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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John.



No escuché absolutamente nada, luego que Sherlock pronunciara unas cuantas palabras mientras duró la llamada.  Ante tanta tranquilidad confina, ordené a mi cuerpo rodar por el piso; exacto, estuvimos durmiendo sobre la alfombra de la sala de estar.  Era invierno, crudo invierno debió obligarnos cubrir nuestros cuerpos con unas cobijas, yo tenía una.  Al alzar la mirada, me encontró con el rostro de Sherlock. No podría definir su expresión porque era una mezcla de emociones. Además, tenía algo borroso la visión. Bostezando, pregunté:

— ¿Quién era? ¿Era algo importante?

— Solo se trataba de…- hizo una pause, luego frunció el ceño - Aguarda… Cómo terminamos aquí y así.

— ¡¿Qué, no lo recuerdas?!-reí por lo bajo- Después de la fiesta me pediste que nos tomáramos una última copa. Sin embargo, teníamos un serio problema: en la nevera no había ninguna bebida alcohólica, solo leche. Fuimos a la tienda más cercana a comprar un six pack de cerveza y una buena cosecha de vino, seleccionado por ti –cambié de posición y proseguí-  Bebimos mientras conversamos diversas temas y cantamos. ¡Oh! Acabo de recordar que  se te dio por enseñarme a bailar vals. Eres un excelente bailarín y también instructor.

Sherlock parecía incrédulo a mis palabras. ¿A caso pensó que le estaba mintiendo? Nunca podría mentirle porque le bastaría unos segundos deducir la verdad. Ese hombre es intimidante, con solo la mirada podría desnudarte, literalmente.

— ¿Eh? ¿Ya es de día?- agregué poniéndome de pie.

 

Transcurrió alrededor de media hora desde que Sherlock se adueñó del baño. Levaba  encerrado, sin responder a mis llamados. Tenía como respuesta su indiferencia y el sonido del agua cayendo. Aproveché el tiempo en preparar el ¿almuerzo? ¡Por Dios, habíamos dormido tanto tiempo! Las resacas mayormente no me duraban tanto tiempo, claro dependía del grado de alcohol consumido. En esta ocasión, los típicos malestares aparecieron tímidamente.  Mientras sobre la estufa hervía la olla con las verduras y algo de arroz, fui a la sala de estar para eliminar la evidencia de nuestra primera borrachera. Ni estuvimos cerca de embriagarnos… solo bebimos la mitad del paquete; somos un desastre y decepción. Parecíamos un par de intolerantes al alcohol, dejando que los efectos secundarios hagan estragos. El restante de cervezas lo guardé dentro de la nevera, luego retomé mi posición inicial para continuar con la preparación.

 

Todo transcurría con normalidad, o eso parecía hasta que otra llamada proveniente del móvil de Sherlock, interrumpió mi tarde de práctica con el piano. De inmediato mis manos se detuvieron, mi cabeza giró en dirección a él. Las únicas respuestas salir de su boca eran: sí y no, manteniendo un rostro serio durante la corta comunicación telefónica.  Luego volvió a su posición inicial: sentado sobre su correspondiente sillón, las manos a cada lado del respaldar y las piernas cruzadas. Por algún motivo extraño, no podía quitarle los ojos de encima, seguí cada uno de sus movimientos.  Hecho un idiota, olvidé retomar la pieza musical, hecho que obligó a Sherlock ponerse de pie. No lo vi venir, en un parpadeo  lo tenía frente de mí: imponente, majestuoso, sobre todo intimidante.  La siguiente acción me tomó por sorpresa, más que el primero. Inclinó medio cuerpo, a pocos centímetros de mi oreja susurró. Me quedé en shock.

Media  hora después, un lujoso vehículo negro estuvo estacionado frente al piso donde vivimos. Caminé detrás de él, dudoso que se dirija al lugar menos probable; hizo exactamente lo opuesto.  Subimos al vehículo que aguardaba nuestra presencia. Así inicio el inesperado viaje.

— ¿A dónde vamos? –lancé la pregunta.

— Creí haber dejado aclarado ese asunto, antes de salir.

— Solo dijiste: John, tenemos que salir, luego un “de prisa en cambiarte, no tenemos todo el bendito día”, finalizó la conversación. La supuesta conversación porque el único que habló fuiste tú.

— Nos dirigimos a la casa de mis padres –interrumpió.

— ¡¿Qué?! –abrí los ojos de par en par, no podía creer lo que mis oídos acababan de escuchar - ¿Tus padres? Pe…pero porqué, no lo comprendo.

— Es tan simple el hecho –clavó la mirada en mi rostro- ¿En serio, John? –arrugó la frente un poco- Vaya, tendré que explicar la cadena de sucesos. Primer punto de partida: la graduación, comúnmente conlleva la presencia de los padres y celebración. En este caso, ausente de ambos por motivos que no entraré en detalles. La siguiente reacción fue llamar la atención de Mycroft,  con el reciente suceso. Supuse que llamaría por esta época, ¿pero por qué justo ahora? –esbozó una sonrisa misteriosa- Creyó adivinar mi siguiente movimiento; se llevó una gran sorpresa. El resultado de la ecuación nos lleva aquí.

— ¿Quién es Mycroft? Y qué papel cumplo en esta historia –cuestioné al no comprende del todo su explicación.

— Es mi hermano.

— Por qué nunca mencionaste la existencia de tu hermano… de tu vida no hablas en lo absoluto, menos iba ser de tu familia –le reclamé, viendo directamente a su rostro sereno- Eres un enigma, no solo para todo el mundo, también para mí. En este tiempo no he logrado descifrarte como tú haces conmigo; ser un libro abierto.

—Sencillo. Falta de observación.

— Falta de confianza – corregí- Sino sabría más acerca de tu familia.

— Obviar información, es lo que hice, mas no tu suposición – agregó- El recurrente error del ser humano, divulgación de información que puede ser utilizado en su contra.  No saben cuándo callarse.

Su respuesta fue directa y fría, típico en él. Era tan sincero,  demasiado sincero para las otras personas que terminaban odiándolo.

— Si es una reunión exclusivamente familiar, al cual no fui invitado ¿Por qué tuviste que traerme contigo?

— Tus prácticas de piano pueden esperar.

 

Fue lo único que dijo, olvidó contestar mi pregunta. Insistir no serviría de nada, crearía un efecto opuesto al que deseaba. Nos mantuvimos en silencio el resto del camino, cada quien mirando  su lado de la ventana. En ocasiones le dirigía la mirada por escasos segundos, para mi suerte en ninguna oportunidad me atrapó como sucedió en aquella ocasión. Tener ese par de ojos hipnotizantes penetrar hasta el fondo de mi ser, quedando vulnerable y con las mejillas en tono rojizo. Sigo preguntándome qué tipo de expresión habré puesto, seguro una donde parecía un completo idiota.

 

Me percaté que Sherlock regresó la mirada al frente, tenía las manos entrelazadas, reposando en sus piernas.  De inmediato captó mi completa atención; lo miraba indirectamente sin que se diera cuenta. Que ingenuo fui, en una fracción de segundo, sus ojos entablaron conexión con los míos.  Asustado, desvié la mirada, mantuve los ojos pegados en el vidrio de la ventana el resto del trayecto. No pasó mucho tiempo y el vehículo donde viajamos se detuvo, anunciando que habíamos llegado a nuestro destino. Ahora entendía porque de su actitud. El chofer se encargó de abrir la puerta, el primero en bajar fue Sherlock, seguido por mí. Una ráfaga de viento sentí golpear mi rostro, provocando cerrar los ojos un instante. Al volver a abrir pude apreciar la edificación que tenía frente a mis narices. Era una lujosa mansión, decorada por un paisaje natural de vegetación y plantas.

— Tienes la boca parcialmente abierta, es una trampa mortal para  cualquier insecto. Te sugiero cerrarla y seguirme –dijo, Sherlock mientras caminaba.

Ofendido por el reciente comentario, no me quedó otra alternativa más que seguirle. Llegamos a la entrada del lugar, ahí la servidumbre nos dio la bienvenida. Se dirigieron a Sherlock como: “joven amo”.  Pasó de largo, ignorando sus presencias por completo, caminé detrás de él hasta unos metros más adelante.

— Sea bienvenido, joven amo –habló una persona adulta, el mayordomo principal.

— Arthur ¿Dónde se encuentra Mycroft?

— Aguarda su llegada en el cuarto de estudios.

— Bien…-murmuró.

Cuando me disponía seguir sus pasos fui interceptado por el mayordomo Arthur. Impidió que continúe, sin saber qué hacer, atiné a llamarlo, pero él no se inmuto. Caminaba despreocupado, lo vi desaparecer al voltear a la derecha del corredor.

— Disculpe, la reunión es privado.  Podría esperar en la sala –habló amablemente el señor- Por favor, sígueme.

— Pero…

— No se preocupe, el joven amo no demorará mucho. Casi siempre las conversaciones con su hermano terminan en poco tiempo. Ninguno de los dos soporta la presencia del otro tanto. Es cuestión de esperar.

— Esta bien.

Me quedé sentado en el sillón principal de la sala de estar, aguardando su regreso. Entre tanto disfrutaba de una excelente taza de té, acompañado de pasteles finamente seleccionados. Tenía  curiosidad por saber cómo es el hermano de Sherlock ¿Se parecerán en lo físico? ¿Serán igual de insoportables? Tenía varias preguntas rondando dentro de mi cabeza.

— El hijo pródigo ha regresado –fueron las palabras de bienvenida de Mycroft para Sherlock, quien hacia su ingreso.

— ¿Y cómo va tu dieta?

— Bien- respondió incómodo – Mummy está disgustada, luego de enterarse que su pequeño hijo  olvidó comunicarle acerca de  tu reciente graduación. Donde nadie fue invitado  asistir a tu recital final. Estaba más que dispuesta a sacrificar sus vacaciones por verte tocar el piano. Como en los viejos tiempos, teniendo la completa atención de ellos. –caminó paso a paso- Esperó por meses alguna noticia tuya, una invitación por ejemplo.

— ¿Debería agradecerte por informarle lo sucedido?

— La subestimas. Por cuenta propia averiguó la fecha de la graduación. No es difícil si eres parte del mundo de la música.

— Y tener un hijo que sabe absolutamente todo – agregó.

—  Nunca has tenido la decencia de llamar. Y tomas decisiones importantes por tu cuenta –contempla el rostro confundido de su hermano menor- No puedes ocultar información, sé muy bien el motivo por el cual te mudaste del lugar que escogimos Mummy y yo.

— Era un lugar aburrido.

— Pero encontraste a una persona que llamó tu atención. Lo suficiente para arrastrarlo a tu nuevo experimento de convivencia.

— Mi primera opción fue Baker Street y así se realizó. Solo que algunas personas interfirieron con mis planes, modificando el curso de los hechos preestablecidos- hizo una pausa- Durante estos últimos años, los días han cobrado otro significado: no es aburrido compartir el piso. Ha sido un experimento satisfactorio.

— Mientras no pierdas el juicio – sonríe -  Socializar, querido hermano, no te involucres mucho, es por tu propio bien.

— Vamos directo al tema principal. ¿Por qué estoy aquí?- preguntó sin rodeos.

 

Había transcurrido alrededor de diez minutos desde que llevaba esperando a mi compañero. Entre tanto, mis ojos pasearon por todo la habitación, admirando la fina decoración del lugar.  Me llevé una desilusión al no encontrar ninguna fotografía familiar, tenía deseos de verlo de pequeño. De pronto escuché los sonidos de varios pasos aproximarse, dejé la taza sobre la mesa y tragué rápido el trozo de pastel de mi boca. Un poco nervioso, llevé la mirada hacia dónde provenían las pisadas. A lo lejos observé a Arthur pasar, enseguida otra persona que vestía una gabardina gris y con las manos en los bolsillos. Fue lo único que logré observar en el poco tiempo. Regrese la mirada y continúe disfrutando de la bandeja de bocadillos dulces; eran los mejores del mundo. Una dulce voz me preguntó si deseaba más té, sin pensar dos veces respondí con un “sí”. Entonces la amable sirvienta llenó mi taza como lo hizo Arthur, anteriormente. A modo de agradecimiento le regalé una sonrisa amplia, a lo que ella se sonrojó y se retiró lo más rápido. Ya solo, la idea sobre la identidad de la persona desconocida rondaba en mi cabeza ¿Quizás otro hermano escondido? Descartado la opción que es su padre, por la diferencia de edades entre ellos. Proseguía  a coger otro pastelillo de la bandeja superior y disfrutar del delicioso té.

 

 

—Tu talento no quedará relegado en esta ciudad – dijo, Mycroft. Y se adelantó, responder la pregunta de su hermano sin ser formulada -  Dejar tu carrera musical en tus propias manos sería la peor decisión, además prometí a nuestros padres, encargarme en resolver ese problema. Voy asignarte un Maganer.

— Que te hace pensar que voy aceptar tal propuesta.

— Lo harás, estoy convencido en su totalidad. No tienes otra alternativa más que aceptar, además Mummy dio su aprobación sobre esta propuesta. También tengo el respalde de padre.  Solo queda firmar el contrato con la compañía dónde vas a pertenecer por los siguientes años.

— Tenías todo planeado al detalle –miró desafiante a su hermano- Antes de firmar mi condena, quisiera revisas esos papeles. Un doble discurso puede sonar increíble, pero las pequeñas letras resulta ser una trampa mortal.

— Gracias por la confianza –respondió sarcástico- Esa persona se encuentra justamente ahora, tiene en su poder el contrato que tanto ansias tener en tus manos…- fui interrumpido por el sonido de la puerta. Enseguida Athur entró y anunció la llegada del otro invitado.

— Sherlock, déjame presentarte al señor Greg Lestrade –en ese instante hace su ingreso el susodicho – Se encargará de tu carrera como músico profesional.

— Es un gusto conocer personalmente al prodigio; Sherlock Holmes –estrecharon las manos- Tuve el privilegio de escuchar su sublime interpretación de Rachmaninoff; una experiencia única.

— Motivo suficiente por el cual le pidió a Mycroft, ser usted el indicado en ocupar el puesto solicitado, antes que otra persona y compañía le arrebate la oportunidad.

— Se equivoca. Fui contactado por su hermano –desmintió la suposición – Para mí también fue una sorpresa saber que me haría cargo de usted. Estamos en las mismas condiciones –fijó la mirada en él.

Sherlock miró con cierta desconfianza a su hermano, sabía que había un trasfondo en todo este asunto. La llegada de Lestrade implicaría varios aspectos, no solo se limitaría en el ámbito profesional. Era prematuro anticiparse a los hechos, sin tener un panorama claro de la situación a futuro, debía aceptar las condiciones establecidas para poder contraatacar posteriormente. Sin duda alguna, su manager asumiría el rol de “perro fiel de Mycroft”. Extendió la palma de la mano, mostrando así su peculiar interés en el contrato.  Casi al instante, Lestrade le entregó una carpeta llena de papeles que sostenía una de sus manos. Lanzó una mirada inquisidora a las dos personas frente de él, antes de coger la capeta. Luego sus ojos se posaron en el contenido como si fueran dos imanes.

El nivel de concentración de su hermano menor, era una clara señal favorable. Una sonrisa triunfante se dibujó en el rostro de Mycroft, se quedó contemplada la escena por varios segundos, no pudo disfrutar su victoria más tiempo, debido a una llamada telefónica, solicitaban su presencia con urgencia. Con un apretón de mano se despidió de Lestrade, reducida la distancia le asignó su primera misión; mantenerlo vigilado hasta su regreso. Si bien no conocía a la perfección a su nuevo cliente, estaba  más que advertido a lo que se enfrentaría.

Calculó el tiempo que le llevaría revisar la documentación, por ese motivo fue directamente a tomar asiento e invitó a Sherlock, hacer lo mismo. Sin embargo, sus palabras quedaron sin efecto, el sonido de las hojas pasar, mostraba el efecto contrario.  Alrededor de un minuto el silencio quedó disuelto.

— Su asignación al puesto no fue un golpe de suerte –dijo Sherlock, al tiempo que levantó la mirada- Tampoco la experiencia fue una razón para escogerlo. Ya que usted solo ha tenido bajo su tutela no más de dos personas. Aún muestra algo de nerviosismo cuando se trata de contratos, duda si usted es el indicado.

Reaccionó del modo contrario a lo que esperaba, Sherlock. Dibujó una sonrisa burlona, atrayendo la curiosidad del otro. Entonces habló:

— Eres buen observador, habilidad innata de la familia Holmes. Estas en lo cierto, no llegué aquí por asares del destino, sino por obra y gracia de tu hermano. Los conocí varios años atrás. Sé que borraste de tu memoria mi insignificante existencia, pero yo si te recuerdo a la perfección. En especial el sonido de tu piano, inconsistente en aquel entonces. Ahora adquirió un brillo especial cada nota.

— Te asignó esta labor porque eres persona de su confianza. También por poseer habilidades necesarias para asumir el cargo, caso contrario hubieras sido descartado al instante.

— Ustedes dos, creen tener el control de todo y tratar a las personas como les plazca. A su vista somos piezas de ajedrez.

— Una analogía aceptable.

— Y bien, no tiene ninguna pregunta.

— Todo está en orden, sin embargo le haré llegar mis condiciones para por fin firmar el contrato. – deja la carpeta sobre la mesa y se dispone a salir.

— No compliques mi día y permanece dentro de la residencia.

Avanzó lentamente hacia la puerta de la libertad,  a su vez escuchaba las escasas palabras proveniente de la contraparte. A punto de colocar el otro pie al lado contrario, manifestó que no tenía intenciones de irse sino que tenía otro asunto por atender, el cual conocería a la hora de la cena.

Los minutos transcurrían con una lentitud atroz, me encontraba sentado sobre el sofá, a punto de caer en un verdadero estado de aburrimiento. Nadie con quién hablar, completamente solo, ocupando un insignificante espacio dentro de la inmensa sala de estar. Seguía cuestionándome por qué había venido con Shelock, y especialmente ¿Dónde se encontraba ese infeliz? Como si le hubiera invocado, hizo su aparición. Lanzó una de esas miradas misteriosas, a la vez inspeccionó todo a mi alrededor. Caminó paso  a paso hasta llegar frente de mí. Esperaba que dijera alguna palabra, por tal motivo mantuve la boca cerrada, listo para escuchar lo que tenía por decir. Nada, se quedó mudo, parecía hablar con la mirada, cuyo lenguaje no comprendía en aquel entonces. Decepcionado por mi pésimo desempeño, simplemente tomó asiento a mi lado.  Cruzó sus largas piernas, luego se mantuvo entretenido manipulando su móvil. Un tanto incómodo, me dispuse a dirigirle la palabra, pero la presencia de Arthur, hizo que me trague mis palabras.

Otra vez, le seguí sin decir nada. Fuimos conducidos al comedor principal de la residencia. Si el anterior lugar me pareció increíble, este causó doble impacto. Bellísimo ambiente, con capacidad de diez personas en la mesa. Un fino candelabro colgaba del techo, un par de pinturas adornaban las paredes, explicar cada uno de las cosas que vi, quedaran en mente. Ocupad estuvo mi mente que no se percató de la presencia de una persona en el lugar, ya se encontraba sentada, mirando curioso nuestra entrada. Las formalidades tomaron protagonismo.

— John, déjame presentarle al señor Garfield Lestrade –dijo Sherlock.

— Mi nombre es Greg, no Garfield – al instante protestó a viva voz- Eres muy inteligente para olvidar nombres. ¡Lo hiciste apropósito! –mostró su indignación.

El hecho no fue importante y prosiguió. 

— John Watson, compañero de piso y un buen amigo.

— Amigo…- esbozó una  débil, luego tenía sus ojos puestos en mí.

— Un gusto –entendí la mano para romper el ángulo de visión.

— Al contrario, el gusto es mío.

— Suficiente –intervino de mal humor- Si continuas así, vas a terminar triturando la mano de John. Tú no consideras a las manos como un bien preciado ya que solo le has dado utilidad para los placeres y labores cotidianas. Para un músico es su herramienta de trabajo, el objeto más valioso, después del instrumento musical.

—  Sé a lo que te refiere- respondió con dureza-  No eres mi primero. Tengo experiencia, la suficiente para hacerme cargo de una persona arrogante como tú.

 

Al inicio estaba completamente confundido por  la extraña conversación entre ellos; era como si hablaran en un idioma distinto.  Me limité a observar y escuchar las diversas respuestas condimentada con ironía. Parecía que se habían olvidado de mi presencia, entonces la servidumbre apareció para servir la cena.

Degusté cada uno de los exquisitos platillos, intentando adivinar cuales son los ingredientes secretos.  Comía lentamente, masticando varias veces hasta casi convertir en polvo los alimentos.  Un festival de sabores danzaba en mi paladar, debí tener el rostro ahogado en felicidad  porque Sherlock no dejaba de observarme discreto. Pero no lo suficiente, cruzamos miradas un par de veces.

— Borra esa expresión y ve a pedir la receta al chef –comentó, Sherlock, dejando los cubiertos sobre el plato- Estará halagado de saber que aprecian su comida más que los mismo propietarios. 

— ¿Te gusta cocinar? –intervino, Lestrade.

— Sí – respondí tímido- Aprendí desde temprana edad por necesidad y cuando me di cuenta, la cocina ya era parte de mí. Así que ahora estoy en el proceso de mejorar mis habilidades culinarias- realicé una insignificante pausa y proseguí- Es parecido al proceso que conlleva el análisis de piezas musicales. Desintegrar un todo, identificar sus componentes  para luego volver a unirlos.

— Interesante analogía, John... – Lestrade, dirigió la mirada al costado- Tienes suerte, Sherlock, un chef privado a tu disposición, lástima que consideres la alimentación como…

— Aburrido –completé la frase -, pero al menos cumple al 90 % el acuerdo pactado: compartir la cena.

Ahora jugaba con la copa de agua, mientras nosotros conversamos.

— Y cómo es vivir con él – preguntó curioso, cambiando el tema.

—  Al inicio difícil  y ahora, pues… -busqué las palabras adecuadas, me tomó algo de tiempo-  Nunca me aburro.

 

La conversación fue fluida; preguntas venían y respuestas regresaban. Logré simpatizar con Lestrade casi al instante porque somos personas comunes y simples. La diferencia radica en la diferencia de edades y la posición social. Al parecer, termino siendo  el de rango inferior.  En determinado momento rompimos en un ataque de risas por la anécdota contada. Lo siguiente fue ver a mi compañero tirar la copa de agua, el ruido del impacto atrajo muestra atención.  Se disculpó por interrumpirnos, pero  su actitud infantil  continuó el resto  de la cena. Parecía un niño en busca de protagonismo, empezaba a ser molestoso. Después de terminar el postré,  me dispuse a levantarme, sin antes preguntar donde iba a dormir.  Arthur, apareció para conducirme al lugar destinado. Era evidente que esos dos iban a seguir conversando. Así que  me despedí, primero de Lestrade, seguido de Sherlock, quien no dijo nada, ni se atrevió a verme.

 

— John…John Watson, es una persona interesante. Considerado un héroe para poder soportarte – comentó Lestrade - Por cierto Sherlock, ¿él es tu novio?

— Lo de hoy ha sido un caos –entrelazó los dedos – Hecho tras hechos, uno peor que el otro. Lo confundieron, y me hicieron traerlo hasta aquí. –realiza una pause - Ha decir verdad ¿Por qué tuve que traerlo conmigo? Pude simplemente ignorar una orden tan absurda-.

— ¿El deseo que  presumir? –tomó agua y prosiguió-, demostrar a tu hermano que puedes “socializar” y la prueba irrefutable es John; tu único amigo.

— He de suponer que se quedará a dormir.

— Sí. Ocuparé la habitación de huéspedes.

— ¡¿Qué?!

Sonrió malicioso, luego de observar la reacción confusa.

— Es tu compañero de piso, no habrá ningún problema en compartir la única habitación disponible. Por supuesto la cama, también.

 

 

Terminaba de colocarme el  pijama azul, es un poco grande para mi estatura. Parado en medio de la habitación, miré todo a mi alrededor, tal como hacía, Sherlock a un lugar desconocido.  Debido a la apariencia, asumí que me encontraba en la habitación de visitantes. Eso era, una visita inesperada. Cansado y aún con rezagos del alcohol fui directamente a la cama. Sentado al borde, algo llamó mi atención; un portarretratos a varios metros, frente a mí. La curiosidad tuvo más protagonismo  que el sueño, caminé hasta el librero vació, excepto por el objeto.  Cogí con la mano derecha el portarretratos,  en la fotografía había la imagen de 4 personas: 2 mayores y 2 niños. Esos ojos impactantes, son inconfundibles, al igual su pálida piel y el cabello ensortijado. El niño menor, es Sherlock, junto a su familia en época navideña. Quedé sumergido en mis pensamientos, admirando la imagen enternecedora. De pronto la puerta se abrió, robando un susto de muerte porque Sherlock hacía su ingreso.

—  Con que así me veía, en la etapa de adolescencia – sus ojos recorrían todo mi cuerpo, mientras habló.

— No te comprendo.

— El pijama que traes puesto es de mi propiedad. Para ser exactos, lo utilicé cuando tenía catorce años y un par de meses viviendo en Londres. Aún así te queda grande –esbozó una sonrisa.

— ¡Solo son unos centímetros! –protesté, ocultando mi sonrojo- Te pido retirarte de mi habitación porque tengo mucho sueño y tú interfieres.

— Corrección, esta es mi habitación. Me quedaré aquí contigo.

Fue un ataque sorpresivo.  Como demonios iba lidiar con esta situación complicada, ambos durmiendo en la misma cama. Oh por Dios, era demasiado. Un momento, porque estoy tan nervioso  y el corazón no deja de palpitar intenso.

— ¿John, estas escuchando?

— Oh, sí claro –regresé al mundo real.

— Esa sonrisa falsa, confirma mi sospecha; no prestaste atención luego de la primera oración –dio un suspiro resignado-  Vamos directo al asunto  ¿Quieres hacerlo, ahora mismo?

Lanzó la pregunta, mirando directamente a mis ojos asustado. Tenía la boca semi abierta, dispuesto a responder, sin embargo quedé mudo. 

— Puedo descifrar cada gesto tuyo,  eres un libro abierto  ante mis ojos. Sé muy bien que quieres hacerlo, tu cuerpo te pone en evidencia. Admítelo es tu deseo…

— “De qué demonios esta hablando Sherlock. Y porqué no puedo mover ningún músculo; estoy hecho piedra” –me pregunté, sin perder contacto visual.

— Ya que no quieres hablar, lo haré por ti – tomo asiento sobre la cama- Desde nuestra llegada aquí, no has hecho otra cosa más que pensar en el magnifico piano de cola que viste en la sala principal. Tus ojos quedaron hechizados por el magnifico instrumento, mirabas discretamente mientras fingías prestar atención.  Comprendo tu reacción, todo el mundo  queda maravillado, pero nadie se atrevió poner ningún dedo en sus bellas teclas.  Solo tres personas de la familia  lo han utilizado en el pasado. Y hoy conocerá el tacto del cuarto elegido – buscó mis ojos otra vez- Sí, John, lo vamos hacer.  Complaceré tu deseo de tocar  el piano en compañía de mi violín.

— Pe…pero dejaste el tuyo en casa.

— Utilizaré el violín de Mycroft.

— ¿Tu hermano también es músico?

— No, somos polos opuestos.  Tomó un rumbo distinto al mío – contestó con ironía-   Él es el gobierno Británico – se levantó - ¿Vienes?

— Por supuesto que sí. 

Apresurado me puse el calzado,  casi termina mi rostro estampado en la espalda de Sherlock porque al salir de la habitación, lo hice corriendo. Me detuve a tiempo,  en la penumbra del lugar, distinguí  una mirada distinta en sus ojos. El contacto visual duró poco, giró el rostro, también su cuerpo. Caminamos rumbo a la entrada  principal de la residencia, ahí el ambiente estaba bien iluminado.  Tal como lo dijo, quedé impactado por el piano, encima había un bello violín.  Recorrí la superficie del instrumento con las yemas de las manos, levanté la tapa  y sentí el contacto con las teclas. Al fiel estilo de un niño, presioné la primera tecla hasta el final. Logré arrebatar una sonrisa, sostenía el violín  de manera singular.  Utilizando el arco del instrumento  para señalar la partitura.   “Edgard Elgar sonata para violín y piano en Mi menor, Po. 82”  Fruncí el ceño, no conocía la pieza. Todas mis reacciones fueron  interpretadas perfectamente por él. Primero dejó que  estudiara  la partitura, enseguida mis oídos escucharon los diversos sonidos de la melodía, proveniente del equipo de sonido. Por último, cada quién tomó su posición; estaba listo para tocar a su lado una vez más.  




https://www.youtube.com/watch?v=alvfQQJ-s9w



 

— “Todavía se salta notas y hace cosas raras –pensó Sherlock – Pero… la sensación que experimento al tocar junto a él… es inexplicable. Al punto que soy arrastrado a su propio mundo”

La música llegó a la habitación de Lestrade  y acaparó toda su atención. Dejó el cambio de ropa sobre la cama, como el canto de la sirena, siguió el sonido hasta llegar al lugar indicado.  Desde el segundo piso, disfrutaba la agradable interpretación.  Un segundo espectador apareció en escena.

—  Me ha puesta la piel de gallina –comentó Lestrade - ¿Será porque hace tiempo que no escucho una actuación en directo?

— No –respondió tajante Mycroft-  Es el efecto que causan ellos.

 

 

Notas finales:

Actualización que será su regalo de navidad n.n
Espero no tardar con el siguiente capitulo... o si no será para el siguiente año muajaja.

Paciencia  es lo que pido como también reviews para saber cómo estoy llevando la historia. Sin mas ciao ciao 


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