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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John

Simple y precisa era el recorrido de sus manos sobre mi rostro que terminó rodeando mi espalda. Se deslizaba suavemente, como seda, con un toque de frialdad; debido a la temperatura corporal.  No podía quedarme sin hacer ningún sonido en cada pausa, un suspiro anunciaba la incorporación de mis labios hacia los suyos. Era casi una necesidad indispensable; ley de la atracción.  Sin darme cuenta, tenía  el cuerpo muy apegado hacia Sherlock. Y debido a la diferencia de altura, mis pies tuvieron que cooperar, si quería  profundizar el beso que estaba tomando intensidad.  Entre la confusión de pensamiento, tenía la curiosidad por ver, que clase de rostro pondría, mientras compartimos aquel momento íntimo.

— John… - su primera palabra en forma de susurro, al finalizar la acción.

Apoyó su frente tibia contra la mía. Lo único que escuchaba, era nuestra respiración acelerada y su mano fría recorrer mi rostro lentamente. No me atreví levantar la mirada, me concentré en disfrutar al máximo cada segundo transcurrido.  Así como el silencio en la música representa la duración de una determinada pausa en una pieza musical. En nuestra situación, marcó la pausa a nuestra pieza musical que ambos componíamos con cada acción.

— ¿Sherlock? –dije al verlo inactivo.

— No hables, es molestoso.

— ¿Disculpa? –fruncí la ceja para luego lanzar una risita.

—  Desesperación evidente en copiosa cantidad de tanteo innecesario –le miraba directamente a los ojos- .  Sin contar la abundancia de sangre en zonas erógenas.

— ¡Cállate! –sonrojado grité - Sigues hablando, grandísimo… ¿Qué tal si empiezas hacer algo?

Los músculos del rostro enmarcaron esa sonrisa particular en él, cuando algo o alguien captan su  atención. Lo cual es difícil, considerando su personalidad.

Me sostuvo de la muñeca para arrastrarme hasta el sofá donde permanecimos parados en el medio del mueble. El intercambio de miradas se dio inicio cuando sentí sus penetrantes ojos, posarse en mí. La sensación de ser desnudado con la mirada, duplicó los nervios. Era imposible levantar la mirada porque complicaría la delicada e incómoda situación.

Lo vi avanzar un paso, eso llevó al corazón latir más rápido. El siguiente movimiento no lo vi venir; me tomó con la guardia baja.  Una ligera presión en la parte del torso, hizo que cayera lentamente como una hoja de papel. La textura suave del sillón amortiguo la sorpresiva caída. Pasé de ver el suelo, al techo de  la habitación, enseguida la atención se ubicó al frente, al ver a Sherlock sobre mí. Sus manos se ubicaron a la altura del hombro, sus piernas enredadas con las mías debido a la posición caprichosa.  En toda mi vida, no me había sentido tan nervioso, a su vez torpe y estúpido.  Parecía un primerizo, el cual daría su primer beso; inexperto en el campo. ¡Pero, no! Tuve varias novias, de las cuales, varias huyeron al conocer a mi compañero de piso.

Cerré los ojos al unir nuestros labios en un beso con diferentes ángulos,  sabor, pero con la misma intensidad. Me vi abandonado por ese ansiado contacto que, hasta entonces, se estaba convirtiendo en obsesión.  Me rehusé a pausar el curso que tomaba la escena. Lo sentí tan… viril sobre mí.

— Frio – dije en un susurro.

—  Es una reacción  porque  tu temperatura corporal se elevó –respondió, mientras  acariciaba parte del cuello – La razón radica en la excitación,  que vienes manifestando- Lo puedo comprobar. – sonrió.

Con la rodilla ejerció presión en el lugar correcto.

—  Tú… infeliz, crees saber todo, pero no es así. No sabes nada sobre el tema – protesté ante la insistente opresión– Además, no soy el único en la misma situación – bajé la mirada.

— Me niego a ser arrastrado  a los estándares normales – flexionó ambos brazos y  lanzó una mirada amenazadora -   Esto se está volviendo ridículo –bufó.

Repitió su primera acción, sostenerme de la muñeca. De un solo movimiento, me puso de pie, no tuve tiempo para formular alguna pregunta. Con la misma rapidez de sus deducciones, fui arrastrado en dirección a la cocina, y finalmente terminar atravesando la puerta de aquella  habitación impenetrable.  No caminamos más de dos metros desde la entrada,  y ya teníamos nuestras bocas ocupadas, disfrutando cada segundo  el dulce sabor. Nunca antes había experimentado la explosión de sentimientos, me estaba perdiendo… y  tenía miedo, no a lo nuevo, sino que esto terminaría rápido.  Aferrándome al presente, rodeé con ambos brazos,  su espalda; con la finalidad de acortar la distancia. Quería tener el privilegio y exclusividad de tenerlo solo para mí. El lado egoísta que tanto criticaba de Sherlock, ahora empezaba a experimentarlo en carne propia.  Pero tenía justificación,  la necesidad de pertenencia terminó por llevarme a actuar así.

Perdí la noción del tiempo al compartir esos besos apasionados,  con duraciones prolongadas que terminaban por quitarnos el oxígeno. Y en ocasiones unas gotas de lujuria incrementaban, aun más las hormonas alteradas por las interminables muestras de afecto. En el proceso, ya había perdido las dos prendas de la parte superior. Camisa y jersey, se encontraban adornado el piso  pulcro, entre tanto, fuI atacado con un beso en el cuello. De inmediato sentí una carga eléctrica atravesar la columna vertical, provocando que la espalda se arqueé.

— ¡Ah! - terminé por cubrir mi boca con ambas manos. Silenciar  cualquier tipo de sonidos provenientes de las cuerdas vocales.

 

— Uhm… te estás poniendo muy impaciente –sonrió al ver mis reacciones.

Me quedé callado, avergonzado  porque mi cuerpo me  traicionó en el momento menos pensado. Así mismo, cuestioné la situación: “Yo debería ser el autor que Sherlock emita cualquier tipo de sonidos. Él es el virgen, yo no” De ningún modo iba permitir que él tomará el control. Le cogí del cuello para robarle un beso, no era cualquier beso como los de antes, sino uno francés. Estoy seguro que aún no lo ha experimentando.  

— John…

Palabra mágica para detener la acción, su voz seductora era demandante.  Esos escasos segundos fue aprovechado para  realizar  un beso francés a su modo, el cual fue demasiado placentero y adicto a la vez.  No podía dejar de besarlo y empezar acariciar tímidamente parte de su cuerpo; la poca piel pálida que podía ver. En cambio, yo sentía  cada una de mis vértebras ser tocadas por una de sus manos, ahora cálida. Sus movimientos parecían componer una melodía porque lo hacía con un ritmo. Era como una extensión a su práctica musical.

— Deja de hacer eso, Sherlock. No seré parte de uno de tus experimentos. – con un hilo de voz hablé y di un paso hacia atrás.

Le vi sonreír de manera burlona.

—  Ese no es el motivo.

— ¡Claro que sí!

— Puedo deducirte, John Watson –avanzó un paso y me vio directamente a los ojos –  Es elemental, iré directamente al punto.

Dicho esto, lo siguiente fue tan rápido, al parpadear ya me encontraba  debajo de él,  compartiendo caricias nada tímidas.  Mientras exploramos el cuerpo del otro, logré comprobar la suavidad de la cama de Sherlock. Ahora podía entender porque pasaba durmiendo horas prolongadas; es demasiado suave, ideal para lo que pretendíamos hacer.  El ángulo en el que nos encontramos  aportaba otra sensación a los indefinidos besos realizados durante el proceso de quedar con menos ropa.  Sin embargo, el único semi desnudo era yo, no iba a dejar las cosas así. En medio del beso, ubiqué mis manos a los extremos de su rostro para acariciar y delinear esos pómulos; así iba bajando entre carias, sin descuidar el ritmo del beso.  Continué el camino por toda la extensión del dorso hasta el límite de la prenda.  Sin programar, mi mano rozó su entrepierna que logró robarle un suspiro y  sobresalto.  Era notorio el grado de excitación. Posicioné ambas manos a la altura del pecho y de golpe le abrí aquella camisa purpura (característico en él)

— ¡John! – protestó.

—  No te quejes -sonreí- analiza la situación.

Frunció la ceja.

— Maldición, Sherlock ¡Tú estás completamente vestido! – respondí cruzando los brazos, haciendo notar mi desnudez.

— Detalles.

— ¿Qué? ¿Detalles? –bufé y lo separé de mi- No sabes hacerlo.

— La ecuación es simple. Estaba en el proceso, el cual interrumpiste por una simple diferencia de prendas.  Quieres verme desnudo, bien –se empezó a quitar la camisa al mismo tiempo de responder.

Su pálida piel captó al instante mi atención, no podía quitar los ojos de encima. A pesar de verlo en ocasiones con el dorso desnudo. Esto era distinto, se veía peculiarmente más atractivo de lo usual. Brillaba con luz propia, adormeciendo mis cuatro sentidos.

— ¿John, estas escuchando?

— Perdón, qué decías – regresé a la realidad.

— Las notas, como pequeñas vidas, comienzan su camino desde el silencio amplificando gradualmente su campo de frecuencias hasta ser completamente audibles llegando a diferentes grados de intensidad. Una vez alcanzando su punto más elevado, la inevitable vuelta de regreso las aguarda –sonrió al ver mi expresión de confusión- Preludio, mi querido John Watson.

— ¿Preludio?

Me costó un minuto descifrar sus palabras. Lo anterior realizado solo era el preludio a lo que iba acontecer.  Alcé la mirada en respuesta, me encontré con esa mirada sensual que me absorbió y me dejó sin defensa. Entre abrí los labios para sentir rozar los suyos lentamente. Cada fracción de segundos parecía congelarse en el tiempo. Sentía su respiración golpear contra el mío, saborear a la distancia sus labios en cada contacto.  Desfallecer en cada suspiro de placer al verlo alejarse por capricho suyo.

En complicidad con la oscuridad nuestros cuerpos realizaron su primer contacto directo; piel a piel.  Sus ojos conectados con los míos; hablando el mismo idioma. La mente en blanco, disfrutando a pleno cualquier tipo de contacto físico. Es terriblemente experto con las manos, cada centímetro de piel que toca parecía arder, de mismo modo, los jadeos no se hicieron esperar por ambas partes. En el desarrollo del proceso, Sherlock adquiría conocimiento y lo ejecutaba adecuadamente para ser un virgen inexperto.

— Magnifico… -dije entrecortado al sentir caricias en la parte baja.

En todo momento mantuve los ojos cerrados, así amplificaba las sensaciones. Me retorcía de placer entre las sábanas de seda, impregnadas del aroma más varonil. En seguida todo cambió, abrí los ojos de golpe, lo inesperado había llegado.

— Ah… Sher… AHH…

— ¿Te encuentras bien? –se detuvo.

Primero negué con movimiento de cabeza.

— Estoy… bien, continúa…

— El cambio de tono de voz, advierte lo contrario a tu manifestación.

— Si te digo continua es porque lo quiero –le miré con los ojos casi cerrados- Si no lo haces ahora será peor. Confió en ti –sonreí.

No tendría porque quejarme, era consciente que esta parte del proceso iba a ser doloroso. Pero, mientras avanzaba el placer empezaba a tomar protagonismo a pesar de la expresión facial.

—  John –dijo viéndome a los ojos.

—  En serio, Sherlock, estoy bien –sonreí débil- No tienes que buscar aprobación en  cada paso que das.  Confío en ti.

—  Eso no expresa tu rostro.

—  Ignóralo…  – acaricie su rostro – Déjate llevar, así como lo haces con la música.   Sucesiones de sonidos en forma lineal y coherente, que al combinarse resulta musical. 

—  No eres el adecuado para enseñarme sobre música.

Pronunciada la palabra se movió.

—   ¡AH!  Sher…lock… ahhh…

El dolor con el placer se mezclaron, dando como resultado una agradable sensación que fue acompañado por unas sucesiones de sonidos de ambos involucrados. Era consciente de mi estado actual, así que cubrí mi rostro avergonzado, con ambas manos. Lo considero muestra de derrota, mi derrota contra Sherlock.  Nunca imaginé terminar bajo su mando, debía ser al revés. Yo soy con más experiencia entre los dos.  La humedad de sus labios  tocaron una de mis manos y lo escuché susurrar mi nombre de manera tierna. Cómo si pidiera permiso para algo.  Con delicadeza  rompió la barrera, conectó su mirada con la mía, no hicimos nada más que vernos.  Le sonreí al comprobar que  tenía esa mirada, no cualquier mirada, una de ternura.  Me devolvió el gesto, enseguida posó sus labios contra mis temblorosos labios. La correspondencia hizo el dolor más intenso, pero no corté el beso.  A ritmo lento y pausado empujaba  hasta llegar a lo permitido.

— John… -susurra en mi oreja.

— Sher… Sherlock… yo… ahhhh

Guardo el silencio a pesar de experimentar ambas sensaciones invadir todo mi ser, siento su mirada que me llama y me una a su entrega. Lo hice al mover las caderas.  Y en eso siento algo tan fuerte, tan duro dentro de mí, tan satisfactorio y doloroso al mismo tiempo. Mis sentimientos se desbordan en deseo, pero tengo algo de miedo a esta tentación placentera. Solo atino a aferrarme a las sábanas y desvió la mirada, no por mucho tiempo. Mientras se ejecutaban los movimientos, tuvo la mirada fija con aquellos ojos de color indefinidos que caprichoso como su personalidad cambian de color debido al tipo de luz.

El dolor era casi imperceptible, lo predominante es el placer al sentirlo tan cálido, tan firme. En un instante mi mente se puso en blanco, nuestros cuerpos  entrelazados se movían al son de nuestros latidos. Mantuvimos el ritmo, de la misma forma que compone Sherlock piezas musicales. Absorbido en su propio mundo, en este instante era su mundo y él el mío. Sentir su cuerpo tan cerca, tan íntimo, tan mío. Pasó mis manos a rodear su cuello, aferrarme a su contacto, que esto no tuviera fin y no fuera un simple sueño.  Una y otra vez pronunciaba su nombre en medio de dulces jadeos.

—  Me perteneces… eres mi composición.

— Sherlock, puedes dejar la música por un… –le vi a los ojos- Ahhh…

Un gemido se escapó de mis labios al sentirlo más profundo. Lo hizo apropósito.  Sus manos estaban componiendo música en cada caricia, la voz era imposible contenerla. El vaivén  es simplemente una explosión de sonidos,  como si varias teclas del piano estaban siendo tocadas al mismo tiempo. Mis piernas perdían fuerzas durante el proceso, al igual los brazos que reposaban  en los cabellos ensortijados, empapados de sudor.

 

 

 

SHERLOCK

 

Sus obvios deseos aumentan mis caricias  y mis manos acuden a satisfacer los puntos adecuados. Escuchar la imperceptible voz me llevó continuar empujando a un ritmo adecuado para los dos.  Mi frente reposaba en la suya, humedecida por los acalorados movimientos. John dejó los jadeos, ahora pronunciaba mi nombre de modo provocativo, una y otra vez; lo cual encendió mis neuronas.  Las caricias iban y venían, al igual que los besos inconclusos durante el vaivén de ambos cuerpos conectados por ese lazo significativo para los seres humanos. El amor es un fenómeno tan primario como pueda ser el sexo. Normalmente el sexo es una forma de expresar el amor, satisfacción y al punto de llegar a perderse a uno mismo.  El miedo a dicho proceso llevó a mi mente bloquear cualquier tipo de sensación relacionado al tema, sin embargo, fue alterado por el calor de sus labios, con la ternura de las yemas de sus dedos, con esa peculiar mirada sobre mí.  Sentía la necesidad de poseerlo.

— ¡AH! Des…despacio, Sherlock… -dijo en un hilo de voz.

Realicé la petición.

— Magnifico.

— Exageras –respondí.

— No eres al que le están… -no terminó la frase.

Sonreí al verlo avergonzado. Es un placer ocasionar reacciones como esas.

 No encontré palabras para describir lo que sentía, todo parecía tan ilógico.  En una fracción de segundos mi mundo cambió y con ello los pensamientos que siempre gobernaron mi mente. Me envolví en una palabra; aquella que envuelve a todo el mundo... en esa, que cambia el temor por confianza; que disminuye palabras, para aumentar besos descontrolados. Su voz era música para mis oídos, hasta ese entonces, me resultaba bastante agradable, pero en ese momento la sensación se multiplicó por 1000 cuando John movía las caderas en busca de más contacto. Contrayéndose en cada estocada, así mismo su voz aumentó de potencia.

Solamente sus caricias avivaron aún más todo el deseo dormido dentro de mí. Maldije la sensibilidad de virgen al sentir la mano de John acariciar mi nuca. Es cálida, demasiado agradable.  Nunca me había sentido así. Cerré los ojos a pesar de tenerlo mirándome con ternura. Enseguida sus dedos recorrían por toda la extensión de la cabellera: de abajo hacia arriba, en círculos para terminar cogiendo un mechón de cabellos, que tiró con fuerza hacia atrás. Le escuché murmurar algo codificado.

Estamos solos en el torbellino de la música y los valses. Hay que dar vueltas sin parar, dar vueltas hasta que no sepas adónde ir. No pensaba en nada, el sonido inesperado de las teclas del piano a velocidad  sonaban en mi cabeza.  Por primera vez, vivían la vida en su densidad única y total: la del momento presente.

— Cantabile.

Fruncí las cejas al escucharlo.

— El movimiento cantabile sería más lento y de forma más libre en contraste con la estructurada – continuó.

— Te equivocas –realicé una breve pausa- Es mas bien, referido a la interpretación, indica que debe hacerse de forma melodiosa y sin cambios bruscos, legato, como quien canta dulcemente.

— Como cuando tocas el piano. Tus dedos danzan sobre las teclas al ejecutar la pieza musical. Es lo que haces, en este momento –acarició mi rostro – Y me fascina tener al genio engreído tocandome como si fuera una extensión de un instrumento.

— Componer música.

— Hacerlo los dos juntos; un dueto como la primera vez.

En una fracción de segundo traje ese recuerdo al presente.

— Tu piano era terrible.

—  ¡Sherlock!

— Pero, lo disfruté –sonreí satisfecho, lo cual apaciguó su furia- A pesar de tu pésima técnica, sentí como si jugase con las notas musicales. Divertido pero no por ello  menos interesante.

— Nunca lo dijiste.

— No tenía porque manifestarlo. Aunque resulte agradable al oído,  no me gusta que te pases de listo por no respetar algo tan básico.

— ¡Ya, cállate!

Furioso  tomó por asalto mis labios. Posesivo, llevó el beso a otro nivel, uno más intenso al límite de la lujuria.

—  Tú abanico de sonidos es maravilloso. Todo tú es maravilloso, eres un maldito genio Sherlock Holmes – dijo jadeando.

— Elemental, mi querido John Watson.

Mantuvimos comunicación mediante miradas confidenciales. El silencio era ideal para observar a John desde mi ángulo, deducirlo en otro ámbito. Sigilosamente me acerqué para besarlo de distinta manera a lo que él lo hizo. Fue pausado, disfrutando cada segundo, cada suspiro, cada roce.  Ahora su aroma me pertenece, como su tonalidad peculiar al tocar el piano. Sonido que fueron evolucionando al transcurso de nuestra convivencia.  

— … Sher..lock – reprimió su voz.

Sonreír es inevitable, por tenerlo tan vulnerable a mi tacto. Verlo ceder ante las caricias más sencillas, causando estragos en él. El hecho de tener dominio absoluto en su cuerpo, que se movía ahora a mi compás; me convertía en  un ser todo poderoso. Así mismo, ambos  sabemos el placer de entrar el uno en el otro empujados por el temporal del deseo fuerte. Mantener la armonía de los movimientos en sus ojos que terminaron cerrados al sentir el éxtasis

Sin darme cuenta crucé el límite del razonamiento, dicho suceso que puso alerta a todos mis sentidos, los cuales cedieron ante el placer. La lógica fue remplazada  por el único nombre del mundo que logró tener un espacio privilegiado, en mi palacio mental; John Hamish Watson.  Las palabras que resonaban, una y otra vez… un eco, que se estaba convirtiendo  en molestoso. Por ejemplo: cuando se les ocurre pensar mientras observo la escena del crimen. Sin embargo, el ruido se difuminaba en mi cabeza, dio pase a una dulce melodía, acompañado por la voz entre cortada de John, quien se aferraba a las sábanas y se movía al ritmo marcado por ambos.  Luego de una pausa corta, en el cual vi el rostro de John empapada de  sudor, los ojos cerrados, respiración  agitada por la actividad física. Aún seguía aferrado al soporte. Un ligero movimiento por mi parte, hacía deshacerlo.  Sus gestos transmitían un mensaje distinto, en relación al inicio; el dolor se fusionó con el placer, dio como resultado los jadeos intensos.

 

— Sher…- volvió a pronunciar mi nombre, con esa voz que no me canso de escuchar.

Me acerqué para susurrar una frase que solo él recordará. Mientras tanto, acomodé su corta cabellera y besé esos labios que pedían ser cubiertos.

— Deja de tocar mis costillas como si fueran teclados – reclamó- Crees que no me he dado cuenta; interpretas una pieza.

— Buscó nuevos sonidos en ti – me acomodé encima de él.

— Mentiroso – fijó la mirada en mí – El primer movimiento es… -sus dedos se movieron en toda la extensión de las costillas.  
 

— No estaba dentro de la lista.

— Estoy estudiando otras piezas porque no quiero quedarme en el camino… Aún la brecha entre los dos es muy amplia, pero si continuo trabajando voy a…

— Superarme –concluí la oración- , imposible.

— Maldito infeliz –frunció el ceño- Voy a superarte a toda costa, así te probaré que puedes equivocarte en tus deducciones. No eres perfecto, eres un ser humano más.

— El único equivocado eres tú.

Busqué una posición más cómoda al que mantuve durante la conversación. El ligero movimiento provocó roce entre nuestros miembros. A diferencia de mi, John jadeó y giró la cabeza; ocultando su evidente excitación.  Veía claramente como su cuerpo se contraía sin haber hecho algo significativo. No podía comprender por qué algo tan superficial ocasionaba ese tipo de reacciones en él. No obstante, me agrada tenerlo así, tan vulnerable a mis pensamientos.

 

Con los brazos extendidos, uní mis manos con las suyas, el simple contacto resultaba tan agradable… al punto de cuestionarme las sensaciones que sentía; no encontraba respuestas a una acción insignificante.  De pronto, un golpe de sensación me sorprendió, John me besó con ansias, como si llevara siglos queriendo saborear mis labios, a pesar que ya lo habíamos hecho.              Me dejé llevar por esa pasión tan desconocida para mí hasta entonces, como cuando  quedaba absorbido con la música; aislado del mundo real.

 

Sin respiros, comienza el segundo movimiento, y nuestros cuerpos se funden en uno. Abandonamos el ritmo pausado del principio para dar paso a uno con más intensidad, donde logré obtener aquellos sonidos que buscaba en John.  Sus manos terminaron en mi espalda, el resultado por los movimientos continuos.  Estaba a su límite, nunca creí verlo deshacerse entre mis brazos, solo en sus interminables prácticas.  Un corte repentino, otro silencio de suspenso, y comienza el tercer movimiento; el último por lo visto.

— John... ¿Te encuentras bien?

Sus manos recobraron algo de fuerza al oír mi voz.

— ¿John?

— Yo... - estableció contacto visual y sonrió débil.

Limpié su rostro empapado de sudor, así mismo  apoyé su cuerpo contra el mío; no tenía las fuerzas necesarios para mantenerse solo. Es en ese instante cuando las dos energías físicas que han provocado tal bomba hormonal, deciden separarse y mirarse a los ojos, los cuales expresarán estados emocionales que pueden encontrarse en la misma frecuencia, o no. Es entonces cuando se descubre la complicidad, o el arrepentimiento.

 

— No quiero que termine -susurró -la Interminable melodía…

— Lo hará en algún momento. Nada es eterno.

— La música es eterna, época tras época, está fuera de los límites de la razón, lo mismo puede decirse que está por debajo como que se encuentra por encima de ella - rió al terminar -  Te escuché decirlo cuando discutías con Lestrade. Sabes cómo ridiculizarlo con un par de palabras certeras.

— Es un incompetente.

— Tú un... ¡Ahh!... Sherlock deja de moverte - se contrajo.

— No querías que termine ¿cierto? Estoy accediendo a tu demanda, John Watson.

Y, entonces, y partiendo de la complicidad de un momento tan especial, se empieza un diálogo físico y emocional mediante comunicación no verbal. Porque aún sin saber el motivo por el cual no dejaba de verlo, continua mis ojos puesto en él. Simplificando; el impulso de nuestros instintos motivados por nuestras hormonas, y sumados a la imaginación potencial de cada uno, intensificaron  el deseo interminable. Aquel deseo que quedó rezagado por ambas partes, sin que me diera cuenta llegamos a este punto, del cual disfrutamos.

 

 

Notas finales:

Como siempre menciono: "Mas vale tarde que nunca"

:D espero le guste la actualización y a la siguiente no demorar mucho.


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