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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John.

El día se convirtió en todo una odisea. Lo único que deseaba era llegar lo antes posible a Baker. Contaba los minutos para poder tomar una refrescante ducha, comer la comida  preparada por la señora Hudson y descansar. El taxi se detuve en el 221B, pagué la respectiva tarifa, al bajar suspiré porque al fin llegué a mi destino. Escalón a escalón iba subiendo hasta llegar a la puerta, la cual estaba entre abierta.  No le tomé importancia, al ingresar todo parecía normal, dejé mis cosas encima del sofá.  Caminé en dirección a la habitación de baño, justo cuando mi mano sostuvo la perilla, escuché una voz conocida detrás de mí.

— Llegas tarde, John.

— ¿Sherlock? –volteé al instante la mirada- ¿Cuándo llegaste?

— La pregunta correcta sería: ¿A qué hora llegué? – me corrigió con arrogancia- Mi respuesta es; hace diez minutos. Tiempo suficiente para constatar que estuviste 7 veces en mi habitación y la última fue esta mañana.  Y te mantuviste casi toda la madrugada tocando el piano.  El desorden  dentro del perímetro del instrumento, sugiere que te quedaste dormido esta mañana.

— Te olvidas de un detalle.

— Llegaste a tiempo –hizo una pausa, al posar sus ojos en mí- Obtuviste una calificación perfecta por parte de los jurados. Felicitaciones, John.

Sonreí como si hubiera recibido el mejor cumplido del mundo.

— No te pongas cómodo, saldremos.

— Pero, si acabo de llegar –levanté mi voz de protesta- Tú también debes estar cansado, luego de tu viaje… ¿¡Qué haces, Sherlock!?

— Disfruta el baño –me empujó hacia dentro y cerró la puerta- .  Procura no demorar más del tiempo promedio  que utilizas en tomar una ducha. Porque estamos escasos de tiempo, cada minuto cuenta.

 

Fue tan extraño el desarrollo de los acontecimientos. Primero en Baker street  y a la siguiente hora, dentro de un taxi rumbo a un lugar desconocido para mí.  Guarde silencio durante todo el trayecto, no a causa de él, si no inútilmente buscaba alguna explicación.  Por su parte, Sherlock no mostró ninguna emoción mientras manipulaba su celular. Rompió su concentración en el instante que el  vehículo detuvo la marcha. Lo guardó dentro del bolsillo de la camisa, me sorprendí al tener su rostro muy cerca del mío, atiné a retroceder por instinto. Iluso creía que me robaría un beso en un lugar público.

 

Caminamos en dirección  al distinguido edificio, ubicado frente a nosotros.  Las personas que hacían su ingreso, vestían elegantes trajes; a la altura de la reunión por desarrollarse. Me sentía fuera de lugar al ver tanta aristocracia. Ahora comprendía porque Sherlock, exigió que usara el único traje disponible. En él cualquier prenda de vestir le favorecía,  resalta sus facciones, siendo el punto de enfoque entre los asistentes. Yo opacaba su radiante presencia. 

 

— Ahora puedes decirme, qué hacemos aquí –busqué respuestas.

— Simple. Estamos en una reunión.

— Pero, cual es motivo –me puse frente a él para encararlo- Sin ninguna explicación terminé involucrado en este asunto desconocido.  ¡Tengo el derecho de saberlo!  

— Es cuestión de tiempo y lo sabrás –respondió tranquilo – Entre tanto, disfruta de la reunión como las demás personas. 

Resignado, no me quedó otra opción más que esperar.   Los minutos pasaban y nada cambió, seguíamos parados inactivos. Sherlock no parecía tener interés en ninguno de los asistentes, pero miraba de un lado a otro. ¿Acaso estaba buscando a alguien o esperando? La respuesta solo él lo tenía. Sus ojos se posaban en todos, menos yo, de forma hábil cambiaba de dirección. Cansado de la situación, le dije que iría a buscar comida  porque moría de hambre.  Hizo caso omiso a mis palabras; ni se dignó a mirarme. Así aumentó el  mal humor acumulando.

 

El buffet abarcaba diferentes tipos de comida, era arte hecha comida. Con el plato en las manos, no sabía por dónde empezar y terminar, todo tenía buen aspecto. Indeciso, me quedé  parado. Una dulce voz, proveniente del lado derecho me sugirió probar la carne de cerdo, acompañado de vegetales y patatas. Al girar el rostro, hallé a una bella dama sonriendo. De cabello rizado, color rubio, por su fisonomía no era inglesa. Todo en ella, atrajo mi atención, eliminando cualquier rastro de mal humor. Al instante congeniamos. El tema de la comida nos llevó a mantener conversación fluida. Era tan agradable tenerla como compañía, no paraba de sonreír, de misma modo yo. Cuando se presentó, dijo ser asistente de un reconocido músico profesional francés y esta reunión, la temática es musical.  Por cuenta propia empecé a reunir información de una fuente confiable, mientras disfrutamos de una exquisita copa de vino. 

 

La tranquilidad duró poco tiempo. En la cúspide de nuestro intercambio de información musical, Sherlock hizo su aparición sigiloso. La sobresaltó  por hablar de improviso y estar parado al costado de ella.

 

—  Disculpe, la intromisión –dijo, Sherlock-. Su protegido está a punto de recaer en su adicción- se dirigió a ella- Le sugiero ir por él, antes que sea demasiado tarde y la noticia salga a los medios.

Sin decir nada, menos despedirse, salió a toda prisa. Había logrado su cometido, espantar a toda mujer que se acerca a mí. Sus celos son tan evidentes. Lo vi moverse a otra posición, entonces estiró el brazo derecho hacia mí.  Invitación para iniciar un baile. Creía que no iba a pedírmelo nunca.

 

https://www.youtube.com/watch?v=jOSnOuIVsBE

 

 

— Por encima de mi hombro – habló, Sherlock mientras estamos en la pista de baile-.  Joven, vestido marfil, cabello recogido con una flor de loto como adorno.

— La veo.

— Su opinión.

— Uhm… el rostro se me es familiar… ¡Lo tengo! –exclamé- Es la misma violinista de aquella ocasión.

Con la mirada busqué su aprobación.

— Correcto.  No existe mucha información sobre su persona; es todo un misterio su identidad.  Asistí a reuniones aburridas con el fin de recolectar datos, fue inútil.

— ¿Por qué tiene interés en ella?

— Haberla escuchado tocar el violín, responderá su pregunta.  No solo reduzca su capacidad en mirar; observe.

Me incomodó su respuesta.

— Por qué no simplemente va hacia donde está ella y se presenta.  No entiendo porque debemos estar observando desde lejos a la sospechosa, como si fuéramos detectives en busca de resolver un caso.

— Suena interesante ese oficio –bromeó- Mientras usted estuvo coqueteando con aquella dama, conseguí un dato útil. La pianista que la acompañó en el recital, es su asistenta personal.  Sería una gran fuente de información, pero la descarté por no encajar con mi plan.

Nos mantuvimos conversando sin perder el ritmo del vals. Sherlock seguía cada movimiento de las involucradas.  Me sentí desplazado, ahora una desconocida tenía el privilegio de acaparar la atención del genio.  Desvié la mirada al costado y me topé con un rostro familiar.  Mi anterior compañía, también estaba bailando majestuosamente con una persona bien parecida.  Atiné a sonreírle y hacer señas a través de miradas.  De pronto, Sherlock cambió el curso del baile, terminando al punto inicial. Al alzar la mirada, tenía sus ojos penetrantes sobre mí, paralizando mi cuerpo, literalmente porque aún seguíamos bailando bajo su guía. Ver a una pareja del mismo sexo bailar, no parecía importar a los invitados.

 

Nuestro tiempo a solas concluyó. Volvíamos a estar parados, uno al lado del otro, intercambiando miradas. Como si hubiera detectado nuestra intención, las dos personas observadas, se abrieron paso por la multitud hasta desaparecer por la entrada de una puerta de poca concurrencia. Conducía a otro ambiente exclusivo. Sherlock las seguía con los ojos, en ese instante cambio de expresión y al regresa la atención en mí, su rostro era normal.   

— Ya conoce mis métodos-hizo una pausa-  Dejaré que se encargue de Lestrade.

Dejé escapar un suspiró. Comprendí cual era la siguiente función por cumplir.

— Sé dónde estará, lo alcanzaré pronto.

— Por cierto. ¿Quién le enseñó a bailar?

— Usted –sonreí al responder.

— Pues, he hecho un gran trabajo.

Orgulloso por el resultado, sonrió de manera risueña, causando estragos en mi interior. Tenía la capacidad de ponerme en jaque mate, con una sola palabra o acción. Parecía estar a su merced, prisionero de su fascinante música.  Guiñó el ojo izquierdo, enseguida cada quién tomó caminos diferentes. Sherlock la seguía desde una distancia prudente para no levantar sospecha alguna. 

El cuarteto de músicos tomó protagonismo al interpretar una pieza musical compleja en su ejecución. Mi recorrido fue interrumpido por los sonidos que invadían mis oídos, quedé extasiado. Quisiera haber tenido más tiempo para disfrutar la pieza, pero debía ir al correspondiente lugar. Aceleré el paso.

 

— Es difícil encontrar un músico que interprete ese pasaje con precisión.  – se oyó una voz -, sobre todo tocar con pasión desmedida.  En especial un violinista.

Sherlock, mantuvo silencio al verla parada al costado. La cercanía entre ellos, lo llevó a deducirla a través de las señales que muestra cualquier ser humano, sin embargo este no era el caso. No comprendía por qué no podía leer nada en ella, era un cúmulo de interrogantes.

— Ya estamos los dos solos. Señor Holmes.

— La señorita Adler, supongo.

— Miro su rostro y no puedo dejar de contemplar tanta belleza –dijo fascinada, a poca distancia- La armonía hecha hombre.

 

Por mi parte, fui hacer frente a mi objetivo asignado. Me abrí paso entre la multitud que miraba como bailaban los invitados majestuosamente; unas que otras parejas. Mi presencia no fue detectada  porque miraba de un lado a otro. Era evidente, Lestrade buscaba a Sherlock. Para su sorpresa, aparecí frente de él, sosteniendo una copa de vino,

— Hola, Lestrade.

— ¿Dónde se encuentra, Sherlock? –fue directo al grano.

— Lo perdí de vista.

— Entonces, ayúdame encontrarlo de inmediato – dijo con el semblante serio- . Seguro está detrás de los pasos de aquella violinista.

Un momento, porqué Lestrade sabe sobre el asunto. ¿Acaso, Sherlock volvió a ocultar información importante? ¿A qué estaba jugando? ¿Por qué siempre soy el último en enterarme todo? Tantas preguntas por responder y tenía a la persona indicada para resolver mis dudas.

—  Puedes explicarme, qué está sucediendo –ejercí presión a través de los ojos.

— Es una larga historia.

— Tengo toda la noche para escucharla.

Dio un suspiro pesado, en seguida cogió una copa de vino que sostenía uno de los mozos. Bebió el contenido en su totalidad, Ya estaba listo para iniciar el relato.

— Durante este último viaje, conocimos a una misteriosa violinista con habilidades excepcionales; hasta el punto de logar atraer la atención de Sherlock. Al principio creí que solo se trataba de su música, pero me equivoque. Su interés fue más allá.

— Es bella…- nunca antes me costó elogiar a una mujer- y sumamente talentosa.

— Ya escuchó su música –sonrió burlón- Es como el canto de las sirenas: quedar hechizado por su melodiosa voz envolvente. Y poco a poco caer en la trampa. En resume: es el efecto de su violín.

 Le mire intrigado por la última declaración.

— El instrumento  de cuerda es un Stradivarius, construido por un miembro de la familia italiana de Antonio Stradivari.  Son muy valorados por los intérpretes más importantes del mundo y por los coleccionistas de antigüedades. Las características sonoras e individuales de estas obras de arte son consideradas únicas, y a menudo los instrumentos se identifican por el nombre de alguien, generalmente un músico famoso que fue su propietario o que simplemente lo utilizó en algún momento para sus interpretaciones.

— He escuchado sobre ello por parte de Sherlock. Es todo un experto y apasionado del tema.

— Ahora comprende  su interés –las palabras se convirtieron agujas para mis oídos- Nunca antes lo había visto interesado a ese punto, más aun en una persona.  Estoy sorprendido.

 

 

Irene Alder, adoptó una postura sensual, ante la falta de atención por parte de Sherlock, quién estuvo mirando a los músicos.

— Me gusta los relatos y la música –dijo Irene-  Lo inteligente es sexy.

— ¿Le cautivó los sonidos del Stradivarius o la historia?

— Usted es el experto, dígame. 

— El violín tiene una suerte nómada. Comienza a pasar de mano en mano, por varios países (por ejemplo en China, donde paso la gran parte de su tiempo), hasta llegar a nuestros días, cuando un coleccionista cree reconocer en un violín de color rojizo, que está siendo subastado en Montreal, el legendario Violín Rojo.

— Dicen que en el mundo hay solo 10 o 12 personas capaces de reconocer un Stradivarius auténtico ante tantas falsificaciones que existen –dijo pretensiosa.

— Un Stradivarius auténtico se distingue por sus finísimos acabados, madera de extrema belleza tornasolada y la etiqueta que cita el año y el lugar donde fueron construidos. Un precedente es la señorita Elizabeth Pitcairn, a quien su abuelo compró el violín para su cumpleaños Nº 16, en 1.6 millones de dólares en una subasta de Christie’s en Londres.

— Toda una belleza -dijo- La utilizo para mi protección. No soy de las personas tranquilas, me gusta portarme mal –sonríe juguetona y gira el rostro – Fue un intercambio equivalente.

 

La conversación se detuvo, la música cobró relevancia a comparación al tema en discusión. Los dos permanecieron callados, la mirada al frente, observando a los músicos durante la ejecución de la pieza.  Absolutamente nada podía deducir Sherlock en ella, signos de interrogaciones aparecían en todo la extensión de su  delineado cuerpo. Pretender escuchar la música, fue la excusa perfecta para buscar indicios en la acompañante de Irene, quien estaba a pocos metros. Desistió porque tenía su mirada fija en ellos; recelosa. No pasó mucho tiempo, Sherlock e Irene abandonaron el salón para dirigirse a otro ambiente privado.

 

Sentados, uno frente del otro, Irene cruzó las piernas, dejando a la vista el atrevido escote del vestido. Los brazos apoyados en el sillón, mientras sus ojos permanecían fijos en Sherlock.  Sus labios color carmín, dibujaba una sonrisa encantadora, a la vez seductora, pretendiendo coquetear a través de la mirada.  No tuvo éxito porque su acompañante se supo de pie, caminó hasta la mesa donde había dos estuches de violines.

 

 — También a captado mi atención Mr. Holmes –Dijo, Irene, teniendo a Sherlock de espaldas- .He seguido su corta carrera como violinista; toda una proeza.

 

Con la yema de los dedos, Sherlock recorrió parte de los estuches.

— Dos magníficos violines.

— Lamento desilusionarlo. El  Stradivarius que busca no se encuentra en este lugar. Ya le dije; es mi objeto más preciado, comparado con el valor de la vida –caminó hacia él y susurró -  El violín es el instrumento más hermoso del mundo, suena como si tuviera voz propia y dijera que no necesita otro instrumento a su lado. Es como la voz del alma.

— Dejará qué escuche la voz de su alma- preguntó.

— Una pieza oscura y malvada que encaje-respondió Irene, acercándose más.

 

La distancia entre ellos era mínima, podían sentir la respiración del otro.  Los labios entre abierto de Irene hacían suponer que iba hablar, sin embargo realizaron intercambio de miradas codificadas. El primero en escoger fue Sherlock, tomó el estuche del lado derecho y dio varios pasos hacia adelante. Desde su  posición sacó el violín, en seguida probó su afinación.  Comprobó el magnífico instrumento que tenía en las manos; un genuino Stradivarius, igual al suyo.

Al voltear la mirada, encontró a Irene con un celular rosado entre su mano. Le pidió su número telefónico para enviarle la partitura de la pieza que sacaría lo mejor de sus habilidades como violinistas.

—   ¿Cinco minutos? – preguntó, Irene.

— Será suficiente 4 minutos por la durabilidad de la pieza.

— Es serio cuando se trata de música –sonrió de lado.

 

“La música supera las palabras. Al intercambiar sonidos, puedes conocer a la otra persona, entenderla”. Sherlock, estaba a punto de dar credibilidad a esas palabras. Si no podía deducirla, lo haría a través de sus sonidos.  Colocó el instrumento sobre su hombro izquierdo, realizando una pinza entre la cabeza y el hombro, El arco sostenido con los dedos de la mano derecha. Lo mismo hizo Irene.  Parados, uno a frente del otro,  estaban más que listos para dar inicio al duelo.

 

 https://www.youtube.com/watch?v=vZhOq5uWDwE

 

 

 

A modo de preludio, compartieron el primer pasaje como si fueran una sola persona; sincronización.  Las notas se tocaban ligadas entre si, en un mismo golpe de arco (Legato) El corto preámbulo sirvió en el intercambio de miradas desafiantes, mientras realizaban el movimiento: Stacatto. Consiste en la separación levemente del arco de la cuerda entre cada contacto: haciendo que la cuerda haga rebotar al arco. Así la cooperación concluye con un desafinado silencio;  anunciando la llegada del inevitable suceso. La confianza de Sherlock estaba sobre las nubes, al igual que su ego. No tenía dudas de su inevitable triunfo, tomó la delantera al tocar las primeras notas. Al instante, Irene respondió, utilizando los sonidos del violín de manera armoniosa, dando pase al siguiente fragmento que le correspondía a Sherlock.

En un punto, la voz de ambos instrumentos se fusionó para crear armonía perfecta. Sin embargo, la rivalidad los separaba, dando pase en la demostración y confrontación de sus inigualables habilidades. Irene no dejó de mostrar esa sonrisa provocativa y desafiante a la vez; buscar desconcentrarlo. Además, le demostró que podía seguir fácilmente su ritmo. Puso en serios aprietos a Sherlock, al tomar control de la pieza, sin que él pudiera hacer algo al respecto, solo continuar tocando según la partitura. Los armoniosos sonidos del violín habían embriagado los oídos de su contrincante que bajó la guardia. Irene aprovechó esa debilidad para imponer su música, llena de vitalidad. Sus labios color carmín, dibujó una sonrisa provocadora, acompañada del brillo misterioso en sus ojos.

 

Transcurrió bastante tiempo desde la ausencia de Sherlock. La preocupación empezaba afectar mi estado emocional; ya era momento de ir a buscarlo, no podía esperar otro minuto más. Pero, antes debía encargarme de Lestrade, no dejaría que me vaya tan fácil. Estaba convencido: tarde o temprano aparecería en busca de mí. Era su as bajo la manga.  Inquieto por la situación, pensé la manera de escapar de mi captor, llamado: Manager. En ese instante escuché una voz dulce decir:

— ¿Me permite la siguiente pieza? –preguntó una bella dama.

— ¿Yo?

— Si –sonrió.

Qué estaba sucediendo aquí. Ella es la acompañante de la misteriosa dama. Porqué le está pidiendo bailar a Lestrade. Todo esto me parece tan extraño. Mis dudas se disiparon al ver como ella me guiñó el ojo.

— Sherlock, me dijo que es pésimo bailarín –dije.

— ¡¿Qué?! Se equivoca, soy bueno y mucho más –protestó a viva voz- Observa bien, John. Voy a demostrarte mis dotes de buen bailarín.

Con delicadeza tomó del brazo a la dama y se dirigieron hacia la pista baile.  Perfecto, respondió positivo a mi provocación; fue sencillo deshacerse de él. Tuve el camino libre para ir en busca de Sherlock.  La primera parada: el salón dedicado a los músicos interpretar diversas piezas. Entre la multitud busqué su imponente presencia destacar.  Caminé de un extremo a otro, observando a cada invitado, sin embargo, no había ningún rastro. Cada paso extinguía la esperanza.

— Joven, John Watson –escuché mi nombre ser pronunciado de forma familiar.

Volteé la mirada. Ahí estaba Mycroft, vestido elegante con un traje de etiqueta. Imponente como siempre, aunque ahora más que nunca. No sabría cómo explicar, pero posee un aura diferente. Sostenía una copa de vino, a su lado derecho estaba su asistente, Athena.

— Asumo que busca a mi hermanito –dijo Mycroft- ¿A usted también se le perdió? –sonrió burlón.

— No. Estoy esperando su llegada.

— Le sugiero ir a su encuentro porque no vendrá por cuenta propia –me miró- Sé perfectamente que desconoce su paradero, no hay necesidad de ocultarlo. Sherlock, siempre involucrándose en problemas, sin medir las consecuencias de sus actos. Y así lo hiciera, quiere correr los riesgos. Con la finalidad de saciar su hambre de conocimiento e interés.  

—  Se encuentra en aquella habitación – intervino Athena, señalando con la mano, mientras manipulaba su móvil con la otra.

— Es un ambiente especial del edificio – continuó, Mycroft- Aísla los sonidos del mismo modo que una habitación de práctica.  Insonoro para el exterior –sonrió de lado-, pero adentro es otra realidad.

— Sonidos… -arrastré la palabra- “mierda, ya comprendí su indirecta”

Di la vuelta de inmediato, dejando atrás a ambos. Caminé lo más rápidos que mis pies podían. Si la información de Lestrade era correcta, Sherlock corría peligro a manos de aquella mujer misteriosa; Irene Alder.  Mil pensamientos  rondaban en mi cabeza, atormentándome en todo el trayecto. Al fin llegué, algo nervioso por abrir la puerta. Trague saliva antes de colocar la mano sobre el picaporte, en el primer intento entré a la habitación. Cuatro pasos me llevó a ser parte de la escena.  Tenía a Irene  frente de mí, a poco distancia. No muy lejos vi a Sherlock, parado de espaldas.

— Usted debe ser la musa; John Watson – habló, Irene- Es un placer conocerlo personalmente, aunque las circunstancias no sean las adecuadas.

Quedé atónito al tenerla tan cerca, no por su belleza, si no el carácter  fuerte y determinación en sus palabras.  Mi instinto pedía a gritos mantener la boca cerrada, solo  limitarme a observar.

— Me había equivocado con él. Sí sabía  dónde mirar…  -giró la cabeza para dar un último vistazo a Sherlock.

— ¿De qué está hablando? –cuestioné al no entender sus palabras y esa mirada de complicidad por parte de ella.

— Cuide muy bien de él.

Sin más, avanzó de largo, dejando preguntas sin contestación, dentro de un mar de confusión.  Lo preocupante fue  ver a Sherlock, callado ante una situación así; parecía ser otra persona. El incómodo silencio se respiraba en todo el ambiente tenso. Mantener la boca cerrada, era la mejor opción, aunque quisiera hablar,  no podía articular ninguna sílaba. Simplemente mi voz desapareció, al igual que la  presencia de Sherlock, quien dio media vuelta.  Caminó a la puerta de salida.

— ¡Sherlock! – se detuvo al decir su nombre. Al no decir nada más, continuó.

La fracción de segundo en pasar por mi lado, logré mirar el vacío de su mirada. No había vida en ellos. Tenía un semblante más pálido de lo normal, y carente de expresión; un papel en blanco.

 

 

 

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https://www.youtube.com/watch?v=JWI2i5YEM5I

 

 

 

En cada rincón del piso  se podía escuchar una melodía, luego de días en completo silencio.  Por tal motivo suspendí mis prácticas en el piano, a su vez tenía la esperanza de volver a escucharlo tocar cualquiera de sus dos instrumentos. Día tras día subía por aquellas escaleras, y solo el gélido silencio me daba la bienvenida. La presencia de Sherlock se esfumó del piano que empezaba a llenar de polvo.  Me tumbaba sobre mi sillón a descansar y pensar el porqué estaba actuando así desde la llegada de Irene Alder. ¿Qué realmente sucedió ese día entre ellos?  Ninguno iba a darme una explicación, quedaría con mis dudas.

Todo adquirió otro sonido cuando una tarde abrí la puerta.  Una casi imperceptible melodía llegó a mis oídos, sin duda alguna, ese es Sherlock tocando.  Cada peldaño recorrido  me acercaba  más y  el sonido se hacía notorio. Al colocar un pie adentro, la señora Hudson  recogía los platos intactos del desayuno y almuerzo. Otro día que no tocó la comida, solo el vaso de agua estuvo vacío.  Apreté los dedos en forma de puño, conteniendo la mezcla de emociones experimentado.  Él continuó tocando el violín, con la mirada a la ventada, pretendiendo dejarnos en silencio permanente, al darnos la espalda. 

— Bonita melodía, Sherlock –dijo, la señora Huson al sostener la bandeja con los platos- . Nunca la había escuchado.

De improviso, Sherlock volteó y habló.

— Ha olvidado traer el té.

— Y tú has olvidado comer –respondió molesta la señora Hudson- A este paso vas a terminar realmente enfermo. Impidiendo que toques cualquier instrumento -le amonestó desde la cocina – Si tan solo tu madre estuviera aquí para exigirte alimentar. Ella tiene poder sobre ti.

Las cuerdas del violín silenciaron los reclamos de nuestra casera. Paró otra vez para escribir en la partitura sobre el atril.

— ¿Componiendo? –pregunté.

— Me ayuda a pensar - volvió a tocando.

— ¿En qué estas pensando?

La pregunta quedó en el aire, no fue respondida.  Sherlock me dio la espalda, se sumergió en la melodía; en su mundo.

— Bueno, me voy a dar una vuelta – intenté atraer su atención.

Aguardé unos segundos, con la esperanza que volteé a verme o dijera cualquier frase sin sentido. Nada…, no obtuve nada. Me sentí estúpido estar parado ahí, queriendo ir hacia él y con unos golpes sacarle el porqué de su actitud. No había necesidad, lo sabía, pero me negaba aceptar.  Irene Alder, era la culpable de su incierto estado.

 

 

 

Notas finales:

Mas vale tarde, que nunca.  T.T


Espero disfruten de la actualización -huye a su mundo.   


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