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EN LAS TRINCHERAS. por Huitzil

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Notas del capitulo:

Si mi sangre fuera tinta

 

Y mi corazón tintero

 

Con la sangre de mis venas te escribiría

 

Te quiero.

 

 

 

Bien llegamos al final de este Fic. de antemano espero que no me maten por el final que es una chulada. 

Bueno ademas lo resubi de nuevo, lo revise... bueno espero que esta vez no tenga faltas horrograficas XD

 

Gracias a todos por leer y disculpen si hice tedioso el principio pero creo que era necesario hacer una introduccion de esta manera para que pudieran enteneder el  final. Gracias por sus aplausos mentales a todos.

 

En serio no me maten.

 

Los personajes que aqui aparecen no me pertenecen y no lucro escribiendo sobre ellos.

 

SI MI SANGRE FUERA TINTA.

 

 

 

 

 

Era por la noche, el hombre de cabello negro azabache (el único en la compañía que podía darse el lujo de tener sus largos rizos inmaculados a causa de su hermano) caminaba sigilosamente, pisando cuidadosamente con aquellas impecables botas obscuras el frio césped bañado por un leve roció de la lluvia pasada, con el ridículo casco verde opaco puesto como una inútil protección, cargando con una Pistola Beretta 92 CF guardada en la funda que posiblemente nunca ocuparía y cargando en las manos su confiable fusil AK-103 el cual sostenía con afán de la empuñadura, con el cargador puesto, listo para disparar en cualquier momento. Tras de él caminaba un pequeño puñado de hombres bien armados que se deslizaban felinamente por la negrura del lúgubre bosque asegurándose que todo estuviera en orden, las trincheras con los hombres despiertos, haciendo la guardia correspondiente y en silencio, no más risas, ni bromas, no más niñerías, las ojeras bajo los ojos de varios y las caras largas demostraban no solo el cansancio si no la resignación de la muerte en cada uno de ellos; y a pesar del hambre, la sed, el cansancio y el sueño los necesitaban al cien por ciento ya que no debían darse el lujo de perder ni una batalla más. Para su mala suerte (que por cierto ya era muy común)  la noche no les dejaba ver o escuchar nada fuera de lo normal y no podían darse el lujo de traer consigo una linterna por temor hacer descubiertos, tenían que fundirse y hacerse uno con la maleza de aquel tenebroso lugar.

El actual capitán del grupo, el recién nombrado capitán Magnussen.- (quien odiaba con cada fibra de su ser al menor de los Holmes) encabezaba gallardamente a todos los soldados y ágilmente como si el bosque y la guerra fueran una de sus  extremidades y con su distinguida piel blanca (que no podía pasar desapercibida con la de Sherlock) se ocultó tras de un gran árbol, levanto una mano y todos los hombres que le seguían se detuvieron, las respiraciones alteradas y nerviosas subían y bajaban de sus pechos esperando la siguiente orden pero no hubo más que el sonido sordo de un disparo incrustarse de un solo golpe en la frente de susodicho capitán tirándolo en el acto provocando un ruido seco y ocasionando que todos comenzara a actuar rápidamente. Ese era el sonido de la aclamada y odiada guerra.

No se necesitaba ser un genio para saber qué es lo que se debía hacer en el momento, Sherlock se adentró con apresurado afán a una de las trincheras más próximas mientras que las rápidas balas enemigas volaban alegremente por el aire paseándose tan cerca de él que podía escuchar claramente el zumbido que estas hacían al viajar letales a algún lugar. Sus ojos se toparon con varios soldados asustadizos cubiertos de sudor que asomaban la cabeza para disparar cada que podían dos habían caído a un lado suyo e inmóviles, muertos, se hallaban a no más de un metro de distancia.

El pelinegro trataba de calmarse mientras se figuraba que es lo que iba hacer en el siguiente lapso de minuto, toda idea le parecía absurda y no pensar en un plan (cuando frecuentemente no lo hacía) se le antojo como una de sus mejores opciones. Vio más allá de los que los demás veían; la negrura infinita del bosque se alzaba majestuosa y misteriosa al tiempo en que deducía que cualquiera podía esconderse en ese lugar y matar en el silencio de la nada a más de una persona con una sonrisa de victoria en su pálido y perfecto rostro, decidió paganamente llevar acabo su retorcido plan.

 La luna no se asomaba y las estrellas no brillaban en el firmamento ni un solo destello del mundo para ese momento, era el escenario perfecto para la muerte, era el final de una noche cerrada y tranquila; con un aire arrullador y fresco; no era helado ni incomodo era… fresco y, por extraño que suene reconfortante. Sin durar ni un segundo más Sherlock Holmes tomo con fuerzas su fusil y empezó a correr a aquella única escapatoria se tuvo que tirar al suelo incontables veces para esquivar las balas e incluso una tuvo la osadía de rosarle el hombro derecho en un intento en vano por matarle, en su camino se topó con más de un soldado enemigo al que mataba sin contratiempos porque era su vida o la otra y realmente sin darse los debidos aires de grandeza su vida valía más que todo el batallón ajeno (o eso le gustaba pensar al menor de los Holmes con altanería) Continuo corriendo hasta que llego a la obscuridad absoluta de aquel bosque mientras en la lejanía escuchaba los gritos de desesperación de su antigua compañía, el ruido ensordecedor de las balas y granadas casi le perforaban los oídos y se puso bajo un arbusto para comenzar a disparar, más para su mala suerte el enemigo astuto e implacable también se encontraba en ese lugar pero sin notar su miserable presencia escucho los disparos venir también de ese lado… los tenían rodeados, acorralados como ratas de alcantarilla, este sería el fin para todos inclusive su fin si no se andaba con cuidado. Se levantó ansioso y preocupado al mismo tiempo, no moriría en este lugar no sin encontrar la USB que tanto buscaba y sin ser el precavido que era, comenzó a andar esquivando al enemigo evitando a toda costa toparse con uno, en estos momento oraba mentalmente para sí mismo de que sus reflejos felinos y sus largas, cansadas y temblorientas piernas no fueran a fallarle cuando se viera en la necesidad de correr.  De pronto el casco se le hizo pesado y lo arrojo con fuerza al suelo, también su uniforme completo le comenzó a estorbar no era su estilo andar con un pesado chaleco y se lo quito con rapidez quedándose únicamente con su camisa mojada de sudor y una miserable chamarra mientras cruzaba un pequeño lago no muy profundo y llenando su cantimplora de agua fresca, alejándose sin remordimientos más, más y más dejando atrás los sonidos de la guerra que tanto odiaba.

Aquel hombre de cabello negro y mirada cansada continuo caminando  hasta que se encontró caminando apresuradamente por un hermoso y calmado campo de flores, escondido entre toda esa muerte y destrucción. Se quedó sorprendido al ver toda esa hermosura intacta, alejada de las balas, de la muerte y el dolor, aun no podía creer que tantos años de evolución se fueran a la basura por la guerra era como burlase de la propia inteligencia. El ruido de unos pasos apresurarse lo alarmaron y lo pusieron con la guardia alta, levanto su fusil apuntando a la nada justo de donde provenía el ruido y un hombre con el uniforme enemigo que agitado corría también en dirección contraria salió de los arbustos deteniéndose en seco ante la presencia de la cual ignoraba lo miro con los ojos bien abiertos se encontraban frente a frente. Sherlock no se lo pensó demasiado y en un rápido y fugaz movimiento jalo con precisión el gatillo, la bala se insertó  certeramente en el tórax del soldado enemigo haciéndolo caer de rodillas ante él.

La luz del disparo ilumino el rostro confundido del hombre rubio quien había abierto sus enormes ojos verde vida de par en par al momento en que sentía como la bala se incrustaba en su cuerpo sin previo aviso.

Sherlock se quedó boquiabierto, inmóvil, parado viendo aquel rostro contraído por el dolor que aunque maduro y serio, con ciertas arrugas y signos de la edad continuaba siendo el mismo que hace tantos años no había visto pero que nunca olvidaría.

- ¿Sher- Sherlock? – La bala había viajado rápidamente fracturando las costillas de aquel soldado enemigo astillándolas haciendo la función esperada del pelinegro que continuaba atónico sin poder moverse y aquella voz quebrada que tan familiar se le hacía hablo dudosa pero gruesa. El necio hombre tomaba todas las pocas fuerzas de reserva para ponerse de pie, intento en vano porque no pudo, resignado con una mano se quitó el casco para dejar ver su rubia cabellera platinada,  bien recortada y con la otra detenía la hemorragia que le antecedía.

-¿John?- dudo  el pelinegro preocupado “¿Que había hecho? No se suponía que él estuviera ahí, debía estar en algún batallón, en medio de la nada pero ¡no aquí!” dejo caer su fusil al suelo y se echó a correr para sostenerlo antes de que callera de lleno al suelo ¡Le había disparado a la única persona del que su recuerdo lo mantenía cuerdo en esta guerra!

- Dios, si eres Sherlock…- dijo el rubio con los ojos verdes vida, clavados en los zafiros azules y con una sonrisa cálida en su rostro – Menos mal.- menciono el joven Watson antes de que un ataque de tos acompañada por chorros de sangre lo invadieran… se moría y ambos lo sabían.

- Shhh…. Guarda silencio, voy… yo voy a llamar a un médico y todo va a estar bien.- dijo Sherlock nervioso mientras su cuerpo empezaba a temblar por el miedo, apretando los labios e instintivamente meramente por reflejo tomaba la tibia mano del rubio moribundo manchada de sangre.

- Sherlock yo soy un mé-dico… un buen médico militar y… n-no voy a estar bien…además si traes a uno de los médicos de tu batallón me mataran y si vienen del mío te mataran a ti y me dejaran morir, c-creo que así estamos bien ¿No lo crees?- sonrió con pesar aquel hombre la resignación no era muy común en él pero ser médico tiene sus desventajas a la hora de morir – Ten…- dijo con pesar sacando una memoria USB de su pantalón – Guárdala y entrégasela al “Gato virgen” lo he estado buscado pero soy pésimo detective y no quiero que caiga en manos equi-vocadas, confió en ti – dijo Watson acorrucándose en el tibio pecho de Sherlock y este tomo la memoria recordando con repulsión como le llamaba  Moriarty a él y cayendo en la cuenta que “El sabueso blanco de la reina era Watson” se sintió desfallecer al darse cuenta de lo estúpido que había sido al disparar así de la nada.

- Yo la entregare a Mycroft.- dijo Sherlock al tiempo en que la guardaba.

- de casualidad ¿t-tu eres el “gato virgen”?- Sherlock asintió de mala gana.

- entonces Mycroft e-es el “cuervo rey de hielo”- Watson comenzó a reír.

- parece que si.- levanto los hombros Sherlock.

- Que locura…-

- Ni te lo imaginas, está a dieta, ya no es el mismo gordinflón que conociste cuando éramos niños.-

- Valla, mi hermana murió hace poco, estoy seguro que ella mataría por verlo…

John Watson aun no podía creer que su buena suerte (que por cierto no era mucha) le daba la oportunidad de ver una vez más a su mejor amigo en todo el mundo y ¿Por qué no? A la persona de la que estaba enamorado desde su infancia ambos continuaban riéndose en aquella obscuridad cuando un nuevo y repentino ataque de toz invadió de nuevo a John – Dios… ¿Traes un poco de agua? tengo sed y mi cantimplora está vacía… seca como una roca.- el pelinegro de ensueños con la preocupación marcada en su cara, saco la suya y la deposito en los labios durazno que le parecieron antójales y muy… ¿besables? Movió negativamente la cabeza sacudiendo sus largos rizos azabache, quitándole de la boca aquella bebida cristalina, viendo el ademan de dolor que hacia John al tiempo de tragar removiéndose en sus brazos.

Watson aún estaba sorprendido de que Sherlock fuera más alto y no sabía si era una ilusión pero… ¿Se veía más atractivo que antes? Al parecer los años le habían caído muy.- (muy) bien. Y espera tus pensamientos ahí John Watson ¿Tenía el cabello intacto, no se suponía que esto era una guerra?

- Lo es…- murmuro Sherlock sin apartar la mirada e inclinándose para sentir más de cerca la respiración agitada de su John, quien a su vez sorprendido parpadeo un par de veces para darse cuenta que le acababan de leer el pensamiento.

- Wow…- dijo sorprendido.

 – Y, no te leí la mente John está por demás demostrado que nadie puede leer la mente. Leí tus gestos, es muy fácil predecir lo que cruza por la mente de un humano promedio, la mayoría son predecibles y, son predecibles porque son idiotas no te preocupes todos son idiotas.- Cuando Sherlock Holmes se topó con la mirada furtiva y molesta de Watson se dio cuenta que ambos ya no eran unos niños y que además a todos les molestaba cuando él osaba en hablar ¿Qué sería distinto con John? 

- Asombroso.- dijo divertido Watson quitando la mirada de fingida molestia sorprendiendo en el acto a Sherlock y recargándose aún más en esos cálidos y fuertes brazos, serrando los ojos ante esa comodidad recién adquirida, de pronto se le antojaba dormirse profundamente, el dolor en su tórax era demasiado fuerte como para creerse capaz de soportarlo por un momento más, sin embargo al estar con Sherlock bien valía el dolor de esta situación todos los dolores de la guerra bien valían, ya que sentía una paz como la que nunca había sentido desde que se hubiese marchado de Londres “Ah… con que él era mi problema para estar bien con la sociedad” sintió que alguien lo sacudió con lentitud de los hombros y la voz quebrada de Sherlock le causo un regocijo interno.

-¿John?-

- Estoy despierto Sherlock.- musito el medico abriendo de nuevo los ojos con pereza y dibujando una cálida sonrisa como las que su hermana le había enseñado a realizar cuando las cosas iban mal. Levanto con ternura la temblorosa mano con la que sostenía la herida para llevarla al rostro pálido y hermoso que tenía enfrente manchándolo de un color carmín profundo. – N-no te culpes Sherlock, estoy feliz de volver a verte – decía el médico militar sin apartar su fría mano solo para sentir la calidad que él estaba perdiendo - ¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos a la guerra? Es gracioso… aún recuerdo nuestro último juego… y la última vez en que te vi… nunca te olvide.- John trato de sonar despreocupado pero tuvo que dar un trago atorrante que le raspo la garganta por la tristeza al sentirse el hombre más feliz de la tierra por tener a su lado un ángel como Sherlock “o un demonio” pensó al final divertido riendo internamente por su propia broma con los ojos llenos de lágrimas. Que malvada era la vida, separarlos nuevamente pero esta vez para siempre.

- Sigues siendo un melancólico y romántico John Watson.- murmuro Sherlock tratando de sonreír, tratando de parecer neutro e ignorando la pregunta de aquel médico militar como si no le importara en lo más mínimo los absurdos recuerdos; pero lo cierto es que él tampoco había podido olvidar ese día con su mejor amigo y le pesaba enormemente no solo en su alma y en su enorme e inflado ego si no en su corazón, en ese corazón congelado por los años, aquel corazón que de amor no sabía ni un carajo, aquel corazón que lo único que sabía hacer bien era bombear sangre al cerebro, si… ese mismo corazón necio e inseguro se acongojaba e entristecía al saberse responsable de la muerte de su Watson.

John vio la tristeza del rostro contrario, con suma lentitud y sin saber qué hacía con exactitud, siendo hipnotizado por esos sonrosados y tersos labios invertidos en “u” decidió hacer lo más inapropiado para él.

Se levantó con trabajo sacando fuerzas de donde ya no había, solo unos escasos centímetros más para estampar sus labios con los del pelinegro con un ligero temblor en el labio inferior, solo para robarle a Sherlock un casto e inocente beso que hizo a ambos temblar de placer por debajo de la piel. Mientras sentían el calor inundar sus mejillas y ataviarse de fuertes corrientes eléctricas se separaron tan rápido como se habían unido.

Sherlock vio asombrado a Watson quien con sus ojos cansados le miraba divertido y sobre esos labios esponjosos una media sonrisa manchada de carmín.

- Tenía que hacerlo antes de morir.- Bromeo inocentemente el rubio sin apartar la mirada cuando sorpresivamente observo que Sherlock entrecerraba los ojos con cariño y con la debida lentitud, sin decir más volvió a unir sus bocas llenándose de una felicidad nunca antes sentida, atiborrándose de esa lengua tibia, juguetona y esa saliva dulce como la miel, pausándose para saborear debidamente la boca ajena viajando en un lento beso. Los labios ensangrentados de Watson, el sabor de ese beso se le hizo más dulce y embriagador que el anterior aun y con todo el sabor metálico de la sangre se sintió por primera vez en su vida de verdad dichoso devolviéndole la sonrisa a su amigo.

- Ups… tenía que hacerlo para comprobar que no había soñado u algo parecido.- murmuro y se acostó quedo con la cabeza de Watson recargada en sus piernas Sherlock seguía sin soltarle de la mano, sobre ese campo de flores.

Realmente aquel medico seguía viéndose tan inocente y hermoso, aquella mirada color de la mismísima vida continuaba siendo la más hermosa de todas, ese iris misterioso, esas pestañas doradas y tupidas se le antojaban más que perfectas.

- Sherlock.- murmuro Watson por lo bajo con la mirada nublada, no quería decirle que se había quedado siego y temía que Sherlock no estuviera a pesar de sentirlo.

- ¿Qué quieres?- pregunto Sherlock con los ojos clavados en el cielo que apenas dejaba ver a las estrellas.

- Nada… me gusta… decir tu nombre.- Watson soltó una tímida sonrisa de esas que continuaban encantando al pelinegro ¡Dios sí que lo había extrañado! John serró los ojos con lentitud, su respiración se había vuelto más lenta.

El menor de los Holmes se sonrojo inesperadamente por aquel cumplido y su corazón indomable latía con fuerzas sobre su pecho pero esta vez no hizo nada para calmarlo, lo dejo latir libremente, lo dejo sentir lo que hace tantos años no se había permitido siquiera pensar.

- Sherlock.- volvió a murmurar Watson aún más bajo.

- ¿Qué?- interrogo Holmes apretando con fuerzas la mano del rubio con demasiado asir pero sin voltearlo a ver ya que seguía viendo directamente al cielo esperando que la luna se asomara, quería enseñársela antes de que partiera.

- Te amo.- la mirada confundida no se hizo esperar de Sherlock para su amigo quien había dejado de ver el cielo y ahora lo miraba fijamente.

- No es necesario que lo digas.- respondió Sherlock con alegría.

- Tenia que… decírtelo…- trago saliva Watson y apretó con sus últimas fuerzas la mano del menor de los Holmes - te… esperare Sherlock si existe una vida…. después de esta… te es-perare.- dijo riendo Watson pareciéndole que la vida se le iba de poco a poco con esa risa dejando caer un par de lágrimas por los ojos, sintiendo una última vez los labios temblorosos de Sherlock en su frente y se acomodó nuevamente en ese cálido cuerpo para dormirse solo un momento cuando Sherlock se había enderezado seguramente a seguir buscando la luna.

El silencio rápidamente les rodeo al igual que una insólita obscuridad, pasaron un par de minutos cuando Sherlock decidió romper el silencio al sentir que Watson ya no tomaba su mano.

- ¿Sigues despierto?- pregunto temeroso y espero una respuesta pero no obtuvo nada, con melancolía se reacomodo sujetando entre sus brazos a Watson – John… hey, John despierta- dijo mientras lo sacudía con lentitud del hombro y apretó los dientes conteniendo el llanto – John… por favor no me dejes solo…- murmuro sintiendo como los ojos se le llenaban de lágrimas y como su alma se rompía en pequeños trozos, en pequeñas partes, diminutas e invisibles. – John… por favor no te vuelvas a ir…- insistía Sherlock, dando un trago amargo al darse cuenta que John Watson acababa de morir en sus brazos no hace mucho. –¡John!- repitió llenándose de pena y dolor.

Rápidamente sin poder contenerse un segundo más rodeando con sus brazos a Watson y pegándose más a ese cuerpo inmóvil rompió al llanto inclinándose más a su amado soldado, sujetándolo con asir como si con eso pudiera devolverle la vida, lo pego a su pecho, sintiendo las lágrimas resbalarse por sus mejillas para caer al pálido rostro de John, sabiendo que ya estaba muerto, que la vida se le había ido y que el destino victorioso los separaba de nuevo mientras todo su cuerpo se entregaba al miedo y a la desolación. Dio una gran bochada de aire tratando de soportar el dolor interno que con amargura le estaba volviendo loco y gimoteaba como un niño pequeño.

- John…- repitió una vez más mientras las lágrimas le quemaban por dentro cual fuego invernal, la tristeza más grande y la más obscura de todas se fundía con ese hombre de mirada cansada y de cuerpo tembloroso. Lo abrazaba con ternura, con la pasión de un amante.

 –John… despierta…- Ordeno con un deje de pesadumbre apretando los dientes maldiciendo a su mala suerte, a su hermano, a la guerra, a los hombres porque le habían quitado la dicha de estar con su mejor amigo. –Despierta por favor…- Se quedó recostado sobre ese cuerpo inerte que comenzaba a perder por completo su tibieza y aunque parecía que dormía plácidamente Sherlock de entre todos sabía que no era de esa forma.

Pasaron un par de horas más, el alba se alzaba gloriosa por sobre ese lúgubre bosque, en el firmamento se observaban los primeros rayos del sol, y el aire frio empezaba a arreciar. Con pereza y pesar Sherlock tuvo que sentarse de nuevo sin querer dejar de abrazar a John, lo miro como si fuera la cosa más hermosa del planeta y la angustia volvió a anidarse a su garganta un amargo trago que no podía digerir y las lágrimas volvían amenazar con salir así que realizo lo que tenía planeado y más le valía a la ciencia estar equivocada sobre la inexistencia de otra vida después de la muerte por que ahora ese era su mayor consuelo; se preparaba para acompañar a John para la eternidad. Saco de la bolsa de su pantalón  una hoja doblada y la mitad de un lápiz pequeñísimo que incontables veces  lo habían acompañado en alguna misión y que por extraño que pareciere siempre guardaba en su pantalón con un sobre de emergencia; con la velocidad por la que era caracterizado comenzó a escribirle su última carta a la única persona que lo esperaba en alguna parte.

x/x/x

Madre:

Anoche en las trincheras entre el fuego y la metralla vi al enemigo correr la noche estaba cerrada apunté con mi fusil al tiempo que disparaba una luz iluminó el rostro que yo mataba. Clavó su mirada en mi con los ojos ya vacíos madre… ¿sabes quién maté? aquel soldado enemigo era mi amigo Jo***, compañero de la escuela con quien tanto yo jugué a soldados y a trincheras ahora el juego era verdad y mi amigo yace en tierra madre yo quiero morir, ya estoy harto de esta guerra si te vuelvo a escribir talvez lo haga desde el cielo donde encontraré a Jo*** y jugaremos de nuevo. Quizá no recuerdas cuando nos despedimos en el picaporte de la puerta, le dije algo a John y el me respondió, tiempo después me preguntaste que significaba lo que habíamos dicho, en aquel entonces no quería decírtelo, ahora no importa, es una frase infantil pero por si aún quieres saberla te la escribo completa.

“Dos claveles en el agua no se pueden marchitar, dos amigos que se quieren no se pueden olvidar.”

ATTE: Tu hijo desobediente.

Posdata: Si mi mano fuera pluma y mi corazón tintero con la sangre de mis venas te escribiría te quiero o algo así escribiría John en este momento. Adiós madre…

Sherlock confiaba en que algún día la leyera y lo perdonara por lo cometido cuando termino de escribir la leyó por una última vez.  Se cuestionó un momento si, si era correcto escribir lo último porque no sonaba a él sonaba más a su Watson pero sonrió al darse cuenta que al fin de cuentas seria su última carta y estaba bien ser un maldito romántico antes de morir.

Pensó relativamente como le haría  para guardar la carta y la memoria sin que ningún hombre con la enfermedad de Anderson lo tomara y que su hermano fuera capaz de hallarlo sin problemas. No se lo pensó demasiado cuando tomo la cantimplora de Watson y la abrió introduciendo la pequeña memoria por el orificio; pero antes verifico que en efecto no hubiera ni gota agua cuando corroboro lo que ya sabía introdujo la memoria con su carta enrollada y arriba de la cabeza de Watson cabo un pequeño agujero para introducir la cantimplora y enterrarla.

Empezó a buscar con la mirada su fusil ¿En qué momento se había desecho de él? Se preguntó mentalmente, seguramente en cuanto le había disparado a John, seguramente, muy posible si hacia memoria y aunque estaba a escasos centímetros no quería apartarse de ese médico militar que dormitaba en el sueño de la muerte así que busco la única arma que jamás creyó utilizar. Aquella pistola que no había desfundado más que para verla o limpiarla.

- John…- murmuro una vez escuchando su propia voz temerosa nunca en su vida se creyó verse temeroso, al parecer hoy era el día en que el mundo tenía que verle la cara de idiota, quizá la enfermedad de Anderson lo había alcanzado, quizá su suerte le había dejado aunque su frase eterna era “yo me fabrico mi propia suerte” irónico de alguna manera. – Hey John.- dijo esta vez con más fuerzas arrancando el silencio de la noche sin obtener ninguna respuesta y sonrió para sí mismo con pesar – Jamás te lo dije; pero también me gusta decir tu nombre.- De un momento a otro sujeto con fuerzas la pistola llevándola a su sien derecha todo su cuerpo temblaba por temor.

- John…- susurro con tristeza viendo el rostro apacible de Watson – Yo... también...- dijo sonrojado, su rostro pálido estaba manchado de sangre y sus ropas de la misma forma y tomando todo el valor del mundo se acercó al oído de Watson y como si temiese que el aire se robara sus palabras susurro - también te amo.- ¡Oh! Que hermoso momento, tan placentero, tan íntimo; que furtivo y especial para aquel hombre ¿Cuántas personas no pagarían por ver aquel leve rubor surcar las mejillas de un hombre condenado? ¿Cuántas no se formarían en los teatros por ver repetir aquella escena? Y sin embargo solo la vida  y la muerte podrían ser las espectadoras de esta cruel tragedia amorosa.

Sherlock tenía miedo de morir, aun para él, que la muerte no significaba nada le daba un dolor interno terminar con su propia existencia y aun sostenía la pistola con un ligero temblor solo para confirmar que su cuerpo traicionaba a su mente; pero se tenía que volar la tapa de los sesos y creyendo que se arrepentiría en el último momento se topó con la mano de John entonces dibujo una triste sonrisa “No soportaría vivir otro día sin John” si… en efecto esperaba con cada fibra de su ser, con cada molécula, célula y bacteria viva de su cuerpo que la ciencia se equivocara sobre la vida después de la muerte y sin meditarlo ni un segundo más acciono el gatillo, un ruido sordo sonó por todo el bosque acabando así con todo su sufrir.

Su cuerpo sin vida callo al pecho de John y ambos hombres se quedaron en esa posición tan comprometedora e íntima en el último momento de su muerte. Con las manos entrelazadas retando al destino, como si ambos solo se hubieran tumbado a dormir un minuto, solo un minuto que duraría la eternidad.

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Sherlock despertó con pereza en su departamento le dolía la cabeza, un dolor punzante latía con afán en su sien derecha

- Mierda, mi cabeza…- murmuro en voz baja sentándose en aquel cómodo lugar.

- Ese lenguaje Sherlock.- escucho que de la cocina un hombre rubio aparecía con una charola con té y bocadillos.

La felicidad que Sherlock sintió era inmensa y desbordante casi asfixiante, miro con más detalle en el lugar que estaba y sin más se levantó del sofá para ir a abrazar a Watson admirando esos sorprendentes ojos vida.

- ¡Hey! Vas a tirar el té con leche espera… espera ¿estas llorando?-

- Oh guarda silencio y abrázame…- dijo Sherlock apretando a John – Te dije que vendría por ti…- susurro.

- Y yo que esperaría…-

*

*

*

*

 Mycroft jamás tuvo la osadía de ir a investigar sobre la muerte de Sherlock no lo veía necesaria, suficiente tenía con saber sobre la muerte del inspector y tener a una madre destrozada que le culpaba. No, aunque tenía la leve impresión que al final su hermano encontró la memoria asegurando así la victoria de su país… Mycroft no se sentía responsable de nada todo lo contrario creía que le había hecho un favor a su pequeño hermanito al reunirlo para siempre con su amado mejor amigo de la infancia en aquel infinito limbo que la muerte brindaba después de que los arrancaba de los brazos de la vida; quizá algún día se inventarían las proezas de Sherlock en la guerra, se le inventarían canciones de valor y de amor  o se caería al olvido como los verdaderos héroes ¿Quién sabe? el futuro era la única cosa incierta y que podía variar.

Sonrió en un día de Julio con una sombrilla negra en su mano derecha, quizá el tiempo también a él lo reuniría con cierto peli-plateado que se encontraba en el más allá y le respondería directamente a la cara sobre su carta dejada, le reprendería por dejarle semejante sentencia y después le colmaría de besos y caricias, si… eso haría. Ignorante que después de cuarenta años alguien encontraría la carta ensangrentada de Sherlock.

 

                                       ♣♦♠

Fin.

♣♦♠

Notas finales:

¿A que esta hermoso?

Bien si se dieron cuenta cambie un poco la letra de la cancion Original y no lo olvido la cancion en la que me inspire para hacer este Fic es "Madre anoche en las Trincheras"hermosa cancion que me enseño Ro quien tambien la canta, (Gracias Ro tienes el 12 % del credito de esta historia) busquenla completa por favor la canta  La Oreja de Van Gogh pero no esta completa :v bueno gracias de nuevo por leer y espero que les haya gustado.

Disculpen las faltas Horrograficas y si alguien quiere dejarme un review constructivo o destrucctivo bienveenidos sean :D amenazas de muerte y tomatasos tambien son aceptados. XD

besos y abrazos.

 

ATTE: HUITZIL* dios de la guerra.


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