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I Don't Deserve You por Kris Kuro Angel

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Notas del capitulo:

Hola a todos! Traje sensualidad~ no de la buena(?)

No saben los horrores que me costaron escribir este cap, tenía un bloqueo horrible con las últimas escenas y las borraba y reescribía y las volvía a borrar ;-; pero bueno ya está listo, ya salí de este bache y el fic puede seguir su curso y avanzar en mi cabeza xD

También quería avisarles que subí este fic a Wattpad (ya que extrañamente me la paso más allí) tíene el mismo nombre y mi user es KrisRivaille16 (porque la tenía como hace dos años y nunca la usé, además que me dio pereza crear una nueva cuenta XD)

 

Sin más que decir, disfruten de este capítulo. Acepto que me lancen tomatazos o me linchen después de leerlo(?)

Capítulo 12:


 


Kuroko y Takao acompañaban a Kise a la clínica para su primer ultrasonido. El rubio estaba nerviosísimo y el brazo de Takao era el que sufría las consecuencias, lo estaba apretando demasiado fuerte. Por otro lado, Kuroko estaba perdido en sus pensamientos considerando la idea que se le había ocurrido a Akashi. Desde ese día había ignorado todas las llamadas y mensajes de Reo, incluso había escapado por la parte trasera de la escuela cuando fue a buscarlo. Si, muy maduro de su parte.


 


La enfermera les avisó que sería su turno así que los tres chicos entraron al consultorio. Era tan lanco como el resto de la clínica, con muchos artículos sobre maternidad en las paredes, una camilla y la máquina de ultrasonido cerca de esta.


 


—Kise–san, es un gusto conocerlo —la doctora se acercó a ellos y les tendió la mano en forma de saludo—. Cuéntame, ¿cuántas semanas tienes?


 


—Cuatro semanas y media —dijo el rubio.


 


—¿Primerizo?


 


—Si…


 


—Ven, recuéstate en la camilla y levántate la playera.


 


Kise obedeció recostándose en la camilla, aún estaba nervioso así que tomó la mano de Takao. Este solo rió bajo ante la acción de su amigo.


 


—¿Eres su pareja? —preguntó la doctora aplicando el gel en el vientre del rubio haciéndolo chillar.


 


—No, solo somos amigos —dijo Takao.


 


—¿Y tu pareja, Kise–san?


 


—Terminamos —volvió a quejarse cuando el aparato empezó a recorrer esa extensión de piel.


 


—Oh, es una lástima —dijo la doctora—. Mira, ahí está tu bebé —señaló con el cursor del aparato una pequeña masa blanca.


 


—¿Esa cosita es un bebé? —preguntó incrédulo Takao.


 


—Es un feto aun —aclaró Kuroko—, se supone que son así de pequeños. En el ultrasonido que le hicieron a mamá también salía un frijolito.


 


Los tres chicos, más la doctora, empezaron a reír por la ocurrencia. De repente Kise empezó a llorar.


 


—¿De verdad… es mi hijo? —preguntó con lágrimas en los ojos.


 


—Sí, cariño. Es tu hijo.


 


Luego de una serie de indicaciones y que la doctora le entregara el ultrasonido, los tres amigos salieron del consultorio felices de saber que el bebé estaba bien.


 


—Chicos, ¿podrían esperar por mí? Debo hacer algo —dijo Takao alejándose sin esperar respuesta alguna y dejando a los chicos confundidos en medio del pasillo. Algo no andaba bien.


 


 


 


 


 


Midorima acomodaba el expediente de su último paciente cuando la puerta fue tocada, supuso que podía ser su secretaria así que le indicó que pasara. Grande fue su sorpresa al ver a la persona delante de él.


 


—Izuki, ¿Qué haces aquí?


 


—Vine a verte, amor mío. Me tienes algo abandonado —el pelinegro rodeó el escritorio de Midorima y se sentó sobre sus piernas.


 


—No deberías estar aquí…


 


Izuki lo besó metiendo su lengua sin permiso, acariciando y saboreando la cavidad caliente de Midorima.


 


—Pero quieres que esté aquí —susurró contra su oído seductoramente.


 


El peliverde lo tomó de la cadera y lo subió en su escritorio, algunos papeles cayeron al piso en el proceso. Izuki abrió las piernas para que Midorima se posicionara sobre él, se besaron nuevamente con desesperación. La boca ávida del médico hizo su recorrido por su cuello mientras intentaban desvestirse rápidamente, necesitadamente. Unos insistentes golpes en la puerta se hicieron escuchar pero no les prestaron atención, la necesidad de tenerse el uno al otro era más fuerte que su sentido común.


 


—¿Shin… chan…?


 


Midorima se separó rápidamente de Izuki al escuchar la voz de su novio. Takao lo veía desde la puerta con los ojos desorbitados, rojizos y cristalizados. Acomodó su ropa e intentó acercarse a su, aún, incrédulo novio.


 


—Takao… Takao, puedo explicar–


 


Un golpe seco resonó en el consultorio. Su mejilla ardió.


 


—No quiero volver a verte… en lo que me quede de existencia —dijo el pelinegro entre dientes—. Eres una basura… tú y tu zorra se pueden ir al infierno.


 


Sin decir más se fue de allí corriendo, sin escuchar su llamado. Takao estaba destrozado y todo era su culpa.


 


 


 


 


 


Kuroko observaba a su amigo cubierto por las colchas en la habitación de Kise, había intentado no llorar por orgullo pero al final se dejó llevar por el dolor. Sintió pena y tristeza por él, porque sabía lo mucho que amaba a Midorima. Se conocían de muchos años, antes de que sus padres los comprometieran, y sabia de la ilusión de su amigo en tener una familia con el peliverde. Todo se había ido por el caño esa tarde.


 


—Debo decirle a mis padres —Takao se irguió en la cama con la mirada perdida y los ojos rojos por el llanto—. Debo… debo decirles que… que voy a romper mi compromiso con Shintaro. ¡Oh, Dios! —exclamó llevándose las manos al rostro y sollozando—. No puedo creerlo… ¡No puedo creer una mierda de lo que vi!


 


Se levantó tirando las sábanas a un lado, empezando a caminar como un león enjaulado siendo observado por Kise y Kuroko.


 


—Takao–kun…


 


—No me pidas que me calme, Kuro–chan —dijo—.  Estoy frustrado, enojado, decepcionado. ¡¿Cómo me pudo hacer eso?! ¡Era más fácil decirme de frente que no me quería, en vez de estarme montando los cuernos a mis espaldas! —vociferó furioso con las lágrimas recorriéndole las mejillas—. Le dije… ¡Yo se lo dije desde que comenzamos a salir! ¡Que quería que me fuera sincero! ¡Que si no me quería que me lo dijera de frente!


 


—¡Takaocchi, cálmate! —exclamó Kise yendo hacia su amigo y sosteniéndolo por las muñecas.


 


—¡No puedo, Kise! Yo lo amaba —mordió su labio inferior que temblaba y se dejó car de rodillas—. Lo amo, lo amo más que a nadie… pero él me engañó…


 


—A mí también me engañaron, Takocchi —recordó Kise con un sabor amargo en la boca— pero tú me pediste ser fuerte, ahora yo te pido lo mismo. Debes ser fuerte y no echarte a morir por esto.


 


Kise abrazó a Takao al verlo llorar desconsoladamente, era duro superar un engaño y él lo sabía de primera mano. Kuroko, quien había sido un simple espectador, se acercó a ellos envolviéndolos en sus brazos. Sus amigos estaban tristes y con el corazón destrozado, él pronto lo estaría también e iba a necesitar del abrazo de sus amigos.


 


 


 


 


 


Suspiró por sexta vez en el auto, sentía el estómago encogerse en su base dolorosamente. Dolor. Tristeza. Desilusión. ¿Qué otro adjetivo podía encontrar para describir lo que sentía en ese momento? Iba derecho al prostíbulo de Nijimura, iba  a verse con Reo luego de que estuvo evitándolo y no precisamente iba para darle una buena noticia. Kuroko creía que colapsaría en cualquier momento pero debía ser fuerte por lo menos hasta que hablará con Reo, ya después podía derrumbarse y llorar todo lo que quisiera.


 


El auto se detuvo y él bajó, sentía el piso inestable o tal vez eran sus piernas que no podían mantenerse erguidas. Se apoyó del auto y contempló el lugar que tantas veces en los últimos años le sirvió de refugio, ahora sería la última vez que lo visitaría. La última vez en lo que le quedaba de vida, porque sabía que lo que haría no sería perdonado por su amado.


 


Tomó valor y entró a aquel lugar tan conocido para él, se topó con un aburrido Hyuga que cuando lo miró casi cae de espaldas.


 


—Kuroko…


 


—Hola, Hyuga–kun —saludó el peli celeste.


 


—¿Cómo…? Pensé que no volverías —articuló el muchacho.


 


—Vine a hablar con Reo–kun —tragó el nudo que se había formado en su garganta—, dile que lo espero en su habitación.


 


Hyuga observó como el peli celeste se encaminaba en dirección a las habitaciones privadas, con su andar lento y esa aura taciturna. Despejó sus ideas y fue a buscar a Reo.


 


Kuroko entró en la habitación de su amante, todo estaba igual a como lo recordaba. Las sábanas blancas adornando la cama, el tocador con los miles de accesorios, el closet con su set de ropa y kimonos, la ventana con las mismas cortinas rojizas. Sus ojos le empezaron a escocer y su cabeza a doler.


 


Escuchó la puerta del dormitorio ser abierta y cerrada, unos brazos se anclaron a su cuerpo como un salvavidas.


 


—Tetsu–chan —la voz de Reo se escuchaba suave como un susurro y ahogada como un lamento—, no sabes cuánto desee volver a verte. ¿Por qué no contestabas mis llamadas?


 


Apretó los puños a sus costados, su mandíbula estaba dolorosamente tiesa al igual que su cuerpo. No podía permitirse mostrar sentimientos ahora.


 


—Reo, quiero que terminemos —dijo por fin las amargas palabras—. Yo ya no te amo.


 


Silencio. Era lo único que podía oírse, el frío silencio. Pensó en apartar aquellos brazos de su cuerpo y huir como el cobarde que era.


 


—¿Qué? —dejó escapar una risa oscura, sin humor—. Tetsu–chan, no me gustan estás bromas.


 


—No es ninguna broma —dijo tratando de sonar serio—. Es una decisión definitiva, lo nuestro no debe continuar. Ahora suéltame, debo ir a casa.


 


—¡Cállate! —gritó, enojado, dolido. Lo apretó más entre sus brazos—. ¿Por qué me dejas? ¿Qué razón tienes para terminar conmigo? ¿Quién te dio el derecho a tomar esa decisión?


 


—¡Tengo el derecho de tomar mis decisiones! —elevó la voz sin querer—. Simplemente… —tomó una respiración para intentar calmar sus nervios— quiero algo más en mi vida.


 


—¿Algo más? —giró el cuerpo del peli celeste obligándole a encararlo, colocando sus manos en ambos hombros del menor para retenerlo—. ¿Es Akashi ese algo más que quieres? ¡Contéstame, Tetsuya!


 


El menor agachó la cabeza, no quería verlo a los ojos ni ver la decepción plasmada en ellos. Se sentía acorralado, frustrado, dolido. Estaba renunciando a su felicidad por la seguridad de Reo y en el proceso lo estaba lastimando.


 


—Si… —articuló.


 


Ya no sintió las manos del pelinegro en sus hombros, ni su cercanía, solo el peso de sus propias palabras.


 


De pronto fue empujado con violencia contra la cama, sus manos fueron amarradas a la cabecera de la cama. El cuerpo de Reo estaba sobre el suyo, sus manos desabrochaban con desesperación los botones del uniforme, sus labios besaban cada pedazo de piel expuesta. Kuroko se retorcía tratando de liberarse, no iba a permitirse caer, no iba a permitir que eso llegara a más.


 


—Ba–Basta… Reo… —el mayor quitó los pantalones del peli celeste al igual que su bóxer, dejándolo expuesto a sus duras caricias—. No quiero…


 


—Pues vas a querer —contestó duro, autoritario, dejando al menor sorprendido. Reo nunca le había hablado con ese tono de voz—. Tú eres mío. Nadie más que yo tiene derecho a tomarte, nadie más tiene derecho a amarte —apretó su mandíbula y lo besó de forma violenta—. Tú me perteneces solo a mí, ¿entiendes? —no contestó—. ¡¿Entiendes?!


 


—S–si…


 


Reo abrió las piernas de Kuroko clavando sus dedos en los muslos, arañándolos en el proceso. El peli celeste se quejaba por el trato que le estaba dando su amado, tenía miedo. Quería que parara.


 


Los besos se transformaron en mordidas, su cuello estaba adornado de marcas moradas y rojas, al igual que su torso y muslos. Reo se encontraba ahora haciéndole una felación, succionaba su miembro de forma ruda intentando sacarle una erección. Él no podía excitarse, simplemente no podía disfrutar de eso. Se separó de él y lo contempló con sus vacíos ojos. Desató sus manos y giró su cuerpo, con una mano apoyó su cabeza contra la almohada y con la otra mano levantó las caderas del peli celeste.


 


—Reo… para… para, por favor —pidió con la voz ahogada por el llanto y la almohada.


 


—Antes no me pedias que parara —articuló lentamente—. Nunca me pedias que parara y yo nunca me detenía… ¿Por qué tengo que hacerlo ahora?


 


Kuroko dejó escapar un grito de dolor, un grito que no pudo ser oído por nadie. Dolor, humillación, tristeza, asco. Un manojo de emociones tan diferentes lo golpearon tan rudamente como las penetraciones de Reo, era la primera vez que tener sexo con Reo le causaba tal dolor.


 


Tetsuya podía sentir ese largo y duro miembro entrar y salir, penetrándolo de forma violenta. Se sentía asqueroso. No había amor, ni dulzura, solo dolor, obsesión y lujuria. Los dientes del pelinegro estaban encajados en su hombro, traspasando su carne, haciéndolo sangrar.


 


Ese no era Reo, él nunca lo trataría de aquella manera.


 


—Para... ahh... para... Reo... no... no puedo... duele... —decía entre sollozos.


 


Sintió como salía de su interior y lo tomaba entre sus brazos, lo sentaba sobre su miembro para penetrarlo de frente. Ardió horriblemente cuando su cuerpo fue empalado por el miembro de Reo, estaba agotado y sentirlo tocar ese punto que lo enloquecía no era bueno. No quería que su cuerpo reaccionara contra sus deseos pero lo hizo.


 


—Reo... ¡Reo! —gimió contra su oreja mientras se abrazaba a su cuerpo y arañaba su espalda—. ¡Reo! —se corrió entre sus cuerpos con un hondo jadeo—. Te...  amo...


 


El pelinegro se estremeció por sus palabras, su corazón palpitaba desbocado. Siguió penetrándolo con fuertes embestidas hasta correrse en su interior, lo llenó por completo con su esencia.


 


Colocó el cuerpo de su amado con cuidado sobre la cama y acarició su húmedo rostro, limpió sus lágrimas y besó sus labios.


 


—Eres mío —susurró contra sus labios—. No puedes dejarme, nunca lo harás. Tú me amas, me deseas. Tu cuerpo solo puede satisfacerse con el mío —sus lágrimas no tardaron en aparecer, saliendo copiosas de sus orbes irritadas—. No voy a permitir que me dejes —abrazó el semi–inconsciente cuerpo de Tetsuya—. Tú eres mi Tetsu–chan, MÍO. Prometimos amarnos sin importar lo que pasara, prometimos quedarnos juntos toda la vida. Yo quiero una vida a tu lado... quiero que seas mi esposo, Tetsu–chan.


 


Besó sus labios, sus mejillas, las marcas que el mismo había hecho. Recostó su mejilla del pecho de su amado y trazó círculos en su abdomen con ayuda de su pulgar. Dejó que sus lágrimas se deslizaran y empaparan el toroso de su peliceleste.


 


—No me dejes, Tetsu–chan... no me dejes... si me dejas... yo moriría... —sus ojos miraban hacia la nada, la locura brillaba en ellos. Estaba siendo consumido por sus demonios internos—. Sí, yo moriría si me abandonaras. No hay razón para vivir sin ti...

Notas finales:

OH MY GOSH! *inserte voz de Jonghyun aquí*

Las cosas se pusieron intensas pero tenían que ocurrir así, creo que todos lo presentíamos. Además de que una personita pidió dolor y sufrimiento así que listo, ya te complací XD

¿Qué pasará ahora?

¿Tetsu odiará a Reo por lo que le hizo?

¿Se separarán definitivamente? ¿Se volverán todos locos?

¿Takao castrará a Midorima por haberlo engañado con Izuki?

¿Nuestros protas podrán ser felices algun día sin tanto drama por parte de la autora?

¿Será que actualizaré más rápido la historia? Quizás, si la universidad no me mata primero XD

 

Nos leemos pronto~ o/ (o eso espero) Saludenme en Wattpad si es que tíenen.


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