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Let me try por NamuHee

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El día había llegado y no podía sentirse más inseguro, si alguna cosa salía mal la culpa sería toda suya, pues estaba a cargo. Sólo quería que todo terminase rápido y sin ningún inconveniente. Hasta ahora todo salía de maravilla, únicamente faltaban dos actos, siendo los siguientes Woohyun y Sungjong, quienes no se encontraban por ningún lado.


Lentamente, esto se convertía en un fin de semana bastante tedioso y para nada reconfortante. Suspiró mientras mandaba a algunos de sus compañeros a buscar a los inquilinos que faltaban, incluyéndose en la búsqueda.


Llegó un momento en que lo hizo con pereza, con la esperanza de que alguien más encontrara a los desaparecidos, pues todo aquel conveniente asunto de que desaparecieran juntos no le estaba gustando. Inclusive tenía toda la intención de salir de ahí, quería irse, ya no estaba cómodo.


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Hubiera preferido no ser él quien los encontrase pero al parecer el destino así lo había querido.


Ya no estaba cómodo.


El aire se encerró en su garganta, dejándole simultáneamente mudo y sin capacidad para respirar. Apretó la carpeta que llevaba consigo bajando el rostro cubriendo parcialmente su boca con su mano derecha. ¿Era esto lo que su instinto le indicaba?


Retrocedió algunos pasos, mientras cerraba los ojos para tomar aire y armarse de valor para poder enfrentar a las personas dentro de la habitación. Soltó aire lentamente abriendo lentamente los ojos.


Retiró la mano que cubría su rostro, haciéndola puño, y golpeó parte de la madera del umbral, sobresaltando a los inquilinos, quienes estaban tan acaramelados que era posible ver las florecillas flotando a su alrededor. Woohyun pareció despertar de su ensueño, se separó del menor para acercase al azabache mientras el color abandonaba su tez.  


—Sunggyu, puedo explicarlo —murmuró el castaño tratando de tomarle por los brazos, pero Sunggyu logró zafarse manteniéndose con una faceta serena, tranquila. Quien parecía más desesperado era el castaño quien palidecía cada vez más con cada segundo que pasaba.


—No me expliques nada, sólo quiero que ambos se presenten ya —dijo con firmeza, girando sobre sus talones, alejándose del lugar rápidamente.


Nunca había estado cómodo.


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Detrás de la cortina, sólo esperaba que algo saliera mal con aquellos dos, pero no fue así, fue una perfección, una belleza de presentación. Algo hermoso naturalmente.


Sunggyu tensaba la mandíbula y apretaba la carpeta, estaba soportando lo más que podía, se tragaba las lágrimas que amenazaban con salir. Jamás había llegado a sentirse de esa manera. Desde un principio esto era lo que quería evitar, éste sentimiento que le derrumbaba en el interior.


Y cuando les dieron el pase de salida, el azabache salió despavorido sin despedirse de nadie, se esfumó, pues no podría soportar mucho tiempo estando ellos dos ahí.


Tenía un corazón muy débil, soportaba hasta cierto punto donde podía controlar todo, pero ahora se le había salido de las manos, y su pecho dolía, ardía, no era algo lindo que le gustase experimentar. Prefería el dolor físico a éste punto, sus pensamientos yacían nublados.


Fue por suerte que logró llegar a su casa sin ningún inconveniente; se encerró en su cuarto y dejó salir todo el dolor que le atosigaba. Sus ojos llegaron a hincharse, llegaron a dolerle, a ponerse resecos. Cómo pudo ser tan ciego. Se repetía una y otra vez.


Pero si no lo había sido, simplemente lo ignoraba, su mente había formulado una verdad perfecta que no le lastimaba, pero la pequeña capa de cristal que lo cubría se había roto y se llevó la confianza con ello. Le había entregado su corazón a aquel castaño, lo apreciaba demasiado, como nunca logró llegó a hacerlo con otra persona. Confió lo más que pudo, pero lo único que recibió fue una traición, un engaño, una promesa a base de mentiras.


¿Cómo podría volver a confiar? Sólo hay una respuesta, no se puede confiar en nadie. Prácticamente tenía al muchacho en un pedestal y se le había caído, cayó y no volverá a subir.


Mientras los pensamientos llenos de recuerdos llenaban su cabeza se hizo ovillo en su cama, envuelto en su tristeza, cubriéndose hasta la cabeza con mantas. No quería saber nada de nadie, del mundo, de nada.


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—¿Y Sunggyu?


—De nuevo está ausente.


—¿Le habrá pasado algo?


—Para faltar toda la semana, tal vez sea algo grave.


Sungyeol escuchaba los cuchicheos de sus compañeros, estaban igual de preocupados que él y no le sorprendía, el azabache avisaba si se iba a ausentar, pero Sungyeol temía que todo tuviese que ver con el festival que se había llevado a cabo el fin de semana pasado. Qué habría ocurrido para que el azabache se fuera sin decir nada. Frunció los labios pensando en alguna posible explicación cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por la exclamación del grupo al notar que la puerta fue abierta bruscamente y una figura se asomaba, demacrada.


—¡Sunggyu! —dijeron al verlo entrar. El mencionado les sonrió sin fuerzas mientras se encaminaba a su lugar bajo la atenta mirada de todos. El muchacho estaba desaliñado, era otra persona comparado con el Sunggyu de hacía unas cuantas semanas atrás. Su cabello estaba alborotado, llevaba el uniforme pero aun así, en un estado, por así decirlo, deplorable. Algunos botones sueltos, parte de la camisa salía de su pantalón, nada concordaba con la imagen que el muchacho les había mostrado antes. Pero qué le había pasado.


—Lo siento si les causé algún problema. No tienen nada de qué preocuparse, estoy bien —murmuró por lo bajo para después tomar asiento. Sungyeol lo notó, no es como si no fuera posible darse cuenta, la mirada del azabache yacía apagada por completo.  


La clase siguió sin mayores inconvenientes, pero Sunggyu estaba desganado, con un aura oscura y depresiva rodeándole, al castaño no le agradaba para nada aquello. Y las dudas que tenía en un principio regresaron. Exactamente qué fue lo que provocó aquel bajón en el azabache.


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—Sunggyu —se disponía a irse cuando le llamaron. El azabache se giró encontrándose con el castaño mirándole fijamente. —¿Quién fue? —murmuró Sungyeol, provocando que la respiración se le detuviese momentáneamente y un escalofrío le recorriese la espalda.


—N-No sé de qué estás hablando —su voz tembló, estando dispuesta a romperse y quebrar su ser en llanto. No quería que el castaño le viese así. Desvió la mirada de la del más alto esperando que éste no hiciera preguntas innecesarias. Sungyeol observó las reacciones del azabache no queriendo que éste se rompiera en cualquier momento. Sonrió entendiendo el estado frágil del azabache. Se levantó de su lugar acercándose al muchacho.


—Está bien, no tienes que forzarte —le sonrió débilmente posando una mano sobre su hombro para después retirarse. Sunggyu dejó salir un hipido cuando se vio completamente solo en el aula. Se mordió el labio inferior frunciendo el ceño, reteniendo las lágrimas que se aglomeraban en sus ojos. Inhaló y exhaló con fuerza pasando saliva con dificultad. Desde el incidente no había hablado con Woohyun, no quería pero aun así debía hacerlo pronto y terminarlo de esa misma manera. No es como si hubiese pasado mucho tiempo, pero mientras lograra terminar rápidamente, sería más sencillo olvidar todo.


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—Lo arruiné todo —dijo Woohyun pasándose las manos por el cabello con una mirada angustiada. Se encontraba en el salón de música acompañado por el azabache con rostro de porcelana, quien se mostraba indiferente ante la actitud del castaño.


—Sí, sí, lo arruinaste, tan trágico —murmuró mientras se miraba las uñas con una expresión aburrida. El castaño le miró frunciendo los labios. —¿Qué? Has estado lamentándote alrededor de dos semanas. Comienzas a fastidiar.


—¿Y de quién es la culpa? —el azabache frunció el ceño llevando su mirada hacia el muchacho que yacía de pie.


—Hey, no es mi culpa ser naturalmente lindo —apuntó a su rostro. —Además, yo no te obligué a nada. 


—Tengo que hablar con Sunggyu —dijo ignorando las palabras del chico. Sungjong bufó volviendo a mirar sus uñas.


—Probablemente se eche a llorar —dijo sin más llamando la atención del castaño.


—No digas eso —Sungjong rodó los ojos ante las palabras del castaño. Chasqueó la lengua levantándose de su asiento dirigiéndose al otro.  


—Has estado diciendo que tienes que hablar con él pero no haces nada, a ti no te interesa lo suficiente, hyung —posó delicadamente sus manos sobre los hombros del castaño, deslizándolas suavemente hasta tomar su nuca. Se acercó al cuerpo del otro con una sonrisa ladina. Woohyun pasó saliva con dificultad quedándose estático en su sitio.


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Lo último que quería era encontrarse con otra imagen que revivía los terribles recuerdos. Tanto tiempo pasó debatiéndose en ir donde el castaño o no como para que sucediera algo semejante. Frunció la nariz. Chasqueó la lengua, golpeó la puerta, haciendo que la pareja se separara y le miraran sorprendidos. Quiso rodar los ojos, pero no venía al caso.


—Sunggyu… —susurró Woohyun mientras caminaba rápidamente hacia el mencionado en el umbral de la puerta. El azabache le miró seriamente. Soltó un suspiro.  


—Quiero terminar con esto.


—Pero ¿qué dices? —el castaño vaciló sin creer las palabras del azabache.


—Terminar, eso quiero. Mira, perdí toda la confianza que te llegué a tener y no es fácil que yo… no puedo, simplemente no puedo. Nada será como antes, así que prefiero que acabe antes de que me arrepienta —el castaño le tomó por los antebrazos de improviso, apretando levemente.


—Pero yo te quiero —le miró en forma de súplica inclinándose hacia el azabache. Sunggyu se soltó del agarre empujando al muchacho por el pecho. Sonrió con la barbilla temblándole, estaba aguantando las lágrimas.


—¿Cuántas mentiras más piensas seguir diciendo? Eres bastante despreciable —murmuró por lo bajo. Se inclinó levemente hacia su costado mirando al pequeño azabache que se encontraba algunos pasos más allá y le sonrió ampliamente. —Tú también Sungjong —le dijo ganándose un ceño fruncido por parte del mencionado. Hizo una pequeña reverencia para después retirarse por el pasillo bajo la mirada del castaño.


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Creía ser fuerte, creyó, por un momento, su propia mentira, su falsa fuerza que hacía capas día con día, pero algún día habría de derrumbarse, y no pensó que sería tan rápido.


Todos los buenos momentos que Woohyun le había dado se fueron a la basura, ahora le veía con aquel delicado muchacho colgado de su brazo. Al principio lo ignoró, como siempre, lo ignoró por lo que se repitió una y otra vez, hasta que ya no pudo más, no podía compartir el mismo espacio con ellos. “Pero yo te quiero” Recordó las palabras que el muchacho le había dicho, habían sido patrañas.


La traición se hacía gritar en su corazón, proliferando la presión, extendiéndola por todo su pecho, haciéndole doler. Sólo huyó, eso es lo que le quedaba, huir, huir y encontrar algún lugar donde se pudiese desahogar. El salón de música no era una opción, pues le traería recuerdos que no quería que apareciesen, así que su única salida fue en el salón de artes plásticas.


Se encontró a sí mismo en una de las esquinas, abrazando sus piernas con su rostro oculto entre ellas, mientras las lágrimas corrían por su rostro mojando parte de la tela. Sollozó débilmente cansado de las tardes que había llorado a causa de la depresión que le invadía.


—Ah, la tristeza es parte del ser humano, sin duda alguna —la voz de Sungyeol a su costado logró sobresaltar a Sunggyu, haciendo que dejara de sollozar pero comenzara a hipar, todavía con el rostro oculto entre sus piernas.


El castaño estaba en el umbral de la puerta, mirando al infinito cruzado de brazos. Había visto casualmente al azabache con los ojos rojos mientras huía por ahí, así que decidió seguirle y sinceramente no esperaba que éste se echase a llorar cual niño. Bien le gustaba molestarle pero cuando el azabache yacía tan apagado, todo se complicaba, y lo que más detestaba era que el muchacho llorase, el más mínimo deje de tristeza en el rostro del azabache le molestaba.


La respiración del mayor se escuchó menos errática y entonces procedió a acercarse al muchacho. Se sentó a su lado frente al escritorio donde las esculturas se postraban.


—¿La misma persona que hizo que te ausentaras, hizo lo mismo ésta vez? —susurró observando el techo del salón.


—Ya perdí la confianza en cualquier persona —dijo la voz amortiguada entre sus piernas. Sungyeol observó al chico con las cejas curveadas. Ladeó la cabeza.


—Sabes, siempre te viste como una persona muy ruda —murmuró suavemente provocando escalofríos en el azabache.


—Todo era apariencia —nuevamente la débil voz resonaba en el silencioso lugar. Sungyeol sonrió.


—Eres muy debilucho —murmuró burlonamente, ganándose un ceño fruncido y una mirada de reproche por parte del azabache.


—Cállate —dijo antes de volver a ocultar su rostro, sonriendo débilmente por la ayuda que quería darle el castaño. Estaba agradecido por intentar retarle, parecía que quería subirle los ánimos.


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Pasaron largos minutos antes de que el azabache volviera a levantar la cabeza mirando a su alrededor, sorprendiéndose de encontrar todavía ahí al castaño. Le miró de reojo manteniéndose en silencio hasta que el castaño procedió a hablar.


—Tal vez no sea lo mismo, pero se puede arreglar —murmuró mirando al mayor.


—Ya no hay nada para arreglar —se encogió en su lugar al sentir la mirada del otro.


—Claro que se puede arreglar —Sunggyu le miró curioso. —Olvidando, puedo serte de ayuda —había una pequeña chispa de determinación en la mirada del castaño. Sunggyu se estremeció, y se levantó mientras se tambaleaba.


—Ah, n-no, y-yo, n-no es ne-necesario —retrocedió chocando con el escritorio, provocando que una de las pequeñas esculturas cayera y se destrozara. Miró horrorizado lo que había hecho, apresurándose a recoger las piezas, se hincó en el piso y con las manos temblorosas intentaba recoger los trozos. Sungyeol notó los problemas y sonrió de medio lado antes de levantarse para ayudar al azabache.


—No quedará igual, nunca nada es igual —se inclinó sobre el azabache, deteniendo sus movimientos. El castaño se acuclilló frente al mayor mirándole fijamente. —Haré esto —sonrió bajando la mirada, y tomó las manos del mayor. —Tomaré las piezas, juntaré y trataré de unirlas nuevamente—colocó lentamente varios trozos de cerámica sobre las palmas del azabache, juntándolas con las suyas. —Como no será igual, ésta vez estaré preparado, porque lo protegeré —quiso entrelazar los dedos cerrando en un pequeño agarre las manos suaves del mayor.—Sunggyu, déjame protegerte, quiero protegerte —el mencionado alzó la mirada encontrándose con las orbes del castaño que brillaban intensamente, con un fuerte sentimiento. Se encontró sin cómo desviar la mirada, pues parecía y se sentía hipnotizado. Su mandíbula tembló, jadeó y no supo cómo reaccionar, ganándose la dulce sonrisa del castaño.


—No dejaré que nadie te haga daño —se inclinó suavemente sobre el azabache dejando caer su cabeza en su hombro. Sunggyu se mordió el labio inferior sintiendo las lágrimas deslizarse por sus mejillas.


Fue en ese momento, donde Sungyeol se prometió que no dejaría que nadie viese a éste Sunggyu tan frágil.


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