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Los 8 besos que te robé por Nayen Lemunantu

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Beso 2: Porque tu boca me pertenece.

 

Llegó al departamento del rubio, minutos antes del anochecer. Había salido de Too y emprendió camino inmediatamente hacia allá, lo único que quería era ver a su novio después de varios días en que no se habían encontrado. Siempre pasaban los fines de semana juntos, pero Kise había tenido una repentina campaña publicitaria y no se habían podido ver. Ahora que ya era martes, lo único que quería era estar junto a su rubio.

Se paró frente a la puerta y tocó el timbre un par de veces sin obtener respuesta alguna. Dentro del departamento todo se oía en el más completo silencio y por unos instantes temió que Kise no haya regresado aún, hasta que oyó la voz del rubio avisando que ya iba a atender y recién ahí pudo respirar hondo otra vez.

Kise abrió la puerta y los ojos al verlo ahí, claramente sin esperarse su visita. Lo recorrió con la mirada de arriba abajo, como si quisiera asegurarse que lo que veía ante sus ojos no era una ilusión y alzó las delgadas cejas en una expresión de intriga.

—¿Aominecchi? ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —contrarrestó con voz molesta. No se esperaba ese recibimiento tan desabrido de parte de su novio. Era vedad que lo había ido a ver sin avisar, pero aun así se había esperado una bienvenida más cálida—. ¡Obviamente te vine a ver, idiota!

Como respuesta sólo obtuvo una enorme sonrisa de parte del rubio y un extraño brillo en sus ojos mientras se lanzaba hacia él, abrazándose con fuerza de su cuello y besándolo en la mejilla con intensidad. Él atinó a envolverle la estrecha y masculina cintura con ambos brazos, hundiendo el rostro en el cabello dorado de Kise, inundando sus sentidos de su suavidad y su exquisito olor.

—¿Eso significa que me extrañaste? —Kise le preguntó con voz pausaba y melodiosa.

—¡Claro que te extrañé, idiota! —admitió sonriendo. Aunque tenía ciertas reticencia a mostrar cuánto lo había extrañado en realidad, porque sabía que el rubio podría usarlo en su contra luego. Nunca es bueno mostrar tu debilidad ante los demás, aunque sea con tu novio—. ¿Acaso tú no me extrañaste a mí?

—¡Claro que te extrañé! —dijo Kise. Se alejó sólo un poco de su cuerpo, sin dejar de sostenerse de su cuello, para poder verlo de frente—. Lo único que quería era verte. ¡Sólo he pensado en ti todos estos días!

—¡Ay! Para de ser tan cursi, Kise ¡Tampoco es para tanto! —respondió con voz seria. Quitó sus manos de la cintura del rubio y con las mismas deshizo el agarre del otro sobre su cuello, para liberarse de él e ingresar al departamento.

—¡Pero es la verdad! —le dijo mientras cerraba la puerta y caminaba tras sus pasos—. Aunque ahora me doy cuenta que fue completamente unidireccional, porque obviamente tú no me extrañaste de igual forma.

Kise se había cruzado de brazos justo frente a él y lo miraba con el entrecejo apretado en un gesto molesto. Su boca se veía pequeña y apetitosa, fruncida en un mohín de disgusto. Él dejó caer su bolso al suelo y le sonrió de lado. Sabía que había dicho una pesadez propia de su carácter brusco, pero sólo lo había hecho porque le molestaba cómo el rubio podía desarmarlo y hacerle añicos todas sus defensas con sólo unas palabras cursis. Como ahora ¡No soportaba verlo molesto!

—Ven aquí —demandó estrechándole la cintura con ambas manos nuevamente—. Ahora mismo te voy a mostrar cuanto te he extrañado.

Kise se dejó arrastrar hasta que ambos cuerpos chocaron, pero aún continuaba con los brazos cruzados y el ceño arrugado cuando él lo besó con intensidad en los labios. Sintió cómo esa boca se rendía por completo a él y correspondía al beso, abriéndose para permitirle entrar mientras lo abrazaba con fuerza. Perdonando en el instante su actitud hosca y dejándole saber cuánto lo quería.

¡Eso era lo que más había extrañado! Saber que la boca de Kise solamente le pertenecía a él. 


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