7- Sun Child
Un ángel reposa sobre una cama envuelta en telas de seda tan brillantes como la luz del sol pero aun así tan opacas frente a la blancura resplandeciente del cuerpo que ella sostiene. Es su pequeño hermano el que acelera su corazón y dispersan miles de pensamientos para nada inocentes, sin nada de limpieza y sólo succionado con deseo. JongIn sale para que esos pensamientos de poseer a su hermanito las queme el calor del sol. Es verdad, está loco, está demente, es un insensato y un profanador de la pureza en el núcleo de amor y calidez de una familia, pero no la de él.
Durante el brillo de un infantil sol, KyungSoo despierta con alegría. Corre al cuarto de su hyung para darle los buenos días, pero no está. Es su madre que está con alguien, es un señor diferente al de la noche anterior, y al de la anterior y anterior. El extraño lo examina de pies a cabeza. Está pensando algo, sus ojos lo dicen. Lanza pequeños susurros al oído de su madre. Sonríen maliciosamente.
El pequeño niño sabe que no se equivocó de habitación, pero sí de momento. Corre y grita desesperadamente el nombre de su hermano mayor. — ¡JongIn! ¡JongIn! — Pero los gritos infantiles producen un negativo efecto. Su boca es tapada, y entre pataleos es llevado a la habitación de JongIn. Su madre está enferma de dinero. Aquel señor empieza a desnudarlo. — ¡Hyung! — Grita más fuerte. Nada… No hay nada.
Se escuchan pasos veloces. “¡Es JongIn!” Piensa la madre en tono molesto. — ¡Maldición! — Gruñe JongIn pues la entrada a su habitación le ha sido bloqueada.
— ¡Maldita, abre! — Se ha llenado la mente de emotivas respuestas con la perdición de un prohibido amor.
— ¡Las familias se aman! — Está equivocado, las familias como la de él… No.
— ¡Las familias son unidas! — Palabra errada para su familia.
— ¡KyungSoo, te amo! — Es más cierto que todo lo existente en la vida.
— ¡Yo también amo a Hyung! ¡Y quiero estar junto a ti por siempre! — Son las lágrimas de su Soo. No piensa más, un arma de fuego escondida debajo del sillón es la solución.
Balas van directo al cerrojo y a la madre. —No me mates —. Las súplicas ya no sirven, disparos van directo al individuo.
Por eso, KyungSoo ama a JongIn, es el único que lo ama y lo protege.
— H-hyung —, una cariñosa sonrisa lo recibe.
— K-KyungSoo —. Está llorando, sabe que ha hecho algo malo ante la ley, pero lo ama, ama tanto a su hermano que fue capaz de matar.
Falta poco para que cumpla diecisiete y su dongsaeng, once. Ambos se aman, se aman tanto que cayeron en la cruel verdad de lo prohibido. JongIn camina hacia el cuerpo de su hermanito y lo abraza.
— KyungSoo, ¿me amas? — Una pregunta que lleva todo sentido de pecado y prohibido, cubierto con un incandescente amor.
— Yo amo a JongIn Hyung —. Respuesta que es iluminada por la infancia de un sol.
— Yo también te amo KyungSoo.
Entrelazan sus manos. Besos dentro del misticismo del pecado y lo prohibido. Ambos lo desean. Lienzos de algodón son arrojados al suelo hasta quedar en la desnudez de lo que se puede ver y disfrutar. Hay gemidos y lágrimas que suplican por más, dolor desplazado por el placer y el amor en toques carnales. Son embestidas de amor y calidez, ambas son prohibidas, pero si son felices, qué importa. Ellos están juntos en la Tierra y estarán después de esta.
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KyungSoo despierta, se talla sus ojitos y llama con total ternura. — Hyung, estoy un poco adolorido… cúrame…
— Voy…
Un nuevo solecito con color a inicio.