Bien, todo marchaba bien, era normal que Gohan se arreglara para su primer día de clases, lo sabía. Su madre lo había estado hostigando desde que se levantó, diciéndole que su apariencia era importante, no podía ir como si fuera a entrenar.
Piccolo estaba al tanto de todo, lo observaba desde el templo, ahí, cerca de Dende mientras éste se concentraba en vigilar la Tierra.
No es que estuviera ansioso ni nada, pero sentía como sus manos sudaban, Gohan no parecía nervioso, al contrario, se veía muy feliz de poder ir a estudiar.
Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, estará bien, no tenía que vigilarlo 24/7*, no era necesario. ¿Qué no era el joven capaz de defenderse sólo?
Tal vez ahí radicaba el problema, era capaz de hacer eso y más, como defender a los inocentes. No…él no sería capaz de meterse en líos ¿verdad? Esa pizca de duda lo mantuvo a la orilla del templo.
Sus sospechas no fueron en vano, el joven había estado peleando por lo que él creía justicia. Se había transformado y sin quererlo realmente se había visto al descubierto.
Al principio el namekiano no pensó en darle importancia a nada de eso, pues los que hablaban del asunto en la Tierra o tenían ni la más mínima idea de quién podía ser aquel justiciero. El problema empezó cuando una joven empezó a indagar.
Ella era de una piel clara, demasiado, tenía una cabellera larga y negra, ésta estaba distribuida en dos colea y también tenía esos maravillosos ojos azules, de una intensidad tan impresionante. La joven parecía muy acoplada a la ciudad y nadie la cuestionaba al verla hacer preguntas “en la escena del crimen.”
Por un instante, el namekiano tuvo curiosidad de saber quién era ella, pero desechó la idea después de un rato.
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El olor del salón era algo particular, los muebles de madera le gustaban, la sensación que dejaban cuando pasaba sus dedos sobre ellos. No era lo que esperaba de su primer día hasta ahora. No pudo evitar acudir a la ayuda en cuanto vio una injusticia, pero, ahora pensaba que no debió haberse transformado.
Tomó asiento, una chica rubia que ya había visto momentos antes le indicó dónde podía sentarse, ella estaba acompañada de un joven que no tenía pudor en mostrar su musculatura y que dejaba en libertad su cabellera dorada y larga, junto a ellos también estaba una joven, de expresión algo pensativa. No la analizó mucho pues realmente en esos momentos no le llamaba la atención. Al menos no hasta que se enteró quien era ella. Nada más y nada menos que la hija del supuesto salvador de la Tierra, Videl.
Un nombre extraño, no es que el suyo fuera mejor, incluso a la gente se le hacía extraño, añadiendo eso su peculiar apellido.
Se pudo nervioso cuando la chica lo analizó, miró su ropa a detalle ya que parecía igual a la que le habían descrito en la escena, pero Videl lo descartó de todo asunto cuando se fijó que su cabello era negro y no rubio.
En esos momentos fueron cuando Gohan se dio cuenta de que debía de ir con más cuidado, no buscaba ser igual que los demás, bueno, de algún modo sí, pero no pretendía llamar la atención a causa de su fuerza.
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Fue extraño, algo en su mente no la dejaba en paz y es que no dejaba de pensar que había algo raro en aquel chico nuevo. No creía que el fuera alguien fuerte, no es que su apariencia no fuese atlética, es sólo que no parecía encajar con lo que estaba acostumbrada a ver en el dojo de su padre.
El chico parecía ser muy inteligente, pero algo raro también, se le veía muy alegre. La chica suspiró por lo bajó, iba manejando su helicóptero de regreso a casa. Le preguntaría a su padre si sabía sobre alguien que tuviera algún tipo de fuerza cercana a la de él, aunque la chica lo veía más que imposible. ¿Quién podría ser tan fuerte como Mr.Satan?
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No sabía porque pero que Gohan no lo visitara después de su primer día de clases causó un poco de dolor, no uno que lo hiciera llorar, claro que no, él era Piccolo, un antiguo villano que deseaba conquistar al mundo, no iba a llorar, pero si que sintió una ligera punzada.
Sabía que Gohan estaba ocupado, quizá se escaparía de su casa más tarde como venía haciéndolo últimamente, pero no fue así, pasó la noche, fría y silenciosa y el joven nunca llegó al templo.
Por su parte, el joven dormía sin ningún remordimiento, no estaba consciente de que había olvidado por completo ir a ver a su maestro, por la mañana probablemente se diera cuenta y se sentiría mal por ello.