Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Latidos silenciosos por urahara

[Reviews - 82]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: nadie me puede decir que este capitulo es corto cx
He esperado mucho para este cap así que espero que les guste :3
(si quieren saber cuando actualizare pueden pasarse por mi face UraharaWriter- latidos sileciosos)
https://www.facebook.com/UraharaWriter-Latidos-Silenciosos-1303915036327625/?fref=ts
Luego de que irremediablemente Mateo saliera de mi sala de clases, seguido de quien yo consideraba el peor de los energúmenos, no pude quedarme tranquilo. Todo el sueño acumulado se había evaporado y de la impaciencia caminaba por el salón de un lado a otro.
Repasaba en mi mente lo ocurrido luego de que la luz de los ojos de mi ángel se perdiera en la oscuridad de su pasado, mientras cuestionaba mi actitud tan pasiva y casi educada frente a esto.
¿Qué puedo decir? Entre en pánico. En el momento en el que el alma de gigante de Mateo se auto-declaró perdedor de la batalla, se desmoronaron todas mis fuerzas. Tartamudee alguna estúpida excusa por la cual Mateo estuviera obligado a quedarse conmigo (es decir, en el instituto), pero no acababa una idea cuando una incluso más tonta pasaba por mi mente obligándome a formularla. Finalmente Mateo me dedico unas mirada consoladora, como diciéndome “ya déjalo, voy a estar bien” y luego de un apretón de manos y de que Marco me mirara con asco de pies a cabeza, me dejó.
Si hubiera sabido esto antes, algo hubiera planeado: una mejor escusa, un escondite donde encerrarlo, ¡una trampa mortal para su hermano! o por lo menos le hubiera dado mi número telefónico.
“¡Que desastre!”- pensé mientras me tiraba sobre el escritorio, cansado de tanto pensar.
Aún tenía cosas que hacer, primero que nada tenía que limpiarme la cara, debía revisar mi correo, ir a avisarle a Lucas que Mateo se había ido (con tacto, por supuesto) y finalmente ir a la iglesia. Y aunque saliera en ese momento llegaría muy tarde de todas formas.
Luego de ir al baño y sacarme los restos de marcador del rostro decidí empezar por lo más difícil: Lucas. Como su mejor, y uno de los escasos, amigos de Mateo merecía saberlo, pero él, al igual que yo, se caracterizaba por ser de lagrima fácil y reina del drama.
Fui a despertarlo a punta de golpes a la puerta de su cuarto hasta que finalmente me abrió mientras arreglaba un poco su largo cabello y se refregaba los ojos.
Le conté que Mateo se había ido por el fin de semana con su hermano, le extraño escuchar que mi ángel tuviera hermano y le decepciono un poco el hecho de que no le haya avisado nada, pero lo acepto con su acostumbrada inocencia.
Atrás de Lucas pude ver a José con la boca abierta durmiendo sobre una desordenada cama en el fondo, mientras la del lado estaba completamente intacta “¿Esos dos… ya lo habrán hecho?”- pensé antes de despedirme y retirarme sin más.
Entonces me dirigí al instituto para buscar mi correo, el cual, hasta entonces, había olvidaba retirar. La mayoría eran viejos pésame por mi perdida, por lo que no les estaba prestando mucha atención con el afán de no recordar épocas de dolor.
Me guarde el manojo de papeles en el bolsillo cuando Daniel, el único diacono de la iglesia, entro casi corriendo. A pesar de que no lo conocía bien, lo consideraba una buena persona, además que su esposa era extremadamente dulce y su pequeña hija venía a cantarnos de vez en cuando.
El hombre me miró como aliviado y corrió en mí dirección:
-¿Gabriel, se le necesita de parte del Padre Agustín?
-En seguida tenía pensado ir, amigo ¿Vamos juntos? ¿Acaso el Padre Pablo se encuentra ahí?
-¡No! No vayas a la iglesia.
Mire a Daniel extrañado, preguntándome, ¿qué le tenía tan preocupado? Y especialmente: ¿Qué tenía que ver yo en eso?
-Agustín me dijo que debías ir al hospital urgentemente, a realizar una santa unción*.
“¿¡Una santa unción, en un hospital!?” pensé horrorizado. Esas palabras podían llegar a ser la peor de las pesadillas para cualquier sacerdote. Ver a la muerte reflejada en los ojos de una persona, que incluso a veces parecía sana, que podía ser un niño, una hermosa mujer o un fuerte hombre, era algo que ni al más santo y creyente de los hombres le parecía digerible. En ese entonces, si bien había celebrado algunas, eran a ancianos que lo hacían por el simple hecho de sentirse demasiado viejo. No sabía si estaba listo para mirar a un desconocido a los ojos y decirle que esa sería su última oportunidad.
-¿Por qué me mandó a llamar a mí? ¿Por qué no va él o uno de los sacerdotes del hospital?
-No lo sé, no pueden. Gabriel, es una emergencia. Sabes que yo lo haría, pero… - él no era sacerdote.
-no, tienes razón, vamos.
-sí, yo te llevo en mi auto.
Corrimos al auto sin más tiempo que perder y en cuanto me acomodé en el asiento del copiloto y me puse el cinturón me refregué con fuerza la sien y con los ojos cerrados sentí frente a mí a una persona sin rostro, sin identidad por ahora, mirándome con la esperanza de que salvara su alma.
-el crisma** y todo lo que necesites te lo entregaran una vez hayamos llegado- rompió el silencio Daniel después de unos minutos, por lo que abrí los ojos intentado espantar mis propios miedos.
-de acuerdo.
Vi entonces por la ventana al frente de la iglesia una camioneta negra detenida junto a una patrulla y a un hombre discutiendo acaloradamente con dos oficiales mientras el pequeño Agustín permanecía a una prudente distancia, sin embargo pendiente “¿Por eso me mandó?”.
En el momento en el que el auto se estaciono en el hospital y comenzamos a andar hacia urgencias la única frase que se repetía en mi mente era “mantente frio y serio. Frio y serio. Frio y serio” además de pensar de vez en cuando “Y por lo que más quieras, no te pongas a llorar”
Tan concentrado estaba en esa simple orden que no podía ni quería escuchar a Daniel, sólo lo seguía ciegamente por los fríos pasillos y luego por la sala de urgencia.
Al estar frente a la “habitación” en la que me esperaban (pues sólo era un sector separado por cortinas), pude ver cerca a un hombre con camisa negra y alzacuellos “un sacerdote”-pensé- “¿Por qué el no hacia la unción?” pensé, casi aliviado hasta notar esos ojos azules y cabello corto.
-Marco- este se volteó y me vio sorprendido, luego avergonzado y finalmente profundamente preocupado. No esperé a que de su boca saliera una palabra antes de descorres completamente las cortinas de la habitación, donde, acostado en una camilla, con una intravenosa y moretones por todas partes Mateo me sonreía diciendo:
-Gabi, sabía que si lo pedía tendrían que llamarte.
-mi ángel… ¿Qué te paso?-susurre apenas.
En el momento en el que lo vi así, cerré con la tal brusquedad la cortina que si hubiera sido una puerta la habría hecho pedazos, no sin antes dedicarle una venenosa mirada a Marco. Me acerque a él hasta el punto de casi caerle encima, pero no pude decir palabra, sólo lo mire en busca de que me diera las respuestas.
-mira a lo que me conectaron-. Me dijo simplemente señalando la intravenosa. Yo supuse que era un tipo de calmante- yo conocí una vez a alguien que era adicto a esto, ahora entiendo porque.
-Mateo, ¿qué pasó?- le pregunté nuevamente tomándolo de los brazos para que me viera los ojos y entonces pude notar la mueca de dolor que le provoque.
Lo solté de inmediato y luego que se recostara dando un suspiro y con las manos apoyadas en su pecho me conto, en pocas palabras, lo que había sucedido y en qué circunstancia, hasta el momento en el que lo llevaron al hospital en una ambulancia.
-me hicieron una radiografía… tomografía… como se llame. – continuó con su relato -Casi todo está bien, excepto mis costillas. Esta- señalaba su torso- esta y estas están rotas y algunas otras un poco quebradas. Aun así ningún órgano se dañó, cosas como esas te hacen volver a creer en Dios, ¿no crees?
-Mateo, ¿sabes por qué me llamaron aquí, verdad? – dije como si no hubiera escuchado nada de lo anterior dicho.
-Sí- respondió simplemente antes de dedicarme una mirada triste y bajar de inmediato la vista- están… preparando la sala de operación. Si hubiera sido solo una costilla, tal vez se podrían analizar otros tratamientos, pero son varias, además de doloroso sería peligroso exponer órganos importantes, así que… debo permanecer relajado hasta que vengan por mí. Pero antes de una operación siempre te dan la opción de una unción de los enfermos y pensé en ti.
-¿Por qué yo?
Y esa pregunta fue tanto para Mateo como para mí mismo ¿Por qué le sucedían esas cosas a las personas que más amaba? Ya los hospitales me tenían enfermo y la esperanza se me escaba a medida que pasaba decepción tras decepción ¿Y qué pasaría en el caso de que todo saliera mal? ¿Sí el cirujano estaba cansado, si una pieza no estaba bien, si realmente una costilla había perforado algo importante o si Mateo resulta ser alérgico a la anestesia? ¿Qué haría entonces? ¿Cuando les esté enseñando a mis niños sobre el amor y me pregunten a quien amo yo, qué les diría? Tal vez les diría que todos se encuentran en el cielo… tal vez, en ese caso, yo también querría estar en el cielo.
-¿por qué no? – me respondió- Resulta que si existe la remota posibilidad de que fallezcas todos a tu alrededor buscan complacerte- rió levemente, pero yo no le veía la gracia- Te mandé a llamar a ti y a nadie más, muchos se sorprendieron de que ni siquiera haya aceptado a mi propio hermano, pero me hicieron caso sin protestar.
No contesté, sólo lo observé, al parecer, con una mirada que no dejaba de ponerlo nervioso.
-oye, te estoy diciendo la verdad. Te aseguro que si grito desde aquí dos doctores y tres enfermeros vienen en mi auxilio- rió nuevamente- ¿Cuánto quieres apostar?
-Mateo- simplemente dije, pero mi tono lo daba a entender todo: no quería más vacilación y NO QUERÍA MÁS BROMAS.
-no… no me mires así- dijo con dificultad- quería verte, ¿sí? Decirte que te amo, que te necesitaba y necesito.
Suspire nuevamente y lo abrace con cuidado de no hacerle ningún daño hasta que el mismo se alejó y con sus rasgadas y vendadas manos tomo la mía y la beso con los ojos cerrados.
-también te amo- le dije- nunca lo olvides.
Sin embargo, en ese momento no sólo amor era lo que sentía. Me invadía la rabia, la preocupación y una profunda angustia; a pesar de verlo ahí, sonriendo frente a mí, lo sentía tan frágil… perecible.
Mateo vio mi rostro y, como siempre, supo lo que estaba pensando.
-no es tan grave como parece. Sé que no me veo muy bien, pero en su mayoría son heridas externas de poca relevancia. No es una operación complicada o de riesgo, pregúntale al doctor, Gabriel.- como odiaba que me llamara así, casi siempre significaba lo peor.
-aunque así sea… aún tenemos que hacer la unción- En mi afirmación se notó un tono de duda: “¿Había sido esa sólo una excusa?”. Mateo suspiro.
-pero no lo hagas como todos o como lo haría mi hermano, por favor, hazme sentir que estoy junto a ti y no con uno de los miles de sacerdotes exactamente iguales uno del otro.
No supe que hacer con lo que me acaba de decir. Intente recordar alguna situación en la que ejerciendo de sacerdote había actuado como yo mismo y no como me había enseñado a actuar. Entonces pensé en el inicio de todo, el inicio de nosotros, cuando en mi sala de clases, un furioso Mateo se había abierto por primera vez a mí, confesándome su orientación sexual como si aquello fuera un crimen e inmediatamente echándose a llorar. Recordé como sujeté su rostro y me prometí que lograría que se quisiera a sí mismo.
-si tienes algún pecado puedes confesarte conmigo- le dije, como en nuestra primera confesión, y él, recordando, nuevamente respondió:
-no tengo nada que confesar… ya te he dicho que te amo, y ya lo sabes todo de mí.
-entonces… ¿hay algo de lo que te arrepientas?- él no dejaba de mirarme a los ojos haciendo que, a la vez, los suyos me hipnotizaran.
Sí- dijo finalmente- me arrepiento de no habértelo dicho antes, que te amaba. Y de…
-¿De qué?- pregunté asustado al notar que esquivaba mi mirar.
-de no saber qué es hacer el amor- sabía que no era el momento adecuado para sonrojarme pero no pude evitarlo- no te pongas así- me dijo al darse cuenta- sé… que no es ni el momento ni el lugar indicado.
Silencio.
-pero prométemelo- dijo- que cuando salga me enseñaras-sólo atine a asentir y él sonrió. Esa sonrisa: siempre me tendría loco. Sin poderlo evitar besé sus labios lenta y superficialmente (al estilo de la bella durmiente o Blanca nieves, la princesa narcoleptica que prefieran), pero a pesar del calor y tranquilidad momentánea que me daban, por primer vez los finos, siempre rojos y suaves labios de mi ángel se encontraban secos y maltratados.
-no puedes quedarte y besarme eternamente- dijo Mateo luego de bastante tiempo en ello, separándose de mí con la respiración levemente agitada- aunque así lo quisiera yo también.
Acabé dándole un último y profundo beso en los labios y uno en la frente para luego poner el crisma y rezar en silencio a su lado un momento, pues sabía que definitivamente él no rezaría conmigo; o eso creí, pero cuando abrí los ojos lo descubrí observándome con la atención digna de un de enamorado y susurrar “Amén”.
-Me imagino que no querrás la comunión***, ¿verdad?
-Depende, ¿tienes manjar?- no pude evitar reírme mientras negaba. -Entonces será en otra ocasión- dijo, también riendo, y no aparte mi vista de él hasta cerrar frente a mí las cortinas al salir.
De inmediato fui a buscar al doctor que atendía a Mateo. No fue difícil diferenciarlo de los otros pues lo descubrí hablando con Marco; y en cuanto dejaron su charla le fui a consultar todas mis dudas:
-es una operación bastante simple, padre- me respondió.
-sí pero… ¿hay posibilidades de que pase… lo peor?
-bueno… el peligro de muerte está presente en todas las intervenciones quirúrgicas, incluso en la cirugía ocular hay un porcentaje de riesgo. Como profesional es mi deber decir que, aunque es muy menor, existe una posibilidad de que…- hizo una pausa- Ahora, eso en el ámbito profesional, pero en mi opinión personas: todo va a salir bien- dijo con una sonrisa de compasión y me abrazó a medias antes de irse
“sí, todo iba a salir bien,”-pensé-” porque Dios no podía ser tan egoísta como para llevarse a Mateo, no sería capaz de mandarme un ángel sólo para luego quitármelo”
Desgraciadamente y por mucho que quisiera alejarme de él (en el caso de que no pudiera golpearlo), tuve que sentarme a un lado de Marco pues él sería el primero en saber cómo había salido la operación. Este tampoco parecía entusiasmado por entablar una conversación conmigo y no se molestaba en fingir lo contrario.
Saqué de mi bolsillo un rosario y con los dedos aun impregnados por el crisma comencé a rezar, y aunque estaba acostumbrado a hacerlo en grupo, definitivamente no iba a rezar con Marco.
A medida que pasaba de cuenta en cuenta más deseaba un cigarrillo, tal vez dos o tal vez la misma cantidad de morfina que le habían administrado a Mateo, pero yo sólo podía rezar, nada más ¿Saben lo frustrante que es dejar la vida de quien amas en manos de alguien más?, ya sea un doctor o un ser divino. Era demasiado, hasta el punto que mis dedos comenzaron a tiritar cuando pasaban por la quinta cuenta. En ese momento fue cuando escuche al hombre a mi lado hablar:
-Gabi.
“¿eh?” Marco había dicho eso. Lo mire extrañado. No recordaba haberme presentado y nadie me llamaba así a excepción de mi estrella y a veces Agustín, pero sólo para molestarme “¿Mateo le habría dicho algo?”
-Mat te dice Gabi- siguió hablando- ¿Por qué?
No sabía que fuera capaz de dirigirle la palabra sin romperle el hocico, pero lo hice:
-Así es él, siempre informal hasta el punto de rozar la impertinencia.
-Parece que ya lo conoces bien, ¿eh? Antes no era así ¿sabes?
Lo sé,- “lo sé todo” quise decirle- pero si lo piensas, lo único que ha cambiado es su confianza.
Marco pareció sentirse avergonzado por un momento, por lo que agacho la cabeza antes de seguir hablando.
-esa cicatriz en el labio, la tenía antes del accidente ¿Sabes cómo se la hizo?
-no lo sé. Si no te lo dijo a ti, ¿crees que me lo diría a mí?- hice como si no me hubiera dado cuenta de que me estaba echando la culpa por eso, “como si yo no tuviera cosas que echarle en cara”- pensé.
-sé que peleamos, pero Mateo… es un buen niño y no dejare que te aproveches de su incapacidad de tomar buenas decisiones.
-¿insinúas que yo lo golpee? –dije sin poder evitar más la confrontación y echando humo por las orejas.
-no sólo lo insinúo- me respondió levantándose y yo en contestación me paré también y acercándome imponente hacía él ( gracias a mi altura) le dije:
-escúchame bien, Marco: el único aquí que le ha hecho daño a Mateo, y de todas las maneras posibles, eres tú. No hables como si fueras su gran hermano protector, porque ya has perdido esa oportunidad.
Salí de ahí a paso firme y furioso, esperando haber dejado a Marco en un estado tal en el que tendría que ser enviado a psiquiatría, pero antes de salir a fumarme toda una cajetilla mire hacia atrás y sólo pude ver a aquel sacerdote sentado nuevamente y con la cara hundida en ambas manos.
“Tal vez tenga una oportunidad para golpearlo cuando la rabia acabe ganándole a la preocupación dentro de mi cabeza”- pensé- “por lo mismo necesito nicotina” y atravesé esa puerta.
El día se me fue en eso: salía a fumar y a comprar cigarrillos y en cuanto terminaba uno volvía a entrar y desde la puerta observaba a Marco, esperando que llegara algún doctor, hasta que nuevamente la angustia me ganaba y volvía a salir a fumar, dejando un rastro de colillas por todo el jardín y deseando que Antonio estuviera allí para que me regalara cigarrillos a cambio de mi silencio.
***
Hasta que me quemé el dedo no pude salir del estupor en el que me encontraba, me había perdido en mis pensamientos hasta el punto en el que las brasas del cigarrillo habían llegado casi hasta el filtro. Por suerte, para hacerme despertar un poco, llego Agustín, con ganas de escuchar buenas noticias y detrás de él, un par de niños que no había alcanzado a peinarse siquiera: Lucas y José, ambos preocupados. Así juntos, literal y figurativamente éramos un manojo de nervios.
Se quedaron un tiempo esperando conmigo afuera mientras yo fumaba. Saben que no fumaria frente a mis alumnos en ninguna otra situación. Lucas me miraba molesto y alejándose del humo pero no quiso molestarme con ningún comentario, mientras José me miraba casi rogándome que le dé una piteada, “no hasta que cumplas 18” me hubiera gustado decirle.
Finalmente le pedí a Agus que se llevara a mis alumnos de vuelta al instituto, pero Lucas se negaba, tirado en el pasto, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Luego de un buen tiempo en el que José intentó convencerlo de que lo mejor era irse, acabó llevándoselo encima de los hombros, junto con Agustín quien, un poco más atrás, intentaba, sin éxito, tranquilizar a mi alumno. Yo entré nuevamente, sorprendiéndome al encontrar a Marco charlando con el doctor.
De inmediato corrí donde se encontraban, incorporándome en la conversación en el punto en el que el doctor decía que la operación había sido un éxito y cuáles eran los pasos a seguir desde ese momento. Tampoco es como si los hubiera escuchado, después de saber que mi ángel estaba bien por fin pude respirar tranquilo, pasé de pensar en mil cosas a no pensar en absolutamente nada.
Volví a la realidad en cuanto noté que el doctor me dirigía la palabra:
-el paciente también pidió verlo… sólo al padre Gabriel- dijo mirando por un segundo a Marco, cuyo rostro pasó de verse tranquilo por las nuevas buenas a profundamente decepcionado. Por un minuto sentí lastima por él.
Luego el doctor me explicó que aunque la operación había terminado, debía esperar unas horas más para ver a Mateo por razones que la verdad ya olvidé, me quede sentado junto a Marco nuevamente. Ninguno se movió de su lugar hasta que llegó el doctor. Y antes de levantarme y seguirlo a la habitación (esta vez, una verdadera) apoyé mi mano en el hombro de Marco, pensando que al menos merecía esa pequeña muestra de apoyo por el mal rato que había pasado y porque yo, a diferencia de él, tenía el apoyo de mi ángel.
***

-Mateo- dije mientras cerraba tras de mi la puerta para correr a su lado.
-¿Quién eres tú?- me preguntó extrañado e incluso asustado.
- ¿Qué?- fue lo único que pude pronunciar cambiando completamente mi expresión y con la garganta hecha un nudo.
-Es broma, Gabi- gritó y rió sonoramente mientras tomaba mi mano para que yo no saliera de ahí molesto como nunca.
-mocoso idiota- le dije sin poder resistir a su contagiosa risa y a su mirada de cachorro.
-perdón, no me odies- reí por lo estúpido de su comentario.
-Mateo, yo te amo.
-también te amo- entonces me acerque para besarlo por largos segundos- te amo, pero sabes a cenicero, Gabi.
-lo sé, lo siento.

*Para los que no sepan: la santa unción o unción de los enfermos es uno de los 7 sacramentos y en el que se le otorga una gracia especial a un cristiano que se encuentre enfermo o muriendo.
**Crisma es uno de los consagrados usados en la iglesia católica.
*** La comunión es el sacramente de la eucaristía: recibir el cuerpo de cristo por medio de la hostia.
(Estas aclaraciones son para las personas no católicas y/o que no nacieron en una familia católica).
Notas finales: Espero saber su opinión, en serio. Lo hice muy largo para que no se preocupen cx
Ya nos estamos acercando al final (ya era hora)
mi face: https://www.facebook.com/UraharaWriter-Latidos-Silenciosos-1303915036327625/?fref=ts

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).