Estaban pensando en ir o no con el rubio. No todos, pero unos tenían dudas de ir o no. En primer lugar: ¿Para qué lo acompañaban? Segundo: ¿Era necesario que fuesen? Tercero: ¿Por qué quería que los acompañara?
— Debemos irnos — el humano estaba cerca del zorro
— Si no quieren no pasa nada-ttebayo — decía el rubio subiéndose otra vez al lomo del zorro — entonces los veré luego — el zorro dio la vuelta caminando atrás del humano
— ¡Espera! — El hada alzó vuelo. El zorro paro al sentir que el rubio quería detenerse — ¡yo voy contigo! — el rubio esbozo una sonrisa
— Gracias Karin-chan — invitó al hada a sentarse junto a él
— ¡Muevan el culo! — les gritó a los otros seres que estaban sentados
— ¡Qué genio Karin! — el chico agua se levantó y empezó a andar hasta donde estaban
— Estense en paz — el semi-gigante camino
— Naruto, yo también voy — el biosbardo jalaba el brazo del incubo
— Ya, ya — se levantó el incubo siguiendo a su precioso biosbardo
— ¿No piensas ir, Kabuto? — Siseó la serpiente — ¿No tienes curiosidad?
— Tch — se levantó y siguió los pasos de los demás
— Gracias chicos — decía feliz un rubio
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— ¡Sakura! — gritaba una pelinegra
— ¿Qué pasa Hinata? — preguntó a una agitada oji-blanca
— Shika… maru… Gaara… — decía entre jadeos — lo…
— Sí, ya le dije. Pero Hinata no puedes correr con tu pancita — le decía ayudándole a recuperarse
— Gracias
— Vamos a que tomes agua — entraron a un local, y pidieron agua de alfalfa
— ¿Crees que lo encuentren? — pregunto la pelinegra ya recuperada
— No creo, Shikamaru es bueno escondiéndose — una duendecito les trajo sus vasitos con agua
— ¿Algo más? — pregunto la chica
— ¿Quieres algo Hina?
— Se me antoja unas nueces
— ¿Tienen nueces? — preguntó a la chica
— En un momento —la chica se retiró y en ese mismo momento se escuchó una risa. Por lo que salieron a ver
— Jajá, jajá — estaba un castaño envuelto en arena sobrevolando la cabeza de un pelirrojo, y una rubia que llegaba furiosa
— ¡Sabaku no Gaara, suelta a mi novio o te quedas sin…! — gritaba la chica. El pelirrojo lo pensó y refunfuñando lo bajo
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— Parece que están ahí — veía la cabaña, más no veía a sus residentes — ¿estarán en casa?
Buscó una rama de árbol, más o menos de su altura, hasta que logró encontrar una un poco más chica que él. Se recargó en ella, pensando en una forma de hacer rápido lo que pensaba sin que se dieran cuenta de su presencia.
Arrastró la vara alrededor de la cabaña a una distancia prudente, chocando con uno que otro árbol en su camino donde talló un símbolo, cerró el círculo y gritó
— ¡Deidara-san! — dentro de la cabaña las tres personas que habitaban esta se levantaron de sus lugares y salieron a ver quién gritaba
— ¿Obito? — su mirada era de sorpresa
— Hola — saludo levantando la mano y luego indicándole que fuera a su lado
— ¿Qué sucede? — camino hasta estar al lado del castaño. Qué lo jalo para que saliera del círculo
— Exorsus — alzó la vara que sostenía en sus manos y el círculo se iluminó. Los símbolos en los árboles se quemaban. Las dos personas dentro del círculo empezaron a gritar
— ¿Qué… qué sucede? — preguntó impresionado, viendo a las dos personas cayendo al suelo, mientras la luz desaparecía y la corteza de los árboles dejaba de arder.
— ¡Listo! — se levantó y sacudió
— Obito, ¿qué hiciste? — lo mira inquisitivo
— Solo, los deje inconscientes — mencionó acercándose donde estaban los dos cuerpos tirados
— Pero… — corrió hacía él — ¿no fue demasiado?
— Nunca subestimes a tú enemigo — se inclinó a examinar a los dos hombres — vamos ayúdame
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— ¿Está muy lejos? — preguntaba el rubio
— No, ya casi llegamos — contestaba un pelinegro con coleta
— ¡Wow! ¿Cuándo aprendiste a hacer esto? — decía el hada a un lado de él
— Hace una semana, Isobu es buen maestro-ttebayo — contestó
— Guarden silencio o no habrá valido la pena camuflarnos — les contestó el humano que iba delante
— Sasuke — lo había hecho subirse con él en el lomo del zorro — ¿estás bien?
— Sí — lo abrazaba. Todavía no se sentía seguro con esas presencias
— Es ahí — la cueva era enorme. Entraron y dejó caer el disfraz de agua con el que los había cubierto
— No veo nada-ttebayo — miraba a los lados
— Son Gokuu nos harías el favor — pidió-ordenó el zorro
— Tch — fue su contestación y encendió cinco bolas de fuego verde, que se tornaron blancas unos segundos después.
La cueva se iluminó, dejando ver las imágenes talladas en ella.
— Ese… esos… — no cabía en su asombro, las imágenes parecían tan reales, contenían color, emociones, como si estuviera ocurriendo y en cualquier momento saldrían de su encierro y empezaran a moverse — son…
— Es la historia del mundo — el humano levanto la voz — aquí — toco una parte de la cueva, cerca de la salida del lado derecho — es el inicio, no tiene final. El mundo seguirá girando y los cambios que se avecinen aparecerán — camino al lado contrario, el lado izquierdo — aquí y en el centro — apunto alzando la mano al centro — las bestias y él dueño de estas
— ¿A… a que te refieres? — pensamientos corrían por su mente, tratando de conectar las ideas y los sucesos
— Tú, eres el dueño en esta época — se señaló a si mismo
— ¿Yo?
Sasuke miraba los dibujos de la cueva con mucho detenimiento, deteniéndose en el centro. Lo miró con mucha atención. Se fijó en el pequeño ser al frente de las bestias con cola. Su cabello era rubio, sus ojos azules, muy parecido al dobe. Miro a su rubio, regreso la vista al dibujo, una diferencia. El rubio del dibujo no tenía los bigotitos de su dobe, además que Naruto era, es y será más guapo. Se sonrojó al pensar en eso.
— Este era el anterior poseedor del alma, el dueño del Juubi
— ¿El Juubi? — preguntó ladeando la cabeza
— El que controla... — hablo el incubo que tenía la atención en el humano
— El que posee el Juubi, posee su alma. Su alma se conecta con el de las bestias, transmite sus emociones con sus pensamientos, y no solo las bestias — explicaba el humano — también a otros seres — Sasuke recordó cuando escucho la voz del rubio — El que controla el alma puede ejercer las magias de las bestias. Conseguir una energía descomunal, superando al más grande de los magos — el rubio estaba emocionado, ¿él podría hacer todo eso? — pero hay riesgos
— ¿Riesgos? — preguntó algo asustado, preocupado
— Sí, al parecer no te contaron sobre ellos — miro al zorro y al duende peli-blanco
— Confiamos en tu fuerza chico — hablo el sabio — sino, nunca te hubiera metido en el entrenamiento
— ¿Cuáles son esos riesgos? — preguntó a su mentor
— Esos…