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About Us por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola~

Aquí estamos de nuevo Zhena y yo con la actualización correspondiente. Les recordamos que este capítulo está contado desde la perspectiva de Kise.

Que se diviertan con esa lectura~

Capítulo II

 

—3—

—Adiós senpai. Espero que tengas unas buenas vacaciones. —Mientras me cruzaba el bolso por los hombros listo ya para salir, le hablé a Kasamatsu senpai… después de todo, lo iba a extrañar durante todo el tiempo que no nos veríamos. El cual aún no tenía certeza de cuánto sería.

Aunque esta era una información que había preferido omitirle a mi capitán. A la vuelta sufriría las consecuencias.

—Adiós Kise. Cuídate y no olvides entrenar de vez en cuando. —Él me miró con sus enormes ojos celestes preocupados.

—Senpai… Sabes que voy a estar trabajando. —Me desalenté al oír sus palabras y hasta dejé caer los hombros con desánimo: yo sólo pensaba en las lindas vacaciones que tendría y él en entrenamiento.

­—Es verdad Yukio, al menos déjalo descansar en vacaciones.

Desvié la mirada sorprendido hacia la izquierda, donde el azabache defensa de nuestro equipo se acababa de poner de pie y ahora guardaba su ropa en el bolso de entrenamiento sin mirarnos, pero sonriendo sutilmente ante el comentario del capitán. Para todos nosotros era obvio que Kasamatsu senpai sólo pensaba en básquetbol.

—Gracias Moriyama senpai. —Le agradecí con sinceridad por su comprensiva intervención.

—¿Y te vas a ir o no? —Vi y oí a mi capitán hablarme molesto, probablemente debido al comentario de Moriyama senpai. Pero yo sabía muy bien que en su extraño idioma eso significaba sus mejores deseos, así que le sonreí de vuelta y comencé a dirigirme hacia la salida de los camarines.

—¡Nos vemos a vuelta de vacaciones! —Me despedí con un tono de voz que sabía denotaba el efusivo estado anímico en que me encontraba. De hecho, creo haberme visto más animado que de costumbre: levantando el brazo para despedirme y mostrando mi mejor sonrisa, de esas ideales para comerciales de pasta dental.

Me sentía alegre y quería que todos lo supieran.

Pronto comenzarían las vacaciones de verano y yo viajaría nada más ni nada menos que a California. Nunca antes había estado en Estados Unidos y el sólo hecho de pisar la “tierra de la libertad” me excitaba un montón. Además, Los Ángeles es la capital mundial de toda la industria cinematográfica y si yo, algún día aspiraba a ser un modelo reconocido internacionalmente, podía aprender más de una cosa estando allí. El sólo hecho de pisar Hollywood ya era toda una aventura para mí, ni qué decir de ver a alguna celebrity caminando por Beverly Hills.

Eso sin contar que la ciudad era la sede principal de Los Ángeles Lakers, uno de los mejores equipos de la NBA. Un equipo al que yo seguía cada partido de la temporada y reconocía a cada uno de sus jugadores, por lo que asistir a uno de sus partidos sería un destino obligado dentro del itinerario de viaje. Aparte de tener la oportunidad de jugar el básquet callejero en el mismo lugar donde se originó.

Después de todo, Kasamatsu senpai tenía razón y lo más probable es que aún en mis vacaciones, aprovecharía el tiempo libre para entrenar. No sólo iba a tener la oportunidad de conocer a jugadores americanos con un estilo de juego completamente nuevo, sino que también tendría a un gran basquetbolista como compañero de viaje.

Definitivamente este viaje sería genial.

En esos momentos, mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho y sentí la extraña sensación de presentir que este viaje realmente cambiaría mi vida en algún sentido, que marcaría un antes y un después… Aunque no tenía real consciencia de qué se trataba.

Lo que sí debía reconocer era que mi entusiasmo mayor estaba dado por mi acompañante.

Generalmente, este tipo de viajes de trabajo los hacía solo. El trabajo de mi madre le da muy poco tiempo libre para viajes o vacaciones y en un par de ocasiones invité a mis hermanas, pero terminé por darme cuenta que no era la mejor idea. Nunca había invitado a ninguno de mis amigos, pues sabía de antemano que simplemente no aceptarían. Pero ahora era diferente, ahora iba a viajar a Estados Unidos con Kagami.

Apenas me informaron del trabajo y las condiciones, mi emoción fue indescriptible. Me sentí orgulloso de mí mismo por lograr un contrato de esa importancia, pero también sentí nervios y ansias por demostrar que era un profesional a la altura del reto que se me presentaba. Y cuando me dijeron que podía viajar con un acompañante, la primera persona que vino a mi mente fue él.

Aunque me habían explicado previamente que esta medida era porque iba a estar varios días en un lugar desconocido, donde no se hablaba mi idioma y lo normal sería sentirme solo y extrañar a mis seres queridos apenas después de un par de días de llegar, por lo que lo más óptimo sería viajar con algún familiar cercano, yo pensé inmediatamente en Kagami y tan rápido como su imagen vino a mi mente, tomé la decisión final de ir con él. De todas formas, mi familia ya tenía planes… Y quien más se merece esa invitación era él.

Kagami es un chico reservado y lo había sido desde el día en que nos conocimos. Pero yo me enorgullezco de decir que soy muy perceptivo y puedo leer muy bien a las personas, sobre todo si se trata de alguien tan transparente como Kagami. Así que aunque él nunca me lo haya dicho directamente, intuía que se moría de ganas por volver a Los Ángeles y pasar tiempo con sus amigos y con su madre.

Creo que fue el brillo de sus ojos al hablarme casualmente un día de su vida allá, la emoción con que cargó sus palabras al describirme la sensación de presenciar un partido de la NBA y la sincera sonrisa de sus labios al hablar de sus amigos americanos y las diferencias culturales entre nipones y yankees.

Debía reconocer que el tema de su madre siempre me había resultado extraño… más que eso, me era incomprensible. ¿Por qué alguien dejaría sola a su madre por venirse a vivir con un padre con el que había compartido poco y que veía aún menos? ¿Qué había motivado esa decisión tan drástica? ¿Por qué no visitaba con mayor regularidad a su madre? Cuando se trataba de Kagami, había muchas cosas aún que me resultaban una incógnita.

Pero la verdad era que nunca había tenido el valor de preguntárselo de frente, tal vez esperaba a que un día Kagami me tuviera la suficiente confianza como para contarme sólo los problemas que lo aquejaban. Porque si hay algo que para mí tiene valor incondicional, son los amigos.

Es verdad que nosotros nos habíamos hecho amigos hace poco. Pero así como fue de inesperada, esta amistad también fue sólida desde un inicio, o al menos eso es lo que yo siento.

A pesar de nuestras personalidades diferentes y hasta contrastantes, nos habíamos logrado entender muy bien desde un inicio. Compartíamos gustos en común y habíamos aprendido a conocernos. Probablemente esto se debía a que antes de ser amigos, nos habíamos reconocido mutuamente y nos habíamos admirado como rivales. Y ahora, sentía que en cierto modo nos complementábamos: mi efusividad era controlada por su timidez y su retraimiento era sobrepasado por mi excesiva cercanía.

En ese instante, ensanché mi sonrisa y apuré el paso. Habíamos quedado en que hoy nos juntaríamos en mi casa y quería llegar a “ordenar” un poco antes de la llegada de Kagami. Sé a la perfección lo meticuloso y pulcro que es Kagami con respecto al aseo, así que prefiero tener todo presentable para su llegada antes que tener que soportar su sermón. Además, eso no estaba del todo mal, me permitirá dejar el departamento ordenado antes de viajar, lo que es muy práctico.

Corrí hacia el paradero justo en el momento en que el autobús se detenía y gracias a mis rápidas piernas, llegué antes que éste partiera nuevamente. Había tenido suerte, este autobús me dejaba a dos cuadras de mi casa, así que en varios minutos más, bajé sin perder la sonrisa y caminé a toda prisa hacia mi departamento.

—4—

Saqué el celular del bolsillo y vi la hora, marcaba las 20:13 horas.

No tenía claridad de cuántas veces había hecho eso mismo en la última hora, pero comenzaba a impacientarme la demora de Kagami.

A esa hora ya había ordenado todo el departamento, o al menos eso era lo que a mí me parecía, había armado mi maleta, había revisado la documentación necesaria para salir del país y hasta había revisado el contrato y los resultados específicos que se esperaban con respecto a este trabajo.

¡Ya lo había hecho todo! Y ahora, recostado de espaldas en el largo sillón del living mirando el techo, sentía que los minutos se hacían horas y que el reloj no avanzaba. Estaba muriendo de ansias.

No habíamos fijado una hora definida para juntarnos, pero había esperado que llegara más temprano, así podríamos planear todo el viaje, conversar sobre nuestras expectativas, comer juntos e incluso jugar alguna partida de videojuego… pero viendo la hora que era, poco faltaría para que nos tengamos que ir directo a la cama.

El vuelo salía a las 8.00 horas y debido al check in y a la distancia que nos separaba del aeropuerto de Narita, como mínimo debíamos salir a las 6.00 de mi casa, por lo que tendríamos que levantarnos a más tardar a las 5.00. Y Kagami aún no se dignaba a aparecer.

Dejé escapar un bostezo de mi boca y las comisuras de mis ojos se llenaron de lágrimas al instante. Mi celular se deslizó desde mi mano, que había aflojado el agarre debido al sueño que me invadía, y cayó sobre la acolchonada alfombra de largos pelos blancos sin hacer el menor ruido. Yo me acomodé sobre el costado izquierdo, dispuesto a dejar que el sueño me invadiera y comenzaba a entrecerrar los ojos, cuando el timbre sonó con insistencia.

—Kagamicchi… ésta me la vas a pagar —murmuré entre dientes levantándome con pereza.

Caminé desganado, aún bostezando debido al sueño que se negaba a abandonar mi cuerpo y abrí la puerta. Efectivamente se trataba de Kagami. Tenía una mochila en su espalda y de su mano izquierda sostenía la manilla de su maleta tamaño medio, mientras que la derecha sostenía una bolsa de plástico negra.

—¡Hey! —Me sonrió alegre.

—¿Por qué tardaste tanto? —Aunque no fue mi intención, mi voz se oyó como un reclamo.

Kagami no me respondió, solamente se rió de mí en mi cara y abriéndose paso, entró al departamento sin esperar ninguna invitación. Aunque él ya tenía la confianza necesaria para hacerlo, así que me moví tras él, siguiendo sus pasos hasta la barra de la cocina americana, donde dejó aquella misteriosa bolsa negra.

—Me demoré porque pasé a comprar nuestra cena. —Su voz sonó grave pero calmada. Yo sólo pude alzar el entrecejo con impresión.

Lo vi dejar su mochila junto a la maleta cerca de la puerta, al lado de mi maleta que ya estaba lista para partir mañana, y volver a la cocina para sacar un par de platos y vaciar el contenido de los envases desechables que venían dentro de la bolsa: era comida China, una de mis favoritas.

­—¡Comida China! Me muero de hambre. —Al mismo tiempo que hablaba, me senté en la barra y dejé que mis fosas nasales se inundaran por el exquisito aroma de la comida.

—¡También yo! —Me miró sonriente.

—Kagamicchi… Tú siempre tienes hambre. —Hice que mi voz denotara la obviedad de mis palabras, con la única intención de molestarlo.

—¡Oye! ¡Te traigo la cena y esto es lo que recibo!

Sólo me reí con su comentario. Su voz y su rostro mostraban indignación, pero yo sabía que sólo era un juego.

No supe en qué momento pasó, pero el sueño que me invadía hace minutos, ahora había desaparecido completamente. Tal vez fue en el preciso instante en el que Kagami entró por la puerta. 

Nos sentamos a comer frente a frente, divididos por la barra de la cocina. Miré extrañado que nuestros platos tenían porciones similares de comida. O más bien lo que me extrañó fue que el plato de Kagami tuviera una porción normal de comida. Arrugué el ceño instintivamente ¿Acaso estaría enfermo?

—Kagamicchi, ¿estás bien? —Le pregunté evidentemente preocupado.

—Sí, ¿por qué? —Me miró extrañado y noté la duda en su voz.

—No lo sé… no es normal que comas tan poco.

—Aahh… Eso… Es sólo que… —Lo vi bajar la mirada, gesto inequívoco de que se avergonzaba de algo, aunque yo aún no entendía qué— Cuando voy a viajar no puedo comer bien —admitió por fin mirando su plato y revolviendo la comida sin probarla.

—No me digas que… ¡Te pones nervioso! —Tal vez mi tono de voz sonó demasiado burlón, porque lo vi arrugar el ceño y mirarme seriamente a los ojos. Ahora sí estaba molesto.

—¿No tienes nada mejor que hacer que burlarte de la gente? Tal vez te estás juntando demasiado con el tonto de Aomine

No pude hacer otra cosa más que reír divertido con su comentario, pero esto pareció molestarlo aún más, pues me devolvió la mirada ahora llena de indignación.

—Tranquilo, no quería molestarte… Sólo me pareció divertido que hablaras así de Aominecchi. De hecho tal vez tengas razón —admití parando de reír por fin—, mejor sigamos comiendo.

Kagami asintió en silencio y se concentró en llevarse la comida a la boca, yo por mi parte, no pude evitar mirarlo por varios segundos. Me llamaba poderosamente la atención cómo alguien tan imponente y fuerte como él, pudiera dar a veces la impresión de no ser más que un niño indefenso.

—¿Y ya pensaste a dónde me vas a llevar? —le pregunté para romper la tensión que parecía haberse formado entre ambos.

—Tú vas a Los Ángeles a trabajar ¿Y sólo piensas en pasear? —Levantó la vista para mirarme animado, parecía ser que esa molestia sólo era parte de mi imaginación—. Para empezar no sabes si tendrás tiempo para salir entre tus sesiones de foto y esas cosas de modelos.

—No te preocupes, también tendré tiempo libre. Lo mejor para mantener mi hermoso rostro es ser feliz, por eso en mi agencia me dan la mayor libertad posible —le respondí con un irónico comentario arrogante, propio de los modelos a los que él acababa de describir.

—Tu lógica es increíble… es… imposible de contra argumentar. —Pestañó un par de veces realmente confundido.

Yo me reí alegremente. Cada minuto que pasaba estaba más seguro que invitar a Kagami había sido la mejor decisión y que este viaje sería realmente inolvidable.

Cuando terminamos nuestra cena, me puse de pie y me fui a lavar los platos, Kagami había ido al baño y cuando salió yo acababa de terminar con mi tarea. Miré de reojo el reloj de la cocina que ya marcaba cerca de las 22.00 horas y tuve que abrir los ojos con sorpresa ¡No me había dado cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo desde que Kagami había llegado!

—Ya se hizo muy tarde y mañana debemos despertarnos muy temprano, lo mejor será que nos vayamos a acostar si no queremos perder el vuelo —le dije encogiéndome de hombros.

—Tienes razón Kise, además yo ya tengo mucho sueño. —Ahora que lo mencionaba, su expresión se veía cansada, lo que me preocupó un poco.

—¿Has dormido bien estos días? —Mi pregunta pareció incomodarlo de nuevo.

—Hn. —Su respuesta fue demasiado evasiva para mi gusto ¿Podía ser que esto se debiera a sus nervios?

Yo no me había detenido a pensarlo, pero si yo estaba emocionado con este viaje, no podía ni imaginarme cómo estaba Kagami. Volver a la ciudad donde había vivido gran parte de su vida, donde había crecido, donde estaban sus amigos más cercanos, donde vivía su mamá. Tenía motivos de sobra para sentirse nervioso y expectante.

—Bueno… ya sabes que mi departamento es individual, así que sólo hay una cama… Tendremos que dormir juntos Kagami —le dije sonriéndole juguetonamente con la intención de animarlo, pero sólo logré que un leve sonrojo se instalara en sus mejillas.

—¡Déjate de tonterías y mejor vámonos a dormir!

 

Notas finales:

Agradeceríamos un montón que si leyeron, nos hicieran llegar su opinión sobre este fic.

Besos~


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