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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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La voz de Jorge resonó por toda la habitación, gritando que era la hora de levantarse. James gruñó para si mismo cuando notó como alguien descorría las cortinas dejando que la luz que pasaba por la ventana golpease en el rostro y le cegase momentáneamente y se tapó el rostro con una mano para proteger sus ojos.

—¡Os quiero arriba y aseados en 5 minutos! —Dicho esto Jorge salió por la puerta y pronto se comenzaron a oír los mismos gritos en la habitación continua. James se levantó de la incómoda cama y sin muchas ganas anduvo hasta la habitación que compartían todos los nuevos donde los barreños que solían poner por las mañanas ya estaban repletos de agua. Que cualquier parte de su cuerpo tuviese el menor contacto con aquella agua helada cuando empezaba a llegar el invierno le producía un fuerte rechazo, pero no se lo pensó mucho y se limitó a asearse con rapidez, tiritando cuando cogió por fin una toalla roída y sucia de las que había en una estantería. El resto de muchachos también se había movilizado, la mayoría andaban medio dormidos, pero enseguida despertaban al sentir el frío de la mañana. James no pudo evitar sonreír divertido al ver como Gray corría por toda la habitación empeñado en secar el pelo a Oscar con su toalla para evitar que cogiese una pulmonía mientras el niño corría de un lado a otro negándose a mojar la toalla del muchacho.

Cuando pasó el tiempo necesario para que todos estuviesen listos uno de los chicos supervisores les mando salir de la habitación rumbo al comedor. Una vez ahí James y Gray se sentaron en la mesa que ya por costumbre siempre ocupaban, aunque un poco más alejados del resto con un aura mucho más apagada de lo habitual. Hasta Nayra, que usualmente solía correr a su lado junto a Oscar para disfrutar de los pocos minutos de descanso en los que podía estar junto a sus amigos pareció entender que ambos chicos tenían demasiadas cosas en la cabeza que pensar y les dejo su espacio. Los chicos comieron el escaso desayuno en silencio, hasta que Gray se decidió a hablar, poniendo en palabras aquel pensamiento que había estado ocupando la mente de ambos desde que salieron de la habitación.

—Mañana es viernes — En un principio James siguió comiendo, sin mostrar el mínimo signo de haberle escuchado, pero tras unos segundos acabó por responder.

—Lo se— Demonios que lo sabía, era lo único en lo que había estado pensando desde que se acostó el día anterior en aquel incómodo colchón. El viernes era el día clave para poder mantener él contacto con Jenna y Dan. Su hermano le había dicho que siempre habría alguien esperando en la taberna donde se alojaba Gray para que pudiesen revelar toda la información que pudiesen sacar de aquella organización. James estaba seguro que solo con los actos que habían presenciado en aquellos primeros días ya podían tener pruebas suficientes para al menos encarcelar a los cabecillas, pero si no podían salir de la casa su posibilidad de comunicarse con los demás se iba al traste. 

—Tenemos que buscar la manera de salir de aquí mañana por la noche — continuó el rubio. Mientras hablaba mantenía un tono de voz indiferente, y si alguien se hubiese dedicado a observarles desde la distancia habría parecido que tenían una conversación monótona y aburrida sin ningún tipo de trascendencia — Si no contactamos con ellos en nuestra primera semana se alarmarán.

James asintió, sabía que tenía que mostrar algún tipo de prueba para demostrar que aquel trabajo no había sido tan solo un capricho injustificado suyo.

—Esta noche intentaré escabullirme después del trabajo para descubrir donde está la salida de este maldito edificio —Hasta ahora lo poco que conocían de él eran la mugrienta habitación que compartían con el resto de chicos y el patio donde les obligaban a cargar trastos —, será mejor que tú te quedes, si faltases al comedor muchos de los niños se darían cuenta.

Gray asintió dandole la razón, en el poco tiempo que llevaban ahí los pequeños del edificio parecían haber desarrollado una especie de admiración hacia su persona gracias a las noches de trucos de magia que les había regalado.

—¡Eric! ¡Damian!— Ambos chicos volvieron el rostro alarmados de que alguien hubiese podido escuchar su conversación, pero ambos suspiraron con alivio al ver el rostro sonriente de Oscar mientras este ocupaba un sitio a su lado. El niño venía acompañado de una pequeña rubia que ocupó el asiento enfrente de su amigo y les miraba con curiosidad e inocencia. James les sonrió a ambos con amabilidad—. Es mi amiga Farah

El castaño notó como su estómago se revolvía, amenazando con expulsar la comida recién ingerida y la sonrisa se congeló en sus labios. Aquella era la supuesta hermana pequeña de Christian. Gray pareció controlar mejor su expresión, pero James vio como bebía de su vaso para ocultar la mueca de su rostro, una vez recompuesto el rubio habló con tono jovial.

—¿En serio? No me lo creo. Tú no puedes tener una amiga tan guapa renacuajo— La chiquilla se rió ante las palabras del muchacho y Oscar se cruzo de brazos mientras inflaba las mejillas indignado. 

— No le hagas caso Oscar. Tiene envidia porque eres más apuesto que él— comentó con tono de burla James que había conseguido controlar su expresión. El pequeño soltó una carcajada y miró triunfante a Gray, que se limitó a imitar el gesto anterior del niño inflando los mofletes. 

—¿Eres Damian verdad? — Farah habló mirando a Gray con los ojos brillantes —. ¿Es verdad que puedes hacer desaparecer las cosas?— Oscar se adelantó al rubio, hablando emocionado

—¡Es verdad, yo lo he visto! — La niña abrió los ojos con sorpresa y James recordó la misma expresión que ponía Astrid cuando le contabas algo que ella consideraba maravilloso.

En aquel momento el timbre que indicaba que la hora de desayuno había concluido resonó por el comedor y todos los jóvenes se levantaron dispuestos a comenzar otra larga jornada. Oscar y Farah se despidieron de ellos sonrientes y salieron corriendo por la puerta. En cambio Gray y James intercambiaron unas miradas y se dirigieron a esta con desgana.

—Parece una niña encantadora.

—Sí— Había sido estúpido pensar que en aquella casa en la que todos estaban encerrados no se iban a cruzar con los famosos hermanos de Christian, pero aún así James sentía como todo su cuerpo temblaba mareado. Cuando cruzaron la puerta la mano de Jorge les paró. 

—Hoy no iréis al patio. Os necesitamos en otro sitio — Los dos chicos compartieron una mirada de curiosidad, pero ninguno dijo nada y se limitaron a seguir al superior junto al resto del grupo de novatos. Anduvieron por los pasillos de aquel laberinto que se hacía llamar mansión y antes de que se pudiesen dar cuenta se encontraban en un enorme almacén de madera. El lugar estaba repleto de mesas de trabajo con todo tipo de utensilios. James se sorprendió al distinguir a los niños del grupo de novatos sentados en unos viejos bancos mientras trabajaban concienzudamente. Entre ellos se encontraba Oscar, trabajando con un gesto de concentración en el rostro.

—Así que este es el trabajo de los pequeños — A su lado pudo notar como Gray fruncía el ceño pensando lo mismo que él. No le entraba en la cabeza cómo podían obligar a trabajar a unos niños tan pequeños, aunque fuese para algo simple como coser carteras. 

—Mano de obra baratísima— murmuró el rubio con claro sarcasmo. Uno de los supervisores llamó la atención del grupo alzando la voz mientras señalaba el techo.

—Os ayudareis a la reparación del techo, las tormentas lo han dejado destrozado y con la lluvia la mercancía se estropea — James no estaba muy seguro de si por mercancía se refería a la mercancía en sí o era una manera cruel de denominar a los niños y niñas que prácticamente tenían esclavizados, pero se mordió la lengua. Hoy no quería meterse en problemas. Con una actitud sumisa escuchó atento lo que tenían que hacer y no tardó en estar en las alturas trabajando junto al resto para arreglar el maltrecho tejado. Como era de esperar ni siquiera les dieron algún tipo de cuerda de seguridad para que no se matasen si por alguna razón se caían de las vigas (viejas y mohosas) en las que tenían que mantener el equilibrio precariamente, pero tampoco se quejó por eso. Su mente estuvo constantemente pensando en qué haría para conseguir escabullirse durante la hora de la cena para poder inspeccionar la mansión. Las horas del día pasaron rápidas y todos los mayores suspiraron aliviados al escuchar como daban la orden de parar para almorzar. 

Para el mediodía no usaban el comedor, simplemente les daban un bocadillo, un descanso de media hora y vuelta al trabajo. Algo excesivo, pero no había nadie para quejarse. Al menos les dejaban salir al patio a comer si lo deseaban. Noviembre no era definitivamente una buena época del año para estar comiendo al exterior, pero James lo prefería antes al ambiente atosigante de aquel almacén sobreexplotado así que decidió salir para poder al menos comer en paz mientras que Gray decidió permanecer en el interior hablando con Gabriel. Casi agradeció cuando el aire frío le golpeó la cara y sin detenerse mucho tiempo se sentó en una esquina del patio para comer. Pocos habían tomado la misma decisión que él de comer al exterior así que podía disfrutar de un rato de descanso sin tener que aparentar ser Eric, el menor de un par de hermanos desafortunados. 

La historia que contó Gray en el carromato volvió a acudir a su mente. Por lo que podía haber observado en los pocos días que llevaba conviviendo con el rubio había aprendido que el muchacho se guardaba muchas cosas para él mismo y que curiosamente (e irónicamente teniendo en cuenta su profesión de ladrón) era una persona directa y no solía mentir a menos que fuese necesario. Aquello le hacía pensar que aquella historia de los dos hermanos era algo que aquel rubio conocía demasiado bien, puede que hasta de primera persona. Sintió un escalofrío al imaginar tal cosa y de dos bocados terminó el mísero bocadillo que le había dado uno de los supervisores. A continuación suspiró y se levantó de su sitio dispuesto a entrar de vuelta en el edificio. O eso habría hecho si no fuese porque un extraño sonido le llamó la atención. 

El soldado creyó distinguir gritos en algún punto no muy lejano de donde él se encontraba. 

Alarmado y a la vez movido por la curiosidad se dejó llevar por el sonido recorriendo el patio con pasos cautelosos. aquel patio era uno de los muchos que rodeaban la mansión y se podría decir que tenía una extraña forma de L ya que se situaba en una de las esquinas de esta. Cuando llegó al otro extremo los gritos se hicieron distinguibles. Definitivamente era el sonido de dos personas forcejeando. Sorprendido giró la esquina del patio para observar a dos muchachos enfrentados. Uno de ellos parecía ser un supervisor, sus ropas más cuidadas ( Aunque ahora algo ensangrentadas por las heridas de su rostro) y nuevas lo indicaban. Había agarrado del cuello al otro chico, un muchacho probablemente un poco más joven, que luchaba inútilmente por soltarse. James observó paralizado como el mayor soltaba por fin al chico y de un empujón lo tiraba al suelo para luego propinarle una fuerte patada en el estómago

— Vuelve... a ..decir... eso— Cada palabra venía acompañada de un fuerte golpe—... y te mato. 

El cuerpo de James se movió antes de que este lo ordenase. Con dos zancadas alcanzó al par de chicos y con un movimiento limpio y rápido agarró al supervisor de las muñecas para situarlas en su espalda e inmovilizarle. No podía presenciar eso y quedarse quieto viendo como a alguien le daban una paliza. El chico soltó un grito, cogido totalmente por sorpresa e intentó zafarse del agarre —¡¿Qué cojones?! 

—La pelea ha acabado— James no ejerció excesiva fuerza al no pretender hacer daño, solo quería parar aquella pelea sin sentido, pero cuando el chico consiguió liberarse de un brazo y volverse hacia su nuevo atacante le soltó repentinamente, como si una corriente eléctrica hubiese pasado entre ellos.

—¿Quién mierdas eres tú? — James no respondió, contemplando horrorizado el rostro de aquel chico — ¡Responde! 

No habló, estaba en un completo estado de shock. Frente a él el rostro de una versión más joven de Christian le miró furioso.

—¿Estás sordo? — Por fin el soldado pareció recobrar el habla

—J... Eric, me llamo Eric— "Él no es Christian" se obligó a si mismo a pensar, puede que tuviese su mismos ojos azules, su mismo pelo negro, la nariz, hasta la misma forma de la cara, pero claramente no era Christian. Este chico debía tener alrededor de 15 o 16 años.

—¿Te gusta meterte en asuntos ajenos Eric? Porque acabas de cometer el peor error de tu puta vida — James no sintió miedo por sus palabras, en aquel momento lo único que quería era cerrar los ojos y fingir que nada de esto estaba ocurriendo.

—¿Qué está pasando aquí? — Los dos chicos se volvieron al unísono para ver a Jorge observando la escena con los brazos cruzados— ¿Andrés?

A James no le sorprendió saber su nombre, no le hacía falta un nombre para saber que ese chico era el hermano de Christian. El aludido pareció pensar la respuesta durante uno rato, meditando que era lo que más le convenía. Al final con los puños cerrados con furia negó con la cabeza.

—Nada, no te preocupes. Solo les ordenaba que volviesen al trabajo— con una mirada chispeante de furia volvió la vista al chico que seguía tirado en el suelo y a James—. Moveros, ahora. 

Ninguno de los dos mostró ninguna objeción, el chico malherido se puso de pie prácticamente de un salto debido al miedo y tanto él como James anduvieron a paso rápido hacia los almacenes de nuevo. Solo cuando estaban lo suficiente lejos del superior y el supervisor fue cuando el primero se dignó a hablar.

—Esto... gracias por lo de antes. Casi me mata — James hizo un leve movimiento de cabeza para restarle importancia, demasiado impactado aún como para decir algo más coherente, aunque si atinó a preguntar.

—¿Que le has dicho para que os peleaseis? —La sonrisa burlona y cruel que le dedicó el chico le hizo replantearse las razones por las que había intervenido a su favor.

— Simplemente le pregunté cuándo dejaría que su hermana se prostituyera al igual que su madre. 

Durante el resto de la jornada James no habló con nadie y evitó a aquel idiota todo lo que pudo,

Cuando volvió a sonar el timbre que indicaba el fin del día y la hora de la cena todo el mundo dejó escapar un suspiro de alivio excepto el castaño. Ahora es cuando empezaba la parte esencial de su misión. Mientras se integraba en la marea de niños y jóvenes, que ansiosos salían con rapidez del almacén para poder disfrutar de una cena tranquila, pudo distinguir a Gray que le guiñó un ojo a modo de aliento. Suspiró y siguió caminando entre el montón de gente. Al menos esa parte era bastante fácil. No tuvo especial problema en deslizarse, gracias a la protección de la muchedumbre, por uno de los pasillos oscuros y desiertos que nadie solía tomar a esas horas. Entre tanto barullo nadie pareció notar su desaparición. El chico permaneció en silencio, amparado en la oscuridad mientras los chicos y chicas despejaban los pasillos y hasta el último supervisor desaparecía junto a ellos. Cuando se quedó solo el silencio invadió aquella parte de la mansión. Sonrió, aliviado de ver que algo tan simple había hecho efecto y sin perder más tiempo recorrió los pasillos. 

Tenía mucho que inspeccionar. Aunque su objetivo principal era descubrir la salida y familiarizarse con los pasillos para que al día siguiente todo resultase rápido y efecto, no descartaba la idea de poder descubrir algo más que pudiese servir para demostrar que aquella organización había sido la que se encontraba al mando de los ataques terroristas. Hasta ahora todo lo que habían presenciado eran delitos de otro tipo. Sirviéndose de las lecciones que su padre le enseñaba de pequeño sobre la inspección de terreno localizó enseguida el pasillo principal de la mansión. Ese que conectaba las dos alas de este y en el que probablemente se encontrase las salida del edificio. Agradeció internamente que todo el mundo estuviese cenando, porque de lo contrario habría resultado muy difícil ocultarse de cualquiera en ese ancho pasillo sin nada más que ventanas y alguna puerta esporádica que sabía que no le convenía abrir. Casi lloró por su suerte cuando llegó a una especie de rellano rectangular repleto de plantes, con más apariencia de selva que de rellano, donde pudo localizar una puerta enorme que sin duda sería la puerta que permitía salir al exterior. Una vez ahí el muchacho se planteó la posibilidad de abrirla y ver en que parte de la ciudad se encontraban, pero rápidamente descartó la idea. Sería mucho más provechoso familiarizarse completamente con la mansión. Mañana ya lucharía con el problema de tener que orientarse en aquella zona de la ciudad para conseguir llegar a la taberna. Recorrió con la mirada la estancia. En las mansiones como aquella la sala o despacho principal solían tener un acceso fácil a la salida, permitiendo así a las visitas llegar con facilidad a esta sin tener que deambular mucho por los pasillos y James sabía que si podía encontrar aquella sala podría encontrar pruebas del terrorismo. Decidido tomó uno de los pasillos contiguos al pasillo del que él había salido. Tras andar unos cuantos metros por este observo asombrado como la escancia crecía, en forma de dos pequeños claustros divididos entre medias por el pasillo por el que él caminaba. James contempló con curiosidad el lugar. Aún le sorprendía la inmensidad de aquel caserón en el que se encontraban. Pasados los claustros podía distinguir una puerta de doble hoja al fondo y James tuvo el presentimiento que aquel era el lugar que estaba buscando. Con los nervios a la flor de piel inició el camino, pero no hubo dado dos pasos cuando un grito le hizo dar un bote.

—¡EH, TÚ! — El castaño se volvió alarmado para ver a dos muchachos avanzando hasta él. "Mierda" había perdido completamente la noción del tiempo y se le había pasado la hora de la cena —¿Qué haces aquí? 

El alma se le cayó a los pies al ver que uno de los dos hombres era Andrés. El chico también pareció reconocerle y su expresión de asco y odio no hizo más que acrecentar. 

—Intentabas escapar — James alzó las manos y negó con fuerza.

—¡No, no! Yo... me he perdido — Andrés soltó un resoplido que quería decir que no se lo tragaba, pero su compañero alzó una ceja inquisitivo. James intentó adoptar una expresión del menor de 15 años asustadizo que debía ser—. Me ordenaron ir a las cocinas, pero... no se donde están las cocinas.

—Miente — Insistió la versión joven de Christian —. Propongo que le castiguemos por la insolencia, 20 latigazos — James evitó fruncir el ceño y mantuvo su expresión inocente y asustadiza "¿A este chico que le pasaba?" , por suerte su acompañante no parecía tan convencido.

—¿Quién te lo ordenó? 

—Un superior— las mentiras salían de la boca del muchacho antes de que pudiese pensarlas, pero no tenía tiempo para meditar.

—¿Quién? 

—No se su nombre— el malhumor del pelinegro parecía incrementar por segundos. 

—No te alteres Andrés. Esto tiene fácil arreglo, llévale con los superiores. Si nadie le ha ordenado nada puedes infligirle el castigo que quieras— Ante ello una sonrisa cruel asomó entre los labios del hermano menor de Christian. 

—Perfecto— Sin esperar nada más agarró al castaño del brazo clavándole los dedos con fuerza en la piel—. Vamos, cuanto antes se desmorone tu mentira mejor.

James no añadió nada más y fingió mostrarse conforme con lo acordado. Aunque una vez se encontraba solo con Andrés notó como sus nervios se desmoronaban. ¿Qué demonios iba a hacer? "Podría golpearle y dejarle inconsciente" desechó la idea con rapidez y amargura. Por muy capaz que fuese de hacerlo no podía golpear a alguien que fuese claramente el hermano de Christian. " Jodiendo mi existencia hasta cuando no estás. Enhorabuena"

Tan ocupado estaba pensando que podría hacer para librarse de esta que no se dio cuenta de que llegaron a su destino hasta que Andrés abrió con fuerza una puerta y le obligó a entrar en la habitación a la fuerza y enseguida notó como todos los pares de ojos de la sala se posaban en ellos dos. Se encontraban en una especie de comedor privado. Sentados frente a la mesa se encontraban todos los superiores. La mayoría eran hombres jóvenes, aunque había alguna mujer, James pudo distinguir a la mujer que se había llevado a las niñas el primer día que llegaron ahí. 

De repente un escalofrío le invadió el cuerpo cuando cayó en la cuenta. Todos los superiores se encontraban en esa sala. Con miedo recorrió los rostros de los presentes con rapidez, deseando no haber acertado en su pensamiento, pero falló. Se encontró con la mirada azul de Christian que le observaba con una expresión horrorizada más típica a alguien que ha visto un fantasma. James contuvo el aliento sintiendo un enorme vuelco en su interior, el resto del mundo pareció oscurecerse y solo quedaba Christian. Christian clavando su mirada llena de sorpresa en él.

—¿Qué pasa Andrés? ¿Por qué nos traes a este mocoso? — James no supo quién había hablado, seguía estando atrapado por la mirada cristalina del ladrón, aunque distinguió una tono femenino en esa pregunta. Andrés sonrió con suficiente mientras agarraba a James de la parte de atrás del cuello de la camisa.

— Lo encontramos en el pasillo del claustro. Dice que un superior le había mandado ir a las cocinas y que se perdió —Un murmullo inundó la sala y James contuvo una mueca. Deseó por unos segundos poder ser capaz de cerrar los ojos y olvidarse de aquella mirada. "Ya no hay vuelta atrás. La has cagado y tienes que pagar por ello" Una voz se hizo notar al final de la habitación.

—¡Oh! ¡Ese debo de haber sido yo! — Todos los rostros se volvieron al unísono para observar como Scapa se levantaba de su asiento con una sonrisa a modo de disculpa —. Lo siento. Christian y yo queríamos más pan. No sabíamos que era nuevo y le mandé a las cocinas pensando que sabía el camino. ¿Verdad Chris?

Por fin James y Christian rompieron contacto y el soldado, aliviado, pudo centrar su atención en Scapa, que se había acercado a el. Pudo notar como el pelinegro también se levantaba de su sitio y le daba la razón a su amigo.

—¿Cómo habías dicho que te llamabas? — La mirada de Scapa le instaba a hablar.

—Eric — dijo, sintiéndose tremenda estúpido. 

—Ah, sí. Eric — El líder de la banda de ladrones sonrió amablemente y se apoyó en el hombro del menor para luego volverse al resto de superiores— Ha sido mi culpa, no volverá a pasar. 

Tras eso nadie pareció darle mayor importancia al incidente y continuaron con la cena. Andrés en cambio permaneció inmóvil en su sitio, aun aferrado al cuello de la camisa del soldado, como si le costase procesar que la coartada del castaño hubiese resultado verdadera. Christian se acercó a su hermano y habló con tono amable. Al notar la presencia del chico tan cerca James sintió la necesidad de salir corriendo.

—Ya no tienes por qué preocuparte Andy. Nosotros le llevaremos de vuelta a las habitaciones— Aquellas palabras tenían una orden implícita de que le liberase, cosa que el hermano menor acabó por hacer. Se separó de James y tras dedicarle una mirada de odio inmenso desapareció por la puerta. El soldado permaneció con la mirada fija en ella hasta que notó como Scapa ejercía un poco más de fuerza en el agarre para llamar su atención.

— Será mejor que nos vayamos nosotros también— sin atreverse siquiera a alzar la vista para encontrarse cara a cara con el rostro de Christian el soldado asintió y salió de la sala, seguido de los dos amigos. Una vez fuera con la puerta cerrada Scapa dejó escapar un largo suspiro, pero su expresión se endureció. James se encogió al ver como clavaba su mirada severa en él —Llévatelo de aquí, será mejor que no llame más la atención.

Todos los músculos del castaño se tensaron al unísono al escuchar esas palabras. No, no quería quedarse a solas con Christian. Iba a dejarse oír, decir que sabía perfectamente el camino de vuelta a las habitaciones, cuando un mano muy conocida le agarró del brazo. Christian asintió, sin apartar la mirada de su amigo.

—De acuerdo —El mayor de la banda murmuró algo para si mismo se dio la vuelta dispuesto a irse por su propio camino, cuando Christian le volvió a llamar—. Scapa. Gracias — El mayor dejó escapar una sonrisa triste y le quitó importancia con un gesto de mano.

—Tu habrías hecho lo mismo por mi— dicho esto desapareció por uno de los pasillos dejando a los dos chicos solos. James se sentía mareado, no quería alzar la vista para contemplar el rostro del pelinegro, pero a la vez lo ansiaba como si su vida dependiese de ello. Casi se sorprendió cuando Christian tiró de él, sin fuerza, pero con insistencia para hacerle andar y habló con tono severo y gélido.

—Vamos —Aunque el pelinegro seguía tirando de él James se movió con cierta reticencia.

—Se llegar a las habitaciones solo— Por fin alzó la cabeza y se enfrentó con el rostro de Christian que le miraba con un rostro indescifrable.

—No vamos a tu habitación, vamos a la mía.

 

Notas finales:

Estaba yo tan tranquila escribiendo y luchando con mi falta de inspiración cuando mi hermano ha decidido venir a mi habitación a tocarme las narices justo cuando estaba en la parte más importante, así que me he puesto de mal humor y por hoy no puedo escribir nada mejor. Se queda así, ya si eso otro día lo revisaré.

Ahora si que nos vamos acercando al salseo y a las escenas dramáticas por doquier (?) XD 

Espero que hayas disfrutado del cap al menos un poquitín, que tengáis un buen día :) 

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