Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Io ti Penso, Amore por azumicard

[Reviews - 88]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

John.

“Ha transcurrido medio año desde que tuve el placer de conocer al genio: Sherlock Holmes. Estudiante de la sección piano, al igual que yo, con la diferencia que él me lleva un año de ventaja. Siendo yo el mayor de los dos; todo es debido a su extraordinario habilidad en la música porque no solo es un virtuoso del piano (aún sigue estudiando) también toca el violín como todo un profesional. Debo agregar, ha empezado a estudiar por cuenta propia análisis musical. Es sin lugar a dudas un genio. Pero el problema radica en su personalidad que le ha traído antipatía tanto de los profesores y estudiantes, los cuales resta importancia Sherlock. La opinión de seres insignificantes no afecta para nada su vida, simplemente los ignora, al igual  con todo lo demás que no es de su interés.  Pasa días sin hablar, encerrado en su departamento, lo único en el ambiente era los sonidos del piano atravesar las paredes para llegar a mis oídos.  Era parte de un rito escuchar su piano antes de irme a dormir; un acuerdo pactado por ningunos de los dos”

“La situación sigue siendo la misma, Sherlock invade mi departamento sin previo aviso, lo ha convertido en su guarida o segundo hogar. Utiliza mis cosas sin mi consentimiento; hace lo que él quiere.  En varias oportunidades ha colmado la poca paciencia y terminaba por desterrarlo por semanas, días, horas; dependía el nivel de gravedad del asunto en cuestión. Sin embargo, levantado el castigo volvía a mí, a ocupar el espacio que ya era suyo.  Me he acostumbrado tanto a su presencia  que en su ausencia  no dejó de ver el piano o el sofá (lugares predilectos de él)por periodos prolongados. Y especialmente extraño el maravilloso sonido que produce al tocar”

“Muchos se han dejado seducir por el atractivo físico  de Sherlock, el cual utiliza para lograr uno que otro objetivo. Es  astuto hasta la médula y sumamente manipulador.  Ahora mismo viene a mi mente varios hechos que he sido participe o espectador, casi siempre fui arrastro por él. Nos llevamos  bien, al punto que algunos compañeros han insinuado que Sherlock y yo tenemos un tipo de relación amorosa. ¡Por Dios!, en que me mente retorcida podría concebir algo así, simplemente es una idea descabellada y absurda.  Lo considero un amigo, es todo. Supongo que él también me considera un amigo… porque recuerdo haberle escuchado que no tiene amigos…  Pero Su forma de actuar conmigo es distinta con los demás, hace que me sienta especial de alguna forma. Ni siquiera Molly Hooper recibe el mismo trato…”

 

 

Sherlock. 

Al no encontrar a John por ningún lugar, fui directamente a su habitación.  Abrí la puerta, ahí estaba escribiendo muy concentrado en su laptop. No se percató de mi presencia hasta que me ubiqué detrás de él y susurre cerca de su oreja. Como era de esperar pegó un grito al cielo, su rostro reflejaba asombro. Tardó en reaccionar.

— Por el amor de Dios. Cuantas veces te he dicho que toques la puerta antes de entrar –  empezó el sermón de siempre –Por si no te has dado cuenta, este es mi departamento. Es mucho pedir algo de privacidad.

— No predicas con el ejemplo. Debo recordarte que la semana pasada entras a mi habitación sin previo aviso y me viste desnudo.

 

— ¡Claro que no!  Te encontré con medio cuerpo desnudo, la otra mitad estaba cubierta con la sábana. Además cómo demonios iba saber que a ti se te dio por andar desnudo.

— Detalles… - fijé la mirada a la pantalla, pero de inmediato lo cerró.

— Para que has venido exactamente –preguntó arrugando la nariz.

— ¿Es una bitácora?

—  Lo es. Ahora responde mi pregunta: A qué has venido.

— Saldremos mañana por la noche.

— Un momento, Sherlock –estiró la palma de la mano, en señal de stop- Déjame comprender tus palabras. ¿Estás invitándome a salir? –era tan obvio mi respuesta, teniendo un efecto distinto en John; sembraron dudas. 

— Exacto – afirmé - Sé que mañana  solo iras al conservatorio por la mañana, ningún ensayo programado. Un día excelente para salir, no crees.

— No puedes predisponer mi respuesta. 

— Ya lo hice… –le mostré  una sonrisa de triunfo, intimidando un poco al ingenuo de John –Vendré por ti a las 20:00 horas. Te advierto, descarta la opción de vestir esa ridícula camisa a cuadros; es una contaminación visual – le di a conocer mi punto de vista – Supéralo,  ya han transcurrido varios meses desde tu ruptura.

— No voy a caer en tu juego. No, claro que no… - negaba moviendo la cabeza y teniendo la mirada sobre mí.

—  Tómate tu tiempo para lucir decente aunque no es necesario, tienes un porte digno de cualquier noble. Pero si aféitate, no me gustan los músicos de aspecto rústico, te prefiero tal como  eres.


John quedó sin palabras. Tenía la boca semi abierta, el típico ceño fruncido y el cuerpo tenso como una piedra. Aproveché la oportunidad para dejar un sobre blanco  encima del escritorio donde estuvo escribiendo.

El sonido de la puerta cerrándose, provocó  salir de mi palacio mental de inmediato. Abrí los ojos de golpe, miré todo a mi alrededor para después separar las palmas de las manos que estuvieran apoyadas sobre el tórax.  Había pasado cuatro horas recostado en el sofá, la posición empezó a incomodarme, así que  me senté. Estuve analizando la situación por resolver en los próximos días. Dediqué el resto del día estudiando algunas piezas musicales complejas, no solo de piano, también de violín. El lugar terminó en con diversos libros tirados alrededor mío, partituras muy bien ordenadas para ser corregidas y las que pasaron por mis manos tenían una infinidad de apuntes en las hojas blancas.

 

Salí del desastre en busca de los parches de nicotina guardados en algún lugar… John en vez de ordenar,  cambia el espacio natural de las cosas cuando realiza la limpieza de mi  departamento. A tanta insistencia  de John, accedí a su demanda; remplazar los cigarros por parches de nicotina.  No tienen el mismo efecto, pero debí cambiar algunos hábitos…  aún  tengo dificultades adaptarme al cambio. Ante la situación por enfrentar, fueron necesarios  dos parches antes de coger el violín. Instrumento que cobró relevancia desde nuestra última colaboración. Estoy tocando  frecuentemente el violín, creando otro tipo de sonidos mediante las cuerdas que son dirigidas por los dedos y siguen al ritmo que marca el arco. Es posible tocar dos notas a la vez deslizando el arco por encima de dos cuerdas adyacentes. Cada cierto tiempo, mis ojos buscaban la ubicación del reloj. Y en medio de acordes, notas, escuché el sonido decisivo.

 

— ¿Qué haces aquí?  Son las 19:30–habló John al verme sentado en el sofá de su departamento – Vuelve cuando se cumpla el tiempo…

— Esperaré, no tengo ningún inconveniente.

— Pues yo sí – caminó y se paró frente mío-  Invades mi espacio personal, necesito PRI-VA-CI-DAD

— Tienes exactamente 25 minutos, no lo desperdicies y ve a bañarte.

— ¡Sherlock, deja de ignorar todo lo que digo! –su ira ahora me pertenecía. De alguna manera encontré placentero  provocar esas reacciones en él. Sus ojos proyectaban algo lejos de ser odio, más bien era… -… No me dejes hablando solo como si fuera un loco, al menos ten la gentileza de responder.

— Insisto, el tiempo corre en tu contra. Apresúrate.

— No entiendo por qué terminó cediendo… - relajó los hombros, enseguida un suspiro pesado salió de su boca; resignación.

Dio media vuelta y fue directamente al cuarto de baño. Le llevó diez minutos en el aseo personal, otros ocho minutos invertidos en vestirse.  El resultado fue favorable, tenía una imagen presentable, ideal para la ocasión.

— Vamos, tenemos un retraso de dos minutos – me puse de pie.

—  Un momento, Sherlock… 

— Vámonos –insistí.

— Estoy buscando los boletos… estoy seguro que los dejé aquí o… ¿En la habitación?  - antes que diera media vuelta y vaya al lugar, intervine.

— No están ahí –lo detuve con mi voz - Lo dejaste encima del librero, a la vista de cualquier persona. Analizando el desgaste del sobre: ha permanecido en  tus manos en distintos periodos de tiempo prolongados,  las huellas siguen marcadas en la superficie.  Como has cambiado varias la posición del sobre, contribuyó para olvidar la real ubicación del objeto; así que haces uso de la segunda opción. Asimismo  desconocías la existencia de un segundo boleto para el concierto de la Orquesta Sinfónica de Londres  Otra vez, solo miras lo  evidente.

— Cállate y vamos antes que me arrepienta.

 

Pasó por mi costado a toda prisa, realmente le incomodó que lo dedujera.  Se sintió descubierto, eso explica el sonrojo en sus mejillas, disimulado por la expresión de molestia. La fracción de segundos cuando nuestras miradas conectaron percibí las emociones escondidas de John.  Durante el recorrido no me dirigió la palabra, tenía la mirada clavada en la ventana del taxi, jugando con sus dedos entrelazados; signos de nerviosismo. ¿Es debido al concierto? Ambos sabemos  que es una de las orquestas sinfónicas más importantes del Reino Unido y del mundo. Al igual que la mayoría de los conjuntos, la orquesta tiene una gran habilidad para variar su sonido, produciendo tonos de muy diferentes colores bajo la diversidad de directores. Esta orquesta ha sido considerada por mucho tiempo la más extrovertida de las orquestas londinenses. Durante la mayor parte de su vida se rehusó a permitir que alguna mujer fuese miembro de ella, sosteniendo que a las mujeres les afectaría el sonido de la orquesta, existencia similar a la ocurrente en la Orquesta Filarmónica de Viena. Los tiempos cambian y han déjalo de lado aquella creencia.

 

Llegamos a nuestro destino, bajé primero, logrando tener la desaprobación de mi compañero  ya que terminó pagando el servicio.  Lo esperé a pocos metros de distancia, mientras observaba  el panorama.

— Vladimir Ashkenazy – hablé en el instante que dio el último paso a mi lado.

— Perdona, qué dijiste.

— Si tiene alguna referencia sobre el director de la Orquesta. 

— Ninguno.

— Me decepcionas. Déjame informarle que es un pianista… – conversamos mientras  nos dirigíamos a nuestros respectivos asientos –La solista invitada  es de origen Chino, su carrera está en auge cada día. No por su belleza que estúpidamente la asocian con el talento de un músico.

— Pero en el programa – sacó del bolsillo la cartilla -  El reportorio incluye las obras  de Ralph Vaughan Williams (1872-1958), Ludwig van Beethoven (1770-1827) y Johannes Brahms (1833-1897).

 

Hablamos por otros diez minutos, había llegado el momento de cerrar la boca, enfocar el punto de atención. Entre aplausos el director ingresó al escenario, se colocó en el atril, levantó las manos, fue la señal para los músicos. Así la orquesta dio inicio al recital programado de aquel día; uno a uno las piezas musicales fueron interpretadas a la perfección.  John prácticamente tenía la boca semi abierta, los ojos abiertos de en par en par; disfrutaba al máximo.  A diferencia de él, tuve una postura serena, analizando la melodía, descomponiendo cada uno de los sonidos provenientes de los diferentes instrumentes. Un todo desintegrado es como un rompecabezas que mucho obvian con la finalidad de ahorrarse el trabajo. 

https://www.youtube.com/watch?v=2hDO1bG-eRU


Cuando John vio el piano sobre el escenario, empezó a inquietarse  y lanzar distintas preguntas, algunas obvias que las consideré ofensivas a mi intelecto.  En medio de aplausos la pianista entró en compañía del director, tomaron sus respectivas posiciones.  Las manos de la solista permanecieron entrelazadas, mínima inclinación de la cabeza, entonces alzó la mirada  en busca de la señal del director. El movimiento inicial empieza con una serie de acordes en el piano como si de toques de campana se trataran que crean tensión, finalmente llegando a un punto culminante en la introducción del primer tema. En esta primera sección, la orquesta interpreta una melodía de carácter ruso mientras que el piano realiza un acompañamiento consistente. Los espectadores quedaron absorbidos en el mar de sonidos, provocando reacciones en cadena, especialmente dentro del género femenino.

 

Aquí el largo paisaje de un piano se abre paso, John quedó impactado por la destreza de la pianista, sin darse cuenta colocó su mano encima del mío. No se percató que yo tenía la mano descansando en  el respaldar de la butaca. El roce de nuestras pieles duró insignificantes segundos, asustado retiró su mano y la llevó hacía él. Tuvo el atrevimiento de mirarme al rostro, pensando que seguía concentrado en la pieza; se llevó una gran sorpresa. Lo había atrapado con mi mirada, debido al sonido solo leí sus labios: “lo siento”, es lo que dijo. Respondí mediante una sonrisa y ambos volvimos a mirar al punto de atención como si nada hubiera ocurrido. La curiosidad fue grande, miré de reojo, John tenía una sonrisa inusual dibujada  en los labios y esa mano en particular  apoyada a la altura de su pecho, haciendo puño. La música alcanza un gran clímax como si la obra fuera a repetir los primeros compases de la obra, pero la recapitulación es bastante diferente.

 

Al finalizar las ovaciones no se hicieron esperar, varias personas se pusieron de pie para aplaudir de pie, otros gritaban el clásico “Bravo”. Nosotros permanecimos sentados aplaudiendo; fue una experiencia única. Me recordó a los conciertos de las  orquestas de Francia donde asistí  varias ocasiones. Los escenarios son diferentes, al igual los sonidos, los músicos, otorgando un toque especial.

 

— ¡Increíble! – exclamó, John mientras caminamos hacia la salida- Aun tengo la melodía bailando en mi cabeza… es tan… - suspiró- Lo siento por emocionarme tanto, pero tengo que expresarlo de alguna manera.

— Ahora es fiel devoto Rachmaninoff Piano ConcertoNo.2

— Terminé enamorado de la pieza –bromeó.

— ¿Así que, quieres ir a comer algo y luego regresar?

—  Quiero volver y tocar el piano -dijo determinado -  Gracias, Sherlock… –dijo sin dirigirme la mirada- Fue muy considerado de tu parte invitarme a tan esplendido concierto. Lo disfrute mucho… demasiado…

Sus palabras de agradecimiento causaron estragos a mi mente, terminando en jaque mate, sin poder responder de inmediato. Nada salía de mi garganta. Justo cuando John volteó la mirada, lo recibí con un suspiro ahogado, dando opción a que le otorgue cualquier interpretación.

— Sabes que estoy enamorado ¿cierto?

— La pianista.

— No ella –protestó- sobre su música, es tan apasionado tocando, entregándose en cuerpo y alma a la interpretación. En cambio  tú te dejas llevar por el tecnicismo, olvidando el lado emocional; crear el ambiente ideal que sugiere la música.

— La música debe hacer saltar fuego en el corazón del hombre, y lágrimas de los ojos de la mujer. Es abstracta, es decir, no pretende representar la realidad… – fui interrumpido a medio diálogo.

— Antes que continúes hablando, mejor volvamos rápido.

 

 

 

 

Transcurrió siete días desde aquel día, todo parecía seguía el mismo patrón establecido; cada quién dedicado en sus propios asunto. John empezó a llegar tarde a su departamento, quebrantando el acuerdo de preparar la cena. La ausencia del sonido proveniente del piano indicaba que solo llegaba a dormir; su cansancio era extremo. Después de tener clases de solfeo, John se dirigió al área donde se reúnen los estudiantes. Encontró el lugar particularmente distinto, un grupo de personas conversaban  entusiasmados, la mayoría conformado por mujeres. Hizo caso omiso al suceso y continuó caminando, buscando con la mirada algún asiento desocupado. Instalado, colocó las partituras sobre la mesa, acompañado de un par de libros.  Su concentración fue destruida por  una voz insistente que pronunciaba su nombre a viva voz. Fastidiado levantó la vista; resultó ser una compañera llamada Allison.

—John, te enteraste. Tu amigo Sherlock Holmes tocará Rachmaninoff Piano Concerto con la Orquesta del conservatorio.

El rostro de John reflejaba asombro. Claramente la noticia fue como un balde de agua helado arrojado contra él. Negó moviendo su cabeza.

— Disculpa a Allison – intervino otra joven – No debimos decir nada al respecto. Dentro de su plan está contarte la noticia personalmente. Obvia lo dicho aquí.

— Descuida. Yo no escuche nada.

Salió del conservatorio al atardecer, las calles estaban bañadas por finos rayos del sol, muriendo en el horizonte. Caminó hasta llegar a la tienda más cercada, había llegado el momento de realizar las compras, el refrigerador estaba prácticamente igual a una persona conocida. Cargando varias bolsas regresó a su departamento, guardó los productos, luego envió un mensaje de texto.

 

Regresa temprano. Hoy prepararé la cena.          - JW     18:15

Comida China.          - SH   18:15

Sabes bien que no sé cocinar ese estilo de comida.   - JW   18:17

Pizza o pasta.                        - SH  18:18

¿Cómo demonios adivinas? Olvidé tus deducciones       - JW 18:21     

            
                       

— A veces no logro entender la lógica de Sherlock. Prefiere la comida Italiana por encima de la francesa, habiendo vivido varios años en Paris. Es como si él mismo se llevará la contra.  Es una persona fuera de lo común… fascinante… - John, pensó en voz alta, quedando estático  y sus ojos desprendieron un brillo especial – Pero… pero qué demonios estoy pensando. Necesito preparar la cena.

 

Sacó del empaque los filetes de ternera, mozzarela, tomates, albahaca fresca y otros productos requeridos en la preparación de preparar Escalopa napolitana. John se  anticipó a los hechos y había comprado los ingredientes. Rebozó los filetes de ternera en harina, huevo y pan rallado. Luego los colocó en un satén con abundante aceite. Así continuó con el procedimiento hasta concluir, dejó las rodajas de tomate y mozzarela para el final. Dejó la mesa lista para servir antes de irse a tomar un relajante baño. Media hora después, la puerta principal se abrió.  El agradable olor atrajo al visitante ir directamente hacia la cocina. Destapó la olla, utilizando una cuchara probó la salsa, el sabor quedó impregnado en sus papilas gustativas.

— ¡Sherlock! – gritó, John – Quién crees que te dio libertad para atacar mi comida.

— Tú – respondí, dejando la tapa en el mismo lugar – No seas mezquino, fueron un par de  gotas del sofrito,  que por cierto falta unas hojas de albahaca fresca. Descuida ya las agregué mucho antes. Eres sin duda alguna, la reina del drama.

— Deja de hablar. Siéntate – ordenó con voz de mando -  Voy a servir la cena.

Obedecí sus órdenes, A lo lejos apreciaba como se tomaba su tiempo para lograr presentar el plato de la forma adecuada; atento a los detalles. Contribuí sirviendo el vino  en las dos copas, uno más que el otro por obvias razones.  Nos sentamos a los extremos, uno frente al otro. Iniciamos a comer, cada bocado era  festín en mis papilas gustativas. En cambio John estaba a punto de lanzar esa pregunta que estuvo esperando el momento indicado para aparecer.

—  Y… bien Sherlock – titubeó al mismo tiempo que sus manos dirigían el tenedor sobre la pasta – ¿Alguna noticia que quieras compartir? 

— Ninguna –de inmediato respondí.

— ¿Estás seguro?

— No soy un idiota.

— Ni yo.

— Entonces formula bien tu pregunta – llevé a mi boca un pedazo de carne. Al momento de levantar la mirada, observé el rostro de John; confuso por mi respuesta. Nos quedamos en silencio, solo un corto lapso.

— El concierto de piano… – John habló, teniendo la copa de vino en su mano derecha -  Gran parte de los estudiantes del conservatorio sabía sobre la noticia, todos menos yo que me enteré por boca de terceros. Quedé hecho un tonto por desconocer ese irrelevante dato - guardó el vaso sobre la mesa con fuerza-  Habría sido el primero en enterarme, si tan solo el egoísta de Sherlock Holmes  se le ocurría contarme algo de su vida.  Siempre es lo mismo, tengo que ser yo quien te saqué información cucharada por cucharada.

— Basta John.

—  No, Sherlock – me corrigió mirándome directamente a los ojos –Basta con esa actitud tuya que he soportado bastante. Desviando los temas de conversación, evades preguntas relacionados a tu  vida, ignoras mis palabras, invades mi privacidad; terminó haciendo lo que tú quieres.

— Por qué debería reportar mis acciones a ti. No soy una de tus novias a las cuales puedes pedir explicación de su vida. No te comportes como un novio celoso que busca respuestas a su inseguridad en la relación.

— ¿¡De que hablas, Sherlock!?

Su rostro denotaba enojo, a la vez vergüenza que fue ocultada muy bien alzando su voy de protesta.

—Solo te estoy pidiendo socializar. ¿Es mucho pedir?

— Sí.

— ¡Por Dios, Sherlock! – mostró su indignación. Parecía que estaba a punto de perder la paciencia –  Nada más es conversar entre nosotros, así llegar a conocerte.

— ¿Con que finalidad?

—  ¡AH…! – pasó su mano en todo su rostro y frunció el ceño – Tu lógica a veces no tiene sentido y terminas siendo un tonto de mierda.

 

La rutinaria cena tomó un distinto rumbo. La atmósfera tranquila que solía acompañar las reuniones con John se transformó en algo muy distinto. Nuestras respuestas avivaron el tono de las palabras, como resultado terminamos envuelvo en una absurda discusión.  Ataques y contraataques fueron los detonantes. Ninguno de los dos daríamos nuestro brazo a torcer porque supuestamente ambos teníamos la razón. El cual difiero al día de hoy.  Al transcurso del intercambio de palabras logré deducirlo, pero esa información sería mi as debajo de la manga.

— Carece de fundamentos tu reclamo. No tengo la obligación de contarte los pormenores de mi vida y viceversa.

— Somos amigos. Por qué no entiendes que has errado en… -me vi obligado intervenir de inmediato, dejando a John con la palabra en la boca.

— No tengo amigos. Ni deseo tenerlos por obvias razones como las de ahora – expuse mi idea ante el asombro de John. Quedó con la boca semi abierta –Las considero presencias molestosos, ruidosos, sofocantes, distractores y absolutamente pérdida de tiempo. Claro, existen algunas excepciones.

— Supongo que no soy parte de esa minoría – dijo las palabras a modo de decepción - Rachmaninoff Piano Concerto, quería escuchar la noticia proveniente de la fuente principal… sin embargo tengo frente a mí a la persona más desconsiderado.

— No te obligué realizar una celebración no autorizada.

— ¿EH? No sé a qué te refieres.

— El vino Cabernet Sauvignon reservado para una ocasión especial, aguardaba oculto en el compartimiento del librero: segunda puerta, a lado derecho. Junto a una caja de recuerdos de tu niñez y parte de la adolescencia. Así mismo, invertiste más tiempo en la preparación de los alimentos, cuidando el mínimo detalle. Querías que sea perfecto. Por eso, realizaste dos veces la cena, las evidencias quedaron impregnadas en los utensilios. Celebrar, es lo único que estuviste pensando durante el día después de conocer la noticia.

Algo diferente a mi lógica me sugería callarme y tragar mis palabras. Mantener  silencio como siempre lo hacía, cediendo el mando de la conversación a John. Hice caso omiso y continué hablando sin importarme las consecuencias; tenía el protagonismo. Era cuestión de tiempo para apreciar la reacción de John. Se levantó, golpeó la mesa con sus nudillos, endureció el rostro pacífico que poseía.

— ¡Es suficiente, Sherlock! – levantó la voz, callándome de inmediato –¿Satisfecho? Espero que sí, probaste otra vez tu magnifica habilidad deductiva.  ¡Bravo! – aplaudió sarcásticamente mientras se ponía en pie - Te fascina tener la razón, despreciar a los demás… pues… quédate con tu maldita celebración que arruinaste.

 

Sin otra cosa por decir se retiró. El estruendo ruido de la puerta, advirtió el grado de enojo. Sin duda alguna, no comprendía del todo el porqué de su comportamiento. ¿Acaso yo era el del problema? Opción descartada. El equivocado era John, no yo.

 

 

Al día siguiente, salí lo más temprano posible, un encuentro casual era lo último que ambos quisiéramos. Después del altercado de ayer. Asistía a las respectivas clases, encontré interesante solo la parte práctica, lo demás ignoré como suelo hacer con hechos irrelevantes. Tengo que almacenar información útil y no otros contenidos que las personas suelen hacer. No fui al laboratorio de Molly porque el ensayo entre el director de la orquesta y el solista (mi persona) estuvo programado al promediar las 17:15  horas. Llegué puntual, quizás demasiado, diez minutos de anticipación. Había analizado la pieza por todos los ángulos, memorizado cada nota, mis dedos estaban inquietos por sentir el frío tacto de las teclas. Estaba impaciente, sin reflejar esa actitud vulgar, mantener la compostura era lo único que repetía dentro de mí.

Cuando el reloj marcó la hora indicada, el director abrió la puerta. Era un hombre de estatura promedio, edad de 55 años aproximadamente, llevaba puesto el típico terno negro sin corbata, desabotonado la parte del cuello. Lentes gruesos formaban parte de su look, las joyas no son lo suyo, pero la marca de un anillo en su mano confirma que estuvo casado hace 5 meses. Inmiscuido en el proceso de divorcio, ahora tenía la libertad de dedicarse al 100 % a la música. Cada quien se presentó, me pidió ubicarme para así iniciar el debido ensayo. Teniendo la partitura frente a mí, los sonidos no se hicieron esperar, ya me encontraba tocando el piano. Se quedó parado escuchando la interpretación. Sus ojos fijos en los movimientos de muñecas, dedos, pies; el cuerpo en conjunto. Analizada cada nota musical, fue la razón por el cual no emitió ningún juicio. Ni siquiera una mísera palabra durante o después. Finalizado la pieza, se cruzó de brazos, la mano derecha sirvió de soporte a su mentón. Permaneció quieto, al igual yo, lo siguiente  fue: “Puede volver a tocar” Y así lo hice.

— Mr. Holmes, sigue tocando demasiado deprisa. Ve más despacio...- intervino el director a dos minutos de iniciar.

¿A qué se refiere? La velocidad de la ejecución de la pieza musical es según la partitura indica.  El tempo, palabra italiana que literalmente significa “tiempo”, son lo mismo. Me fastidia recibir instrucciones, pero las palabras seguían saliendo de su boca, obligándome a parar de tocar.

— No hace falta ceñirse al método ruso, ni al ortodoxo para tocar –agregó, caminado de un lado a otro-  Si tocas muy deprisa, las notas parecerán muy ligeras, sin color y demasiada planas. Tiene que ser más hermoso  y más romántico.

— ¿P-por qué tiene que sonar sensual?   

—  ¡Te estoy pidiendo  que  te dejes absorber por la música!

—  "¿Dejarme absorber...?" –pensé sin entender del todo sus palabras.

— A pesar que todos te encuentran un genio, has olvidado la regla de oro de la interpretación: sentir pasión en todo lo que tocas. Por ejemplo: aprovecha los sentimientos que tienes por esa persona especial para demostrar la emoción de la música – colocó las manos detrás de su espalda y recitó aquella frase - La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso.

— Franz Liszt.

—  Exacto.  Parte de su trabajo como artista es encontrar su musa que lo ayude. La música puede definirse como la ciencia de los amores entre la armonía y el ritmo.

 

Encuentro cualquier tipo de sentimientos o emociones como un defecto de la humanidad y desventaja peligrosa.  Parece ser que la música encontró utilidad en ello. Fue el origen para que varias piezas musicales se crearan a partir de la existencia de las famosas musas. Por mi parte seguí ensayando solo en el conservatorio porque en el departamento lo dediqué a realizar arreglos que se adecuaran más a mi estilo.

Las palabras del Director pusieron en jaque mate a lo que consideraba innecesario. Dentro de mi palacio mental no encontraba ninguna información útil que explique lógicamente lo sucedido. A las 3:00 estaba sentado sobre el sofá con los pies arriba, las palmas de las manos juntas y los ojos cerrados.  Entre ese mar de pensamientos, el nombre de John vino a mi mente  por arte de mágica, obligándome salir del trance. El lugar estaba a oscuras, la escasa luz de la calle ayudó a encontrar mi móvil, tirado en el piso junto al mar de hojas. Ningún maldito mensaje, ninguna llamada, absolutamente nada de nada.  A la mañana siguiente, escuché actividad proveniente del departamento. La típica rutina de todos los días, sabía a la perfección en qué momento salir sin forzar nuestro encuentro. Así me mantuvo por los siguientes dos días, dedicados únicamente a ensayar y ensayar.

— ¡Sherlock! – pronunció mi nombre Molly, a ocho metros de distancia. Era absurdo ignorarla porque habíamos cruzamos miradas –  Vaya sorpresa encontrarte después de mucho tiempo ¿Dónde estuviste?

— Cuál es tu verdadera pregunta –dije sin rodeos.

— John Watson.

Escuchar aquel nombre salir de la boca de Molly llamó mi atención. La miré fijamente, logrando que desviara la mirada y se pusiera nerviosa. Algo ocultaba.

—Hace poco vino a preguntar por ti.

— Perdón. ¿Qué dijiste?

— John vino a buscarte… – sonrió tímida – En total fue tres veces. Es… es una persona muy simpática, amable, atento… todo un caballero.

— Se te olvido mencionar: testarudo, orgulloso, común…

—Todos tenemos defectos – me interrumpió para responder y formular la siguiente pregunta – ¿Sabes si está saliendo con alguien?

— Ehrmm... No…

 

Escuchar la respuesta le llevó escondió el rostro, jugar con sus dedos  y dibujar una media sonrisa.  No dejó su rostro expuesto para poder deducirla. A todo esto ¿Por qué se interesó precisamente en John?, ¿Cuando sucedió?, ¿Acaso no estaba enamorada de mí?  Una a una se creaba preguntas a partir de la confesión de Molly. Por primera vez mi cerebro dejó de funcionar bajo los fundamentos de la lógica y se dejó llevar por las emociones del momento.  Abandoné la conversación, caminé hacia el salón de ensayos que sirvió como guarida a mis pensamientos. Nada parecía tener sentido. ¿Por qué John fue a buscarme?, ¿Su ira había desaparecido tan rápido? Por qué demonios me afectó la pregunta de Molly, al extremo de crear cierto odio hacia ella sin razón alguna. 

Me llevó comprender la situación después de varios minutos analizando. Debía ofrecerle una disculpa, John solo estaba siendo amable conmigo como siempre lo había sido. Ese trato desinteresado cobró significado distinto en ambas partes. Al final, la dirección de mis palabras terminó en el punto sensible, incitando a que reaccione como lo hizo. Quizás con un “lo siento” las cosas vuelvan a la normalidad: ocupar aquel sitio en su departamento que me pertenecía, beber el exquisito  té que solo él sabe preparar, practicar juntos, corregir sus terribles errores cuando toca el piano, hasta extrañaba comer.  Acabo de darme cuenta que John está convirtiéndose en una pieza  del rompecabezas de mi vida.

Sentado en la comodidad del taxi, buscaba las palabras exactas que conformarían mi discurso. De seguro, al verme trataría de evitarme y cerrar la puerta en mis narices. Debía ser astuto, ir directamente a la cuestión. Bajé, una ráfaga me dio la bienvenida, pagué por el servicio y caminé rumbo a mi objetivo. Subí peldaño a peldaño las escaleras, ya tenía organizado nada podía salir mal; analice cualquier posible escenario. Al llegar al tercer piso, el panorama era distinto al que predije. En la entrada del departamento de John se encontraba Sarah, tenía el rostro cubierto con una mano y viendo al lado opuesto hacia mí. Solo él se dio cuenta de mi presencia, giró el rostro, nos vimos fracción de segundos. Su siguiente reacción fue coger del brazo a Sarah, llevarla hacia adentro y cerrar la puerta con fuerza. Me quedé parado, contemplando el pasadizo vacío.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).