Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Io ti Penso, Amore por azumicard

[Reviews - 88]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

John.

 

 

Los invisibles rayos del sol se filtraban por las cortinas de la ventana. Estaba sentado al filo de la cama, las manos entrelazadas y la cabeza inclinada ligeramente  en dirección al piso. Pasé casi toda la noche en vela, no debido a los importunos conciertos de violín durante la madrugada, si no otros asuntos significativos robaron mi sueño. Con la mirada perdida, analizaba la situación, debía tomar una decisión de una vez de todas, el tiempo corría en contra mío. Y así lo reafirmó el despertador cuando el insistente sonido me devolvió al mundo real, era momento de enfrentar al destino. Lancé un suspiro pesado como si mi alma hubiera escapado, enseguida fui al cuarto de baño. Necesitaba urgente la sensación del agua recorrer este cansado cuerpo y despejar la mente antes de embarcarme a una nueva aventura desconocida.

 

Llegué al lugar pactado con varios minutos de anticipación. Caminaba por Baker Street, buscando la numeración correcta de la dirección, estaba cerca, solo un par de casas más. A escasos metros de distancia del 221B, vi a Sherlock descender del taxi estacionado frente al edificio en cuestión. Después de realizar el pago por el servicio, me saludó con un apretón de manos. Nos aproximamos hacia la puerta, él tocó la puerta tres veces, yo me acomodé al otro extremo, viendo a cualquier lugar menos a él.  Entonces, la puerta se abrió, emergiendo una señora mayor que saludó a Sherlock de la manera más afectuosa; parecía su propia madre dándole la bienvenida a casa.

 

— Señora Hudson,  déjeme presentarle al joven John Watson.

— Mucho gusto –sonrió la dama- Los estaba esperando.  Por favor, pasen.

Ya dentro, Sherlock fue el primero en subir, casi brincando para llegar lo antes posible al segundo piso, conocía bien el camino. Era verdad cuando dijo que  le había echado el ojo a un departamento ubicado  en el centro de la ciudad y la casera era una conocida suya. Motivo por el cual el precio del alquiler  sería menos de lo normal; una oferta especial.  Fue considerado esperar a que lleguemos, antes de abrir la puerta. Me invitó a pasar y así lo hice,  avancé lentamente, apreciando el panorama del lugar.  Es bastante espacioso,  distribución correcta de los ambientes,  haciendo que la perspectiva  cambie notable.

— Esto podría estar muy bien… muy bien- comenté mientras me dirigía hacia donde se encontraba, Sherlock parado- podría funcionar la verdad…

— Si…- le dio un vistazo a la cocina, detrás de nosotros – Eso me pareció precisamente, así que…

— En cuanto  saquen toda esta porquería.

La abrupta interrupción, terminó por conectar nuestras miradas en un punto intermedio, solo fracción de segundos. Luego, se apartó de mi lado  para dirigirse al verdadero problema: el evidente desorden ocasionado por acumulación de objetos, supuse al ver varias cajas amontonadas.

— Puedo ordenar, claro… he aprendido al observarte…- cayó en la desesperación, intentó  solucionarlo,  llevando  papeles de un lugar a otro -  Poniendo esto aquí –clavó una daga en la superficie de la chimenea ante mi asombro.

— ¿Una calavera? -dije irónico-  ¿Es la misma que tienes en tu departamento?

— Si, me sigue a todas partes. Es un amigo mío, cuando lo era.

— Entonces, que le parece Mr. Watson – dijo la señora Hudson  entrando – Arriba hay otro dormitorio  por si acaso necesitan dos.

— Por supuesto que necesitamos dos –le miré algo confundido, pero mis palabras fueron firmes como el lenguaje corporal.

— Oh, tranquilo por aquí  hay de todo. La señora Laughton tiene una pareja recién casada- dijo despreocupada.

El curioso comentario  llamó mi atención. No podía creerlo, otra persona desconocida estaba insinuando que somos parejas. Menuda manera de crear  primera impresión.  A Sherlock  parece no importarle si nos vinculan sentimentalmente, resta importancia a comentarios insípidos que solo demuestra la carencia de inteligencia en el ser humano. 

—  Te advertí, Sherlock.  Era prematuro mudarte aquí sin tener la aprobación de tu pareja -  habló la dama, acercándose a él –Así terminarás viviendo solo y no pienso bajar aún más el precio del alquiler.

— Descuide.  Estoy convencido sobre su decisión –dijo al mismo tiempo que lanzó aquella  mirada confidencial para mí.

 

La repentina  propuesta  de Sherlock sobre compartir piso, se dio hace dos días atrás. Pero previo al hecho, había notado actitudes sospechosas, tales como: inasistencia  a clases al igual  en el laboratorio que compartía con Molly. Aunque parezca curioso, extrañaba no verlo sentado, aparentando cenar  y solo se ponía a jugar con la comida después de comer algo.  A su modo cumplía en ocasiones el acuerdo pactado.

Puedo recordar claramente ese episodio. Yo recién estaba despertando luego de experimentar el definitivo adiós  con Sarah, sumado a eso, varias vasos de licor que terminó con una latente resaca por la mañana. Mis ojos apenas enfocaron la imagen de Sherlock sentado frente a mí. Tenía la típica pose cuando está sumergido en sus pensamientos.  Quise ser el encargado de iniciar la conversación,  antes  que él reafirme su acertada deducción respecto a Sarah. Pero, sucedió lo inesperado,  Sherlock  lanzó la pregunta  y yo no supe que contestar.  Mi mente se puso en blanco,  no asimilaba lo que me dijo… más bien, no podía entenderlo.  Por qué  pidió que viviéramos juntos. Esas palabras fueron suficientes, logró desaparecer cualquier malestar ocasionado por el alcohol. Estaba más que lucido, con los ojos abiertos de par en par y la boca semi abierta. Él argumentó su propuesta basado a la situación financiera en la que me encontraba; tenía razón, apenas duraría subsistir  otros  dos meses más como máximo. Había encontrado la solución a una parte de mis problemas.

No habría muchos cambios a nuestras vidas cotidianas, prácticamente compartíamos el piso, ya que él permanecía más tiempo en mi departamento que en el suyo. La diferencia radicaría en compartir los gastos de alquiler y otros. Sus excentricidades formaban parte de mi vida, ya nada podía sorprenderme; sé cómo lidiar  en diferentes escenarios. Hasta los inesperados conciertos de violín o piano le encontraba su lado positivo. No verlo invadir mi espacio, era insólito, tan insólito como  extrañar su presencia dentro del departamento.  Sabía que iba aceptar la propuesta, mucho antes de venir a conocer el nuevo piso, por ello gran parte de sus pertenencias se encontraban ahí. Debí imaginarlo, no era una propuesta, si no un aviso a lo planeado.

 

 

Como ya mencioné, el lugar es ideal para dos personas, tiene las comodidades básicas y entre otras.  Ni que decir de la ubicación privilegiado. Mientras Sherlock y la señora Hudson platicaban asuntos que no me competen, fui directamente al piano. Por supuesto, era mi principal prioridad, un departamento sin piano no tiene sentido. Al menos para dos estudiantes de piano; indispensable para nuestra formación profesional. Con la mirada busqué el objeto, ¡Eureka!, estaba escondido debajo de una tela gris y encima un cojín de la bandera Británica, daba la sensación que era parte de la decoración. Debido a la acumulación de polvo, no había sido utilizado bastante tiempo. Con cuidado destapé el instrumento, guarde el cojín en una de los sillones individuales. Ansioso por escuchar el nuevo sonido de este piano, llevé la mano derecha a colocarse encima del teclado, pero solo un dedo se encargaría de la labor. Al ejercer presión, no hubo sonido.

— Lo siento, el afinador viene mañana – dijo la señora Hudson.

Me sentí ridículo y avergonzado por la recién escena. Atiné a voltear la cabeza al lado contrario, durante el proceso miré a Sherlock, en su rostro se dibujó una sonrisa entre divertida y misteriosa, llamando mi atención.

— ¿Solo hay un piano? – pregunté para romper el incómodo silencio.

— No hay necesidad de otro más. Con uno es suficiente – dijo, al tiempo que colgaba su gabán en el perchero, del mismo modo una bufanda gris – Pronto voy a graduarme, el único estudiante serás tú.  Si en tu anterior departamento compartíamos el piano, porque no hacerlo ahora también. Además, solo necesito cortos periodos de práctica a diferencia tuya. Puedo manejar las circunstancias.

— Pero, yo no – protesté, empuñando las dos manos- Nadie puede asegurar que cumplirás tu palabra, eres de las personas que no siguen las reglas del juego y hacen lo que desean.

— ¿Palabra de boy scout?

— ¡Sherlock! Estoy hablando en serio.

—Yo también. Voy a otorgarte las horas necesarias para tus respectivas prácticas. Tendrás prioridad por encima de mí,  ya que aún eres un estudiante.

— ¿Sin trucos?

— Por Dios, John. Te comportas como un niño…Terminemos de una vez por todas, esto – extendió la mano derecha – ¿Es un trato?

— Es un trato –estrechamos las manos, sellando así el pacto.

— John, sírvete un té, estás en tu nuevo departamento. 

— ¿A dónde vas?

— Encargarme de la mudanza – respondió mientras se colocaba sus prendas- Tengo que resolver algunos pendientes olvidados… Señora Hudson llegaré tarde y con hambre.

— Soy tu casera y no tu criada.

— Me conformo con algo frio… No me esperes levantado.

Sin más que decir abandonó el lugar. La señora Hudson se ofreció preparar el té como una muestra de bienvenida.

—  Me vendrá bien ese té, gracias – me tumbé en el sillón individual, ahora me pertenecía – Y un par de galletas por favor.

— Solo esta vez –contestó desde la cocina-  No soy su criada.

 

En menos de dos días logramos mudarnos al nuevo piso.  Como era de esperar, tuve la responsabilidad de ordenar absolutamente todo, incluyendo la habitación de Sherlock, antes que guarde sus pertenencias. Terminé exhausto, sin la ayuda de la señora Hudson quizás hubiera desistido ante la negativa de mi compañero. Ella es una persona servicial, cumpliendo más que el simple rol de nuestra casera, si no, la imagen parecida a la de una madre. Con cierta preferencia por Sherlock (no puedes competir contra él), lo exoneró de algunas actividades y complacía algunos gustos alimenticios. Parecía que había encontrado una pequeña debilidad, algo demasiado común para alguien  como él. Disfruta comer galleta, cualquier sea el tipo, en especial  si son preparadas en casa. Como una buena madre, cada tarde lleva una bandeja llena de galletas y por supuesto el tradicional té, que muy bien sabe preparar.  Cuando en ocasiones salía temprano de clases, me topaba con la recurrente escena: Sherlock sentado en su propio sillón (cada quien tenía el suyo y el sofá es de uso común), a veces tenía las piernas cruzadas, la mano derecha sostenía la taza, con el semblante enigmático, que transformaba en una peculiar sonrisa. Verlo comportarse tan humano, creaba sensaciones nunca antes experimentadas en mi interior, provocando esbozar una sonrisa amplia al verlo sonreír. A pesar de ello, es una persona impredecible, podía conversar amenamente con la señora Hudson y al siguiente minuto las indirectas aparecían para botarla del piso. Lo mismo sucedía conmigo. No obstante, era inevitable sentir algo de celos porque otra persona se encargaba preparar té para él; me quitaron una función que era gratificante.

No fue necesario contratar el servicio de un afinador para el piano. Sherlock, se hizo cargo; otro de sus tantos conocimientos técnicos sobre música. Tiene un prodigioso oído, el cual le permite reproducir los sonidos en el instrumento luego de escuchar la pieza. Para él no era indispensable tener la partitura en sus manos, si no la pieza ejecutada. En cambio, yo tenía algunas dificultadas al leer las partituras, pedirle ayuda no estaba dentro de mis planes, además estaba seguro que rechazaría mi petición.

— Deja de torturar mis oídos, John…– habló desde la comodidad del sofá.

— ¿Qué?- pregunté, dejando de tocar.

— Estas manipulando el piano como si fueras un inexperto. Matas cada nota de la manera más cruel posible. Tus dedos son dagas afiladas, cometiendo asesinato mientras interpretas la pieza y tú eres la mente maestra en todo esto – hizo una pausa- Vendrán por ti la policía por quebrantar el orden público.

— ¡Ya te entendí!... necesito ayuda…-murmuré la última parte.

— Disculpa.

— Necesito de tu ayuda.

 

Avergonzado desvié la mirada, sabía muy bien que Sherlock tendría una expresión de satisfacción en su rostro y no quería mirarlo, no en ese preciso momento. Tenía suficiente con tragarme mi orgullo, admitir lo indispensable de su intervención para corregir los diversos errores que presentaba en la lectura de la partitura. Las clases particulares dieron buenos resultados, aunque al principio dude sobrevivir  bajo su mando. Estricto cuando asume el rol de instructor, cero de paciencia, presumido y metódico hasta la médula. A la vez emergía su lado humano, algo que muchos dudaban de su existencia, así como yo al conocerlo el primer mes. Está sufriendo una metamorfosis, el resultado lo vería más adelante.

 

La palabra responsabilidad y colaboración no se aplicaba en la nueva vida de Sherlock, siempre ocupado en sus propios asuntos, desentendiéndose de las actividades dentro del departamento. Yo era el encargado de casi todo porque él  pagaba el alquiler hasta que mi situación financiera sea estable. Por tal motivo me encargué desde la limpieza hasta realizar las compras en el supermercado. Dicha actividad era considerada como mundana por él. Podía pasarse horas de horas sentado o recostado sin hacer nada, simplemente se mantenía inmóvil en una misma posición. Dirigirle la palabra era en vano, estaba desconectado del mundo real, motivo por el cual aprovechaba para ensayar  sin escuchar sus críticas. Y si de horarios nos referimos, cumplió su palabra, tenía a mi disposición utilizar el piano cuando yo quisiera; respetando ante todo los horarios establecidos.

Si bien, Sherlock no era el perfecto compañero de piso, tampoco era insoportable estar a su lado.  Cuando la noticia llegó a oídos de las personas cercanas a mí, armaron tremendo drama, las preguntas llegaban una tras otra. A tanta situación mediática, empecé a cuestionar la idea si había prudente compartir el piso con uno de los estudiantes élite del conservatorio. Alguien como yo, no era el compañero ideal, quizás había sido un error.  Quizás nunca logre estar a su altura, aun así quiero permanecer a su lado para poder seguir escuchar su magnífica música y aprender cada día de él. Cualquier pensamiento negativo lo eliminé, del mismo modo que hace Sherlock; conservar información importante. Su palacio mental debe ser como la biblioteca de Alejandría, o algo parecido porque todo el conocimiento recolectado en su vida está almacenado sistemáticamente.

La primera vez que encontré a Sherlock cubriendo su pálida piel con una  sábana blanca, fue cuando llegué antes de lo previsto. Subí las escaleras un poco lento ya que traía dos bolsas de compras. Anuncié mi llegada, pero antes de decir otra palabra, mis ojos se posaron en él. Estaba sentado en el sofá, envuelto en una capa fina de tela, juraría que era casi transparente. Avancé unos cuantos pasos, le llamé dos veces sin tener efecto, entonces guardé las bolsas sobre la mesa y volví donde estaba él. Pude comprobar que estaba sumergido en sus pensamientos porque tenía la mirada perdida y los músculos relajados. Instintivamente me senté a su lado, compartimos el silencio hasta… no recuerdo bien, solo sé que él pronunció mi nombre y ambos nos vimos. La siguiente acción fue preguntar si llevaba ropa interior, la respuesta  fue negativa. ¡Por Dios, estaba desnudo!, pensé. En vez de cuestionar, las risas inundaron el lugar.  Otra ocasión, a primeras horas del día lo encontré en el piano, debido a que el instrumento bloqueaba mi visión, solo atiné a darle el “Buenos, días”  y caminé hacia la cocina. A medio camino de la preparación del desayuno, escuché  aquella  hermosa melodía producida por las finas manos de Sherlock. El silencio fue apropiado para disfrutar la tonada en todo su esplendor. Minutos más tarde la melodía cesó y yo terminé la preparación.

—  Maravilloso – dije al mismo tiempo que le entregaba la taza de café matutina - ¿La has escrito tú, Sherlock? –acerqué la vista a la partitura - ¡Es fabuloso! Y también romántico.

— ¿Romántico? ¿Lo dices en serio? –volteó de inmediato la mirada hacia mí. Se quedó mirando con el ceño fruncido- La modificare.

— ¿Qué? Es perfecta,  no la estropees.

— Es mi pieza, puedo hacer lo que quiera.

Ahí de nuevo, aparece su actitud infantil. No sé si lo hace por llevarme la contra o simplemente porque odia la pieza.

— Ya te dije un millón de veces: ¡Vístete con algo más que una simple sábana!

— ¿Dos sábanas?

— ¡No!, hablo de ropa. Utiliza tu maldita pijama, sabes que la señora Hudson podría llegar en cualquier momento y recibirla así, sería una falta de respeto.

— Vestirse es aburrido, al igual que tus absurdas reglas. – dijo luego de colocar su cabeza sobre las teclas del piano, logrando sacar un sonido agudo –John…

No escuché mi nombre ser pronunciado, mis cinco sentidos quedaron deshabilitados parcialmente cuando el impacto ocasionó que la sábana se deslicé por su  pálida piel como si fuera seda. Medio cuerpo estaba expuesto ante mis ojos inquietos, no sabían dónde mirar.  

— John… Acaso te volviste sor…-levantó la vista – ¿Qué haces?

— Nada, solo… solo miraba la partitura –respondía avergonzado, no podría haber escogido una escusa tan tonta. A quién pretendía engañar, es Sherlock Holmes.

— Ni intentes persuadirme, he tomado una decisión, esa pieza va a sufrir modificación. Me opongo a que tenga un aura rosa; al menos no mi composición.

 

 

Era cierto, a Sherlock le desagradable el romanticismo puro. A modo de sarcasmo, dijo que le causaría diabetes por tanta dulzura expresada por sus representantes. Siempre que la pieza a interpretar tiene un contexto romántico, le causa problemas. Su primera reacción es estudiar la partitura  a fondo, ya sea al inicio, intermedio o final, aparece su monólogo para cuestionar el por qué de todo.  Entonces, busca refugio en su sillón o en el sofá con  el fin de encontrar el modo de adaptar la pieza a su estilo, sin modificar la esencia de la misma. Método que le sirvió en varias ocasiones. Era como si realmente estuviera enamorado para transmitir esa sensación a la audiencia; el efecto en mí era por partida doble. Se veía tan humano, tan cautivador, seductor y sobre todo tan vulnerable.

Cierta mañana cuando estábamos desayunando juntos, el tema apareció. Sherlock solo pidió té y se puso a leer el periódico, creando una barrera entre los dos. Por mi parte, destrozaba a mordidas las tostadas untadas  con mermelada, la otra mano sostuve la aza de la taza a punto de querer quebrarlo. No podía ocultar mi malestar y quién en su sano juicio no lo haría, al enterarse que dentro de pocas semanas, Sherlock se graduaría del conservatorio. Debería estar feliz por él, claro que lo estoy, sin embargo, considero el próximo acontecimiento una especie de golpe bajo, directamente a mi orgullo.

— Estoy viendo, John, que tiene algo atorado en tu garganta – me dijo Sherlock- Deja salir el comentario o formula la pregunta.

— La  brecha entre nuestras edades no es tan grande, no obstante…-aclaré la voz y continué. Estaba algo nervioso- Siendo tú  más joven que yo, serás  el primero  de los dos en graduarte dentro de dos semanas. A decir verdad, no me sorprende el hecho…  sin dudar alguna, eres un genio para alcanzar tal logro.

—Ahórrate los halagos – me interrumpió, acto seguido bajó el periódico para verme directamente a los ojos – La edad es relativa respecto al conocimiento adquirido durante las diferentes etapa de la vida.  La misma correlación es utilizada en el ingreso al Conservatorio de Paris. La variable edad es relegada a un segundo plano, tomando protagonismo  la variable conocimientos. Una ecuación simple, traducida en habilidades superior al común denominador.

— A diferencia de ti,  no soy un genio en la música. Tan solo soy un simple estudiante tratando de sobrevivir.

— Eres singular para ser común- bebió un café frío.

— Y tú un idiota para ser considerado un genio – con rudeza respondí a lo que creía una ofensa. Continué desayunando a pesar de no querer comer –No te quedes mirándome, come tú también. Suficiente tengo con esa calavera tuya, pretendiendo ser un espectador.

— No pretende ser –corrigió- Es un espectador.

Quedamos otra vez en silencio, como si las palabras se esfumaron de nuestras bocas. Y los movimientos de nuestras manos reflejaban el estado de ánimo.

— Ser común no implica aburrimiento – habló de repente, Sherlock -, al contrario, tu existencia contribuye a que cerebro trabaje en óptimas condiciones. Lo has estimulado a componer no solo la pieza que escuchaste, existen otras tres composiciones más. Las cuales escucharás en su debido momento.

Me tomó por sorpresa sus palabras. Quedé con media tostada en mi mano y la mermelada  terminó manchando la mesa que limpiaría después. En una fracción de segundos mi mente quedó en blanco, no podía procesar la información. Era tan surrealista el hecho, el gran Sherlock Holmes, reconocía que otro ser humano logró entrar a su mundo retorcido. Él puede  ser insensible, poco respetuoso con la intimidad, egoísta y quizás demasiado honesto. Pero, eso lo diferenciaba del común denominador; él es único en muchos aspectos. El tiempo me ha otorgado la oportunidad de conocerlo cada día un poco más, con él es difícil saber lo que piensa; nunca deja expuesto sus emociones porque los considera un defecto del ser humano. Posee un escudo difícil de penetrar; autodefensa. 

— La música es el arte de coordinar los sonidos de acuerdo con el egoísmo creador del artista y su completa indiferencia a toda ley extraña a su propia sensibilidad –agregó, mientras prestaba atención a lo que decía.

— Para tu examen final escoge una  obra oscura y malvada que encaje contigo – me miró de forma extraña, ladeando la cabeza a un lado.

—  Lamento no complacer tu petición. Tocaré Franz Liszt.  Es el vals de MephistoNº1: “El baile en la Posada de la Aldea”

— Está basado en la adaptación de Lenau  de Fausto de Goethe…  ¡Sherlock, me estas escuchando!- se encontraba manipulando su móvil mientras yo hablaba como si fuera un idiota, bueno  a veces me deja hablando solo –Te jactas de tener la razón en todo, conocer a las personas con solo observas y sobre todo fanfarronear de los inmensos conocimientos almacenados en ese cerebro,  que a veces se atrofia con tanta información – levanté el timbre de voz para llamar su atención- A juzgar por tu expresión, estoy en lo corrector; careces de conocimientos en literatura. Si fuera lo contrario, ahora mismo tragándome  mis palabras debido a tus tantas premisas.  Es una sorpresa saber que el genio Sherlock Holmes, olvido almacenar ese tipo de información.

—  ¿Y qué vas  a tocar tú, para tu examen final? – preguntó, cambiando el tema.

—  Voy a tocar Mozart.

—  Predecible…  No del todo – se autocorrigió -Hacer frente a los puntos débiles, es una de las opciones adecuadas.  Has tomado la opción correcta. Sin embargo, ¿Estuviste practicando realmente?

— ¡Claro! – respondí un tanto ofendido por la pregunta- El hecho de  supervisar casi todos mis ensayos, no te da derecho a cuestionar mis habilidades.

 — No niego los avances obtenidos. Solo haber escogido la pieza de cierto artista, siendo tu talón de Aquiles.

Mientras prestaba atención a sus palabras, una de sus manos se escabulló al plato con tostadas, sin que me diera cuenta. Dos segundos después, vi como su boca se abrió para posar la tostada en sus labios y finalmente dar una certera mordida.

—  Odio la mermelada…- se quejó al comer-, prefiero la miel.

— Lo sé.

— Eres un demonio, John Watson.

 

Días previos al concierto final, Sherlock practicó sin descanso. Desde el alba al ocaso permanecía sentado frente al piano, sus manos dando vida a los diversos sonidos existentes y por existir. Hacía pausa, solamente cuando llegaba mi turno de utilizar el instrumento. Dedicaba el tiempo de ocio para sumirse en sus pensamientos, recostado en toda la extensión del sofá, con las palmas de las manos juntas y ubicadas debajo del mentón. Es una distracción latente verlo en una faceta tranquila, sin que abriera la boca; atraía mi atención como la gravedad. Sabía del poder que ejercía sobre mí y por ello lo hacía intencional. El silencio entre ambos era incómodo, solo el sonido del piano rompía tanta tensión acumulada por horas. Para él es común permanecer callado por horas hasta por días, yo era del problema porque interrumpía su concentración, calificándome como “molestia” Teniendo que soportar sus indirectas, palabras llenas de sarcasmos, en ocasiones llegar a  ridiculizarme. Se convertía en un ser detestable, a la defensiva a cualquier tipo de comentario.

Del mismo modo, quebrantó el acuerdo sobre los conciertos nocturnos. La diferencia radicó en el instrumento, remplazó el violín por el piano. A pesar que mi habitación se ubica relativamente alejado de todo el movimiento, podía escuchar en las madrugadas el sonido del piano escabullirse hacia donde me encontraba. En medio del sueño, la melodía tomaba protagonismo y marcó el fin. Pero, aún permanecía en ese estado REM, envuelto en una sensación única al escucharlo tocar… en todas las oportunidades la pieza era distinta; debió volver a componer. Un hecho que estimula su mente, mantenerlo activo por las 24 horas del día.


Lo predecible sucedió, el auditorio llegó a su límite permitido en cuestión de minutos, dejando fuera a muchas personas que deseaban ver las  actuaciones. Consciente de la magnitud que representa el nombre de Sherlock, estuve una hora antes, logrando tener una excelente ubicación; sin dudar alguna podría captar su atención fácilmente. Mientras esperaba no podría sentirme ansioso, experimentar una extraña  emoción, calando hasta el fondo de mi ser. No podría explicar con palabras como me sentía en ese día en particular, solo sabía el desborde de emociones. Jugaba con los dedos, producto del nerviosismo que fue opacado con la llegada de unos compañeros, quienes me pidieron de favor reservar un par de asientos. Pertenecen al grupo de personas que admiran a Sherlock como músico, más no como persona, debido a sus deducciones acertadas. Lo odiaban por dejarlos al descubierto.

—… es endemoniadamente bueno. Demasiado…no me importaría seguir inflando su ego con elogios que poco le interesa. O soportar toda la mierda que sale de su boca con el propósito de ridiculizar a las personas.– dijo uno de ellos.

— John, soportó  más que cualquier otra persona en este mundo. Compartir el piso con Sherlock, es una tarea titánica –agregó el otro.

— ¿De qué demonios están hablando? – reclamé casi a viva  voz – Déjame aclararles un punto importante, Sherlock y yo…-.

 

Antes de iniciar mi explicación, fui silenciado por varios asistentes incómodos porque estaba arruinando la magnífica interpretación. Apenado tuve que pedir disculpas y mantenerme callado durante toda la función. Un episodio vergonzoso, el cual recordaré por siempre, ya que nuestras miradas se cruzaron en escasos segundos, lo suficiente para sentir su mirada penetrante y ver su sonrisa burlona. Provocó que me sonroje más, al punto de desviar la mirada.

—  Y cuál es el motivo de tu mensaje – preguntó una voz conocida detrás de mí, haciendo que la piel se me escarapela.

El dueño de aquella voz inconfundible, pertenecía a Sherlock. Llevaba alrededor de media hora, esperando a que se desocupe.

— Ayer te dije que no hagas planes porque celebraríamos tu graduación –respondí sonriendo, dándole la bienvenida.

— Innecesario e ilógico. Concluir un periodo para iniciar otro mucho más difícil. Las personas no desperdician las oportunidades para festejar cualquier motivo. Así este sea favorable o desafortunado.

— Cállate – me puse de pie –No digas nada y solo sígueme.

Aunque parezca insólito, siguió mis pasos sin protestar. Caminamos uno al lado del otro, en completo silencio. A vista y paciencia de las personas hasta llegar a nuestro destino; un bar por el centro de la cuidad. En la entrada del establecimiento, Sherlock hizo un gesto entre disconformidad e intriga, tuve que empujarlo hacia adentro o quizás habría desistido a medio camino. A pocos metros, visualice la imagen de Molly agitando las manos, al frente de ella estaba Mike Stamford conversando con la chica que le gustaba. Otros compañeros y amigos completaron el grupo.

— ¿Qué significa esto? –preguntó, Sherlock cogiendo mi saco.

— La celebración por tu graduación.

— Tendría que ser privado, solos tú y yo –contestó serio y me fulminó con la mirada.  No estaba nada feliz por la reunión,

— Vamos, Sherlock… es más divertido si es en grupo. No seas aguafiestas. Ven, nos están esperando –le mostré mi mejor sonrisa para convencerlo. A falta de colaboración, lo cogí de la solapa del saco y lo jale – Disculpen la demora, pero Sherlock tenía que atender a sus fans y firmar autógrafos durante el camino.

— Oh, por Dios. Ya estas empezando a ser famoso – dijo Molly entusiasmada, llevaba una copa de vino en sus menudas manos.

Sherlock  ignoró cualquier tipo comentario posterior. Se sentó en el lugar apartado para ambos. Ubicados en nuestros respectivos lugares, la joven del costado nos ofreció llenar nuestras copas vacías con vino. Fui el único en aceptar.

— Treinta minutos más y perderás la lucidez debido al alcohol infestado en tus venas –dijo sin verme- No comprendo porque me trajiste a un lugar como este, en medio de personas que me importa en lo mínimo.

— ¡Shhh! Guarda silencio – le callé.

— No seas egoísta, John. Deja que monopolizar a Sherlock – habló Mike- Aquí las señoritas quieren felicitarlo apropiadamente y tú interrumpes.

 

Definitivamente, Mike había  bebido más de la cuenta. Deje el camino libre para que las jóvenes se acerquen a él y logren ¿conversar? No sabía cómo resultaría tal experimento. Busqué lugar al costado de Molly, quien tenía el rostro lleno de furia, al ver a su amando acechado por varias. La distraje mediante una amena conversación, acompañado de varios vasos de cerveza; resulto. Estuvimos riendo sin  parar al recordar anécdotas o simplemente de palabras sin sentido provocaba una sonrisa. Los efectos del alcohol aparecían lentamente. Pero, tanta algarabía se opacó al percatarnos que Sherlock parecía disfrutar la compañía de las jóvenes, hasta se atrevió regalar una sonrisa a una de ellas. Logrando un grito en grupo, por nuestra parte, un sabor agridulce en nuestras bocas y el instinto asesino emergió de las profundidades. Contrarrestamos las emociones con alcohol y más alcohol hasta… No recuerdo exactamente en qué momento salimos del local, al darme cuenta me encontraba caminando detrás de Sherlock. Parecía distante conmigo y a la vez cercano, no sabría cómo explicar.

— Ya has vuelto a beber demasiado –dijo, rompiendo el silencio y deteniendo la marcha. Volteó la mirada hacia mí.

—  Es porque Molly…  - le escuché dar un suspiro de resignación.

—  Cielos, realmente tú…

No le permití continuar. Escuchar sus sermones, era lo último que deseaba. De modo  instintivo, mi cuerpo se movió  hacia él; buscando el ansiado contacto corporal. Estaba abrazando a mi compañero de piso, quien estuvo estático todo el proceso.  Las palabras se ausentaron por unos segundos, dejándonos a la deriva.

— Estoy contento por ti – susurré cerca de su oreja- Has logrado superar el primer obstáculo, los siguientes serán fáciles para ti, porque eres un genio. 

— Sí.

Al fin, correspondió el abrazo. Sentí la cálida palma de su mano posar en mi espalda, haciendo estremecer mi cuerpo. Tengo la curiosidad de saber el tipo de semblante que puso al escuchar mis palabras. Y en un susurro dio las gracias.

— Sherlock… -arrastré la palabra -  ¿Me enseñarías esa pieza cuando lleguemos a casa? “El baile en la posada de la Aldea” Fue realmente genial, llena de vida. Impactaste en cada uno de los asistentes – le sonreí- Porque es un vals y una danza, pensé que sería así – intenté bailar con el poco equilibrio que poseía.

— Eso ni se acerca a los pasos de un vals –invadió mi espacio. Al darme cuenta, él sostenía mi mano y la otra estaba ubicado por mi cintura -  ¡Vamos, camina! ¡Un giro natural!  Ahora una seguidilla.

 

Tenía el cuerpo sumamente relajado; dormí como si fuera un bebé. Relajación absoluta, llevando a mi mente al mundo del subconsciente, lugar donde todo puede pasar. Me dejé arrastrar, pero unos minutos más tarde, fue quebrantada  la tranquilidad por una melodía más que conocida, un autor difícil de olvidar.

— Bethoveen… -fue lo primero en pensar al escuchar la pieza musical. Sin abrir los ojos busqué la fuente del sonido. Bingo, mi mano derecha lo encontró - Hola… -respondí, después de presionar la opción: contestar.

— Disculpe… ¿Sherlock? –dijo una voz imponente.

— No, habla John

— ¿Este no es el móvil de Sherlock? –preguntó, incrédulo.

— Ammm… ¿Sherlock? Un segundo… - le pedí, luego ubiqué a mi compañero- Sherlock, Sherlock, llamada para ti   ¡Despierta!... despierta por favor – mediante golpecitos intentaba despertarlo; tuve éxito. De mala gana cogió el móvil.

 — ¿Quién es? –habló, aún tenía los ojos cerrados, pero, los abrió de golpe al escuchar la voz del emisor.

— Vaya sorpresa, Sherlock – hizo una pause y continuó - Ven de una vez para acá y trae a la persona que está tu lado. Es una orden.  Entendido.

La llamada se cortó de inmediato, dejando el ambiente en silencio.


Notas finales:

Me tomó más de la cuenta en actualizar por varias circunstancias.  Espero el capítulo será lo suficiente bueno para compensar la tardanza.


PD: Como siempre agradezco que se tomen su tiempo en escribir un review .

 Ciao Ciao.


PD2: Si quieren escuchar la pieza "Franz Liszt.  Es el vals de MephistoNº1"

https://www.youtube.com/watch?v=Wu4TndS66hM


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).