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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Notas del capitulo:

He tardado la vida en escribir esto y mientras lo hacía me costaba mucho encontrar las palabras, pero creo que ha quedado algo lo suficientemente aceptable así que me siento satisfecha conmigo misma (?)

 

 

Andrés podía escuchar el sonido de sus pasos pausados mientras caminaba hacia su habitación. La ausencia de cualquier otra persona en el pasillo hacía que el ruido rebotase contra las paredes de mármol, causándole una extraña sensación de inquietud. 

—Pobre idiota—masculló entre dientes.

No podía negar la satisfacción que sentía al saber que aquel niñato recién llegado no había conseguido salirse con la suya —cosa que había estado haciendo desde que le conoció—, pero también era cierto que aquel sentimiento se veía nublado por cierto sentimiento de compasión. No había nadie a quién odiase lo suficiente como para desearle ir a las peleas de Alex, o en su defecto a la casa roja.

Recordó las palabras que le había dicho Nico al salir del despacho de Alex <<Será mejor que avises a tu hermano de lo que ha pasado aquí>> Gruñó, molesto. Daba igual que su hermano lo supiese o no, no podría ayudar a aquel chico por mucho que quisiese, nadie excepto el propio Nico tenía la suficiente influencia para hacer cambiar de opinión a Alex sobre estas cosas. Internamente se preguntó qué había en aquel recién llegado que hacía que Christian mostrase tanto interés por él. 

—Ya da igual, no se le puede salvar—se dijo a sí mismo, aunque esa afirmación le hizo sentirse peor. ¿Qué tenía ese chico que le hacía tan especial? ¿Y por qué se metía siempre en los asuntos de su familia? De nuevo, recordó las palabras que le había dicho en el pasillo durante su pelea <<¡Lo único que querría hacer a tu familia sería en todo caso ayudarla! ¡¿ Es que no lo ves?! >>

Antes de que se pudiese dar cuenta ya estaba escuchando el sonido de sus pasos acelerando, hasta que, demasiado inquieto, echó a correr hacia su habitación, deseando que Christian estuviese ahí. 

—¿Seguro que tú madre no va a regresar hasta media noche? —Christian miró a su hermana con recelo e inseguridad. Lo último que quería aquel día era encontrarse con Cassandra y tener otra discusión con ella, ya estaba de suficiente mal humor por lo que quedaba de semana. La niña se encontraba frente al fuego que el pelinegro había encendido en la rústica chimenea de la habitación, hacia apenas unos minutos. Miraba embelesada las llamas bailar con chispas de colores y por ello no contestó a la pregunta—, Farah.

La rubia por fin reaccionó al reclamó de su hermano y apartó la mirada del fuego para mirarlo, pero aún así no contestó, parecía como si la niña tuviese un sexto sentido que le permitía darse cuenta del estado de ánimo de su hermano y que le afectaba a ella por igual. Al contemplar los ojos tristes de la pequeña Christian no pudo evitar suspirar y alzar los brazos.

—Anda ven. No te pongas triste— Añadió, esta vez con cariño en su tono de voz. Farah no se hizo de rogar y se refugió en los brazos de su hermano. Christian la abrazó, consciente de lo reconfortante que era sentir la calidez de su hermana. 

—Eres tú el que está triste, hermanito— Christian volvió a suspirar, y su aliento removió los rizos de la pequeña. 

—Un poco—murmuró a la vez que estrujaba más a su hermana contra sí—, pero a veces cuando abrazas a las personas que quieres dejas de estar triste. 

Aunque no podía ver el rostro de su hermana supo que estaba sonriendo por la risilla que se escapó de sus labios y tuvo el impulso de hacerle cosquillas para conseguir que la niña se riese de verdad, pero antes de intentarlo siquiera  la puerta de la habitación se abrió con brusquedad, causando un pequeño sobresalto en el joven. 

Christian, temiendo que Farah se hubiese equivocado sobre el horario de Cassandra, se volvió con rapidez hacia la puerta y soltó un suspiro de alivio al ver a su hermano Andrés en la puerta.

— ¿Llegas un poco tarde, no? Nos hemos comido tu cena mientras esperabamos—bromeó el mayor mientras Farah se bajaba de su regazo para ir a saludar a su otro hermano. El chico ni se inmutó ante sus palabras, ahora que le miraba con más detenimiento Christian podía distinguir el sudor que le recorría la frente y como su pecho subía y bajaba de manera incontrolable debido al sofoco—. ¿Has corrido? 

Andrés se agachó para acariciar los cabellos de su hermana con cariño, pero su mirada no se apartó en ningún momento de la de Christian y eso fue lo que alertó al pelinegro de que algo iba mal.

—¿Qué ha pasado? —¿Acaso Axel había vuelto a pegar a Cassandra? No sería la primera vez que por culpa de aquel gilipollas la mujer de la familia volvía con algún moretón. El menor miró de reojo a Farah, meditando si sería buena idea involucrar a la pequeña en todo esto.

—Será mejor que lo hablemos en la habitación de mi madre— Con una sacudida de cabeza señaló a la puerta de la habitación que daba al dormitorio de su madre. Christian se apresuró a levantarse y demasiado intranquilo entró primero en la habitación mientras escuchaba como Andrés tranquilizaba a su hermana y le decía que dibujase un rato mientras ellos hablaban. La habitación de Cassandra era bastante más despampanante que cualquiera de las otras habitaciones de aquella casa (A excepción de la de Axel), llena de telas de colores, un espejo enorme para arreglarse y una cama blanca y mullida que llamaba a gritos a cualquiera que pusiese los ojos sobre ella.

Cuando el menor entró en el dormitorio cerró la puerta tras de sí, sumiendo a ambos chicos en una tenue luz que entraba por los grandes ventanales de la estancia. Se hizo un silencio incómodo entre los dos hermanos mientras Andrés pensaba cual sería la mejor manera de iniciar el tema. Christian no le dio mucha tregua, ya que demasiado impaciente para dejar que el menor ordenase sus pensamientos demandó una respuesta.

—¿Y bien? 

Andrés suspiró, a pesar de la poca luz Christian pudo distinguir como se llevaba una mano al rostro. 

—Me he peleado con el chico nuevo y nos han llevado ante Axel — soltó la frase de sopetón, tan rápido que apenas se paró entre palabra y palabra. Tal vez por eso Christian tardó un rato en reaccionar, pero pronto Andrés pudo ver como el rostro de su hermano se tornaba a una mascara de seriedad.

—¿Qué? 

—Le vi salir de nuestra habitación hace una hora y me encaré a él. Jorge nos encontró y nos llevó ante Axel y Nico—No apartó la mirada del rostro de su hermano mientras relataba lo sucedido y pudo observar como su expresión se iba transformando en una mueca de horror—. Nos querían llevar a la casa roja, pero mamá convenció a Axel de que a mí me dejase ir...

—¿Y a él? —Hasta Andrés pudo notar el miedo impregnado en el tono del pelinegro. 

—Nico convenció a Axel de que le llevase a las peleas—Christian se dejó caer al colchón de la cama lentamente, como si las piernas le fallasen y necesitase sentarse. Aquello aumentó la frustración de Andrés, que por fin estalló—. No creas que soy tonto, Christian ¿Quién es ese chico? Dijo que quería ayudar a nuestra familia ¿Es verdad?— Necesitaba saberlo ahora, saber si se había equivocado con aquel chico y si había metido la pata hasta el fondo.

Christian no contestó. Se había llevado ambas manos a la cabeza y ocultaba su rostro manteniendo la mirada en el suelo, en cambio dejó escapar un lamento.

—Te dije que con él no Andrés ¡Con él no! ¿Acaso no podías concederme eso? ¿Ese poco de paz? —El tono destrozado de su hermano solo aumentó el sentimiento de culpa que había estado creciendo en él desde que había salido de la habitación de Axel, pero también aumentó la rabia.

—¡Tal vez si me hubieses dicho quién era desde un principio yo no habría metido la pata de esta manera! ¿Tan difícil era decirme que era tu novio, amante... ¡o lo que sea!?

—No es mi novio —La voz de Christian sonaba distante y falta de carencia—. Es sólo el chico al que amo. 

Andrés no llegaba a comprender cual era la diferencia entre ambas cosas, pero aquella afirmación le impactó más de lo que esperaba, teniendo en cuenta de que ya lo había imaginado. Tragó saliva un par de veces, buscando cualquier cosa que decir a su hermano para darle ánimo, pero no se le puede dar ánimo a una persona cuando nadie lo ha dado a ti. 

—Le van a meter en una pelea de prueba hoy— informó con tono automático—. Si te das prisa probablemente le veas. 

Christian levantó la mirada del suelo con demasiada calma, y al mirar a los ojos a su hermano este no pudo ver ningún tipo de emoción en ellos. El hermano mayor asintió con lentitud y se levantó de la cama cómo si todos sus músculos doliesen al hacerlo. Al verle andar hacia la puerta Andrés sintió el impulso de decir algo más.

—He visto cómo pelea—Su hermano alcanzó el pomo de la puerta, pero no abrió, esperó a que el menor continuase—. No sé dónde lo ha aprendido, pero puede ganar.

 

 

Scapa apartó la mirada del libro que había estado leyendo las últimas horas y miró escéptico la figura de Nico, sentado justo enfrente suyo. 

—¿Piensas quedarte ahí mirándome leer o has venido por algo? —El peliblanco sonrió por el tono calmado del castaño. Scapa era un muchacho tranquilo, de temperamento frío que no se dejaba sorprender por nada. No recordaba haberle visto exaltado nunca y reconocía que cierta parte de él se moría de ganas por ver perder los estribos a aquel chico. Además, sería mucho más satisfactorio si el que consiguiese hacerle perder los estribos fuese él. 

—Qué poca consideración por tu parte— se quejó con tono empalagoso a la vez que hacía un mohín de disgusto—. Encima de que vengo a visitarte aprovechando mi tiempo libre.

El chico no pareció afectado por esas palabras y se limitó a volver a centrar su atención en el libro.

—Di por qué has venido o lárgate.

El de ojos negros dejó escapar un sonido de exasperación demasiado teatral para ser cierto y sin ningún tipo de recato se estiro sobre la mesa que servia de separación entre ambos. 

—¿Qué tal te va a cargo del casino? He oído que han aumentado los clientes—Scapa ignoró completamente al muchacho, pero este siguió hablando con tono entusiasmado—, ¿Sabes? ¡He encontrado a un chico con talento innato para las cartas! Tal vez te suene de algo.

Los ojos de Scapa dejaron de recorrer las páginas del libro y lentamente volvieron a posarse en Nico. El peliblanco dejó escapar una sonrisa de suficiencia: bueno, no era una cara de desesperación, pero al menos había conseguido algo. 

—¿Qué pretendes, Nico? —La voz de Scapa sonó demasiado calmada para el gusto del otro, pero eso no le desalentó.

—¡Eh! ¿A qué viene el tono hostil?, Voy a traspasar a tu amigo el rubiales a tu sección para que podáis estar juntos. Deberías agradecérmelo— Canturreó con tono burlón.

—Déjale en paz

—¿Gray, verdad?—interrumpió con tono soñador mientras apoyaba la mejilla en su mano—. Es un chico encantador. Deberías tener cuidado, con lo extrovertido que es no sería de extrañar que cautivase a alguien pronto y le pierdas—El castaño tardó un rato en contestar y cuando lo hizo su tono se había vuelto más serio y grave. 

—¿Es una amenaza? —Nico ocultó la sonrisa triunfante que amenazaba con aparecer en sus labios al ver la tensión en los nudillos de Scapa.

—Quién sabe —En aquel momento unos gritos provenientes de fuera de la habitación empezarón a cobrar fuerza, atrayendo la atención de ambos muchachos. Nico creyó escuchar su nombre entre el griterio—. Me temo que vamos a tener que terminar la conversación aquí, Scapa. Tengo planeado algo mucho más divertido para esta noche. 

El peliblanco no se sorprendió en lo más mínimo al ver a Christian entrando bruscamente en la habitación con una expresión demacrada, Scapa en cambio dejó escapar una mueca de desconcierto, pero no dijo nada.

El pelinegro paseó la mirada por la habitación y al localizar a Nico avanzó hasta él con grandes zancadas. El muchacho no se movió de su asiento y se limitó a seguir al otro con la mirada y una tenue sonrisa de regocijo. 

—Necesito que me lleves con él.

Parecía que el hermano del ladrón había decidido hacerle caso y avisar a su hermano "Al menos ha hecho algo sensato de una vez por todas"

—Creo que a esa frase le faltan las palabras mágicas— La mirada de Christian centelleó, captando al vuelo las intenciones del peliblanco.

—¿Qué quieres?

 

 

James no estaba seguro de a dónde le habían llevado después de aquella extraña conversación con Axel. Tras las ordenes del jefe Jorge le había llevado hasta el almacén de los carruajes y le había obligado a tumbarse en la parte trasera de una de las carretas y le había cubierto con una lona. Después de eso había cogido las riendas del carro rumbo a la casa de peleas. James tuvo que soportar el frío y la oscuridad de la noche con poco más de abrigo que los harapos que le habían dado al llegar a la casa. La lona le impedía ver el camino que tomaron, pero era capaz de distinguir voces de hombres borrachos gritando, mujeres riendo, niños llorando y cuando pasaban cerca de algún pub llegaba a escuchar las notas de algún desafinado piano que intentaba amenizar la noche de los clientes. Incapaz de hacer nada más que esperar se hizo un ovillo sobre sí mismo intentando retener todo el calor corporal que le era posible en aquella noche helada. 

Cuando la carreta por fin paró el castaño notaba los dedos entumecidos y su labio inferior tiritaba intensamente por el frío. Escuchó a Jorge bajarse del carro y pudo oír a la perfección los pasos del chico mientras desataba la lona. Al destaparle la luz de las farolas de la calle cegaron momentáneamente al soldado, pero el mayor no dio tregua a James ya que enseguida le agarró del brazo y tiró de él, arrastrándole fuera del carromato hasta una de las puertas del callejón en el que se encontraban, la de aspecto más carcomido y mugriento. Llamó un par de veces con insistencia y no pasó mucho tiempo hasta que una pequeña rendija a la altura de los ojos de una persona de estatura media se abrió. La persona que se hallaba detrás de la puerta pareció reconocer al joven ya que enseguida abrió la puerta, dejando pasar a ambos chicos.

—Es una nueva adquisición. Axel quiere ponerle a prueba hoy—El hombre que les había dejado pasar, un hombre con una barba desordenada y la espalda encorvada por el paso de los años, observó a James con ojo inquisitivo.

—¿Y qué se supone que tengo que hacer con él? — Su voz sonó rasposa al quejarse. Jorge dejó escapar una palabrota, visiblemente de mal humor.

—¿A mí que mierdas me cuentas, Mike? Solo enciérralo en algún lado hasta que el jefe venga. 

Mike gruñó a modo de respuesta y volvió a escudriñar a James de arriba a abajo. Sin ningún tipo de delicadeza agarró al soldado del cuello y tiró de él al interior de la casa, dejando a Jorge en la puerta sin ningún interés o preocupación por lo que podría pasarle al muchacho a partir de ahora. James tuvo que mantener el ritmo desacompasado del hombre a duras penas para evitar que tirase en excesivo de su cuello. Anduvieron por un montón de pasillos igual de mugrientos que la puerta por la que habían entrado. El soldado era capaz de oir voces y gritos provenientes del interior de la casa, pero no pudo distinguir de dónde venían exactamente. Cuando por fin llegaron a la puerta del final del pasillo el hombre la abrió de una patada y empujó al castaño para que entrase. Luego con una sonrisa diabólica amenazó al muchacho.

—Quédate aquí quieto, como te vea merodeando por el pasillo te corto los dedos uno a uno. 

Dicho esto cerró de un portazo, dejando al ojiverde solo. Los ojos de James tardaron unos minutos en adaptarse a la oscuridad de la sala y cuando por fin pudo distinguir las siluetas que lo rodeaban descubrió que se hallaba en una especie de vestuario, aunque lo único que lo identificaba como tal eran los bancos de madera puestos en fila y las baldosas que recubrían el suelo. Consciente de que no podía hacer nada más que esperar a que aquel hombre desagradable volviese se sentó en uno de los bancos y apoyó la espalda contra la pared de piedra. Poco a poco fue sintiendo como sus extremidades se desentumecían ahora que se encontraba lejos del viento invernal del exterior. 

—Buena la has liado— su voz resonó en el vestuario, rebotando contra lo baldosines y generando un eco extraño. Se había metido en un buen lío e iba acabar descubriendo otro de los negocios nauseabundos de Axel. Y por si fuera poco si no vencía en aquella pelea acabaría en la casa roja, donde estaba seguro de que ni siquiera Christian le podría ayudar para ponerse en contacto con Karen —. Si pierdes se ha acabado todo— Adiós misión, adiós Karen, adiós Christian. 

Sintió un escalofrío al imaginarse todo lo que se le venía encima, pero James sabía que no tenía ningún sentido desesperarse cuando no había nada que pudieses hacer para remediarlo, así que se concentró en relajarse mientras esperaba en aquel oscuro lugar. Cuando el viejo cheposo volvió a aparecer James ya había entrado en calor al completo y su respiración se encontraba en completa calma. Mike había traído consigo unas toscas esposas de metal.

—Manos a la espalda.

James se dejó encadenar y tras eso salieron de los vestuarios para volver a recorrer aquel pasillo lúgubre, esta vez tomaron la puerta que se encontraba a la izquierda del vestuario, que dio paso a unas escaleras descendentes que recordaban a las escaleras de las mazmorras del castillo de Karen. El castaño notó unos golpes de Mike contra su espalda.

—Bajando.

Lo primero que experimentó James al entrar en la sala fue el deslumbramiento a causa de la luz intensa que provenía del centro de la sala, el escocer en la nariz debido al intenso olor a cerrado y el retumbido en sus oídos por el ruido que invadía el lugar. Era un espacio grande, y en estaba lleno de gente que se agrupaba alrededor del ring, un cuadrado de arena protegido por unas vallas de metal y quedaba iluminado por cuatro antorchas gigantes situadas a los extremos del cuadrado. James no podía ver lo que sucedía en su interior por la cantidad de cabezas que le bloqueaban la vista, pero por los gritos de euforia de aquellas personas y la cantidad de dinero que pasaba de mano en mano suponía que nada bueno.

En el extremo contrario a la puerta había una mesa un poco más elevada que el nivel del ring y James distinguió el pelo blanco de Nico sentado al lado de Axel.

Antes de poder inspeccionar el lugar un poco más Mike le arrastró hasta un extremo de la habitación junto a un grupo de jóvenes que vestían ropas igual de harapientas que la del soldado. 

—Espera aquí hasta que te llamen.

La mayoría de ellos mantenían la mirada fija en el suelo, intentando permanecer ajenos a todo lo que ocurría enfrente suyo, aunque había unos pocos que mantenían las miradas fijas en el ring con expresión expectante, una expresión que causo nauseas al soldado, por eso decidió sentarse al lado de uno de los chicos más alejados del ring, un muchacho de pelo cobrizo que mantenía los ojos cerrados con fuerza. Recordaba haberlo visto alguna vez desayunando en el comedor tal vez mirando atento a alguno de los trucos de magia que hacía Gray a modo de buenos días.

Puede que si conseguía entablar conversación con él este le contase un poco cuales eran las reglas básicas en aquel tuburio. 

—Hola— Intentó sonar amigable como lo solía hacer Gray con todo el mundo, pero en su persona el tono sonó falso y su voz tembló por los nervios. El estremecimiento que sufrió el chico al escuchar su voz no le alentó lo más mínimo—. Me llamo Eric ¿Y tú? 

El chico abrió por fin los ojos, dejando ver un iris ambar que rápidamente se clavó en el rostro de James.

—No me hables —Su voz sonaba nerviosa —. No hablamos entre nosotros— Inmediatamente después apartó la mirada del castaño con temor a algo que James no alcanzaba a comprender. No insistió más, aunque aquella escena solo había servido para inquietarle aun más. Tendría que descubrir como funcionaban las peleas en el propio ring. 

En aquel momento la pelea que se llevaba acabo en el centro de la sala debió llegar a su fin ya que hubo un repentino estallido de euforia entre los espectadores. James sintió el impulso de acercase para observar el resultado, pero algo en su interior le advirtió de que no debía moverse de su sitio. Entre la marabunta pudo distinguir a un muchacho alto y de complexión fuerte salir de la zona vallada, tenía el labio inferior partido y la sangre cubría parte de su mandíbula, pero no hizo ningún ademan de limpiarse o preocuparse por la herida. Con pasos desequilibrados avanzó hasta la mesa donde se encontraba Axel, que le recibió con una sonrisa en los labios. En aquel momento un par de hombres salieron de entre la masa de gente cargando a otro muchacho en brazos y subiéndolo por las escaleras. James se preguntó internamente cual sería el estado de aquel chico y qué harían con él ahora que había perdido. Detrás de él le seguía un señor con expresión furiosa en el rostro.

—¡Me has costado demasiado dinero para perder de esa manera! —Aquello sorprendió al joven, eso quería decir que no todos los chicos que luchaban ahí eran "propiedad" de Axel, tal vez gracias a eso aquel muchacho correría una mejor suerte que la que tendría si fuese a la casa roja.

—¿Disfrutando? — Una voz rasposa le sacó de sus pensamientos y le hizo voltear el rostro. Axel le observaba sonriente a apenas dos palmos de distancia. Debía de haber acabado la conversación con el vencedor mientras James se preguntaba por el destino del vencido. No contestó a la pregunta, sabedor de que se metería en problemas si se pasaba de listo con aquel señor.

Aquello no pareció molestar al jefe. Axel le contempló con un brillo extraño en los ojos y una expresión sádica en el rostro. Por fin ordenó con tono risueño.

—Llevad a estos dos a la arena—El muchacho al lado de James se encogió sobre sí mismo al sentirse señalado y James sintió una inmensa sensación de culpa, si no se hubiese sentado en aquel sitio Axel no habría escogido a aquel muchacho como su contrincante—. A ver de qué pasta está hecho el nuevo.

Mike se acercó a ambos chicos y con rudeza les agarró del hombro a cada uno para llevarles hasta el centro de la sala. Al pasar entre la muchedumbre la gente les gritaba, empujaba y tiraba de sus ropas hasta que Mike gritaba más fuerte y empujaba más fuerte, consiguiendo hacerse paso entre el grupo hasta llegar a la puerta del ring. James contempló en silencio como el viejo desataba las cuerdas que mantenían sujetas las muñecas de su contrincante y sin ningún tipo de consideración le empujaba al interior de la arena. El trato que recibió el castaño no fue mucho mejor y sin poder remediarlo acabó de rodillas dentro del ring debido al impulso con el que le habían arrojado ahí.

El ambiente se volvió atosigante en cuestión de segundos, todo lo que podía escuchar el soldado eran los gritos indistintos de los observadores, junto a los golpes metálicos que propinaban a las vallas. La luz que iluminaba el ring era demasiado intensa y en seguida pudo sentir el calor abrasador de las antorchas que rodeaban el cuadrado de arena. 

Parpadeó un par de veces, intentando enfocar la vista y ver mejor al muchacho que se encontraba de pie enfrente suyo. El muchacho le esperaba con los puños en alto y una expresión de horror en el rostro. En seguida volvió a sentir los remordimientos por haber arrastrado a aquel chico consigo

"No tengo por qué pelear de verdad" se dijo a sí mismo mientras se ponía de pie "Solo tienes que hacer que parezca real" 

Respiró hondo un par de veces, intentando aislarse por completo de los gritos de insultos y amenazas que le rodeaban y entonces esperó. Esperó paciente a que el contrincante hiciese su primer movimiento, algo que le había enseñado su padre de pequeño era a no adelantarse a los acontecimientos movido por la inquietud. El muchacho en frente suyo también pareció esperar unos segundos, pero su paciencia era más limitada, pronto James pudo sentir como la respiración del muchacho se aceleraba y cuando dio unos pasos al frente no tuvo que meditar mucho para adivinar sus movimientos. 

El de pelo cobrizo intentó propinar un puñetazo directo a la sien del soldado, pero James consiguió pararlo con el antebrazo sin dificultad y con rapidez le atizó en el estómago, no empleó mucha fuerza, pero se aseguró de hacerlo de manera que pareciese un golpe potente y su truco pareció surtir efecto por la oleada de gritos que generó entre la masa que les rodeaba. Su contrincante te apartó de un salto, sorprendido por los reflejos del muchacho, pero no tardó en volver a intentar otro derechazo, para volver a ser bloqueado de nuevo.

La situación se volvió a repetir un par de veces, James podía frenar los ataques del chico con facilidad y siempre se ocupaba de no emplear mucha fuerza en sus golpes, solo tenía que entretener al público un poco más para poder por fin inmovilizar al muchacho, dejar que se rindiese y terminar aquella farsa. Su contrincante se dio cuenta bastante rápido de que James no pretendía herirlo realmente, pero aquel hecho parecía frustarle más que aliviarle, hasta el punto que acabó abalanzándose sobre el soldado con más fuerza que la usual.

James se consiguió apartar lo suficientemente rápido para que solo le rozase la mejilla, lo que no se esperaba fue la patada que el muchacho asestó contra su pantorilla, causándole un gemido de dolor y que perdiese el equilibrio y cayese contra el suelo de arena. La grada aplaudió enardecida ante aquel gesto y James tuvo apenas unos segundos para darse cuenta del pie que iba directo a su rostro antes de rodar para esquivarlo. Sus músculos empezaban a quejarse del sobreesfuerzo al que se veían sometidos y la fatiga mental empezaba a pasarle factura. Con dificultad consiguió esquivar la siguiente patada y aferrarse a la pierna del de cabellos cobrizos que dejó escapar una maldición al verse agarrado. Haciendo uso de sus fuerzas tiró de la pierna con brío, tirando al muchacho también al suelo. Ahora tenía que ser rápido o aquello se alargaría más tiempo del necesario. Con habilidad se subió encima del cuerpo del muchacho y le agarró el brazo derecho para sujetarlo con fuerza tras su espalda, obligándole a permanecer tumbado en el suelo. 

El muchacho forcejeó, intentando zafarse de la carga que suponía el peso del soldado, pero fue en vano, no había manera de liberarse de aquel agarre. James sentía los oídos pitar por el ruido del exterior y su frente se había cubierto de sudor debido al esfuerzo, pero había una expresión de satisfacción en su rostro. El contrincante no se podía mover, había ganado. Esperó a escuchar a alguien que pusiese fin al combate, a Mike entrando en la arena para separarles y dar comienzo a la siguiente pelea, pero por mucho que pasaron los minutos solo era capaz de oír a la muchedumbre gritando. Alzó el rostro para contemplar las caras exaltadas de los espectadores.

—¡Ha acabado! —Intentó gritar entre aquel ruido—. No se va a mover— ¿Cuanto más tenían que esperar para darse cuenta de que no había nada más que aquel muchacho pudiese hacer para seguir luchando? 

—¡No! —Gritó el de pelo cobrizo, aún removiéndose en el suelo—. ¡No funciona así!

James no le hizo caso y alzó más el rostro, buscando a Mike a Axel o incluso a Nico con la mirada, alguien que pudiese acabar la pelea, pero a quien vio fue a Christian, pegado a la valla rodeado de aquella gente despreciable que seguía gritando exaltada. Él también gritaba, pero James no alcanzaba a comprender lo que le intentaba decir entre tanto jaleo. 

Poco a poco fue comprendiendo "Nadie lo va a parar" No les servía solo inmovilizar a alguien para vencerle. La expresión de satisfacción se tornó en una de espanto y poco a poco fue reduciendo la fuerza en el agarre sobre el cobrizo. "No quiero ganar" No, no quería. No pensaba ganar si tenía que llegar a hacer un daño grave a una persona que no tenía nada que ver, a un muchacho que estaba ahí de casualidad. Christian seguía gritando desde detrás de la valla, pero James no pudo escuchar ni una sola palabra de las que salían de sus labios. 

Al notar como el agarre que mantenía su mano contra su espalda había desaparecido el chico de pelo cobrizo se revolvió, rodando sobre sí mismo y haciendo que James cayese al suelo, ocupando esta vez él la posición encima del soldado.

El primer puñetazo le dolió, el segundo aún más, el tercero ya apenas lo notó. Lo único que podía pensar mientras recibía los golpes era en lo mal que había salido todo, en como había fastidiado la misión, y cómo le había fallado a Karen. A su lado, a solo un montón de hierrajos de distancia Christian seguía intentando decirle algo, James habría suspirado si hubiese podido ¿No comprendía que con tanto jaleo no le podía oír? No comprendía ni una sola palabra... aunque más bien sólo era una palabra. James podía sentir como el pelinegro la repetía una y otra vez, curvando los labios de la exacta misma manera... una y otra vez.

—Lucha

 


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