y simplemente acarició, acarició como siempre hacía, con cariño y pasión mientras besaba sus labios.

Mientras sus labios se acariciaban mutuamente, sus lenguas se frotaban con desesperación y la habitación se llenaba de pequeños jadeos sin dueño, las manos de ambos se perdían por el cuerpo del contrario, y se desvestían soltando risitas por lo desesperado que parecía su contrario. Los jadeos y risitas que salían de sus bocas se entremezclaban por sus labios unidos, haciendo, para quien mirase, imposible saber quién era el dueño de los jadeos desesperados y de las risitas divertidas.

Pero no había nadie mirando, no había nadie que pudiera averiguar algo tan íntimo como el sonido de un gemido; ellos conocían cada sonido de su contraparte, ellos se conocían así que sabían que los jadeos de desesperación eran de Howard, desesperado por tocar más piel, besar más piel, morder más piel, y las risitas frecuentes a lo largo de todo el acto amoroso eran de Maria, que entre el placer y la burla, demostraba su placer y diversión. Howard, quien conocía a su esposa a la perfección, sabía que ella reía mitad en burla por su desesperación.

Y aunque estaba cansado, mortalmente cansado, él no podía negarle nada a su esposa así que esa noche se concentró en olvidar a Louis y ser simplemente Howard; y amó a su esposa toda la noche. Con pasión. Con cariño. Con desenfreno. Solo Howard y Maria.

En la mañana, ambos salieron del apartamento siendo Louis y Monique.

***

Cerca de dos semanas habían pasado, y Monique entró gritando al apartamento, alarmando a Louis.

—¿Qué pasa? —preguntó asustado.

—¡Lo vi, Howard! ¡Vi a Tony! —exclamó con alegría mientras abrazaba a Howard, porque en ese momento no necesitaba al Louis que no tiene hijos,  en ese momento necesitaba al padre de su hijo.

—¿Cómo estaba? ¿Se veía feliz? ¿Estaba comiendo bien? Cariño, ¿qué te dijo? —preguntó impulsivamente, besando las mejillas de Maria de forma repetida—. Lo hecho tanto de menos.

—Va a seguir visitando la cafetería, Howard. Él lo prometió. Va a seguir yendo, y luego podrás verlo también. —Y ambos se abrazaron, llenos de felicidad.

 

 

 

 

Notas finales:

Como vieron, no hubo interacción padre-hijo pues lo que Howard había pasado en el trabajo, y su momento junto a Maria alargaron el capítulo más de lo que tenía previsto, además, son las 1:57 y es hora de ir a dormir. 

No quería hacerlo hasta terminar el capítulo, así que correspondan a mi esfuerzo con un comentario.

Gracias.

 


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