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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John.

Siento recorres sus delgados dedos sobre toda la extensión de la espalda, en la búsqueda de los suspiros ahogados del placer. Así mismo, pegar su cuerpo contra el mío para poder sentir su necesidad en todo este tiempo separados. Su desesperación es evidente, son torpes sus caricias alrededor de mi entrepierna, pero lo suficiente para excitarme y responder enérgicamente. Lo beso mientras me muevo encima de él, ya que estoy sentado con las manos alrededor de su cuello. El tiempo restante será insuficiente para el periodo de separación, ante este pensamiento, me aferro a Sherlock y susurro en su oído lo que siento. Ahora mismo mi corazón es un caos, desde su aparición en mi vida se ha convertido un caos, del cual quiero permanecer a pesar de las consecuencias.

— Sherlock –digo al romper el beso.

— Es necesaria tu pregunta en este momento – pregunta viéndome.

— Cómo sabías que iba hacerte una pregunta.

— Es elemental mi querido Watson – se acomoda- interrumpir el coito no es común en ti, bueno… -se calla por un momento- Error, me corrijo. Por la manera que terminaste con una de tus novias, llegué a la conclusión que si lo hiciste en el momento del clímax. El tema en cuestión fue la música, sino no hubiera tirado ese objeto contra el piano.

— Tu cabeza sirvió como escudo – sonrío al recordar como recibió el impacto y terminó con un enorme chinchón.

— Salías con mujeres aburridas.

— No lo era, solo que a ella no le gsta la música clásica – rozo sus manos – Son perfectas, es la razón por la que tocas el piano de manera mágica.

—  La mágica no existe.

— Para ti, pero para mí sí – le sonríe y lo beso – Este momento es eso, magia.

Su lógica predomina, no coincidimos en muchos aspectos en la vida, pero nos complementamos en este instante y es lo que importa para mí. Quiero seguir estando a su lado y poder escuchar su música cada día, en cualquier horario, así sea importuno. No quiero separarme de Sherlock, pero es inevitable debido a su gira por Europa. De eso me preocupare después, ahora debo aprovechar el escaso tiempo que tenemos para nosotros dos.

Sus movimientos se hacen enérgicos al transcurrir el tiempo, sin embargo, sus caricias son delicadas y certeras, no deja de recorrer mi rostro mientras me besa apasionadamente. Es una locura lo que ocurre en la habitación, su interés por otra que persona que no sea él, su lógica, su esencia, su todo.

Verlo dormir a mi lado es un hecho único, debido a que soy el primero en caer exhausto y el último en despertar. Tiene el rostro relajado, puedo notar su brazo alrededor de mi cuerpo a modo de protección o pertenencia. Levanto la mirada para ver en la penumbra un desorden en la habitación, no por nuestras prendas regadas en piso, sino la infinidad de partituras adornando el lugar. Parecía una extensión del departamento que compartimos en Londres. No ha descanso lo suficiente, mucho menos se ha alimentado, es la razón porque duerme como un bebé.

No quiero levantarme, me duele el cuerpo, lo siento tan pesado. Solo he dormido una hora o quizás menos, no estoy seguro. Me escabullo de su brazo y voy directo a la ducha.
— Demonios, no tengo cambio de ropa – salgo con la toalla.

En medio de la penumbra recojo con torpeza nuestras ropas, no prendí la luz para no despertarlo; Sherlock lo necesita más que yo.  Sin ninguna otra opción, tomo prestado una camisa púrpura de su guardarropa, por supuesto que me queda demasiado grande. Mientras no me vea así todo estará bien, aguardo el secado de mi pantalón en la sala de estar. Durante la espera, unas partituras llaman mi atención y me acerco a la mesa de centro.

— Balada de Chopin N° 1 OP 23 – leo el título – Vaya, volviste con las obras de Chopin.

Los deseos por querer tocar el piano se intensifican, pero… ¿Lo despertaré?  Esa duda me impide y camino de un lado para otro.

— Nunca tuvo consideración cuando tocaba en las madrugadas – digo firme y camino decidido en dirección al piano con las partituras en la mano.

 

Tomo posición e inicio la interpretación con varios errores, soy consciente de ello y continúo mirando la partitura con mucha atención. Es la primera vez tocando esta pieza de Chopin.  Me gusta mucho, ideal para expresar lo que siento ahora.  Si no me supero no podré continuar a su lado, el crece a pasos agigantados y yo… sigo atorado.  La frustración me lleva a tocar con más intensidad, los sonidos resuenen en la habitación y los dedos desplazando de un lado a otro por los teclados ¿Estoy haciendo bien en estar aquí? ¿Por qué vine? ¿Qué espero de Sherlock? Mientras más preguntas pretendo responder, más interrogantes aparecen, no sé qué demonios estoy haciendo tocando tan descuidado. Parezco un aficionado.

Agobiado por todo, simplemente agacho la cabeza y me recuesto en el piano. El silencio se apodera del lugar, ahora sí parece nuestro departamento. La bulla de la calle acompaña mi patética existencia.

— Si querías despertarme, lo práctico hubiera sido tirarme un vaso de agua – lo escucho a lo lejos-, y no torturarme con ese sonido.

Sonrío sin que lo note por la posición de mi cabeza. No pierde la oportunidad para burlarse de mí o ¿quizás sea su forma de animarme?

— Vete a dormir, estoy ocupado –le respondo de mala gana.

— ¿Dormir?  ¿Estás consciente de la hora? – camina hacia donde estoy y abre las cortinas.  Percibo luz natural – Ya es de día.

— ¡Qué! – asustado me paro de un salto – Mi vuelo, lo voy a perder.

— Tu ropa falta secar, tendrás que ir en el siguiente vuelo. Solo es 2 horas de diferencia y una clase perdida.

Puedo notar como sus ojos se posan en mí. Demonios olvidé que solo estoy vistiendo su camisa. Debo aclarar la situación, sino sacará deducciones erróneas.

— Por cierto, ese color te queda – se apresura en hablar con ironía – Tengo hambre podrías pedir comida, iré a la ducha – dice mientras deja caer la sábana que cubría su cuerpo.

— No puedo – respondo mirando a otro lado, porque está desnudo.

— La barrera del idioma.

Desnudo camina en busca del celular y habla con fluidez el idioma una vez marcado el número del lugar.  Teniendo la luz natural, puedo apreciar al detalle el cuerpo de Sherlock, la parte posterior. Debe estar haciendo ejercicio porque lo mantiene tonificado. Parado no quito los ojos de su trasero en especial y por distraído no me doy cuenta cuando finaliza la conversación. De pronto voltea y miro a otro lado, disimulando mi actitud.

— Solo espera a que llegue el repartidor – dice tecleando en el celular, sin verme en lo absoluto.

— Genial, lo voy a esperar – no dejo pasar la oportunidad para ver también su entrepierna. Lo hago con discreción para no ser atrapado otra vez.

— No hay necesidad de examinarme, John. Me has visto desnudo en varias ocasiones y esa parte en específica que ves ahora, lo has sentido hace un par de horas – levanta la mirada – ¿Debería comentar sobre el atuendo que llevas ahora?

— No – enfatizo moviendo la cabeza en negación – solo vete a la ducha. Me encargaré del repartidor.

Si hace un momento estaba triste, ahora estoy molesto por su comentario. No puede mantener la boca cerrada, ni cuando lo estamos haciendo… los recuerdos provocan sonrojo y vergüenza.

— Tanto tiempo y no has aprendido a leer partituras – se acerca al piano y se sienta – Observa y aprende.

 

Dicho esto, inicia la melodía, la introducción es lenta; cada sonido perfecto, al igual el ritmo. Su nivel es distinto al mío, tengo tanto por trabajar, quizás nunca logre alcanzarlo. Pero, quiero seguir escuchándolo tocar, en especial funciones especiales como hoy. Esta pieza resume la situación actual de Sherlock, ya que Chopin se inspiró en la amargura que sufría solo en Viena por la ausencia de su familia y amigos. Es una obra tan dramática que Schumann llegó a llamarla “Polonesa” y hoy en día es tan famosa como lo fue en esa época.

— Fallaste – dije de inmediato al notar el evidente error – Hasta los genios pueden cometer errores.

No tuve respuesta, solo un ceño fruncido y continuó tocando hasta llegar el segundo movimiento, donde también cometió dos errores. Siento que se está burlando de mí porque estas partituras no son desafío para alguien como él. Solo lo hace para burlarse, esa fue su intención desde el inicio. No termina la pieza, atinada a sonreír por compromiso y va al baño.


 

Pasado el tiempo, nos encontramos comiendo algo parecido a un desayuno. Siempre voy a cuestionar la definición de “nutrición” para Sherlock, es el mismo en cualquier parte del mundo.  Para no tener un intercambio de palabras, opto por comer sin decir nada.  Silencio es parte de nuestra vida cotidiana, más cuando tiene carga musical, como ahora. Me considero un estorbo porque debería estar practicando, en vez de compartir tiempo conmigo. 

— Iré solo al aeropuerto –digo mientras comemos.

— Excelente.

Su respuesta es fría, como si no le ¿interesara? Cambió de actitud de pronto, típico en él, aunque… es Sherlock, el patán egocéntrico de Londres. Creo que fue mala idea venir, debí quedarme a practicar, no tengo tanto tiempo para perderlo.

Termino de comer y voy a recoger mis cosas de la habitación. Puedo notar su desinterés, doy un largo suspiro y luego camino en dirección a la salida.

— Fue increíble tu presentación – digo mirando la perilla de la puerta – Veré por internet tus presentaciones, adiós Sherlock.

Cierro la puerta lentamente y no hay respuesta alguna. Un segundo suspiro resuena en el pasillo. Desganado por la silenciosa despedida camino hasta llegar al ascensor donde me encuentro con una pareja. Entro y aprieto el botón de primer piso. Maldigo al idiota violinista al mismo tiempo a mi porque no soy bueno con el idioma y olvidé pedirle el boleto. Por nada del mundo volveré ahí.

Tomo un taxi con la ayuda de una persona, en el trayecto busco algún vuelo que se acomoda a mi justado presupuesto. Parece que todo el mundo está en mi contra, luego de varios minutos de búsqueda, al fin encuentro un vuelo en clase económica. Un rayo de sol ilumina mi día gris. Ya más tranquilo me dirijo a la compra del pasaje donde la señorita me informa que mi reservación ya había sido reservada y cancelada para otra clase.

— Por aquí señor – la aeromoza me lleva a mi respectivo asiento.

—  Gracias – me siento y veo a la mano derecha a una persona leyendo el periódico. Al menos tendré compañía.

Puedo observar que la zona donde me encuentro es exclusiva porque solamente estamos los dos, nadie más.

— Disculpe, podría pasarme la revista – preguntó a la persona ya que en la portada de la revista se encontraba Sherlock.

—  No – responde seco.

Que terrible actitud tiene ese sujeto. Incómodo por lo sucedido me cambio de asiento con la esperanza de encontrar la revista. Negativo, otra vez mi suerte sale a relucir. Dormiré un poco porque llegando a Londres me espera una ruma de partituras.  Cierro los ojos y a los pocos minutos escuchó a alguien llamarme por mi apellido. No quiero despertar, pero tanto es la insistencia que los abro de golpe.

— ¿Sherlock? – Levanto el tono de voz al verlo a escasos centímetros de mi rostro - ¿Qué demonios haces aquí?

— Te fuiste sin despedirte.

— ¿Qué?

— Te fuiste sin despedirte ¿Acaso te volviste sordo?

Su actitud terminó por matar mi cansancio y despertar mi mal humor.

— Me despedí y tú permaneciste callado – le grité fuerte sin importarme donde estamos. Él solo se quedó viéndome.

— Quédate más tiempo.

— Debo regresar –suspiro – Además, tendré que soportarte un tiempo más porque el avión está a punto de despegar.

— Lo dudo. Mycroft detectó mi ausencia dentro del perímetro permitido; disposiciones suyas durante las presentaciones. Mantendrá el avión en espera hasta bajarme – dice tranquilo con algo de decepción.

— Tu hermano tiene un serio problema de “hermano mayor”. Parece el mismo diablo y su poder no tiene límites para lograr secuestrar un avión comercial – enojado miro a Sherlock – Es hora de la despedida.

Lo veo levantar algo del asiento, con una sonrisa de cortesía me muestra la revista de música y me sugiere leer la entrevista que le hicieron. Gran manera de romper la tensión en el ambiente. Acomoda su gabardina y se levanta del asiento, enseguida le tomo del brazo para poder tener su rostro lo suficiente cerca para besarlo con pasión. Sería mi último beso, debido a su agenda recargada.

 

El asombro es inminente, deja toda la acción en mis manos. Corresponde de manera enérgica; el desayuno hizo efecto en su organismo. Aleja su boca algo agitado, no deja de mirarme, acto seguido sonríe y lo veo desaparecer. Inusual despedida, hubiera sido aburrido si solo me hubiera ido sin más.

 

 

 

 

 

 

Siento mi cuerpo muy pesado al punto de no poder mover ni un músculo. Una fuente de luz llega justo a mi rostro, incitando a abrir mis ojos. Sin embargo, mi cansancio es más fuerte que no envió señales a mi cuerpo. Ahora escucho a una voz familiar pronunciar mi nombre varias veces.  A causa de la teoría de la gravedad, mi cuerpo cae al piso al no tener en donde sostenerse.

— Por el amor de Dios, estás bien John.

Esa caída terminó por despertarme.

— Estoy bien… - me levanto y puedo ver a la señora Hudson parada en la entrada del departamento – No tengo clases tan temprano, no debió venir.

— John, son las 11 de la noche – dice preocupada – Como no te vi salir en la mañana, mucho menos en la tarde.  Vine a ver si estabas bien.

No recuerdo mucho lo de hoy. Me pongo de pie con la ayuda de la señora Hudson y voy al sofá a sentarme.

— Tenía razón, estas descuidando de tu salud, como suele hacer Sherlock – me dice en tono de reproche – Estas con esa actitud suicida desde que regresarte de Alemania.

— No exagere, estoy comiendo adecuadamente.

— ¿Y esos platos de comida que decoran la mesa? – Señala con el dedo en dirección a la cocina – Son de hace 3 días cuando vine a traerte la cena ¿Lo recuerdas? Y esta manzana es de ayer, ni siquiera la has visto ¿Qué sucede John?

— He tenido mucha tarea… Cuando termino una pieza, debo empezar otra.

— No es excusa para no poder alimentarte – en tono de regaño maternal la escucho -  Porque no vas a la última presentación de Sherlock, es aquí y tienes los boletos.

— ¿Cómo sabe eso…?  ¿Qué? ¿Estuvo revisando mi correspondencia?

— Solo un poco –sonríe pícara- Termina tus deberes y ve a verlo. No es una sugerencia, es una orden.

 

Ir en contra de la Señora Hudson me traería verdaderos problemas como si fuera mi madre, así que llamé a Molly para poder ir al teatro. Su respuesta es afirmativa. Lo único es comprar los boletos, para mi buena suerte, están agotados. Último recurso es pedir ayuda a Lestrade, quien me informa que envió un sobre hace una semana con 3 boletos.  La correspondencia está en la mesa desde hace 2 semanas, sin ser revisada. El conservatorio me tiene ocupado todo el día, olvidé su regreso.

 

Un buen baño refresca mi mente y relaja mi cuerpo. Estoy listo para verlo otra vez, luego de 2 largos meses. He trabajo tan duro, día y noche para lograr alcanzar el nivel adecuado y tener su aceptación. Los maestros están contentos por mi rápido progreso, no quiero sonar presuntuoso, pero Sherlock tendrá que admitir mi mejora y se quedará sin palabras cuando me escuche tocar el piano. Todo el sacrificio tendrá una buena compensación.

 

— Sigo sin creer ¿Cómo lograste conseguir los boletos? Se agotó a los días y los precios son caros para un estudiante como nosotros – comenta Molly.

— Lo tuvo días antes que saliera a la venta – Agrega la Señora Hudson -, solo no se dio cuenta de su existencia.

— Silencio, ya va comenzar- respondo estando al medio de ambas.

Estamos sentados en primera fila, un privilegio por ser amigos del pianista y otras influencias. Las luces bajan su intensidad y una ola de aplausos anuncia la llegada del director. La emoción recorre todo mi cuerpo, fijo la mirada en ese magnífico piano, será como un concierto privado por la corta distancia. Una segunda ola de aplausos es para el pianista, algunas señoritas detrás se emocionan demasiado, espero sea por su talento y no la apariencia.

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=mEFc-5Xturo

 

 

El piano es abiertamente el protagonista, con la orquesta en segundo plano (siempre toma le protagonismo) encargada de la exposición inicial de los temas y de subrayar los momentos de gran expresividad en apoyo al pianista.  Chopin fue un hombre romántico por excelencia, un detalle no compartido por Sherlock.

Está tan cerca y lejos al mismo tiempo. Y a pesar de nuestras diferencias seguimos juntos, con escasos momentos para nosotros dos. Llegar a las lágrimas significa la calidad de interpretación. La emoción me embarga, a la vez siento una tristeza inexplicable mientras lo veo tocar el piano. Es sincero su música, al igual que él. Es un placer escucharlo tocar, tengo necesidad de querer más y más.

 

Todos se levantan de sus asientos para realizar la merecida ovación a la impecable interpretación, sin embargo, me quedo sentado mirando al piso. Soy incapaz de levantar la cabeza porque acabo de darme cuenta que estoy demasiado lejos de Sherlock. Alcanzarlo es misión imposible, él está en otro nivel.

 

—Deberías ir a saludarlo – dice Molly -, no se han visto en bastante tiempo.

Muevo la cabeza en negación y sonrío.

— Te llevaré a casa.

Tomamos un taxi los 3, primero fuimos al departamento de Molly. En el trayecto, volvió a insistir en ir a verlo, contesto con un rotundo no y argumento la magnitud del evento es buena promoción para él. Antes de bajarse del taxi, me aconsejó no dilatar el tiempo e ir al punto de frente porque quizás me arrepienta después.

— No pongas esa cara John –dice la señora Hudson – Ya volvió nuestro revoltoso Sherlock, prometió quedarse, no se volverá a ir – coge mis manos - ¿Te encuentras bien John?

— Si.

— Tu rostro dice lo contrario. Llegando a casa te prepararé un delicioso té y galletas. Solo por esta vez porque solo soy tu casera.

Y así fue, al llegar iniciamos una conversación sobre diferentes temas, acompañada de risas y anécdotas curiosas. Hablar con la señora Hudson ayudó a despejar mi mente de todos esos pensamientos y devolvió parte de mi confianza perdida en el teatro. Es como si fuera una madre. Antes de despedirme, agradezco su hospitalidad y me comprometo a llevarla a una linda cafetería. Sonriente se despide y justo al colocar un pie en el primer escalón escucho el sonido del piano. ¿Acaso estoy escuchando cosas a causa del cansancio?  Subo lo más rápido posible, agitado me quedo frente a la puerta con la respiración agitada.  Solo estoy parado escuchando la melodía, la cual es triste, llena de angustia y… vaya se equivocó, ya debió detectar mi presencia. Abro la puerta lentamente, está ahí tocando el piano como si fuera un día cualquiera, solo que ahora lleva puesto un traje elegante.

— John – dice sonriendo.

— No deberías estar aquí – digo serio – Lestrade y Mycroft vendrán en cualquier momento para llevarte devuelta a las entrevistas que te están esperando.

Ni yo mismo entiendo porque le hablo en tono muy serio. Le doy la espalda para poder dejar el abrigo y chalina sobre el sillón.

— Estoy cansado, tomaré una ducha e iré a la cama- Te aconsejo ir de vuelta al lugar donde escapaste, no quiero pleitos esta noche; estoy muy cansado para tratar dramas.

Sherlock se mantiene callado durante todo mi monólogo, es raro no encontrar respuesta de parte de él. Sin embargo, cuando camino en dirección al baño, siento su mano detenerme para luego besarla con sus labios tibios. Sigue en silencio mientras sostiene mi mano apoyado en su frente.

— Sherlock… ¿Estás bien? – pregunto preocupado por su inusual comportamiento, pero no encuentro respuesta – Si no dices nada, no podré…

A media frase jala mi brazo con la fuerza suficiente para tener acceso a mis labios; me calla con un beso fugas.

— John – dice mi nombre dos veces más.

— Si, Sherlock – acaricia su cabeza mientras él me abraza de la cintura.

— Tengo hambre.

Sonrío al escucharlo decir semejante respuesta.

— Prepararé algo de comer, ayer hice espagueti.

— No quiero comer eso – aprieta el abrazo.

— ¿Quieres salir a comer a donde Angelo’s?

— No

— ¿Entonces?

— Te quiero a ti – levanta la mirada cuando responde.

 

Ahora el que se queda mudo soy yo. Su respuesta es directa; sin rodeos o acaso entendí mal.  De todos modos, quiero compartir todo el tiempo posible con él, así que me agacho para besarlo desde una posición un tanto incómoda. Continúo besando sus labios tibios y a la vez acariciando su ensortijado cabello. Disfruto cada movimiento, como si fuera una melodía dentro de mi cabeza, olvidando la incomodidad para dar rienda al placer que tanto estábamos reprimiendo.

 

Estoy sentado en las piernas de Sherlock compartiendo el aún beso apasionado, parece no tener fin. Siento sus manos cálidas deslizarse dejado de la camisa y mi cuerpo reacciona.

 

— Sherlock… - susurro arqueando la espalda por la caricia.

Como era de esperarse, continúa su mano derecha subiendo y la otra mano baja hasta los glúteos, lugar donde con movimientos en círculos empieza a estrujarlos de manera sorprendente. No puedo controlar los sonidos provenientes de mi boca; por cada caricia es inevitable no responder. Contraataco al colocar mis manos sobre su entrepierna. Su respuesta fue un beso y cargarme hasta mi habitación, lo cual es inusual; siempre lo hacemos en su cama por ser más espaciosa.

Buscar contacto físico es una necesidad primordial al tenernos tan cerca, nuestras prendas terminan regadas en el piso mientras nuestras pieles se funden con cada caricia demandante, al igual con los besos.  Pasión desbordan en esta noche, lo siento tan cálido a su vez desesperación por poseerme de inmediato. 

— Tenemos toda la noche Sherlock – le digo al sentir un brusco beso en el cuello- no necesitas arrancarme la piel.

Se acerca para dejar un delicado beso en mis labios, enseguida me abraza por un tiempo prolongado. Puedo escuchar su corazón latir con intensidad al estar recostado sobre su pecho, es tan cálido estar entre sus brazos, me siento tan cómodo.

— Te amo, Sherlock – logró susurrarlo rogando que no lo haya escuchado.

— Yo también, John.

Levanto la mirada y sus ojos azules afirman lo que escuché. No hay dudas de nuestros sentimientos, aunque no fue un secreto de la atracción entre ambos. Todos los acontecimientos me llevaron hacía Sherlock, es como si el destino hubiera querido reunirnos en este departamento. Y ahora estamos aquí, donde todo inició. Aún parece un sueño estar así con el engreído prodigio, por su inusual comportamiento.

Nunca parece ser suficiente para él en todo aspecto. Así como es intenso con la música, lo es en el sexo. Ha tomado por asalto mis labios, estamos sumergidos en un beso adictivo; su lengua explorando dentro de mi boca. La sensación es gloriosa, no puedo romper el beso sino es para tomar aire y luego continuar disfrutando de nuestro tiempo íntimo.

— ¡Ahhh!... despacio

— No puedo si se trata de ti – dice embistiendo mi interior con gran intensidad.

El dolor combinado con placer se convierte adictivo cuando se trata de él; y todo lo conocido recobra nuevo sentido. Me pierdo con cada una de sus caricias marcadas en la piel. Parece irreal lo que estoy viviendo, pero aún puedo percibir ese sentimiento de intranquilidad, queriendo oscurecer nuestra felicidad. 

Siento su abrazo como si fuera la primera vez y susurra cerca de mi oreja, que me quiere de lo que odia a los músicos mediocres. Su declaración es extraña; típico de Sherlock.

—  Todo lo que siempre quise fuiste tú – dice de pronto, manteniendo el abrazo.

Sus palabras parecen anunciar la respuesta de toda una vida. Debería sentirme feliz por ser la digna persona que logró ser alguien para el gran Sherlock Holmes. No puedo sentir una completa felicidad, la incertidumbre ataca otra vez.  Mi rostro refleja gozo y mi corazón desconcierto. Acaso detrás de sus palabras hay un mensaje oculto o simplemente estoy analizando sus palabras.

Ante la falta de respuesta, Sherlock me besa, acomodando mi cabello húmedo. Apoya su frente con la mía y se mantiene callado mientras acaricia mi rostro. Por primera vez tengo temor al silencio, quiero decirle algo, pero no puedo. Me aferro a él para así eliminar todas las dudas que ahora me atacan. Estoy seguro de que no puedo decir más, sólo sé que no durará para siempre.

 

Si hubiera sabido que iba ser la última vez que lo tendría de esta manera, le habría dicho esas palabras que quedaron atoradas en mi garganta y quizás el resultado sería distinto.

 


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