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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Notas del capitulo:

Tenéis muchísima suerte de que pueda publicar esto ahora, porque he intentado conectarme con el wifi de mi móvil y no podía y de casualidad mi madre se ha dejado el suyo en mi habitación ... así que ahora mismo estoy robando wifi (Upss...)


No me gusta nada como me ha quedado el capítulo, pero ya no se puede hacer nada... lo repasaré otro día que tenga la mente más despejada


Se que hablo mucho de Nico, Scapa y Gray y blah blah blah, pero es que son personajes importantes que poco a poco irán saliendo más en la obra así que... a aguantarles XD

Nico odiaba estar de vuelta. Después de unos pocos días pudiendo disfrutar del aire exterior le repugnaba la idea de volver a encerrarse en aquel sitio de mala muerte, de tener que soportar las miradas de odio al pasar (aunque la mayoría fuesen miradas de odio infundadas), el rostro aterrorizado de los pequeños cuando se dirigía a ellos y las estúpidas sonrisas falsas de los superiores intentando conseguir algún privilegio fingiendo amistad con él... pero lo que más odiaba Nico de aquel lugar era Axel, por fuera podría parecer que actuaba con normalidad frente a su jefe, pero siempre que se encontraba en su cercanía podía notar las tripas revolviéndose del puro odio contenido... y del miedo. 

Por esta razón—Axel y solo Axel— cuando Nico volvió a la casa después de unos días de negociaciones intentó por todos los medios atrasar el momento de reencuentro con el jefe de la organización y, en vez de poner rumbo a su despacho nada más llegar, el de cabellos plateados decidió dar una vuelta por el recinto y buscar un sitio tranquilo lejos de las miradas de terror y odio que le solían dedicar en aquel lugar.

Había llegado justo durante el descanso de la comida y algunos niños habían aprovechado para salir por los pasillos a disfrutar del mísero pan que tenían por comida. Nico les ignoró completamente mientras se dirigía al ala este de la mansión. Solo se detuvo cuando distinguió una figura robusta merodeando por los pasillos. Scapa, paseaba por los pasillos con una expresión de angustia en el rostro. Adoptando una sonrisa falsa se acercó por detrás al muchacho.

—¿Qué buscas con tanto afán? — El respingo que soltó el muchacho al escuchar su voz le pareció realmente divertido. Scapa se volvió hacia él confuso y aún con una mirada de preocupación en el rostro.

—¡Nico! ¿Qué haces tú aquí?

Aquella respuesta le hizo fruncir el ceño. Odiaba que respondiesen a sus preguntas con más preguntas.

—Trabajo aquí, por si ya no lo recuerdas. ¿Tan horribles han sido los días sin mi que te han dejado tonto?

La reacción natural de Scapa habría sido adoptar esa expresión tan seria que se le daba tan bien y de alguna manera ignorar completamente las pullas que le soltaba el de cabellos plateados, pero esta vez el castaño se limitó a mirar a ambos lados con nerviosismo.

—Sí, por supuesto...ahora si no te importa, estoy algo ocupado...

Nico estaba tan sorprendido por aquella reacción tan inusual en el castaño que dejó que se marchara sin ponerle ninguna pega. El muchacho se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos. 

—Bueno, bueno. Me parece que me he perdido cosas importantes estos días.

Sin darle mucha más importancia a aquel extraño incidente con Scapa volvió a tomar rumbo por los pasillos de la mansión.Vivir toda su vida en aquel sitio le permitía tener un conocimiento absoluto de todos los rincones del lugar y el de ojos negros podía asegurar que conocía mucho mejor aquella mansión que el propio Axel. Por eso sabía que trepando por las columnas de madera de una de las salas abovedadas podía acceder a un segundo nivel de la casa que nadie conocía. Ni siquiera era exactamente un segundo nivel, más bien parecía como si alguien hubiese intentado hacer una buhardilla en lo alto de la casa y se hubiese quedado a medias, con un montón de tablones sueltos componiendo un suelo lo suficientemente firme como para que el chico pudiese estar ahí sin temor a que este cediese. 

Aquel era uno de los lugares favoritos de Nico. No solo era un sitio que solo él conocía, también, debido a que la construcción se había quedado a medio terminar, era el lugar desde el que podía observar lo que sucedía en la mayoría de las salas importantes de la mansión, ahí contemplaba todo desde el techo sin temor a ser visto. Aquello en su juventud prematura le había sido de mucha utilidad y no mentiría si decía que había llegado al puesto en el que se encontraba gracias a la información privilegiada que había conseguido mientras fisgoneaba ahí de niño.

Cuando por fin pudo poner los pies en los viejos tablones de madera que componían el suelo de esa falsa buhardilla inspiró con fuerza, y el olor a madera vieja, ligeramente húmeda por las lluvias, le invadió y le llenó de viejos recuerdos. Con suerte podía permanecer ahí un par de horas antes de que alguien se percatase de que aún no había vuelto del viaje y de que Axel comenzase a pedir explicaciones. Caminó por el falso suelo hasta llegar a uno de los extremos del conjunto de tablones, justo debajo de un pequeño tragaluz que iluminaba toda la buhardilla. Ahí mismo se sentó, con las piernas colgadas por el extremo, y se dedicó a contemplar como los niños jugaban en el patio interior en silencio.

De repente un sonido demasiado cercano le llamó la atención, seguido de un fuerte golpe.

—¡Mierda! — Alarmado el ojinegro se volvió con rapidez para ver a un muchacho rubio frotándose la cabeza en el lugar que, segundos atrás, había impactado con fuerza sobre el techo de la buhardilla—. Siempre se me olvida lo bajo que es este techo.

Debía ser unos años menor que él, llevaba la camisa mal abrochada y mugrienta, como si hubiese estado trabajando con carbón y el abrigo mojado. Los ojos de ambos chicos tardaron un rato en encontrarse, pero cuando lo hicieron el muchacho rubio sonrió con una mezcla de sorpresa e ilusión infantil.

—¡Anda hola! Pensaba que era el único que conocía este sitio.

—¿Quién eres tú? —No sonó muy amable, aunque en realidad Nico nunca sonaba amable. En aquel momento Nico se sentía como si estuviesen invadiendo su lugar más privado y aquello le mosqueaba. A pesar de su tono hosco la sonrisa del muchacho se ensanchó y el chico rubio avanzó unos pasos hasta quedar a su lado.

—Me llamo Damian. Llegué nuevo el martes pasado —¿El martes? Nico apretó la mandíbula con fuerza. Él había tardado una vida entera en encontrar ese sitio ¿Cómo es que aquel chico de pacotilla había conseguido encontrarlo en tan pocos días? El chico nuevo se sentó a su lado sin pedir si quiera permiso—. ¿Y cual es tu nombre? 

—Nico —Lo dijo con rapidez. Esperaba ver en el rostro de aquel muchacho la compresión y tal vez el miedo (Expresiones que todo el mundo ponía al reconocer en él a la mano derecha de Axel), pero aquel rubio continuó sonriendo con inocencia, cómo si aquel nombre no le suscitase nada.

—Encantado — El chico contuvo las ganas de encarnar una ceja. La gente que se le acercaba sonriendo solía tener dos razones: O era muy estúpido o trataba de entablar una falsa amistad con él para conseguir algún privilegio, pero por alguna extraña razón esta vez no daba la impresión de ser ninguna.

—¿No deberías estar trabajando? — El rubio hizo una mueca mientras hurgaba en su viejo abrigo, buscando algo en los bolsillos.

—Sí, bueno... he tenido un mal día y necesitaba un rato de descanso, pero... ya que estamos aquí...— Por fin pareció encontrar lo que buscaba y con un gesto triunfante sacó un fajo de cartas del interior del abrigo. Gray barajeó las cartas con gesto distraído mientras miraba sonriente al chico. Luego extendió el montón hacia Nico—. ¿Te apetece echar unas partidas?

———————————

—Gray... Tú tienes hermanos ¿Verdad?

El rubio no respondió inmediatamente a la pregunta de James. Su rostro se tornó pálido y sus labios se apretaron en una fina linea. El soldado había esperado con el corazón en un puño, en un completo silencio, hasta que Gray habló, con voz entrecortada.

—Tenía... o tengo. En realidad ya no lo sé. Es complicado— Con lentitud el muchacho se irguió, quedando sentado al borde de la cama frente a James. Dejó escapar un lento suspiro y se frotó los ojos. El menor podía ver la mirada desenfocada del rubio, como si estuviese inmerso en recuerdos que James no estaba del todo seguro de querer oír—. Tenía un hermano pequeño, Robert... la historia de Damian y Eric...— Cerró por un momento los ojos, como si le costase seguir—. Papá empezó a obligarme a jugar cuando tenía 10 años, él solo tenía 8. No teníamos dinero ni siquiera para apostar. Le ofrecía a él como premio, un chico al que el ganador se podría llevar para hacerle trabajar como sirviente. Por eso aprendí tan rápido a hacer trampas en el juego. ¡Era mi hermano! No podía consentir que alguien se lo llevase ¿Entiendes? 

Aunque hubiese formulado una pregunta no esperó a que James la contestase y continuó. 

—Odiaba tener que verme sometido a esa tortura todo los días, mucho más cuando luego el dinero que ganaba era para que mi padre se emborrachase un poco más mientras nosotros nos moríamos de hambre... al menos sobrevivíamos como podíamos y mis tácticas en el juego fueron mejorando —El chico enmudeció unos segundos y su rostro se tornó sombrío—, pero no siempre se puede ganar, incluso haciendo trampas...

Gray parpadeó un par de veces, volviendo en sí, y miró a James con angustia.

—Se lo llevaron —Su voz se había reducido a un leve susurro—. Aquel día perdí y por eso se lo llevaron. No se si está vivo o muerto. No se si le volveré a ver, ni siquiera estoy seguro de poder reconocerle si alguna vez me cruzase con él por la calle. 

—Gray, no fue tu culpa — El rubio negó con la cabeza y sonrió, provocando un escalofrío en el menor

—Era su hermano mayor y le fallé. Por eso Christian no puede cometer el mismo error que yo. Tú también deberías comprenderlo, tienes a tu hermano —James pensó en Daniel, en como la última vez que le había visto el chico le había gritado que luchase por Christian y cómo se había esforzado para ayudarle y sintió como se le formaba un nudo en la garganta.

—Siento haberte hecho recordad todo eso Gray—El chico volvió a sonreír, esta vez de una manera más sincera, aunque James podía ver como sus manos se aferraban con demasiada fuerza al colchón de la cama.

Cuando despertaron al día siguiente Gray había vuelto a su típica personalidad, sonriente y bromista sin importar qué pasase. Jugó con Oscar mientras se vestían y le dio tiempo a hacer dos trucos de magia mientras esperaban a poder entrar en el comedor para desayunar. James no podía evitar sentirse aliviado de ver de nuevo a aquel Gray sonriente, así que evitó volver a mencionar el tema de los hermanos. Aún así la historia del rubio le había hecho meditar las cosas. Tal vez había sido injusto a la hora de juzgar las motivos de Christian por haberse metido en aquel lío. 

Cuando abrieron las puertas de la sala del comedor y los niños empezaron a entrar a tropel Gray frenó en seco causando que parte de la cola se chocase con él. James observó el rostro pensativo del rubio con curiosidad por aquel gesto extraño.

—¿Pasa algo?— Gray tardó unos segundos en reaccionar.

—Creo que hoy no desayunaré. Tengo algo que hacer ¡Luego nos vemos! —Mientras hablaba ya había dado media vuelta y se alejaba de James, así que el soldado no tuvo ninguna oportunidad de preguntarle a qué venía ese comportamiento tan raro. Extrañado por aquel cambio de parecer James entró en el comedor y fue a sentarse donde acostumbraba... o lo habría hecho si no fuese porque alguien le impedía hacerlo. 

Andrés, el hermano de Christian, junto a otro grupo de supervisores rodeaba la mesa dónde solía sentarse con Gray, Oscar y Nayra. El clon de Christian estaba inclinado sobre la mesa y parecía hablar con alguien. Al acercarse a ellos James alcanzó a ver a Oscar en medio de aquel corro.

—Vamos, con lo canijo que eres esa comida es demasiado para ti. Deberías compartir— Uno de los integrantes del grupo, un chico pecoso y de pelo rizado, le quitó el plato al pequeño y el resto se echó a reír.

James recorrió la estancia con la mirada buscando a Nayra. La localizó al fondo de la sala, avanzando con rapidez hacia la mesa con una expresión en el rostro que no dejaba duda de a quién iba a pegar el primer puñetazo en cuanto llegase a la altura del grupo, pero el soldado fue más rápido. De un empujón se abrió paso en el corro y agarró la mano del pecoso, obligándole a soltar el plato. 

—¿Sois tan patéticos que necesitáis molestar a un niño pequeño para sentidos superiores? —Su voz sonaba sosegada, pero la palma de la mano le picaba, deseando estampar el puño en la cara de todos aquellos idiotas. Aun así se contuvo, sabía que no convenía iniciar una pelea. Con cariño le devolvió la comida a Oscar y ,tras guiñar fugazmente el ojo, hizo un gesto con la cabeza para indicarle que se alejase. El niño lo habría hecho si el brazo de Andrés no le hubiese rodeado los hombros, inmovilizando con un gesto en apariencia amistoso.

—¡Eh! Solo estábamos teniendo una charla amistosa ¿Verdad, Oscar? Me han dicho que ayer tuvisteis problemas con mi hermana pequeña —El niño no respondió, se limitaba a mirarle con miedo.

—¡Son solo disputas de niños! —Nayra por fin había alcanzado al grupo—. ¡Suéltale!

El chico no le hizo caso, se limitó a mirar a la niña con el ceño fruncido.

—¿Quién ha pedido tu opinión, niñata? —Antes de que la chica saltase encima del superior. y que acabase mal parada, James se interpuso entre los dos, quedando de frente al hermano de Christian.

—Ya te inmovilicé una vez, Andrés —Los ojos del muchacho brillaron con un destello de furia, reaccionando a la amenaza de James—. Puedo volver a hacerlo otra vez. 

—Inténtalo, vamos — Dijo el pelinegro con tono desafiante, acercándose al castaño. A pesar de ser unos años menor le igualaba en altura, pero eso no le importaba, había reducido a ladrones mucho más grandes que él durante sus guardias en la capital. Antes de que james pudiese responder a la provocación unas manos se aferraron al hombro de cada chico y con fuerza las separaron. Al alzar la vista James se encontró con los ojos azules de Christian mirando a ambos chicos con seriedad.

—Los dos fuera. Ahora —No hizo falta que lo repitiese dos veces. James no quería más problemas con los superiores y Andrés parecía tener muy claro con quién podía meterse y con quién no. Los dos cedieron mansamente y salieron del comedor empujados por el de ojos azules.

Caminaron por los pasillos hasta que se encontraron completamente solas. Una vez ahí Christian se detuvo y los dos chicos le imitaron. Primero se dirigió a James, habló con tono amable, pero distante.

— Ve yendo hacia los carromatos, hoy también me ayudarás en el trabajo— El castaño asintió, sin atreverse a mirar a Christian a los ojos. Deseando poner toda la distancia posible entre los dos hermanos y él desapareció con rapidez por los pasillos, rumbo al almacén de las carretas.

Un vez solos Andrés se quejó con rabia.

— ¿Por qué eres tan amable con ese idiota? No me inspira confianza Christian, ese chico trama algo— Christian se llevó una mano al rostro y se masajeo el puente de la nariz con los dedos, buscando serenidad.

—No busques pelea Andy. Con él no —El tono de orden de su hermano solo le encolerizo más.

—¿¡Por qué siempre él!? Siempre saliéndose con la suya ¿Qué tiene de especial? — Christian enmudeció, incapaz de decirle la verdad a su hermano. 

—Solo no te metas con él. Por favor —El tono suplicante de su hermano mayor sorprendió a Andrés, pero la rabia era más fuerte —. Se que haces todo esto para proteger a tu madre y a Farrah, pero te lo pido por favor. No te metas en líos.

—Claro, todo esto lo haces por mi —Masculló con sarcasmo mientras se daba la vuelta, solo se detuvo por la voz de su hermano.

—Me recuerdas a mi cuando tenía tu edad —Aquel comentario le hizo sentirse incómodo. Aún no acababa de acostumbrarse a ser el hermano pequeño. "A los hermanos pequeños se les mima y se les protege ¿Verdad?". Pensó en Farrah y su sonrisa inocente. Si Christian no iba a protegerla él lo haría, como hermano mayor que era.

—Te equivocas. En lo único que nos parecemos tú y yo es en que hemos heredado el mismo rostro de ese cabrón que llamaba padre.

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James no se atrevía a mirar a Christian a los ojos. Después del trabajo los dos se habían dirigido al patio abandonado donde habían discutido la última vez, no había sido algo premeditado ni hablado, pero ambos habían sentido la misma necesidad de ir a aquel sitio por alguna extraña razón. Sin hablar en ningún momento se habían sentado uno al lado del otro, hombro con hombro, y habían permanecido ahí en silencio lo que podrían haber sido minutos, horas, días incluso. A James le reconfortaba aquella cercanía, aunque sabía que no debía sentirse así...bueno, en realidad no sabía cómo debía sentirse. No tenía nada claro con respecto a Christian, le odiaba, le odiaba por todo lo que le había hecho pasar, le miraba al rostro y solo sentía deseos de pegarle un puñetazo por lo cabrón que había sido, luego de nuevo volvía a pensar en las palabras de Gray y sentía remordimientos por no haber sido capaz de ver los sacrificios que había hecho el pelinegro hasta entonces. Volvía a recordar las palabras de Daniel, veía a su hermano diciendo que luchase por él. Lo estaba haciendo, ¿verdad? ¿Estaba luchando porque quería a Christian? ¿O para ayudar a Karen?

—Gray me ha contado... lo de su hermano —James se sobresaltó el mismo por sus palabras. No sabía por qué había dicho eso. Simplemente quería eludir a sus pensamientos y había dicho lo primero que había pasado por su cabeza. Christian dejó escapar un suspiro, inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándose en la pared del patio. Su voz sonó triste y preocupada al hablar.

—Creo que estar en esta casa le hace recordar los tiempos con su hermano. Debe estar pasándolo muy mal. No debería haber venido contigo.

—Lo hizo por Scapa—Aunque el rubio nunca lo hubiese dicho los dos chicos sabían muy bien que eso era verdad—. Para luego solo recibir de él indiferencia.

Christian volvió a suspirar y se volvió para mirar a James. Sus miradas se encontraron y a ambos chicos les resultó imposible romper aquel contacto.

—¿Alguna vez te he contado como formamos el grupo? —El soldado negó con la cabeza, haciendo que sus cabellos oscilasen débilmente con el movimiento—. Nos conocimos porque todos vivíamos en el mismo pueblo. De pequeños jugábamos juntos al fútbol. Robert... robert también estaba ahí, era el más pequeño de todos, pero siempre estaba con nosotros. Ya sabes que yo empecé a robar muy de joven, mi abuelo no tenía fuerzas para trabajar ni para darnos de comer; Kyle venía de una familia de gitanos, desde pequeño sabía que su vida estaba destinada al hurto y Gray y Robert tampoco tenían muchas opciones de vivir una vida honrada, su padre les obligó a meterse en el mundo de las apuestas demasiado jóvenes. Todos nosotros estábamos destinados a aquel tipo de vida casi desde que nacimos... el caso es que la vida de Scapa no era igual.

<< Él tenía una familia decente. Sus padres tenían una tienda, no tenían problemas de ningún tipo y Scapa sabía que heredaría el negocio familiar cuando creciese, pero no lo hizo. Cuando Gray perdió a Robert fue él mismo quien decidió dejar a su familia para formar un grupo. Tenía una vida asegurada y la dejó para ayudarnos a nosotros —Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Christian y James se distrajo unos segundos al contemplarla—. Scapa siempre ha sido así. Deja todo lo que tiene para ayudar a quién no se lo pide. Pasó entonces y está pasando ahora. Él no tenía por qué haber venido a este sitio de mala muerte, pero lo hizo para acompañarme, aunque me negué mil veces a que lo hiciese. Perdió todo lo que tenía asegurado una vez más por ayudar a un amigo, incluso perdió a Gray. Por mi culpa— La expresión del pelinegro se endureció y el remordimiento asomó en sus ojos —. Se que es un chico difícil de entender, es poco hablador y no muestra sus emociones como debería, pero es una de las personas más altruistas que conozco y se que aprecia a Gray por encima de todo, aunque no lo diga.

James se removió, rompiendo al fin el contacto visual con el ladrón, y se cruzó de brazos, intentando ganar algo de calor inútilmente.

—Pues si continua con ese mutismo emocional presiento que las cosas se pueden torcer para él y para Gray.

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El castaño recordó el comportamiento tan extraño que había tenido el rubio por la mañana e internamente se preguntó que habría tenido que hacer el chico que fuese tan importante.

—Lo siento, llego tarde— Gray se limpió el sudor cela frente, producto de haber tenido que escalar hasta la buhardilla con tanta celeridad. Nico, sentado en el sitio que acostumbraba a ocupar, al borde de las tablas del suelo, miró al muchacho con una ceja encarnada.

—No habíamos quedado — Musitó con tono aburrido y volvió a centrar su atención en el alboroto que parecía haberse formado en el comedor. Notó como el rubio se sentaba a su lado y aunque no le miró casi pudo presentir la sonrisa que debía cruzar en aquel momento la cara del chico—. Es más, creo recordar haberte dicho que no volvieses a este lugar.

El rubio ignoró ampliamente aquel último detalle.

—Lo se, pero tuve el presentimiento de que estarías aquí.

El de cabellos plateados puso los ojos en blanco, pero a la vez sacó de su abrigo un par de bollos que había cogido de la sala de superiores y le pasó uno al rubio con desgana.

—Come rápido, no quiero que me eches la culpa luego si llegas tarde a tu trabajo.

 


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