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Mis últimos días... por Karenlauren

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CAPITULO 16

 

- Bien, me habéis pillado – dije alzando las manos por encima de mi cabeza.

- ¿Por fin nos dirá quién es su pareja? – dijo Sasuke entrando en la trastienda. El padre hizo ademán de echarlo de nuevo hacia la tienda pero me adelanté a él:

- Es igual, seguramente ha estado escuchando hasta ahora. – ambos me miraron en tono de disculpa, menee la cabeza para quitarle importancia. Tampoco es que fuera su culpa, yo hubiera hecho lo mismo.

- No sé si le conoceréis por el nombre pero os puedo decir que es un alfa.

- Vamos, inténtalo… - rogó en tono burlón Sasuke.

- Si, conocemos a la mayoría de cambiantes de por aquí.

- Él no será una excepción, menos si es alfa – terminó la mujer, Mikoto.

Suspiré, realmente no tenía ganas de decirles pero habían sido muy amables conmigo y se lo debía.

- Gaara. – Lo dije rápido y de un tirón a la vez que la puerta de la tienda se abría haciendo sonar la campanilla.

Todos se pusieron tensos.

- Naru, no salgas a no ser que te digamos que es seguro salir.

Asentí y me quedé en el sofá mientras ellos iban a atender al cliente.

Estaba a punto de decidir si echar una cabezadita o no cuando noté que mi mano ardía, se sentía muy caliente. Eché un vistazo y vi que ese jodido tatuaje volvía a brillar, pero... ¿Por qué brillaba y... movía con más intensidad...?

No lo sabía y eso me asustaba. Decidí echar una miradita a la tienda y me encontré de cara con Gaara.

Ambos nos quedamos de piedra.

- Gaara… - susurré. Como si esa palabra le hubiera sacado del trance se lanzó hacia mí y me abrazó muy fuertemente. Ese gestó me tomó por sorpresa. Al principio me debatí.

- ¡Idiota! ¡Suéltame! – Pero él no me dejaba ir, cada vez me abrazaba más fuerte, como si tuviera miedo de algo – No voy a desaparecer, ¿sabes?

Él me miró y vi tal ternura en sus ojos que me derrumbé. El ser objeto de tal adoración… realmente despertaba un sentimiento en mi interior que no me gustaba nada, desestabilizaba mis muros de protección convirtiéndose en miedo e inseguridad. Pero cuando él me tocaba esos sentimientos quedaban opacados por algo más fuerte, cálido y agradable.

- Un momento, - le separé suavemente – me estás tocando…

Él me miró y sonrió.

- Eso es por qué yo soy el único que tiene derecho a tocarte.

- Tonto, no me refiero a eso…

- Es por la mordida – me cortó él – cuando te mordí te marqué cómo mío. Hasta que tú no aceptes eso nadie a parte de mí podrá tocarte.

- O sea que es la puñetera manera de la naturaleza de decirme que ahora tengo novio, ¿no?

Él asintió.

- Bien, pues tú tampoco te vas a librar.

Me puse de puntillas, le aparté la camiseta y mordí. Lo hice igual o quizás más fuerte de cómo él me lo había hecho.

- Joder duele – se quejó él a la vez que retiraba mis dientes. Tenía los labios cubiertos por su sangre.

Él me miró y después de un momento de decisión se acercó a mis labios y lamió su propia sangre. Suavemente pasó su lengua y mordisqueó mis labios, sin hacerme daño. Después separó mis labios con su lengua y la introdujo en mi boca. La familia que me había ayudado tan amablemente ahora nos miraba sorprendidos y sonrojados.

 Le devolví apasionadamente el beso a Gaara sin tan siquiera dudarlo un instante pero, de repente, unas manos nos separaron. Los chicos habían cogido a Gaara de los brazos y los habían apartado de mí mientras que Mikoto me sujetaba a mí.

- De acuerdo, después de la sesión de adultos…

- Lo siento - me disculpé enrojeciéndome.

- … suponemos que ya os habéis reconciliado y vais a iros a casa – terminó el marido.

Miré a Gaara, quién asintió encantado. Me agarró de la cintura y trató de llevarme.

- Un momento, me quiero despedir – me resistí.

Él me miró cómo si hubiera dicho la mayor gilipollez del mundo. Trató de sacarme pero me resistí. Como respuesta él me cargó en su hombro como si fuera un bombero y me llevó hacia fuera dónde nos esperaba un coche todoterreno negro.

Me dejó con cuidado en el asiento de atrás y se sentó a mi lado. No permitió que me sentara lejos de él, me abrazó y fuimos así todo el viaje en el que en algún momento me venció el cansancio cerrando mis ojos.

Desperté de nuevo en la habitación que me había dejado en su casa/mansión…

Me desperecé y observé a mi alrededor…

¿Pero qué demonios…?

Pensé frunciendo el ceño al ver que la ventana tenía una reja por fuera. Me levanté para tratar de abrir la puerta pero estaba cerrada…

- ¡GAARAAAAAAA! – mi grito retumbó por toda la mansión.

- ¿Qué ocurre? – dijo su voz a través de la puerta.

- ¡Abre la jodida puerta antes de que te castre!

- No quiero! – dijo con su tono infantil… apreté los puños tratando de controlar la rabia… acaso ese idiota me estaba tratando de encerrar?

Ahora que habíamos arreglado lo del mordisco…

- ¡Cómo no abras voy a echar la puerta abajo! – como respuesta obtuve una carcajada que hizo que me pusiera rojo de ira… Me separé unos pasos de la puerta para coger carrerilla y me abalancé sobre el rectangular trozo de madera que se tambaleó, se escucharon varios “crack”…. Un par de golpes más y la echaría abajo.

Sonreí y repetí el gesto pero al golpear con la puerta se oyó un sonido de rotura más fuerte... de mi brazo… no lo había colocado bien y... probablemente... me lo había dislocado o quizá roto, ¿qué más daba? Dolía igual.

- Mierda… - susurré en voz baja mordiéndome el labio hasta el punto de hacerlo sangrar para contener los gritos de dolor, mi vista se empezó a oscurecer… a lo mejor me había hecho alguna lesión seria… un sudor frío recorrió mi frente mientras me dejaba caer de rodillas al suelo…

- ¿Ya te has dado por vencido? – dijo Gaara extrañado sin abrir la puerta cuando, de pronto, oí cómo alguien le gritaba e obligaba a abrir la puerta.

Esa sombra se acercó rápidamente a mí y me miró el brazo, se giró para seguir gritándole a mi pareja y todo volvió a ser negro…

Maldita sea…

Desperté pero no quise abrir los ojos y tampoco osé moverme… se estaba tan calentito…

Entreabrí un ojo y vi a Mizuki transformado durmiendo a mi lado. Le abracé con mi brazo derecho, el izquierdo estaba…. ¿recubierto por yeso?

Asustado me levanté de golpe pero tuve un mareo que me obligó a volver a estirarme.

El pequeño, ya despierto, empezó a lamerme la cara…

- Buenos días a ti también – dije entre carcajadas – Ya, ya… me haces cosquillas!

Le aparté con mi brazo sano… tenía una pareja idiota pero que le iba hacer, por eso mismo le amaba… por ser de la misma clase de idiota que él.

El lobezno salió disparado por el marco de la puerta pero… ¿por qué no había puerta?

Le seguí, bajé por las escaleras y fui a la cocina dónde me encontré con Ino que enseguida me vio y fue corriendo a abrazarme:

- ¡Naru! – se separó e hizo sentarme en el taburete de una mesa mientras me miraba con cariño y seguía cocinando - ¿cómo estás?

- bien… gracias – dije con una sonrisa, siempre me agradaba hablar con esa peli roja.

- Me alegro, nada más oí el estruendo que  hacías al intentar derrumbar la puerta obligué a Gaara a abrirla… Dios, no sé cómo puede ser tan…

- ¿Idiota? –dije con un tono sarcástico mientras ella reía.

- Iba a decir cabezota pero idiota también me vale… - nos reímos un rato y me dio un poco de arroz con pollo y curry que sabía al mismísimo cielo.

 - Me encanta tu comida… - dije poniendo los ojos en blanco… pero entonces me acordé y puse cara de preocupación.

- ¿Qué? – dijo ella preocupada.

- ¿¡Por qué demonios no hay puerta en mi habitación?! – solté de la nada pero… me acababa de acordar… Debería apuntarme las cosas en una hoja o algo…

Ino se me quedó mirando un rato pero esbozó una sonrisa ladina y se resignó, yo era olvidadizo ya de por mí mismo.

- Le obligué a Gaara a quitarla…

- … O sino me iba a tirar una olla a la cabeza o envenenarme la comida… ¿quién sabe? – dijo una voz a mi espalda que me hizo tener escalofríos de placer pero me mantuve firme, estaba enfadado con él.

- Ino, ¿y Mizuki? – pregunté ignorando totalmente a Gaara.

- En el comedor con los demás chicos, nada más se aseguró que estabas bien fue corriendo a jugar con los demás.

- Me voy con ellos si no te importa…

- Claro, pero cuidado con el brazo!

Me despedí con una sonrisa y entré en el comedor pero pude oír a la peli roja decirle a Gaara:

- Esta vez parece que te va a aplicar la ley de hielo Gaara… oh Dios, adoro a ese chico…

No escuché más ya que un lobezno se había lanzado encima de mí pero pude atraparlo a tiempo antes que cayéramos ambos al suelo.

- Oi! No te lances así – me quejé y sentí dolor en mi brazo que fue aliviado al sentir cómo alguien cogía al cachorro por el pellejo para cargarlo. No me giré ya que sabía perfectamente que era mi pareja quién había cogido al pequeño que se retorcía en el aire.

No sabía qué hacer en cuando vi a mi salvación:

- ¡Iru! ¡Sam! – grité aliviado… ahora no tendría que afrentar a mi lobo estúpido.

Ellos se acercaron a mí casi a la velocidad de la luz, dejándome pasmado en mi sitio. Iru me bombardeó a preguntas:

- ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu brazo? ¿Te duele mucho? ¿Cómo lo hiciste? ¿Por qué ya no hay puerta en tu habitación? ¿Ya nos contaron del mordisco… dolió? ¿Ya os habéis aparejado Gaara y tú? ¿Cuándo…? – Sam le puso una mano en la boca para que se callara.

- Deja que al menos te responda antes de pasar a la siguiente pregunta… - reí feliz de que el peli rosa hubiera pensado en mí. Me acerqué y les di un abrazo… no sabía por qué pero… solo tenía taaaantas ganas de abrazarles…

- Sois tan lindos… - dije mientras les estrujaba.

- ¡Tú también eres muy lindo! – gritó animado Iru devolviéndome el abrazo pero la reacción de Sam realmente me sorprendió ya que pasó un brazo por mi cintura y apoyó su cabeza en mi hombro susurrando en mi oído:

- ¿Te duele mucho el brazo?

Enseguida les apreté más fuerte, llevado por la emoción…

- Sí, gracias por preocuparte…

De pronto, sentimos un aura maligna detrás de mí. Los chicos se alejaron al instante a la vez que Gaara se acercaba a mí MUY enfadado… cuando estaba a punto de alcanzarme vi que pretendía abrazarme y besarme… pero me aparté a tiempo y fui a jugar con Mizuki.

Sentí cómo el aire vibraba con sus gruñidos de frustración y enfado… sabía que estaba jugando con él… iba a  ignorarle hasta que entrara en razón, después ya vería cómo le castigaría por haberme hecho enfadar…

Jugué con Mizuki y sus amigos toda la tarde hasta que empecé a sentirme mareado…

¿Qué demonios me estaba pasando?

¡Si ya había aceptado al idiota!

Fui a la cocina y le dije a Ino que me iba a descansar un rato, ella me dio una pastilla para el dolor, la tomé y fui a descansar a mi habitación.

Dormí hasta la tarde siguiente, Mikuki estaba descansando a mi lado de nuevo. Cuando me levanté él me miró preocupado.

- Sí, lo sé… - dije sobándome los ojos mientras trataba de despejar mi atolondrada mente - … Debería contárselo a Gaara... 

Como si fuera arte de magia el nombrado apareció apoyado en el marco de la puerta y me miraba entre molesto y con cariño.

- ¿Contarme qué?

Le miré sorprendido pero enseguida me relajé cuando se acercó y me dio un beso en los labios, después apoyó su frente en la mía.

- No me encuentro bien…

- Estás caliente… - susurró él mientras me subía aún más la temperatura y sentía cómo mi cara se ponía roja.

- Pervertido… - le dije consciente que podía oírme, se separó de golpe y me miró divertido.

- ¿Qué? ¡No! No me refería a eso… - me miró con un brillo en sus ojos que no me gustó nada mientras se subía a la cama y estiraba a mi lado cogiéndome por la cintura para acercarme a él - … aunque tampoco me importar… ¡ah! – Gritó mientras un cachorro de pelaje blanco le saltaba a la cara y yo reía a carcajada limpia –Jodido bicho…

Y de nuevo… empezó una persecución por toda la habitación.

Salí de la cama y di unos cuantos pasos para unirme a su diversión pero… enseguida sentí cómo todo daba vueltas, mis rodillas flaquearon… Caí al suelo encima de estas apoyándome en la mano sana…

Estaba jadeando… cómo si hubiera corrido una maratón…

¿Qué demonios me ocurría?

Gaara paró de perseguir al pequeño al instante que me vio caer. Se acercó a mí y me cargó de vuelta  a la cama, se estiró a mi lado para abrazarme contra su pecho.

- Gaa...- susurré contra sus fuertes músculos mientras sentía cómo mi visión volvía a la normalidad, el nombrado me sujetó con más fuerza pero con delicadeza.

- Estoy aquí, cariño… - sentí cómo me besaba en la frente y me susurraba – duerme, estaré aquí contigo…

 

 


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