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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John

Incontables veces había deseado tener el departamento solo para mí. Sin la presencia molestosa de Sherlock, acechando a cualquier persona que pusiera un pie adentro. En especial mujeres,  las cuales eran víctimas de sus acertadas deducciones, dejándolas al descubierto o ridiculizando.  Era un suplicio pasar el tiempo con alguna de mis novias,  porque Sherlock encontraba el modo de arruinar el ambiente romántico. Su egoísmo no tenía límites.  Y cuando por fin  su presencia desapareció, no resultó ser como había imaginado.   

— ¿John? – dijo la señora Hudson al ingresar- Pero que haces ahí tirado sobre el sofá, sin hacer nada. Y no pretendas decir que estas meditando como hace lo Sherlock. Esa excusa lo he escuchado infinidad de veces.

—  Solo estoy tomando un descanso –respondí sin ganas.

— La visita de ayer, debió dejarte exhausto –habló en tono diferente - La vi salir esta mañana muy temprano.  Ni siquiera tuvo la decencia de saludar.

— Antes que continué, debo aclarar.  Clarice no es mi novia, solo una novata de la sección de piano.  Acudió a mi para darle unas lecciones privadas y…-suspiré al recordar el incidente-  No sucedió  absolutamente nada.

— Te utilizó para conocer a Sherlock –acotó.

— ¿Cómo lo sabe? Acaso…- hice una pausa- ¿Estuvo espiando?

Desvió la mirando, afirmando así mi sospecha.

—  ¿Tú también lo extrañas? –lanzó la pregunta – Porque yo sí.  El sonido de su piano filtrarse por las paredes para luego deslizarse por las escaleras hasta llegar a mis oídos.  Su música influía en mi estado de ánimo.

—  Solo han pasado cuatro días –dije escandalizado.

— Para mí es como si estuviera ausente semanas –puso un rostro de aflicción – Ni siquiera se ha molestado en llamar.

— Hablamos de Sherlock. Nunca lo haría.

— ¿Y por qué no le llamas?

— Al igual que él, también estoy ocupado. Tengo clases dentro de tres horas –me levanté del sofá- Si no es mucho pedir… ¿podría preparar el desayuno?

— Claro…- caminó hacia la cocina- Pero, recuerda no soy tu criada.

 

No lo iba admitir.  De ninguna forma podría extrañar  al ser más arrogante de la tierra. Su ausencia marcó el inicio de mi privacidad, que por años había sido infringida.  Podía dormir cada noche, sin la preocupación de escuchar tocar su violín en horas poco adecuadas. No tener su aguda y penetrante mirada sobre mí. O en ocasiones, verlo caminar, teniendo como única prenda de vestir, la sábana cubriendo su desnudez.  Era evidente, iba en contra de cualquier regla absurda, él imponía sus propias. Sherlock, puede ser insensible, poco respetuoso con la intimidad, y quizás demasiado honesto, pero con él sé exactamente a lo que me enfrento. Lo supe desde el día que lo conocí.    

En definitiva, la señora Hudson vio a través de mis ojos.  Estuvo en lo correcto; si extraño a mi compañero de piso… Para ser específico, su maravillosa música que toca la fibra mas sensible de las personas. Es como si el sonido embriagara y te vuelves adicto a el. Son sensaciones diversas que experimentas en cada una de las piezas musicales. Sin embargo, el amplio conocimiento, le ha permitido tener la última palabra. Días previos a su viaje, estuve tocando el piano a media mañana. Me dolió su crítica de una pieza que yo había realizado, especialmente para que resulte de su agrado. Confieso también que me irritó el egoísmo, típico en él.

—  “¿Recuerda lo que afirma Darwin acerca de la música? Sostiene que la capacidad de producirla y de apreciarla existió en la raza humana mucho antes que ésta alcanzase la facultad de la palabra. Quizá sea ésta la razón de que influya en nosotros de una manera tan sutil. Existen en nuestras almas confusos recuerdos de aquellos siglos nebulosos en que el mundo se hallaba en su niñez”

— Esa es una idea de mucha amplitud… —hice notar yo.

Un momento… Acaso es ¿Un dejavú?  Claro que no, nada más era yo hablando solo; otra vez.  En medio del silencio tedioso, el viento del invierno traía a mí, la voz de Sherlock. No es que había caído en la demencia, sino fue producto de mi mente o tal vez ¿nostalgia?  Ya ni sé lo que pienso realmente.

— “Nuestras ideas deben ser tan amplias como la Naturaleza si aspiran a interpretarla”

Lo volví a escuchar.

— Sherlock, cállate…- puse el cojín sobre mi rostro- No digas nada, solo cállate…

Había permitido, que los días se conviertan en monótonos.  Volver a la época de vivir solo, seguir una vida rutinaria, sin ninguna gota de adrenalina.  En cuanto lo conocí,  mi vida cambió.  Lo que veía, lo que escuchaba, lo que sentía… Todo empezó a cobrar color. A su lado nada era aburrido, sin darme cuenta, ya era parte de su cuestionado mundo.

Recibir sus mensajes, trajo tranquilidad a un día caótico.  La promesa de volver pronto, hizo que sonriera, sin embargo, tratándose de Sherlock, lo probable se convierte incierto. Y esta ocasión no fue la excepción. A punto de abandonar el conservatorio, vi a lo lejos a Molly correr hacia mi dirección. Segundos después la tenía parada frente a mí. 

— John… - calló para poder respirar.

Le otorgué unos segundos, así recobraba el aliento. Cuando lo hizo, levantó el rostro y me vio  algo molesta

—  ¡Por qué no me dijiste! – alzó la voz- Pretendías que nunca me iba a enterar; eres un iluso, John Watson.  Podrías haberme dicho ayer cuando nos vimos. 

— Disculpa, Molly ¿De qué hablas?

— No vengas hacerte el desentendido. Tú eres el más cercano a Sherlock, así que él debió decirte acerca del concierto.

— ¿Qué?

— En serio, no sabes nada- preguntó.

— No. Y espero una explicación.

 

— A dos días del concierto de la Sinfónica Nacional, publicaron un anuncio, donde señalan  que habrá una modificación del programa.  Como solista invitado tendrán a Sherlock Holmes, pero el concierto será de violín.

— Qué pieza tocará –me apresuré, preguntar.

—  Tchaikovsky, concierto de violín en Re mayor, Op. 35

— “Su pieza favorita desde niño” – dije para mis adentros.

— Es un genio del violín, también. Es la única explicación para que lo dejen tocar, teniendo escasos días para ensayar.

— Olvidas que es Sherlock…

— Claro… ¡Hey, John! –gritó al verme ir.

 

Mis pies me llevaron a caminar y caminar varios kilómetros, hasta llegar a Baker. Tener la puerta a escasos metros de distancia, provocó miedo desconocido en mi interior; no quería ingresar.  Retrocedí dos pasos, apreté los dedos de ambas manos  en busca del valor que dejé en algún lugar del trayecto. A paso firme avancé, sintiendo las piernas pesada. Al fin, logré atravesar esa puerta. Subir las escaleras me pareció  un camino largo por recorrer. Cuando al fin abrí la puerta, el lugar había sido  inundado por el espíritu navideño.

— John, llegas tarde –dijo la señora Hudson, sosteniendo un moño -  Disculpa por empezar la decoración sin ti. 

—  No hay problema… - mostré una sonrisa forzada.

—  En buena hora llegaste, voy a necesitar de tu ayuda  para terminar de decorar. En especial  la chimenea; lugar favorito de Sherlock.

Fruncí las cejas  al percatarme que el cráneo  tenía como adorno un muérdago.

— Él odia la navidad…-aclaré la voz- Nunca ha mostrado interés en esta época del año; lo considera una tortura. Se mantiene al margen de la celebración.

—  Será mi primera navidad con ustedes… como tal, tiene que ser perfecta –comentó animada- Una reunión  íntima y llena de música a cargo de ambos.

— “¿Llegará a tiempo?” – me cuestioné.

— No te preocupes, Sherlock regresará para pasar la festividad con nosotros –dijo inesperadamente – Podrá ser egoísta, pero no dejará pasar esta oportunidad.

¿Acaso me leyó la mente? No, interpretó mis reacciones.

— Es impredecible…

— No tienes buen aspecto ¿te sucede algo? –preguntó.

— Solo es cansancio – disfrace mi estado de ánimo, con una sonrisa fingida.

— Voy a preparar té, eso te animará –dijo acercándose a mí-  Y unas galletas de chocolate también.

Antes de poder agradecer, la Señora Hudson me brindó un cálido abrazo. Aunque quise regresar el gesto, no pude.

Ya a solas,  los pensamientos volvieron a tomar protagonismo. Anduve caminando de un lado hacia otro;  buscando tranquilidad. De pronto, la desolación invadió  todo mi ser. Esforzarme no tenía relevancia porque mientras yo doy un paso, Sherlock llevaba metros de distancia como ventaja. ¿Acaso sería imposible alcanzarlo? Cada vez que, me acerco más a él, siento que me da la espalda y continúa su camino.  He llegado a un punto de perder el rumbo de mi propio camino. Y el incidente del día posterior, puso en duda mi habilidad como pianista.

En clases, el instructor: el señor Long, hizo un cambio inusual.  No continué practicando la pieza asignada por él, si no me pidió tocar una totalmente diferente.  Fruncí las cejas ante sus palabras, creyendo haber escuchado mal, le pedí repetir. Me tomó algo de tiempo en procesar la información. La inestabilidad, jugó en contra mía y era consciente de ello. No hice caso a la advertencia, coloqué las manos sobre las teclas del piano, respiré profundo e inicie a tocar la pieza musical. Mis dedos se movieron a su propia libertad, tocando cada vez con más intensidad. El descontrol se apoderó de todo mí ser.

— ¿Qué tal estuvo? –pregunté  finalizado la música.

— Absolutamente mal –dijo decepcionado-  Te dije que tocases tu pieza favorita, no una para impresionarme.

Su respuesta fue como un balde de agua fría caer sobre mí.

— Además, estudiantes capaces de tocar obras difíciles, los hay por montones.  

Mi día no podría ser peor… equivocada conclusión porque camino de regreso, fui al supermercado a comprar alimentos de primera necesidad. Vaya suerte, la caja registradora  estaba en contra mía, no aceptaba la tarjeta de crédito. Cansado de batallar, dejé las compras y salí del local hecho un demonio. Caminar ayudó a calmarme, el frío contribuyó en el proceso.  Ya en el departamento, estaba sentado en mi sillón, vistiendo pijama con bata y bebiendo una reconfortante taza de té.   

— Basta, John – dije al ver el celular sobre la mesa- Ni se te ocurra llamarlo. Sherlock debe estar a punto de salir a escenario…

Guarde silencio y posé la mirada en la chimenea.

— ¿En serio vendrás a tiempo…?

 

 

SHERLOCK

Las diferentes festividades durante el año pasaban a formar parte de otro día más; pasaban sin relevancia. La navidad fue una de esas fechas de la cual las personas mutaban por diversas razones banales. Por mi parte había concluido con las presentaciones programadas y la presencia de mis padres. Ni que decir de Mycroft, a pesar de su apretada agenda, se toma la molestia de inspeccionar todo relacionado a mi carrera profesional.  Por fin, volvería a disponer de mi libertad.

— ¿Piensas volver a Londres? –preguntó Lestrade, mientras disfrutamos el té de la tarde en la terraza del hotel- Porque tengo una interesante propuesta.

— Tu definición de interesante, es vaga.

Di un sorbo al té. En definitiva no posee ese gusto especial.

— Estoy seguro que es lo suficiente interesante para ti.

— No. He revisado la información y claramente será otro espectáculo por navidad, uno de los muchos que se realizan.  No encontré nada interesante en el repertorio, salvo la violinista de nacionalidad China, pero sus dos últimas presentación refleja la culminación de su irregular y  corta carrera.

— Me sorprendes, nada se te escapa.

— Tú eres el inepto.

Rió por lo bajo, mientras comía unos pastelillos.

— Si continuas devorando así, terminarás como Mycroft- comenté.

—  Tú hermano tiene un buen estado físico.

Fruncí las cejas ante su respuesta, debido a mi provocación.

— Además, él tenía razón – agregó- , regresarás a Londres porque pasarás la noche buena con John. Será tu primera navidad en compañía  de tus nuevos amigos  -dijo sonriendo.

— No tengo amigos –respondí tajante.

— Claro, no tienes amigos, solo tienes a John –lanzó una mirada misteriosa-Has cambiado, Sherlock, que ni tú mismo te das cuenta.

— Sigo siendo yo.

— El individualismo sigue prevaleciendo en tu música, pero ha adquirido otra tonalidad que se incrementa.  Así como el clima afecta el tono, algunas veces un pequeño incidente puede cambiar completamente el resultado.

Desvié la mirada en dirección al celular sobre la mesa. No había cambio alguno.

— “Artistas, son los más caprichosos” – pensó para sus adentros.

 

 

Bajé del taxi con una sensación extraña.  Luego de caminar cuatro pasos y me detuve para realizar reconocimiento del lugar. Nada que llame mi atención, así que proseguí. Abrí la puerta principal, no había señales de la señora Hudson, debió estar entretenida con el dueño de la tienda. Subí las escaleras, escalón por escalón, cargando la liviana maleta. Antes que mi mano toqué la perilla, observe los indicios que me llevaron a conclusión; John no se encontraba adentro. La razón era desconocida, al menos ese instante. Pero me llevé una gran sorpresa al encontrar el lugar plagado del espíritu navideño; todo había contaminado. Cansado por el viaje fui a sentarme al sofá, desde mi posición observé el desorden formado en el perímetro del piano. Para una persona como John, no encajaba el desarrollo de los hechos, algo debió suceder.

— Mis cálculos eran correctos, él debería estar aquí…  Un momento, ¿por qué me estoy poniendo en este plan?  -  sacudí la cabeza - Pensé que todo estaría bien si me lo encontraba aquí tocando el piano. Creí que nunca pensaría en estupideces como estas.

En medio de los cuestionamientos, escuché el crujir de los escalones. Al instante fui a su encuentro, no había duda: había llegado con retraso. Margen de error.

— ¡John! –exclamé.

Levantó la mirada y terminó de subir. No tenía buen aspecto.

— Bienvenido, Sherlock –dijo al fin – Disculpa… pero no me siento bien.  Si tienes hambre, hay pizza en la nevera.

—  No tengo hambre.

— Lo imaginé –mostró una sonrisa por compromiso- También preparé té… Sherlock no te quedes ahí parado,  vamos a entrar.

Como si nada sucediera, fue a la cocina a servir una taza de té. Finalizado el proceso, lo dejó sobre la mesa de centro.

— Buenas noches, Sherlock.

— Espera –lo detuve cogiendo del brazo- ¿Qué te sucede?

— Nada.

— Mientes –refuté al instante- Olvidas que, eres un libro abierto ante mis ojos, puedo deducirte sin dificultad.

— Entonces, por qué preguntas cuyas respuestas conoces.

— Quiero escucharte tocar el piano.

—  ¿Por qué? –preguntó, desafiando.

— Lo primero en observar a mi llegada es el irregular desorden creado por ti y la ausencia de tus dedos en el piano desde la noche de ayer–me acerqué más a él- Así que te pido tocar la misma pieza que tocaste en presencia de tu instructor.

— No sé de que hablas –desvió la mirada- Yo…, yo me voy a dormir. Buenas noc…

A media palabra le sorprendí, al arrastrarlo hacia el piano en contra de su voluntad.  Mediante un acertado movimiento dejé a John, bien sentado sobre la banco. Su rostro conservaba el asombro.

— Toca –ordené.

Radicalmente su expresión cambió, ahora predominada la determinación. Empuñó ambas manos sobre su regazo. De golpe dio inicio a la pieza, logrando sonidos fuertes para el tipo de melodía. Adoptando una interpretación superficial, lleno de técnica y desesperación, sobretodo.  “Estudios trascendentales... “¿Por qué una obra así?” Me cuestioné, pero la respuesta llegó a mi mente en fracción de segundos. Ese tonto... No tenía que hacer estos esfuerzos

— Déjalo ya, John.

Dije al no soportar los sonidos, pero desestimó mis palabras y continuó tocando con gran desesperación como si música dependiera su vida.

—  ¡Que pares de una vez! –ordené.

 

Coloqué mi mano sobre la suya  para cesar la música, esta acción sorprendió a John.  La inclinación de mi cuerpo nos llevó a estar a milímetros de distancia, podía sentir su respiración en mi rostro. Inexplicablemente, tuve la necesidad urgente por besarlo en ese preciso instante; fue inevitable reprimir aquel impulso. Entonces, mis extremidades parecían moverse por si solas: llevé mi otra mano hacia su nuca para acortar la distancia y finalmente juntar mis labios contra los suyos. Sin embargo, no duró más de cuatro segundos; fui rechazado.

— ¿A que ha venido eso? –protestó, empujándome - ¿Es que mi forma de tocar no es lo bastante bueno para ti? - Se puso de pie con la intensión de iniciar una pelea, del cual no quería ser partícipe.

— N-no quería decir eso. Me encanta tu forma de tocar -intentaba apaciguar su ira a través de palabras; parecía que no funcionar, seguía la rabia inyectada en sus ojos-  Por eso pienso que no debes apresurarte.

— No tiene ningún sentido si solo te gusta a ti - desvió la mirada-   No entiendes nada. ¡Déjame solo! – enfurecido salió en dirección a su habitación.

Experimenté otra ola de sensaciones nuevas. Hasta ese momento mi cerebro dejó sin efecto la acción realizado contra mi compañero de piso y amigo; John Watson. No tenía previsto un desenlace como este,  si no uno muy diferente.

 

Pasé parte de la noche en absoluto silencio, dentro de mi palacio mental. De pronto abrí los ojos, dispuesto a tocar el violín; recrear la última presentación. Faltando menos de cincuenta minutos para el alba, estaba parado frente a la ventana que da hacia la calle. Ubiqué el instrumento sobre el hombro izquierdo y los dedos se posaron en las cuerdas. Alcé el arco con la mano derecha; los sonidos tomaron su respectivo protagonismo. Durante aquel día, John trató por todos los medios posibles evitarme. Sin embargo, el absurdo juego del gato y el ratón finalizó con la llegada de la reunión navideña.

— Llevas dos semanas ausentes y no tienes nada que contar – preguntó Molly.

— Si deseas hablar, puedes entablar conversación con John o la señora Hudson. Tienen historias tan interesantes.

Respondí, sentado en mi sillón, mientras Molly estaba parada a mi costado con una copa de vino en la mano.

— Se han peleado. ¡Lo sabía! –bebió dos veces, antes de continuar- Es noche buena,  aprovecha la ocasión para solución el problema entre ustedes.

— No hay ningún problema.

— ¡Mientes! –insistió-  No sé qué sucedió, pero debes ser el responsable. Siempre lo eres y lo serás porque tienes un tacto refinado…

Escuchar la palabra clave, produjo revuelo dentro de la mente. Molly pasó a estar en silencio permanente. Vagos recuerdos aparecieron, como flash back. Entre esas imágenes estuvo los labios de John acercarse peligrosamente ¿O eran los míos? Una sensación suave, experimenté en la superficie de mis labios, que fueron cubiertos por las manos. Y sin darme cuenta, ya tenía la vista sobre John, quien conversaba a gusto con Lestrade y la señora Hudson.

— Deberías conversar con él –anunció, Molly – Al igual que tú, busca la manera de acercarse, pero desiste al último segundo. Lo he visto en esa actitud 3 veces y no creo que habrá una cuarta vez. Es navidad, Sherlock.

— Técnicamente falta cuatro horas.

— Y técnicamente eres un genio idiota.

Fue a servirse otra copa de vino, pero volvió más enérgica.

— Aún no le has contado ¿verdad?

— No. Y no pretendo hacerlo.

— Eres un infeliz, Sherlock Holmes –escupió las palabras.

El exceso de alcohol empezaba hacer efecto en ella. No contenta, bebió el vino como si fuera agua. Acto seguido la señora Hudson anunció, realizar el tradicional brindis. Mientras todos conversaban entre ellos, me dispuse a buscar mi violín. Si no podía comunicarme con John de la manera común, lo haría por otro medio.

 

 

 

JOHN

Durante el desarrollo de la reunión, me limité a conversar con los invitados. Por ningún motivo quería cruzar palabras con Sherlock. Sin embargo, era imposible no mirar hacia su dirección; parecía un campo de gravedad. Para mi buena suerte, los momentos que fijaba ponía los ojos sobre él, nuestras miradas entablaban conexión, por escasos segundos. Los suficientes para  otorgar más color a mis mejillas y mandar una corriente eléctrica recorrer la columna vertebral.

— ¿Te encuentras bien? –me preguntó la señora Hudson, colocando su mano sobre mi frente – No tienes fiebre, pero tienes el rostro rojizo.

— No es nada…

Sonreí apenado por la vergonzosa situación.

— Las reacciones de los seres humanos son inusuales e inocentes en algunos casos especiales –dijo, Lestrade – ¿No les parece?

— Y con las personas correctas –acotó la señora Hudson y se dirigió a mi- No es conveniente caer enfermo, necesitas tomar pastillas contra ese resfriado.

—  Estoy en perfecto estado.

— Iniciemos el brindis –intervino Lestrade- Sherlock, no soportará otro minuto más. Aceleremos el desarrollo de la reunión para así pasar a la parte musical.

 

— Ya quiero escucharlo- dijo entusiasmada.

Por supuesto que yo también lo había deseado hace mucho tiempo. Y cuando al fin llegó el ansiado día, la situación entre nosotros no era la más óptima.

Todos formamos un círculo, alzamos nuestras copas de champagne y brindamos felices por la ocasión. Otra vez, mis ojos lo buscaron y se llevaron una gran sorpresa; Sherlock me estaba viendo mientras bebía. Su mirada es penetrante, no tuve elección, aparte los ojos hacia otra dirección. Busqué refugio en la conversación banal entre los invitados, era suficiente de emociones intensas. Ya más tranquilo, llevé el hilo de la conversación que fue interrumpida por los melodiosos sonidos del violín. Frente a la chimenea, Sherlock inició el repertorio de piezas navideñas, interpretadas excelentemente. Mi parte egoísta apareció, al querer pretender que lo primero en tocar luego de su viaje, fuera dedicado solo para mí… 

— ¡Bravo! – gritaron en coro, mientras aplaudían.

Enseguida, otra pieza tomó protagonismo. No pertenecía a ningún autor; es creación de él. Debió componerla durante la madrugada porque algunos pasajes los recuerdo. Todos disfrutaban la música, menos yo  porque empecé a analizar. Plasmado una especie de sufrimiento en la música. Está revelando sus emociones ocultas o desconocidas. Los sonidos llegaban a mí como códigos encriptados, obligándome a  descifrar el mensaje oculto. Tratándose de Sherlock, nada es sencillo.  La música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio.

— Una esplendida reunión –dijo Molly, dirigiéndose a la señora Hudson-, también la comida; es toda una experta.  Gracias por todo. Feliz navidad –le otorgó un cálido abrazo, seguido por un regalo – Esto es para…

— Tranquila, yo le entrego por ti.

— Le estaré eternamente agradecida.

No muy lejos, Sherlock y Lestrade intercambiaban palabras. A pesar de estar a espaldas de ellos, tenía la leve sospecha que me miraban.

—… fue interesante conocer a tu círculo de amistades –comentó, Lestrade-, son agradables y comunes; no parece ser el prototipo de personas que escogerías. Estoy sorprendió por tu capacidad de socialización. Y estoy desilusionado. Guardaba las esperanzas de poder escuchar a John tocar el piano –agregó- Acaparaste toda la atención solo para ti.

— La reunión no fue idea mía –rechazó la afirmación-. Suelo pasar estas festividades tocando el violín a solas… en una ocasión tuve la compañía del irregular piano de John, que sí disfrutas estas fechas banales.

— Pero al pequeño lo cautivaste por completo. Y pese a todo, no lo aceptas

Le miró un tanto confundido por las palabras.

— No deberías comportarte así – continuó hablando, Lestrade- Me das vergüenza.

— ¡Yo no estaba hablando de eso!

— Te digo una cosa: más vale que empieces a dejar las cosas claras –antes de irse, agregó- Feliz Navidad, Sherlock. Vendré mañana, tengo asuntos por tratar.

A pasos seguros se dirigió a la salida. Fue el primero en irse. Pocos minutos después, Molly se despidió de todos, menos de Sherlock. Parecía que le aguardaba una cita porque estuvo vestida muy elegante. Un vestido corto de color rojo carmesí, escote discreto y a la vez revelador. Era una persona totalmente distinta a la que miraba  en el conservatorio; tenía el aspecto a un ratón de biblioteca. Un estilo parecido al mío, pero ella lo llevó al extremo.  Con la señora Hudson, estuvimos en la cocina conversando  prolongado tiempo, mientras degustamos las galletas que preparó especialmente para nosotros.  Sherlock mantuvo silencio, comiendo su parte de las galletas, sentado en su sillón.

 

De reojo di un vistazo hacia su dirección; seguía quieto. Tanta tranquilidad empezaba a preocuparme, provocando desatención en la conversación.  Mi comportamiento llevó a nuestra casera, levantarse de la silla y anunciar su retirada del lugar. A cada quién nos dio un abrazo fuerte, lleno de cariño, enseguida pronunció la frase: Feliz Navidad.  Con una amplia sonrisa se despidió de ambos. El último sonido en escuchar fue el de la puerta cerrarse, luego el silencio  se apoderó de la sala de estar. Estuvimos sentados, uno frente del otro.  Los nervios tomaron control, parecían sudar frío mis manos. En cambio, Sherlock bebía tranquilo su taza de té.

— Podrías pasarme ese paquete rojo que está encima de la mesa –preguntó.

— ¿Es broma? –pensé para mis adentros- Puedes hacerlo tú mismo. Solo te separa tres pasos de tu objetivo.

— Es Navidad.

— ¿Qué?

— Fecha en la cual las personas se comportan bien con todo el mundo. Se un buen chico, John y hazlo.

— ¡Tú no crees en la navidad! – reclamé.

— Pero, tú sí.

Mostró esa sonrisa de victoria. Me levanté de mi cómodo lugar para complacerlo. Ganas no me faltaron de estampar el paquete en su bello rostro. Todo aquel esfuerzo fue en vano;  le  bastó escasos segundos para adivinar el contenido del paquete. Lo metió a su bolsillo y continuó bebiendo té. El silencio volvió a tomar protagonismo.  Pero, no por mucho tiempo. Aclaré mi voz, con el fin de obtener su atención; dio resultado. Me vio directamente a los ojos.

— Sherlock… -hice una pause, necesitaba reunir valor - ¿Recuerdas el beso de antes? ... me besaste ¿verdad? Es que no lo recuerdo bien –avergonzado baje la mirada, lejos de sus ojos inquisidores.

— ¿Me va acusar por acoso sexual?

Su respuesta fue la última que hubiera esperado. Sin duda, es impredecible.

— ¡No! ¿Quién crees que soy?

— Una persona con altos índices de moral –respondió sonriendo – Por qué deberíamos embarcarnos en una discusión sin sentido, si podemos hacer algo más productivo - se levantó del sillón de golpe – O acaso tenía la intensión de ayudarle a refrescar su memoria.

— Escojo la primera opción –me apresuré en responder.  

 

 

 

 

 

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27 de Diciembre,  esa noche  los copos de nieve cubrían la ciudad con un manto blanco.  El frió se incrementó, obligando a los ciudadanos refugiarse y dejar semi desiertas las calles.  La señora Hudson y yo estuvimos  dentro de  un taxi, rumbo al concierto de piano.  Tenía como invitados a 3 músicos prestigiosos, destacando Sherlock bajo las sombras de la discreción.  Al llegar, nos llevamos con la grata sorpresa;  el lugar estaba repleto.   Fuimos a ocupar nuestros respectivos asientos; la segunda fila.  Uno a uno, los pianistas subían al escenario a interpretar piezas complejas y perfectamente ejecutadas.  Escucharlos me dio un panorama del nivel donde me encuentro y el camino que tengo por recorrer.

— Sherlock, es el siguiente –anunció, la señora Hudson.

— Será la primera vez que lo veamos tocar en un escenario como este.

Ella estuvo más emocionada en comparación a mí.  Cuando salió el susodicho, fue la  persona que  aplaudía  con exaltación. La expectativa creada en él fue alta.

La corta distancia fue ideal para  observar su imponente figura mientras aplaudía.  Antes de tomar asiento,  dirigió la mirada hacia mi butaca;  nuestros ojos entablaron conexión escasos segundos.  Dibujó una leve sonrisa.  Sentado, rápidamente ubicó sus largas manos  sobre las teclas del piano, sin entablar contacto físico.  El primer sonido fue como una punzada al corazón, el siguiente movimiento nos arrastró a un mundo desconocido.  Todos parecían contener la respiración por no perderse ningún detalle de la interpretación. Escucharlo es una experiencia satisfactoria, en  todos los sentidos.  No fue sorpresa que los asistentes lo aclamaran de pie, finalizado la pieza. 

Mientras todos comentaban del concierto, me escabullí  entre la multitud. Dejé a la señora Hudson en compañía de Molly, quién nos encontramos a la salida. Apresuré el paso, tenía que ser el primero en saludarlo. Algo agitado llegué a mi objetivo, una puerta me separaba de él. Tragué saliva, toqué dos veces antes de ingresar.

— Lamento interrumpir… -callé al verlo.

Estaba parado, vistiendo la misma camisa con tres botones desabrochados. Su cabello ensortijado volvió a su estado original.

— Termina de… cambiarte, yo te espero… a fuera –titubeé.

Como si fuera un depredador, lo vi acercarse paso a paso.  Huir no era opción en esta situación, sino asumir las consecuencias de tus actos. Sin ningún aviso, Sherlock rodeo mi cuerpo con sus largos y firmes brazos. Quedé en shock.

— Feliz Navidad, John.

— Pe…pero ya pasó navidad – le corregí.

— Para mí, hoy lo es.

Nadie dijo nada. Las palabras sobraron con ese abrazo, entendía a la perfección lo que quiso decir. Nuestro tiempo terminó, nos separamos lentamente sin despegar la mirada del uno al otro. Es ahí donde todo empieza,  cuando te das cuenta de que quisieras besarle. Miraba hacia dos direcciones: la primera, su boca. La segunda, sus ojos. Comprobé que  mi boca robó parte de su campo visual. Atracción mutua, conduciendo a un inevitable beso. Cerré los ojos, me abandone a ese ansiado contacto que, hasta entonces, había sido solo un roce entre nuestros labios. Así fue el primer beso, no fue mágico debido a las circunstancias.

Al fin nuestras bocas se fundieron en un beso tímido, como si los dos tuviéramos miedo. Por su parte, Sherlock pretendía tomar el control de la acción, acercaba y aleja sus labios de los míos. Hacía movimientos torpes, nada placenteros, típico de un principiante. El genio no poseía conocimientos sobre el tema, por instinto estaba actuando. A pesar de ello, mi corazón latía a mil por hora, mientras mi mente se puso en blanco.

Continuamos envueltos en aquel sutil beso, hasta que decidí demostrar a ese engreído mi técnica. Llevé ambas manos a cada lado de su rostro, conectados por la mirada, hice que incline la cabeza hacia abajo para poder besarlo. Cerramos los ojos al mismo tiempo, la sensación se duplicó al sentir la textura de sus labios. Son suaves, deliciosamente apetecible para mi paladar, aunque no introduje mi lengua a su cavidad bucal, logré saborearlo. Poco a poco empecé aumentar el ritmo, para no asustarlo y enseñarle como debería ser un beso.  Aprende rápido, le bastó segundos para seguirme el ritmo del beso y mejorar la técnica.

— Sherlock… -dije con la voz entrecortada, mientras acariciaba su rostro.

La excitación nos llevó a perdernos en nosotros mismos, olvidarnos del proceso biológico llamado: respiración. Rompimos el beso a pesar que ninguno lo quería.

— ¿Sabe que usted es culpable de una de las crisis más importantes de mi vida?

Solo atiné a fruncir las cejas.

— No quiero andar con rodeos; creo que estoy enamorado de usted, John Watson. 

 

 

 

Notas finales:

Como mencioné anteriormente, estoy escasa de tiempo, no puedo escribir como quisiera... Así que me van a tener paciencia con las actualizaciones que no serán constante.  De antemano agradezco que sigan la historia n.n  Saludos.


PD:  ¡Quiero vacaciones!  Dx


PD2: Por error borré el review de Anne102:

Respuesta: 

Los LINK que dejo en los capítulos, son las piezas musicales  que son interpretadas en el desarrollo de la historia.  También estoy pensando dejar link de música que acompañe la lectura, claro cuando hay capítulos sin piezas musicales.

En efecto, la película se llama " The Devil's Violinist" y para el título del fic  utilicé el nombre de la canción del tema principal de la película (me encanta esa la canción, estuve adicta por dos semanas escuchándola xDDD)

No la película Begin Again, la veré, ya me entró interés de ver :D  , Pero será más adelante ya que no cuento con mucho tiempo Dx   Todo que va relacionado a música llama mi atención.  

Respuesta: 


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