Capítulo II – Deduciendo.
Sherlock entabló una conversación en condiciones con John cuando tenía cinco años y John ocho, e incluso entonces el menor ya presentaba “comportamientos suicidas” como le gustaba decir al rubio desde que leyó sobre eso en un libro de la escucha que no se suponía que leyese él pero que uno de quinto le pasó. A pesar de que Alyssa y Estelle eran muy unidas, esta última no había vuelto a pisar la Mansión Holmes desde hacía dos años – una maldita pelea – prácticamente había escupido Harry cuando cuando le preguntó, sin embargo, ahora la mujer pretendía volver de volver como si nada hubiese pasado, y a pesar de que John solo tenía siete años, sabía que no era precisamente porque extrañase a su amiga o porque se sintiese nostálgica como estaba diciéndole Estelle a Alyssa en ese mismo momento, sino por algún problema de causa mayor con el que no podría lidiar sin su ayuda. Su madre espera poder aprovecharse del dolor de la viuda (si, viuda, Alyssa Holmes había perdido a su esposo hacía menos de seis meses) tal vez conseguir vivir allí un tiempo, con sirvientes a su disposición que se encargasen de las cosas que ella no quería. No soportó por mucho tiempo esta charla y tuvo que salir del enorme recibidor, Harry no estaba allí con ellos, había tenido que quedarse en la secundaria y ya se le habían acabado las excusas para faltar (sabía, a diferencia de John, que si Servicios Infantiles se enteraban de la forma en que su madre los cuidaba iban a llevárselos y, muy probablemente, iban a separarlos) estuvo un rato vagando por los pasillos del ala norte (que era donde se hallaba el recibidor) hasta que el aburrimiento le hizo comenzar a abrir las puertas que encontraba a su paso.
Cuando llevaba un rato en eso se encontró con un cuarto completamente azul, con una cama enorme con cortinas verde esmeralda, había, en el suelo, una gran cantidad de juguetes como barcos piratas y espadas de madera de diferentes colores, medallas libros y demás, sobre la cama se encontraba un avión con líneas azules en sus alerones y un modelo a escala del Reloj Astronómico de Praga, el dueño de la habitación se encontraba colgado de piernas del barandal de las cortinas y tenía las manos entrelazadas contra su mentón. John sintió que iba a darle un infarto cuando vio al niño de cuatro años de esa guisa - ¡Hey, bájate de allí! - le reprendió caminando en dirección a la cama. El niño apenas y lo miró, abriendo los ojos apenas para mirarle sin hacer el mínimo esfuerzo en bajar - ¿qué no me escuchaste? ¡bájate de ahí! ¿que piensas hacer si te caes de la cama desde semejante altura? - continuó el niño mayor. El pequeño pelirrojo simplemente se limitó a alzar una ceja antes de impulsarse para sentarse, ayudándose con una de las vigas de madera a ponerse de pie en el filo - ¿quién eres tú? ¿porqué estas en mi cuarto? - le gruñó el niño sin dejar de mirarle con los ojos entrecerrados.
- Soy John, el hijo de Estelle Watson – se presentó, sintiendo un sudor frío bajarle por el cuello ante la idea de que el pequeño Sherlock se cayese - ¿la mujer que quiere sacarle dinero a mi madre? - golpe bajo, el rubio suspiró – no creo que mi madre quiera eso exactamente – replicó, avergonzado – si, bueno, eso es verdad, la señora Watson planea conseguir un lugar en nuestra casa, probablemente recurriendo a la lástima y al actualmente delicado estado emocional de su madre, pero a juzgar por tu cara tu no estas de acuerdo con eso, a pesar de que lo más probable es que no hayas comido en condiciones desde hace dos semanas y que todo el dinero que a estado entrando a tu casa desde hace seis meses viene de lo poco que el novio de tu hermana puede darles sin que sus padres sospechen nada.
Decir que John se asombró sería quedarse corto - ¿cómo sabes eso? - le preguntó con la voz temblorosa. El niño se dejó caer desde la viga hasta el colchó, casi causándole un infarto al mayor – la zona bajo tus ojos está hundida, tu ropa está comenzando a quedarte floja, a pesar de que fue claramente comprada a tu media, por tu hermana, seguramente, y tu mentón está ligeramente más marcado que el de un niño de tu edad, lo que demuestra que ya llevas una cantidad considerable de tiempo sin comer, sin dinero no hay comida, y si tu madre está aquí pidiendo asilo es porque bien no es capaz o bien no quiere tener un trabajo, su ex-esposo y tu padre se niegan a mantenerlos, por lo que alguien de confianza debió pasarles el dinero, no un adulto, ni tú ni tu hermana confían en ellos debido a un arraigado miedo a Servicios Infantiles, tal vez debido a una temporada con ellos, así que debió ser alguien de su edad, la de tu hermana por supuesto, pero ninguno de los dos tiene demasiados amigos, así que un novio es la opción más factible, las niñas tienden a confiar demasiado en sus parejas.
- fascinante – exclamó John, los ojos marrones abiertos de par en par. Entonces pasó algo extraño, Sherlock comenzó a abrir mucho los ojos de forma graciosa, y su cara (muy, muy blanca) comenzó a sonrojarse - ¿qué? ¿en verdad piensas eso? - preguntó el menor al borde del tartamudeo. Ahora fue el turno de John de no entender nada - ¿cómo que si de verdad pienso eso? ¡pues claro, has sabido un millón de cosas sobre mi con solo mirarme, es impresionante! - observó la cara de desconcierto del menor – asumo que no te lo dicen mucho – se burló un poco John.
- la verdad es que no – murmuró avergonzado el niño.
- ¿y que te dicen?
- Mycroft no me deja repetir esa palabra
John sonrió, decidiendo que le agradaba el niño - aunque la verdad, si te equivocaste en algo – le dijo de forma muy seria, aguantando la risa. Sherlock frunció el ceño - ¿en qué?
- Harry no tiene novio, tiene novia