- ¿Entonces, qué pasa? - preguntó el rubio mirando como el pequeño pelirrojo se balanceaba entre las ramas del bonito abedul que había en jardín. La Sra. Holmes le había reportado enfermo en el colegio antes de acariciarle el cabello como si nada y desaparecer por su despacho. John en verdad no entendía lo que pasaba con los Holmes. La señora era un misterio, Mycroft casi nunca estaba en casa, a Sherrinford le tenía miedo por lo que procuraba evitarlo y ahora Sherlock se metía a su cuarto en medio de la noche y lo citaba allí. No que le molestase, en realidad le caía bien Sherlock y ese lugar era muy bonito, pero no entendía la actitud del pelirrojo, era como si lo estuviese sometiendo a una prueba - tengo algo que proponerte - le dijo mientras se colgaba de una de las ramas justo como había hecho en la cama el día anterior - ¿qué será? - interrogó y al parecer lo dio algo bueno porque de repente el chico parecía muy satisfecho.
- quiero que seas mi socio – le respondió mientras descendía, al fin, dignándose a rebajarse a su condición de mortal (y dejando de arriesgarse el cuello). El mayor no entendió nada ¿su socio? ¿que quería decir con eso? Al parecer su cara lo dijo todo sobre su desconcierto porque el pelirrojo continuó – nunca se me a dado muy bien tratar con la gente, es más, puedo decir que no hay nada más molesto, pero lamentablemente es algo que necesito si voy a ser el mejor detective consultor de la historia (y el único, además). Tu, por algún motivo, aunque ni la quieres ni te agrade, eres un imán de atracción, y sabes tratar con la gente de forma que esta no sea tan fastidiosa, yo necesito a alguien así, alguien que sea capaz de enamorar a la profesora Blackglass el suficiente tiempo para que olvide que su esposo se está acostando con su hermana para que me deje pasar a los laboratorios sin tener que soportar sus quejas sobre los “hombres de hoy en día”, te necesito John Watson – declaró con aspecto solemne, como si fuera de vital importancia lo que estaba diciendo y no hubiese admitido que lo quería para cubrir sus trastadas.
Al principio John pensó en no contestar, después de todo, Sherlock solo era un niño caprichoso y difícilmente creía que su idea de ser “socios” durase más de una semana (dale nueve días), así que simplemente se encogió en hombros, decidiendo que sería interesante probar - ¿porqué no? Sospecho que aunque me negase sabrías encontrar la manera de convencerme – le sonrió, extendiendo su mano en dirección al pelirrojo. Sherlock, por un ínfimo segundo, segundo, se permitió a si mismo lucir asombrado, no creía que convencerlo resultase tan fácil, pero esto no duró mucho, rápidamente recompuso su rostro en su ya conocida máscara de superioridad antes de devolverle el apretón de manos al rubio, sin dejar de mirarle fijamente en todo momento, deduciendo cada aspecto en lo que su (en ese entonces) escasa habilidad le permitía, en situaciones así lamentaba no ser Mycroft, el mayor tenía mucha más experiencia que él y sabía desglosar mejor la información obtenida mediante el arte de la deducción.
- es un trato – declaró al fin.
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