Sherlock le ofreció una cita. No cabía en su cuerpo semejante cóctel de emociones. Sin embargo, el miedo predominaba. No era algo normal en el comportamiento de su amigo. Se acercó a él y lo tomó de la muñeca. Otra vez fue víctima del estremecimiento
- ¿Una cita? ¿Sherlock?
- Mi querido Watson, hoy te encuentro más malhumorado que de costumbre
- Y tú eres un idiota
- Iremos a almorzar – replicó – Y luego volveremos a Baker Street cargados de bolsas repletas de cosas innecesarias pero que tú encuentras atractivas. ¿No es eso acaso una especie de cita?
- Lo siento, pero creo que…
- Aún no puedo deducir el por qué del perfume
- Hay cosas que no tienen una explicación lógica, Sherlock – se apresuró a decir – Es sólo perfume
- Nunca es sólo perfume, John – contestó – Es perfume para impresionar, perfume para levantar el ánimo, perfume para…
- En este caso es sólo perfume, Sherlock – lo interrumpió – Relájate
- John Hamish Watson, no eres bueno engañando – sonrió – Es perfume para impresionar
El silencio volvió a distanciarlos. “Celos, Sherlock”, pensó para sí mismo. La elegida era alguna de las elegantes muchachas de Scotland Yard, particularmente de la sección de Investigaciones o del equipo de Lestrade. Recorrió mentalmente las caras de las involucradas; ninguna había entablado conversación con él. ¿Podría haberse perdido algún detalle? No pensaba con claridad. Buscó en sus bolsillos con desesperación. Necesitaba calmarse, despejar su mente de John Watson aunque fuese un segundo. Encendió un cigarrillo y aspiró con detenimiento. El humo raspó su garganta.
- ¿Dónde quieres almorzar?
- Elige John, eres mi cita
- ¿Quieres que elija? ¿Realmente estamos haciendo esto?
- ¿Cuál es el problema?
- La palabra cita es el problema, Sherlock – bufó – No entiendo qué pretendes
- Pasar el rato contigo John, eso es lo que pretendo
Watson abrió la boca para responder, pero ninguna palabra salió de allí. Sherlock lo miró antes de volver a su cigarrillo.
- ¿Hay algo malo en ello, John?
- No eres un hombre al cual le guste pasar el tiempo con otras personas, Sherlock
- No me interesan otras personas
- ¿Qué?
- Lo que escuchas, John – sonrió – Quiero pasar el día contigo, porque tú eres especial para mi
¿Especial? ¿La palabra especial había brotado de los labios de Sherlock Holmes?
Sí, había escuchado bien. Y Sherlock Holmes pensaba que él, John Watson, era especial.
Sherlock lo observaba sin parpadear. Realmente había cruzado su propio límite: se había confesado.
John estaba en shock. Sus pupilas se habían dilatado y le faltaba el aire.
- ¿Dije algo malo? – preguntó Sherlock con la voz algo quebrada
- ¿Soy especial para ti?
- John, creo que es algo obvio
- ¡No esquives la pregunta! – replicó – Explica tu concepto de especial
- Especial es algo que es muy adecuado o exclusivo para una determinada cosa o persona – recitó – O algo raro, poco corriente o diferente de lo ordinario
John sonrió incrédulo. Sólo Sherlock podía ser tan sensualmente fastidioso.
- ¿Entonces soy raro o poco corriente?
- Eres adecuado para determinada persona – sonrió
- Tú estás loco
- ¿Qué sería de mí sin mi blogger?
El rubio sólo pudo abrir sus ojos, atónito. Sherlock se acercó a él con detenimiento, midiendo cada reacción de su compañero.
- Sé que tú no me correspondes, John – susurró – Pero tuve la imperiosa necesidad de hacerte saber que para mí eres algo importante
- ¿Qué tan importante? – respondió, acercándose
- Más de lo que me permitiría expresar
- ¿Más de lo que te permitirías sentir?
- Más, mucho más que eso
Estaban tan cerca, tan deliciosamente cerca.
- ¿Quieres intentarlo?
- ¿Me corresponderías?
- Te correspondo desde el primer segundo, Sherlock – sonrió – Simplemente creí que podría controlarme
- No podría permitirme perderte, John
- ¿Crees que te dejaría? – rió – Nunca podría alejarme, soy adicto a lo que eres
- Entonces esto es una cita
- Es una cita – repitió
Se sonrieron con complicidad. Las dudas se disiparon al fin, y los miedos fueron derrotados. Milímetros los separaban. No existía nada más allá de ellos dos en este instante.
Sherlock tomó su mano y lo arrastró hacia el supermercado. Necesitaba algo de diversión.