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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola hola mis queridos!! :D sumamente agradecida porque estén de nuevo aquí y por todo aquel que se animó a dejar comentario en el capi pasado n_n espero que lo que están por leer les resulte deleitable ;)

 

 

 

 

Extrañamente para Iason, quién anteriormente no le importaba quedarse todo el día trabajando, ahora se daba cuenta de la concepción del tiempo a su alrededor. Era como si en el pasado hubiese estado operando en función de automático.

 

Raoul se daba cuenta de sus cambios: Cuando tamborileaba los dedos sobre la mesa y reparaba cada cinco minutos en su reloj; en los momentos en que entraba en un trance del que salía cuando alguien le dirigían la palabra. No sabiendo el estado sentimental de su amigo, pensaba que todo aquello se debía al sobreesfuerzo.

 

- Deberías tomarte unos días de descanso.

 

- Estoy bien Raoul. No sé porque te preocupas tanto.

 

- Tú deberías preocuparte más por tu salud. Casi no comes.

 

- Como lo necesario.

 

- ¿Qué es para ti lo necesario?

 

- Lo suficiente para que dejes de regañarme – Esbozó una leve sonrisa.

 

Iason no era lo que se puede llamar un amante de la comida. Comía solo porque su cuerpo lo necesitaba, por lo demás, era capaz de pasar varias horas en completo ayuno. Su paladar era en extremo sensible, la mayoría de las comidas le parecían simples y nada degustables. Sin embargo, el sándwich  que hubo comido junto a Riki se lo hubo devorado entero, no por su sabor ciertamente; es más ni recordaba a qué sabía, estuvo todo el tiempo absorto en el muchacho sin reparar en lo que se llevaba a la boca.

 

Por otro lado, Riki siempre estaba pendiente de su nutrición. Amaba el mundo culinario y todo lo que pudiera degustar en él. Como vivía solo en un cuartito rentado, podía pasar horas enteras viendo programas de cocina, leyendo revistas del tema e inventando recetas nuevas. Cuando hacía mucha comida – porque en ocasiones se inspiraba tanto que se le iba la mano con las cantidades – solía compartir lo que hacía con sus vecinos, sus compañeros de clase y ¿Por qué no? con los gatos y perros que vinieran a pedirle un poco de lo que desprendía tan exquisito aroma.

 

Fue un mal momento cuando decidió poner en practica aquella receta extravagante que había visto por televisión, no se percató de la hora y cuando reparó en el reloj, se dio cuenta de que si no se apresuraba llegaría tarde a buscar a Iason.

 

- ¡Mierda!

 

Rápidamente fue a darse una ducha. Se alistó a toda carrera y salió de la casa olvidando por completo el horno encendido. Cuando lo recordó, estaba a medio camino de la empresa y tuvo que hacer una prohibida vuelta en U. Su celular sonaba insistentemente, el pelinegro sabía que era el rubio, pero no podía contestarle, manejaba a toda velocidad con la preocupación de posiblemente hallar su casa envuelta en llamas.

 

En efecto al llegar su casa parecía haber sido victima de una bomba, el humo le nublaba por completo la vista y los vecinos preguntándole qué había pasado. Apagó el horno y sacó el pastel de carne que lucía más bien como un enorme trozo de carbón.

 

- Que mal… – Se lamentó ante su obra quemada.

 

Abrió las ventanas para que el humo saliera y entrara la ventilación. Dio las explicaciones pertinentes a los demás inquilinos, quienes le comprendieron entre risas y agradecidos ya que el muchacho les dejó prometido un pastel de carne – no quemado – para resarcir el humero que los había espantado a todos.

 

Cuando regresó al auto reparó en  su celular. Tenía veinte llamadas perdidas.

 

- Ay no… - Recostó la frente en el volante.

 

Una molestia nació en su estómago, de seguro Iason estaba molesto, no sería raro que el muchacho pensara que esa podía ser la última vez que lo fuera a buscar. Sentía el despido inminente y eso lo lamentaba, tanto así, que se permitió un par de minutos antes de encender el vehículo, quería prepararse mentalmente para enfrentar la última vez que viera al Mink.

 

- Señor Iason. Su chofer ya llegó.

 

Raoul se había ofrecido a llevarlo, pero él se negó. De nuevo le hacía esperar, sabe Dios porqué razón. Llevaba cuarenta minutos aguardándolo, minutos en los que había pensado la manera de reprenderlo, las palabras que usaría, la expresión que pondría…

 

Pero prefirió usar el arma más letal de todas: El silencio. Iason se subió al auto y permaneció apacible mientras el chico le hablaba en un tono exaltado.

 

- Disculpa en serio, no me percaté de la hora y por casi incendio el cuartito – Sonrió. No había reparado en lo despeinado de sus cabellos – “Mmm… creo que está usando la ley del hielo conmigo.  Si que está enfadado”… esto ¿Te llevo a tu casa?

 

- ¿Adónde más sino? – Respondió sarcástico.

 

- Claro… - Musitó un tanto entristecido. Cuando reparó en la receta de la televisión, había pensado muy alegre en llevarle un poco del pastel de carne para que lo probara. Lamentablemente, no solo había terminado quemando el pastel, sino que ahora el ojiazul debía de estar pensando en botarlo del trabajo.

 

En ocasiones le parecía que su vida era como ir en automóvil; tenía que dar muchas curvas, saltar innumerables baches y en ocasiones se terminaba pasando una señal. En resumen, cuando metía la pata, la metía hasta lo hondo.

 

Llegaron a los departamentos y al mirar a los asientos traseros, Riki se halló con que el rubio se hubo quedado dormido.

 

- Iason… - Llamó con cuidado.

 

Pero el mayor estaba profundamente dormido. El moreno sonrió y recostó su rostro en el espaldar del asiento.

 

- “Es tan hermoso… luce tan tranquilo” – Se embelesaba con su rostro durmiente – “Ojalá pudiera estar siempre así… pero últimamente cada vez que voy a recogerlo tiene el ceño fruncido” – Se entristeció un poco.

 

Poco a poco el Mink fue abriendo los ojos. Rápidamente Riki se sentó en el asiento, para evitar que se diera cuenta de que había estado observándolo mientras dormía.

 

- ¿Ya llegamos? – Preguntó el rubio.

 

- Em… si, señor.

 

- ¿Hace mucho?

 

- No, acabo de estacionarme – Mintió. Ya llevaban ahí alrededor de diez minutos.

 

- Bien…

 

Iba a levantarse, pero la visión se le ennegreció y volvió a recostarse.

 

- ¿Estás… bien?

 

- Si… sólo estoy cansado. Eso es todo – Se cubrió el rostro con la mano.

 

- ¿Quieres que te acompañe hasta tu departamento?

 

- No será necesario…

 

- ¿Seguro?

 

El Mink se levantó y salió del auto, sin siquiera mediar palabras. Riki permaneció cabizbajo al darse cuenta del grado de molestia de su jefe. Miró en dirección al rubio y se percató de que el hombre caminaba como si fuera a perder el equilibrio. Se apresuró y salió del auto, tras de él.

 

- Cuidado – Lo sostuvo antes de que se cayera - ¿Estás borracho?

 

- No seas impertinente – Espetó. Se recargó del chico – De acuerdo, ayúdame a subir.

 

La diferencia de tamaños era evidente. Si Riki subía la mirada, se hallaba el bien formado mentón y la perfilada nariz del ojiazul, así como sus labios bien definidos… el pelinegro estaba sonrojado ante tal visión. El exquisito aroma del rubio lo estaba afectando, deseando por un momento que lo tomara entre sus brazos y lo dejara impregnado de él.

 

En el elevador Iason se recostó de una de las paredes. Le dijo al chico cual era el piso y cerró un momento los ojos.  Riki volvió a ser presa de aquel silencio, distrayéndose con sus propias manos, mirando todo lo que componía el elevador y de tanto en tanto echándole un ojo al hombre al lado suyo.

 

La puerta se abrió y el Mink tuvo que volver a disponer de la ayuda de Riki para salir. Ya era bastante tarde por lo que eran los únicos en el pasillo. Iason le indicó en qué puerta debían detenerse. El pelinegro pensó que hasta ahí había llegado su trabajo.

 

- Abre por favor – Pidió el rubio tras sobarse las sienes.

 

- ¿Y las llaves?

 

- Busca en mi saco.

 

El muchacho empezó a meter las manos en los bolsillos, un tanto apenado; pero no las encontraba.

 

- No están… - Algo se le ocurrió – Un momento… y disculpa el atrevimiento – Metió las manos en unos de los bolsillos del pantalón del hombre y efecto, ahí estaban – Siempre me pasa – Con su sonrisa trataba de distraer el sonrojo de sus mejillas.

 

Riki abrió la puerta y ayudó al rubio a pasar.

 

- Cierra la puerta.

 

- “Supongo que no todo termina aquí… tranquilo Riki, calma… relájate” – Mientras cerraba la puerta, no podía evitar percatarse de que su corazón latía sin control. Estar en la casa de aquel apuesto hombre era… sofocante.

 

- Sé que no es tu trabajo pero ¿Podrías ayudarme a llegar hasta mi cama?

 

- No hay problema…  

 

A pesar de que sabía que el hombre tenía que sentirse muy mal para pedirle semejante cosa, Riki no podía evitar pensar en un plano muy distinto a aquel. Su libido era insistente y le llevaba a sugestionarse con maquinaciones sexuales.

 

Riki le ayudó a quitarle el saco y la camisa; Iason cayó como plomo sobre el mullido colchón, boca arriba. El moreno asumía que el trabajo había sido muy extenuante para él, se lo decían sus cejas curvadas, sus ojos fuertemente cerrados… una expresión de cansancio extremo.

 

- …Ya me voy – Antes de irse pensó en acomodar los cabellos del hombre que le cubrían parte del rostro, fue cuando evidenció que a pesar de que estaba sudando, el hombre no dejaba de temblar – ¡Santo cielo! Tienes fiebre.

 

- ... ¿Que dices? Si tengo frío…

 

- La tienes por dentro – Tomó las sabanas y lo cubrió – Ya vengo.

 

Fue hasta la cocina y por más que buscó en la nevera y en las alacenas, no pudo encontrar nada que prepararle ¿Cómo se supone que vivía ese hombre? Fue hasta el baño y encontró todo tipo de artículo de higiene, pero ninguna clase de medicinas. Regresó hasta donde estaba el rubio.

 

- ¿Ya cenaste?

 

- …Comí algo…

 

- ¿Cuándo?

  

- …No sé... Puede que me pasara de la comida…

 

- Eso no está bien – Le regañó – Si te sientes sin fuerza lo menos que puedes hacer es privarte de alimento.

 

- …Pero si comí… cuando estaba con Raoul.

 

- ¿De verdad? – No le creía.

 

Se acercó y tomó el saco del Mink. Allí encontró el celular y sin pedirle permiso se dispuso a revisarlo. Buscó entre los contactos y halló el que tenía por nombre ‘Raoul’.

 

- ¿Iason? ¿Y eso qué me llamas? ¿Pasó algo?

 

- No soy Iason. Es Riki, su chofer.

 

- ¿Qué…? ¿Qué tú haces contestando el celular de…?

 

- Escucha: Iason está aquí enfermo y me porfía que hoy comió contigo ¿Eso es verdad?

 

- Pues… si, fuimos a comer. Pero Iason casi no tocó su comida. Siempre es así. Cree que es una máquina que se alimenta de números…

 

- Comprendo… Gracias – Trancó la llamada.  Se dirigió hacía Iason usando un tono de voz recriminatorio – No comes y no tienes ni una sola pastilla. No puedo creer que descuides de ésta forma tu salud. Es lo más importante que puede tener uno.  

 

Iason lo miraba con los ojos entrecerrados.

 

- En seguida vuelvo – Salió del habitación y del departamento.

 

 

Continuará…   

 

 

Notas finales:

 

Mo!! Iason se ha enfermado! D: y Riki se siente culpable (inner: y es que debería ¬¬) bien mis queridos y adorados,  el que lo desee puede mandarme su receta de cocina favorita para colocarla en el fanfic, esto porque soy incapaz de mirar programas de cocina por tv (inner: ya lo intentó, o se aburre o le da hambre  xD) y mi propio repertorio de cocina es muy escaso (inner: aquí se cocina lo que se consigue, no se sale del arroz con ensaladas xB) además que serviría para hacer de esto más interactivo n___n je je bueno, sin nada más que agregar, a todos muchísimas gracias por leer y si se animan a dejar su rr con la receta *w* besitos dulces!! Bye Bye!!   

 

 


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