Se despidió de su amigo Taemin sacudiendo la mano en el aire, miró el reloj y una pequeña sonrisa floreció en su rostro. Otro día más. Haberse mudado a esa ciudad para ir a la universidad era lo mejor que había hecho jamás. No solo estaba estudiando lo que quería sino que su corazón parecía haber encontrado a alguien.
Llegó al andén a la misma hora de siempre. Allí estaba él, Changmin, sentado con su traje y su maletín, guardándole un sitio a su lado. Se le calentaron las mejillas cuando este lo miró y sonrió.
-Hola.
Se subió las gafas tímidamente, se sentó y abrió el libro. No sabía cuantas veces había leído aquel libro, lo que sí sabía es que hablar con Changmin lo entretenía más. Pero no podía decírselo, ya había hecho suficiente atreviéndose a hablar con él y moriría de vergüenza si aquel hermoso hombre llegara a saber que amaba oír su voz grave al hablar, o su risa, o simplemente su forma pausada de respirar.
Se llevó una mano al pecho, fingiendo buscar algo. Su corazón latía muy rápido, su estómago estaba lleno de mariposas y su cabeza le chillaba que no había dudas, que con solo una mirada, se había enamorado de él.
-Oye, Minho -le gustaba como sonaba su nombre entre esos labios-, ¿tienes algo que hacer mañana?
Más rápido, casi quería romperle el pecho de tanta velocidad con que llegaba a palpitar. Miró el libro como si leyera y movió la cabeza. Pudo verlo sonreír de reojo.
***
No llevaba las gafas, no llevaba un libro bajo el brazo, solo el pelo caído sobre la frente y una fiesta de bichos en la barriga. No había sabido que ponerse, ni como peinarse, ni cuanto dinero llevar y se sentía como una adolescente en su primera cita. Se mordió el labio. Lo era, tenía diecinueve años y jamás había salido con nadie.
Changmin era sin duda el hombre más guapo que había conocido, mucho más que cualquier modelo de revista. Llegó a su lado y se rascó la nuca, parecía tan nervioso como él.
-¿Adonde vamos?
Changmin se mordió la mejilla mientras caminaban. Minho solo lo seguía y esperaba una respuesta. Era la primera vez que aceptaba salir con alguien sin saber el rumbo que iban a tomar, pero no era capaz de desconfiar cuando los ojos de Changmin parecían tan sinceros.
-Al cine -dijo al fin, titubeando- Puedes elegir la película...si quieres.
Asintió, sonriendo, ruborizándose y apartando la cara de la mirada brillante de Changmin. Se había dado cuenta y no podía hacer nada. Realmente era una cita, realmente lo sentía así. Saliendo con el chico que lo hacía sonrojar, yendo al cine, intercambiando miradas que Minho no entendía. Pero le gustaba.
No pudo creer que Love Story estuviera en cartelera. Sin dudarlo, Changmin le compró palomitas y un refresco. Uno. Uno para los dos. Y entraron a ver esa película.
Latidos, lágrimas, rubor, manos que se rozaban sin intención entre las palomitas. La película iba por la mitad cuando ambos se inclinaron, cuando ambos rozaron sus narices mientras miraban la pantalla de reojo, queriendo solo beber algo de refresco.
Los ojos de Changmin centellearon al encontrarse con los suyos, sus rostros muy cerca, solo una pajita entre los dos. Minho se echó hacia atrás y apartó la mirada.
Casi...casi se besaban.
Después terminó, las luces se encendieron y tuvo que animarse a mirar a Changmin. No era el único ruborizado.
No hablaron, no podían hablar. Todo el camino desde el centro comercial hasta su casa estaba siendo tan silencioso como incómodo. El cielo ya había oscurecido, el viento soplaba y olía a lluvia. Una gota cayó sobre su nariz.
-Oh, no -exclamó Changmin.
Otra gota, y otra, y otra más hasta que cortinas de agua caían del cielo. Ninguno llevaba paraguas, las tiendas estaban cerradas, una luz sacudió el cielo y poco después el rugido de un trueno lo hizo cogerse de algo.
Algo...
El brazo de Changmin.
Su mano fue cogida con fuerza y miró un poco hacia arriba, donde estaban los ojos de Changmin y el pelo se le pegaba a la frente por culpa del agua. Estuvo a punto de decir algo. Changmin tiró de su brazo y salieron corriendo, muy rápido.
Rieron. Cayeron dentro del portal de Minho totalmente empapados, entre risas y jadeos. Subieron al ascensor sin parar, mirándose el uno al otro, sonriéndose, entendiéndose, hablándose solo con un cruce de miradas.
Changmin se acercó en el pequeño ascensor. Hacía que su rostro se calentara tanto que pensó que se secaría solo por eso. Pero sonó la campana antes de que el más alto diera otro paso, antes de que estuvieran aún más cerca, antes de que algo más que sus ojos se unieran.
Entraron en su casa, un apartamento pequeño, justo para una persona que vivía sola y ganaba un poco de dinero sirviendo cafés en la universidad.
Se dio una ducha y se envolvió en un pijama, dejando que Changmin hiciera lo mismo mientras lavaba su ropa informal y esperaban a que se secara.
Se llevó una mano a la boca y echó la cabeza hacia atrás, riéndose como loco cuando Changmin apareció con un jersey de su abuelo y unos pantalones de su padre. Ropa que estaba en su casa por equivocación de su madre y que a él le venía enorme pero a Changmin lo hacía parecer un viejo.
-¿Es tan gracioso?
Minho asintió. Estaba ridículo y aún así seguía siendo el hombre perfecto.
Encendió la calefacción. Changmin se sentó a su lado y pusieron la televisión. Y antes de que se dieran cuenta habían empezado a hablar. Minho le contó lo que hacía en Seúl, estudiar para escritor. Y Changmin lo sorprendió bastante cuando confesó que aquel era su primer día libre en tres años.
Se sentía bien saber eso. Se encogió en el sofá, hacía frío de repente. Una mano toco su hombro derecho y vio la cara ruborizada de Changmin a su izquierda, rodeándolo, abrazándolo, dándole calor y protección.
Se inclinó hasta tener la cabeza apoyada en su pecho. Los latidos de Changmin estaban tan acelerados como los suyos, sus manos temblaban y su respiración también estaba entrecortada.
-Changmin -murmuró, levantando la cabeza, encontrándose el rostro ajeno demasiado cerca.
Tan cerca que podía oler su aliento mentolado. Tan cerca que sus narices se rozaban. Tan cerca que cerró los ojos y dejó que Changmin se inclinara para darle su primer beso.