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Latidos silenciosos por urahara

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Notas del capitulo:

Ignoren el nombre del cap, no se me ocurrio nada mejor.

podría decirse que es un capítulo de reflexión ademas de que contiene parte de la historia, por ya de por si es bastante corto.

AVISO para que no se confundan, es narrado por Mateo, no estaba seguro de hacerlo, pero no se me ocurrió otra foema en la quedara bien.

Bueno, los invito a leer.

-¿Qué es lo que haremos… harás- me corregí- en realidad?- le cuestioné a Marco luego de dar el peor portazo de toda mi vida en el asiento trasero de su reluciente auto, obviamente regalado por nuestros padres.
-creo que la puerta te quedo abierta- me dijo irónico.
-Marco, respóndeme. Sé que de ser por ti, me evitarías de la misma forma que yo: a toda costa.
Mi… hermano dio un suspiro como preguntando al cielo por qué Dios le había enviado semejante cruz (ese soy yo); pero no dijo nada, sólo abrió la guantera del auto y sacó dos sobres rojos, inolvidables para mí, las invitaciones de mis padres para la premiación del concurso “una beca de cuento de hadas”. Me las mostró sin darse la vuelta para mirarme la puta cara, siguió sin dirigirme la palabra, pero yo ya sabía que desde ese momento estaba con la mierda hasta el cuello. Perdón, Gabi, sé que no te gusta ese tipo de lenguaje.
Entonces Marco encendió el auto y comenzó a andar ¿Qué me esperaría desde ese momento? ¿Mi futuro estaba arruinado? ¿Fui un idiota al pensar que podría lograr algo en la vida? Al menos tenía que intentarlo.
-Nada de esto te incumbe a ti, Marco- respondí a una pregunta no formulada- así que detén el auto, ¿quieres? Esta es mi parada- podía parecer confiado, pero el miedo me invadía de la cabeza a los pies. Marco no parecía escucharme mientras aceleraba cada vez más para salir del estacionamiento; hasta que, más por pánico que por rebeldía, me levante de mi asiento y puse el freno de manos. De golpe el auto paró y yo de bruces caí sobre el asiento del copiloto.
-¡Mateo Peralta!- grito mi hermano en una actitud demandante que nunca había visto en él- ¡¿Qué no puedes acotar una simple orden?! ¡Habíamos resuelto que al graduarte entrarías a un seminario! ¡te hemos esperado todos estos años! Y resulta que ahora simplemente no lo harás, y te postulas ¡sin autorización! a una universidad.
-Soy mayor de edad, ¡cumplí 21! No necesito autorización de ningún tipo.
-¿Y cómo piensas pagar sólo la universidad?
-para eso es que postulo a becas, idiota- nunca había llamado idiota a Marco, ni siquiera en mi mente.
-¿Dónde vivirás, de qué te alimentaras?
-¡Puedo trabajar! Además… sé de un amigo con el cual podría vivir.
Fue como si al escuchar esas simples palabras nuestra historia hubiera pasado frente a sus ojos, como si se hubiera dado cuenta que estaba hablando de ti y que te veía como mucho más que un amigo. Lo siento Gabi, creo que no soy tan bueno mintiendo como creí.
Y él explotó, el pacifico predicador de la palabra de Dios había explotado.
-No puedes ¡No puedes! Te lo prohíbo. Si es necesario, yo mismo te sacaré de este colegio y mandaré a buscar tus cosas, y entonces por fin obedecerás ¿Sin alguien que pague tu caro instituto cómo piensas graduarte siquiera?
Estaba dejando en claro que toda mi persona le pertenecía.
Me quedé mudo al volver al asiento trasero. Quise llorar pero tampoco quería darle esa satisfacción, la de haberme vencido.
-Por fin encontré mi camino en la vida.- comencé a decir mientras Marco podía en marcha de nuevo el auto- estudio, aprendo, incluso después de clases y fines de semana, colaboro con la iglesia, ayer mismo fui como voluntario al orfanato. Pero no quiero ser sacerdote.
He cambiado, déjame demostrarlo. Incluso sería mejor para ti también, te desharías de un estorbo.
-No eres un estorbo, Mateo... y la decisión ya está tomada.
No sabía qué más decir, ni cómo reaccionar. El pánico, la ansiedad y el deseo de que estés ahí conmigo incrementaban con cada metro recorrido. Sentía como las paredes del auto se acercaban cada vez más queriendo aplastarme, encerrándome en un lugar en el que no entraba luz ni aire, tan pequeño que ni moverme podía y en el cual nadie lograría escuchar mis gritos, esa era mi situación.
Miraba por la ventana, buscando cualquier oportunidad para huir, pero a pesar de la miles de veces que, en mis escapadas, Había recorrido esa ciudad, el terror nublaba mi pensamiento y no podía estar seguro si alguna vez había estado en ese lugar, hasta que, como un milagro, por mis ojos pasó la iglesia, ahora sabía exactamente donde estaba y donde ir.
Había, por supuesto, cosas que yo no sabía, no sabía que me depararía el futuro, tampoco sabía de qué forma esto influiría en mi relación contigo, sólo sabía que tenía que salir de ese auto, escapar de esa prisión, antes de entrar a la carretera, antes de que se confirme mi sentencia. Ahora sé que debí haber pensado en una mejor vía de escape que abrir la puerta de un auto en movimiento y saltar.
A pesar de que caí sobre mis rodillas y codos, el dolor no fue nada en comparación al de la rueda de la camioneta de atrás chocando contra mi pecho. Dolía, el aire se me iba, pero allí estaba la iglesia. Me sentía a salvo.
“Sentir”
¿Que tan complicados podían llegar a ser los sentimientos? Sin uno quererlo acababan afectando tu razonamiento y, a veces, cambiado tu vida.
En ese momento, casi letárgico en el que la vida terrenal podía dejar de ser relevante de un momento a otro, dos tipos de sentimientos guiaban lo que yo llamaba vida, y uno d ellos era, aunque no lo crean, el cariño que aún tenía por mi hermano, sí, lo quería, porque de la misma forma en la que se me dificultaba dejar entrar a alguien en mi corazón, se me dificulta dejar escapar a alguien de él. No quería decepcionarlo más, pero definitivamente no quería seguir sus pasos, tal vez el nació para ser un ejemplo de vida a los ojos de los seguidores de un mismo Dios, pero yo definitivamente había nacido para algo más, aún no lo tenía claro, pero no lo iba a descubrir en un seminario, ni mucho menos encerrado en la misma habitación de instituto por el resto de mi vida; aunque ese era el plan hasta que llego la persona a la que Marco le tendría que hacer un enorme espacio en mi corazón, para que pudiera caber todo lo que él era, lo que me enseñaría, lo que provocará en mí y todo lo que con él aprendería a querer y a creer, también habría que hacer un pequeño espacio para mí, pues el más que nadie lograría que me quisiera a mí mismo. Ese eres tú, Gabi. Tú marcaste un antes y un después. Aunque ya antes de que me pertenecieras te sentía como un regalo.
A ti te dedico el más singular de mis amares, Gabriel. Antes de que decidieras intervenir en mi vida nunca pensé en una persona como un propósito personal, como algo por lo que desvivirme y viceversa, sin embargo ahora casi confío más en ti que en mí mismo y mi propio criterio.
¿Qué más puedo decir? Te amo, y para mí eso lo abarca todo, todas las figuras, todo tú y todo yo. Y siéntete orgulloso de eso, pues recibir el “te amo” de un escritor quiere decir que, en todo el conocimiento que tiene sobre la palabra, no pudo encontrar palabras.

“Dolía, el aire se me iba, pero allí estaba la iglesia. Me sentía a salvo.”
“¿Que tan complicados podían llegar a ser los sentimientos?”

Notas finales: Gracias por leer, no me maten, bye, los amo.
pd: no se asusten, no muere CX
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