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Io ti Penso, Amore por azumicard

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Sherlock

Sucesiones de sonidos en forma lineal y coherente, que al combinarse resulta musical.  La partitura previamente analizada no poseía complejidad en ningún parte alguna; simple y precisa. Solo la complementación de ambos violines era el punto en cuestión. El duelo de protagonismo; callar al otro mediante intensos sonidos que penetren hasta lo más profundo.  Quebrantar su zona de confort.  Poseía la fórmula perfecta para hacer frente a mi rival. Cuya información es reducida, llegando ser nula mi deducción hacia su persona. Un enigma bajo mis ojos, pero no para la música. Mostró que poseía un fuerte carácter, tanto como una gran belleza. Irene Adler, permanecerá siempre en mis memorias como una completa y admirable mujer.

Todo apuntaba a que la pieza en cuestión será fácil de interpretar por su composición, sin embargo, otro fue el desenlace. Los sonidos de diferente frecuencia llegaron a converger en un punto en especial. De a poco, el sonido se escapaba de mis manos, sin poder hacer mucho porque los bellos y definidos sonidos de mi adversario aplastaron cualquier intento.  El Stradivarius rojo, hizo gala de su fama: se dice que la propia madera adquirió la vibración del río, lo que le daría un sonido único e irrepetible.

— Ha sido un placer –dijo Irene, sonriendo.

Parados, uno frente del otro, tenía el instrumento  sobre mi hombro, mientras la mano derecha sostenía el arco, apretando más de lo debido. Mi mente aún no asimilaba el acontecimiento reciente.

—No lo estropee –protestó al verme dar media vuelta.  Amenazó, utilizando el arco- Así es como quiero que me recuerde; la mujer que le venció. Buenas noches, señor Holmes.


El eco de su calzado se extinguía en cada paso, hasta que, una persona hizo su ingreso a la habitación.  John, cumplió su palabra y vino a buscarme, pero llegó en el momento incorrecto.  Un encuentro entre ellos era inevitable debido a las circunstancias, de igual manera no quería que intercambien palabra alguna con John. Directa y precisa fue, una provocadora frase lanzó  para luego continuar su camino. Victoriosa me dejó a merced del interrogatorio de un sorprendido John.  Hablar, estaba fuera de mis planes, como anteriores ocasiones hice caso omiso a su llamado.  Pasé de largo al costado de él sin decir absolutamente nada, ni dirigirle la mirada.  Sentí como sus ojos buscaban a los míos, en los escasos segundos que duró el pequeño encuentro.  La opción ideal era mantener distancia en todos los sentidos.  No dejo de pensar que fui derrotado en mi propio juego a manos de aquella persona, conocida como La mujer.

He perdido  la noción del tiempo y espacio.  Lo único  en mis pensamientos, son las notas musicales  apropiarse de este transporte, llamado cuerpo.  Me he perdido a mi mismo en la nueva composición, su melodía  me ayuda pensar referente al reciente hecho trascendental. Cerrar los ojos agudiza los sentidos  antes y durante el proceso de tocar el violín. Mis manos siguen el ritmo de forma natural, como si conocieran la pieza a profundidad, a pesar desear la primera vez.  Dejarse envolver y llevar por el ritmo.

—Sherlock… -escuché pronunciar mi nombre. Continué tocando.

— Traje el té de la tarde… ¡Sherlock! –alzó la voz-, otra vez  no has tocado la comida.  Tu cuerpo necesita  alimento o vas a colapsar.

Daría inicia a sus reclamos como los días anteriores.

— El cuerpo solo es un transporte.  Solo requiere lo suficiente de comida  y no llenarlo innecesariamente.  Desperdicio de tiempo en el proceso digestivo –di media vuelta y realicé una pause-  John debería haber vuelto del conservatorio.

—Qué caso tiene estar aquí, si su compañero de piso lo ignora todo el tiempo –dijo en tono sarcástico.

—Exagera.

— ¡Por Dios, Sherlock! –se cruzó de brazos- Durante estos últimos días, lo único que has hecho es encerrarte en tu habitación, tocar el violín horas y horas. Olvidando que tienes una vida aquí y ahora -suspira-Ya son tres veces que viene tu Manager para verificar si aún te encuentras con vida.

—Corrección, son cuatro.

— ¿Qué?

El sonido de los pasos anunciaba la llegada del invitado.

— Buenos días señora Hudson –saludó, Lestrade desde la entrada- , subí porque encontré la puerta abierta. Disculpa si interrumpo.

— Al contrario, es bienvenido –cambió de expresión y tono de voz la señora Hudson- Sé que tiene mucho por hablar con Sherlock, los dejo solos.

Mostrando una cálida sonrisa de despido de la visita y salió de escena.

—Al fin decidiste salir de tu propio cautiverio –dijo, mientras se ponía cómodo en el sofá – .Llevas días desaparecido literalmente. No coges el móvil, no respondes ningún mensaje; estoy incomunicado contigo. Como pretendes que lleve tu carrera profesional a la cima, sino cooperas. Eres un dolor de…

—Para qué te mando Mycroft –interrumpí.

— Vine por cuenta propia… -aclaró la voz, cubriendo su boca con una mano temblorosa, debido al nerviosismo Tu hermano no está involucrado, está ocupados en otros asuntos de más importancia.

— Como ocupar su sagrado tiempo en reuniones contigo a cafeterías.  Qué fue esta vez. ¿Pastelillos? – cuestioné, mientras observaba su vestimenta – Las migajas sobre tu saco, me lleva a pensar que fue una tarta casera, acompañado de una buena taza de té para Mycroft y café para ti.

La expresión de Lestrade, era una mezcla de emociones. Se mantuvo callado durante el proceso deductivo; no podía ocultar absolutamente nada. Las personas sin darse cuenta, entregan cantidad de información no verbal.  Son fáciles de leer. Avergonzado, Lestrade estuvo con el rostro volteado en dirección opuesta, evitando contacto visual u otro tipo. Por mi parte, serví un poco de té recién preparado a manos de la casera, que dejó un par de galletas caseras. Cogí una, di un pequeño mordisco; sin duda sus habilidades en repostería son buenas, pero no tanto como las de John, en el ámbito culinario.

—Tienes varias peticiones –reinició la conversación- , tanto como solista e invitado a orquestas sinfónicas. Naturalmente les he dicho…

—Rechazado –le interrumpí.

— ¿Qué?

— No me interesa, en lo absoluto –di un sorbo.

—Pero, no te he dicho con quién trabajarás. No rechaces las ofertas sin aún no saber de quién se trata.

— No hay necesidad –le miré fijamente- , lo he deducido.  Rechazado.

— Haz un lado tu odiosa lógica y por una bendita vez, escúchame.  Reconsidera, analizar las 6 propuestas que tengo en mis manos –flameaba la carpeta- No seas obstinado y deja explicarte cada uno de ellos. No tardaré. A demás, dos propuestas son muy interesantes, estoy seguro que aceptarás al instante.

—No existe margen de error –me puse de pie- Transmite el mensaje a Mycroft; mandarte como espía fue una pésima opción y predecible.

Antes de escuchar  más palabras del manager, cogí el violín. Las dispersas notas musicales silenciaron cualquier  sonido ajeno al mío. Volvía al punto de inicio. Un fuerte sonido proveniente de la entrada, anunció el retiro del huésped.

Como cada mañana, John dejó café preparado en la cafetera con la falsa esperanza que consumiera del líquido.  El cruce de palabras entre ambos, disminuía  al transcurso de los días,  pero su preocupación hacia mí es permanente.  Empezó a hablarme en otra forma no convencional, que ilógicamente comprendía a la perfección, sin embargo, hacía caso omiso.  Mi concentración estuvo direccionada en otros asuntos que no le competía a él y así debió continuar. Cada quién ocuparse  en su propia vida. No se cumplió como tal, el obstinado de John con sus intentos fallidos por entablar alguna conversación entre ambos, los cuales terminaba en un monólogo por parte de él. 


 

Era un día de agosto y hacía un calor abrasador. Baker Street parecía un horno y el relumbre de la luz del sol al incidir sobre los ladrillos amarillos de la casa del otro lado de la calle lastimaba la vista. Las ventanas  del piso estuvieron abiertas, de par en par, logrando capturar brisas refrescantes, de vez en cuando. Entre tanto, me ocupé de cambiar la cuerda del violín. Justo en el instante de posicionar el instrumento sobre mi hombro, John entró con buenos ánimos.  Al ver hacia la ventana,  estaba iluminado por luz artificial.  Adentro solo una lámpara era la fuente de energía, ubicada a lado mío. John, realizó la rutina de siempre, enseguida preparó la cena.  Acompañé la actividad, tocando una pieza que terminé de componer durante la tarde.

—Sherlock, la comida está lista –anunció.

Continué tocando.

— ¡Sherlock! –insistió.

— No tengo hambre.

—Hice pasta… -dijo tímido, acercándose a mí- También traje comida china como segunda opción para ti.  Yo…

—No tengo hambre.

Estuvimos uno frente al otro con la mirada fija. Nadie habló por varios segundos. Reacción en él no iba a encontrar, así que alcé el arco, dispuesto a continuar tocando, sin embargo otra fue mi sorpresa.

— ¡Basta, Sherlock! –bajó mi mano de un solo movimiento- Puedes dejar de tocar por un maldito momento ese violín. Estoy a punto de terminar odiándolo, al igual el sonido que emita cualquier instrumento tocado por ti.

Su enojo se vio reflejado en los ojos verdosos,  eclipsados por un aura asesina. Agregar palabra a la conversación, sería arrojar más leña al  voraz fuego.

— Tomaré un baño –anuncié.

— ¡Ahí vas de nuevo!-levantó la voz al verme apartar de su lado- , ignorarme es lo que has hecho en todo este tiempo.  ¿Qué pretendes, Sherlock Holmes?  -hizo una pause-  Me rindo…

Lo escuché decir en tono lamentable. Tenía ambas manos empuñadas con fuerza, al punto de lastimarse. La ira contenía resaltaba ante mis ojos.

—Todo tiene su límite y tú… -caminó hacia mí- estúpido engreído te puedes ir a la mierda. No voy a preocuparme más por ti. Mis buenas intenciones son ignorados al igual que a mi persona.  ¡Haz lo que quieras, como siempre lo haces! Sin tener en cuenta la opinión de los demás.

Azotó la puerta cuando salió, olvidando llevar su abrigo. A pesar de ser verano, aquella noche en particular fue friolenta. El viento helado golpeaba mi rostro. Mis pies me llevaron a despedir a John con la mirada desde la ventana. Era evidente que no regresaría  para dormir y albergaba la posibilidad de no volver a verlo hasta la noche del día siguiente.

Llamó mi atención su retraso de 2 horas, algo inusual en él.  Ningún imprevisto lo retrasaría de tal forma. En la comodidad del sofá, giraba mi cuerpo en distintas posiciones; la ansiedad parecía tomar dominio de mí. No dejé de contar los segundos transcurridos mentalmente. ¿John, dónde estás? Esa era la pregunta en cuestión, sin embargo, luego de un par de minutos, hallé respuesta a la incógnita.

 

— John –dijo Lestrade, interceptándolo a las afueras del conservatorio - ¿Tienes planes para hoy?

— No… -frunció las cejas.

—Sube –abrió la puerta del automóvil - . Iremos a un lugar apropiado donde podamos hablar tranquilos.

Sin levantar ninguna protesta, John se acomodó en el asiento posterior, mientras que Lestrade iba al volante. No era la primera vez que ambos salen solos, lo habían hecho en el pasado. Debido a los recientes acontecimientos, John mantuvo su boca sellada, mirando el reflejo de la luna.  A pocos minutos de haber iniciado la marcha, el automóvil se detuve.  Bajaron en simultáneo.

—Menudo lugar el que escogiste –dijo, John observando el lugar.

— ¿Tienes hambre?

— Sí.

— Entonces, no me confundí de lugar. Entremos, tenemos  reservación.

Se instalaron en una mesa con vista hacia la calle. La cafetería tiene los mejores pastelillos en toda la ciudad, motivo suficiente para ser el punto de reuniones. Cada quién ordenó a su gusto. El apetito de John, resultó ser escaso en esta ocasión, en cambio el otro, pidió lo de siempre, más una ración de canolis rellenos. Durante el tiempo de espera, Lestrade tomó la palabra.

— ¿Cómo se encuentra Sherlock?

—Se pasa los días componiendo música triste. No come, apenas habla para corregir a la televisión –dijo en tono de preocupación –  Nunca lo había visto actuar tan extraño, a pesar que nada normal exista en la vida de Sherlock.

Realizaron una pause forzado, debido a la presencia del mesero con las ordenes.

—Ya que no pudiste conseguir información del protagonista –continuó, John-, vienes a mí como tu último recurso.  Pero…, Mycroft podría haberme llamado. Si no tendría ese complejo de superioridad.

— Está ocupado.

— No es escusa y no lo justifique –dijo algo enojado – Su preocupación de hermano mayor, lo utiliza cuando es conveniente. Tiene tiempo suficiente para venir a Baker como solía hacerlo y no mandar a su emisario.

— La situación entre ustedes no anda bien ¿Cierto?

Dejó sin efecto la pregunta,  dando un sorbo de té.

—Debería traerle propuestas de trabajo.

— Las ha rechazado todos. No tiene interés de volver a los escenarios. Se ha recluido en los sonidos que emana su violín.  Ha dejado de lado al piano.

—No es lo único que dejó de lado –dijo en tono melancólico- Gracias por la invitación, Lestrade, pero debo regresar. Llevo un día desaparecido, no deseo que sean 2. Aunque… -se pone de pie- ,no habrá  cambio sin o con mi presencia.

 

Mi mente terminó plagada de pensamientos molestosos, entre ellos, el nombre de John Watson resonaba insistente.  Los sonidos sufrieron metamorfosis, no eran armoniosos y la melodía carecía de los componentes básicos; un completo desastre.  Luego de mucho tiempo, experimenté frustración, nada que tocará mis manos parecía funcionar.  Me tumbé sobre el sofá, lancé un suspiro ahogado mientras dejé caer el violín de mi mano derecha a la alfombra. Las palmas de ambas manos terminaron unidas, luego las llevé debajo de la quijada y como último paso, cerré los ojos, entrando así  en mi palacio mental.

El flujo del tiempo quedó sin efecto. Cuando abrí los ojos, el lugar había quedado parcialmente en penumbra.  Sobre la mesa se encontraba la bandeja,  con el té de la tarde, acompañado de una porción considerable de galletas, recién horneadas.  Como en los últimos días, no toqué la comida, solo accedía a disfrutar el té, sentado en mi respectivo sillón. Frente a mi tenía el lugar vació de mi compañero ausente, debido a mérito propio. Al término,  caminé en dirección al piano,  constaté lo obvio; las huellas de sus manos, permanecen sobre los teclados, indeleble al tiempo y espacio.  Anduve caminando  por todo el perímetro que se compone la sala de estar. Por varios minutos mantuve la rutina monótona hasta detenerme en el momento adecuado, dictado por el cerebro. 

https://www.youtube.com/watch?v=ALGz2FHpJWM

 

 

La inclinación del arco otorga tonalidad de La menor a la obra.  Sin preámbulo alguno, ya me encontré tocando el violín; otra vez. No componiendo  música, sino volviendo al principio; interpretación de piezas complejas.  Análisis en la búsqueda del sonido perfecto a través de la partitura, en cada hoja escrita. Adornada con anotaciones sobre el pentagrama, que solo yo podía interpretar; un código particular.  Formada por un tema, once variaciones y un final. Mientras el ritmo iba en aumento, cerraba los ojos como un reflejo involuntario. Durante el lapso, visualizaba fragmentos de mi reciente vida. Gran parte pertenecían a la propiedad de John Watson: sus ensayos, los duetos conformados conmigo y en el rol de espectador pasivo activo. Desafiando a mi lógica, los recuerdos alimentaron la intensidad  y forma de los sonidos de manera significativa.

Los últimos pasajes fueron un arma de doble filo por la complejidad de los hechos. Quedé absorbido por una realidad alterna;  desconectado  del mundo real. A su vez, envuelto  en tonalidad adictiva por la gran velocidad, *pizzicato de mano izquierda, posiciones altas y rápidos cambios de cuerda. La complejidad que requería  mi cerebro  luego de inactividad, también física por parte del cuerpo.

— ¿Lo ha disfrutado? – me dirigía la persona sentada en mi sillón.

No tenía contacto visual, estuve de espalda, con la mirada hacia la ventana. Pero su presencia fue evidente a la mitad de la interpretación. Desconozco en que momento había llegado. Me tomó con la defensa baja en un momento.

—Yo diría que fue excitante –sonrió –  Se considera una de las piezas técnicamente más complejas. Para poder ejecutarla se requiere el dominio de técnicas  como los intervalos de octava, décimas y terceras.

Escuché su comentario dándole la espalda, con el instrumento aun en mi hombro y el arco sostenido por la mano izquierdo.

—  En dobles cuerdas, escalas y arpegios a gran velocidad – prosiguió- Sin duda, una elección correcta para un día como hoy.

— Qué tiene de especial –cuestioné, girando el cuerpo.

— Yo.

La miré sentada sobre el sillón de mi propiedad, con las piernas cruzadas. La mujer tenía una sonrisa pretenciosa, resaltando sus labios carmesí. Nos mantuvimos en silencio, fijando la mirada uno del otro. Entonces, dijo:

—Eres único.

— ¿Porque?

—¿Has tenido alguna vez a alguien?

—¿Perdón?

— Y dime lo has tenido de forma poco delicado.

— No comprendo.

— Entonces, seré delicada.

Dejó su lugar  cómodo para acortar la distancia interpuesta. La tenía parada frente de mí, manteniendo  la misma sonrisa inicial. Sus ojos buscaban los míos, el cual fue denegado a pesar de su sutil insistencia.  Como la primera vez, todo en ella era un misterio; no podía deducirla.

—La extensión de sus dedos son perfectos… característica de un músico –dijo con voz pausada- Piense en los violinistas, piense en lo que saben hacer con sus dedos.

La observé mientras hablaba.

— Sabría perfectamente cómo darle placer a una mujer-continuó- , sabría perfectamente dónde poner sus dedos, dónde tocar para sacar los mejores sonidos.  Y sabría perfectamente cómo atraer a esta persona y hacer que sienta placer al punto que probablemente ni siquiera tendría que entrar…

Dio unos cuantos pasos hacia adelante, pasando por mi lado. Estando de espaldas la escuché decir:

— Tocar un instrumento desarrolla no sólo el oído, sino también la vista y la precisión de los movimientos manuales.  Los sentidos se agudizan, en especial considero al tacto como fundamenta –dirigió la mirada a alguna pertenencia de John tirada sobre el suelo- El sonido lo percibimos como algo continuo, pero en realidad está producido  por un montón de sonidos cortos, pero tan seguidos que parecen un solo sonido,

— ¿Está en la búsqueda de sonidos? –le pregunté.

— ¿Se ofrece ser mi experimento?  O ¿Quiere experimentar conmigo? Aunque prefiero la primera opción. – unos movimientos la llevaron a tomar su posición inicial- ¿Cenamos juntos?

— Por qué –cuestioné al instante.

— Porque tengo hambre

— Yo no.

— Bien.

La intensidad de su mirada se duplicó al prestarle atención, en una escala considerable por tratarse de su persona.

— Porque iba querer cenar si no tengo hambre.

— Señor Holmes, si esta fuera la última noche ¿Cenarías conmigo?

La pregunta quedó en el aire sin contestar porque los sonidos provenientes de específico calzado se filtraron en la habitación.

— Ya es tarde –dijo La mujer  alejándose.

— Es John, No es el fin del mundo.


 

 

  John

Tomar un taxi a Baker no fue la tarea más difícil,  sino el hecho de caminar el tramo que separa la calle con la puerta de entrada. Cada paso que realizaba era más difícil que el primero, aun así continué mi marcha, en contra de mi voluntad. Introduje la llave en la cerradura, rogué por no encontrar a la señora Hudson merodeando. Teniendo el área despejada, me dispuse a subir las escaleras, una a una. Como los anteriores días, los sonidos del piano se mantenían ausentes; nada había cambiado. Soy un ingenuo al mantener esperanzas en un ser carente de sentido común y alma humana. Siempre anteponiendo su maldita lógica, olvidando la opinión de terceros. Un egocéntrico es su máximo esplendor.

Continué mi monólogo interno hasta el último peldaño.  Tan concentrado estuve con mis pensamiento que no presté atención a lo que me esperaba detrás de la puerta. Un acto de mecanismo,  terminó por presenciar una escena inusual. Quedé sin palabras al verla tan cerca de Sherlock, mi cuerpo no tuvo reacción por varios segundos después.

—Vaya sorpresa, Mr. Watson. Es un placer volver a verlo, aunque no en estas circunstancias –dijo ella, sonriente.

Por su parte, a él no pareció importarle la situación. Estuvo parado  sin realizar ningún movimiento o decir palabra alguna.

—Puede relajarse -prosiguió- , estaba a punto de retirarme. Mi visita ha sido gratificante en muchos aspectos -lanzó una mirada de complicidad hacía él.

Acto seguido, susurró algo imperceptible para mis oídos por la distancia. Sin embargo,  giró el rostro al escucharla, pero no dijo nada, solo la quedó mirando mientras abandonaba el lugar.

— Tienes preguntas, las escucho –dijo Sherlock, sentándose en su sillón.

— No.

—Olvidas que puedo deducirte a la perfección.

—Si sabes la respuesta porqué preguntas lo obvio –respondí molesto, a punto de regresar del lugar que no debía salir.

—La música encarna sentimiento sin forzar a que se sostengan y se combinen con el pensamiento, como es obligación en la mayoría de las artes y especialmente en el arte de las palabras– dijo de repente.

— ¿Qué?

—Es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras - continuó- y como quieras, siempre que  tenga pasión y  sea el alimento del amor.

— ¿De qué hablas Sherlock?

— Son las palabras pronunciadas por la Mujer, que no lograste escuchar debido a la distancia de separación. ¿He  aclarado tu duda?

— No recuerdo haberte pedido explicaciones respecto al caso.

—Era necesario.

Cada segundo que transcurría, perdía la paciencia.

—¡Claro que no! –levanté la voz- No soy tonto, Sherlock.

— De donde sacas esas ideas –dijo mientras se tumbó sobre el sillón.

Su comportamiento infantil  estaba a punto de sacarme de mis casillas. Su irritante tranquilidad me llevó al límite, pareciera que lo hiciera apropósito, con el único fin de llevarme la contra. Y para finalizar la presencia de aquella persona responsable  de haber transformado al músico genio, en un ser vulnerable.  Derrotado en su propio juego, donde las probabilidades de perder eran nulas.

Continuar la conversación no era la mejor opción, al menos para mí. Lo que había presenciado  me afectó indirectamente, aunque traté de ocultarlo (pésima elección) era como un libro abierto para él. A veces olvido su sorprendente poder deductivo y soy presa fácil de capturar. Caer en sus garras.

— No has tocado bocado alguno… -miré la bandeja de comida, ubicada en la mesa de centro- Ya van a cumplir cinco días desde que…

Fui interrumpido por el sonido del violín.

— Cuatro días para ser exacto –dijo mirándome fijamente- los cuales desapareciste un día completo. Por las arrugas en tu camisa;  pasaste la noche en el acostumbrado sofá –utilizó el arco para señalarme- No es bueno para tu cuello.

— No soy un estúpido violinista como tú.

Arremetí con furia contra él.

— Reproches sin razón aparente.

— ¿Qué? –fruncí el ceño.

— Rostro inexpresivo, cuello y mandíbulas tensos  -volvió a señalarme- Desde tu llegada has tenido las manos cerradas. Reflejo de “posesión”, hace que los dedos se cierren, aunque el puño no llegue a apretarse.

Me quedé sin palabras mientras continuaba escuchando a Sherlock, decir infinidad de palabras que no comprendía ¿A dónde quería llegar?

— Por tu lenguaje corporal, apunta a celos.

— ¿Celos? –dije con una sonrisa burlona – Te equivocas.

— Componer no es difícil, lo complicado es dejar caer bajo la mesa las notas superfluas – tocó varias notas musicales al azar.

Una vez más  comprobé su asombroso poder deductivo. Estaba en aprietos, no sabía cómo responder a la premisa.

— Maldición, Sherlock. Entiende,  no estoy celoso o debo deletrearlo para que el mensaje sea claro y directo – me aproximé a donde se encontraba.

— Celos.

— ¡Por Dios!  No creerás que realmente estoy celoso –respondí burlonamente-Porque eres el gran Sherlock Holmes. El músico genio.

— No.

Sin apartar la mirada en mi persona se puso de pie y paso a paso se acercó, como fiera acorralando a su presa. La distancia entre ambos, era mínima. Primero rozó mi mano derecha, enseguida sentí sus largos dedos fríos, posarse en  la piel cálida y rígida por la reciente acción. No tuve el valor de verle a los ojos como solía hacer, al discutir con él.

— Porque te tomé el pulso –susurró -Acelerado. Pupilas dilatadas ¿Quieres que continúe? – realizó la pregunta mientras  caminaba a un costado de mí.

Con la mirada seguí sus movimientos porque algo sencillo como hablar, terminó siendo una tarea imposible para mí. Mi respiración parecía entrecortarse, con grandes posibilidades de colapsar en ese preciso instante. A su vez, sentí recorrer una corriente eléctrica por toda la extensión de la columna. El  superficial toque, provocó  en mí, un corte circuito en mi cuerpo; era vulnerable  a lo que ocurriera.

Su siguiente movimiento fue inclinarse  hacia  adelante, debido a la clara diferencia de estaturas.  Dicho ángulo  era propicio para sentir su respiración chocar con mi oído,  y poner a prueba  el ritmo cardiaco. Mi corazón latía a mil por horas, la razón es más que obvia. Mantuve la boca entre abierta no porque esperaba algo, sino debido a la dificultad en respirar correctamente.

—  Pobre de ti, traicionado por tu propio cuerpo –dijo Sherlock, adornado por una risa burlona, característico cuando tiene razón.

— Es…esto no es por ti –titubee, pero recuperé la compostura-  Me voy a mi cuarto.  Y recuerda, no es por ti…

Los colores se me subieron al rostro; moría de vergüenza. Lo único que deseaba era desaparecer  al instante. Di media vuelta, y mis pies empezaron la huida. No avance ni tres metros, cuando escuché mi nombre ser pronunciado.  Como arte de magia, me detuve, pero no volteé hasta sentir aquella mano tocar mi hombro. Acto seguido tenía los labios sellados por un repentino beso.

Tuve los ojos muy bien abiertos; la sorpresa se antepuso ante cualquier otra sensación; al principio.  Me bastó escasos segundos para cerrar los ojos lentamente, casi al mismo ritmo del beso. A pesar de haberlo hecho un par de ocasiones, con timidez sentí los labios de Sherlock unirse con los míos.  Pero, no fue impedimento, al contrario, esto recién estaba comenzando.  Mientras los segundos se transformaban en  horas, el beso tomaba intensidad.  Podía disfrutar a pleno la acción; ahora  tenía el control  de la situación.

— John… -dijo al romper el beso.

—  Aún estoy molesto contigo.

Sonrió de al lado.

— Entonces, debo esforzarme para revertir las cosas a mi favor–clavó sus ojos penetrantes en los míos- No es que te quejes mucho.

— ¡Cállate!

— He considerado que el amor es una ventaja peligrosa, gracias por la prueba definitiva –dicho esto, coloco ambas manos sobre mi rostro.

Algo confundido quedé por la inesperada confesión, que no vi venir aquel beso cargado de pasión. Tomó por sorpresa a mi agitado corazón, que no dejaba de latir rápido como el organismo le permitiera.  No encontré palabras para describir lo que sentía. Si el sonido del piano, hasta ese entonces, me resultaba bastante agradable, pero esta nueva sensación se multiplicó por 1000.  Sé que Sherlock, tiene algo especial, el cual me impide alejarme de su lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Luego de siglos vuelvo :'D  El tiempo, mi peor enemigo grrr
Espero no desaparecer muajajaja. Espero les guste el nuevo capítulo :3  


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