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Esto no es una situación normal (corregido y terminado) por Kara no sora

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Notas del capitulo:

Pss me tarde más de lo que pensaba porque quedo muuuy largo o.o

 

Y como lo prometido es deuda, aquí les traigo un poco-mucha acción entre el joven amo y su mayordomo. 

Espero que les guste >/////<

…En la mañana

 

─Bocchan…

 

El joven que se encontraba recostado en la coma cubierto por un fino edredón se dio la vuelta incomodo al sentir la luz del sol golpear en sus parpados. Entrando a la habitación seguramente porque el mayordomo había corrido las cortinas.

 

─Bocchan… Su desayuno está listo ─Dijo el mayordomo acercándose a la cama, al ver que su joven amo se rehusaba a salir de ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo ver que su amo estaba recostado sobre su costado, dándole la espalda. Una sonrisa traviesa cruzó fugazmente sus labios. Se inclinó (flexionando la espalda) manteniendo sus manos detrás, hasta quedar a pocos centímetros de la oreja del amo─. Bocchan, sé que está despierto… ─Habló con voz sensual.

 

El aristócrata se dio la vuelta en la cama al sentir la luz. Oía la voz de Sebastian a lo lejos, pero deseaba seguir durmiendo. Había tenido un muy buen sueño y deseaba volver a él. Había empezado como una pesadilla pero había terminado bastante bien: Sebastian lo había besado…. y no solo una vez, sino varias veces. Una sonrisa escapó de sus labios al pensar en eso. Pero inmediatamente después se tensó. Cómo si de verdad él pudiera desear que ese demonio inútil lo besara… eso era asqueroso: los dos son hombres. Además él es un demonio y nunca podría besarlo así de dulce… aunque él quisiera que lo hiciera… pero él no quería, no, no lo quería… ¿o sí?

 

Lo mejor sería seguir durmiendo y volver al sueño. Ahí tal vez podría volver a estar con el Sebastian amable. Pero el real no lo dejaba volver a dormir. Lo escuchaba a lo lejos.

 

Ciel estaba tan empeñado en ignorar la voz del mayordomo que no lo sintió acercarse hasta que lo escuchó hablar muy cerca de su oreja. Se estremeció al sentir su tibio aliento. Pero… ¿por qué esa sensación le parecía tan familiar?

 

Sebastian sonrío al notar el estremecimiento del conde. Mas no se enderezó. Lo que ocasionó que quedara muy cerca del rostro de Ciel, cuando este se dio la vuelta para al fin levantarse. La sonrisa del demonio se ensanchó al ver como su amo se sonrojaba al quedar tan cerca de su rostro. Sus agudos ojos fueron capaces de percibir como los zafiros ojos se mantenían fijos en sus labios, casi con el mismo apetito con el que solía observar los postres que le preparaba.

 

─¿De qué te estas riendo, idiota? ─Le dijo Ciel mientras colocaba una mano en el pecho del mayor para alejarlo al mismo tiempo que se incorporaba.

 

─Lo lamento, bocchan. Pensé que no había escuchado cuando lo llamé ─Dijo con una sonrisa divertida: viendo como las mejillas del conde aún estaban levemente sonrojadas. 

 

─No es respetuoso acercarte tanto a tu amo ─Le riño desviando la mirada, para ocultar su rostro: aun sentía sus mejillas sonrojadas. Mientras se sentaba en la orilla de la cama. Dejando caer delicadamente sus desnudas piernas; al tiempo que extendía una mano para que Sebastian le diera su acostumbrada taza de té de la mañana. Como el conde había desviado la mirada no se percató del fugaz brillo que iluminó los ojos del mayor al seguir el movimiento de sus piernas.

 

─Eso no dijo anoche ─Respondió en un susurro, apenas audible; al tiempo que colocaba la taza de té en la mano extendida de Ciel. Quien se sorprendió de tal manera que soltó la taza que acababan de ofrecerle.

 

─¡¿Qué…?! ─Los ojos zafiro se abrieron a su máximo tamaño; tanto por la sorpresa como por el ardor que le causaron las gotas de té que alcanzaron a caer en una de sus piernas desnudas, a pesar de los reflejos de su mayordomo. Que en menos de un segundo: detuvo la caída de la taza, la colocó en el carrito donde llevó la comida y tomó una servilleta para limpiar la pierna de su amo.

 

»¿Qué fue lo que dijiste? ─Preguntó molesto pero con las mejillas totalmente sonrojadas; apartando al mayordomo: empujándolo con la pierna que este se dedicaba a secar, ocasionando que se tambaleará un poco. Pero una sonrisa de triunfo adornaba los labios del demonio.

 

─Parece que sus oídos ya se han terminado de desarrollar─. Agregó ensanchando su sonrisa: haciendo referencia a las habilidades del neófito de demonio. Se incorporó para servir un poco más de té y acercarlo a su amo─. Tenga más cuidado.

 

─Como si una simple quemadita pudiera hacerme algo… ahora ─Habló de manera ausente. Comenzaba a perderse en sus pensamientos.

 

¿Entonces no había sido un sueño? ¿O Sebastian lo conocía tan bien que sabía lo que había estado soñando? Definitivamente se estaba volviendo loco. Sí, era verdad que antes se llegó a preguntar varias veces si sentía algo por él. Pero siempre se quedó en eso: una duda que enviaba a un rincón de su cerebro con la idea de que Sebastian era un demonio y nunca podría corresponder a sus sentimientos (si es que estos existían). Pero desde que a causa de Alois se había convertido en demonio esa afirmación ya no le servía para dejar de pensar en el demonio. Él definitivamente sentía algo más por Sebastian y ese sentimiento se había vuelto más fuerte con la transformación. Entonces… ¿Sebastian podría llegar a sentir algo como “eso”? Más importante aún: ¿Podría sentir algo así por él?

 

─Bocchan, está muy distraído hoy ─La voz de Sebastian lo sacó de sus pensamientos. Encontrándose una vez más con su rostro demasiado cerca del suyo. Le mostraba una sonrisa de superioridad, como si hubiera estado escuchando sus pensamientos y se regodeara con su confusión.

 

Ciel se sonrojo por tenerlo tan cerca y sentir su respiración golpear con su rostro. Pero su orgullo no le permitiría estar en paz mientras el demonio se reía abiertamente de él. Lo tomó de la corbata con una de sus pequeñas manos: evitando que el demonio se incorporara. Sebastian levantó una ceja, en un principio confundido; luego le sonrió de lado. Esperando por las acciones de su caprichoso amo. Quien le dedicaba una mirada retadora a pesar del sonrojo en sus mejillas.

 

El joven Phantomhive se esforzó por mantenerle la mirada al kuroshitsuji a pesar de sentir que se estaba sonrojando. No sabía cuándo exactamente había sujetado la corbata del demonio, pero ya no daría marcha atrás. Sus ojos estaban fijos en los labios del ojirojo. Sus delgados y finos labios que se le antojaban bastante dulces. Y si el sueño no había sido sueño: lo eran. La mano que asía la corbata le temblaba ligeramente. La otra la apoyaba en la cama apretando las sabanas intentando armarse de valor para lo que haría: 

 

Enderezó su espalda al tiempo que tiraba de la corbata de su mayordomo. Vio fugazmente como una sonrisa de superioridad adornaba los finos labios de su acompañante. Sus mejillas estaban totalmente rojas pero no detuvo sus intenciones. Posó sus labios en los del mayor. Primero en un casto beso que poco a poco fue profundizando a medida que su experiencia de la noche pasada le permitía.

 

Sebastian correspondió el beso siguiendo el ritmo lento que pautaban los labios de su joven amo. Se mantenía inclinado con las manos entrelazadas en su espalda. Sonrió contra los labios de menor al notar que el beso no era tan tímido como lo habían sido los de esa madrugada. El joven amo aprendía rápido. Quizá debería de enseñarle cosas nuevas.

 

Se inclinó más para profundizar un poco el beso. Apartando una de sus manos de la espalda para apoyarla en la cama a un lado del conde, haciendo que se reclinara un poco sobre el colchón, al tiempo que volvía el beso mucho más exigente.

 

Ciel tiró con un poco más de fuerza de la corbata cuando sintió que era recostado en su cama, flexionando el brazo que mantenía en la cama para apoyarse en su codo y evitar quedar a total disposición del demonio. Sentía como los labios de Sebastian se volvían cada vez más exigentes, causándole problemas para respirar. Una cálida y… húmeda presión en sus labios intentaba abrirse paso entre ellos. En un principio se negó a darle paso a ese invasor; pero el aliento de Sebastian lo estaba hipnotizando. Separó apenas los labios sintiendo como los colores subían a su rostro y como la experta lengua del demonio se adentraba en su boca. Sintió sus dientes rozar la lengua invasora a causa del poco espacio que le daba para pasar.

 

Se sentía avergonzado pero no podía negar que era muy placentero aquel beso. No fue capaz de contener un vergonzoso sonido que escapó de sus labios al sentir la lengua de Sebastian acariciar la suya. Primero de una manera lenta para luego comenzar una inspección exigente dentro de aquella cavidad.

 

El demonio apartó la otra mano de su espalda y acercó sus enguantados dedos al rostro del menor: posó sus dedos medio e indicie detrás de la oreja del chico y los deslizó lentamente por su cuello hasta llegar a la garganta y luego subieron hasta su barbilla para poder levantar un poco más el rostro del menor y poder profundizar aún más el beso. Disfrutando de las dificultades que tenía el chico para para seguir el ritmo exigente que le marcaba. Pero disfrutaba más de los leves sonidos de placer que escapaban de los labios de su amo; así como de su entrecortada y pesada respiración.

 

Ciel terminó cediendo ante el cuerpo del mayor que le empujaba levemente para que se recostara en la cama. Apartó el brazo en el que se mantenía recargado para dirigir su mano al pecho del demonio, y empujarle levemente: la falta de aire comenzaba a serle insoportable. Entreabrió los ojos al sentirse recostado en la cama de una forma no muy dulce. Sebastian tenía los ojos cerrados y su rostro permanecía impasible. El joven conde le dedicó una mirada asesina mientras trataba de regular su respiración. Cómo era posible que él estuviera así: con la respiración totalmente agitada, las mejillas sonrojadas, las manos temblorosas… Y en cambio Sebastian se mantuviera totalmente inmutable.

 

Sebastian sintió la presión que Ciel ejercía en su pecho. Era nada comparada con su fuerza (aún no tenía la fuerza suficiente y tal vez nunca la tuviera… a pesar del cambio). Sin embargo, se apartó para permitirle recuperar el aliento. Retiró lentamente su lengua de la boca ajena, rozando los dientes de su amo antes de salir por completo. Mantuvo un momento los ojos cerrados disfrutando del sabor que acaba de conocer y que aún permanecía en su lengua y labios. Cuando abrió los ojos se encontró con una imagen extremadamente excitante:

 

Ciel lo observaba con sus ojos brillando de una manera casi demoniaca: el sello del contrato había cambiado el morado por el rojo; el azul del otro ojo se había vuelto del color de la sangre con pupila afilada. Era seguro que estaba molesto. Pero el resto del cuerpo del niño mostraba una imagen totalmente diferente. Su cabello estaba esparcido en el colchón, su rostro totalmente rojo, en su frente brillaban unas gotitas de sudor, su respiración estaba agitada, su pecho subía y bajaba de manera descontrolada, sus labios más rojos de lo usual y un hilito de saliva escapaba de la comisura de sus labios bajando por su barbilla.

 

Sentía su aliento golpear en sus labios pues seguía muy cerca del rostro del pequeño; ya que este todavía le mantenía inclinado cerca de él, sujetándolo por la corbata. Un brillo de lujuria ilumino los ojos rojizos del demonio. Ocasionando que la mirada de furia del conde se transformará en una de sorpresa y casi miedo… y sobre todo de deseo…

 

Sebastian flexionó el brazo en el que se mantenía recargado para que su cuerpo quedará más cerca del frágil cuerpo de su amo antes de acercarse a su mejilla y recoger con la punta de su lengua, apenas rozando la piel del conde, el hilito de saliva que sus labios habían dejado escapar durante el beso. Ocasionando que el menor tirara con tal fuerza de la tela del chaleco del mayordomo que la cadena se reventó, cosa que ninguno de los dos le dio importancia. Los labios de Sebastian, después de beber con lasciva, la saliva del conde, pasó su lengua por el contorno del labio inferior de su amo, antes de que este lo jalará de la corbata para un nuevo y exigente beso. Ciel tiraba de la corbata del mayordomo de un intento de acercarlo todavía más. La mano en el pecho del mayor apretaba la tela del chaleco. Intentaba controlar las sensaciones que los labios de Sebastian comenzaban a causar en su cuerpo, solo besando sus labios. Pero sobre todo trataba de reprimir esos molestos sonidos que salían de su garganta.

 

Si Sebastian lograba que sintiera todo ese placer solo con besarlo, ¿que sería capaz de lograr si hacia algo más? En algún rincón de su razón que no había sido opacada por los beso y confundida por el aliento hipnotizante del demonio se decía que ese juego no iba a terminar nada bien. Solo él estaba enamorado y Sebastian solo lo usaría para saciar su lujuria. Después de todo, era un demonio.

 

Mando esa idea a un rincón aislado de su cerebro. No quería pensar en eso. Se concentraría en el placer que los labios del demonio le estaban brindando. Ya después pensaría que hacer con esos molestos sentimientos que ya no podía negar.

 

No le fue difícil alejar esos pensamientos. Ya que Sebastian había bajado la mano que aún mantenía en su barbilla hasta su pecho. Donde sus traviesos dedos invadían el camisón para dormir, que usaba el conde, a través de los espacios entre los botones, permitiéndose acariciar la piel del pecho de su bocchan. Quien arqueo la espalda levemente al sentir los dedos enguantados acariciar su pecho. Un leve gemido escapo de sus labios.

 

Sebastian se incorporó un poco para mover una de sus piernas y que las del conde (que aún colgaban al lado de la cama) quedaran aprisionadas entre las de él, impidiéndole moverlas; arrancando un gemido de sorpresa y placer de los labios del menor al sentir su entrepierna, aprisionada por sus muslos. Un nuevo gemido escapó de los labios del conde, pero esta vez en señal de queja, al sentir que los labios ajenos se apartaban de los suyos. La molestia no duró mucho pues los labios de su mayordomo depositaron un beso detrás de su oreja, antes de acariciar el lóbulo de la misma con la punta de su lengua para luego tomarlo entre sus labios y tirar levemente de él antes de morderlo con suficiente fuerza, pero sin llegar a lastimarlo. Arrancando un gemido mucho más audible de los labios del menor. Sonido que fue a parar al autocontrol del demonio, que en un solo movimiento de su mano izquierda había desabrochado el camisón, con tal fuerza que algunos botones se desprendieron de la tela. 

 

Ciel comenzó a perder el control de los sonidos molestos que escapaban de sus labios. Mantenía los ojos fuertemente cerrados, hasta que sintió a Sebastian dejarlo casi desnudo con un movimiento brusco. Su espalda se arqueo acercando su pecho desnudo al de Sebastian, que bajaba por su cuello dándole besos húmedos. Dejando un camino de saliva hasta el pecho descubierto del conde. Las manos del conde habían logrado deshacer el nudo de la corbata del mayor y la arrojó a un lado sintiendo como una de las manos del ojirojo pasaba sus dedos con suavidad (contradictoria a los besos) por su vientre y el contorno de sus caderas. Mientras la otra la dirigía a su boca ante los ojos levemente desorbitados de placer de su amo.

 

Ciel veía atentamente como Sebastian retiraba con sus dientes el guante y lo arrojaba sin cuidado al piso; seguido por su saco negro y luego el chaleco. Sonriéndole con lujuria a su amo; mientras tomaba una de las del conde y las colocaba en su pecho para que este desabotonara su camisa. Lo que le fue un poco complicado, ya que, le temblaban ligeramente las manos. Sebastian mientras tanto cercó la mano libre del guante a una de las piernas de su amo (que aún se mantenían atrapadas entre las suyas). Tocando apenas la blanca piel y escuchando un gemido desesperado del chico, que se sujetó de la cintura, ahora desnuda, del kuroshitsuji. Que se tensó por un momento; sentía como la tensión comenzaba a acumularse en su entrepierna; y se aseguró de contener un gemido contra los labios del menor; al tomarlos en un hambriento beso. Introduciendo la lengua en la boca del más pequeño, jugando con su lengua, disfrutando como está trataba tímida e inexpertamente de competir con la suya.

 

La garganta de Ciel liberaba gemidos que se perdían en la boca del ojirojo; causados por sus manos, ahora sin guantes, que iban hábilmente por sus piernas y vientre. Haciéndolo sujetarse con fuerza de la cinturadel mayor. Una de sus manos se había atrevido a deslizarse por la espalda del demonio. Apenas había deslizado sus dedos por la piel de su espalda cuando lo sintió tensarse, al tiempo que se alejaba de sus labios y se enderezaba un poco.

 

Busco desesperadamente los ojos rojos pensando que había hecho algo para que el demonio se molestara. Cuando su desorbitada mirada encontró el rostro del mayor se percató de que el demonio tenía los ojos fijos en la puerta de la habitación. Y escuchó como un gruñido molesto se escapaba de sus labios…

 

─¿Q-qué oc-ocu-rre? ─Preguntó dificultosamente a causa de su agitada respiración.

 

─La señorita Elizabeth se acerca… ─Ciel abrió sus ojos por la sorpresa. Mas no por saber que su caprichosa prometida se acercaba. Sino por el tono demoniaco con el que Sebastian había soltado esas palabras─. Llegará en unos cinco minutos ─Sebastian sintió la furia despertar sus instintos demoniacos, pero algo lo mantenía en su lugar: ¿Tanto estaba disfrutando lo que hacía que apenas se percataba de la presencia de esa niña? ─Fue sacado de sus pensamientos cuando sintió como era tirado de la camisa por su amo, que paso su mano libre por su cuello para acercarse a sus labios. Se sorprendió tanto que no correspondió el beso y antes de que pudiera reaccionar: Ciel volvió a apartarlo. Haciendo que su sorpresa aumentara.

 

─Deshazte de ella… no me importa cómo, solo deshazte de ella y vuelve aquí ─Le dijo usando la voz más provocativa de la que era capaz. Levantó un poco su cabeza para acariciar el labio inferior del mayor (que se veían mucho más sensuales después de tantos besos). Y luego dejarse caer lánguidamente en la cama. Sentía como su respiración se controlaba un poco, pero hasta ese momento en que Sebastian dejó de besarlo y de hacer presión en sus piernas para enderezarse, no se había dado cuenta del dolor pulsante en su entrepierna.

 

Los ojos del conde siguieron cada movimiento de Sebastian: desde que se alejó de él, después depositar un rápido beso en sus labios. Hasta que salió de la habitación, colocándose el saco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El conde liberó un suspiro cuando Sebastian se perdió sin decir una sola palabra, detrás de la puerta que escucho cerrarse con llave. Había llegado muy lejos en su jueguito con el demonio. Una sonrisa de medio lado escapó de sus labios al recordar la ese brillo en los ojos del mayordomo. Se preguntaba si él podría ser capaz de hacer que Sebastian liberara los mismos sonidos molestos que él no había podido evitar. Sería divertido intentarlo cuando el demonio volviera. Su sonrisa se transformó en una pervertida. Esperaba que fuera rápido porque el dolor en su entrepierna se estaba volviendo bastante molesto. Además los brazos le temblaron cuando se incorporó en la cama solo lo suficiente para darse la vuelta e ir a acostarse al centro de la cama; sintiendo todavía su respiración agitada y el rostro sonrojado. Antes de dejarse caer entre las almohadas se quitó el camisón para dormir y lo arrojó a un lado, quedándose solo en la ropa interior: sentía demasiado calor.  

 

Su mejilla apenas había tocado la almohada cuando escuchó la puerta a su espalda. Primero abrirse, para cerrarse un segundo después y luego escuchar cómo era cerrada con llave. Sentía la presencia de Sebastian a su espalda pero este se mantenía inmóvil.

 

─¿Estás esperando una invitación? ─Dijo Ciel, algo molesto, incorporándose un poco para girarse en la cama. Pero el cuerpo de Sebastian lo había tenido. Dejándolo arrodillado en la cama. En menos de un segundo estaba en la cama y se había colocado detrás de él. Arrancando un gemido de los labios del conde al sentir como el demonio le sujetaba las manos contra la cama; pero sobre todo al sentir la entre pierna de aquel rozar con su trasero.

 

Sebastian se deleitó solo un segundo con la imagen del conde bajo él: a su total disposición. La lujuria se había apoderado de él al ver el pequeño cuerpo del conde, semidesnudo, recostado sobre la cama. Sus labios hambrientos se dirigieron al cuello de su amo, primero rozándolo. Escuchando los leves suspiros que escapaban de la boca del ojiazul; los cuales se convirtieron en auténticos gemidos de placer al sentir los besos húmedos que Sebastian repartía por su cuello, su nuca y bajando por su columna. El joven amo solo podía presionar con fuerza las sabanas bajo sus manos, pues el demonio le tenía fuertemente sujetas las manos.

 

El mayordomo tomó las manos del más pequeño con una de las suyas, acercándolas al pecho de este último al tiempo que pegaba la espalda desnuda de su amo contra su pecho (vestido de nuevo) y la mano libre se aventuraba a acariciar el cuerpo de su amo: bajando por su pecho, haciendo un circulo con sus enguantadas manos alrededor del ombligo, pasando a jugar con el elástico de la ropa interior y bajar con tortuosa lentitud hasta rozar apenas la entrepierna de su amo por encima de la delgada tela de la ropa interior. Instintivamente las caderas de Ciel se movieron hacia adelante buscando más placer. Sin embargo la mano del demonio bajó por los muslos del amo, primero por su contorno exterior y luego por el interior, rozando ambos muslos a la vez; disfrutando de la respiración dificultosa de su amo y de la piel de su cuello y espalda donde sus labios seguían explorando. Encontrarse con la cicatriz en la espalda del conde.

 

─Se-Sebastian… ahhh ─Sintió el pequeño cuerpo arquearse cuando paso desvergonzadamente su lengua por el contorno de aquella marca y escuchó con deleite como su nombre se escapaba de los labios de su amo al sentir su lengua en esa parte de su espalda; mientras su mano subía una vez más a su pecho (no sin desaprovechar la oportunidad de torturarlo pasando primero por su entrepierna) para entretenerse con uno de sus pezones ya erectos.

 

»N-no… vuel-vuelvas ha t-tocarme ahí ─Hablo trabajosamente a causa de su entrecortada respiración. Sintiendo su voz más ronca a causa de los sonoros sonidos que escapaban de sus labios.

 

─Entonces… ─hablo Sebastian sensualmente muy cerca de su oído. Hasta ese momento Ciel no se había dado cuenta de que la respiración del mayordomo también estaba ligeramente alterada. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al sentir un toque de deseo en su voz─ no puedo tocar aquí ─dijo pasando sus dedos por la cicatriz en la espalda. Arrancando un nuevo gemido de los labios del amo─. Pero aquí… ¿sí? ─Agregó bajando sus dedos hasta la entrepierna del chico; apretándola levemente entre sus dedos al tiempo hacia presión en el trasero del amo con su ya casi completamente despierta erección.

 

─¡Aahhh…! Se-Sebastian ─Soltó con fuerza al tiempo que movía ligeramente las caderas para sentir más de la hombría de Sebastian. Haciendo que este se mordiera el labio inferior para contener un gemido─. S-sí… ─Respondió segundos después; sintiendo su cuerpo desfallecer por el placer.

 

─Sus deseos son órdenes, bocchan ─Dijo con voz sensual al tiempo que lo volteaba para que quedará recostado sobre su espalda. Quedando hincado a horcajadas sobre el pequeño cuerpo. Viendo por un segundo el resultado de su inspección en el cuerpo del amo: su rostro totalmente rojo, las marcas en su cuello, su cuerpo cubierto por una fina capa de sudor, su pecho subir y bajar arrítmicamente, sus labios entreabiertos, al igual que sus ojos que tenían un brillo rojizo.

 

El ojirojo liberó al fin las manos del menor, al igual que su entrepierna. Pues en un solo movimiento se había deshecho de la ropa interior de su amo. Un suspiro de alivio y placer escapó de la boca del menor al sentir su despierta erección quedar expuesta. Sebastian posó una de sus manos en las caderas de Ciel; mientras la otra se paseaba muy cerca de su erección, bajando por sus testículos y recorriendo con su dedo índice el largo de la erección del chico y acercando sus labios a uno de los pezones del menor. Escuchando con deleite los gemidos desesperados del conde. El cuerpo del mayor se tensó levemente al sentir las manos del chico en su cabello; tirando levemente de él al sentir como los labios de su mayordomo tiraban de su pezón causándole un poco de dolor. Deslizando sus dedos hasta la nunca del demonio. Donde dejó una de sus manos y la otra la deslizó por el cuello del demonio hasta su pecho; sintiéndose algo frustrado al darse cuenta que el mayordomo aun llevaba toda su ropa; sin embargo sintió su ego incrementarse al sentir un leve estremecimiento en el cuerpo de Sebastian.

 

El demonio alejó sus labios del pequeño y ahora rojo y algo maltratado pezón para darle el mismo trato al otro. Tirando de él con sus labios apenas lo hubo tocado al sentir la mano del conde atreviéndose a pasar sus manos por su cuello. »Tener un cuerpo humano por tanto tiempo es molesto« Pensó para si el demonio al darse cuenta que su cuerpo estaba sintiéndose demasiado sensible ante su pequeño amo. Se deshago con el pequeño pezón: mordiéndolo ligeramente. Haciendo que el conde liberara una queja de dolor. Sintió como tiraba su cabello y lo empujaba con la mano que mantenía en su pecho. Se separó a regañadientes de su amo; lanzándole una mirada lujuriosa. Quien sonrió con superioridad al darse cuenta que Sebastian estaba casi tan ansioso como él.

 

─T-ti-tienes d-demas-siada ro-ropa ─Habló con dificultad. Y con su voz aún más ronca. Mientras sus manos se dirigían a la corbata.

 

El conde tenía razón. Era demasiada ropa. Su entrepierna estaba muy apretaba y exigía atención inmediata. Pero no cedería tan fácil ante el deseo. Después de todo es un demonio y no dejaría que un niño logrará tanto en él solo por escuchar sus gemidos de placer.

 

Dejó que el conde se encargara de su corbata mientras él hacía lo mismo con su saco, el chaleco y la camisa, dejando su pecho bien formado ante los ojos lujuriosos de su amo. Aunque notaba cierta timidez en ellos al igual que en los movimientos de su mano, lo cual lo excitaba aún más.

 

─L-los gu-guantes ─Dijo Ciel con voz temblorosa. Sebastian le dedicó una sonrisa traviesa. Dirigiendo una de sus manos a sus labios para retirarlo con sus dientes. Mientras la otra mano jugaba con los pezones adoloridos del menor; que se retorció en la cama al sentir la mano desnuda del mayor apoderarse de su erección. Subiendo y bajando de manera lenta y aumentando la velocidad. Escuchando a su excitado amo, que había tomado su mano enguantada y la acercó a sus labios para mordisquear desesperadamente los dedos, en un intento por controlarse.

 

Sebastian veía con libido como el pequeño cuerpo se retorcía de placer bajo él. Como el conde se deshacía de su guante para morder ahora sus dedos desnudos. Haciéndolo con mucha más fuerza cuando sentía como los dedos de Sebastian llegaban a la punta de su miembro y hacia círculos alrededor de su glande, para luego bajar a sus testículos y apretarlos con fuerza. Los dientes de su amo se clavaban en sus dedos por el dolor y el placer que sentía.

 

Retiró sus dedos de la boca del chico para besarlo de manera demandante, al tiempo que bajaba su mano húmeda por el cuello hasta sus pezones y luego a su vientre. Mientras su itra mano se movía hábilmente por el falo del chico. Se alejó de sus labios para dejarlo gemir libremente. Sintiendo como el pequeño cuerpo comenzaba a tensarse.

 

─Se-Sebastian… y-ya… no… ─Ciel no pudo continuar hablando. Sebastian se detuvo inmediatamente. Haciendo que Ciel protestará.

 

A los pocos segundos un ronco gemido de placer y sorpresa escapó de sus labios al sentir como su pene era devorado completamente por la boca de Sebastian. Sin darle tiempo de reñirlo. Sus caderas comenzaron a moverse al ritmo rápido que le marcaba el demonio; quien con una de sus manos en el trasero del chico lo ayuda a embestir su lujuriosa boca.

 

─N-no pu-puedo ─Ciel apenas era capaz de hablar, sentía su cuerpo tensarse y oleadas de placer que iban desde la punta de su pene hasta la punta de sus dedos─… m-me vo-voy ha… aaahhh ─Un gemido agudo escapó de sus labios al sentir como la boca de Sebastian abandonaba su pene. Pero inmediatamente después de dedicaba a chupar y lamer los testículos del neófito de demonio. Ciel arqueo su espalda al sentir su acercamiento al orgasmo interrumpido por segunda ocasión. Sebastian lo estaba torturando.

 

El demonio acaricio, con su lengua, la erección del más joven, desde la base hasta la punta, mientras una de sus manos jugaba con los testículos y la otra con la pequeña entrada del chico. Sin entrar en él, solo pasando sus dedos por entre sus nalgas y separándola un poco, sintiendo como con solo ese tacto los muslos del pequeño se tensaban. Y como las manos del más chico, que estaba en su cabeza, tirando de cuando en cuando de su cabello, intentaban empujarlo más a su erección. Tendría que dejar de jugar: su propia erección requería atención.

 

─Bo-bocchan ─Se escapó de sus labios. No pudiendo evitar que en esta se mostrara su excitación. Un gemido placentero escapó de los labios del joven demonio al escuchar esa palabra en una voz tan ronca por parte del demonio. Sintiéndose más excitado al saber que el demonio también disfrutaba de ese momento. El gemido se prolongó al sentir como su pene volvía a ser introducido completamente en la húmeda cavidad del demonio. Que lo acarició con sus afilados colmillos; haciendo al menor  retorcerse de placer, mover sus caderas contra la boca del mayor. Liberaba sonoros gemidos que ya no se molestaba en contener y que por el contrario cada vez eran más audibles. Repetía el nombre del demonio de manera entrecortada.

 

Sintió como su cuerpo ya no podía más. Cada musculo se tensó y un “Sebastian” mucho más audible que los anteriores se escapó de sus labios al sentir el orgasmo golpearlo fuertemente. Sus manos tiraron con fuerza del cabello del causante de tanto placer al sentir como los labios del mayor se seguían moviendo por su pene recogiendo la esencia blanquecina que acaba de liberar.

 

Dejó caer pesadamente su cuerpo sobre el colchón. Guiando con sus manos (en cada mejilla del mayor) para que se acercara a besarlo, sintiendo su propio sabor en sus labios. Su cuerpo todavía sentía las secuelas del orgasmo, las cuales se prolongaron a causa de las manos del demonio que seguían moviéndose por sus piernas temblorosas, entreteniéndose con su trasero. Sebastian dirigió su mano libre al rostro de su amo, para limpiar un poco del sudor que bajaba por sus acaloradas mejillas. Bajando un poco por su cuello; mientras se separaba de sus labios.

 

─Bo-bocchan ─Ciel sintió un placentero escalofrío al sentirse llamado por esa voz temblorosa a causa de la excitación─. Tiene que ser un buen amo y ayudarme con esto ─Habló Sebastian usando toda su fuerza de voluntad para que su tono se mantuviera tan parsimonioso y burlesco como siempre. Sin embargo sus ojos revelaban toda la lujuria y el deseo contenidos en su cuerpo.

 

Ciel bajo la mirada, sintiendo que sus mejillas se enrojecían todavía más. Para ver lo ajustado que estaban ahora los pantalones del demonio. Una sonrisa entre nerviosa y juguetona adornó sus labios. Acercó sus temblorosas manos, tanto por el cansancio, las secuelas del orgasmo y por el nerviosismo, al pantalón del mayor, para desabrocharlo. Percatándose apenas que Sebastian ya no llevaba los zapatos, no sabía cuándo se había desecho de ellos y tampoco le importaba. Un gemido escapó de los labios del demonio al sentir su hombría liberada de la prisión en que se había convertido su pantalón.

 

El joven demonio sintió erizarse la piel de su nuca y cuello al escuchar el gemido apenas audible de Sebastian. Intentó bajar el pantalón pero sus manos temblorosas le estaban haciendo difícil la tarea. El mayor colocó una de sus manos sobre una de las del conde para ayudarle a bajar no solo su pantalón sino también la ropa interior. Aprovechando que mantenía prisionera su mano para hacerla que rozara con la piel de su trasero, disfrutando como el cuerpo del conde se tensaba al sentir su mano tocar esa parte de la anatomía del demonio e intentó retirarla, pero sin éxito. Después de lanzar una mirada asesina al demonio, que no se perdía detalle de sus expresiones y le sonreía de forma retadora: dejó de intentar apartar su mano.

 

Los ojos del conde se cerraron al tiempo que liberaba un gemido de sorpresa al sentir como el demonio separaba sus piernas, para colocarse entre ellas: sentado sobre sus muslos, dejando su erección expuesta ante la mirada de su amo, que la veía con deseo y algo de miedo. Una de sus manos se dirigió a sus labios para humedecer sus dedos mientras la otra acomodaba las piernas del conde. Le hizo flexionarlas y colocó su trasero en sus rodillas rozando la punta de su erección entre las nalgas del menor. Quien se arqueo al sentir la húmeda punta del demonio. Sus caderas se movieron instintivamente para acercarse. Pero Sebastian le detuvo colocando su mano libre en su cintura. Una queja escapó de los labios del menor al sentirse detenido.

 

─Si… si lo hace sin preparación será muy doloroso ─Afirmó Sebastian, como respuesta a la queja de su amo; tratando de controlarse a él mismo para no penetrar de una vez a su amo.

 

─En-enctonces ha-hazlo rá-ráp-pido ─Soltó Ciel con voz ansiosa. Su respuesta fue uno de los dedos del demonio entrando en su entrada sin previo aviso. Ayudado por la saliva del demonio y por acto sorpresivo que no le permitió al conde tensarse, el digito entró con relativa facilidad. Arrancando un gemido de ambas gargantas. Del mayor al sentir su dedo aprisionado por la estrecha entrada de SU amo. Del menor por sentir esa presencia desconocida de su cuerpo, que le causaba tanto placer como dolor. Sebastian comenzó a masturbarlo intentando desviar el dolor de la mente de su amo.

 

Ciel arqueaba la espalda, gemía enloquecido por el placer, repetía el nombre de Sebastian, movía su cadera contra el dedo del demonio. Sintiendo oleadas de placer cada vez que ese dedo le embestía con ligera fuerza.

 

Sebastian dejó de masturbar la nuevamente despierta entrepierna de su amo, para dirigir su mano a uno de los pezones y jugar con él. Mientras sus labios capturaban los de su amo en un exigente beso y su mano volvía a bajar a su erección: introdujo su lengua en la boca de su amo, mordiendo sus labios, tirando de su labio inferior con sus dientes. Todo en un intento de distraerlo para que dos dedos más entraran en la pequeña cavidad. Desesperado por terminar con la preparación. Pues su lujuria le exigía poseerlo en ese preciso momento. Y los gemidos desesperados de su amo no le ayudaban en su autocontrol.

 

El mayordomo retiró sus dedos de la entrada del menor cuando sintió que estaba listo para una intromisión mucho mayor y más placentera… para ambos. Cielgimió en desagrado al sentir la ausencia en su cuerpo. Pero inmediatamente después se tensó al saber lo que eso significaba. Sus ojos se abrieron por la sorpresa al ver como Sebastian se llevaba los dedos, que acababa de retirar de su entrada, a los labios para probar su esencia.

 

─Idiota ─Dijo en un suspiro haciendo sonreír de manera pervertida al demonio. Que en un hábil movimiento lo había cambiado de posición. Dejándolo en cuatro, con su pequeño y bien formado trasero alzado a total disposición de sus deseos.

 

Sebastian sabía que el conde protestaría ante esa posición de total sumisión. Por lo que se aseguró de no dejarlo hablar. Para que una orden no lo obligara a ser él quien se doblegara. Por lo que rápidamente tomó al conde de las caderas y se colocó en su entrada. Sintiendo el pequeño cuerpo tensarse. Pero deslizó una de sus manos por una nalga para apartarla y hacerle paso a su urgida erección. No siendo capaz de contener un sonoro gemido al sentir su hombría ser lentamente tragada por el frágil, pequeño y estrecho cuerpo de su conde. Quien apretó las sabanas, olvidándose de la sumisa posición en que se encontraba. Un gemido que casi fue un gripo le lastimó la garganta al sentir a Sebastian dentro. El dolor y el placer eran igualmente intensos. Haciendo que unas lágrimas salieran de sus ojos.

 

─Se-se pasara pro-pronto el dolor… solo re-relajese ─Una oleada de placer recorrió el cuerpo del amo al escuchar la voz de Sebastian. Estaba entrecortada y sentía su alterada respiración. Sus manos habían comenzado a masturbarlo nuevamente. Pero seguía sin mover sus caderas; haciendo uso de todo su autocontrol para no lastimar a su amo. El poder sobre si mismo llego a su límite al sentir las caderas del conde moverse contra su erección. Haciendo que ambos gimieran de placer (y dolor en el caso del conde).

 

Comenzó con embestidas lentas pero fuertes que iniciaron un coro de gemidos placenteros de su amo. Al cual inevitablemente se unió al sentir su erección ser aprisionada de una deliciosa manera. Aumentando el ritmo y la fuerza tanto de las embestidas como de la mano que masturbaba al conde. Quien usaba la cama como punto de apoyo para mover con fuerza sus caderas contras del demonio. Sintiendo como el dolor se iba y solo placer recorría su cuerpo.

 

─M-más… Se-Sebas-tian ─Una de sus manos se mantenía en la cintura del conde haciendo las embestidas más fuertes: saliendo por completo de él para volver a entrar con certeras estocadas. Los gemidos del demonio se volvieron más sonoros al sentir como el trasero del conde golpeaba con sus testículos. Subió la mano que se mantenía en el falo del menor, pasando por el vientre, su pecho, tiró de sus pezones y lo empujó del pecho para que su espalda golpeara con su pecho y que su cuello quedara a disposición de sus labios y lengua. Colocando su mano es barbilla para mover su cabeza y dejar su cuello a su disposición. Metiendo su dedo pulgar en la boca de su amo, que al instante empezó a mover sus labios en este con el mismo ritmo que Sebastian mantenía con su otra mano. Sin embargo no dejaba de gemir de placer y de cuando en cuando el nombre del demonio escapaba de sus labios con suplica, mientras sus caderas intentaban seguir el intenso ritmo que le marcaba el demonio y su espalda se arqueaba casi dolorosamente a causa del placer que experimentaba.

 

En su deseo de placer las manos del conde se dirigieron a su propia erección. Una mano subía y baja por su pene mientras la otra apretaba dolorosamente, sus testículos. Imagen que éxito de sobre manera al demonio. Arrancando un roco gemido de sus labios que fue a parar a los oídos del demonio más joven. Pero sobre a su ego. Recibió como respuesta una fuerte estocada que dio en su máximo punto de placer.

 

Un melodioso y ronco "Ciel" escapo por primera vez de los labios del demonio. Al sentir la punta de su hombría rozar la zona de máximo placer de su amo. Obteniendo como respuesta un desesperado "Sebastian" de los labios de su amo que se sintió a punto del orgasmo al escuchar su nombre en ese excitado tono.

 

─Seb-Sebas-ti... aahhn ─El nombre del demonio término en un gemido de placer al sentir como ese punto era tocado nuevamente y sin ser capaz de contenerse: se vino en sus propias manos. Arqueando su espalda. Mordiendo su labio inferior junto al dedo del demonio que había vuelto a su boca tras un rápido recorrido de su mano por su espalda, su vientre, pezones y cuello.

 

El joven conde sintió su cuerpo desfallecer ante ese segundo y más poderoso orgasmo. De no haber sido detenido por las manos del mayor: una apoyada en su pecho y la otra en su cintura. Hubiera caído exhausto sobre el colchón ahora manchado por su esencia que bajaba por sus muslos y se escapaba de sus dedos. Sintió a Sebastian salir de él. Hasta entonces no se había dado cuenta que la erección del mayor no se había reducido en absoluto. Se sintió recostado nuevamente sobre su espalda. Mientras sentía, aún, los espasmos pos orgásmicos.

 

─Si sigue mostrándome esas cosas ─habló Sebastian con voz ronca y agitada; tomando las manos del más joven para dirigir sus dedos a sus labios y lamerlos con gula hasta dejarlos libres de la esencia del conde; pero húmedos por su saliva─ lo terminaré partiendo en dos… ─Ciel observaba lujurioso y algo avergonzado como Sebastian limpiaba sus dedos. Abriendo sus ojos por la sorpresa al escuchar esa última afirmación. Sintiendo como su agitada respiración se detenía por un momento.

 

─Haaahhh ─el ojiazul liberó un gemido de sorpresa causado por la lengua de Sebastian que había soltado las manos de su amo para continuar limpiando la sustancia blanquecina que seguía en la parte baja de su vientre, su pene y testículos─. S-Sebastian haz-hazlo ─Habló Ciel con dificultad, sintiendo su entrepierna despertar nuevamente. Atrayendo al demonio para que lo volviera a besar mientras separaba y flexionaba las piernas , para darle acceso al demonio. Quien correspondiendo al beso y volvió a entrar en el cuerpo del chico, haciéndolo gemir entre el beso.

 

Sebastian volvió a introducir su lengua en la boca de chico, mientras una de sus manos subía y bajaba por la nuevamente despierta erección del amo y luego a sus testículos; mientras la otra le sostenía por la cadera, para hacer las embestidas más profundas. Dejó libre los labios del chico para bajar por su cuello y pecho escuchando con deleite los gemidos del chico y su nombre entre ellos. Sintiendo como las manos del conde se atrevían a pasar, temblorosamente, por su pecho (dejó el ataque al cuello del menor, para disfrutar esa sensación de verdadero placer que no estaba acostumbrado a disfrutar); rozando con sus dedos los pezones del demonio. Sintiéndose complacido al sentir como la piel del demonio se erizaba y sus gemidos se aumentaban; junto a la fuerza con que su cuerpo era embestido de forma certera.

 

Ciel usó la poca razón que le quedaba, estando perdido en el placer, para colocar una de sus manos dificultosamente en el cuello del demonio. Tirando levemente del cabello mientras la otra se paseaba por el pecho, la espalda y el vientre de su acompañante. Las embestidas eran mucho más fuertes: lo sentía entrar y salir a una rápida velocidad. Con la mano en su cuello lo acercó para un demandante beso, introduciendo él su lengua en la boca del mayor. Acariciando sus colmillos en el proceso. Notando como este sonreía contra sus labios al hacer a su tímida lengua sucumbir ante sus exigencias. Le mordió en labio en señal de regaño; escuchando un audible gemido que se perdió en sus labios. La otra mano del chico bajó  por la columna del demonio, haciéndolo curvear levemente la espalda. Al tiempo que una certera estocada daba con su próstata haciéndolo gemir con fuerza.

 

Sebastian tomó la mano de su amo y la colocó junto a la otra en su cuello. Se perdió un segundo en la mirada del pequeño al tiempo que tomaba una de sus piernas y la levantaba con suavidad. Sintiéndose ya cerca del orgasmo. Colocó la pierna de su amo sobre su hombro y comenzó a embestirlo con fuerza, masturbándolo de la misma forma y alternando caricias entre los pezones, el vientre y el trasero del más pequeño. Que comenzó a gemir de manera más audible al sentir a Sebastian golpear repetidamente contra ese punto que le mandaba fuertes descargas de placer por el cuerpo. Se aferró con fuerza a su cuerpo escuchando los gemidos del mayor, que se dedicaba a morder el lóbulo de su oreja y tiraba de él de cuando en cuando.

 

─Se-Sebas-tiaaahhhn ─Ciel sentía su cuerpo acercarse nuevamente al orgasmo. Y-ya nnhh no pu-puedo más ─Sus manos se aferraban con fuerza al demonio y a pesar de sentir su cuerpo sacudido por la fuerza con que Sebastian entraba y salía de él; una de sus manos soltó el cuello del mayor (haciendo que su cuerpo se moviera de forma más violenta) y bajó hasta la erección del demonio, haciéndolo tensarse totalmente─

 

─Bo-bochan ─Escapó con fuerza de los labios del mayordomo al sentir que los dedos del conde se deslizaban por toda su extensión cada vez que salía de él y como eran atrapados, entre ambos cuerpos, cuando volvía a entrar en él. Por toda respuesta sus testículos fueron tomas con fuerza. Haciéndole liberar un audible─ Ci-Ciel… ─ Su pequeño amo estaba siendo muy atrevido. Seguramente guiado por su orgullo, que no le permitiría estar a total disposición de su simple mayordomo. En esa situación. O en una situación normal.

 

Lo sentía arquearse por el placer y posiblemente el dolor; pero ya no podía detenerse, sentía el orgasmo muy cerca y su amo tampoco aguantaría mucho más. La mano en falo del niño iba cada vez más rápido. Sentía como la entrada del amo le hacía cada vez más difícil la entrada. Sus caderas comenzaron a moverse de manera más demandante, tocando por periodos más prolongados el centro de placer del pequeño cuerpo ante él. Que pedía más al sentirse a punto de explotar. Totalmente perdido en el placer, Ciel mordió el cuello del demonio, quien dejó salir un gruñido, de dolor y placer; apartó sus labios del cuello de su amo para besarlo. Tocando una vez más la próstata por un tiempo más prologando, haciendo llegar el pequeño cuerpo al límite. El conde se apartó de los labios para liberar un fuerte “Sebastian”. Mientras se corría en la mano de su demonio, manchando la suya en el proceso.

 

Sebastian sintió como era aprisionado con más fuerza cuando el orgasmo le llego a su amo. Liberó su pene ahora flácido y colocó ambas manos en las caderas de su amo (sintiendo su cuerpo lánguido) para darle una última embestida, que prolongó el orgasmo del menor, sintiendo los espasmos del amo, lo que lo excitó de sobremanera; para al fin correrse dentro del pequeño cuerpo.

 

─Ciel… ─Está vez fue un verdadero y audible gemido de placer. Sentía su entrepierna fuertemente apretada y estimulada por el pequeño cuerpo que temblaba víctima de todas las estimulaciones que seguían llegando a su cuerpo aun después de ese poderoso orgasmo. El semen del demonio le vino como bálsamo tibio a su adolorida y cansada entrada. Sebastian bajo la pierna de su amo (que descansó inerte sobre el colchón) pero sin salir de su cuerpo.

 

Con dificultad, el joven aristócrata, guio sus temblorosas manos a las mejillas del demonio. Guiando su rostro hasta que quedó frente a él. Un gemido de sorpresa y algo de dolor escapó de sus labios cuando sintió como el cuerpo del demonio caía sobre el suyo, sin aplastarlo, pero sintiendo su peso sobre su cansado cuerpo. Le sonrió al demonio con mirada traviesa. Esa no era una situación nada normal, para nada.

 

─¿Ca-cansado? ─Le preguntó trabajosamente, con la voz ronca. Rozando con su dedo pulgar (de la mano sucia por la esencia de ambos) el labio inferior del demonio.  

 

─Tendré que admitir que sí ─Le sonrió con complicidad. Su respiración se regulaba mucho más rápido que la de su amo. Pero su voz estaba ligeramente más ronca. Pasó su lengua por su labio, recogiendo la sustancia blanquecina que las manos del conde habían dejado en él. Los ojos de Ciel brillaron con lujuria. Antes de atraerlo a un beso que comenzó exigente, pero poco a poco se fue volviendo suave y dulce. »Esto me recuerda más a los de anoche« Pensó Ciel, sintiendo como los labios del demonio se movían con suavidad sobre los suyos.

 

Sintió desaparecer el peso del cuerpo del demonio, cuando este se incorporó para salir de él. Le hizo saber con un gemido de queja (entre él beso) la molestia que sentía con el vacío. Sebastian no pudo reprimir un leve gemido al sentirse libre. Ciel sintió el semen (que había quedado atrapado) bajar por sus muslos. El pelinegro se recostó a un lado atrayendo el cuerpo del menor; rodeando con su brazo la pequeña cintura. Y jaló el edredón para cubrir los cuerpos desnudos de ambos.

El conde rompió el beso después de unos minutos cuando comenzó a sentir la falta de aire.

 

 ─Parece que la transformación ha mejorado su resistencia, bocchan ─Le dijo Sebastian, después de unos minutos de solo estarse besando.

 

─Callate. Tú eres demasiado agresivo ─le respondió incorporándose (había estado recostado sobre el pecho del mayor)─. Por tu culpa tendré marcas en el cuerpo ─le dio una leve cachetada al demonio. Se sentía bastante cansado y deseaba volver a dormir, pero también tenía hambre. Recordaba que Sebastian le había dicho que con el tiempo dejaría de necesitar de la comida humana. Estaba claro que ese día aun no llegaba porque su cuerpo le exigía comida. Salió trabajosamente de las cobijas: le temblaban las manos y las piernas. Sin embargo, se estiró hasta tomar la camisa de Sebastian que colgaba de una esquina de la cama y se la colocó, sintiendo que le quedaba muy grande, pero le agradaba.

 

─Su cuerpo es muy pequeño, bocchan ─Dijo el demonio divertido, acercándose para abotonar la camisa y doblar las mangas. Cuando pudo mover libremente sus manos fue al carrito de la comida. Tomó un poco y se sentó en la orilla de la cama. Viendo al demonio recostado con los ojos cerrados y el edredón tapándole por debajo de la cintura. Ciel se sintió orgulloso sabiendo que no era el único que se había cansado con ese ejercicio. Pero de seguro si era el único que estaba adolorido. En el fondo agradecía a aquél mocoso, porque ahora tenía a Sebastian para cumplir todos, absolutamente todos sus caprichos. Y de seguro el cansancio y el dolor desaparecerían más rápido.

 

Sebastian se sentía bastante cansado. »Ser humano es horrible« Pensó mientras sentía que el sueño se apoderaba de su cansado cuerpo y la cama del conde no le ayudaba a despejarse: era bastante cómoda y tenía el olor del chico… y de lo que acababa de pasar en ella. Pero no podía darse el lujo de dormir. Después de todo, tenía mucho trabajo que hacer. Abrió los ojos pesadamente, encontrándose con la mirada fija de su amo sobre su cuerpo; se acercaba a la cama después de dejar la charola en el carrito de la comida. Se subió a la cama, colocándose a un lado del mayor, bajó el edredón, dispuesto a dormir un rato al lado de él. Por lo que se sorprendió cuando lo sintió incorporarse… Había sido demasiado bueno para ser verdad: ¿Cómo se atrevió a esperar que él, un demonio, quisiera quedarse en la cama a su lado después del sexo? Ya había tenido lo que quería. Así que se iría… No pudo evitar que su mirara se entristeciera.

 

─Tengo trabajo que hacer, bocchan ─Le dijo inclinándose para depositar un beso en la frente de su amo. Ciel sintió el alivio recorrer su cuerpo. Lo jaló del brazo y lo hizo recostarse para subirse sobre él y acurrucarse en su pecho.

 

─Solo duerme un rato conmigo. Después haces tu trabajo ─Depositó un par de besos en el pecho del pelinegro y entrelazó sus piernas con las de él. Sintiendo su entrepierna desnuda rozar con su vientre cubierto por la camisa del demonio─. ¿Es sobre lo de mañana? ─Preguntó. Se sentía muy cansado.

 

─Sí. Los paquetes ya fueron enviados y llegaran mañana en la tarde. Después de que nos hayamos ido. El dinero ya fue distribuido para que usted pueda seguir manejándolo y la mansión quedará a nombre de los sirvientes después de que se haga conocido su testamento…  ─Habló monótonamente haciendo caricias circulares en su espalda.

 

─Perfecto… ─Afirmó el neófito. Una de sus manos había subido al cuello del demonio y jugaba con su cabello. Entonces recordó algo─. ¿Qué le hiciste a Lizzy? ─Preguntó subiendo la mirada. Arqueo las cejas al ver al demonio sonreír con malicia.  

 

─Tranquilo, bocchan. Ella está durmiendo en una habitación ─El demonio cerró los ojos recordando que había golpeado uno de los puntos de vida de la chica para dejarla dormida en una habitación cerrada, algo cercana a la del conde. Si se hubiera despertado, seguramente habría oído lo que paso. Sonrió con maldad. Ciel lo vio sorprendido pero no dijo nada. Solo se volvió a acurrar en intento dormir. Pero una nueva duda comenzó a rondar en su cabeza…

 

 

─No comiste mi alma... ─Dijo muy bajo, después de unos minutos, parecía pensar en voz alta. Mantenía la cabeza recargada en el pecho del demonio. Los dedos de su mano libre comenzaron a moverse inconscientemente por el vientre plano del mayor.

 

─Hay más almas interesantes por ahí de las cuales alimentarse ─Respondió con una sonrisa de superioridad. Mantenía sus ojos cerrados sintiendo que por primera vez en muchos años, de verdad necesitaba dormir.

 

Ciel cerró los ojos; apretando los parpados con fuerza. Contuvo un suspiro de resignación: no quería que Sebastian supiera que esas palabras lo habían lastimado. Solo era un alma más para el demonio.

 

Lamentablemente para él Sebastian lo conocía muy bien.

 

─Pero esta vez no jugare tanto con la comida ─abrió los ojos, solo para ver la reacción del aristócrata a sus palabras─. Termino encariñándome con ella ─Agregó en un susurro que sabía llegaría a los ahora sensibles oídos de su amo. Ciel se incorporó dirigiendo una mirada asombrada al demonio

 

─¿Qué? ─Cuestionó colocando sus manos a cada lado del rostro del demonio, para que este no desviara la mirada. Los ojos de Sebastian brillaban de una forma inusual.

 

─No pienso repetirlo, bocchan ─Aseguró Sebastian tomando posesivamente sus labios en un exigente beso. Ciel correspondió al beso durante unos segundos antes de apartarlo. El demonio le miró levantando una ceja.

 

─Cuando salgamos de aquí no vuelvas a llamarme bocchan. Solo Ciel ─Ocultó su rostro en el cuello del mayor, para que este no viera que se había sonrojado.

 

─Yes, my lord –Respondió ladeando la cabeza para dejar expuesto su cuello ante los hambrientos labios de su amo y ahora amante; quien sonrió contra el cuello blanco y dejó una marca en él antes de que su mente se sumiera en un sueño profundo. Sebastian lo rodeó con su otro brazo de manera posesiva. »Después de todo esos idiotas me hicieron un favor«. Pensó antes de caer profundamente dormido.

 

 

 

Notas finales:

Pss como dije quedo algo-muy largo x3

 

Dejen sus opniones,positivas y criticas son bienvenidas.

 

 

Y espero que les haya gustado o///o


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