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La Estafa por Fullbuster

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Deidara Namikaze


 


Era un día como cualquier otro en el instituto, aquí en el orfanato ni siquiera teníamos despertador y las monjas del lugar pasaban por las habitaciones despertándonos. Aquel día no fue diferente en nada. Todo era la misma rutina, tenía quince años y nada parecía ir a mejor en mi vida, seguía en el orfanato y seguramente hasta los dieciocho años no podría tener una vida completamente independiente, mi vida.


Era invierno y nevaba el día que conocí a Itachi, llegó nuevo al instituto y aunque yo era más joven que él y no lo tenía en clase, los rumores sobre él circularon con rapidez. Algo tenía ese chico que me causaba curiosidad y le seguía por el patio viendo esos trucos y artimañas que tenía para conseguir todo lo que se proponía, yo no era tan hábil como él, quizá por eso la gente se metía conmigo, no era capaz de defenderme solo.


Seguía a Itachi por los pasillos como si fuera un alma en pena hasta que le perdí de vista al dar una de las esquinas. ¿Dónde se había metido? Había estado unos días siguiéndole y ahora lo había perdido de vista, eso no podía ser. Me giré para volver por donde había venido cuando me choqué contra Itachi.


¿Se puede saber por qué llevas días siguiéndome? – me preguntó - ¿Es un juego que se le hace a los nuevos o qué?


No – le dije sonrojado.


Vaya… si eres una chica muy mona – comentó con una sonrisa en sus labios mientras levantaba mi barbilla con dos dedos.


Soy un chico – le dije apartándole la mano de forma brusca.


Vaya… lo siento.


¿Crees que por llevar el cabello largo ya tengo que ser una chica? – pregunté.


Ahora el indignado eres tú cuando debería ser yo… has estado siguiéndome todos estos días.


¿Es un delito acaso?


No – me dijo extrañado.


Entonces deja de interrogarme. Me voy a clase.


Pasé por su lado con clara intención de irme a clase pero él retuvo mi muñeca girándome hacia él de nuevo evitando así que pudiera marcharme.


Oh… ahora ya sé lo que querías – dijo sonriendo atrayéndome hacia él besándome sin contemplación alguna.


Me quedé atónito unos segundos sin saber qué hacer. Me estaba besando el chico nuevo, un chico al que ni siquiera conocía de nada y yo estaba aquí dejándome. Su mano retenía con firmeza mi nuca evitando que pudiera alejarme de él mientras metía su lengua en mi boca con fuerza y pasión. ¿Por qué me besaba? No podía explicármelo así que pese a haber correspondido esos primeros segundos de su beso, me alejé de a él haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad. Se sorprendió cuando le empujé pero se sorprendió aún más cuando le di el bofetón sin poder aguantar alguna lágrima junto a mi sonrojo.


Idiota – le grité marchándome de allí corriendo.


No me detuve hasta llegar a clase y allí me encerré lo que quedaba de recreo. Cuando los alumnos empezaron a llegar me calmé y por suerte Itachi no estaba en mi clase, daba gracias por ello porque ahora mismo no sabía cómo iba a poder mirarle a la cara después de aquello.


No supe nada de aquel chico en varios días, al menos hasta que me interceptó cuando me dirigía hacia la clase de educación física al acabar matemáticas. Me cogió del brazo arrastrándome fuera del pasillo y llevándome hacia el patio pero por mucho que sonrojado le grité que me soltase, no lo hizo hasta llegar a la parte de atrás del edificio.


¿Me estás esquivando? – me preguntó.


No sé de qué estás hablando – le dijo sonrojado.


¿Tan mal te sentó aquel beso? Podías decírmelo en vez de ir rehuyéndome.


-  No te rehuyo – le dije.


Si lo haces. Has pasado de seguirme a todos lados a no hacerme caso ¿Por qué?


Déjalo… no lo entenderías.


Eres un chico muy raro.


Yo… no soy raro.


Me he informado de ti… el chico huérfano, vienes todos los días desde el orfanato, eres muy bueno en matemáticas, ganaste en las nacionales al resto de institutos y eso te trae problemas con el resto de alumnos, te creen un listillo. Creo que me observabas porque querías saber cómo hacía yo para evitar que se metieran conmigo por ser el nuevo ¿Me equivoco? – me preguntó.


No te equivocas – le dije algo avergonzado.


Eres raro… pero también interesante. Quizá pueda enseñarte algunos trucos – me dijo y aquello me alegró el día.


El siguiente mes lo pasé aprendiendo sus trucos, cómo conseguía ser el chico que era, ese gran mentiroso que no dejaba que nadie lo humillase. Acabé enamorado de él hasta lo más profundo y es que era espectacular, él era un chico tan brillante, con tanto potencial, hasta sus notas eran mejores que las mías, era un chico inteligente que llegaría lejos en la vida.


Creo que Itachi también sentía algo por mí, más cuando poco a poco empezó a abrirse explicándome que cuando su tío se aburría de un lugar se mudaban así sin más, sin explicaciones… de la noche a la mañana y que estaba cansado de tanto mudarse, de ir a un instituto nuevo cada semestre.


Se le notaba afligido cuando hablaba de su familia y entre toda esa agonía y sufrimiento que se guardaba para sí mismo, pude ver cuánto quería a su hermanito pequeño, lo habría dado todo por él y prefería seguir aguantando con tal de que alguien como su tío pudiera cuidar de su hermano. Yo no podía decirle mucho, me habría gustado poder ayudarle pero era huérfano, no tenía dinero ni nada con lo que poder echarle una mano, tan sólo era un chiquillo de quince años.


Ese día en que por fin Itachi se abrió a mí y me contó todo lo que aprendía de su tío en cuanto a estafar, me di cuenta que en el fondo era sólo otro chiquillo que necesitaba ayuda y no sabía cómo escapar del futuro que le esperaba. No pude evitarlo y le abracé pese a estar en la terraza de su casa. Me arriesgué a que los vecinos pudieran cotillear y pillarnos, pero me daba igual, sabía que Itachi necesitaba apoyo, un abrazo de alguien a quien le importase de verdad y a mí me importaba, me estaba enamorando de él y puede que un mes fuera pronto para saberlo… pero yo lo sabía, él era el chico al que siempre esperé.


Creí que él me alejaría, pero no lo hizo, para mi sorpresa rompió el abrazo tan solo para agarrar con firmeza mis labios entre los suyos besándome y tampoco le debieron importar los vecinos, supongo que porque nadie le conocía realmente y a saber cuándo volvería a mudarse. Desaparecería como hacía siempre, como me había contado. Me dejaría aquí solo con mi dolor, pero no podía evitarlo, necesitaba estar a su lado mientras durase todo esto, le quería y me había propuesto que cuando creciese… le encontraría estuviera donde estuviera, que estaríamos juntos, esa era mi promesa personal.


Itachi se apartó de mis labios tan sólo unos segundos para decirme que deberíamos entrar y supe en aquel momento que no era por los vecinos, era por algo más serio, algo que me daba más miedo que el que nos pudieran pillar unos simples cotillas.


Itachi – le llamé sonrojado y con la voz temblorosa.


Todo estará bien ¿Confías en mí? – me preguntó con dulzura tendiendo su mano para ayudarme a levantarme de las escaleras de la terraza.


Sí – le dije cogiendo su mano sintiendo su impulso para alzarme.


Entramos en la casa y cruzamos el salón hacia su habitación. Su tío había ido a por algo  a la ciudad y su hermano estaba haciendo un trabajo en la biblioteca, así que estábamos completamente solos y eso me preocupaba también.


No sé si estoy preparado – le dije al entrar en su habitación.


Deidara… yo no haré nada que no quieras hacer – me dijo con suavidad – si no estás preparado podemos dejarlo aquí, pero ya te he dicho… que yo no sé cuánto tiempo podré quedarme en esta ciudad, eso depende de mi tío. Me habría gustado ser tu primer chico.


Itachi hablaba tan suave, tan dulce mientras acariciaba mi cabello que no pude decir otra cosa que un “está bien”. No estaba bien, estaba aterrado pero aquí me encontraba… tumbado en su cama con Itachi encima de mí besándome con delicadeza mientras colaba sus manos bajo mi camiseta.


Sentí como las manos de Itachi se acercaban hacia el borde de la camiseta y la levantaban con cuidado hasta quitarla por completo. Sus labios besaron cada centímetro de mi pecho centrándose en mis pezones. Pese a los nervios que tenía no podía negar que me gustaba lo que estaba haciendo. Quizá no podía disfrutar el momento tanto como me gustaría, pero era mi primera vez y estaba demasiado nervioso, mi cabeza ni siquiera era capaz de pensar con claridad, sólo veía a Itachi encima de mí acariciando mi cuerpo y besándome cada vez con más pasión.


Desabrochó mis pantalones con calma intentando tranquilizarme mientras me decía cosas dulces al oído y mordía con mucha suavidad el lóbulo de mi oreja tratando de excitarme. Al quitar mis pantalones se centró en mi miembro que ya estaba excitado de por sí y es que el momento que vivía ahora mismo con Itachi me gustaba demasiado.


Él parecía tenerlo todo bajo control porque buscó en el cajón de su mesilla de noche un bote de lubricante y untó bastante, él decía que no quería hacerme daño y más siendo mi primera vez. Introdujo sus dedos en mí muy despacio y llenos de lubricante. Fue doloroso y más cuando entró su miembro en mí, era más grueso de lo que esperaba y creí que me rompería en dos, no fue así… sí que había dolor pero no me partí en dos ni fue algo desagradable al final. Empecé a sentir placer al rato, cuando me acostumbré a su intromisión. Diría que esa fue la experiencia más rara de mi vida pero no, la más rara fue cuando se corrió dentro de mí y pude sentir ese líquido invadiéndome por completo.


Tampoco pude evitar correrme en su mano mientras masajeaba mi miembro con ímpetu. Era bueno y me daba un gran placer. No podía arrepentirme de este día porque amaba a Itachi, ahora lo sabía más que nunca. Cuando volví a casa les dije a los del orfanato que había estado estudiando y al día siguiente en clase hice como si no hubiera ocurrido nada con Itachi.


Busqué a Itachi en el patio y no lo encontré. Pregunté por todos lados, a toda la gente con la que me cruzaba hasta que uno me dijo que creía haberlo visto en el pabellón de deporte. Se me iluminó el rostro al saber que no se había ido, que no se había mudado de golpe como solía ocurrirle y salí corriendo hacia allí, quería verle pero lo que vi me dejó helado… estaba con una chica y parecían que iban a pasar al sexo en cualquier momento por cómo se metían mano. No me vieron pero yo salí con rapidez de allí sin decirles nada. Ya había visto suficiente de todo aquello.


Los siguientes días no volví a hablar con él aunque él si trató de hablar conmigo. Creo que no entendía por qué estaba enfadado pero realmente no lo estaba… estaba desilusionado con él, quizá más conmigo por haber caído en su truco tan rastrero… pero no volvería a dejarme engañar por él, jamás. De eso estaba seguro.


Dos semanas después de aquello él ya no apareció. Itachi no volvió a clase y unos meses después sabía que estaba embarazado, pero no hubo forma de encontrarle. El niño que llevaba en mi vientre era suyo y estaba perdido… no volvería a saber de Itachi. Pensé en dar al niño en adopción para que tuviera una vida mejor que la que yo podía ofrecerle, lo único bueno fue cuando Naruto y Minato me acogieron en su casa, en su familia. Me dieron su apellido porque yo no tenía, me dieron un buen nombre, una buena reputación social… me lo dieron todo y mi hija nació sana y salva, en perfecto estado de salud. Por suerte Hidan estuvo a mi lado, desde que le conocí no se había separado de mí ni un segundo, quería a esa niña y me amaba a mí. Itachi poco a poco fue pasando al olvido. Seguramente jamás volvería a coincidir con él.


 


Me desperté de golpe sudando con aquel recuerdo aún en la cabeza y noté los brazos de alguien agarrarme con fuerza, pero yo le empujé apartándole lleno de terror, no quería que me hicieran daño de nuevo.


- ¿Estás bien? – escuché la voz de Hidan a mi lado dando la luz de la mesilla.


- Sí – le dije algo alterado aún – lo siento, no quise apartarse así.


- ¿Una pesadilla? – me preguntó.


- Algo así – le dije – lo siento, iré a tomar el aire, sigue durmiendo, mañana tienes que madrugar.


- ¿Seguro que estás bien?


- Si, de verdad – le dije tratando de sonreír – duérmete, iré a hacerme un vaso de leche para despejarme y volveré a la cama en cuanto se me pase.


- De acuerdo.


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