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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo: Hola, estoy muy emocionada por el cap 10! pero algo triste porque no podre subirlo completo hoy, solo esta primera parte, porque debo tener la mano 10 días inmovilizada gracias a la tendinitis (es la segunda vez que me da) y estoy escribiendo con una mano. lo siento mucho, y por lo mismo no he respondido los (mejor dicho el) review que me han dejado, en un rato, ya que ahora tengo tiempo para escribir leeeentoooooo, lo responderé. Tampoco tuve tiempo de editar los cap 1 y 2 como dije.
El proximo sábado publicaré el final del cap, por ahora lean esta pequeña parte.
Una vez más, al igual que los lunes anteriores a ese, no quise salir de la cama, no quise enfrentarme a mis estudiantes y no quise mirar a la cara a Mateo; pero aquel lunes por la mañana era diferente a los otros, no quería ver a mi ángel porque no tenía el valor suficiente.
Después de ir a dejarle un buen desayuno a Lucas a su habitación y charlar un rato, camine hacia la sala de impresión y fotocopia del instituto, sin que me importara que nuevamente estuviera llegando tarde a mi clase de la mañana.
Por primera vez en mis años de profesor, les iba a hacer un examen sorpresa a mis alumnos, ¿la razón? Temía que Mateo interrumpa mis clases con palabras hirientes o que permaneciera en silencio mientras me miraba con desdén, porque ese no era mi ángel; entonces para no tener que enfrentar su cara de asco al verme, preferí que viera con amargura la prueba.
Al llegar a la sala me encontré con uno de mis colegas, uno de los profesores de lenguaje, Leonardo, al verme pego un salto y me grito -¿¡estás bien?!- se veía preocupado, casi asustado, ¿y quién no? Si mis ojos delataban pocas horas de sueño y tantas de llanto, y mi rostro decaído y pálido parecía el de un muerto.
-estoy bien- respondí antes de comenzar las 31 fotocopias de la prueba- solo tuve una mala noche.
-deberías tomar un día de descanso- me recomendó y por un segundo no me pareció una mala idea, pero no podía.
-no, estoy bien; quiero ahorrar días libres para poder visitar a mi madre- ya pronto podría ir, eso me consolaba.
No hablamos más y de un momento a otro estaba frente a la puerta del aula con el corazón en la mano, y en la otra las fotocopias.
Entre finalmente a la sala, pero nada me recibió, ninguna broma, ningún insulto, ninguna risa burlona; solo un mirada fría, ahora esos bellos ojos de zafiro más bien parecían hielo.
-examen sorpresa- dije sin siquiera saludar- guarden sus cosas, solo bolígrafo azul o negro sobre la mesa.
Por un momento mi clase permaneció en silencio, pero al notar que habían escuchado bien y que no era una simple broma que les jugaba su mente, comenzaron a bufar, gritar y cuestionar mi estado de salud mental; también escuche comentarios como “que se joda”, “aunque hubiera avisado no hubiera estudiado de todos modos” y “este cura necesita urgente una buena follada para cambiar ese humor”.
Trate de ignorarlos, especialmente el ultimo, y comencé a repartir las pruebas, mientras todos me dedicaban miradas molestas. En ese momento extrañé a Lucas.
Pase al lado del pupitre de Mateo, evitando su mirada, hasta que una zancadilla interrumpió mi nervioso caminar, haciéndome caer sobre los exámenes que se esparcieron por el piso, ¿había sido Mateo quien me había hecho esa broma tan simple y burda, que incluso me hizo extrañar las sustancias raras que me echaba encima? Al parecer sí, ya que cuando tuve el valor de posar mi vista en su rostro, este reflejaba una mueca de superioridad, propia de quien finge, con sus ojos de hielo, y una sonrisa soberbia, y no era esa bella y sincera sonrisa que me embobaba, era su máscara… entonces me di cuenta de que mi cobardía había clavado con aun más fuerza esa máscara.
Me levante del suelo, recogí las pruebas sin que nadie me ayudara, y termine de entregarlas sin regañar a Mateo, ni siquiera pude mirarlo.
La clase termino, y para no tener que mirar a Mateo a esos fríos ojos, le pedí a un estudiante, Francisco, que recogiera los exámenes y me los dejara en el escritorio.
Cuando todos ya se habían ido y solo quedaba Francisco quien ya había terminado de guardar sus cosas, mientras yo mantenía mi mirada en el suelo a pesar de que sabía que Mateo ya se había ido.
-hasta la próxima semana, padre- dijo Francisco como despedida- y no se preocupe, todos tenemos malos momentos- y entonces se fue sin más. “¿tan obvio soy?”-pensé.
Tuve tiempo de corregir los exámenes ya que mis otras clases del día se habían cancelado gracias a una actividad de “autoconocimiento” que preparo el comité de orientación. Las pruebas no estaban tan mal como creí, pero verlas me recordaba la mirada fría de Mateo, y entonces mi mente divagaba. Así pasaron los minutos hasta tener un prueba en especial en las manos, en la que a un lado de la señal de “nombre del estudiante” decía con esa preciosa caligrafía “Mateo Peralta”, me estremecí de terror, o tal vez algo más, por el simple hecho de leer su nombre y tuve miedo de que los recuerdos que intentaba alejar, volvieran a invadirme. Toda la prueba estaba en blanco a excepción de la última pregunta, siempre hacía la misma pregunta en todos mis exámenes: “¿Por qué amas a Dios?” Y por primera vez Mateo la respondió, decía algo más o menos así:
“Antes de eso tengo una pregunta para ti, ¿Por qué supones que amo a Dios? Debería hacerlo ¿verdad?, pero no, porque yo sí tengo los ojos abiertos. Yo no amare a nadie que no me ame a mí, y si …l me amara no me haría esto, y sabes bien a lo que me refiero. Dios solo existe para las personas que necesitan pensar que son amados, y para los hijos de esas personas, porque creen lo que les obligan a creer. Revisa bien las otras respuestas y veras que todas dicen prácticamente lo mismo, es como si fueran una copia de la anterior ¿verdad?, todas son ideas que les han repetido una y otra vez desde que tenían uso de razón, por eso las creer propias, por eso dicen amar a Dios, porque así se supone que debe ser… así los entrenaron.”
Dejé el examen de lado y continué con los otros tratando de no pensar en lo que acababa de leer, pero no me atreví a leer más respuestas a esa pregunta con el temor de que Mateo tuviera razón.
Luego de visitar unos segundos a Lucas para ver como estaba, volví a mi habitación con la esperanza de recuperar el sueño perdido, así que me recosté en mi cama sin cambiarme de ropa siquiera y por fin deje de bloquear a mi ángel de mis pensamientos, deje caer mi mascara en la soledad de mi cuarto. Pensé en mis primeras impresiones de él, en su familia, en Marco, en su máscara, en su debilidad, también pensé mucho en su sonrisa. Y entonces, cuando por fin tenía un momento para aclarar mis ideas pensé lo que ya era más que obvio, “me gusta Mateo, no solo me gusta mucho, estoy enamorado”, pensé en eso con una mezcla de sentimiento, sentimientos muy parecidos a la melancolía. E incluso pensé en José, y el recuerdo de las palabras de Mateo me asusto: “lo siento José, mañana continuaremos, esta vez yo voy a tu habitación”, por Dios, creo que por primera vez en mi vida estoy celoso ¡y de un mocoso! Y la imagen de esa pequeña marca roja hecha por otros labios en el níveo cuello de Mateo torturaba mis pensamientos ¿por qué siento esto si no somos nada?, pero... ¿En qué estoy pensando? Soy sacerdote, soy profesor y soy un cobarde, ¿Cómo puedo siquiera pensar en la posibilidad de tener una relación con Mateo? “ trataba de convencerme de que dejar las cosas así sería lo mejor, pero al ver en mis pensamientos la hermosa sonrisa de Mateo y compararla con la mueca que me había dedicado hace unas horas, sabía que debía arreglar las cosas.
Me revolqué un rato en la cama, molesto, hasta que el cansancio me pudo y por fin logre dormir.
Al despertar y ver la hora, como ya podrán adivinar, era tarde. Salí de mi habitación sin siquiera arreglar mi cabello o hacer la cama y me dirigí a la cafetería, hace mucho tiempo que debí ir a dejarle el almuerzo a Lucas.
Al llegar a su habitación con bandeja en la mano y disculpándome repetidas veces, pude ver a Lucas sentado en su escritorio, comiendo de una bandeja exactamente igual a la que yo le había traído.
-buenas tardes, padre- me saludo, contento, Lucas- viene a Almorzar conmigo.
-claro- decidí, y ¿por qué no?, comer lo que le había traído a mi alumno, últimamente no he estado comiendo bien- ¿Quién te ha traído el almuerzo?- pregunte solo por si tal vez haya sido Mateo.
-ah, mi compañero de cuarto, tuve que decirle que de verdad estoy enfermo así que está cuidando de mí, aunque me siento un poco mal mintiéndole.
-¿y dónde está él ahora? Nunca lo he visto ahora que lo pienso.
-debe estar a punto de llegar de su entrenamiento- dijo y como si de una invocación se tratara, la puerta se abrió, dejando pasar a José, sí, José era el compañero de Lucas ¿Por qué estas desafortunadas coincidencias siempre me pasaban a mí. En el momento que lo reconocí le dedique una mirada asesina, poco común en mí, y cuando la noto, el cansancio que parecía cargar después del ejercicio, se esfumo, dejando su cuerpo tenso.
-José, ¿recuerdas que teníamos una conversación pendiente?
-…sí – respondió antes de pensárselo un poco y tragar saliva.
-espérame en mi salón, yo iré de inmediato.
-sí- volvió a contestar, y salió de ahí, sin siquiera tomar una ducha.
Notas finales: Eso fue lo que pude escribir antes que me diagnosticaran la tendinitis, el prox sábado la continuación.
Gracias por leer y a los que me han dejado reviews (porfa no dejen de hacerlo) y les pido a los demás que también me den su opinión.

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