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Please Don't Go... por Arizt Knith

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Notas del capitulo:

Bueno... aqui esta el cuarto capitulo de este fic~ Espero que les guste y... Se viene algo medio O.o jejeje... Ju~ Diganme, alguien sabe lo que le pasa al lindo de Degel? eue

Akemi: Jejeje, me alegro muchísimo de que te haya gustado~

Pequebalam: Jaja perdón por no hacer que durara más la etapa de los peques :c Bueno, es obvio que Kardia es un idiota y todo eso, ¿Cómo se atreve a hacerle eso a Degelito? Y en cuanto a si lo va a perdonar pues, la verdad es que no puedo decir mucho porque am… Van a pasar muchísimas cosas entre ellos.

Cassiopeia Solo-Weasley: Hola cariño! Jajaja me alegro mucho por ello y –se acerca a darle un tarro con galletitas de coco- Todas para ti~ x3 En cuanto a Kardia… Bueno, el es idiota y lo digo con todas las letras en mayúscula. La idiotez de Kardia puede llegar a ser extrema en algunas ocasiones y, me alegra que te haya gustado el lemon xD Jamas pensé que esas escenas me pudieran salir bien esto… Am… ¿Adios? ¡Disfrútenlo! –Se acerca hacia donde Sorrento—Nee, Sorrento, ¿Cómo vas con cierto ex-general marino?

Jesse L Black: Lo sé, pobre Degel… ¡Eso es porque Kardia es un idiota! Bueno... En eso tienes razón, Kardia no le dirá lo que siente solo hasta que… -Huye gaymente de ahí- Gracias por haber dejado un coment! Y me alegra que te haya gustado a ti también la parte sexosa xD

.

(***)

.

Después de aquel incidente ni Degel o Kardia volvieron a verse, más que todo, el galo se había encerrado en su departamento. No quería ver ni hablar con nadie, se sentía tonto, humillado más que eso tenía el corazón destrozado. El pobre había permanecido en cama llorando a lagrima suelta, con timas había logrado comer como era debido; lo único que había hecho era asearse y nada más.

–Degel Verseau, sé que te encuentras ahí –Una voz femenina se escuchó al otro lado de la puerta, Degel solo rodo los ojos y se cubrió aún más con las sabanas– Si no abres la puerta, yo misma me encargare de tumbarla

El peli verde aun debajo de las mantas se removió inquieto– Vete… –Exclamo con un lastimero tono de voz, al parecer las lágrimas amenazaban con escapársele de nuevo– No quiero ver a nadie

La voz de la joven se dejó escuchar dando por hecho que quizá, la chica había desistido y le había dejado tranquilo; pero al conocerla como él lo hacía, sabía que aquel silencio no presagiaba algo bueno, Arizt Fontaine, esa chica que asistía con él a las mismas clases de medicina. La joven solo era dos años mayor que el, era alguien terca pero muy tenaz, buena persona. Era muy hermosa, debía admitirlo; con aquellos largos cabellos castaños hasta la cintura, la piel casi al mismo tono que la suya y de ojos grisáceos. Pero a pesar de su dulce apariencia de ángel o a veces de aquella fachada despreocupada, la chica era como un demonio, uno de esos que permanecían ocultos en el interior y que solo resurgía cuando algo amenazaba lo suyo.

Un, dos, tres sonidos hizo la puerta antes de ceder. Maldijo el día en que le había dado una copia de las llaves a aquella chica, ¿Por qué lo había hecho? Porque hacia un tiempo había estado más que ocupado, demasiado estresado con los proyectos que los maestros le habían dado, sin olvidar que últimamente las peleas con Kardia solo iban en aumento. La presión y estrés hicieron que fuera descuidando aún más su cuerpo y este terminara colapsando, obligándolo a perder días en la universidad, cosa que extraño a muchos pues él no era de manchar su perfecta asistencia. La chica al ser su mejor amiga, no dudo ni un segundo más en ir a verle, encontrándolo en un deplorable estado y justo ahora, la historia parecía volver a repetirse.

–Degel Verseau –Exclamo con aquel terrible tono aniñado, era una joven hermosa, sí, pero su voz y rostro tenían ciertos rasgos infantiles que solo le hacían ver más joven de lo que ya era– ¿Qué tanto piensas faltar? ¿Acaso piensas arruinar tu perfecto record de asistencia?

Y nuevamente la historia se volvía a repetir, la chica tenia los mofletes inflados y teñidos de un suave carmín mientras le miraba con los brazos como jarra.

–Arizt…

–Nada de Arizt, dime porque has faltado tanto, Degel –El de mirada violeta se escondió aún más entre las sabanas, aquella no era buena señal, al menos no para ella que había logrado conocer a la perfección a su amigo.

–….

–Degel, ¿Qué sucede? –La preocupación solo fue de aumento en ella al ver a su amigo escondido entre las sabanas, peor aún, escuchar aquellos pequeños sollozos que solo le preocuparon aún más- ¡Degel! ¡Respóndeme!

Los sollozos fueron de aumento, apenas habían pasado unos cuatro días desde aquel incidente del cual los recuerdos seguían latentes. Aun sentía las caricias en su piel, así como el aroma varonil de Kardia impreso en su piel. Lentamente el chico fue saliendo de su escondite, rompiendo con ello el corazón de la castaña que solo en pocas ocasiones había visto la fragilidad del galo, y casi siempre el causante de aquella fragilidad era el mismo Kardia Skorpió.

Ella era la única que sabía de los sentimientos que el galo le profesaba al griego. Era la única que había visto más allá y lo había atrapado infraganti mientras observaba con recelo a su amigo peli azul, ese día le había dicho que su mirada brillaba cada que hablaba con el griego.

–Mi pequeño –Rápidamente los brazos de la chica acunaron a su amigo, quien no dudo en soltar parte de su tormento por medio de lágrimas. Las lágrimas cálidas de Degel mojaron el pecho de la chica, quien no le importo y con sus manos fue acariciando las largas hileras verdosas y así calmarle.

Una vez que los sollozos cesaron Arizt volvió a insistir para que el otro le contase, mientras intentaba convencerlo, en su mente se fueron maquinando distintas clases de tortura que luego aplicaría en aquel tonto patán de Kardia. Pero nunca ni en todos sus más locos sueños de fujoshi, imagino que Kardia pudiera llegar tan lejos. Las palabras de Degel brotaban atropelladas, las lágrimas volvían a fluir y nuevamente esa sensación de sentirse como el más idiota de todos volvía a él. Kardia mismo lo había dicho, había dicho que aquello había sido un error entonces, ¿Por qué? ¿Por qué le dolía tanto?

–Porque le amas –Respondió en un tono suave. La mirada grisácea de la menor se encontró con aquel par de gemas violeta. Degel lucia como un niño, un pequeño desamparado ante sus ojos.

–Pero el a mí no… Es obvio que jamás… el…

–Entonces es un idiota –Declaro con los mofletes inflados y con los brazos cruzados.

–No, el idiota soy yo por haberme enamorado… sabiendo que jamás seria correspondido –Pues era bien sabido que el peli azul era de buen ligue. Varias veces había visto al griego con una nueva chica como novia, a veces duraban tres días, otras una semana o más. Pero siempre dolía, siempre dolía verle con alguien más, dolía saber que el griego miraba con adoración, con lascivia a esas mujeres, que les tocaba y que jamás serian un error.

–Pfff, créeme cariño, Kardia es un idiota –Volvió a decirlo sin pena mientras se levantaba de la cama e iba a la cocina a preparar algo– Kardia es un idiota al fijarse en todas esas chicas

–Son hermosas… -Musito.

–No cariño, son falsas –Aclaro– Todas y cada una de ellas son falsas.

–¿Por qué lo dices? –Pregunto curioso, ahora desde el marco de la puerta que daba a la cocina mientras se cubría aun con las sabanas celestes de la cama. La menor volteo a verle y solo sonrió al ver aquella imagen tan tierna, para ella Degel era alguien demasiado tierno, era un ser muy preciado, era como un pequeño al que se debía cuidar. Para ella, el peli verde era como un hermano menor al que debía cuidar. Negó con la cabeza y se colocó un delantal que encontró por ahí y encendió la estufa.

–Tienen cabello falso, labios falsos, color de ojos falsos, pechos falsos, trasero falso –Voltea a verle- Cariño, ¡Todo en ella es falso! –Degel no pudo evitar reír un poco al ver la expresión de la menor quien tenía los brazos alzados y con una mirada horrorizada.

–Pero a Kardia les gusta –Volvió a repetir con un deje de tristeza, la menor negó con la cabeza y saco unas cuantas cosas de la refrigeradora para preparar unas tostadas francesas con algo de fruta.

–No corazón, a Kardia le gusta meter su amigo en ese agujero –Chisto mientras batía los ingredientes y miraba de frente al otro.

–¡Arizt! –Sus mejillas enrojecieron por completo al escuchar la forma en la que la otra hablaba.

–¡Degel! Muy hija de los Fontaine puedo ser, pero cariño, a mí no me veras actuando las veinticuatro horas del día como toda una dama refinada

–X–

Arizt Fontaine era la segunda hija de Danielle y Evans Fontaine, ella y su hermano André, quien estudiaba en la misma universidad, solo que a diferencia de ella él estudiaba administración. El mayor de los hermanos se encontraba en su último ano, listo para graduarse con honores y ser todo un orgullo para la familia Fontaine. A pesar de que la familia Fontaine era muy reconocida por las distintas empresas y éxitos que tenían, los padres de estos hermanos eran muy diferentes. André era un muy apuesto joven, cabello corto y rubio, ojos grisáceos y piel bronceada. Tenía dinero, buenos modales, era atento, detallista pero muy celoso y posesivo con lo suyo.

Pero se era bien sabido que el hijo mayor era homosexual, el había sacado a la luz aquello y sus padres lo habían apoyado, es más, cuando conocieron a la pareja del rubio dieron el visto bueno hacia aquel joven. Mientras que la menor era todo un caso, no se sabía exactamente cuáles eran sus gustos pero igual le respetaban y apoyaban, así como aquella extraña afición por la cultura japonesa, sobre todo el anime y las relaciones entre dos hombres, era por eso que siempre había apoyado a Degel.

La familia de Arizt apreciaba muchísimo a Degel, quien en varias ocasiones había ido a la casa de su amiga. Al principio se había sentido incomodo, pues él nunca había estado en un lugar tan grande como ese. Se sintió fuera de lugar ver tantas sirvientas y mayordomos. Pero inesperadamente fue muy bien recibido a como él creía que seria, tanto el señor como la señora Fontaine se mostraron muy atentos hacia él, le hicieron unas cuantas preguntas mientras cenaban. El señor Fontaine se mostró muy sorprendido por el gran conocimiento que el joven tenía, ya fuera en arte, música, literatura así como el enorme interés y pasión que demostraba por la medicina.

Degel al final de la velada el peli verde término siendo del total agrado de todos, inclusive la señora Fontaine había caído encantada por el bello joven de hebras verdosas. Fue así como cada que el peli azul dejaba plantado a su amigo por irse con los de su pandilla o alguna mujerzuela, la chica aprovechaba en invitar a su amigo a pasar el día viendo películas y comiendo una merienda. En una ocasión de esas se sorprendió al ver a la señora Fontaine preparando una tarta de chocolate. La señora de hebras chocolates era como una madre amorosa para con el peli verde, a quien este le había logrado tomar mucho cariño y hasta el punto de buscar un consejo de alguien con más experiencia y toque materno en cuanto a cierto bruto. Madre fujoshi, hija fujoshi, ¿Qué se podía esperar, más que una explosión arco iris?

El señor Fontaine, aquel hombre de mirada grisácea y dura también habida tomado aprecio por el chico; siendo el quien le ofreció un empleo de medio tiempo en una de sus tantas empresas donde podía servir como asistente. Al principio Degel se había negado pero ante la insistencia al ver que los pagos de la universidad estaban a la vuelta de la esquina, tomo el trabajo. Los primeros días fueron duros, pues no estaba al tanto de lo que ocurría o que cosas debía de hacer, pero los demás empleados le fueron explicando cómo debía de hacer su trabajo o a quien debía preguntar por si necesitaba algo. Cada dos semanas Evans Fontaine revisaba el trabajo de sus empleados, él era alguien que le gustaba que todo estuviera en perfecto orden y se sorprendió muchísimo al ver que el joven peli verde había aprendido rápido a llevar su trabajo. Fue de ahí donde Degel empezó a costearse sus cosas, gracias al generoso pago que recibía se había comprado un mejor. No era algo lujoso, pero a su parecer era en un lugar tranquilo y muy cómodo, además de que quedaba cerca de la universidad, también, con lo que ganaba podía ayudar a su tía con algunos gastos. Aun sentía que seguía en deuda con ella por todo lo que había echo por el en todos esos años.

–X–

–¡Degel! Muy hija de los Fontaine puedo ser, pero cariño, a mí no me veras actuando las veinticuatro horas del día como toda una dama refinada

–¡Pues deberías de actuar como una! –Chillo molesto, la chica solo rodo los ojos y unto las rebanadas de pan con la mezcla que había hecho para luego ponerlas sobre la cacerola.

–Cariño, –Volteo a verle y le señalo con la espátula- Te dare mi opinión como desconocida, amiga… no, como tu mejor amiga… ¡Eres mil veces mejor que cualquier mujer con la que Kardia se mete!

–….

–Él es un idiota que no se da cuenta de la valiosa persona que tiene enfrente

–Pero

–No me interrumpas –Nuevamente le dio la espalda para volver a repetir el mismo procedimiento con las rebanadas de pan –Eres un chico bello, fíjate en tu cabello… Es largo, hermoso, sedoso ¿¡Que persona no desearía un cabello así!?

–Aun así…

–No he terminado y ve a sentarte –Tal parecía que la peli castaña era como la mamá del peli verde, quien dicho y hecho se fue a sentar aun cubierto por aquella sabana. Arizt coloco cuatro rebanadas de pan en cada plato con algo de fruta picada y un poco de azúcar glaseada

–Si mamá –Bromeo.

–Tu piel es muy blanca, estas libre de imperfecciones en tu rostro. Tus ojos son de un bello color, tienes pestañas tupidas –Puso ambos platos sobre la mesa y se fue a sentar junto al otro- Cintura pequeña, piernas largas, labios carnosos además de ¡tener un enorme y redondo trasero!

–¡Arizt! –A este punto su cara ardía por causa del sonrojo que la otra le estaba ocasionando con sus palabras.

–Bueno, a lo que iba… -Tomo su tenedor y se puso a pinchar algunas fresas que tenía sobre su plato– Eres hermoso, eres inteligente… No tienes nada que envidiarles a esas mujeres cuando tú lo tienes todo

–Pero… ¡Soy hombre! Eso sería raro ver a dos…

–No cariño, ya en estos tiempos no lo es –Contraataco. –Degel, el amor es amor. No debe de importar la edad, genero, raza o religión.

El menor solo bajo la mirada y se dedicó a dar unos cuantos bocados a su desayuno, sumergiéndose en sus pensamientos. Si tan solo las cosas fueran más fáciles, si tan solo Kardia hubiera dicho todo lo contrario y que le amaba. Si tan solo…

Ese día la joven se dedicó a hacer todo lo posible para subir los ánimos del francés, pero la tenía difícil; mas no se rindió. Ambos se pasaron el resto del día viendo películas, comiendo helado, lloraban a mares o reían como un par de locos mientras esperaban la comida que habían ordenado. Pero Arizt no se rendiría hasta ver de nuevo a su amigo sonreír y si eso significaba moler a golpes al estúpido de Kardia, entonces lo haría además, aun había algunas cosas que aclarar y que ella había estado últimamente en el peli azul. No era tonta y sabía que Kardia, algo sentía por el peli verde.

.

(***)

.

Otro que se encontraba en una situación un tanto parecida era Kardia, la única diferencia era que el griego se desahogaba a base de alcohol. El peli azul se había pasado buscando al otro para ver si había una forma de arreglar la metida de pata, de culpar al alcohol que había ingerido la noche del viernes y el que su enojo aumentara al verle con Aspros pero, ¿Qué acaso aquello no parecía una excusa barata para esconder sus celos?

–Maldición –

Ese día había decidido quedarse en casa, de todas formas, ¿qué sentido tendría ir a la universidad, si seguía con aquel humor de perro? Le había llamado, le había ido a buscar incontables veces pero la puerta siempre se encontraba cerrada y el silencio era lo que más reinaba, ahora se maldecía por nunca haber aceptado la llave del departamento del peli verde. Pero no, todo por temer al qué dirán de los demás al saber que se tenían esa gran confianza con el peli verde.

–Oye, ¿Qué demonios te pasa? –Se escuchó una voz masculina entrar a la pieza del peli azul, Kardia solo le respondió con un gruñido gutural– Pendejo

–¿Qué mierdas quieres, Manigoldo? –El otro peli azul soltó un suspiro y cerró la puerta tras de si.

–Vine a ver porque has dejado de asistir a la escuela, eso no es normal en ti más con lo estricto que es el viejo –Aquello era cierto, por mucho que Kardia tuviera una pinta despreocupada aun así era un buen estudiante. Todo por los constantes reproches de su abuelo y madre, de que él debía de ser quien enalteciera a la familia Skorpió, pero ¿A qué costo?

–Tch… tan solo no me he sentido bien –Aquello fue algo que el italiano no se creyó del todo, pues bien sabía que el griego estaba ocultando algo más.

–Y de ser así, ¿Qué es lo que tienes, mi querido Kardia?

¿Sería prudente contarle lo que había pasado, al italiano? Manigoldo era su mejor amigo y aunque el tipo tuviera ahora una pinta de mafioso, aun así sabía que podía confiar plenamente en él.

–Tch, mejor siéntate y escucha –Manigoldo supo al instante que aquello que se traía el otro entre manos era algo serio.

Antes de volver a hablar Kardia dio un trago bien largo a su botella de Whisky, por lo que el italiano vio, aquella sin duda sería una larga tarde en la casa del griego, pues cuando este bebía de esa forma solo podía significarse una cosa. Que se había metido la pata, y bien al fondo para que se encontraba bebiendo como si no hubiera un mañana.

Lo que Kardia le conto fue algo que nunca, si en sus más jodidos sueños espero que sucediera. Al principio pensó que todo eso se trataba de una tremenda broma, así que se echó a reír como si no hubiera un mañana, casi de la misma forma cuando miraba a su novio Albafica, arreglando el jardín de rosas que tenían en el patio trasero. Pero después de ver el semblante por demás serio del griego, además de que después de haberse acabado la botella de whisky se levantó por otra, aun tambaleándose un poco. ¿Es que acaso esa cantidad de alcohol que había tomado, no le mandaba a la fregada aun?

–¡Oye! –Se quejó al verse despojado de su botella de Vodka, el italiano solo hizo una mueca de desagrado y lo mando a sentarse a la cama.

–¿Cómo fue que eso paso? –Pregunto después de guardar nuevamente aquella botella, ahora se preguntaba ¿Por qué carajos el otro guardaba alcohol en su habitación? Esa era una de las tantas preguntas sin respuestas para el italiano. Pero ahora, la más importante era resolver la metida de pata del otro.

–No lo sé, realmente no lo se

–Celos –Fue lo único que respondió el italiano. Al menos para el las cosas estaban más que claras después de lo que escucho.

–¿Celos? ¿Cómo que celos? –De pacífico y preocupado paso a alterado, no entendía nada ¿Qué quería decir el otro con eso?

–Me sorprendes, Kardia –Sonrió con cinismo– Eres el mejor intimidando a las personas, sacando las verdades a base de mentiras, -Su mirada purpurea recorría el rostro del heleno, fijándose, fundiéndose en esas orbes azules- logras entender la mente de las demás personas pero no logras entender la tuya propia

–¡Déjate de pendejadas y se claro!

–¡El único que se anda con pendejas aquí, eres tú! –Ambos amigos lucían exaltados, sobre todo Manigoldo quien no entendía cómo es que el otro no aceptaba lo obvio– Has estado enamorado del nerd por tantos años, y no, no me pongas esa cara –Kardia tenso la mandíbula y callo- Siempre que platicáramos por teléfono o aun, cuando nos comunicábamos por chat casi siempre hablabas de el

–Eso… eso no

–Calla, -Dio un suspiro y relajo un poco los músculos- Soy tu amigo de la infancia, conozco cada una de tus facetas, se tus secretos y créeme no soy ningún pendejo. Lo que trato de decirte es que tú no ves a Degel como un amigo, tú lo ves como algo más allá de eso

–No…

–Si

–¡Degel es solo mi amigo! –Alzo la voz.

–¡Los amigos no se celan! –Exclamo- ¡Los amigos no se celan! ¡No se cogen! Solo si son amigos con derecho, pero está claro que él no es de esa clase de persona. Han sido amigos por muchos años, aun a costa de que tu madre o el viejo se enterasen

–Es porque él es diferente –Murmuro.

–Lo mismo dijiste de mí, pero ojo que no nos dimos nuestro primero beso cuando éramos pequeños

–¿De qué hablas? –Manigoldo sentía que la cabeza le iba a estallar en cualquier momento, ¿Cómo es que el griego no podía notarlo? ¿O es que acaso este si lo sabía pero solo lo negaba?

–Tú mismo me contaste que cuando eran pequeños se dieron un beso por no sé qué motivo –El heleno hizo una mueca como recordando a que se refería el otro, era cuando el apenas tenía diez años y Degel solo nueve. Ambos se encontraban cursando el cuarto año y habían hecho una promesa de ser siempre amigos, así como aquel beso que le robo de esos suaves labios.

–Éramos pequeños –Musito, no quería aceptarlo. No quería aceptar que él se encontraba enamorado de otro hombre, de su amigo. Él era hetero, le gustaban las mujeres con buen culo y pechos, no los hombres. Entonces, ¿Por qué? ¿Por qué lo había hecho con él?

Se sentía mal de ver a su amigo así pero la verdad era dura, era cruel, además de que era demasiado obvia y ya debía de ir dejando aquellos prejuicios tontos que la madre del heleno y el abuelo de este le habían inculcado. Desde que tenía memoria, Kardia siempre había sido un joven alegre, era alguien de espíritu libre pero más que eso parecía uno de esos pájaros enjaulados que miraban con anhelo aquel basto cielo que deseaban surcar.

Ni para Kardia o Degel las cosas fueron fáciles de afrontar, al menos no por las palabras de sus amigos. Tanto Caroline o Manigoldo dijeron lo mismo. Ninguno de ellos podía seguir huyendo del otro, pues el huir no conseguiría enmendar aquel error, no causaría que este desapareciera. Pero era difícil, era difícil afrontarlo más cuando aquella persona significaba tanto para ti. Pero ese no sería el único obstáculo para los jóvenes, pues algo más grande comenzaba a formarse de a poco, quizás, aquello podría resultar la única forma de unirlos.

.

(***)

.

Los siguientes días pasaron con normalidad, Degel por fin había abandonado su escondite por insistencia de su amiga la peli castaña, que en más de una había batallado para hacerlo comer además de que debía de asistir a la facultad, ya muchos días había perdido y aunque ella misma se encargara de llevarle los apuntes, aun así debía de rendir algunos exámenes o sino terminaría reprobando la clase. Pero en todo ese tiempo que el galo llevaba de regreso, había procurado evadir los lugares en los que siempre se encontraba con Kardia, no le importaba rodear todo el campus si con eso lograba evitarle

–Degel… –Nuevamente ese día Caroline se encontraba tras el galo, si bien ella siempre había adorado la idea de ver a su amigo emparejado con el griego, ahora deseaba saltar encima de este por haber roto el tierno corazón de Degel.

–Uh… –Pero lo más preocupante del tema era que últimamente el peli verde lucia más pálido que antes, además de que casi siempre la comida que ingería le terminaba haciendo daño.

–¿No has pensado ir donde el doctor? –El otro negó con la cabeza y siguió caminando hasta llegar a la fila de la cafetería- ¿Por qué debería ir?

Por un momento Caroline tuvo el impulso de gritarle a su amigo lo obvio, pero decidió quedarse callada y tomar una bandeja. Mientras avanzaban de a poco pudo ir notando como el otro cada vez palidecía, además de que al ver la comida que se estaba sirviendo esta parecía causarle repulsión.

–"Ahí vamos de nuevo" –Pensó al ver a su amigo dejar la bandeja aun lado y correr hacia el baño más cercano.

No podía dejarle solo así que dejo la bandeja aun lado y corrió hasta donde su amigo, al menos a esperarlo a las afueras del baño de hombres pero aun así era consciente de las arcadas del otro. Sintió algo de pena y enojo saco su celular y marco un número, haría una cita lo antes posible con el doctor de su familia. Si Degel no quería ir donde un doctor, entonces ella misma se encargaría de llevarlo a rastras de ser posible.

–¿Si? ¿Con el doctor Florit? –Desde el otro lado de la línea se escuchaba la voz de otra fémina- Si, me gustaría hacer una cita

–"Para usted señorita, o es nuevamente para su madre?"–

– ¿Eh? No, no, más bien es para un amigo mío

–¿Un amigo suyo? –Pregunto curiosa la recepcionista

–Así es, su nombre es Degel Verseau. –La joven de la otra línea continúo haciéndole unas cuantas preguntas a la peli castaña, algunos datos personales del paciente así como el día y fecha de la cita.

–Bien, de ser así el doctor les estará esperando mañana a las diez y media de la mañana –

–Muchísimas gracias, Stella –Corto luego de escuchar unos cuantos pasos provenir del baño– Degel, cariño, ¿Cómo te sientes?

–Horrible

El resto del día fue un completo martirio para el pobre galo que no dejaba de sentirse mal, aquellos síntomas eran por demás raros, aunque Caroline se fue haciendo una idea de que podría tratar aquello, pero prefirió no decir nada y esperar hasta el día siguiente que irían donde el doctor. Era una suerte de que al día siguiente ellos no tenían clases.

Pero las cosas no acababan ahí no claro que no, Kardia se había pasado todo el día buscando a Degel y así poder aclarar las cosas pero, ¿Cómo podría aclarar eso que ocurrió entre ellos? Había sido una borrachera obvio, aun no podía aceptar el hecho de que se encontraba enamorado de su mejor amigo. Fue a todos los lugares del campus que el peli verde más visitaba y sin obtener ningún resultado favorable, era como si la tierra se hubiese tragado al francés o que el mismísimo destino se haya encargado de no volverlos a juntar.

–Maldición –Exclamo decepcionado y volvió al salón.

Una vez acabada la clase salió como tromba de ahí, tenía que encontrar al peli verde. No le importo recorrer todo el campus para encontrarle, pues si aún recordaba cómo era el horario del otro sabía que Degel estaría saliendo de su última clase en esos instantes. Suspiro agotado una vez que llevo ahí, pocos eran los que iban saliendo del salón y ninguno de ellos era la persona que el buscaba.

–Oye, ¿has visto a Degel? –Se acercó a preguntarle a uno de los tantos alumnos.

–El fue uno de los primeros en salir –Respondió- Al parecer tenía prisa y más detrás salió Caroline, aunque era de esperarse

–¿A qué te refieres? –Pregunto más curioso

–Es solo que Degel no se ha visto bien, creo que se encuentra enfermo o algo así –Kardia no perdió más tiempo y corrió directo a la salida, pues era costumbre de Degel el irse caminando hasta su casa. Le espero por diez minutos pero nada, el galo no daba señales de aparecer.

 –Maldición –No le importo regresarse sobre sus pasos e ir a buscar su carro, necesitaba hablar con Degel y arreglar ese “pequeño desliz”

Lo malo es que ese día Arizt había tenido una llamada de su hermano mayor, diciéndole que le iría a buscar a ella y al pequeño Degel, si, así le trataba él. El rubio había llegado a buscarlos en su Lamborghini negro. Muchos se sorprendieron al ver a aquel joven hacerle una seña a su hermana y amigo. Al principio Degel se había negado, diciendo que no sería correcto pero como siempre la mayor logro convencerlo y se lo llevo de ahí. Aún tenía sus dudas por los síntomas que el otro estaba pasando, y fuese o no lo que ella suponía aun así no pensaba dejar solo a su amigo.

Lástima que Kardia no prestaba mucha atención a las amistades de Degel o quizá si lo hacía, pero en esos momentos pareció no recordarlo, pues a su parecer, él siempre era primordial para el galo. Lástima que al llegar al departamento de este, se dio cuenta de que no había nadie. Maldijo por los dientes y saco su teléfono para llamarlo, lo hizo una, dos, tres veces, más hasta cansarse de que el aparato del demonio lo mandaba al buzo de voz.

–Maldición –Su espalda choco contra la pared y se fue deslizando hasta quedar sentado sobre el frio suelo.

 El destino actuaba de forma extraña, primero los unía de una forma y luego se encargaba de separarlos de la forma más horrible. Era algo que desgarraba el alma. A Kardia no le importo quedarse ahí a esperarle. Dejo que su mirada se perdiera en algo, se puso a jugar en su teléfono hasta que este se quedó sin batería y sin saber cómo, se fue quedando dormido.

..

.

–Kardia… Kardia… -Una pequeña y delicada mano nívea se posó sobre el hombro del peli azul, que aún seguía dormido contra la pared.

–Uhg~ -El dueño de aquella mano negó y nuevamente volvió a llamar al otro hasta hacerlo despertar – Ugh… Que tanta es la joda… -Murmuro con la voz algo cansada y los ojos entre abiertos. Los orbes zafiros del griego brillaron al encontrarse con aquellas gemas violetas. No supo porque pero, pudo notar un enorme deje de tristeza en la mirada de Degel, era algo que nunca jamás había visto en la mirada del francés, ¿tanto daño le había echo? 


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