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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Todos piensan en una bola de fuego cuando se imaginan al astro pero el melado descubrió que se trataba de una piedra que tenía geiseres de fuego cada tanto y con características volcánicas. Cuando viajaba hacia allí se dio cuenta de la verdad. Era por eso que antes de que ellos entraran en escena el cielo ennegrecía.

 

Convivió con ellos lo que le pareció una década pero en verdad fueron tres meses. Se alimentaba de la carne que los cazadores, un grupo de dragones que se dedicaba a traer la comida para los demás, traían. Aprendió como se movían en una cerrada y con una ira latente sociedad, donde solo los más fuertes prevalecían. El destino había dotado a los progenitores de dragones de un extraño salvoconducto y por ello él no fue eliminado. Tal vez era que la extraña mezcla de sangre humana y dragón los sacaba de su equilibrio y no sabían cómo reaccionar, además de que escucharan su voz tan clara en su mente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuatro meses más tarde un joven rubio llamado Joseph entró a servir en la casa de los nobles señores Kaiba. El líder de estos era el sumo portador del poder divino. Su hijo Seto de niño tuvo que acostumbrarse a deberes que hombres más ancianos y con más experiencia no hubieran soportado. Pero Seto Kaiba no solo era duro, sino que la naturaleza lo dotó de una inmortal inteligencia. Cuando vio a su nuevo criado tuvo ganas de echarlo.

 

 

Pero tenía cosas que solucionar así que lo dejó a su lado mientras cierto joven melado pensaba que había conseguido su pasaporte a la venganza. Recordaba muy bien las palabras del rey Midas. Eso de no advertir de sus intenciones al enemigo, de acercarse sigilosamente había calado hondo en el ojos mieles que solo ansiaba la hora de encontrarse cara a cara con ese desgraciado. Le haría pagar todo el sufrimiento de su familia, pero él nunca se enteraría de quien o cuando.

 

Veo que estás de vago—dijo con desprecio el hijo único de la casa Kaiba cuando vio al rubio ensimismado en medio de un pasillo. Los ojos que se levantaron hacia él por un momento no fueron los de un siervo pero eso se revirtió un momento mas tarde.

 

Temo señor que me encuentre en este estado—se lamentó el servidor bajando la mirada de inmediato e inclinándose.

 

¡Que no vuelva a pasar!—dijo el ojos azules pasando a su lado.

 

Tenga la seguridad, su señoría—dijo el humilde campesino a ojos del noble, aunque por un rato esa mirada que vio lo perturbaría. Algo era diferente con ese siervo. ¿Pero que? Se sumió en sus deberes y paulatinamente olvidó lo que había visto, pero mentalmente había tomado nota.

 

ESA MIRADA TENÍA ALTIVEZ Y PODER.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pasaron los días y para el habilidoso Joseph no fue tan fácil adaptarse a su nueva vida, y no por el trabajo. El estirado joven que casi lideraba la casa lo empezó a molestar cuando le derramó sin querer un cubo de agua en los pies, llamándolo “perro callejero” y él estaba imposibilitado de contestarle como lo hubiera hecho antes.

 

El servilismo no era lo suyo, se dijo Joey mientras arrastraba los pies camino a la habitación del “Amito” como lo llamaba en su cabeza. Aunque agradecía no ser el servidor del amo mayor. Este era un déspota en todo sentido.

 

De pronto se chocó con el castaño al voltear sin mirar en un pasillo y ambos cayeron al piso. Joseph quedó debajo y Seto arriba, con las caras a milímetros de la del otro, sus ojos sorprendidos mirándose mutuamente sin parar, sin respirar. El mundo se detuvo y cambió en un respiro para ellos.

 

Pero actuaron como era natural en ellos.

 

El castaño frunciendo el ceño y diciendo--¡Perro! ¡Mira por donde caminas!—

 

Joseph sintiéndose humillado y tratando de no mirarlo altivo mientras mentía--¡Lo siento, Amo!—ambos se levantaron muy tiesos.

 

Trata de tener más cuidado en adelante—dijo el castaño antes de partir.

 

Lo haré—seseó el otro entre dientes cuando estuvo lejos, todo frustrado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Joey estaba atrapado bajo él, enredado en sus sábanas mientras él saboreaba su cuello y escuchaba su respiración entrecortada mientras levemente trataba de empujarlo.

 

Amo Kaiba, esto no está bien—decía pero Seto lo interrumpió.

 

¡Claro que está bien porque es lo que yo quiero! Además no puedes ocultar tu propio deseo—dijo susurrando en su oreja el ojos azules mientras uno de sus muslos rozaba contra su entrepierna, el ahogado quejido y las manos apretadas sobre la tela de su ropa, que ya habían dejado de empujarlo dieron la satisfacción a Kaiba de saber que el otro estaba cayendo por él.

 

Sin preparación entró en él, se sentía cálido y estrecho y los gemidos leves subieron de tono hasta convertirse en ahogados gritos de placer. Cuanto deseo sentían ambos, cuanta lujuria despertada en ese cuarto donde la temperatura subía y la cara de agonizante placer que mostraba el rubio se volvía en una deliciosa obsesión para el primogénito.

 

¡Así es! ¡Grita más fuerte! ¡Que hasta los vecinos se enteren de que tu dueño ahora soy yo!—dijo el castaño muy feliz por tener a ese melado en su cama, rogando por sus atenciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ENTONCES DESPERTÓ.

 

 

 

 

El corazón palpitaba como loco en su pecho. ¿Qué era lo que había estado soñando? No podía creerlo. Ni aún con las chicas que más le habían gustado había estado en semejante situación y encima…

 

…con un chico.

 

Seto no podía ni moverse de la impresión de haberse descubierto en semejante situación.


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