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Mis últimos días... por Karenlauren

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CAPITULO 15

 

Desperté aturdido en mi cama. Tenía el cuerpo magullado y me dolía tan sólo respirar.

- ¿Shika? – llamé mientras alguien me acariciaba tranquilizadoramente la cabeza, de repente empecé a sentir cómo mi cuerpo temblaba violentamente y un mal sabor me subía por la garganta. Mi cuerpo se convulsionó y algo trató de salir de mi estómago pero como estaba vacío tan sólo salió un líquido amarillento. Bilis.

Shika me recostó de lado para que no me ahogara con mi propio vómito. Cuando terminé me preguntó preocupado:

- ¿Estás bien?

- Si, pero no me vuelvas a tocar… -dije mientras él me miraba sorprendido.

- ¿Naru?

- Yo… no sé qué me pasa, lo siento – estaba recubierto de vómito y apestaba, me daba asco a mi mismo – voy a ducharme.

- Te cambiaré las sábanas de mientras, - le miré agradecido – aún tienes algo que explicarme, acuérdate.

Asentí levemente, me levanté y cogí las cosas de mi armario para la ducha.

Llegué a los baños y, por suerte, estaba solo. No quería que los demás vieran la mordida.

Me retiré las vendas con cuidado para que no se mojaran durante la ducha. Vi la herida, los dientes se habían hundido profundamente dentro de la carne y gracias a los puntos de Shika ya no sangraba más. Seguramente había usado su mandíbula de lobo… el muy bestia.

Estuve bajo la ducha hasta que me cansé del agua caliente. Me sequé y volví a poner la venda.

Al regresar a mi habitación Shik ya me había dejado ropa interior limpia y unos tejanos con una sudadera encima de la cama. Al lado había una nota:

«He ido a comprar tus patatas fritas favoritas y algo para comer, vuelvo en nada.

S. »

Me vestí y senté en la cama, la verdad es que no quería contarle lo que había pasado. Rápidamente se lo resumí en la otra cara de la hoja de la nota, me puse mis converse y salí de ahí.

No tenía ningún lugar en mente así que tan sólo me dirigí allí dónde mis pies me llevaban.

Terminé en China Town, un buen lugar dónde pasar el tiempo. Empecé a mirar escaparates de tiendas que vendían objetos extraños. Pero enseguida empecé a tener problemas. Al menor roce, mi cuerpo sentía unas náuseas terribles. Pensaba que anteriormente había sido por el dolor, pero ahora me daba cuenta que había algo más.

Me refugié en una tienda de antigüedades que estaba totalmente vacía. Suspiré de alivio al cerrar la puerta y me apoyé contra ella.

- Perdona, ¿vas a comprar algo? Si no, largo.

Miré de dónde provenía la voz tan antipática y borde. Era un chico de estatura alta, pelo negro y ojos del mismo color.

- Lo siento, no voy a comprar nada… – me disculpé.

- Entonces largo – me cortó antes de que pudiera terminar de hablar.

- ¡Un momento! No sabrás algún atajo para salir de aquí que no haya mucha gente, ¿verdad?

- Compra algo y te responderé.

Le miré enfadado y estaba a punto de gritarle cuando un hombre de unos cuarenta años, pelo negro y ojos negros salió de lo que parecía una trastienda.

- Sasuke, ¿qué ocurre? – Me miró sorprendido – vaya, ¿que buscas por aquí jovencito? – ni que fuera un abuelo, no sabía qué decirle. Realmente quería salir de ahí pero si volvía a ese mar de gente terminaría inconsciente en el suelo.

- Yo… en realidad…

- Se iba ya. – me cortó el chico joven llamado Sasuke mientras me tomaba por el brazo. Lo volví a sentir, terribles náuseas que hicieron temblar violentamente mi cuerpo. Me solté bruscamente y ambos se me quedaron mirando sorprendidos.

- No me toques – dije respirando con dificultad tratando de calmar mi cuerpo. Ellos se miraron sin entender nada. – Lo siento, es que… estoy un poco sensible.

Ellos se volvieron a mirar y ninguno dijo nada. Me estaban poniendo nervioso.

- De verdad que lo siento, tan sólo quiero que me digáis si sabéis algún camino por dónde no haya mucha gente y pueda irme de aquí.

El mayor avanzó hacia mí y me miró a los ojos, se acercó a mi cuello y empezó a olfatearme.

- ¿Qué haces? – grité asustado dando un paso hacia atrás.

- Bien lobo, dinos que te trae por nuestro territorio.

Le miré confundido.

- ¿De veras creerías que no lo había notado? - al ver que aún no entendía se exasperó y le indicó a Sasuke que me explicara con un gesto.

-  Hueles a lobo, al principio no estaba seguro pero si mi padre lo confirma es que ya no nos lo puedes ocultar.

- Un momento, - dije alarmado – yo no soy un lobo, ¿de qué estáis hablando?

- Vamos, no te librarás por haber roto el pacto, dinos que hacías aquí y a lo mejor nos pensamos si dejarte ir o no.

Les miré asustado. Hice lo que cualquier humano normal y corriente hubiera hecho en esas condiciones: huir.

Me giré rápidamente y giré el pomo de la puerta. Después de poner un pie fuera del ulumbral tuve un momento de duda, que me costó muy caro ya que los dos hombres me cogieron y llevaron de nuevo al interior de la tienda.

Mi cuerpo temblaba violentamente ante su cálido y firme tacto, tenía muchas ganas de vomitar pero antes ya lo había echado todo. No sabía qué hacer tenía miedo, estaba confuso y no podía salir a la calle. Reuní fuerzas e intenté hablar mientras ellos seguían sujetándome las manos detrás de la espalda. Sentía el cuerpo del joven pegado al mío.

- No… toquéis…

- Si, como si te fuéramos a soltar.

De repente oí otra voz más aguda que salió de la trastienda y dijo:

- ¿Pero qué hacéis? ¡Soltadle!

Mi visión estaba cada vez más borrosa, pude distinguir una silueta de mujer depositándome suavemente en el suelo.

Luché por no perder la consciencia, lo conseguí. Poco a poco recuperé la visión. Me incorporé lentamente.

La mujer se me acercó y preguntó:

- ¿Estás bien? Siento que este par de idiotas te hayan hecho daño.

La miré aturdido, ella acercó su mano hacia mí pero enseguida retrocedí. No quería volver a tener esa sensación horrible.

Ante mi gesto los dos hombres empezaron a gruñir.

- Mikoto, ¿por qué eres tan buena con un lobo?

- ¡Gato estúpido! – Ambos chicos se miraron sorprendidos – él es humano.

- No puede ser… - susurró el mayor – huele a lobo.

- Claro que huele a lobo, - se acercó a mí y pidió – ¿puedes quitarte esa venda del hombro?

Asentí y me bajé la sudadera para que quedara a la altura del hombro, ellos miraron sorprendidos el trozo de algodón blanco manchado de mi sangre. Retiré la venda sucia con cuidado, aún me dolía un poco.

- Ves, es una marca territorial. Él no es un lobo.

- Creo que te debo una disculpa – dijo el mayor aun sin estar convencido del todo.

- Dime, ¿quién te ha hecho eso? – Dijo Mikoto amablemente – le llamaremos para que te venga a buscar.

Negué con la cabeza, aún no quería verle. Me volví a tapar el mordisco y subir la sudadera. Traté de levantarme, pero enseguida me dio un mareo y caí de nuevo al suelo.

- ¿estás bien? – dijo la chica tocándome el brazo.

Me aparté bruscamente y asentí.

- Tan sólo ha sido un mareo. Iré a casa.

- No, espera. No crees que sea mejor que te quedes por aquí hasta que se despeje un poco la calle.

- No, gracias. He de irme, gracias por todo. – Dije ante las miradas amenazadoras que venían de detrás de la mujer. Ahora mismo estaba muy débil y sin ganas de luchar.

Me volví a levantar, esta vez conseguí mantener el equilibrio. Bien, iba a lograrlo.

Tome aire y lo solté en una respiración profunda. Ya me encontraba mejor.

- Adiós. – Me gire, estaba abriendo la puerta dispuesta a irme cuando alguien la cerró cuando apenas estaba entreabierta.

Me giré y vi al hombre mayor deteniéndome.

- Ahora ¿qué? – dije cansada.

- Mira tu mano. – le hice caso y vi el tatuaje de esa mañana, estaba brillando de nuevo. Ni tan siquiera me había dado cuenta.

- Esa es una marca muy grande… – dijo la mujer. Me encogí de hombros y traté de volver a abrir la puerta pero no me dejaron.

- Solo quiero ir a casa y descansar, así que abre la jodida puerta – de acuerdo, me estaba empezando a impacientar pero él no apartaba la mano de la puerta.

- ¿quién te ha hecho la mordida? – volvió a preguntar la mujer.

- Un jodido lobo que más vale que no vuelva a ver en la próxima semana o le partiré el estómago en dos – dije enfadado.

Sasuke frunció el ceño y dijo:

- No le hables así a mi madre. – avancé hacia él y dije en tono burlón.

- ¿Y si no? ¿Qué me harás niño de mamá?

Él se enfureció y trató de darme un derechazo que esquivé fácilmente.

- ¿Eso es todo lo que tienes?

Todos me miraron confusos y sorprendidos por mis ágiles movimientos. Él trató de volver a darme, esta vez lanzó otro derechazo de señuelo e intentó darme una patada. Esquivé el derechazo y detuve su pierna con una de las mías, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, por suerte no había sido contacto piel con piel.

- Supongo que terminaré rápido – dije fingiendo estar calmado.

Él volvió a intentarlo, cuando me hizo una serie de puñetazos le cogí el brazo izquierdo cubierto por una camisa azul marino y con mis piernas le hice tropezar. Terminó él debajo de mí y con el brazo izquierdo inmovilizado gracias a una de mis llaves de aikido.

- ¿Te has calmado? Tienes suerte que hoy no esté en plenas facultades.

- ¡Suelta a mi hijo! – gritó Mikoto.

Asentí y me bajé de su espalda con cuidado de no hacerle daño.

- Buena llave – dijo el hombre felicitándome.

- Gracias… - murmuré confundido, ¿le acababa de patear el culo a su hijo y me felicitaba?

Pirado.

- Quédate un rato, quiero ver tus habilidades de lucha.

- Lo siento, de veras pero des de que tengo este mordisco… - callé desconfiado, ¿realmente le iba a contar eso a un desconocido?

- ¿Qué ocurre? – les miré fijamente, bueno que podía perder por contarles?

- No puedo tocar a la gente me entran náuseas y temblores, es horrible.

El hombre y la mujer se lanzaron miradas significativas, Sasuke me miró con una de esas miradas odiosas que dicen “yo sé algo que tú no”.

- ¿No te han hablado nunca de los ritos de emparejamiento entre hombre lobo?

Les miré como si me hablaran en chino, aunque estábamos en china town así que creo que es mejor decir cómo si me hablaran en coreano.

- Tal vez no deberíamos ser nosotros quienes le contáramos… - empezó el hombre.

- Pero sino ¿qué hará? No le podemos dejar ir tan inconsciente de… - terminó la mujer.

- Perdón pero aún estoy aquí.

Ellos se giraron hacia mí y me dijeron.

- Mejor pasa a la trastienda y te contamos…

Solté un suspiro, al final si me iba a quedar un rato más con ellos. Seguí a la pareja hacia la trastienda. Dejaron a su hijo a cargo del mostrador.

En el interior había dos viejos sofás y una mesa baja en medio. Me senté en el sofá que les encaraba. Ellos se acomodaron acurrucándose ella debajo de los hombros de él.

- ¿Y bien? – dije impaciente.

- Verás esto es, sinceramente, algo largo y difícil de contar.

- Tranquilos, no es que sea tonto precisamente – ignoraron ese comentario y siguieron.

- Lo primero es decirte que estás en pleno proceso de unión con el lobo que te hizo esa mordida... – me quedé helado al oír esas palabras.

- ¿Perdón?

- Ese mordisco te reclama cómo suyo.

- ¡Pero yo no quería este mordisco! ¡Me lo hizo a traición! – ellos se miraron.

- Entendemos que él hizo eso precipitándose, pero ahora no te puedes negar a él.

- ¿Cómo? – dije incrédulo, después de que me marcara a traición… eso era algo que no podía perdonar, se me humedecieron los ojos y cerré las manos en puños bajando la mirada, me había hecho daño y yo confiaba en él. – Yo… confiaba en él y me hizo daño. – susurré dolido.

Ellos se miraron preocupados.

- Si, pero eso es algo inamovible. Una vez te han hecho eso no te queda otra que aceptarle.

- Me niego. – Dije cabezota, había perdido mi confianza en él.

- ¿Acaso no entiendes que te estás poniendo en peligro? – los miré asustado.

- Esos mareos que tienes y temblores al tocar otras personas son por ese mordisco, si no lo aceptas irá a peor. Tu propio cuerpo te está haciendo entender que le necesitas.

 - NO.

- Ya no hay marcha atrás.

Estaba furioso con Gaara, esta me las iba a pagar y con intereses. Hice ademán de levantarme pero ellos me retuvieron.

- Espera, eso no es todo. – genial, pensé sarcástico. Les dejé seguir – Hemos deducido que tú pareja es alguien fuerte, no todos los enlaces tienen efectos tan…

- ¿Intensos? – dijo una voz que venía de la tienda.

- ¡¡¡No escuches a hurtadillas Sasuke!!! – gritó el hombre enfadado.

 


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