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Io ti Penso, Amore por azumicard

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Notas del capitulo:

Sherlock.


Aparte del reto que tenía en interpretar a la perfección la pieza musical, también lo fue,  ubicar a John en la audiencia; resultó ser complica al inicio. Observar lo más rápido posible todos los lugares que mi campo visual alcanzaba y encontré el punto de atención. Aquella horrenda camisa a cuadros que tanto critiqué había servido para localizarlo. Las probabilidades de encontrar a una persona con la misma prenda era de 1/1000; nadie utiliza eso, a lo que él denomina “camisa de la buena suerte”. Y la persona subida de peso era Mike Stamford, sin duda alguna era John Watson, había venido al concierto. Solucionado la  posible distracción, respiré aliviado, unos cuantos pasos más y tomé lugar frente al piano.

Lo siguiente en recordar fue el ruido ensordecedor de la audiencia predominar. En el instante de ponerme de pie, iba a dirigir la mira al lugar predilecto, pero estaba infestado, todas las personas del sector estaban paradas, aplaudiendo y gritando; respuesta favorable. Luego del clásico saludo, me dispuse a dirigirme a los camerinos, tenía que quitarme el incómodo traje de gala e ir a buscarlo. Tan apresurado salí, olvidando la posibilidad que durante el trayecto las palabras de felicitaciones llegarían una tras otra, obstaculizando el camino. Nada podía hacer, aprovecharon la confusión para emitir sus aburridos elogios, fueron unos ingenuos si pretendían si les responderían del mismo modo.  Al escucharme, se llevaron tremenda sorpresa al comprobar mi nulo interés por ellos; los ignoré verbal y físicamente. Sin emitir otra palabra, retomé el camino trazado, abriéndome paso entre toda esa multitud molestosa, que terminó con la palabra atoradas en sus bocas debido al abrupto desenlace.

— Eres fácil de predecir – hablé, estando a espaldas donde se encontraba, John -  Cualquier sea el tipo de emoción intensa, termina por conducirte a esta parte  menos frecuentada del conservatorio. Llegas con un sinfín de ideas dentro de tu cabeza o simplemente ninguna, te mantienes de pie varios minutos, haces esa mueca con la nariz; típica en ti.  Después  permaneces sentado en la banqueta, en completo silencio y la mirada perdida en el vacío.

— Nunca dejas tus deducciones ¿cierto? – suspiró antes de responder.

— Observo. No puedes prohibirme de aquello, John Watson – me paré al costado suyo.

— Si lo hiciera, tampoco cumplirías. Haces lo que quieres…- soltó otro suspiro, más profundo en comparación al primero – Tu presentación fue magnífica, llena de vida y cargada de emociones a un nivel que nunca había escuchado… -realizó una breve pausa y luego sonrió –Ahora mismo no encuentro las palabras correctas para definir lo que escuché hace poco… sublime… Su interpretación de Rachmaninov fue sublime, dejando a los asistentes conmovidos e impactados.

Durante la explicación, comprobé cuánto había calado mi música en él.

— El impacto musical causó en usted algo que pocas veces ha experimenta. Podría atreverme decir: padece de ansiedad y  miedo por los efectos secundarios, después de escuchar el concierto – dejé al descubierto sus verdades- Debería reconsiderar la opción en emitir sus felicitaciones hacia mi persona, como tenía previsto.

— Deberías regresar a celebrar con los integrantes de la orquesta, estoy más que seguro que te lloverán las felicitaciones, no solo de personas inferiores ante tus ojos. También del mismo director, instructores, periodistas… Ya eres famoso, Sherlock.

— Fama, es una palabra con doble filo y efímera. Vacía, en muchas ocasiones. Disfrazada con un distinto objetivo – continué vertiendo más información, hasta que John, se le ocurrió mirarme a los ojos  e interrumpir.

— Felicitaciones…- habló demasiado bajo, solo escuché murmullos. Tuve que pedirle hablar más fuerte -  Dije: Felicitaciones, Sherlock Holmes. Dio uno de los  conciertos magníficos que he escuchado en toda mi vida.  No me arrepiento haber roto mi promesa y ser partícipe de tal acontecimiento.

Sus pobres palabras arremetieron contra mí. Causaron efecto contrario a las anteriores felicitaciones, donde lo único que deseaba era mantener cerradas esas bocas molestosas. Ni el mismo Director logró emerger alguna emoción después de emitir su agradecimiento y felicitación. La persona que tenía sus ojos puestos en los míos, había sido el encargado en dejarme a la deriva. Perdido mentalmente, indispuesto a reaccionar de inmediato.  Lo vi desplazarse al frente, plantado ahí alzó la cabeza, con los brazos a los costados. No dijo nada, de igual modo yo.

— Sería absurdo preguntar, si mi música logró estimularte. Porque la respuesta es afirmativa. Hasta qué punto, sería la cuestión – acorté distancia entre nosotros, estaba al lado de él – Utilizar el portafolio para recrear las teclas del piano, es una idea común entre los estudiantes. Podría haber leído gran parte del concierto en la superficie del objeto, si no hubieras derramado café encima por tocar una nota demás.

— Pareces más un detective que músico. Buscando explicaciones lógicas absolutamente a todo y  formulas hipótesis sobre casos  particulares.

— La ciencia de la deducción. He escrito del tema en mi página web, entre otros asuntos importantes. Le recomiendo echar un vistazo.

— Lo haré en otro momento. Lo único que me interesa ahora, es tocar el piano.

— Suena bien, un concierto  solo para mí.

— No tienes permitido entrar a mi habitación de conciertos.

— ¿Aún me guardas rencor? 

—Si continuas hablando, me iré sin ti –dijo en tono de amenaza.

—  Te contradices, John. Primero anuncias que tu prioridad es tocar el piano, ahora cambias de pareces. Quieres ir a comer.

— A diferencia de ti, yo si necesito alimento para vivir.

— Detalles –resté importancia a lo último, siempre insistiendo sobre la comida - ¿A dónde planeas ir a cenar?

— Creí que era predecible –respondió viéndome a la cara- Acaso el detective, Sherlock Holmes no puede deducir algo tan simple.

— No del todo. Y te recuerdo; soy músico. La profesión antes mencionada no es  parte de mis objetos de estudios.

 

Antes de embarcarnos en otra conversación, John dijo la última palabra.  Casi ríe al ver mi rostro de confusión, yo hice lo mismo; sonreí. Sabía que la supuesta pelea había llegado a su fin y dentro de poco volvería a frecuentar su departamento. Salimos del conservatorio, al llegar a la calle abordamos un taxi, que nos conduciría a nuestro destino: restaurante de comida China. Ubicado a cuatro cuadras del complejo de departamentos. Durante el recorrido, el único hablando fue John. Disfruto escuchar su voz, su compañía, refutar algunas ideas suyas sobre arte. Había olvidado lo estimulante que resulta ser John para mí.

 

Tal como había previsto, regresé a ocupar el espacio reservado en su cómodo departamento. Mi presencia ya no era considerada una molestia, mucho menos un huésped indeseado; término utilizado por sus novias hacia mí. En la actualidad no estaba inmiscuido en alguna relación amorosa, los cuales duraban escasas semanas de haberse iniciado. Y según la teoría de John, yo tenía la culpa de sus rompimientos por decir las palabras correctas en el lugar indicado para alejarlas de su lado. Naturalmente, refuté la afirmación mediante argumentos válidos y lógicos.

El asunto de la novia, volvió a rondar en su cabeza. Cuando se trata de ese sentimiento, los patrones de comportamiento sufren cambios significantes. Hasta la propia música presentó alteraciones. Ahora es mucho más…  de color rosa.  Parecía un campo de flores, al dar el primer paso, el aroma dulce te embriagaba y una brisa revoloteaba los pétalos. Fueron motivos suficientes para alzar mi voz de protesta mientras le escuchaba tocar el piano. Del mismo modo respondió, prepotente: – Si no te gusta como toco, conoces la puerta de salida. No tengo porque soportar tus comentarios fuera de lugar -.  Solucioné el inconveniente, coloqué audífonos sobre mis orejas, obstaculizando ruidos externos y seguí leyendo material donado por Molly. El nuevo ambiente recargado resultó ser demasiado molestoso, afectando mi concentración como nunca. La búsqueda por encontrar solución al problema, me llevó a investigar el origen a fondo.

— ¿Cuándo es el gran día? –lancé la pregunta a mitad de la cotidiana cena.

Su primera reacción fue fruncir el ceño, levantar la vista  justo cuando la cuchara iba a introducirse en su boca. La devolvió al plato.

— A qué día te refieres, Sherlock.

— Tu próxima cita, a desarrollarse el fin de semana. Motivo por el cual has estado presentando notables cambios. Tanto emocionales y psíquicos.

— ¿Estas pidiendo que vayamos junto al concierto sinfónico, donde Sarah será la solista? -  preguntó con cierta duda.

— Eres bueno deduciendo, John Watson.

— Deja el sarcasmo. No tengo que ser un genio para llegar a esa conclusión porque es de conocimiento público del concierto -el tono de voz cambió su tonalidad- Ve directamente al asunto, como siempre sueles hacer con cualquier persona; sin rodeos.

— ¿Aún estas interesado en ella?

— Si así lo fuera, no es de tu incumbencia.  Mi vida amorosa es privada.

— Entonces borra esa sonrisa de amor.

— ¡Por Dios! – exclamó - ¡Compórtate, Sherlock! Pareces un niño engreído, que piensa que todo mundo cumplirá sus caprichos.

 

Toqué el hilo sensible de John para obtener ese tipo de reacción en él.  Al transcurso de  las horas, la realidad regresaba a la normalidad; cada quién ocupándose de sus propios asuntos.  Las conversaciones redujeron su ciclo de vida y se extendió las horas de práctica en las piezas musicales asignadas. El acuerdo pactado entre ambos, nos llevó a una especie de destierro temporal con la condición que acompañe a John al concierto.

El plan había resultado. Días más tardes, estuvimos sentados entre las primeras filas del auditorio. La trayectoria y fama del director, la técnica del concertino y la minuciosa selección de los músicos; respaldaban la calidad de un buen concierto. Sin embargo, la solista era prácticamente una desconocida, dependía de su música para imponer su nombre al público y resaltar sus habilidades o quedar en el completo anonimato. La pieza escogida fue: La Fantasía Carmen, Op. 25, de Pablo Sarasate, es una fantasía para violín y orquesta, sobre temas tomados de la ópera Carmen de Georges Bizet. Es considerada como una de las piezas más difíciles y técnicamente exigentes. También utilizada para las competencias de violín.


 

https://www.youtube.com/watch?v=pGbpxTgbMdg

 

 

El aspecto físico de Sarah, atrajo bastante la atención de John, estaba idiotizado por el vestido rojo que acentuaba su esbelta figura.  Si bien todos tenían los ojos en el lugar incorrecto, noté varios indicios de su estado emocional. Observé duda acentuada en la mano derecha; ligero temblor. La otra que sostenía el violín, era firme como la mirada en sus ojos. Estaba más que lista para iniciar tocar y demostrar al público el nivel de su música. Y así lo hizo durante el concierto de violín. Debo reconocer el notable avance, pero no lo suficiente para ser considerada una excelente violinista porque realizó una presentación del 70%. La técnica delicada pareció abandonarla, solo tuvo la compañía de la sanguínea pasión inspirada en la ópera.  En cambio la orquesta acompañó a la perfección al solista que no supo cómo seguir el ritmo en ocasiones. Estuvo en el nivel promedio, tiene un largo camino por recorrer aún. Al parecer el público no notó los errores cometidos durante la interpretación, simplemente la ovacionaron. Me quedé sentado, con las palmas de las manos juntas  a la altura del cuello. La ausencia de aplausos de mi parte, llevó a John a mirarme con desaprobación o ¿decepción? Sabía que no podía obligarme, de inmediato miró hacia el frente.  Integrar en el público adulador.

— Su forma de tocar es tan típica que no me gusta – acabé con el silencio a dirigirme a John, mientras salíamos del auditorio-  Como tu primera novia. Era atractiva, pero no recuerdo su rostro.

— ¿De qué estás hablando?

— Que iras a  felicitarla personalmente y debido al contratiempo olvidaste estar preparado para la ocasión.  Espera un momento.

Lo dejé en el Hall, entre tanto  me encargué de solucionar el problema ocasionado por un despistado John Watson. El grupo conformado por cuatro personas, cerca de la entrada, resultó ser la mejor opción. Luego de conversar durante un corto periodo de tiempo volví a mi posición inicial.

— Lo que necesitabas, Romeo – quedó mudo al mostrar el ramo de flores a la altura de sus ojos, donde me percibe el desconcierto reflejado en su pálido rostro.

— ¿De…de dónde lo sacaste?... –titubeó, nervioso.

— Regalo de una amistad lejana de Sara. No se ven  varios años.  Y debido al insuficiente tiempo, era imposible permanecer en la ciudad porque regresaban hoy mismo a su ciudad natal.  Motivo por el cual, me ofrecí  entregar su obsequio personalmente a Sarah y hacer llegar sus sinceras felicitaciones por su buen desempeño.  Utilízalo mejor tú, ella nunca lo sabrá.

— Ni lo pienses, Sherlock…absolutamente ¡No! –expresó su enojo mediante  el tono elevado de voz- No seré parte de este plan tan despiadado.  Engañar a una pobre joven para sacar provecho de la situación.

— Olvida tu moral –respondí con dureza -  Es requisito  indispensable  portar un ramo de flores cuando vas a felicitar al solista del concierto.  Más aun en tu caso, por tus pretensiones románticas hacia ella.  Deberías agradecer mi ayuda.

— ¿Cuál es la verdadera  razón para ayudarme?  Tus actos siempre son con algún fin, nunca por buena intensión.

— Buena  deducción, John.  Contribuyo  acelerar el proceso de cortejo…-fui interrumpido,  su risa  tomaron protagonismo.

— Es ridículo pretender  dictar clases de cortejo, si tú nunca te has  enamorado.

— El amor es una cosa emotiva, y todo lo  emotiva es contrario  a la razón pura y serena. Sin embargo, no haber  experimentado  aquel sentimiento estúpido,  no me convierte en un ignorante del tema.  Es sencillo analizar el comportamiento del ser humano al estar bajo el efecto del amor. En todos los casos presentan un denominador  común.  Siguiendo una misma secuencia  una y otra vez.  El ritual de cortejo es el mismo hace dos mil años, con algunas modificaciones al paso del tiempo, pero conserva la esencia. “El orden de los factores no altera el producto”

—  ¿Seré parte de algún experimento tuyo?-cuestionó.

— No. Pero deseo terminar de una vez por todas el aura rosa impregnado en tu departamento a consecuencia del amor –ladeó la cabeza y me miró intrigado como si estuviera hablando otro idioma.- Si, John, has quedado atrapado  por ese sentimiento, con la diferencia que  esta vez la desilusión será rápida.

—  Te equivocas, Sherlock.

—  No hay cabida  margen de error. Es ciencia exacta.

— A la mierda tu lógica. –refutó, frunciendo el ceño- Voy a demostrar que tu deducción es errónea y  mi destino lo manejo yo mismo, sin la ayuda de un tipo arrogante que dice saber la verdad absoluta.

 

 

Avanzó dos pasos, de mis manos arrebató el ramo de flores que previamente había rechazado.  Sentí sus ojos desafiante acentuarse en mí, al  intercambiar miradas.  Los segundos parecían  transcurrir con lentitud, miré a John alejarse  hasta  que el campo de visión me permitía. Di media vuelta y  caminé entre las pocas personas del lugar desplazarse  en dirección a la puerta de salida.  A poca distancia detuve el paso para colocarme el gabán y la bufanda. El clima cambió,  Londres estuvo a puerta del crudo invierno que azotaría en los próximos meses.

De vuelta en mi departamento, frente al piano, dispuse tiempo prudencial para tocar el violín.  Teniendo como único espectador, la calavera. Un recital privado. El sonido de las cuerdas se extendió por todo los ambientes, otorgándome la tranquilidad ideal para pensar. Mientras mis dedos bailaban al song de la melodía, mi   cerebro hacía uso de sus capacidades.  Pero, una ola de incertidumbre interrumpió el proceso, dejando inconclusa la pieza.  Algo realmente extraño estaba comenzando a experimentar; inseguridad.  ¿Cómo puede ser posible? Era la pregunta en cuestión. Nunca he dudado de mis deducciones, hoy cambio al considerar la nula posibilidad que ellos dos retomen su relación.  No debería interesarme en lo absoluto, lamentablemente aquella idea rondaba en mi cabeza, nublando todo a su paso. Era molestoso dedicar tiempo a un asunto ajeno.  Aparte del violín, fumar otorgaba a mi cuerpo el otro tipo estímulo que necesitaba para ser clarividente. Coloqué un cigarro en los labios,  lo encendí, luego caminé hasta llegar al sofá, donde me tumbe a disfrutar el momento.

 

 

 

 

John.

 

Entre la multitud localicé a Sarah. Estaba rodeaba de personas, haciendo llegar sus felicitaciones y yo esperé mi respectivo turno, a unos metros cerca a ella. Sostenía el ramo  con firmeza, parado sin poder mover ningún músculo. Su belleza es incomparable a otras mujeres que he salido antes y después a ella. Puedo afirmar: su sonrisa es encantadora y única, llenando de alegría cada célula de mi cuerpo. Tanta felicidad fue opacada por la pelea interna sobre si hacer uso de las flores o no, debida a su procedencia. Tal como le dije a Sherlock, no iba a ser parte de la red de mentiras creados por él. Mis principios me obligaban actuar correctamente y eso iba a realizar hasta que Sarah apareció sin previo aviso. Tenía su rostro bastante cerca de mí, esbozó una sonrisa cuando entré en pánico, al llevar mi cuerpo hacia atrás. Fuera de todo pronóstico –no  para el gran Sherlock Holmes- terminé ofreciendo las flores a Sarah.

— Son hermosas… - apreció al detalle de cada flor utilizada en la composición – Sigues siendo la misma persona, del cual me enamoré. Atento a los detalles. Muchas gracias, John-estampó sus finos labios en mi mejilla.

Mantuve una sonrisa amplia, callado para escuchar su dulce voz.

— ¿Y a dónde fue a parar tu compañero de piso?

— ¿Te refieres a Sherlock? –afirmó mi pregunta moviendo la cabeza –Cada quién vive en su respectivo departamento, no juntos. Solo que Sherlock tiene el extraño hábito de invadir mi espacio personal, sin importarle la opinión al respecto; hace lo que él quiere –suspiré antes de continuar- Mi intensión era venir solo, ya que él no estaba interesado asistir. Al cabo de unos días, mágicamente cambió de opinión y propuso ir al concierto juntos. Negarme sería considerado para él un acto de rebeldía, el cual nos llevaría a una acalorada discusión sin sentido. Evitar problemas a futuro, acepte su propuesta.

— Obedeces como si fueras su fiel mascota – rió para si misma- Debo suponer, mi interpretación no estuvo a la altura de Sherlock. Si no hubiera estado presente en esta conversación.

—  Evita al mínimo el contacto con personas...

— Estúpidas –completó la oración en tono burlón- Todos saben cuan arrogante puede llegar ser. No discrimina edad, sexo, religión, etc, dice lo que piensa, sin importarle las consecuencias de sus palabras y e actos.

Evité continuar con el tema. Sherlock tenía todas las de perder. Defender lo indefendible. Direccioné la conversación a otro rumbo.

— En ningún momento, Sherlock dijo algo malo de tu presentación, se limitó a señalar los pocos errores que tuviste… Has mejorado, claro que sí, tu nivel subió dos posiciones más arriba. La técnica falta pulir más.

— Tengo media aprobación – esbozó una sonrisa ante la noticia -  Lamento ser importuna, querido John –dijo, cambiando de expresión a uno de culpabilidad - Debo regresar a los camerinos a cambiarme. Tengo una entrevista ahora mismo durante una cena y otras dos para el día de mañana.  Agradezco tu asistencia.

 

 

La espera fue más larga que la despedida. Mi gran noche con Sarah quedó arruinada, gracias a la efímera fama. ¿Qué hacer?  Me pregunté a mi mismo, luego de salir del auditorio. Ya en la calle, estuve  mirando a todas las direcciones sin mover el cuerpo, tan solo la cabeza. Como si la solución iba aparecer en alguna de las calles. Regresar a mi departamento tan temprano, no estaba entre mis opciones, solo lograría inflar el ego de Sherlock. Decidí ejecutar un improvisado plan B, consistía en ir al parque más cercano, permanecer sentado el tiempo estimado que hubiera durado la cita con Sarah. Acompañado de un buen café, debido al clima de invierno. Los primeros quince minutos, transcurrieron normalmente, a la media hora una brisa helada azotó mi rostro, obligando a mis ojos entrecerrar. Si no fuera por el abrigo que llevé a tanta insistencia de Sherlock, estaría sufriendo las consecuencias. Otros cinco minutos fueron suficientes para saber que fue una pésima idea matar el tiempo en ese lugar. Debí escoger otra opción menos arriesgada, sin comprometer mi salud. Mediante la actividad física (caminar) logré general calor, así contrarrestar el frió. A la vez ayudaba a completar los minutos que  hacían falta para  hacerle creer a ese engreído, sí salí con ella durante la noche.

Grande fue mi sorpresa al ingresar, el sofá donde solía descansar estaba vació. Lo busqué en los lugares que frecuentaba al estar en mi departamento; no hallé ningún rastro. Estaba más que seguro, encontrarlo tirado a lo largo en el sofá, con las palmas de las manos juntas a la altura del pecho y con los ojos cerrados. Era yo, quien ocupó su lugar predilecto. Me pregunté por qué preferir a su propio departamento antes que el mío, sinceramente no encontré una respuesta a mi interrogante. Por querer tener la razón, Sherlock era capaz de discutir con la misma reina de Inglaterra. Entonces, debió aguardar mi regreso y comprobar personalmente su deducción. Hizo lo contrario, como burlándose de mí, dejó que creyera que yo había ganado. Sabía el desenlace de la historia, mucho antes a desarrollarse. Que estúpido creer que puedo estar un paso delante de él, la ventaja es inmensa, quizás algún día esté cerca a su nivel.

—  Desde cuando sufres de insomnio, John –preguntó Sherlock, durante la hora de descanso en uno de los ambientes del Conservatorio.

— Desde que el estúpido de mi vecino tuvo la brillante idea: practicar el violín a las 2 am. Sin importar que digan los demás – respondí, teniendo el rostro recostado en mis brazos que sirvieron de almohada.

— La acción de alquilar una propiedad  implica poseer libertad absoluta en disponer que hacer dentro de las cuatro paredes. Eso mi querido, John se llama independencia.

— No, Sherlock. Eso es ser desconsiderado.

— ¿Por qué? –regresó la pregunta de inmediato.

Tuve que levantar mi rostro del cómodo lugar. Realmente moría de sueño, no había pega el ojo en toda la noche, gracias al concierto madrugador. Ni fuerzas tenía para abrir la boca y hablar. Las pocas energías reservadas fueron consumidas en las clases teóricas.

— La noche está hecha para dormir. Sin embargo tu transgredes cualquier norma importa por la sociedad – respondí, después de bostezar.

— Dormir es aburrido.

— Lo es para ti. Las personas normales como yo, utilizamos la noche solo para dormir luego de un día agotador.

— También le dan otros usos poco interesantes y prácticos… el cual no lograste concretar el día de ayer por obvias razones – vio a través de mis cansados ojos la verdad que trate de ocultar - Todos las evidencias refuerza mi teoría sobre Sarah y tú. Desiste de una vez por todas, es molestoso verte en ese lamentable estado. No alberges falsas esperanzas como el resto de la humanidad que cree en estúpidas frases: “donde hubo fuego, cenizas quedan” Demuestra tener algo de inteligencia y no seas una persona vacía.

— Sherlock… mantén tu linda boca cerrado o me encargaré personalmente extinguir tu voz de manera dolorosa… - volví a recostarme sobre la mesa.

 

La advertencia sirvió, se mantuvo en silencio. Mis ojos empezaban a ceder, lentamente los párpados obstaculizó la borrosa visión que tenía.  Sus largos y finos dedos  reposar  sobre la mesa fueron lo último en ver, luego todo quedó en tinieblas.  Del mismo modo el ruido externo, poco a poco se iba extinguiendo hasta quedar en completo silencio. El ambiente ideal, nada más podía pedir, quizás estar recostado en una cómoda cama. Me sumergí en un profundo y placentero sueño por largo tiempo; no quería despertar, solo seguir soñando… El tiempo de descanso estaba llegando a su fin, mi cerebro mandaba información a todas partes del cuerpo, era momento de despertar. Primero me removí anunciando lo inevitable, enseguida giré la cabeza al sentido contrario.

La escasa luz dificultaba mirar al frente, aun así logré apreciar el ocaso a unos segundos de culminar.  Al estar erguido, me di cuenta que había dormido toda la tarde, el lugar estaba semi vació, aparte de mí, dos jóvenes ocupaban distintas mesas. Ese infeliz no tuvo ninguna consideración conmigo, simplemente se fue. Debí imaginarlo, un egoísta como él no tiene ni tendrá consideración, en su retorcido mundo solo él cuenta y los demás somos escoria. Enojado, llevé ambas manos hacia mi rostro para tranquilizarme, entonces me llevé una segunda sorpresa. La gabardina de Sherlock estaba sobre mis hombros, cubriendo todo mi cuerpo, ya que la prenda es dos tallas más grande. Podía percibir perfectamente su inconfundible aroma en el momento de inclinar un poco la cabeza. Alcé la mirada como si un campo magnético me atrajera.

— ¿Sher… Sherlock? – dije dudando.

— Al fin despiertas, John. Si no lo hacías dentro de diez minutos iba a dejarte.

Lo encontré escribiendo en ese cuaderno de pentagrama que recelosamente cuidada de mí. A juzgar  la cantidad de papeles sobre la mesa, llevaba todo el tiempo sentado, ocupado en sus asuntos mientras aguardaba mi despertar.  El inusual hecho de  preocupación hizo que la piel se erice al sacar dicha conclusión. Después de todo, significo algo para él, no podía creerlo.

— ¿Qué es? –pregunté cuando me acercó un trozo de papel.

— Sarah lo dejó hace un par de horas atrás – mantuvo todo el tiempo la mirada fija en su labor – Tenía intensión en despertarte, pero hice que desistiera. Argumenté que estuviste despierto toda la noche por culpa de tu nueva novia. Y los ruidos terminaron arruinando mis horas de descanso.

 — ¡¿Hiciste qué?! – el grato momento se esfumó.

— Su cita será el día de mañana. Hubiera sido hoy, pero solo a ti se te ocurre quedarte dormido.

— Por qué, no me despertaste –reclamé, algo enojado.

— Tu rostro reflejaba lo placentero del proceso. Necesitabas urgente descansar, ya habías llegado a tu límite. Al caer en ese estado, tu respiración cobró un ritmo estable y  prolongada inhalación como exhalación. Uno que otro murmullo, acompañado de suspiros –hizo una pausa para terminar de escribir - Debo admitir, en ocasiones me vi tentado  despertarte, pero desiste al  ver todos tus gestos al dormir; es curiosa la biología del ser humano.

— ¿Me… me estuviste observando mientras dormía?

— Fuiste la única cosa interesante aquí.

No sabía si sentirme ofendido o halagado. Sus palabras siempre venían acompañados  con dosis de sarcasmo; letal para las personas. Al margen de lo sucedido, sabía que Sherlock demostró su preocupación hacia mí según su estilo. Apreció esas pequeñas muestras de amabilidad que nunca ves en él.  Sentado, esperé paciente a que termine de escribir. Al percatarme del contenido de las hojas, supe que estaba componiendo música.

 

Tomé medidas de prevención dejando a Sherlock quedarse en mi departamento durante los siguientes dos días. Lo mantuve lejos del violín, no porque se volvió pésimo tocando, al contrario es un excelente violinista. Pero los horarios que escogía para tocar, no son los adecuados. Dedicó ese tiempo a trabajar en la partitura, motivo por el cual dejó de asistir al conservatorio. Según él porque nada llamaba su atención, ni las clases prácticas y empezaba  aburrirse.  Repercutió directamente en su estado de ánimo, era 10 veces más insoportable.  Si no estaba criticando mientras practicaba en el piano, lo encontraba tirado sobre el sofá con 2 parches de nicotina.

 

Aquella mañana gris, salí de la habitación vistiendo la mejor ropa seleccionado del armario. El tan esperado día había llegado, vería  a Sarah luego del inesperado desplante que terminó otorgando la razón a la persona que siempre lo tiene.  No iba permitir que la tuviera por completo, nada estaba dicho aún tenía la oportunidad de revertir la situación a mi favor. Tres pasos di y los sonidos del piano tomó por asalto el lugar, avancé hasta ver a Sherlock tocar de manera sutil.  Las pausas sirvieron para que él realizara anotaciones en la partitura, cumplida la acción  retomaba la melodía donde lo había dejado. Por mi parte preparé desayuno para una persona y una taza de té adicional. Mientras comía las tostadas con mermelada, los sonidos bailaban en mis orejas. Busqué el preciso momento  para dirigirle la palabra, así decirle que pasaría la noche fuera. Su respuesta fue sarcasmo puro.

El mal humor me acompañó durante toda el día. Parecía  el destino estar  en mi contra porque llegaron dos noticias malas relacionadas a finanzas y asuntos familiares. Lo siguiente sería terminar cenando solo…sucedió lo contrario. Sarah me llevó a un elegante Bar, lugar predilecto por los estudiantes del conservatorio. Nos sentamos en la barra, pedimos unos tragos y nos sumergimos en una extensa e interesante plática. Entre risas, anécdotas, tragos, surgió el tema: el genio del violín, Sherlock Holmes. Todo iba bien, de un momento a otro la conversación tomó otro rumbo.

— Sarah… – coloqué mi mano sobre la suya – Que te  parece si volvemos.

— Lo siento – se levantó abruptamente, dejando sin efecto la caricia.

— Quédate conmigo al menos está noche – la cogí del brazo. Mi segundo intento en retenerla.

— Basta – se deshizo del agarre – Sabes que entre nosotros, ya no hay ese tipo de relación ¿no? Además, tienes otras prioridades en tu vida; uno en especial.

Sus palabras parecían dagas atravesando partes del cuerpo, supo en qué punto vulnerable atacar sin piedad y su inminente rechazo fue la estocada final. Nada podía hacer para revertir la situación, más que ahogar las penas en alcohol. Esa noche me quedé bebiendo, recordando viejos momentos, entonces el sonido del móvil neutralizó mis pensamientos. Resultó ser el primer mensaje de Sherlock, lo ignoré por completo, ni siquiera leí el contenido. Volví a coger la copa,  di dos sorbos y un segundo mensaje llega, luego otro y otro, así hasta acumular un total de 7 mensajes en el intervalo de media hora. Debe estar aburrido, fue  la conclusión al que llegué, si no quería ver mi departamento destruido, volver era la mejor opción. Aunque signifique admitir  la derrota contra Sherlock, y todavía en un campo que no es su especialidad.  Pagué la cuenta (no fue mucho), salí caminando casi normal, los efectos del alcohol permanecían. Aborde un taxi a mitad de la noche, le indiqué la dirección y dentro de quince minutos habíamos llegado. Mientras subía por las escaleras no dejaba de pensar sobre las palabras de Sarah.  Con dificultad abrí la puerta, avance y lo encontré parado de espaldas, muy cerca del piano.

— Llegas tarde John –habló, dando media vuelta – O debería decir, llegas temprano, considerando el desarrollo de los eventos.

— ¿Cuál es tu emergencia? – respondí con una pregunta, no cedí a sus provocaciones, sabía a dónde estaba apuntando y con qué fin lo hacía.

—  Hacerte cargo de la preparación del té porque se terminó.

— Tendrás que esperar hasta mañana porque… me voy a dormir… buenas noches –pasé al lado suyo, ignorando lo anterior dicho.

 

En el caminó me deshice de los zapatos y algunas prendas superiores terminaron en el piso, solo quedé en camisa. Me tumbé sobre el sofá ante la mirada atónita de Sherlock. Parecía confundido por la reciente escena; rebelión. Terminé invadiendo su lugar predilecto, giré el cuerpo al sentido contrario, mi rostro chocó con el respaldar del mueble. Encaja a la perfección, el espacio sobrante era necesario para que Sherlock termine sentándose cerca de mis pies. Se mantuvo callado unos minutos, luego inicio una especie de monologo; interpretado para mí como ruido sin significado. Los recuerdos son vagos… en el momento de cerrar los ojos perdí conexión con el mundo real hasta despertar.

Dormir en otro lugar que no sea una cama, es incómodo. Para nada recomendable. El reloj biológico anunció el amanecer, primera acción fue estirar el cuerpo, las puntas de los pies confirmaban su ausencia. Un bostezo matutino dio paso a girar mi cansado cuerpo al sentido contrario. La visión era borrosa cuando abrí los ojos, al poco tiempo miraba a la perfección, tanto que dude la veracidad del hecho. Sherlock estaba sentado en una silla, ubicado frente del sofá,  alineado al lugar que reposaba mi cabeza. Él tenía la mirada fija en mí como si fuera un depredador listo para atacar a una desprevenida presa. No quería que se moviera de su lugar y yo no tenía la fuerza necesaria para mover ningún músculo; estaba petrificado. Estoy seguro, nadie podría mantener la mira con él; es demasiado intimidante.

—  John…- habló casi susurrando –Estuve pensando sobre… - las palabras se rehusaban salir de su boca, pero continuó- Vivamos juntos. 

Notas finales:

Agradezco  todos sus Reviews , me animan para continuar escribiendo :'D 
Espero disfruten de este nuevo capítulo y  aguarden la siguiente actualización.

  Ciao ciao  *w*//

PD: Les recomiendo ver el video, es una de piezas para violín maravillosas. Claro que está interpretado por acompañamiento (piano) y no con orquesta. 


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