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Io ti Penso, Amore por azumicard

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Notas del capitulo:



John. 


https://www.youtube.com/watch?v=8hw8QruuSkw

 

 

— “El viento… oigo la melodía del viento… ¿Y… ahora la de un violín?  ¿Qué pieza es esta?

Los suaves sonidos tomaron protagonismo dentro de mi sueño,  incitando a despertar.   Abrí los ojos de a poco, sin embargo los cerré al instante por la presencia de los rayos solares sobre mi rostro.  Un segundo intento me mostró la imagen algo borrosa de una persona de espaldas.  Con ayuda de la luz le otorgaba imponencia y claro atracción por la cautivadora melodía.

— Sherlock… -dije en un susurro.

Era de suponer, su concentración no sería interrumpida. Me quedé recostado, viendo los movimientos de sus extremidades interpretando la pieza. Escucharlo es todo un privilegio, más cuando son en horarios adecuados. 

— Un espectador a escondidas- dijo, Sherlock -, es un tanto molestoso e irrespetuoso. ¿No crees, John?

Volteó hacia mí sin dejar de tocar. No puse que responder.

—  mmm…tienes buen aspecto. Descansar es lo que necesitabas- agregó.

—  Hubiera preferido la comodidad  de mi cama y despertar en ella. Sin dudar alguna, el sofá no es un buen lugar para dormir.

— La postura ocasionó el dolor de cuello – nuestras miradas se encontraron un par de segundos-  Si fueras violinista  estarías en dificultades.  Modificaría el sonido del instrumento y arruinaría la interpretación por forzarla.

—  Entonces, la advertencia debería ser para ti. –alcé mi mano derecha, a la altura del rostro- Tienes un parche el dedo. ¿Acaso no afecta en el sonido? O el señor prodigio puede superar el inconveniente fácil.

Dejó de tocar el violín. Relajó los hombros y volteó la mirada hacia mí. Sus ojos eran penetrantes, sentí un escalofrió atravesar mi cuerpo.

— Buena observación –sonrió- Aunque algo predecible por su complejidad.

— No del todo. Sabes ocultar el detalle del dedo al moverlos a ritmo de la melodía y por el ángulo de tu postura.

— Bien. – hizo un gesto de aprobación, enseguida prosiguió - ¿Qué hora es?

— Las 10 en punto ¿Por qué?

— Necesito una ducha.

El instrumento lo dejó encima de la mesa. Fue directamente al cuarto de baño. Giró la perilla y antes de entrar dijo.

— No te acercas a la cocina.

— ¿Intentas amenazarme?

—  Claro que no. Intento persuadirte – sonriendo entró sin mas.

 

 

 

Lo había hecho apropósito; sembrar curiosidad.  Estaba parado, en el límite de la sala de estar y la cocina. Mirando de un lado a otro, sin saber a dónde ir. Al final terminé a parar a mi sillón en busca de tranquilidad, mientras leía el periódico. Fue inútil pretender leer las noticias, porque  no tenía ni una pizca de concentración.  Ya había transcurridos varios minutos, ahora estaba tamborileando los dedos sobre el mueble, lleno de ansiedad  contra la duda sembrada. Varias ideas rondaban en mi mente, las posibles respuestas. ¿Acaso en mi ausencia había arruinado la cocina?, ¿Algún intento fallido por cocinar?, ¿Rompió mi taza favorita y está ocultando la evidencia? No podía soportar tanta incertidumbre; llegué al límite permitido. De golpe me puse de pie, a paso firme caminé hacia mi objetivo. Desde el lugar donde estaban las cosas parecían normales, no existe crimen perfecto, así que inspeccioné  cada centímetro cuadrado.  Me llevé una gran sorpresa

—  Vaya,  eso fue rápido.

Sherlock estaba de vuelta. Vestía de forma elegante, compuesto de un pantalón negro y  camisa púrpura.

—  Me tomó algo de tiempo encontrar tu pequeño secreto. Era la cena ¿verdad?  -pregunté, señalando el plato de comida que tenía sobre la mesa.

— Si.

— ¿La preparaste tú?

— Que te hace suponer que soy yo el autor de ese plato.

— No es el estilo de la señora Hudson cocinar en nuestro piso, nunca lo hizo. Y por qué haría una excepción necesariamente el día de ayer; no hay sentido. Ella trae la comida lista para comer –defendí mi postura-  El haber dejado reluciente el lugar como lo haría yo, me lleva a pensar que fuiste tú.  Además, es el mismo olor que percibí al llegar ayer.

— uhm… conclusión acertada –movía la cabeza, aprobó mis palabras-  La comida tenía propósito ayer, el día de hoy pierde validez.  John… - su mirada penetrante caló mi ser- tira la comida a la basura.

— Estás loco, Sherlock. Todavía sirve y hay suficiente para dos personas – tragué saliva antes de continuar – ¿No cenaste por  mí?

— Comer es aburrido.

— Siempre lo ha sido para ti –sonreí- Prometo no  estar ausente en otra cena, voy a llegar temprano. Será como en los viejos tiempos.

Frunció el ceño en respuesta a mis palabras.

—  Si me disculpas voy a desayunar.

— Yo solo tomaré café.

—  ¡Hey! Esa es mi taza, busca el tuyo.

—  Por qué reclamas. Simplemente estoy aplicando la ley de la igualdad. Tú estas comiendo el platillo que preparé ayer  y yo voy a toma el café preparado por ti.

— Exacto,  tiempo pasado…- le quité la taza de su mano- Hoy realicé todo el trabajo por cuenta propia. Calentar la comida y preparar el café. Tu ley queda sin efecto, las razones resalta a la vista.

— Egoísta – balbuceó.

 

Aparentemente parecía todo bien, la realidad era otra. Resignado fue en busca de su taza,  el mal humor podía detectarse varios kilómetros de distancia. Cogió la cafetera situada sobre la mesa,  vertió el líquido en la taza. Tres cucharitas de azúcar y estaba listo  su elixir de la vida.  Se sentó frente a mí, cuando alcé la mirada tenía esos increíbles  ojos puestos en mí.  Por instinto de supervivencia agaché la mirada y continué comiendo.

— John –dijo de repente.

—  Si.

— Me dejas probar.

— No.

Mi respuesta fue contundente, sin opción a replica. Entonces, la puerta principal se abrió,  mostrando a la señora Hudson.  Al vernos nos dio  el acostumbrado “buenos días”, antes que dijera el asunto por el cual estaba ahí, una segunda persona hizo su aparición.

— Acaso olvidaste nuestra reunión, Sher…- calló al ver la repentina escena.

El infeliz de Sherlock, aprovechó la distracción  y arrasó la comida de la cuchara que estaba a punto de llevar a mi boca. Logrado su cometido me vio con una sonrisa traviesa en sus labios.  Quedé hecho roca.

— ¡Oh!...-exclamó la Sra. Hudson- Hicieron las paces, me alegro por ustedes dos.

Conocía bien esa mirada, ahí iba de nuevo, insinuando una relación amoroso entre Sherlock y yo. Debía aclarar el incidente porque el señor Lestrade podría confundir las palabras y llegar a una conclusión equivoca.

—  Se equivoca. Yo…-fui interrumpido.

— Es usted quien llegó anticipado –dijo Sherlock, acercándose a él-, para asegurarse que esté presente y no dejé a un representante. Sugerencia de Mycroft.

— Contigo, uno tiene que ser precavido en distintas formas.

— Toma muy en serio las palabras de mi hermano… -miró desafiante - Gracias, señora Hudson, estoy seguro que tiene cosas más interesantes por hacer. Adiós – le abrió la puerta para despedirla.

— No seas descortés, Sherlock –protesté.

— Tranquilo, querido. Ya me iba.

Su buen humor no fue opacado, al contrario salió sonriendo por nuestra supuesta reconciliación.

— Hola, John –saludó, Lestrade.

— Buenos días…

— Es buenas tardes, ya pasó un minuto desde que es medio día –me corrigió, Sherlock – Continua con tu desayudo y luego ponte a practicar.

 

 

Se interpuso en el camino del señor Lestrade.  Estiró el brazo para indicarle, tomar asiento en el sofá.  Por su parte, Sherlock se sentó en su sillón, naturalmente cruzó esas largas piernas. El escenario parecía sacado de película, estaban a punto de iniciar una reunión  importante de negocios.  Por mi parte, degustaba una comida preparada por la persona menos pensada.  Para ser la primera vez cocinando, estuvo bastante bien; diablos superó mis expectativas. Sería molestoso saber que también tiene habilidades culinarias.  Porque  se convertiría en el ser perfecto.

 

A los pocos minutos la paz fue quebrantada; Lestrade levantó la voz. Su rostro expresaba disconformidad, se avecinaba problemas, los cuales no parecía importarle a la contra parte. Mantuvo serenidad durante toda la exposición hasta que llegó su turno de responder. Lo hizo, utilizando  argumentos válidos, condimentado por la ironía característico de él. Ir en contra del razonamiento de Sherlock era como cavar tu propia tumba. Ahora mismo, Lestrade lo estaba comprobando en carne propia; ser ridiculizado.  Satisfecho por su victoria, juntó las palmas de sus manos y  esbozó una sonrisa. En cambio,  el otro tenía el rostro lleno de enfado.  Cambió de expresión en el instante que me vio caminar hacia el piano, había llegado el momento de practicar.

—  John… Podrías convencer a Sherlock, en cambiar su decisión.

—  Ve a tocar el piano inmediatamente  -ordenó a viva voz - Ahórrate todas esas interrogantes y solo obedece.

— Quién se supone que eres para ordenarme ¿mi madre?

— La única persona en obedecer- volteó a verme- Duró poco aquella vida ejemplar, un par de años mas tardes, entraste a la  etapa de la rebeldía; adolescencia. Encontrando en la música tu escape a tanta tensión acumulado por…

— ¡Ya cállate!  Es suficiente, deja de decidirme a tu antojo. No soy un libro abierto.

—  Lo eres.

—  Si dices otra palabra más, te juro que no vas a tocar el piano y el violín en un buen tiempo – le amenacé, utilizando mi dedo índice- Mantén tu boca cerrada, mientras habló con tu representante. ¿Y cuál es el problema?

—  Rechazar la propuesta de Lady Whitehead –me entregó un papel  impreso- Como sabrá, es una dama muy distinguida y famosa dentro de la sociedad. Ha solicitado  un recital de piano para el círculo privado de amistades.  Parte de las actividades por la celebración de su onomástico.  Sin duda una oportunidad de oro, que es desaprovechada por Sherlock.  Y la remuneración es la mejor parte del trato, sin mencionar a las personas importantes que conocerá en dicha reunión.

—  Te centras en detalles superfluos –intervino.

—  ¿Lo consideras aburrido?

— No estoy interesado en personas de su naturaleza.

— A qué te refieres, Sherlock –pregunté sin entender sus palabras.

— No le basta presumir sus riquezas, ahora pretende  tener en exhibición al hermano menor de la persona más importante de Inglaterra. Y demostrar el gran poder que tiene sobre todos; en teoría – endureció  la expresión de su rostro mientras hablaba -  En estos años ha despreciado a todo aquel pianista que no provenga  de  una familia respetable porque la música clásica es exclusivamente para la clase privilegiada.  

—  Inconcebible…

— Solo es la punta del iceberg –agregó-  Estuvo en dos ocasiones en el ojo de la tormenta. Si acepto la propuesta, se dará el tercer escándalo –mostró una sonrisa traviesa- Por el bien de su intachable carrera, le sugiero limitarse en las dos propuestas que seleccioné.

— Tú ganas.

 

Era de esperarse, Sherlock no pierde ninguna pelea; siempre sale victorioso. Estaba sorprendido al ver la cantidad de solicitudes; sin duda su talento resalta.  Celos… claro que siento celos porque siendo más joven, me lleva una gran ventaja.   Cuando concluya mis estudios, él  estará  fuera de mi alcance; separados por nuestras diferencias.  Una idea aterradora y preocupante. 

 

El joven pianista realizó su debut profesional como solista con orquesta sinfónica en un concierto ofrecido en  La Royal Academy of Music de Londres. En el programa, el Concierto para piano nº 4 de Ludwig van Beethoven. Este gran concierto sería el primer paso para darse conocer al mundo.  Por sucesos de la vida, no fue partícipe del  suceso tan importante. La historia se inició hace una  semana atrás.  Tenía previsto llegar con una hora de anticipación al piso,  tomar una ducha relajante, cambiarme de ropa y salir al teatro. Pero el desarrollo de los hechos dio un giro drástico.  Cumplí el primer paso con existo, sin embargo el agotamiento de los ensayos me llevó por terminar tumbada sobre el sofá. Pensé: “Duermo diez minutos para recargar energías y asunto solucionado” Mala idea. Cerré mis ojos teniendo como última imagen la ventana bañada por los rayos del sol.  Lo siguiente fue el sonido del piano en medio del plácido sueño. El ambiente era ideal para dormir eternamente. El hechizo se rompió en el preciso momento de recordar algo importante. 

 

— ¡El concierto! – desperté sobre exaltado.

El lugar estuvo en penumbra; me había quedado dormido. Oculté el rostro con ayuda de mis dos manos,  ante la cruda realidad.  No podía haber encontrado mejor momento para sucumbir bajo el efecto de Morfeo. En medio de mi crisis, el sonido del piano continuaba ¿Estoy soñando?  Giré el cuerpo hacia el lado derecho. Me llevé una grata sorpresa: Sherlock tocaba el piano bajo la luz de la lámpara. No comprendía lo que sucedía. 

— Por fin despiertas, bello durmiente –dijo, Sherlock.

— Yo…- las palabras no salían de mi boca.

— Trasladé el concierto a nuestro piso. No quería que te perdieras el concierto.

— Lo siento…

Mi voz sonó lastimera, así me sentía, decepcionado de mí mismo. Agaché la cabeza en vergüenza, haberle fallado.

— Solo fue otro concierto más. No tiene importancia.

— ¡Claro que sí!  -me apresuré en responder- Era un suceso importante en tu vida, tu pase para salir del anonimato.  Debí estar ahí en primera fila como te había prometido. Pero, yo… yo te fallé,  Sherlock… Realmente lo siento.

— John…- dejó de tocar y  volteó la mirada hacia mí – No tienes porque  tomar esa actitud como si fuera el fin del mundo.  Comprendo las circunstancias que contribuyeron a tu ausencia en el concierto. Y si de algo te ayuda, estas excusado.

Mostró esa sonrisa misteriosa, poniéndome en una posición comprometedora.  Desvié la mirada, es difícil mantener contacto visual con él.  En medio del silencio, mi móvil empezó a sonar.  Fue el estímulo en regresar mi mente a la realidad. La torpeza se apoderó, con cierta dificultad contesté.

— Aló.

—  Dime que Sherlock, está contigo –una voz enojada  escuché.

—  ¿Lestrade?

— Sí, soy yo. Puedes responderme la pregunta – sonó irritado.

— Lo tengo frente de mí.

 

— Dile a ese idiota  irresponsable que lo necesito de inmediato en el teatro.   Su trabajo aún no ha terminado, aun así se atrevió escapar. Tengo a varias personas  preguntando por él…

 

 La comunicación fue interrumpida por Sherlock, quien me quitó el móvil de las manos.  Actuó de manera inesperada.

—  El concierto terminó, no tengo ningún motivo para quedarme. Las formalidades son parte de tu trabajo – cortó la llamada – Apagaré tu móvil por precaución.

— Sonó desesperado, deberías  volver.

— Y soportar a todas esas personas. ¡Aburrido! – se apartó de mi lado – Sin más interrupciones, continuaré  tocando el piano.

 

 

 

Fue una noche llena de música a la penumbra.  Ambiente ideal, el halo de luz resaltó  su imponente imagen.  Observé cada uno de los movimientos de sus manos y el hermoso rostro sereno, al interpretar la pieza. El tiempo parecía haberse detenido, disfrute cada minuto  como si fuera una hora, extendiendo el efecto. Estaba sentado en el sillón de él, con los brazos recostados en cada extremo y los ojos cerrados.  Cuando creí que todo había resultado un desastre, apareció, Sherlock, cambiando la realidad. Sin duda una de las mejores noches.

 

 

Tenía pendiente realizar dos recitales en una misma semana, con espacio de cuatro días.  El tiempo corría en contra, pero no para él. En el instante que, Lestrade salió del piso, Sherlock se puso de pie, caminó en dirección al librero. Dio un breve vistazo, su mano se movía de arriba hacia abajo, también, de derecho a izquierda. Uno a uno iba sacando libros del stand, formando tres torres irregulares.  No sabía qué hacer exactamente, seguir observando o dejarlo solo con sus cosas.  Opté la tercera opción, ir a practicar. Desde mi posición era imposible ver lo que hacía, me concentré en tocar el piano.  Transcurrieron infinidad de minutos, aún  mis manos bailaban sobre las  teclas, produciendo música, la cual no llegó a oídos de él.  Desafiando a la lógica, extraño sus críticas directas a la yugular, comentarios hirientes sobre tu habilidad como músico, entre otros.  Esa profunda voz quería escuchar durante mi práctica, así que, fui a su encuentro. Ahí estaba, sentado muy tranquilo, rodeado de libros y en sus manos tenia uno que leía con detenimiento. No pareció importarle mi presencia.

—  No toques nada – amenazó cuando me dispuse coger un libro abierto- Voy a decirlo sola una vez, mantén tus manos lejos de mis cosas.  Ocúpate en tus propios asuntos.

— Tú pides privacidad cuando eres tú la primera persona en transgredir esa norma. Te sientes con el suficiente poder de disponer las cosas a tu modo, sin importarte la opinión de las demás personas.

—  A que ha venido realmente. No creo hablar de moral y buenas costumbres – dejó sin efecto mis palabras. Devolvió la mirada a las hojas del libro – Te ahorraré el discurso. Lo que estoy haciendo ahora mismo es recolección de información.

Dejé a mi rostro llevar el mensaje correcto a su respuesta.

— Debe saber usted –tomó la palabra-, aprender música leyendo teoría musical es como hacer el amor por correo electrónico.

— Interesante analogía.

— La suficiente para aclarar su duda.

—  Si.

 

 

 

Los días transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. En poco tiempo el ocaso  iba a cubrir la cuidad con su manto anaranjado, era la señal para acelerar el pasó. Regresaba  a Baker Street con hora y media de anticipación, ya que quería cenar con Sherlock, porque en la noche tenía su primer recital. Por dicho motivo, forcé mi horario y terminé antes de tiempo.  Fui a comprar comida  China para llevar, en el restaurante que me recomendó Molly. Las cosas parecían seguir su curso normalmente, sin embargo  una repentina lluvia  apareció.  La mala suerte estuvo de mi lado; no encontré ningún taxi  desocupado.  Miré la hora, casi pego un grito al cielo; estaba retrasado. La desesperación se apoderaba de mí, hasta que vi un taxi estacionarse muy cerca. Tres personas descendían del vehículo, era la oportunidad de oro. Sin pensar dos veces, caminé lo más rápido que podía, a escasos centímetros de lograr mi objetivo, veo como una dama usurpa mi lugar. La puerta se cierra en mis narices, sin poder hacer nada. Entonces escuchó una voz.

—  Si gustas, podemos compartir el taxi – dijo la señorita desde la ventana.

—  Estaría eternamente agradecido.

Apresurado subí, antes que cambie de opinión. Estaba empapado, me sequé el rostro con el pañuelo que la gentil señorita me dio.  Otro gesto por agradecer fue  otorgar a mi destino como primera parada por encima de la suya.  ¡Los milagros existen! En medio del caos siempre hay una luz de esperanza.  Durante el trayecto, aprovechamos para conocernos un poco más, fuera de las formalidades. Antes de iniciar otro tipo de conversación,  el taxista detuvo el automóvil. Me despedí de ella con un beso en la mejilla y una amplia sonrisa. Bajé apresurado, el tiempo corría en contra mía, para variar la llave me jugó una mala pasada. Cuando al fin entré, escuché unos pasos, levanté la mirada.

— Llegas temprano, John –dijo Sherlock, bajando las escaleras.

— Yo…

— Apresúrate Sherlock, la movilidad llegará pronto – interrumpió, Lestrade – Si no venia por ti, seguirías ignorando mis llamadas y mensajes… Hola, John –saludó al verme – Tremenda tormenta la que se desarrolla, allá afuera.

Mi aspecto les proporcionó información sobre  la magnitud de la lluvia.

 

—  Por eso motivo adelantó el horario para recoger a Sherlock; precaución.

— Estas en lo correcto. Pero, la razón principal es la petición de la clienta: una cena previa al recital –los tres estuvimos reunidos en el primer piso – Prometo regresarlo sano y salvo a media noche. Claro si no decide escapar durante la fiesta, como la última vez.

—  Mucha suerte, Sherlock.

Con una sonrisa en el rostro, los despedí a ambos. El primero en cruzar la puerta fue Lestrade, seguido de Sherlock. Nada podía  hacer, mi plan terminó arruinado. Decepcionado por el desarrollo de los hechos, me dispuse llegar al segundo piso, cenar a solas, quizás viendo algún programa televisivo, por último ir directamente a la cama. En el instante que puse un pie en el escalón, sentí  el tacto cálido sobre mi brazo, deteniéndome. 

—  Aguarda, John.

Yo conozco muy bien esa sensual  voz, capaz de hipnotizar a cualquier persona. Es música para mis oídos.  Giré el rostro y ahí tenía los ojos de Sherlock asechando.

— Deduje tu intención de cenar juntos. Por ello, diluí el tiempo, lo suficiente para despedirme de ti – el tono de voz  era suave- Aprecio el gesto, John.

Dejó ver una sonrisa amable; nunca lo había visto, hasta el día de hoy. No supe cómo responder, las palabras desaparecieron de mi cerebro y solo atiné a sonreír.

 

 

A pesar de no salir bien el plan, pude presenciar a un Sherlock diferente; más humano. Sin embargo la magia desapareció días previos al siguiente recital. A diferencia del primero, en esta ocasión se aisló del mundo exterior por dos días dentro de su dormitorio. Si salía era exclusivamente para practicar en el piano. No comía, la comida dejada por la señora Hudson, seguían intactos cuando venía a recoger los supuestos platos vacíos.   De misma forma sucedió con la hora del té. Estaba preocupado, claro que sí, llevaba dos días sin comer. Esa misma noche toqué la puerta de su habitación sin tener respuesta. Resignado, regresé a la sala de estar, me quedé pensando sobre la situación. A la mañana siguiente, me levante muy temprano, dispuesto a cocinar un desayuno digno de él. 

— ¡Sherlock! – volví a tocar la puerta – He dejado el desayuno sobre la mesa… también algunas galletas recién horneadas. Espero sean de tu agrado ya que es la primera vez horneando algo así – hice una pausa esperando respuesta que nunca llegó- Estoy saliendo al conservatorio. Llegaré tarde.

Durante las primeras clases estuve en modo “piloto automático”. Mike, me cubrió las espaldas en dos oportunidades de las preguntas del instructor. Entonces, el imperceptible sonido de mi móvil, me devolvió a la realidad.  Por acto de reflejo, leí el mensaje, dejando sin efecto la prohibición

Para ser tu primer experimento, estuvieron aceptables.  Me terminé la bandeja completa y el desayuna, diré que fue ostentoso. No como demasiado, solo lo necesario.

SH

 

 

Dibujé una amplia sonrisa luego de leer. Sin duda mi día empezó con el pie derecho. Me apresuré en responder.

 

Los haré cuando tú quieras.

JW

 

 

 

Transcurrieron los días, Sherlock levantó su huelga de hambre. Volvió a comer como antes, regresando al acostumbrado “té de la tarde”. También a nuestro acuerdo de cenar juntos. Así  el gran día había llegado,  estaba charlando con Lestrada en la cocina, compartiendo una buena taza de café mientras esperaba a su protegido. 

— Ahora le doy la razón a  Mycroft, escogió a la perfección ese traje para ti –comentó, Lestrade al verlo aparecer.

— Detesto que ese ser regordete se inmiscuya en mis asuntos.

— Es tu hermano –dije –, tiene un fino gusto. El resultado eres tú. Vas a destacar por encima de tu clienta. Déjame decirte, es una mujer muy atractiva.

— Y  respetada  entre las familias aristocráticas de Londres –agregó, Lestrade –Una de las damas más codiciosas.

— Si continúan hablando voy a perder el interés.

— Existe un contrato de por medio.

—  Mycroft,  pagarían sin problemas  la penalización  por infringir el dichoso contrato  - inquirió con rudeza.

— Deja de comportarte como si fueras un niño consentido.  Ya firmaste y solo te queda cumplir; tocar el piano para un selecto público.   Además, fuiste tú quien escogió a los dos clientes. No puedes quejarte.

—  No tuve elección, las otras opciones eran nulas – tomó mi taza de café.

— Sherlock, puedo preparar té si deseas.

— No será necesario –me sonrió –Lestrade, tome su abrigo porque nos vamos ahora mismo – ambos se dirigieron a la salida- Por cierto, John debería seguir practicando el tercer movimiento. Y haces un buen café  – dio un guiño y salieron.  

 

 

Notas finales:

Antes de todo, quiero agradecer por sus reviews , saben que los que escribimos fics es como nuestro alimento e incentivo para continuar las historias. Así que, si pueden, dejen un comentario  en el fic que les haya gustado.
Por otro lado, como ya les había anunciado, por varios factores y especial el tiempo se me está dificultando actualizar constantemente.  Solo les pido paciencia. 

Ciao Ciao hasta la siguiente actualización  :D


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