Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

[Reviews - 195]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Párafes ordenó a su hermano que se quedara pero como siempre este no le obedeció. Era un día de otoño muy frío cuando ambos entraron a Endimión por separado. Párafes se escondió entre los monjes Kalini que usaban un largo hábito negro con capucha y un cayado del mismo color después de desmayar a uno.

 

Sin saberlo su hermano le seguía a distancia por las calles. Joseph tenía 16, Párafes 19. El rey estaba siempre presente en ese día, fiesta del fundador de la ciudad. Estaba en las escalinatas que adornaban la gran Abadía de Endimión, consagrada para la reunión de numerosos enviados de todos los países a la celebración.

 

De pronto un Kalini se separó del resto y bajo su capucha miró al rey de una manera que este lo percibió claramente--¿Qué pretendes?—le preguntó Midas.

 

Tomar tu vida—contestó sin rodeos el monje alertando a todos los guardias y el ejército entero que allí se apostaba. Los otros monjes fueron cubiertos por la mirada de todos y negaron que ellos quisieran atacar al rey—No es ahí que debes buscar a tus enemigos—dijo Párafes.

 

¡Pues que tonto eres! No conseguirás nada así. ¿No ves a todo mi ejército que te rodea? De ser inteligente no hubieras acusado tu presencia—dijo el rey.

 

Tal vez no estoy acostumbrado a atacar por la espalda como vos—dijo el encapuchado.

 

¿Qué decis?—preguntó el otro.

 

Me has mostrado a vuestro patético ejército. ¡Deja que te muestre el mío!—dijo el joven y en ese momento el cielo ennegreció recordando al rey otro día en que un hombre solo pretendió atacarlo.

 

Su orden fue distinta que entonces pues ahora sabía como contrarrestar la amenaza--¡Heridlo!—varias flechas cayeron sobre la espalda de Párafes mientras su hermano al verlo caer intentó acudir a él pero la multitud en pánico que lo rodeaba se lo impidió. Entonces cayó un frenesí de sangre sobre la plaza que se llevó la vida de soldados y del herido príncipe. Una vez se hubieron ido los dragones, Joseph seguía allí en el más completo de los desasosiegos, de rodillas y alejado miraba el cuerpo descuartizado del hermano que siempre había seguido e idolatrado en silencio.

 

Midas se acercó triunfal a su enemigo y mirando sus restos con algo de asco le dijo—Deberías haber aprendido que esos dragones no te seguirán si te ven herido e indefenso. Ellos son bestias primitivas y crueles y solo seguirán a amos fuertes y crueles. Pero ya es tarde para ti y los tuyos. Debiste acercarte de manera más astuta y no anunciar tus intenciones, niño—dijo a la cara sorprendentemente intacta que asomaba de la capucha.

 

¿Qué hacemos con él, majestad?—preguntó un soldado.

 

¡Córtenle la cabeza y expónganla en una pica! ¡Que sirva de ejemplo para aquellos que quieran ostentar un poder que no merecen!—ordenó Midas para horror de Joseph.

 

Esa noche la cabeza fue robada. Nadie supo por quién.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Caminaba sin rumbo y sin ánimos por el desierto después de enterrar la cabeza de su hermano. Por horas no supo que hacer, pensaba que al llegar a casa no podría mirar a su hermana a la cara después de dejar morir a su hermano sin intentar salvarlo. Joseph se sentía culpable.

 

Finalmente cayó de rodillas derrotado en medio de la ardiente arena y esa pregunta acudió de nuevo a su mente, esa pregunta que de tanto en tanto acudía a los progenitores de dragones. ¿De donde venían estos y cómo vivían?

 

Esta idea acudió momentos antes de desmayarse.

 

Un soplo de viento despertó su mente consciente, pero al abrir los ojos descubrió que no era tal. El más temible de los seres lo miraba desde cerca, con sus ojos rojos atentos, estudiando cada uno de sus movimientos. Esperando cualquier señal de debilidad de carácter. Joseph se recompuso y se paró sobre sus pies, mirando de igual manera al monstruo negro azabache que podía arrancarle la vida con una sola mordida.

 

Entonces llegó el entendimiento y subiéndose a su cruz el rubio emitió su orden mental. Ellos no podían comunicarse entre sí telepáticamente sino más bien que solo las bestias percibían con claridad lo que su amo les ordenaba más Joseph jamás sabría lo que estas pensaban.

 

El dragón alzó el vuelo con él montado a su espalda y allí inició su viaje, a un lugar conocido como el sol.

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).