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1970 por fatfancyunhappycat

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—Dime, por favor, que esto es una broma.

—Lo siento, Zoro, no lo es.

***

 

La suite era enorme, con una cama enorme y un televisor pantalla “Tengo mucho dinero y ni siquiera me importa ver la programación”. Constaba de una sola habitación principal gigante con pequeñas reparticiones como el baño, balcón y comedor o living room o lo que fuera.

 Allá, en Ámsterdam, era invierno.

Estaban helados; la punta de las narices, los pies y manos. Era su primera noche junta como una pareja de casados, aunque poco o nada importaba. Luffy fue rápido, directo, carente de cualquier clase de criterio según la situación. La

Tengo frío, no me importa.

Y ahí estaba, acurrucándose con un pseudo-desconocido con el que se acababa de casar para convencer a su abuelo de que Shanks no tenía nada que ver con su homosexualidad —cosa que era mentía, solo lo hacía por él. En realidad, hacía mucho por él, pero hablaremos de esto luego— y que llevarlo a uno de los países en donde la prostitución ni nada sería la solución para que mágicamente tomara el camino de la heterosexualidad.

No quería ir a prostíbulos y pagarle a una dama para que lo saciara, no quería amor falso, lo único que quería era tranquilidad y a su antiguo profesor particular llevándolo a comer y posteriormente, besándolo en una escena digna de alguna película romántica que llegase al nivel dios del romance: la ternura empalagosa. Sí, así de fuerte era su devoción por aquel hombre.

Dejando de lado el tema del porqué de lo que hizo hacía unas horas atrás, volvamos al tema de Zoro y él metidos ahí, en la misma cama. Lo diré de nuevo, realmente no les importaba. No había nada que les causara vergüenza en ése entonces.

Su estómago rugió.

—¿Sabes llamar al servicio de habitación? —fue lo primero que se le ocurrió. Él tenía hambre, personalmente, pero lo más probable es que Zoro sintiera lo mismo en ése momento.

—No… ¿Crees que yo sé cómo manejar estas cosas de la burguesía? —Efectivamente el otro tampoco sabía qué decir exactamente.

—¿La burguesía? Wow, no creí que gente como tú utilizara ese tipo de palabras. —se burló, no lo pudo evitar: costumbre.

—Me quiero lucir antes de que te arrepientas, tú podrías intentarlo también.

Como si se conocieran ya de tiempo, pasaron del silencio a una conversación realmente agradable aunque un tanto rara.

—¿Lucirme, yo? Por favor, si yo brillo y destaco por naturaleza. ¿Qué no lo expliqué cuando fuimos a registros públicos? Soy la estrella entre los satélites de mi familia. —era una broma cruel, aunque graciosa, suponiendo que era el único de una familia tan prestigiosa como los D en salir del closet.

Por cierto, los D. eran lo más cercano a un “clan” que se podía, fácilmente, comparar con la realeza o clase alta japonesa. Si tienes la “D” en tu nombre, inmediatamente, adquieres respeto o miedo. Gracias al destino, Zoro había dado con una mina de oro hecha persona —dichoso él por tanta suerte—, pues Monkey D. Luffy no solo llevaba nombre de alguien que, fijo, tenía ya la vida arreglada, sino que era el nieto de uno de los miembros más exitosos de dicha familia. Literalmente, Luffy tenía el futuro escrito y se preparaba para no hacer más que lo que le placiera, las mesadas que debía recibir seguro y le duraban horas cuando a un hombre común y corriente le duraría dos meses.

O al menos eso creía el peliverde, que había pasado toda su vida viviendo con menos del sueldo mínimo.

—Oi, ¿y para qué querías llamar al servicio de habitación? Pensé que tenías comida en el minibar. —preguntó el mayor, solo por curiosidad.

—Tengo galletas y eso, pero se me antojó algo caliente, ¿acaso a ti no? Hace un frío terrible y créeme que no viajé hasta acá para comer galletas con vodka en mi suite.

—Tampoco es que viajaras hasta acá con el fin de hacer algo exactamente bueno, es decir, según tú, no tenías nada en mente, hasta que se te pasó la maravillosa idea de casarte con un extraño de por ahí con la misma nacionalidad aprovechando que estamos en un país en donde fumar marihuana es como tocar café. —le recordó como si tuviera todo el derecho de hacerlo. Somos esposos, ¿no? Ahí está. Tengo autoridad, supongo.

—¿Qué te hace pensar que puedes hablarme así con tanta confianza? —el azabache cuestionó la manera en la que le hablaba, ahora, ¿quién era quien se estaba apresurando?

—Soy tu marido, ¿eso no te basta?

—Si eso crees, no me haré problema alguno, pero luego no te quejes si me acostumbro a ti. Soy tu “pareja” legal, recuérdalo siempre.

—¿Sabes qué? Esto es raro. —ninguno de los dos podía decir lo contrario: era raro.

—Lo sé.

—¿Y no pensaste en lo raro que sería antes de preguntarme eso?

—Nah, me pareciste más o menos una buena persona. —admitió. A la par, iba levantándose para pedir alguna bebida caliente. Se acercó hasta el intercomunicador, Zoro lo observaba y se apresuró en hablar, pensando que su esposo actual se iría del lugar. Era inexperto aún.

—Gracias, supongo.  —se estiró en la cama. Era cómoda, perfecta. ¿Saben hace cuanto que no dormía en un colchón digno para un ser humano? Años y años durmiendo en piedras.

—De nada, supongo… —bostezó. — ¿Te gusta le chocolate caliente?

—Mientras sea gratis, sí.

—Perfecto.

 

*** 

No pensaba compartir cama con él, había un maldito sofá al lado, eso era mejor. Hizo lo que hizo y sucedió lo que sucedió por mero descuido.

Luego de varias rondas de chocolate caliente y waffles y películas de muy mal gusto y aburridas (cosa que, comprenderán luego, se volvería un ritual para ellos); quedaron dormidos.

Primera noche juntos: Espalda contra espalda.

***

—¡Luffy, abre la puerta ahora mismo! —Era la voz del vejestorio.

El día anterior, antes de que saliera corriendo en crisis del hotel como un niño huyendo de una jeringa, había entablado una conversación que se transformó en pelea verbal con su abuelo.

Que si el nieto de Monkey D. Garp pasaba por una simple etapa, que esto y aquello se le iba a quitar cuando perdiera la virginidad con una mujer, o peor aún; que la homosexualidad se la había pegado Shanks.

Era su vida, eso nadie lo entendía. Luffy quería ser libre, no una marioneta más de su abuelo, por desgracia, no era lo suficientemente relevante.

Afortunadamente, ahora tenía él a su propia marioneta: Roronoa Zoro. Un muchacho mayor que él por unos 2 años que necesitaba el dinero, prácticamente… estaba haciendo lo mismo que su abuelo, solo que con fines más profundos.

Gruñó, pese a que una parte de él estuviera excitada por lo que tenía en mente.

Tomó de la muñeca a Zoro y lo comenzó a jalar.

—Despiértate.

Su compañero respondió al molesto movimiento con un quejido ronco.

—¿Qué quieres? Aún es muy tempra-

Luffy lo interrumpió.

—Es tu primer trabajo, Zoro. Are you ready?

—Sí, lo que sea. —en realidad, solo respondió por responder. ¿Ya dije que odiaba el inglés?

—¡Genial! —exclamó y abrió la puerta de la suite, dando al hall, en donde estaba uno de los empresarios más importantes de su país, y puede que del mundo.  — Abuelo.

¿Abuelo? Zoro pensó.

—Este es mi verdadero novio, de hecho, ya nos casamos. —Luffy sonrió con toda la picardía que podía albergar en su mirada (mejor dicho, eso intentó) y sin previo aviso, jaló de la camiseta de su ahora supuesto novio y lo besó… ¿Lo besó? Fue la emoción de estrenar su nueva arma, creo.

¿Les resultaría gracioso si explico lo asombrado/asustado que estaba Zoro? Sumando lo terrible que se sentía ser forzado a hacer esas cosas.

El moreno no se separó del peliverde hasta que pudo cerrar la puerta, evitando así tener que ver la furia o cualquier otra emoción que tuviese el anciano en la cara.

A todo esto… es decir, en serio, lo besó. Intentaba verse apasionado por más imposible que resultara. Era triste porque se veía casi tan real como la clase de besos que reservaba para cierto pelirrojo, pero no era más que una triste actuación.

Eso era, todo lo que tendría con Zoro no era ni sería más que una actuación.

Son solo 3 meses. 


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