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El secreto por Luthien99

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Le dolía la barriga. Tenía la sensación de haber comido más que nunca.

Prácticamente, él y James se habían quedado la noche en vela devorando chocolatina tras chocolatina. Era cierto que los dulces de Honeyducks son los más deliciosos de todo el mundo mágico, pero esta nueva creación, superaba con creces todas las anteriores. Remus no recordaba haber probado chocolate más delicioso que él que probó anoche. Y dado que él era un gran admirador de esta delicatese, se había pasado la noche comiendo.

Caminaba apresurado por los pasillos en dirección a la clase de Pociones. Bajaba las escaleras con la mano en la tripa mientras su estómago lo abrasaba de dolor. No era la primera vez que le sucedía, no era la primera vez que se dedicaba toda la noche a comer chocolate y a la mañana siguiente apenas podía moverse a causa del asfixiante dolor de estómago.

James le advirtió, pero Remus hizo caso omiso. Era uno de sus pocos vicios y de vez en cuando se lo permitía. Aunque esta vez se había excedido de terrible manera. Apenas había dormido y cuando congenió el sueño ya era la hora de ir a clase.

El camino a clase de pociones se le estaba haciendo terriblemente largo. Llegaba tarde a clase y ya casi no habían alumnos por el pasillo. Solo aquellos que, como él, llegaban tarde.

Al fin, llegó y al entrar no pudo evitar la interrumpción de la clase.

—Buenos días, señor Lupin... ¿Sabe que llega usted tarde? —dijo el profesor Slughorn destrás de su escritorio—. Espero que tenga una buena escusa...

—No, señor... —dijo Lupin mientras entraba y se sentaba en su habitual pupitre, que compartía con Sirius—. Me he dormido, eso es todo.

El profesor de levantó torpemente de su silla.

—Bueno, no se preocupe... Dado que usted no suele llegar tarde, le pasaré esta falta por alto —dijo con una sonrisa—. Pero espero que no se vuelva a repetir ¿de acuerdo?

Remus asintió en silencio.

—Menudo tongo... —susurró Sirius a su compañero—.

—¡Cállate! —Remus le dio un golpe amistoso—. ¿De que va la clase hoy?

—¿A mi me vas a preguntar? —Sirius rió—, apenas se en que clase estamos... Pociones, ¿verdad?

Remus rodó los ojos.

—Oye, —Sirius susurraba evitando así que Slughorn les oyera—. ¿Con quien iras al baile?

—Con Alma, por supuesto...

Alma era la chica de Hufflepuf que salía con Remus. Habían empezado a estar juntos haría un par de meses. Remus estaba feliz y la chica era agradable. Sirius había tenido el placer de conocerla y le parecía simpática. Claro que no era suficiente para Remus, él se merecía algo mucho mejor.

—¿Se lo has comentado ya?

—Sí, se lo dije ayer en la cena... —dijo Remus—.

—¿Te ha dicho que si?

—Es mi novia... —Remus se giró para mirar a su amigo—. ¿Que demonios te pasa? Como se nota que són las ocho de la mañana...

—Oh, perdona... Pero yo no soy el que se ha quedado hasta las tantas comiendo chocolate —rió Sirius—.

—La culpa la tiene James... —ambos se giraron hacía el pupitre del lado, allí estaban James y Peter—.

—Yo solo tuve la idea, el que se comió las tres cajas fuiste tu, —dijo James entre risas—.

—¿Por que no me sorprende? —exclamó el profesor. Los cuatro le miraron cerrando la boca de golpe—. Los cuatro de siempre que encuentran más importante sus tonterías que lo que enseño en mi clase.

Lilly, que estaba en el pupitre de delante se giró y los fulminó con la mirada.

—Como no se estén quietos ya, me harán una redacción de cinco páginas sobre criaturas de la noche.

Si el profesor Slughorn hubiera sabido el problema de Remus no hubiera formulado esa amenaza. Si el profesor supiera de su problema no le hubiera recordado su licantropía. Pero Slughorn no lo sabía y ya era tarde.

Remus había estado despreocupado durante las ultimas semanas sobre su licantropía, apenas había pensado y no le había importada demasiado el asunto. Había estado algo ocupado como para preocuparse ahora por eso.

Y ahí estaba otra vez el terrible dolor de estómago. Ahogo un gemido de dolor y se hizo un ovillo.

—¿Hey? —Sirius le pasó una mano en la espalda— ¿Que te pasa, Moony?

Sirius sintió una punzada en el pecho.

—Nada, nada —dijo entre gemidos de dolor disimulados—. El estómago, me está matando...

Sirius soltó una carcajada silenciosa.

—Y eso que tu dices que el chocolate te hace feliz...

—Estos son los efectos colaterales de la felicidad —dijo Remus con una sonrisa e incorporándose de nuevo—.

Sirius acarició la espalda de Moony.

—¿Mejor? —Sirius le miró a los ojos—.

—Mucho mejor.

Remus se encontró con aquellos ojos grises y en darse Sirius cuenta de la conexión, apartó drásticamente la vista hacía la explicación del profesor.

Remus sintió una punzada en el pecho.

—¿No os vais a callar nunca? —Lilly se giró incriminándoles—.

—Déjalos Lilly, al parecer son incapaces de cerrar la boca —dijo Snape, su compañero de pupitre—.

—Tu a tus pócimas, Snivelllus y no nos molestes con tu presencia —añadió Sirius—.

—Cállate, chuco...

En escuchar el atrevimiento de Severus en medio de la clase, James ardió en cólera. El mero echo de que estuviera sentado al lado de Lilly ya hacía de su presencia algo verdaderamente molesto. Y si encima se dedicaba a chincharlos, James podría llegar a perder los papeles de un momento a otro.

—¡Tu! —Gritó James—.

Todos le miraron.

El profesor calló.

Severus se giró hacía él.

—¡Sí, tu! Él de el los dientes amarillos... —dijo—. ¿Por que no le preguntas a Slughorn si tiene alguna poción para desengrasar el pelo? ¡Te iría de maravilla, Snivellus!

La clase estalló a carcajadas.

—¡Señor Potter! —gritó alterado el profesor—. ¡Salga ahora mismo de mi clase! ¿Quien se ha creído que es? ¡Salga ahora o le mandaré al despacho del director!

James se levantó e hizo una reverencia de cara a la clase, mientras Moony, Padfoot y Wormtail le tiraban bolas de papel y vitoreaban su nombre.

—¡Prongs! ¡Prongs! ¡Prongs! —gritaban a son—.

—Los demás, ¡FUERA! —Slughorn se había puesto rojo—. Black, Pettigrew y Lupin... ¡AHORA! No quiero verles más...

Todos los alumnos de la clase reían, excepto Snape y Lilly.

—Quien ríe último, ríe mejor —sentenció Severus—.

Maldito capullo —maldecía la pelirroja en silencio—. Y pensar que acepté ir con él al baile... ¿En que demonios estaría pensando? En sus ojos...

Los cuatro expulsados desfilaron hasta el pasillo. Salieron de la clase y en cerrar la puerta, estallaron a carcajadas.

Los cuatro se sentaron en el suelo, con las mochilas y los libros de las siguientes clases a cuestas. Esperarían allí hasta que acabará la hora y tuvieran que ir a la clase siguiente, Historia de la Magia.

—Estamos en medio semestre, esto nos bajará muchísimo la nota... —dijo Remus—.

—A mi no sé porque me ha echado... Yo no he echo nada —añadió Peter, como quien no quiere la cosa—.

—Nos tiene fichados, Wormtail...

—¿Y ahora qué? —dijo Sirius—.

—Ha esperar... —James bostezó y estiro los brazos en alto—. Total, tampoco nos estamos perdiendo nada... Slughorn no explica nada nuevo.

—¿De que hablaba ahora? —preguntó Peter—.

—Estaba hablando sobre la sopa de guisantes del Caldero Chorreando —dijo Remus—

—¡¿Enserio?!

Todos abrieron los ojos como órbitas. Ninguno había estado escuchando los últimos 10 minutos.

—La estaba comparando con la poción Multijugos...

—Buena comparación —dijo Sirius. Todos reían—.

—¡Ah, por cierto! —Exclamó James mirando a Remus—. ¿Cuando es la próxima Luna Llena, Moony?

Su alma se ensombreció.

—La verdad, no lo sé. —Remus abrió la mochila con desesperación—.

Siempre llevaba a mano la pequeña libreta donde tenía apuntado las noches de Luna Llena durante el año. Las apuntaba antes de llegar a Hogwarts y durante el curso las iba tachando según pasaban. Así estaba él prevenido y, así los demás tenían tiempo para no hacer planes.

Sacó la libreta y miró las últimas tachadas.

23/10

21/11

25/12

Por un momento pensó que el mundo se le venía abajo. Sintió el peso de su condición arder en su anterior. Un peso que jamás había sentido con tanta intensidad. No podía ser cierto.

25 de Diciembre.

El baile de Navidad.

—No...

—¿Que pasa, Moony? —Se alarmó Sirius—.

El rostro de Remus empalideció en menos de dos segundos. Los ojos se le tornaron sombríos y todos dedujeron al instante que algo iba mal.

—¿Remus? —dijo James—.

—Navidad...

—¿Que? —dijeron James y Sirius al mismo tiempo—.

—¿La noche de Navidad? —Peter abrió mucho los ojos—.

Remus asintió.

—NO...

Remus volvió a asentir y bajo la cabeza. James le rodeó por los hombros y Sirius se inclinó hacía adelante colocando sus manos sobre las rodillas flexionadas de Remus. Peter miraba la escena.

Remus sentía en su pecho la angustia de toda una vida aumentada ahora e intensificada. Se sentía la persona más desdichada del mundo. El apoyo psicológico de James y las cálidas manos de Sirius sobre sus piernas no eran suficiente para que su corazón se apaciguara. Nada lo sería.

—Al parecer no es suficiente ser un hombre lobo una vez al mes, si no que tengo que transformarme el día de Navidad —decía Remus y por un segundo creyó que le flaquearía la voz— ¡El día de Navidad! La noche del Baile...

Ninguno se atrevió a gesticular palabra.

—Esto no es justo —su voz se quebraba—.

—No lo es, amigo... No lo es —dijo James—.

—Tranquilo Remus, estaremos contigo... —Sirius se acercó y se puso a su lado—.

Remus quedó en medio de James y Sirius.

—¡No! No... —Exclamó Remus—. No chicos, no. James tiene a Lilly y Peter tiene a Mary... Y tu Sirius... ¡Bueno, la cuestión es que NO! Jamás os privaría de ir al baile, jamás sería tan egoísta.

—Remus...

—¡Que no, James!

—Pero...

—Enserio chicos, es cosa mia —La voz de Remus parecía haber recuperado su tono habitual, pero en cualquier momento la rabia y la impotencia retenida saldrían a la luz—.

—No pienses en eso ahora, Moony —Sirius le rodeó con el brazo—. Lo que tenga que ser, será.

Una pequeña descarga eléctrica recorrió el cuerpo de Moony en sentir el cálido tacto del brazo de Sirius.

—Sirius tiene razón, tu no te angusties por nosotros... —dijo James—. Buscaremos una solución... ¡Ya lo veras!

Sirius sintió como el nudo que tenía en el pecho se le anudaba con mas fiereza y se tensaba por momentos. Estaba bastante acostumbrado de ver el rostro de Remus entristecido, pero no estaba acostumbrado a ver en él aquella rabia, aquella desesperación. Le dolía verle así. Le dolía pensar en el sufrimiento de su amigo. Odiaba verle así.

—¡Oh por Merlín! —Remus bajó la cabeza y escondió la cara entre las manos—. ¿Que pasa con Alma? Aceptó a ser mi pareja ¿que lo voy a decir ahora?

—Lo entenderá... —dijo Peter—.

—¡No Peter, no lo entenderá! Ella no sabe nada, no puede saberlo —la voz de Remus volvió a flaquear. El mundo se le venía abajo—.

No podía aguantar. Sabía que en cualquier momento sus fuerzas flaquearían y se levantó a toda prisa. Quería irse y estar solo. Jamás le había gustado que sus amigos le viera llorar, no le gustaba que nadie le viera llorar. No quería que nadie se apiadara de él, no quería dar más pena de la que ya daba. Así que se levantó y empezó a caminar pasillo arriba.

James, Sirius y Peter se levantaron al ver que Remus se iba.

—Chicos —se paró en seco y sin girarse, habló—. No me sigáis, por favor.

Sirius sintió como el mundo se le caía a los pies.

Cada paso que daba en dirección contraria era como un martillazo en las entrañas.

Remus sufría y al mismo tiempo, sufría él.







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