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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

 

 

Hola hola a todos los amantes del ank y de la cursilería empalagosa!!! :D *vestida de cupido y lanzando pétalos de flores* no hay nada más romántico que deleitarnos un día tan mágico y especial, leyendo un capi de nuestro fanfic favorito en toda la galaxia :B (inner: Oye, bájate de esa nube pajarraco, qué te asegura que esto es el fanfic favorito de alguien y de paso, más allá de los niveles estratosféricos? ¬¬) bueno… al menos, admitamos que tenemos parejas enamoradas que se aman con todo, todito su corazón!!! *Niveles de romance al ciento por ciento*… eso es lo que vale en San Valentín y por eso vale la pena leerlo hoy y más porque me he dedicado en la narrativa bañada en almíbar!!! *_* (inner: bueno, en eso estás en lo cierto :3 *murmullando* aparte que si con eso actualizas, no podemos quejarnos ¬.¬) OH!!! TODOS LO SABEN, NO HAY NADA COMO EL DULCE, DULCE AMOR!! 0*///W///*0 (inner: ok, suficiente… vayamos al capi ¿Quieres? ¬¬UU)

 

 

 

 

 

Cuando le dejaron ingresar a la habitación en dónde se encontraba el Mink, Riki sintió que el alma le retornaba al cuerpo; hallándole consciente, como si nada hubiera ocurrido. Aquella, su imagen impávida y bizarra, propia de su naturaleza, jamás le pareció tan sublime y digna de ser agradecida a los cielos.

 

 

- ¿Cómo te sientes? – Se sentó a su lado en la cama. 

 

 

- Mejor - El rubio luego de percibir su preocupación, añadió con sutileza: - Ahora que estas aquí.  

 

 

- Pensé que te había dado un infarto – Mencionó con seriedad y vestigios de temor.

 

 

- Pero qué dices. Apenas tengo treinta años.

 

 

- Esa posibilidad no se descarta. Cada vez son más comunes los casos debido al estrés… - Indagó - Dime ¿Qué fue lo que ocurrió? Me dijeron que habías sido envenenado ¿Cómo es eso posible?

 

 

- El médico exagera. Simplemente comí algo que me cayó mal. Es normal que luego de del lavado de estómago quedara como nuevo. Sabes que tengo un estómago delicado – No quería preocupar de más al muchacho.

 

 

Lo conocía, a pesar de su carácter férreo e indomable, el moreno tenía un corazón quebradizo. 

 

 

- Con que es así… - Riki trataba de apaciguar los vestigios de preocupación que aún anidaban en el interior de su pecho - ¿Comiste algún alimento en mal estado? No es propio de ti ser tan descuidado Iason… - Suspiró con fuerza - ¿Quién lo diría? Así como luces, nadie pensaría que eres tan frágil.

 

 

- Oye, no soy una máquina. Es natural que cosas como esa me puedan llegar a suceder…

 

 

- De todos modos  - Le interrumpió. Hizo una pausa, adquiriendo un tono más dulce – Iason, de ahora en adelante, lo mejor será que sólo comas en casa... o cosas que haya preparado yo personalmente. Lo que te gusta y que no, a lo que eres alérgico… No es por alardear, pero conozco más de ti que cualquier otra persona, cuidado sino más que tú mismo – Tomó la mano del rubio y la sostuvo sobre su mejilla. Sonrió - ¿De acuerdo mi amor?

 

 

- ¿? – Su comentario lo hizo extrañarse - A propósito ¿No mandaste a mi oficina una caja de dulces?

 

 

- No ¿Por qué? – Alzó una ceja, extrañado por la pregunta.

 

 

- Por nada en particular. Olvídalo – Desvió el rostro.

 

 

Con ello se dio cuenta de que Riki no había sido el que le había enviado aquellos dulces rellenos… pero entonces ¿Quién y por qué motivo?

 

 

- Jojo… Ya sé lo que pasa aquí – De nuevo, una amplia sonrisa engalanó su tostado rostro - Quieres que tenga contigo esa clase de gestos cursis ¿Es eso?

 

 

- Pues… no sería mala idea – Admitió, puesto que le encantaba que su relación fuera de dominio público.

 

 

- Eso si, lo haré si me envías rosas al set. De ese modo, los molestos de los homofóbicos tendrán de qué hablar y las muchachas, dejarán de echarme en cara las flores que les dejan sus acosadores en la entrada de la emisora – Porque estaba harto y celoso de la atención que les ponían a las mujeres que participaban en el programa.

 

 

- Podría meterme en un lío con tu club de fans.

 

 

- ¿De qué hablas? ¡Si ellos te adoran! Mi representante me ha dicho que hasta ya han fundado un club en tu nombre… 

 

 

- ¿Ah si? Aunque sólo me importa ser idolatrado por una sola persona – Le arrojó una tierna mirada.

 

 

- Ah… ¿Y de quién se trata? – Se hizo el desentendido.

 

 

Para que no lo quedara duda alguna, el ojiazul le tomó de la barbilla y delicadamente le guió hasta sus labios. A través de un cándido beso, se transmitían las más profundas de las emociones. Iason sabía que Riki le pertenecía y Riki, se entregaba como nunca en los contactos más sublimes, como un simple roce o como ese ligero beso en los labios…

 

 

- Iason… – Ablandó su expresión. Su cara presentaba una notoria coloración - No debes comer más que lo que yo te prepare ¿De acuerdo? – Reiteró.

 

 

- ¿Son esos los celos de un cocinero?

 

 

- Es por prevención - Añadió Riki para una vez más, tomarle de la mano y sentir aquella tibieza - Realmente me preocupé… cuando me avisaron que estabas en el hospital – Musitó.

 

 

Ahora era el lado sumiso de Riki el que le hablaba. Aquella recóndita parte de su ser que solamente afloraba con el rubio; la que no se apenaba de mostrar sus ansias de afecto…

 

 

- Por casi me muero al pensar que algo malo te había ocurrido… incluso ahora, mi corazón continua latiendo como un loco…

 

 

Para que lo comprobara, Riki llevó la mano del hombre hasta su pecho, en donde Iason pudo percibir lo agitado de su palpitar.

 

 

- ¿Lo sientes? – Sonrió con levedad – Es la prueba de que late por ti…

 

 

- Ya estoy bien - Ante la actitud tomada por el más joven, susurró - Ven aquí, amor.

 

 

El pelinegro obedeció, llevado por aquel seductor tono de su voz...

 

 

Cerró los ojos y se dejó llevar… La manera en que aquellos fuertes brazos lo envolvían, lo hacían sentirse seguro, incapaz de desligarse del lazo que los unía, mucho más allá de los límites de sus respectivos cuerpos.

 

 

Para ellos, un instante tenía el mismo peso de la eternidad; podían trasladarse a tiempos remotos compartidos, a modo de recuerdos o extenderse hacía adelante, imaginándose el prometedor futuro que les aguardaba estando juntos.

 

 

Todo a partir de la sutileza profunda que generaba un abrazo, un beso… 

 

 

Por suerte, lo sucedido a Iason, no había pasado de un terrible susto.

 

 

Le darían de alta ese mismo día y ante la insistencia del manager – No dejaba de llamarle al móvil –, Riki tuvo que volver al set de grabación a continuar lo que había dejado, debido al llamado de emergencia.

 

 

- No debiste irte así. Están enojados contigo. A éste paso, serán más tus enemigos que tus aliados aquí en el set.

 

 

- ¿Y qué esperabas? No sabía la gravedad del asunto. Suficiente he tenido ya con la horda de reporteros que me atacaron al salir del hospital… Por casi arrollo a uno de esos tipos – Se molestaba de sólo recordar la ofensiva pregunta de qué si Iason, se encontraba recluido por una enfermedad de origen sexual. 

 

 

- A todas estas ¿Cómo se encuentra Iason? 

 

 

- Él está bien. Gracias a los cielos sale hoy mismo. Los médicos quieren mantenerlo en observación unas horas más, por si acaso – Pese a que se trataba de unas cuantas horas, su deseo de volver a verlo, se acrecentaba ostensiblemente a través de sus mejillas ardiendo.

 

 

- ¿Te sientes bien Riki? Te has sonrojado de pronto.

 

 

- No es nada que un poco de maquillaje no pueda solucionar… “Demonios, quiero verlo cuanto antes. Que me abrace y me bese hasta que pierda el aliento… ¡Uwa! Es como si fuera una chicuela enamorada” - Encendió un cigarrillo, buscando de dispersar sus pensamientos.  

 

 

- No deberías de fumar tanto… o al menos no hacerlo en lugares públicos – Comentó a modo de dato – Eso puede hacer que pierdas encanto frente a algunos admiradores.

 

 

- Tsk. Ni que me importara mucho el rollo de ser famoso – Luego de unos toquecitos, la ceniza del cigarro cayó, ligera en el suelo.    

 

 

- Pero debería importarte al menos, la molestia que generas en los demás ¿Has escuchado de los fumadores pasivos o de la zona para fumadores?

 

 

Kirie se hubo acercado y no dudó en meterse con el pelinegro.

 

 

- Eh… pero si aquí tenemos al angelito que no rompe ni un plato – Sostuvo Riki el cigarrillo con los dientes, desafiante.  

 

 

- Aunque ¿Cómo vas a pensar en la salud de tus colegas, si no te importa dejarlos varados en plena grabación? – Se encogió de hombros - ¿No te has dado cuenta del peso que tienen tus imprudentes acciones en los otros, Riki?

 

 

Aquel tono que usaba para hablarle…

 

 

 El pelinegro demostró su incordio aplastando por demás el cigarro con sus dientes y luego, arrojándolo al suelo.

 

 

- Riki… Lo mejor será que te apresures y evites más problemas - Llamó por lo bajo su manager, conociendo de antemano el poco control en el otro – Tú también Kirie. Suficiente se ha atrasado el itinerario del programa.

 

 

- No te preocupes – Sonrió – Al menos yo si sé lo que es deberse al público.

 

 

Se dio la vuelta, pero daría apenas unos cuantos pasos, para detenerse y de nuevo girarse; como quién olvida decir algo muy importante y que no puede ser aplazado por más tiempo.

 

 

- Ah, por cierto Riki – Una perversa sonrisa se dibujó en su fino rostro - No se murió tu novio ¿O sí?

 

 

Riki quedó helado. La manera en que lo había mencionado…

 

 

En su comentario jocoso y malintencionado había un trasfondo…

 

 

- ¿Qué dices? – Se acercó a grandes zancadas, hasta quedar casi rozando al de ojos bicolores.

 

 

- Los programas de chismes no han parado de comentarlo desde que se enteraron. Las redes sociales han estado a reventar desde que te fuiste del set… Es increíble lo rápido que se riegan ésta clase de noticias y el alboroto que se logra armar por la más mínima cosa… Dime ¿No te sientes feliz Riki? Bueno o malo, al final se trata de publicidad. Deberías estar agradecido, en éste mundo, la atención que pongan en ti, es lo que más importa – A pesar de que tenía el pelinegro de frente, arrojándole una profunda mirada, Kirie tenía la determinación de llegar hasta el final con sus palabras – Y luego de lo que pasó con tu noviecito, hablarán bastante de ti… 

 

 

- ¡Kirie, ya basta! – Trató de intervenir el representante. 

 

 

- Ten cuidado con lo que dices niñato – Riki le amenazó.

 

 

- ¿Acaso tu novio tiene enemigos que quieran hacerle daño? – Prosiguió, sin darle importancia a la amenaza recién hecha - ¿Cómo una ex pareja celosa? ¿O por fin tu mala comida ha terminado haciéndole daño? Porque no todos los días se reciben dulces envenenados… Deberías tener cuidado Riki, a lo mejor el próximo en recibir un atentado, seas tú... ¡No, espera! - Sonrió con mucha mayor maldad - ¡Si tu recibiste uno hace nada que sólo te costó unas cuantas quemaduras! De verdad, yo que tú, tendría bastante cuidado; no se sabe cuándo los hornos puedan volver a fallar...

 

 

Las palabras dichas por Kirie junto a las mencionadas por Iason durante su visita en el hospital, lo hicieron meditar y atar cabos…

 

 

Ahora entendía a qué se refería Iason con los de los dulces que le habían llegado a la oficina… ¡Nadie más sabía de ello!

 

 

- Tú... - Riki no se aguantó y lo tomó con violencia de las ropas - ¡¡Tú eres el culpable de lo que nos pasó!!

 

 

- No deberías acusar a la gente sin pruebas Riki. Eso es difamación - Pero de su rostro no se iba aquella sonrisa oscura.

 

 

- Escúchame bien cretino: Si te metes conmigo es una cosa, pero si te metes con mi hombre, de ti no quedará ni el polvo… ¡¡Te lo dije muy claramente basura!!

 

 

- ¿Y qué harás? No eres más que un sucio delincuente que juega a la cocinita. Éste es trabajo para profesionales – Espetó con el mayor de los desdenes: – Deberías irte a preparar comida rápida… o atender una apestosa charcutería.

 

 

Riki lo soltó y Kirie pensó, que lo había derrotado con sus mordaces argumentos.

 

 

- “Míralo, no tiene nada que decir… lo he acabado”

 

 

No obstante, el golpe que le llegó a la cara y le partió la nariz, le hizo apartarse de su deleite.

 

 

PAM!!

 

 

- ¡MI NARIZ! - Exclamaba Kirie desde el suelo.

 

 

- Disculpa. Mi apestosa mano a veces se mueve sola.

 

 

- ¡Riki! ¿Te has vuelto loco? – Su representante no tardó en auxiliar al chico.

 

 

- ¡ERES UN SALVAJE! – Bramó el pelicastaño.

 

 

- ¡Ponte en pie si eres tan hombrecito! - Incitaba Riki con un gesto de sus manos - ¡¡Arreglemos esto de una vez gallina!!

 

 

- ¡¡Riki, ya basta!!

 

 

Los gritos de su representante no detuvieron al pelinegro, pero si alertaron al resto. Se acercaron a evitar que Riki volviera al ataque y atender a Kirie, quien tenía gran parte de su rostro bañado en sangre.

 

 

- ¡Cálmate Riki! – Norris trataba de sostenerlo.

 

 

- ¡No vale la pena! – Celeste estaba preocupada al ver a su compañero tan alterado.

 

 

- ¡¡SUÉLTAME!! ¡Voy a darle su merecido! ¡Voy a partirle la boca y a sacarle uno a uno los dientes! – Seguía luchando por soltarse.

 

 

- ¡Ya está bueno! – Rourke se acercó y de un sólo movimiento tomó al violento Riki y se lo encaramó en el hombro, puesto que era de mayor estatura y fuerza que el otro.

 

 

- ¡¿Qué haces?! ¡¡¡Bájame!!! – Chillaba colérico.  

 

 

- No hasta que te calmes – Caminó con el chico en el hombro, pero éste no dejaba de darle golpes en la espalda – Deja de hacer eso ¿Quieres?

 

 

Al llegar al camerino correspondiente al pelinegro, Rourke abrió la puerta de una patada y tras entrar, arrojó al inquieto muchacho en un sillón. Recibiendo Riki, un fuerte golpe.

 

 

- ¡Eso ha dolido! – Se quejó.

 

 

- ¿Y crees que para mí fue placentero traerte hasta aquí? – Se sobaba – Debo estar lleno de moretones. Me gusta tener de vez en cuando marcas en la espalda, pero me refiero a sexys arañazos hechos por lindos chicos… ¡Esto es excesivo! – Se ubicó a su lado y sacó una cajetilla de cigarrillos – Ah… Tienes que dejar de ser tan impulsivo Riki ¿Quieres uno?

 

 

- Nadie te pidió que te metieras – Rechazó el cigarro.

 

 

- ¿De qué hablas? Ibas a masacrar al pobre angelito. Eso en nada te va a beneficiar.

 

 

- ¿Y eso qué rayos importa? ¿De qué mierda va eso de preocuparse por lo que diga éste o aquel? ¿No entiendes Rourke? Ese imbécil no sólo me confesó en la cara que era el causante de la explosión que me mandó al hospital… el muy maldito intentó matar a Iason enviándole comida envenenada… - De sólo pensarlo, la sangre volvía a hervirle – Y sabiendo todo eso ¿Quieres que me quede tranquilo? ¿En verdad crees que puedo dejarlo impune? ¡Debería matarlo a golpes!

 

 

- …A lo mejor no fue él - Rourke jugueteaba con el cigarro en los labios – A lo mejor se adjudica los hechos para hacerte enfadar. 

 

 

- ¡Estoy seguro que él es el culpable!

 

 

- ¿Tienes pruebas?

 

 

- … - El pelinegro desvió el rostro – Pues no…

 

 

- Escucha Riki: Mi madre puede decirme que soy el mejor cocinero que existe y yo igualmente, se lo puedo decir a todo el mundo, pero eso no significa que sea verdad. Del dicho al hecho hay mucho trecho.

 

 

- ¿Entonces? ¿Debo quedarme con los brazos cruzados mientras ese imbécil hace lo que le viene en gana?

 

 

- Pues, deberías si…

 

 

- ¿Cómo dices? – Se sintió ofendido. De pronto tuvo ganas de golpear, pero a Rourke.

 

 

- Digo, deja de responder con los golpes al menos ¿Qué no te das cuenta? ¿Realmente eres tan bobo Riki? Tenía la impresión de que eras corto de mente, pero no sabía que tanto – Trataba de hacerlo entender – Estás actuando precisamente como él quiere que lo hagas. Su meta es sacarte sea como sea del programa y si sigues actuando sin pensar, vas a darle la victoria en bandeja de plata. Y no sólo eso, vas a quedar con tan mala reputación, que ni los peores restaurantes de comida rápida, te van a querer contratar.

 

 

- Eso no… - Le arrancó el cigarro de los labios al otro y le dio una gran bocanada – No voy a permitir que ese presumido arruine todo por lo que he luchado.

 

 

- Eso es. No juegues su juego Riki. Porque ahí donde lo ves, Kirie tiene años y años de experiencia manipulando a la gente… y no tienes oportunidad contra eso.  

 

 

Riki se sentía impotente. Tenía deseos de agarrar al de ojos bicolores y golpearlo, luego, cuando estuviera cansado de desquitarse con los puños, amarrarlo a su motocicleta y arrastrarlo por la ciudad mientras iba a toda velocidad. 

 

 

Si se tratara de un par de desconocidos, el tema no pasaría de algo interesante que comentar en la localidad, pero ambos eran figuras famosas y lo que hicieran, quedaría marcado…

 

 

Además, tenía que dejar de ser egoísta, de lo contrario sus actos no sólo lo arruinarían a él, sino también a Iason. Después de todo, él era un importante hombre de negocios. Tenía que comportarse a la altura de su pareja.

 

 

- Ese Riki… deberían echarlo…

 

 

Kirie, con la mano en el rostro, era ayudado por Sid, a quien le habían encomendado que acompañara al joven mientras hacían lo necesario para atenderlo.

 

 

- ¿Te encuentras bien?

 

 

- ¿Qué si me encuentro bien? ¿Qué no ves? ¡Ese bestia me partió la nariz…!

 

 

- Es cierto que Riki puede ser bastante impulsivo, pero seguramente, dijiste algo para desatar su furia.

 

 

- ¡Que se yo! No hice nada. A él le molesta todo. Deberían encerrarlo, es un sujeto peligroso ¿Sabes?… - Fue cuando se dio cuenta de que en su bolsillo se encontraba el pañuelo que le hubo dado el Mink para limpiarse las lágrimas aquel día – “Así que al final, no pude usar la cantidad necesaria para que fuera letal… Si que me gustas realmente…” – Una sonrisa se formó en sus labios matizados por la sangre – “Tarde o temprano te darás cuenta de que yo soy mejor para ti… Iason”

 

 

Inevitablemente, la antipatía propia del rubio de los ojos azules, había terminado cautivando al chico acostumbrado a tenerlo todo.

 

 

Al llegar al hospital y ser atendido, la masa de reporteros lo recibió, brindándole además una noticia interesante: Se hallaba en la misma clínica que Iason.

 

 

- “¡Oh, destino! ¿Puedes acaso ser más maravilloso?” – No dudó en llegar hasta su habitación, sin importarle el aspecto demacrado de su rostro – Hola.

 

- Pensé que había dejado muy en claro que no quería visitas que no fueran anunciadas – Espetó, siendo que estaba hastiado de la imposición de los reporteros.

 

 

- No te preocupes. No he venido a eso… ¿Me recuerdas?

 

 

- Por supuesto – Respondió secamente el rubio – Sé quién eres.

 

 

- Eso es un elogio viniendo de ti. Aunque, doy por sentado que has olvidado mi nombre – Sonrió, para luego sentarse en la cama – No te preocupes, yo entiendo.

 

 

Fue entonces cuando la atención del ojiazul, se centró en su herida.

 

 

- ¿Qué te ha pasado? ¿Has sido asaltado?

 

 

- Esto – Se señaló la nariz inflamada y cubierta con gasas – Podría decirse que si, he tenido un pequeño percance sin importancia… ¿Qué hay de ti? Escuché que alguien intentó envenenarte… - Le miró con sus ojos ágiles.

 

 

- Rumores.

 

 

- ¿De verdad? – Mencionó – Aunque, no es raro que hombres de dinero, de pronto misteriosamente fallezcan… y de la nada, todos sus bienes caigan en manos de sus jóvenes amantes.

 

 

El Mink afiló la azulada mirada.

 

 

Sabía a la perfección qué le estaba insinuando.

  

 

Ante el silencio del rubio, el pelicastaño se atrevió a hacer su siguiente jugada.

 

 

- Quiero que sepas que en todo momento, puedes contar conmigo… Iason…

 

 

Se aproximó, pero antes de que pudiera tocar descaradamente el cabello del rubio, éste lo tomó con brusquedad de la muñeca. 

 

 

- ¿Qué pretendes? – Inquirió Iason, con su tono autoritario.

 

 

- Sólo… quería ser amable – Hacía lo posible por mantener su temple, ya que los ojos afilados que le clavaba sin misericordia, lo intimidaban.

 

 

- Pues, limítate a ser amable con los que te convengan. Y yo no soy uno de ellos…

 

 

Sin embargo, en el momento en que iba a soltar al joven con cierto ademán despreciativo, entró por la puerta Riki, viendo la escena de Iason sosteniendo a Kirie; muy cerca el uno del otro…

 

 

- Riki… - Iason soltó al pelicastaño, pero con suavidad.

 

 

- ¿Qué haces? – Cuestionó Riki, en un tono neutral.

 

 

- Ah Riki… Me voy. Sólo vine a devolverle a Iason algo que me dio la última vez que nos vimos – Kirie le hizo entrega del pañuelo bordado que por primera vez mencionaba en lo que llevaba de visita – Me enteré que casualmente estábamos en la misma clínica, quería aprovechar la oportunidad… - Pasó al lado del pelinegro, que parecía haberse vuelto de piedra – No te preocupes, no pienso presentar cargos en tu contra por golpearme. Resolvamos esto como personas razonables ¿De acuerdo? – Le dio un leve toque en el hombro, para finalmente, salir de la habitación.

 

 

Hubo un breve silencio, cortado por el rubio al ver que el moreno permanecía en el mismo sitio, sin moverse.

 

 

- Di algo.

 

 

Fue como si con esa sencilla frase, Iason hubiese encendido algo dentro del chico.

 

 

Riki se agarró de los cabellos y se contorsionó un poco, como quién se aguanta un inmenso deseo de armar un berrinche.

 

 

- ¿Qué hacía “él” aquí? – Preguntó finalmente, con algo de dificultad.

 

 

Las palabras de Rourke, lo habían hecho reflexionar sobre sus ataques de ira.  

 

 

- Ya lo dijo: Vino a devolverme mi pañuelo.

 

 

- ¿Y se puede saber “porqué” lo tenía en primer lugar?

 

 

Dadas las circunstancias, el rubio le relató con mayor detalle, su encuentro con Kirie. Sobretodo lo sucedido en el baño y como, lo había encontrado llorando.

 

 

- ¿Por qué no me contaste nada de eso?

 

 

- No quería que te metieras en más problemas.

 

 

- ¿De qué mierda me hablas?

 

 

- Por favor Riki, más que nadie yo sé tu rivalidad con ese muchacho. No dejas de quejarte de él cada vez que llegas a casa. Ahora resulta que le has golpeado y sabe Dios la razón…

 

 

- … - De pronto sintió, que no tenía derecho a reclamar y que merecía esa reprimenda de su parte.

 

 

- ¿Qué pasa? ¿No me dirás que te ha hecho para molestarte tanto?

 

 

No quería contarle sobre su teoría de que Kirie era el culpable de la explosión del horno  y de su reciente envenenamiento.

 

 

- Nada – Fue su respuesta para luego, desviar el rostro.

 

 

- Sinceramente Riki. A veces, actúas como un niño. Si no te comportas, tarde o temprano vas a perder todo por lo que has luchado…

 

 

No pudo continuar, Riki se arrojó a sus brazos y lo abrazaba efusivamente.

 

 

- Tú no me digas eso… tú menos que nadie deberías decirme eso… - Temió, perder de nuevo el amor de Iason y no se apenó de demostrárselo – No te estoy reclamando por lo de Kirie… en verdad no lo hago… así que por favor, no digas cosas como “perder”… 

 

 

- Riki… Lo decía por tu trabajo. Hay veces en las que se debe ser prudente - Con sus manos le acariciaba, buscado de tranquilizarlo - Pero ¿En verdad crees que podría fijarme en otro que no seas tú?

 

 

Ante sus palabras matizadas de encanto, el moreno levantó el rostro, dejando en evidencia unas gruesas lágrimas que surcaban por sus mejillas.

 

 

- Lo entendería… No hago más que traerte problemas… Además, Kirie es más joven, él si luce como un niño… y ganó en la encuesta de la piel más bonita de la revista Noram.

 

 

- ¿Y eso a quién le importa? – Estaba maravillado; retiró con besos las lágrimas – A mí no. No me gustan los niños. Me gustas tú, un hombre hecho y derecho, con todo lo que ello implica… incluso con esa piel que me raspa cuando empieza a salirte la barba.

 

 

- Yo…

 

 

- Te amo Riki – Le tomó el rostro con ambas manos y le dijo con bastante seriedad y certeza - Aunque mi cuerpo se convirtiese en cenizas, siempre estaré contigo.

 

 

- Iason… - Sus ojos adquirieron un intenso brillo tras sus palabras - ¿Cómo es que se te ocurren cosas tan empalagosas? – Desvió su rostro, el cual se hallaba sumamente enrojecido.

 

 

- ¿En serio? ¿Te ha parecido empalagoso? – Pensó que iba por buen camino.

 

 

- En ocasiones dices cosas que no sé, de dónde las sacas – Sonrió y le miró profundamente a los ojos – Pero me gustan… Me gustan mucho… Por qué sé… que sólo me las dirás a mí…

 

 

Unieron sus labios.

 

 

Símbolo de un sentimiento inquebrantable…

 

 

- Por cierto, voy a quemar ese pañuelo – Avisó el moreno de lo más tranquilo, mientras preparaba todo para la vuelta a casa.

 

 

- Si, si… como quieras. Tengo muchos de ellos - Por nada del mundo quería contrariar a su querido moreno - “Otra cosa que me encanta de él, son sus desatinados celos y saber que sólo los tendrá por mí, es lo que lo hace maravilloso…” 

 

 

De aquella manera, la noticia de que Riki había tenido su enfrentamiento con Kirie, acabó regándose por todas partes.

 

 

- ¡Kirie!

 

 

Manon tras entrar el pelicastaño al departamento, lo primero que hizo fue aproximarse para detallar su lesión.

 

 

- Ese malnacido… - Con suavidad le tomó del rostro - ¿Cómo pudo hacerle esto a un rostro tan bello?

 

 

- Era de suponer que ya estarías enterado ¿Qué más podría esperarse de mi mayor admirador? – Apartó el contacto con desgano y se sentó en el sofá – Sé útil y sírveme un trago ¿Quieres?

 

 

- No te preocupes mi amor – Le dio la bebida y se ubicó a su lado - Conseguiré el mejor abogado.

 

 

- No es necesario. No voy a demandarlo.

 

 

- ¿Qué? ¿Cómo que no lo harás? Después de lo que te hizo, ese animal tiene que ser encarcelado. Es la oportunidad que estabas esperando.

 

 

- ¿Estás loco Manon? ¿Tienes idea del escándalo que se formaría si lo demando?

 

 

- Sería la oportunidad perfecta para sacar a ese Don Nadie de tu camino… Además, no puedo perdonarlo por lo que te hizo…

 

 

Manon depositaba dulces besos a lo largo de su cuello, mientras que Kirie permanecía inmutable, perdido en sus pensamientos.

 

 

Aún podía sentir en sus fosas nasales, el seductor y varonil aroma de Iason Mink.

 

 

Una sonrisa se formuló en la comisura de sus labios. Su imaginación le brindaba la oportunidad de hacer uso del recuerdo del Mink para su propia satisfacción.

 

 

- Házmelo… Házmelo ahora…

 

 

Tras su demanda, Manon se colmó de alegría… Pero era una alegría ilusoria, puesto que mientras le hacía el amor, en todo momento, Kirie estuvo pensado que se hallaba sumergido entre las caricias de cierto rubio de ojos azules…  

 

 

- Hay que ver que te encanta estar en el ojo del huracán, Riki. Ahora con esto te has ganado el odio de las fanáticas de Kirie.

 

 

Su agente arrojó sobre la mesa otra revista amarillista. Estaba contento de que llamara la atención de los medios, pero le parecía excesiva la falta de tolerancia del muchacho.

 

 

- Sólo ignóralo – Se encogió de hombros – Desde hace una semana no reviso las redes sociales y sigo con vida.

 

 

- Tienes talento Riki, no deberías destruir una exitosa carrera por riñas; esto no es un bar, te estas yendo de las manos de la manera inadecuada. Si de verdad quieres hacerle frente a Kirie, usa tus habilidades culinarias como el resto. Demuéstrale quién es el mejor cocinero ganando el desafío.

 

 

- Jeje... Lo sé – Sonrió - Ese mocoso se moriría de la rabia si eso ocurriera.

 

 

- Y así evitarías caer preso si te demanda por golpearlo en un lugar plagado, no sólo por testigos, sino también de cámaras.

 

 

- Sé que me pasé con eso - Riki admitió su error – Todo el mundo me lo ha estado reprochando últimamente.

 

 

- Lo importante es que ahora actuarás con inteligencia.

 

 

- Si, si... Cielos, empiezas a sonar como Iason.

 

 

- Si gracias a ello has decidido tener juicio, lo tomaré entonces como un cumplido - El hombre le sonrió cálidamente.

 

 

- Ya verás, ese estúpido de Kirie no sabrá ni qué lo golpeó – Añadió luego de carraspear: – Ejem…En sentido figurado, claro está.

 

 

***

 

 

Raoul llevaba varios minutos observando al pelirrojo descansando. Ciertamente ya se encontraba mejor de salud y eso lo tenía más aliviado. Pero la angustia que en un tiempo atrás, se anidara en su pecho, no podía arrancársela por más empeño que le pusiera en ello.

 

 

Era un temor; un angustioso presentimiento que colmaba a su corazón de congoja.

 

 

Lo peor, era que desconocía por completo el motivo o quizás, sabiendo qué se lo generaba, sufría contemplando en silencio al objeto de su querer…

 

 

El rubio se aproximó hasta la cama y seguidamente, se subió encima del pelirrojo. Más se quedó ahí, sin moverse. Sólo observándole desde su posición con un semblante en extremo robusto, muy propio del Raoul de antaño.

 

 

- ¿Qué ocurre? – Mencionó Katze ante tan repentino acto.

 

 

Desde su salida a la farmacia unos días atrás, el Am había permanecido distante. Y es que Katze era desconocedor de su sentir; en su afán por proteger lo que tenían, Raoul olvidaba lo más crucial… Los asuntos de pareja les concernían a los dos.

 

 

- ¿Raoul? – Tanto silencio de su parte, era motivo de alarma; con el tiempo había llegado a esa conclusión - ¿Qué pasa?

 

 

- Tengo frío – Sin embargo, no apartaba aquella mirada que parecía ir más allá de la simple percepción física.

 

 

El pelirrojo se entregó por completo a aquellos ojos esmeraldas, sintiendo como poco a poco, le atravesaban por entre las ropas; llegándole a lo más profundo de las entrañas.

 

 

- ¡Ah…! - Era increíble el poder que tenía sobre él.

 

 

No tenía caso ocultarlo. Por lo que, cuando el Am había deslizado sus manos por debajo de las ropas, Katze participó gustoso en el juego impuesto por el otro; dejándose acariciar y apretar la piel con bastante intensidad.

 

 

El trato experto de parte del ojiverde, no tardó en arrancar de la garganta del pelirrojo, seductores gemidos; su cuerpo se encontraba encendido, ahora por las llamas propias de la pasión.

 

 

- Ah… Raoul… - Cerró los ojos y gimió su nombre sin ningún tapujo.

 

 

Aquel fogoso abrazo llenaba más y más de deseo al ojimiel. Un deseo que ansiaba desbordar con todas sus renovadas fuerzas. Entregando todo de él sin que quedara nada…

 

 

- Oh Raoul… La verdad es que nunca he querido a nadie en la vida, pero te amo Raoul… Sólo a ti he amado – Confesaba en un dulce tono y el rubio estuvo satisfecho con sus palabras.

 

 

El hombre de la melena rizada, realmente había aprendido de qué manera debía tocarlo, para sacar a flote ese lado sumiso suyo.

 

 

Era eso o tal vez los vestigios de la fiebre lo hacían sentirse todavía vulnerable.   

 

 

- Voy a hacértelo – Susurró seguidamente el Am a su oído.

 

 

Katze asintió, presto a permitir que quebrara con su amoroso y ardiente cuerpo, lo que quedaba de su ser marchito, en plena recuperación; más luego alegó que aún estaba enfermo y que podía contagiarlo. El ojiverde se hizo el desentendido, pues continuó besándolo y tocándolo. Bajando cada vez más con sus labios, hasta detenerse en la zona del ombligo, allí descargó una serie consecutiva de besos y lamidas, que entregaron en el de ojos mieles, una nueva ola de delicias.

 

 

Con sus manos acariciaba los cabellos rubios y sus labios se curveaban… anhelando que le hiciera cuanto antes “aquello”.

 

 

Como si le hubiera leído los pensamientos, Raoul abandonó su recreación y le ayudó a retirarse la ropa íntima. Su nuevo enfoque se centró en el miembro despierto, cubriéndolo de inmediato con su mano, sintiendo su calor.

 

 

- Raoul… - Sólo quería decir su nombre una y otra vez. Y sus mejillas delataban ese grado de placer que experimentaba a tal punto, de desquiciarlo por completo.

 

 

- Estás bastante caliente… ¿Estás excitado o todavía estarás enfermo? – Hablaba sólo por hablar, al tiempo que acariciaba el rojizo vello pubiano entre sus finos dedos.

 

 

Posteriormente, reptó un dedo por entre aquella zona boscosa e introdujo la punta del mismo, en la abertura del pelirrojo.

 

 

- ¡Ah…! - Katze tensó los músculos del área perianal – Si vas a hacer eso… apresúrate. No me hagas aguantar más… - Un poco de vergüenza lo asaltó en aquellos segundos. Pudo sentir hasta las puntas de sus tetillas erguirse de un sólo golpe.

 

 

Motivado por las manos de Katze, Raoul engulló el inhiesto falo que se imponía pendenciero, dispuesto a domarlo.

 

 

El pelirrojo no tardó en llenar la habitación de encantadores sonidos, propios de la pasión, así como de mover las ardientes y robustas caderas, dispuesto a conseguir que el rubio no sólo abarcara con su húmeda boca todo lo que pudiera de su miembro viril, sino que le incrustara aquel dedo hasta lo más profundo que le permitieran sus falanges.

 

 

El sudor empezó a mostrarse en su piel enrojecida ante la intromisión de un segundo y hasta un tercer dedo. Aquel movimiento ascendente/descendente, no tardaría en llevarlo a su límite. Pero antes de que alcanzara el ansiado clímax, el ojiverde se apartó y abandonó su labor.

 

 

- Katze. Sabes que me gusta oír tu voz mientras lo hacemos… pero debemos contenernos un poco…  Es tarde. Pero si alguien nos oye, sería algo problemático - Y mientras lo anunciaba, se iba colocando en su posición, entre las nalgas del pelirrojo.

 

 

Con el glande le rozaba la entrada, ya dilatada. Poco a poco se fue metiendo en su cálido interior…

 

 

- Lo sé… ¡ah!... Lo sé… - Le agarró con fuerza por los antebrazos y le haló, buscando de atraerle, como si quisiera absorberlo a través de su húmeda piel.

 

 

Transmitiéndole a través del roce profundo de las yemas de sus dedos, lo que se contenía en su garganta.

 

 

Algún día podrían entregarse sin tener que aguantarse nada. Lo esperaba con demasía…

 

 

Y mientras iba adentrándose más y más en su carne, Raoul Am, tuvo la maravillosa oportunidad de ver el rostro sonrojado de su amante; de degustar amenamente esa parte suya que sólo le pertenecía a él y no porque su padre lo hubiera predicho o dictaminado; era de él porque así lo había decidido y continuaría siendo de aquella manera, porque estaba resuelto a jugarse la última carta en el mazo…

 

 

- ¿Te gusta? – Preguntó en un murmullo el Am.

 

 

El pelirrojo respondió una vez más con el movimiento de su cabeza. No estaba seguro del porqué de la intensidad del rubio aquella noche, pero el placer era tanto que le era imposible razonar; inclusive le temblaban los labios.  

 

 

Katze mantuvo fuertemente cerrados los ojos, inmerso por completo en su sentir.

 

 

Consciente de que el arte amatorio, era de las mayores ironías dentro de la creación.

 

 

Se buscaba con casi desgarradora desesperación, alcanzar la gloriosa cima que duraba un suspiro y que cuya majestuosidad, se quisiera perpetuar o por lo menos, obtener la capacidad de fundirse y desaparecer en aquel momento perfecto en el que la carne dejaba de ser carne, para evaporarse en el etéreo y extraordinario resplandor...

 

 

Aquella visualización tan tierna por parte de su querido, arrancó desde el interior del ojiverde un intenso deseo de posesión.

 

 

Se agarró entonces con fuerza del cuerpo desnudo bajo suyo y empezó a embestirlo con vehemencia. Katze haciendo uso de sus brazos y piernas, ayudaba en la búsqueda de una mayor compenetración. Una vez más, de su boca se escurrían deliciosos y consecutivos quejidos y junto con ellos, iba enlazado el nombre de su amor.

 

 

- Katze, sabes que también te amo… Espero que puedas perdonarme algún día...

 

 

- ¿De qué hablas…? …No es tu culpa… No es tu culpa que estemos pasando por esto… – Sentía que era incapaz de llevar el hilo de la conversación, ya que el rubio había dado con su punto bueno y se movía deliciosamente sobre él.

 

 

- … Antes de conocerte, pensaba que cosas como el amor, sólo existía en las mentes de los poetas y de las mujeres… me alegro tanto de haberme equivocado…

 

 

- Calla… – No sabía porqué se lo decía, pero prefería que se lo siguiera demostrando a través de su cuerpo. Le agarró con fuerza de la nuca y lo atrajo con rudeza – No hables y sigue así…

 

 

Suplicó, al borde del colapso…

 

 

***

 

 

Tras despertar, lo primero que hacía Katze era estirar la mano en búsqueda del contacto con su amante. Al no dar con el roce de las pieles, se convenció a sí mismo que el rubio se encontraba en el baño. Se levantó, luego de un par de minutos de andar revolviendo los últimos vestigios de sueño entre las sábanas; la idea de bañarse con el ojiverde le hubo animado a iniciar el día.

 

 

Tocó la puerta.

 

 

- ¿Amor…? – Pero al instante se percató de que la puerta se encontraba abierta y el interior, vacío.

 

 

Seguramente el ojiverde se encontraba afuera, junto a la casera o alguno de los inquilinos.

 

 

Más aquella idea no lo tranquilizó, ya que el Am no sólo se exponía, sino que provocaba en él fuertes celos, al ser posible que estuviera congeniando con otros hombres.

 

 

Katze sonrió con levedad. Había recordado el momento en que el ocupante de la habitación continua, inició una conversación con ellos; una conversación cordial y sin ninguna mala intención contenida, pero en todo momento, el pelirrojo hubo experimentado ese terrible malestar incómodo en pleno estómago, sobretodo cuando el hombre y el rubio, intercambiaban sonrisas joviales.

 

 

- Vaya, vaya… seguramente él y todo el mundo, nos escuchó…

 

 

Recordó de igual modo, la noche de pasión que habían tenido y se apoyó en la pared, mirando en dirección al colchón que presentaba una ligera inclinación de uno de sus lados, indicando con ello, la zona específica para dormir que solían escoger la mayoría de los solitarios que llegaban a ocupar esa habitación.

 

 

Suspiró. No veía la hora de que por fin, pudieran escoger un lugar para vivir definitivamente. Deseaba con extrema urgencia, cual aire a los pulmones, el asentarse junto al rubio de los ojos verdes. Tener un lugarcito que fuera de ellos.

 

 

Quería mucho, muchísimo, seleccionar los muebles de su “nido de amor” según los gustos de ambos; compartir con su querido los gastos del hogar y los quehaceres; tener las conocidas riñas por dejar los zapatos o la ropa mal puestos o por no colocarle la tapa al dentífrico; mortificarse como era debido, cuando el otro llegase tarde por ir a beber con los compañeros del trabajo y enviarlo a “dormir al sofá” cuando se tuviera la victoria de la disputa; comprar una mascota y llevarla juntos al parque; salir a ver una película o al teatro o ir a bailar los domingos… Y si todo iba bien, en un tiempo, considerar la opción de adoptar una criatura…

 

 

Fue como si de pronto, cual géiser, los años de ilusiones a las que se hubo privado, por enfocarse en su venganza, hubiesen salido a flote junto con la fiebre.

 

 

Él, se consideraba un hombre sencillo después de todo. Tenía el derecho de experimentar la vida en pareja como los demás.     

 

 

Sólo quería una vida normal.

 

 

Lejos del agobio mental y espiritual, que generan vivir entre el odio y el miedo.

 

 

Al igual que Raoul, a Katze nunca se le hubo dejado elegir.

 

 

Desde el primer momento, su vida había sido regida por las acciones y caprichos de los demás: Su padre, buscando que llenara el espacio dejado por su madre, al ponerle vestidos de encajes y al llamarlo por un nombre que no le pertenecía; su tía, llenándole la cabeza de rencores, haciendo hasta que llegara a creer que el motivo de su existencia, era vengar la muerte de su padre; William, alimentando cada uno de sus falsos y pútridos conceptos, inculcados desde la propia infancia…

 

 

Solamente el estar al lado de su querido ojiverde, sentía como si largos años de tormento, fueran neutralizados y cambiados por el deseo de un futuro prometedor, para él y al que él y sólo él, había elegido para compartirlo… 

 

 

De pronto, como un llamado desde la mesita, se fijó en una página en la que no había reparado.

 

 

Tras leerlo, ese trozo de papel, se volvió de un momento a otro, todo su universo.

 

 

Evidentemente, había sido escrito por el puño y letra de Raoul.

 

 

¿Se trataba de una fervorosa carta de amor?

 

 

¿De unas dulces palabras que buscaran de colmarlo de un mayor embelesamiento? 

 

 

“No es fácil decirlo en palabras y sé que no me hubieses escuchado. Se acabó. Es mejor de ésta forma.

 

Por favor, no me busques. Raoul”

 

 

Un manto frío se apoderó de todo su ser al darse cuenta de la verdad…

 

 

Raoul… lo había abandonado…

 

 

Por eso había estado tan frío y distante…

 

 

Sin importarle nada, salió del edificio, sin cubrirse ni los rojos cabellos ni la desnudez de su cuerpo.

 

 

Corrió y corrió desesperadamente, sin saber a dónde llegar; expeliendo visiblemente el aire que respiraba.

 

 

La angustia por ver de nuevo al rubio en el camino, le arrebataba de a pedazos lo que le quedaba de sensatez.

 

 

¿Cuánto había recorrido?

 

 

¿A qué hora había salido?

 

 

¿Estaría muy lejos?

 

 

¿Sería capaz de alcanzarle…?

 

 

Cuando sus pies descalzos y entumecidos no pudieron soportar un momento más el contacto con la helada nieve, Katze se detuvo. Miró alrededor, una y otra vez, en todas direcciones y en ninguna al mismo tiempo…

 

 

¿Dónde estaba?

 

 

¿Lejos?

 

 

¿Cerca…?

 

 

Buscaba y buscaba…

 

 

Pero él no se mostraba…

 

 

El pelirrojo cayó de rodillas sobre la nieve, incapaces sus piernas de sostenerlo un segundo más… abrazándose luego, no por el intenso frío que atravesaba sin piedad su blanquecino cuerpo, sino por la cruel y punzante sensación que se extendía por todo su abdomen, impidiéndole respirar…  

 

 

Era el conocimiento de aquello que se ha perdido.

 

 

Era el desprendimiento lacerante de una parte de su ser…

 

 

- Raoul… ¿Por qué…? ¿Por qué ahora que dependo totalmente de ti…? – Lloraba a lágrima viva al sentir desde lo más hondo, la ausencia de su amor – No me hagas esto… tú no… tú no… - Se llevó la mano al pecho, donde parecía habérsele quebrado el corazón.

 

 

La nieve comenzó a caer y al elevar el rostro al cielo, buscando clemencia, los pequeños y fríos copos se unieron a las lágrimas llenas de amargura.

 

 

Apretó los temblorosos labios, conteniendo un sollozo.   

 

 

Él, que en el pasado se había encargado de ejecutar los peores de los actos, estado al mando o participado en alguna misión peligrosa, así como haber sido sometido a rigurosas torturas y abusos físicos, era incapaz de soportar el terrible peso del abandono de su amante. 

 

 

Sentía que sin Raoul, su vida volvía a carecer de sentido y lo que era peor…

 

 

Parecía que de nuevo, el destino parecía guiarlo directo a un enfrentamiento al cual se había preparado durante años y, luego de fugarse con el ojiverde, pensó que se libraría para siempre…

 

 

Pero, inexorablemente, nadie puede escaparse de su destino…

 

 

Por más horrible o injusto que éste nos pueda parecer…

 

 

***

 

 

- ¿Aló? Residencia Am ¿Quién habla?

 

 

- Deseo hablar con William Am.

 

 

- Disculpe, pero en estos momentos el señor Am se encuentra ocupado… ¿Me puede decir por favor, su nombre…?

 

 

En una amplia habitación en penumbras, el hombre de los cabellos rubios inmaculadamente peinados, tenía su atención puesta en su objetivo.

 

 

La pelota de golf era rozada levemente por el extremo del palo, un pequeño acercamiento durante el cual, el hombre se preparaba mentalmente para dar el golpe definitivo.

 

 

Al alzar el brazo, se cortó la respiración de los presentes y cuando con todas sus fuerzas, le dio a la pequeña pelota, un alarido, proveniente del otro extremo de la habitación, se extendió por doquier.

 

 

PAFF!!

 

 

- ¡AHHH!

 

 

- Buen tiro señor – Emitió uno de sus hombres – Ha dado justo en el blanco – Sonrió al verificar la marca en el párpado, de un hombre que se hallaba atado de pies y manos a la pared.

 

 

- Te dije que le asestaría en el ojo – Mencionó al tiempo que con un gesto, llamaba a otro de los sujetos que custodiaba la habitación.

 

 

El hombre vestido de negro reaccionó al instante y se acercó, entregándole el puro que había sacado de una pequeña cajita de madera finamente tallada.

 

 

- ¿Qué haces? Pónmelo en la boca – Anunció, sin apartar su vista del otro que colocaba la pelota en su sitio.

 

 

- … ¿Señor?

 

 

El modo en que lo miró, entre desconcertado y temeroso…

 

 

William se dio cuenta entonces del porqué de su mirada huidiza, la misma que se había fijado por demás en sus labios…

 

 

El hombre había tenido por un instante casi mínimo, un pensamiento de índole sexual y todo tras su orden… 

 

 

Lamentablemente para él, el Am lo había captado ipso facto.

 

 

PLASS!!!

 

 

El hombre acabó no sólo con la cara ladeada, sino marcada por un golpe dado con fuerza, por los nudillos del que era su señor – en dónde descansaban un par de anillos costosos y pesados–; bajo la mirada expectante del resto, trató de recuperar su compostura.

 

 

- ¿Te parece divertido muchacho? – Enarcó con profundidad sus cejas.

 

 

- Yo… no… Lo siento señor… - William le sostenía la punta del mentón con el palo de golf.

 

 

- ¿Entonces? ¿Lo recogerás o no? – Con un gesto, incitó al otro a que viera al piso, en dirección al tabaco que había dejado caer al suelo – Anda. Arrodíllate y cógelo…

 

 

El silencio se agudizó. Los demás hombres no podían hacer nada por su compañero y el que se hallaba amarrado, agradecía el poder descansar del tormento al que se le había estado sometiendo, por largas y extenuantes horas.

 

 

Cuando el sujeto estuvo arrodillado, tomó el tabaco entre sus manos.

 

 

- Bien. No te levantes y mira para acá.

 

 

La orden de William a pesar de ser proferida con un tono neutro, contenía algo que le heló los huesos; aún así, se giró, quedando frente al rubio de pie – quien se veía enorme desde su posición – donde la luz que provenía de la bombilla del techo, le daba la impresión de proyectarse directamente desde su cabeza.

 

 

- “Es… como si fuera un Dios…” – Por un momento, estar arrodillado frente al imponente ojiverde, fue para él, más un deleite que una humillación.

 

 

Pero apenas levantaría la cara unos segundos, para luego recibir otro golpe, ésta vez en plena boca, producido por la achatada punta del palo que el otro sostenía.

 

 

La masa de sangre que escupió, vino acompañada de un par de dientes delanteros que le hubo volado, ante el impacto con el objeto metálico. No gritó, sabía que no debía hacerlo y sus compañeros de equipo asintieron por lo bajo.

 

 

Una vez más, el rubio llevó la punta de la que era su arma, hasta el mentón del hombre, ésta vez ensangrentado. Examinaba el resultado de su acto despiadado. El modo en que el hombre evitaba el contacto visual, lo complacía, pues le demostraba que entendía que había cometido un error y que merecía el castigo que le estaba imponiendo.

 

 

- Levántate muchacho – Anunció y el otro obedeció, le arrebató el tabaco de las manos y contra todo pronóstico lo colocó en los labios enrojecidos por la sangre – Te dejaré conservarlo – Acto seguido sacó su encendedor personal y le brindó la llama – Ese puro valía un dineral y tú te atreviste a tirarlo en el suelo en dónde ese hombre que ves ahí en la pared, unos instantes atrás, se arrastró y suplicó que le perdonase… para mí, ya no vale nada, así que fúmatelo todo y apártate de mi vista.

 

 

- Gracias señor – Se alejó con el habano en la boca, aunque el humo y el calor le lastimaban las heridas.

 

 

- Has tenido suerte – Murmuraron cuando se hubo arrinconado con el resto de sus compañeros.

 

 

- El señor parece estar de buenas hoy – Mencionó otro.

 

 

Pero el hombre con el habano en los labios, hacía hasta lo imposible por mantener la compostura. Aún era capaz de sentir la mirada aguda del Am, traspasándole. Lo cual, era en extremo aterrador. 

 

 

- ¿En dónde me quedé? – Esbozó William para sí mismo – Ah si… teníamos un pequeño negocio tú y yo…

 

 

- Por favor no siga… Por favor… Deténgase… - Pedía el sujeto que tenía múltiples heridas en el cuerpo.

 

 

- ¿Pero qué dices? – Llevó el palo de golf a su hombro – Si aún me quedan pelotas.

 

 

- Se lo suplico… déjeme ir… - Estaba cansado. Había sido golpeado hasta perder el sentido y ahora experimentaba la tortura de aquel juego, en dónde recibía sin misericordia, cada uno de los lanzamientos del Am.  

 

 

El hombre de los profundos ojos verdes, se aproximó hasta el individuo que se hallaba amarrado y se maravilló con el temblor del que era presa su cuerpo.

 

 

- ¿Crees que te dejaré marchar después de que le contaste a Katze sobre lo del secuestro de mi hijo?

 

 

- Ya se lo dije… tenía que contárselo… de lo contrario, me hubiese matado…

 

 

- Debiste dejar que te metiera un tiro y acabar con todo. Debiste, si… porque ahora yo, no te dejaré morir tan fácilmente – Esbozó aquella sonrisa suya que transmitía sus oscuras intenciones – Ahora, volvamos a nuestro juego ¿Quieres? – Se colocó en posición mientras le colocaban la siguiente pelota en su sitio – Muchachos ¿A dónde creen que acertaré ésta vez…?

 

 

- ¡Por favor!

 

 

- Señor William, tiene una llamada – Le interrumpieron.

 

 

- Ahora no… - Apuntó al hombre herido – Dile a quien sea que estoy ocupado…

 

 

- Es importante señor… se trata de su hijo.

 

 

PAFF!

 

 

- ¡¡AGH!!

 

 

Tras el rudo golpe recibido en pleno estómago, el sujeto volvió a contorsionarse de dolor.

 

 

- ¿Raoul…? – Le pasó el palo a uno de sus hombres – Voy enseguida.

 

 

- Señor ¿Qué hacemos con él? – Preguntó.

 

 

- Les dejaré divertirse en mi lugar. Córtenle la lengua, así aprenderá que no debe hablar de más – Emitió para luego irse.  

 

 

 - Si señor – El hombre sonrió para luego, fijarse en el otro que temblaba y trataba inútilmente de liberarse de sus cadenas – A mí no se me da el golf… pero soy muy bueno destrozando cosas – Alzó el palo sin abandonar su sádica sonrisa.

 

 

- No, por favor… ¡¡NOOO!! – Los fuertes golpes producidos por el palo de metal, arrancaban de su boca, desgarradores gritos y llenaba su cuerpo de sangre y múltiples laceraciones.

 

 

- Sólo te costó un par de dientes – Ante lo que veían sus ojos, volvió a anunciar unos de los hombres de negro, al compañero que con dificultad, se fumaba lo que quedaba del tabaco – Tienes suerte, mucha suerte.

 

 

Siendo que por pura suerte, no había acabado en el lugar de aquel desafortunado de la pared.

 

 

- ¿Se puede saber que demonios hiciste para ofenderlo? Pudo habernos ordenado que te  matáramos.

 

 

- No lo sé – Desvió el tema – Sólo dudé un segundo cuando ordenó… Sabes que eso lo saca de sus casillas… - Esgrimió y sus compañeros le dejaron en paz, ya que lo que decía era cierto.

 

 

William era un hombre excéntrico al que todos obedecían, no porque fuera un instruido en batalla, sino que porque tenía dinero y las influencias oportunas que pueden ayudar a propagar el miedo, en todo aquel que osara sublevarse.  

 

 

La increíble noticia de la llamada de su hijo, hizo que el Am perdiera por completo el interés de seguir torturando a aquel hombre que se había atrevido a soltar la sopa y mucho menos del otro, que había sido tan estúpido como para no controlar sus pensamientos.

 

 

- ¿Padre?

 

 

- ¡Hijo mío! ¡No sabes cuán preocupado estoy! Te he buscado por cielo y por tierra… - Hizo una seña a uno de sus subordinados que se hallaba cerca, para indicarle que rastreara la llamada - ¡¿Dónde estás?! ¿Ese hombre te tiene amenazado…? ¿Acaso has podido escapar? – Y hacía bastante énfasis en su preocupación.

 

 

- No es nada de eso… Estoy solo. Necesitaba un tiempo para pensar. De contarte, no me hubieses dejado ir…

 

 

- Pensé que algo terrible te había ocurrido.

 

 

- Lamento haberte preocupado, padre – Trató de reanudar el tema que le interesaba – Pero no te angusties... Volveré a casa.

 

 

- ¿De verdad? ¡Que maravillosa noticia! – Se fijó en la pantalla en donde sus hombres dieron con su punto exacto – Dame la dirección. Iré en mi avión particular. 

 

 

- No será necesario. Estoy seguro de que debes de estar bastante ocupado.

 

 

- Faltaba menos. Nada es de mayor prioridad que mi único heredero. Sabes que todo lo que he hecho hasta ahora, ha sido pensando en tu futuro, hijo mío.

 

 

- Luego te llamo para indicarte la dirección exacta – Hizo una breve pausa para luego agregar: - Pero eso si padre, no traigas junto a ti a toda la fanfarria de guardaespaldas. Hablo en serio cuando te digo que estoy solo.

 

 

- ¿Qué ha pasado con Katze? – Sentía una especie de acidez en la boca con sólo pronunciar su nombre.

 

 

- …Me ha abandonado. En una oportunidad que nos perseguían, nos separamos y no he vuelto a saber de él  – Evidentemente, mintió – Como sea, en cuanto nos veamos te brindaré detalles.

 

 

- De acuerdo.

 

 

- Nos vemos… padre…

 

 

CHECK!!

 

 

El rubio soltó un suspiro.

 

 

Así que el hijo bienamado volvía a casa…

 

 

- ¿Qué hará señor? ¿Traerá al señor Raoul, así sea a la fuerza? – Interrumpió el hombre de negro que lo acompañaba. 

 

 

- ¿Qué dices bárbaro? Se trata de mi hijo… Además si ha dicho que va a regresar, lo hará. Lo conozco muy bien  – Arrugó el entrecejo – En ese lugar debe encontrarse el maldito de Katze. Si es que sigue con vida – Mencionó, dado que existía lo posibilidad de que algún mercenario le hubiese dado muerte – Si es así, me lo tienen que traer, sea como sea… así tengan que partirle las piernas.

   

 

- Como ordene señor. Tenemos las coordenadas. Haremos una revisión del perímetro de dónde llamó el señor Raoul y daremos con el petirrojo.

 

 

- Muy bien… - Antes de marcharse mencionó – Cambié de opinión con respecto a Katze. Si está vivo, tráiganmelo sin un sólo rasguño, que yo mismo me encargaré de destrozarlo, parte por parte.

 

 

- Si señor.

 

 

Cuando entró en su amplio despacho, el rubio sintió por primera vez en todos esos meses, que una ligera calma se depositaba sobre sus anchos hombros.

 

 

Se sentó en el sillón e irremediablemente, sus ojos verdes dieron con la enorme pintura enmarcada de Raoul que tenía colgada en la pared; en todo el frente, como mirándole.

 

 

Su hijo desde el principio, había detestado la idea de dejarse pintar de una manera tan poco práctica y ortodoxa, posando durante horas ante reconocidos pintores, siendo que había cámaras que podían capturar su imagen más fielmente; pero contra la terca voluntad de su padre, era muy poco lo que se podía hacer.

 

 

- Raoul… Sabía que tarde o temprano volverías a casa… - Mencionó, como si aquella figura en la pared fuera más que la representación de su hijo para convertirse en aquel instante, en su hijo mismo – Y cuando vuelvas… todo volverá a ser como antes… cuando entendías que debías obedecerme.

 

 

Se fijó en las otras pinturas a un lado, que representaban a Raoul en todas las etapas de su vida: Niñez, adolescencia, adultez… Y las veía a todas y cada una como si fueran obras de arte que necesitaran con urgencia, estar en un museo.

 

 

- Estás destinado a la grandeza, a convertirte en el más poderoso e importante de los Am. Así no quieras, haré que así sea… Porque me perteneces - Vociferó a los cuadros, como una promesa que le hubiese hecho a Raoul desde que se encontrase en el vientre de Dinora – Oh, hijo mío… mi dulce, dulce amor mío…

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

(inner: etto… Sue… ¬¬) dime inner-chan :B (inner: se supone que un especial de San Valentín debe estar lleno de momentos cursis y empalagosos ¿No? ¬¬) correcto inner-chan :B (inner: entonces ¿Me puedes explicar de que va la parte de William torturando gente?? Se te ha volado un tornillo?? Eso no es para nada romántico!!! O_o!!) William ama imponer su poder ante los demás y a su hijo ¿Qué no es romántico el regreso del hijo pródigo y amado a casa? *Con los ojos llenos del brillo del amor* (inner: que? Pero si con eso has separado a Raoul de Katze, los separaste y en el día del amor!!!… EN DÓNDE ESO ES ROMÁNTICO?? Ò_Ó) en todo el sentido de los hechos *de pronto, la sonrisa de Sue se incrementa hasta deformar su rostro* no hay nada más romántico, que el momento en que uno de los enamorados se aleja del ser que más le importa en todo el mundo, en pos de su bienestar… slurp! *Babea un poco, llevada por la emoción* (inner: cual bienestar? Esto claramente lo dejará con daños emocionales irreversibles, a él y a todas nosotras .___.Uuu) *sus lentes adquieren un brillo intenso* ku ku…  nadie ha dicho que amar sea fácil y libre de momentos desgarradores que te dejan el alma a flor de piel *_* (inner: etto… creo que necesitas ayuda, tu concepción del amor es un tanto… desquiciada O_OUuu) OH DULCE, DULCE Y TRÁGICO AMOR, QUE TE PINTAS DE CUALQUIER COLOR!! *O* (inner: veo que te has metido en tu mundillo rosa-fluorescente ¬¬UU a ver, no queda más que decir… a todos muchísimas gracias por leer el capi y si es de su agrado el dejar algún comentario al respecto…) BESOS SÚPER MEGA ULTRA HIPER DULCES PARA TODOS!! *3* BYE BYE!!

 

 

 


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