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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo: Hi my sweet stars! n_n Agradecida enormemente por las opiniones dejadas en el capi anterior y de tenerlos una vez más por aquí :B pensé que podría tener el capi listo en un par de días, pero ya saben, la mente agobiándose entre las ocupaciones y otras cuestiones del acontecer diario, me permitió escasos momentos para dedicárselo a la escritura je je pero basta de lamentaciones xD Quiero dedicarle éste capi a la lectora yumiryku, con quien he tenido la dicha de charlar todos estos días; no sé si cumpla con todas tus expectativas querida amiga, pero espero que el capi sea de tu agrado  :B

 

 

 

 

 

No podía describirlo con exactitud, pero estar a solas con aquel hombre siempre le generaba una mezcla de sentimientos que circundaban entre el temor y el odio.

 

Katze se hallaba sentado – por orden de William - mientras el rubio se mantenía de pie, viéndole por encima. De aquella manera el llamado de atención adquiría mayor auge, siendo que las diferencias de tamaños siempre le dan poder al animal más grande.

 

William, quien había adquirido la austeridad casi glacial propia de los hombres de negocios, no tardó en iniciar la conversación y el pelirrojo hizo lo posible por responder de la manera en que lo había ensayado múltiples veces en el auto.

 

- ¿Por qué no me lo informaste enseguida?

 

- El señor Raoul me pidió que mantuviese prudencia, incluso con usted.

 

- ¿Y es qué acaso se te olvidó quién te contrató y para qué? En ningún momento te indiqué que fueras el alcahuete de mi hijo… - Se acercó hasta la oreja del pelirrojo y preguntó - ¿O si lo hice?

 

- No señor, no lo hizo – Mantenía la mirada al frente – Pero no me pareció necesario importunarlo con algo tan trivial como lo es una salida con una mujer.

 

- Es que no estás entendiendo cómo son las cosas Katze… – Insistía en mantener la cercanía con el pelirrojo. Explicó: – Lo que tú pienses o creas es irrelevante para mí.

 

- ¿Por qué no me despide si cree que he actuado mal? – Desafió, un tanto harto y quizás motivado por el amor que le tenía a Raoul.

 

- ¿Quieres que te despida Katze? – Exclamó William luego de haberse alejado, junto a una mirada afilada – No es necesario llegar a extremos. Después de todo… aún me sirves – Usó un tono de voz distinto – Bueno, al menos se trata de una mujer.

 

- … - Katze le miró de soslayo. No sabía si aquello era una táctica para desatar alguna clase de reacción en él. Aún así le expresó – No se preocupe señor William.

 

El pelirrojo salió de la oficina con un amargo sabor de boca. El Am era astuto, si sospechaba que todo aquello se trataba de una farsa, se encargaría de destrozarla desde sus cimientos, por nada del mundo se iba a dejar en evidencia; era de la clase de personas que es capaz de seguir el juego hasta hallarle una falla y a través de dicha abertura, atacar con toda su fuerza. Katze esperaba que su plan fuera lo suficientemente fuerte o de lo contrario, se le vendría abajo el mundo, al igual que una casa hecha de naipes.

 

Raoul por su lado, estuvo el resto del día inmerso en el análisis exhaustivo del comportamiento del pelirrojo. Había algo en Katze que le generaba sospecha y preguntarle directamente no era una opción viable; conocía a las personas y se conocía a sí mismo, sabía que cuestiones de índole semejante no se suelen sacar con una simple pregunta. Decidió seguir observando a su compañero un tiempo más, mientras lograba hallar la manera de descubrir lo que estaba pasando.

 

Cuando el pelirrojo llegó al apartamento - casi llegada la tarde - Raoul no se guardó para nada la expresión de su rostro al verlo acompañado de una pequeña mujer. Bastante hermosa a su parecer.

 

- ¿Se puede saber quién es ella Katze?

 

- Es la mujer que te dije que conseguiría.

 

- ¡Hola, mi nombre es Mimea! ¡Mucho gusto! – Exclamaba la pelicastaña luego de haber levantado la mano muy animosamente.

 

El ojiverde suspiró con suavidad.

 

- ¿Y de dónde la sacaste? ¿Del parvulario? – Le preguntó al pelirrojo directamente tras aquel emotivo saludo.

 

- ¡Oye! ¡Tengo veinti…! – Intervino Mimea, pero se calló enseguida, dándose cuenta de que estaba punto de revelar uno de los secretos mejor custodiados de una mujer – Soy universitaria – Espetó a modo de berrinche mientras se cruzaba de brazos. 

 

- La conocí ésta mañana en un local de comida rápida… - Confesó el pelirrojo y el rubio sólo alzó una ceja.

 

- Es un restaurante familiar – Agregó Mimea – Trabajo medio tiempo por petición de una amiga.

 

- Eres bastante humanitaria por lo que se ve… - Raoul se alejó unos momentos, regresó con su chequera y comenzó a llenar un cheque – Sea lo que sea que te haya dicho Katze olvídalo. Aquí tiene señorita Mimea, por las molestias causadas.

 

- Raoul, no te precipites - Mencionó el pelirrojo ante la acción de su amante.

 

- Ya le dije al señor Katze que los ayudaré sin pedir nada a cambio – Declaró Mimea.

 

- ¿Por qué? ¿Acaso tienes complejo de monja? – Raoul insistía.

 

- No de monja precisamente… digamos que si de Cupido – Algo de emoción cubrió a la joven – Admito que cuando me enteré del porqué lo hacían, me convencí de que tenía que ayudarlos… Después de todo, tengo un amigo cuyo corazón está roto… - Recordando a Riki y su situación sentimental - No pude hacer nada por él… por eso, estaría encantada de poder ayudarles – La determinación de Mimea se transmitía a través de sus ojos claros.

 

De nuevo Raoul fue presa de un suspiro, más que de tedio, lleno de incomprensión.

 

- Hay que ver… las mujeres y sus sentimentalismos. No esperan para volverlo todo un drama – Se dirigió al pelirrojo - Está bien Katze. Seguiré tu plan – Dijo finalmente el Am.

 

El pelirrojo celebró internamente la aceptación por parte de Raoul. Por lo menos tendría un dolor de cabeza menos… O eso esperaba.

 

***

 

El día de la cena con William llegó. Mimea estaba contenta pues Raoul le había llevado a comprarse un vestido bastante elegante – y costoso.

 

- “Quién lo diría… si mis amigas de la academia me vieran, se morirían de la envidia” – Gozaba de su suerte – “…Pero si Jenna me viera, se le destrozaría el alma…” – De sólo pensar en su novio, se sintió la peor persona del mundo – Más aún así, fue lo suficientemente astuta como para continuar con la farsa.

 

- Y bien Mimea ¿Dónde conociste a mi hijo?

 

- ¡Eh! … “¿Dónde…?... Uwa… se me olvidó lo que tenía que decir… ” – Mimea se puso blanca como un papel – Esto… ¡En el cine! – Soltó, sin meditarlo siquiera.

 

- ¿Cine? - A William eso lo tomó desprevenido ¿Desde cuándo su hijo iba al cine?

 

- … - La cara de Raoul era todo un poema.

 

- ¡Si…! El señor… digo, Raoul entró a la misma función que yo. Estábamos sentados un poco distantes a pesar de que la sala estaba toda vacía, ya que la película tenía tiempo en cartelera y no era muy buena que digamos… entonces yo me asusté en una de esas escenas terroríficas ¡Pegué un grito bastante fuerte! Y creo que me puse a llorar…- Dramatizaba todo – Raoul se acercó y me preguntó que si me encontraba bien mientras me tendía un pañuelo… se lo agradecí y desde ese momento, supimos que éramos el uno para el otro  – Llevada por los nervios, comenzó a contar una de las escenas románticas de los dramas que veía por la televisión.

 

- Así pasó exactamente – Dijo Raoul, certificando los hechos. Le parecía absurda y dramática la versión de la chica, pero ya no había marcha atrás.

 

- Vaya, que interesante señorita Mimea…

 

- ¿A qué si? – Sonrió, encantada con ser el centro de atención y tener la disponibilidad de todos los postres del menú.

 

- Mi hijo me había comentado que eras una chica tímida, pero a mi parecer eres todo lo contrario.

 

- ¡Eh…! – Mimea de nuevo se puso helada – Lo soy… es que… suelo comportarme así cuando estoy nerviosa.

 

- Ya veo… pero no tienes porque estar nerviosa querida Mimea. Aquí nadie te va a hacer nada – William a pesar de sonreír un poco, su tez no dejaba de transmitir seriedad – Eres una chica bastante hermosa y joven, estoy muy feliz… y bien Raoul ¿Cuándo es la boda?

 

Mimea se puso de colores.

 

- Padre, es muy apresurado pensar en eso – Raoul estaba molestándose por el modo en que estaban poniéndose las cosas.

 

- ¿Por qué? Si ya han intimado pienso que es lo más apropiado – Continuó el mayor mientras miraba fijamente a su hijo.

 

- ¡¿Eh…?! – Mimea no podía creerlo – “¿Ca…casarme con Raoul? Pero si lo acabo de conocer y es homosexual… ¿Y el pobre de Jenna?... ¿En qué momento me metí en éste embrollo?”

 

- Deben irlo pensando.

 

Katze había estado toda la noche ansioso, no sólo porque esperaba que William se tragara el cuento, sino porque conocía a Raoul y sabía que en uno de sus instantes de sinceridad desmedida, podría acabar revelando toda la verdad. Mientras esperaba y especulaba lo acontecido, fumaba y movía sus extremidades como llevadas por un tic nacido de aquella inquietud.

 

Cuando se dio cuenta de que iban saliendo del local, trató de vislumbrar la facción del mayor de los Am. Al parecer, el rubio se hallaba sereno, lo cual demostraba que todo había salido cómo lo habían planeado… exceptuando por una cosa que en ningún momento se planeó: Raoul se acercó hasta Mimea y le plantó un beso en los labios.

 

- “¿Qué se supone que está haciendo?” – Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para quedarse viendo la escena sin hacer nada al respecto. Arrojó lo que le quedaba del cigarrillo al suelo, junto al resto que se acumulaba en sus pies y lo pisó con enojo.

 

- Se lo creyó. Con lo de ésta noche, mi padre no me molestará, por lo menos por un tiempo – Confesó Raoul mientras se subía al vehículo.  

 

Durante toda la travesía en que fueron a llevar a la chica hasta su hogar, el silencio reinó dentro del automóvil. Mimea no quiso ser abusiva al preguntar, eso y la impresión del beso dado por el ojiverde, aún la tenía fuera de órbita.

 

- Gracias por traerme. Esto… Si hay algo en que pueda ayudarles, no duden en llamar.

 

- De acuerdo Mimea. Gracias por tus servicios – Contestó Raoul.

 

De nuevo iniciaron la marcha y el silencio sobrevino entre ellos.

 

- Estaba pensando que sería una buena idea enviar a Mimea a recibir clases especiales. Podría aprender un poco sobre protocolo y modales en la mesa. Hay muchas academias de esas en Tanagura. Estoy seguro de que con eso, no despertará ninguna clase de duda en mi padre.

 

- Podría ser…

 

- Supongo que tendremos que vernos más a menudo.

 

- Así es…

 

- ¿De verdad te parece bien?

 

- ¿Tenías que besarla? – Exclamó el pelirrojo ante su incógnita.

 

Raoul se permitió un silencio breve para sonreír internamente. Sabía que la repentina amargura de Katze se debía a aquello.

 

- Pensé que se vería más realista ¿No era esa la idea en primer lugar?

 

Katze se apartó del camino y estacionó el vehículo, Raoul pensó que era para poder concentrarse en la conversación sin las distracciones de ir tras el volante.

 

Pero el pelirrojo no arremetió con palabras, le atrajo con sus manos y le besó profundamente.

 

- Ésta noche me quedo en tu departamento – Fue la declaración del pelirrojo tras aquel beso tan húmedo.

 

El Am tuvo que aguantarse una pequeña sonrisa que estuvo a punto de exteriorizarse a través de sus labios. No era lo que había planeado, pero el beso con Mimea le había dado más de lo que había estado buscando.

 

En cuanto abrieron la puerta del departamento, Katze volvió a demandar atención por parte del rubio; Raoul se dejó hacer, degustando el ardiente furor que solamente podía despertar una chispa de celos.

 

Más luego de realizar el coito, la sensatez y la angustia volvieron a la mente del pelirrojo. Quedarse en casa del rubio le pareció inoportuno. Se sentó en la cama, para buscar de ponerse las ropas, haciendo el menor ruido posible.

 

- Espero que estés pensando en ir al baño – Advirtió el rubio - ¿No te irás cuando dijiste que te quedarías toda la noche? ¿O si lo harás Katze?

 

No tenía que verlo a la cara para saberlo, su tono de molestia era bien conocido por el pelirrojo.

 

- Dime la verdad Katze.

 

La verdad.

 

Había estado ocultando la verdad por tantos años que ya la sentía parte de sí mismo.

 

- Raoul… yo… - La palabras se le atoraron en la garganta.

 

- Anda, dímelo. Confiesa que dijiste qué te quedarías con el único propósito de que te abriera las piernas – Insistió.

 

Katze se volvió de inmediato, hallándose con aquel ceño fruncido que también estaba habituado a observarle.

 

- No soy un jovenzuelo al que tengas que estar engatusando para conseguir placer – Continuó el ojiverde – No uses esos juegos conmigo, Katze.

 

- Estás equivocado – Se llevó la mano derecha al sitio en donde se halla el corazón - No pienses tan mal de mí Raoul… - Le espantaba que el rubio pensara que se estaba aprovechando de él – Además, no necesito mentirte de esa manera para tenerte entre mis brazos.

 

- Así es, no lo necesitas.

 

De nueva cuenta, Katze se acostó en el colchón y tomó una de las manos del ojiverde entre las suyas, besándola con sumo cariño.  

 

- Está bien. Si tanto lo quieres, me quedaré contigo ésta noche.

 

Volvieron a abrazarse y a entregarse a la dulzura propia del amor.

 

- “Tal vez si le digo toda la verdad, puede ser que me entienda…” – Quería creer Katze desde el fondo de su corazón.

 

Después de todo, Raoul no tenía ni idea de que Katze era informante directo de su padre.

 

Ni mucho menos el verdadero motivo por el que había aceptado el trabajo desde el principio…

 

Esas preocupaciones eran los que lo refrenaban a quedarse definitivamente en su casa, pues en cierto modo, lo hacían sentirse inmerecido de aquel gran amor.

 

Pero por aquella noche y las que siguieron, el pelirrojo mantuvo el silencio, dejándose arrastrar por la deliciosa y falsa quietud que siempre generan las mentiras. 

 

***

 

Luego del que programa saliera al aire, Riki solía salir con sus compañeros a despejarse un poco. En esos momentos olvidaban que formaban parte de una competencia y que en cualquier instante, se enfrentarían unos a otros.

 

- Oye Riki ¿Quieres bailar? – Le invitaba Rourke.

 

- Eh… - La invitación lo tomó por sorpresa.

 

- Vamos Riki ¡Ve a divertirte! – Prácticamente Celeste lo empujó para que se animara a ir con el pelicastaño – Por fin solos – Le comentó a Norris.

 

- Je je – El rubio sonrió un poco.

 

- Oigan, yo también estoy aquí – Exclamó Sid, quien no se sorprendería si al final acababa bebiéndose solo sus copas.

 

Riki siguió a Rourke hasta la pista de baile. Tenía tiempo sin bailar y pensaba que no tenía nada de malo, pues hacía rato que volvió a la soltería…

 

Al principio el pelinegro se sintió un tanto fuera de lugar, pero a medida que transcurría la canción, sus movimientos limitados y un tanto mecánicos, fueron soltándose hasta que pudo entregarse por completo al baile.

 

- Tengo que admitirlo Riki, eres un buen bailarín.

 

- Tú no te quedas atrás Rourke.  

 

Esa noche era para divertirse y el pelinegro estaba dispuesto a ello. Rourke sacudió sus cabellos y se quitó la camisa, avivado por el momento. Riki no pudo aguantarse la impresión, un torso bien formado iluminado por el sudor, despertaba de a poco su libido dormida a punta de trabajo y una que otra masturbación en solitario.

 

La falta de hombre le llenó el cuerpo moreno, motivándolo a menearse de una manera un poco indecorosa. Rourke se deleitó con el baile de Riki y se aventuró a acercarse más a él. A lo lejos, Celeste y los otros veían con interés a los hombres divirtiéndose en la pista.

 

- ¿Creen qué Riki caiga? – Preguntaba Celeste, quién conocía las mañas de aquel Casanova.

 

- Diez mil a que Riki cae – Emitió Sid sin dudarlo siquiera un segundo.

 

- Quince mil a que Rourke logra que Riki caiga – Contraatacó Norris.

 

- Así no funcionan las apuestas Norris – Mencionó la chica, indispuesta a formar parte del juego.

 

La puerta se abrió y mientras uno de los hombres se movía con extrema soltura en la estancia, el otro ejecutaba cada movimiento con precaución. Actitud propia del que se encuentra en un sitio que le es ajeno.

 

- Siéntete como en casa.

 

Muy a pesar de sus palabras, Riki permaneció quieto, observando como Rourke abría la nevera y sacaba unas bebidas.

 

- Tenía la impresión de que bailabas – Confesó el pelicastaño mientras le pasaba una de las botellas – Pero no tenía ni idea de que tan bien.

 

- ¿Y cómo llegaste a tener esa impresión?

 

- Pues… tus caderas te delatan Riki.

 

El pelinegro tuvo que guardarse un gesto divertido, sabía que Rourke lo miraba pero no sabía que al punto de desentrañar los misterios que sólo el cuerpo es capaz de comunicar.

 

Rourke volvió a empinarse la botella y su cuello tostado en cuya base se extendían los amplios hombros, fueron el nuevo martirio de Riki.

 

- ¿Sucede algo?

 

La pregunta se quedó sin respuesta. El mestizo de los cabellos negros se acercó hasta el otro en busca de su boca, angustiado por el apabullante placer que sentía en aquel momento. Rourke se atrevió a llevar su mano hasta la cintura de Riki y éste, llevado por ese atrevimiento que se despierta con el deseo, guió la mano hasta su trasero.

 

Mientras se besaban y acariciaban, poco a poco fueron hasta la habitación, cuya cama de considerable tamaño, sobreentendía que las noches en solitario del hombre debían ser pocas o ninguna.

 

Una a una las prendas fueron retirándose como una presencia indeseada. La melodía de las respiraciones agitadas inundaba no sólo el cuarto sino la cabeza de Riki, el calor que nacía de su cadera le arrancaba gemidos un tanto lastimeros, decantados de a poco sobre los labios de Rourke que insistían en buscar más de sus besos. El pelinegro cerró los ojos y se permitía arrastrarse por la fantasía; en ese ensueño, era otro el que le arrancaba aquellos dulces gemidos, era el otro que le tocaba obscenamente sus partes íntimas.

 

El placer era tan intenso que le alimentaba las ansias que tenía desde hacía semanas, unas ganas profundas de correrse en una potente descarga. Pero no podía contenerse más… aquel nombre luchaba por salir de su boca como una ráfaga convulsa…

 

- ¡Basta Rourke! – Retiró al muchacho de su pelvis.

 

- ¿Qué pasa Riki? ¿Te lastimé?

 

- No… nada de eso… No tiene que ver contigo – Se llevó las manos al rostro, se lo estrujó un par de veces – Disculpa… pero no puedo.

 

- Está bien.

 

- ¿Me podrías decir en dónde está el baño?

 

- Si, claro.

 

Mientras se lavaba la cara Riki meditaba sobre lo ocurrido en la habitación. En todo momento había estado pensando en Iason. Volvió a cubrirse el rostro, la sensación a la que tenía rato huyéndole, de nuevo volvía a apoderarse de él y no tenía nada de benevolencia.

 

- Supongo que no puedo si no es contigo… - Sonrió, pero luego pensó que era patético por sentirse de aquel modo a esas alturas.

 

Debido a que ya era algo tarde, Riki se quedó a dormir en el apartamento de Rourke. El sofá a pesar de poseer comodidad más allá de su estilo moderno, no fue capaz de proveerle el sueño tranquilo que la añoranza hacia el rubio de ojos azules le había quitado.

 

A la mañana siguiente el delicioso aroma de un desayuno bien elaborado, le acarició las fosas nasales.

 

- Eres mi invitado. Déjame que te cocine algo delicioso.

 

Riki veía al cocinero desplazarse en la cocina con total parsimonia, ya que el mismo le pidió que le dejase atenderle.

 

- Así que éste es el famoso desayuno que les preparas a todos tus amantes – Fueron las palabras de Riki tras ser servido.

 

- Pues… si  – Una sonrisa se dibujó en su rostro.

 

- Sabe bien – No quería halagarle demasiado comunicándole que le parecía delicioso – Ya me imagino… de seguro te jactarás con los muchachos de que me llevaste a la cama – Riki no se guardó su pensamiento.

 

- Sabes que ellos son mus insistentes cuando quieren saber algo. Pero diré únicamente lo que quieras que diga.

 

- Diles lo que te de la gana – Mencionó luego de haber chistado.

 

Rourke rió un poco, sin embargo, adoptó un semblante más serio para la pregunta que deseaba formular.

 

- ¿Es por alguien que aún quieres?

 

- ¿Eh?

 

- Que no quisiste que nosotros intimáramos…

 

Riki se ruborizó levemente, al acordarse de Iason, su corazón había acelerado el ritmo de su palpitar.

 

- Entiendo. No te agobiaré más con mis preguntas – Rourke siguió comiendo – Que envidia de verdad… siento envidia de ese que te tiene tan amarrado.

 

- Nadie me tiene amarrado – Riki bufó – Además no deberías envidiarlo. Es un sujeto presumido y mimado que no sabe ni freír un huevo.

 

- ¿Para qué? Estoy completamente seguro que tú hacías todos esas cosas por él con total devoción – Mencionó el pelicastaño con los ojos cerrados, demostrando así la seguridad que tenía ante sus palabras – Por eso los cocineros solemos juntarnos con personas así, que son capaces de incendiar la cocina pero que aprecian nuestras dotes culinarias mucho más que los más exigentes comensales.

 

- Es verdad - Pensó – Para nada me molestaba atenderle… Me gustaba cocinarle y ver como se comía todo lo que le preparaba… - Una sonrisa se dibujó en sus labios tras evocarlo – Eso me hacía feliz…

 

Rourke se sorprendió, era la primera vez que veía una sonrisa tan cándida.

 

- Si que lo quieres.

 

- ¡Rourke…! – Iba a quejarse, se sentía muy avergonzado de exponerse de tal manera.

 

- Escucha Riki: No voy a meterme en tus asuntos. Pero por más que se quiera, no se puede ocultar lo que es verdad.

 

Las palabras de Rourke estuvieron hostigándole el resto del día, incluso en el estudio. El pelicastaño se las arregló para que los demás no molestaran a Riki con preguntas o comentarios sugerentes y el pelinegro le agradeció por eso. Lo cierto era que el debate de su mente lo tenía absorbido.

 

- ¿Listo para perder Riki? – Espetó Kirie con petulancia, pero Riki estaba tan enfrascado en sus ideas que ni se percató de su presencia - ¿Qué acaso eres sordo?

 

- Ah… eres tú – Y siguió en lo suyo.

 

Kirie se mordió los labios de la rabia. Se retiró con la frente el alto.

 

- Pero hoy me vas a pagar caro todos tus desplantes Riki… ya lo verás… - Una sonrisa siniestra se formó en su blanco rostro.

 

El programa dio inicio y el desafío fue puesto a la orden. Los participantes se movían de un lado a otro bajo el ritmo propio de la cocina.

 

Riki trataba de concentrarse en su labor, pero lo acontecido en casa de su compañero, lo tenía sumamente agobiado.

 

“Pero por más que se quiera, no se puede ocultar lo que es verdad”

 

Tenía que admitir que a pesar del tiempo y de la distancia, lo que sentía por el Mink se mantenía vívido, incólume, como si no hubiesen pasado jamás por una ruptura. No teniendo sentido su insistencia en que dicha pesadumbre diaria se trataba de un mal de amores que le estaba durando más de lo debido, pero igualmente siendo cierto – al menos creyendo que así era – que Iason no deseaba verlo ni en fotografía.

 

El pelinegro verificó el horno y se dio cuenta de que éste se hallaba apagado.

 

- Que raro, si yo lo encendí.

 

Tras un par de intentos más, el mismo logró encenderse.

 

- Parece que hoy no es un buen día para el concursante Riki – Comentaba la presentadora.

 

No había tiempo para disponer del horno de sus colegas, después de todo, se trataba de un show completamente en vivo.

 

- Por otro lado, Kirie se siente bastante confiado – La presentadora narraba su punto de vista mientras que las cámaras enfocaban al mencionado desempeñándose en su sitio de trabajo – Pero otros no se quedan atrás…

 

De pronto, hubo un estruendo acompañado de una humareda que se apoderó de gran parte del set.

 

El rubio permaneció expectante desde el primer indicio en que algo inesperado había ocurrido.

 

- ¡Esto es terrible! – Anunciaba la presentadora completamente alarmada - Al parecer se ha producido un incidente… hay humo por todos lados y se desconoce si hay o no heridos.

 

- No puede ser… - Iason miraba a través de la pantalla las imágenes borrosas de la cámara, pues a pesar de todo, seguían transmitiendo.

 

Ya no parecía que estuviera viendo un programa de cocina, sino un programa de noticias de último minuto. La presentadora relataba como podía los hechos, se veía como la gente iba de un lado al otro, perdiéndose entre un ambiente difuso.

 

No tardaron en informar que uno de los participantes había tenido un percance con uno de los hornos y debía ser enviado inmediatamente a urgencias…

 

Iason no quería creerlo…

 

Al que llevaban en la camilla de la ambulancia no era otro más que Riki… su amado Riki.   

 

 

 

   

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Ya sabía que el silencio de mi musa, se debía a que iba a traer algo picante o más bien, algo “explosivo” je je (inner: *Es shock* :O) Bueno! Ya saben lo que dicen? No puede ser ank sin uno o dos “Kaboom!” X,D (inner: Deja tus chistes crueles para otra ocasión!!… ¡¡No queremos mas explosiones de ningún tipo!! x.x ¡Dime que Riki está bien!) Emmm… Nadie quedará en coma, eso puedo asegurarlo ;) (inner: Más te vale!!! U____U Aparte de eso ¿Cómo te atreviste a meter ese RourkexRiki? ¿Quieres que me de un infarto????!! Òwó) je je sabes que esa pareja me gusta un poco… no pude resistirme xP (inner. No hay excusa!!! Dx) oh vamos, que al menos en los fanfics el pobre de Rourke puede tener su momentico romántico con el mestizo más cotizado de todos n_n Y claro! Tenía que enlazar a la Mimea con Raoul como fuera xD (inner: y ese beso!... definitivamente en éste capi todos andaban fuera de sus cabales ¬¬#) esos son momentos de debilidad… de debilidad de mi mente, que la pongo a cavilar demasiado ja ja xD (inner: ¬¬Uuuuu) En fin, a todos muchas gracias por leer y por cualquier opinión que deseen expresar a través de un rr n___n Besos azucarados!! Bye Bye!!

 

 


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