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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Notas del capitulo:

Ahora mismo me odias un poquito mucho ¿no? XD Un mes sin actualizar... en fin. Mi ser de lo que no hay :(

Este cap ha sido escrito entre la banda sonora de "Como entrenar a tu dragón" y "One piece" Lo cual  implicaba que a mitad de cada frase estaba medio bailando y haciendo gestos raros por la epicosidad de la música y recordando como el badass de Luffy se carga a todos o cosas así... sep. Muy normal todo.

 

Bueno dejemos las cosas estúpidas y vayamos a lo importante.  Estuve hablando de hacer alguna red donde poder avisar si tenía algún problema, o mantener al tanto de las actualizaciones o por si alguien quiere decirme algo por ahí y preguntarme lo que sea y esas cosas y mucha gente me dijo que Facebook estaría bien .  Así que con una cuenta que ya tenía de hace tiempo cree una página.

https://www.facebook.com/pages/Vinca-Gnone-Crystalpm/891262700958304?fref=ts

Supongo que si poneis Vinca Gnone/ Crystalpm en facebook os saldrá ( Uno por el nombre de wattpad y el otro por el nombre de Amor- yaoi) XD

Bueno, solo quería avisar de eso. Ahora sí que sí, a leer.

 

 

Una persona prudente, o al menos alguien con dos dedos de frente, se habría sentido un poco incómoda al ver que al estar aún en construcción la torre no tenía ninguna barrera o algo que evitase que la gente se cayese al vació. James en cambio solo pudo alegrarse al ver que no había ningún impedimento que dificultase la vista. Incluso cuando ambos se sentaron en el suelo de madera de la torre podían seguir viendo perfectamente la ciudad. Además, aquel sitio no solo implicaba unas fabulosas vistas sino también tiempo para hablar entre ellos. Tiempo del que, gracias a la muy querida Elena, habían carecido hasta ese momento.

También le hizo gracia ver que Christian, haciendo alarde de contactos, había pedido a alguien que trajese una cesta de comida al lugar y así ambos pudieron pasar el día en aquellos pocos metros cuadrados. Comieron, hablaron, bromearon. Alejados del resto del mundo, pero a la vez rodeados por él. Ambos hablaron de todas esas cosas de las que se habla con una persona a la que hace mucho tiempo que no ves. 

Estar rodeado de la ciudad de su infancia hacía que James sintiese una extraña sensación de comodidad y confianza. Esa que solo tienes cuando llegas a casa después de un largo viaje. Por ello, sin ser consciente, se fue soltando poco a poco y hasta acabó relatando viejas anécdotas de su niñez que le venían a la memoria con solo ver las calles y los lugares desde lo alto. 

Sin poder aguantar la risa al rememorar aquellas chiquilladas del pasado iba a señalando a Christian diferentes sitios y le contaba la historia de cuando se metió en una pelea con unos niños mayores sin quererlo, la veces que acompañaba a su madre a ver a sus amigas y siempre acababa con la cara llena de marcas de pintalabios y vestido de una manera ridícula a causa de las señoras ( Esa historia pareció hacerle demasiada gracia a Christian, y James se arrepintió casi enseguida de contarla) o como su padre le tiró al río en invierno una noche en una supuesta clase de “supervivencia”. A todo Christian simplemente escuchaba atento, sin borrar una sonrisa estúpida en la cara y se reía a carcajadas con cada situación cómica del menor o hacía algún comentario que provocase un sonrojo en este. El tieso fue pasando sin que se diesen cuenta y el sol ya se encontraba bajando entre los tejados de las casas mientras que ellos seguían ahí.

 

—¿Y ves ese tejado de ahí? — El pelinegro asintió, aunque no había podido apartar la mirada del rostro del castaño. La mirada de James parecía perdida, recordando viejos tiempos —en ese sitio fue Karen y yo convencimos a mi hermano Daniel a que bajase por la chimenea en navidad. Nos inventamos que era una especie de tradición para poder entrar en la guardia. Mi padre nos pilló justo cuando acababa de meter los pies y tuvimos que…— El chico volvió la vista fugazmente hacia Christian y frunció un poco el entrecejo, aunque su expresión no era lo suficientemente seria como para alarmar al ojiazul — ¿Me estas escuchando? 

El mayor, que durante todo ese tiempo se había mantenido mirando a James con esa expresión de estúpida felicidad agitó levemente la cabeza.

—Sí, sí. Que os hicieron atrapar la langosta como castigo— El soldado no pudo evitar echarse reír.

—Esa historia te la conté por lo menos hace 15 minutos —dijo con tono acusador.

Christian gruñó y se acercó un poco más al menor para apoyar la cabeza en su hombro y así hacerle cosquillas al otro en el cuello.

—Es tu culpa por distraerme — James puso los ojos en blanco, pero no apartó al pelinegro. Volvió a posar la mirada en los tejados de la capital y permaneció unos segundos pensativo. Hacia mucho tiempo que no rememoraba aquellas anécdotas del pasado y habérselas contado a Christian le había hecho sentir como en casa de nuevo. Luego pareció recordar algo y se apartó del pelinegro para coger una manzana y luego sentarse en una de las esquinas de la torre. Apoyó la espalda en una de las columnas de madera que había a cada esquina y mientras giraba la fruta roja entre sus dedos miró al ojiazul con un extraño brillo en los ojos.

—Ya he hablado yo suficiente por hoy. Ahora te toca a ti —Christian frunció el ceño. 

—Pero yo no tengo nada que contar. A menos que quieras oír un montón de historias de un enano metiendo en líos por robar —James sonrió y dio un mordisco a la manzana.

—Por muy interesante que me puedan parecer tus hazañas como malhechor creo que sabes que hay algo más importante de lo que tienes que hablar — El ladrón captó el mensaje al vuelo y suspiró intentando irse por la tangente.

—No se muy bien como explicarlo— La mirada esmeralda del menor se clavó en la suya dejándole claro que tendría que inventar algo mejor para librarse.

—Inténtalo — Sabía que iba a decir eso. Christian se estiró en su lugar y pasó una mano por su cabello alborotado para echarlo hacía atrás. Estuvo unos instantes pensando como organizar sus ideas y recordando los hechos pasados mientras que James esperó paciente. Hasta que por fin habló.

— Karrick conocía a mi padre —James no intentó ocultar su sorpresa, pero aún así no dijo nada, dejando que Christian se explicase —. Parecía saber quién era yo aunque yo nunca se lo dije. También en la celda mencionó a mi familia, algo así como “Los Law siempre me dificultáis las cosas” —Habló con voz grave parodiando de cierta manera al peliblanco—. Aunque obviamente en aquel momento no me importó demasiado.

Hasta aquel día no habían hablado nunca de lo que pasó mientras Christian estaba encerrado een la celda. El pelinegro sabía que la muerte de su padre le había afectado a James más de lo a primera vista podía parecer y por alguna razón no se vio capaz de contarle como habían sido los últimos días del gran capitán, como había sospechado que Karrick le torturaba para intentar conseguir algún tipo de información, ni las últimas palabras que le dedicó al pelinegro, diciendo que se alegraba de que James estuviese con él. 

—Nunca hasta ese entonces había tenido interés alguno por mi viejo —confesó —, pero después de eso… me entró curiosidad. Si Karrick le había conocido significaba que si investigaba un poco a aquel cabrón tal vez conseguiría saber donde se encontraba mi padre. Tampoco es que tuviese nada importante que decirle, solo tenía curiosidad… tal vez preguntarle por mi madre si eso. Antes de darme cuenta ya estaba planeando como intentar averiguar como se habían conocido… Así que fui a Dínes.

James asintió desde su sitio comprendiendo al instante.

—Es la ciudad en la que Karrick ocupó el puesto de terrateniente —Christian esbozó una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos. El soldado dudó unos segundos en preguntar—. Entonces…¿Encontraste algo?

Christian suspiró.

— Cuando llegué no fue muy difícil descubrir que mi padre era bastante conocido en aquella ciudad. Por lo que me contó la gente formaba parte de una especie de banda de asalto de diligencias, de tal palo tal astilla. Seguro que le dio unos cuantos quebraderos de cabeza a Karrick cuando vivían ambos. Una de las pocas cosas de las que puede estar orgulloso —El chico hizo un amago de sonrisa, pero se borró enseguida— Murió hace tres años—El rostro del pelinegro no mostraba ningún tipo de emoción por aquella noticia, más bien tensión— Mi padre había rehecho por completo su vida. No se muy bien si él era consciente de mi existencia, pero si lo era no se lo dijo a ninguna de sus personas cercanas, supongo que eso es natural. La gente no suele ir contando que tiene un hijo bastardo así como así, a lo mejor incluso se había olvidado por completo de mi madre y no habría tenido mucho sentido ir a preguntarle—James quería decirle que no pensase de esa manera, pero el chico siguió hablando quitándole importancia al asunto—. De todas maneras, no es que me afecte mucho. Nunca tuve interés en conocerle en realidad, simplemente al saber que podía encontrarle me entró curiosidad —Se volvió hacia el menor para dedicarle una sonrisa conciliadora.

Tal vez fue porque James había sido entrenado desde pequeño a tratar con personajes manipuladores, calculadores y mentirosos, o tal vez simplemente fue porque el castaño podía de alguna manera sentir lo que sentía Christian, como si con una mirada pudiese leerle el pensamiento, pero en aquel momento estuvo totalmente seguro de que el de ojos azules se había guardado gran parte de la historia para él mismo y sus palabras estaban ocultando algo que, sin embargo, sus ojos gritaban en silencio pidiendo que lo comprendiese. 

James evitó la mirada de Christian y volvió a dar un mordisco a la manzana meditando aquellos pensamientos y dudas. “Si simplemente ha descubierto eso ¿Por qué demonios ha estado tanto tiempo fuera?” Antes si quiera de poder poner aquellas dudas en palabras un tremendo griterío inundó la plaza que se encontraba a los pies de la catedral. El castaño asomó la cabeza por el extremo de la plataforma y frunció el ceño al distinguir un cúmulo de gente al rededor de algo de madera que, debido a la distancia, no pudo distinguir. Suspirando se levantó del suelo y se sacudió las ropas. Era hora de volver a la realidad.

—Será mejor que bajemos. No quiero que se monte un alboroto y que luego Karen me eche una regañina por haber contemplado todo desde los aires sin haber hecho nada. 

Christian asintió en silencio y siguió al menor escaleras abajo. A diferencia de como habían subido la bajada fue en silencio. James notaba al pelinegro tensó y supuso que el recuerdo de su viaje debía de ser precisamente agradable. Cuando estaban a unos pocos escalones de la salida el castaño se detuvo y se volvió hacia Christian, que se detuvo un poco sorprendido. James subió un par de escalones para quedar a la altura del pelinegro (Algo que en su vida admitiría) y se mordió el labio. No sabía qué, pero sabía que tenía que decir algo.

— Christian… Gracias… por el regalo de cumpleaños y por todo— El mayor parpadeó unos instantes confuso, pero al final acabó sonriendo y James supo por la expresión de sus ojos que aquellas palabras era precisamente lo que necesitaba en aquel momento. 

Intentando ocultar el mismo la felicidad que le producía saber que tenía ese efecto en el ladrón James salió de la catedral con paso rápido seguido por el pelinegro. Nada más irrumpir en la plaza el cúmulo de gente le bloqueó la vista, pero entre el barullo alcanzó a escuchar la voz de Jenna y guiado por sus gritos se abrió paso entre la gente. Cuando por fin consiguió llegar hasta donde el rey y la líder se encontraban un pequeño jadeo de sorpresa se escapó de sus labios. 

La gente había formado un corro al rededor de un carromato destrozado y medio quemado con un muy maltrecho conductor a bordo. Era bastante obvio que el hombre había sido víctima de algún tipo de emboscada. El señor miraba a Karen medio lloroso mientras murmuraba palabras casi incomprensibles.

— No fue mi culpa señor… me asaltaron de improvisto en el acantilado —Entre cada frase el hombro tenía un pequeño espasmo. James comprendió que aquel era el carromato que su amigo había estado esperando durante la mañana.

A su lado escuchó a Christian soltar una palabrota cuando llegó hasta donde él se encontraba. La expresión del pelinegro empalideció al ver al hombre herido y James le sintió tambalearse a su lado y por un momento se sintió preocupado por el pelinegro, pero no tuvo mucho tiempo para pensar en ello. Con rapidez el soldado y otro de sus antiguos compañeros de guardia ayudaron a bajarse al pobre hombre del inservible carro de madera mientras escuchaban a Jenna gritar a la muchedumbre que se apartase. Entre ambos, quitados por Karrick y seguidos por la muchacha llevaron al hombre al interior del castillo a la zona donde trataban a los heridos. Durante todo el trayecto la mujer no dejó de murmurar cosas como “ Esos cabrones” o “Declaración de guerra” mientras que el malherido la acompañaba con sus susurros de “No fue mi culpa”.

Karen en cambio permaneció en un silencio inquebrantable. Esperó pacientemente a que la enfermera curase las heridas del conductor sin apartarse ni un segundo de él y no fue hasta que le hubo tranquilizado completamente que le pidió que relatase lo sucedido.

—Todo parecía ir viento en popa majestad. Cogí la mercancía en el puerto de Herba, como usted ordenó. Fui por la senda roja y seguía perfectamente los horarios planeados. Todo iba perfecto hasta llegar al acantilado del faro. Cinco hombres se abalanzaron desde las rocas al carromato. Todos armados hasta los dientes. Mi muchacho salió huyendo presa del terror y ellos quemaron toda la carga. Lo siento señor, se que eran muchas provisiones, pero yo no tengo como paga…

Con un gesto Karen ordenó al hombre callar.

—No se preocupe. No le voy a hacer responsable por la perdida. Solo quería saber lo ocurrido —Aquello pareció aliviar inmensamente al lugareño porque por fin se permitió sonreír y no dejó de agradecer al muchacho hasta que Jenna, James y Karen salieron por la puerta y se dirigieron al despacho del rey . Una vez lejos de la enfermería fue Jenna la primera que habló.

—Quemaron la carga, así que no fue un robo por necesidad —El rey asintió levemente, aunque parecía sumido en sus propios pensamientos —. Además, tampoco mataron al conductor. Querían asegurarse de que te enterabas del asalto. El bloqueo en las fronteras, el asalto de las provisiones… Karen, ¡es una declaración de guerra! 

Ante esa afirmación el muchacho pareció reaccionar como si un resorte en su interior hubiese estallado. Con un tono que James nunca había escuchado en él habló dejando a los otros dos estáticos en su sitio.

—No va a haber guerra. ¿Entiendes? No voy a permitirlo —Karen parecía querer decir algo más y Jenna parecía estar dispuesta a protestar y así iniciar otra pelea que no llevaría a ninguna parte, pero antes de que pudiese decir nada el rey cambió de idea, dio la vuelta y se marchó por el pasillo encerrándose en una habitación con un portazo que, si bien no sonó estridente, causó un pequeño pinchazo en el pecho del soldado. 

James que hasta ese momento había contemplado todo en profundo silencio y sin salir de su sorpresa por fin habló.

—Nunca había visto a Karen tan …— “¿Distante?” A su lado Jenna chasqueó la lengua con rabia. 

—No entiendes lo grave de la situación ¿Verdad soldaducho? —En otro momento James se habría enfadado por el tono borde y recriminatorio de la muchacha, pero en aquel momento no le afecto. Tal vez fue por ver la expresión dolida que tenía la chica en la cara. Una expresión que nunca habría imaginado ver en esa mujer —. La gente que asaltó el carro sabía que iba a pasar por ahí y cuando iba a pasar. Sabían que traía las provisiones para el ejercito. Alguien les tuvo que dar aquella información —Poco a poco el soldado fue comprendiendo y lo que comprendió no le gustó nada. Tras una pausa Jenna puso sus sospechas en palabras— y Karen piensa que pudimos ser cualquiera de nosotros.


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